Todo ocurrió cuando un vecino ebrio apodado «Don Fierros», que se dedicaba a recolectar fierro y latas, golpeó a mi padre con una llave de carro. El impacto dejó a mi padre hospitalizado, luchando por recuperarse.
En medio de esa crisis, mi tío Ricardo llegó a vivir con nosotros para ayudarnos con el negocio familiar de venta de muebles, ya que mi madre, Alondra, estaba embarazada de cinco meses y no podía manejarlo sola. Al principio, todo parecía normal, a excepción de la difícil condición física de mi padre. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar sutilmente. Una noche, después de bañarme, bajé a la sala donde mi madre estaba tejiendo ropa para el bebé que venía en camino.
Mi tío Ricardo estaba con ella, tomando cervezas, y los escuché hablar en susurros. Al acercarme, pude distinguir las palabras de mi tío: «Cuñada, estás muy buena, y el embarazo te hace muy bien». Mi mamá, sorprendida, respondió: «Gracias, Ricardo, pero me incomoda que me digas esas cosas». Pero mi tío no se detuvo ahí. «Es la verdad. Si fueras mi mujer, créeme que te trataría como una diosa».
Mi madre, incómoda, trató de zanjar la conversación: «Ricardo, ya estás tomado, mejor me voy a subir». Pero mi tío la detuvo, diciendo: «Espera, perdona si me pasé, ven, vamos a platicar un rato». Mi madre dudó: «No, Ricardo, ya es noche, si quieres, mañana platicamos». A lo que mi tío respondió: «Okay, está bien, si no me quieres aquí, mañana me voy». Mi madre lo miró fijamente y dijo: «Ricardo, mañana van a traer material y necesitamos terminar los muebles que nos encargaron.
No seas un desgraciado y te quieras aprovechar». Mi tío, tomando otro trago de su cerveza, dijo: «Pues el único que está perdiendo su tiempo aquí sin ganar nada soy yo, ¿crees que es justo?». Mi madre replicó: «Sabes que con las terapias de tu hermano apenas salimos con los gastos.
No seas egoísta, Ricardo. Ya, ven, siéntate, solo quiero un poco de tu compañía». «Okay, pero solo para platicar», dijo mi mamá y se sentó a su lado. «Dime, ¿de qué quieres hablar? Pero por favor, deja de insinuarte».
Mi tío la miró y, dando otro trago a su cerveza, dijo: «Nada de eso, solo pasemos un rato agradable», mientras pasaba su mano por detrás del cuello de mi madre. «No hagas eso, Ricardo. ¿Qué no te estoy haciendo nada malo? Sabes que ya… vete, contigo no se puede hablar». «Bueno, ya, Ricardo, no hay problema. Dime, Alondra, ¿eres feliz con mi hermano?» «Claro que sí, Ricardo». «No lo parece. Como yo lo veo, solo te hace pasar malos momentos. Si no fuera por él y su dizque amigo, no estaría así, y al final, tú eres la que lo pasa mal».
Mi mamá no dijo nada, solo agachó la cabeza. Mi tío, al notar su silencio, dijo: «Ya ves, tu silencio dice que tengo razón». «Basta, Ricardo», dijo mi mamá, tratando de mantener la compostura. «Bueno, cambiemos de tema», propuso mi tío. Quitando la mano de detrás del cuello de mi madre, la bajó y la puso sobre su rodilla.
Mi madre llevaba puesto un vestido blanco largo, ligeramente escotado que apenas podía contener sus abundantes pechos. La tela se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, resaltando cada una de sus curvas, incluyendo su vientre abultado por el embarazo de cinco meses. A pesar de estar embarazada, mi madre seguía siendo una mujer que desprendía sensualidad por dondequiera que iba. Su piel trigueña brillaba como si estuviera iluminada desde adentro, y su cabello negro azabache caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos, grandes y expresivos, parecían prometer todo tipo de placeres prohibidos. Sus caderas anchas y sus nalgas redondas y firmes, ahora más pronunciadas debido al embarazo, llamaban la atención de todos los hombres a su alrededor. Sus piernas, torneadas y bien formadas, parecían no tener fin.
Cada movimiento que hacía era una invitación, un recordatorio constante de su innegable atractivo sexual. Era el tipo de mujer que hacía que los hombres se giraran a mirarla, que despertaba fantasías y deseos en cada esquina, incluso en su estado de gravidez. Su presencia era electrizante, una mezcla de inocencia y provocación que resultaba imposible de resistir.
Mi mamá no retiró la mano de su rodilla, solo se quedó mirándolo mientras mi tío aprovechaba para ir subiendo más por su pierna, quedando su mano debajo del vestido. Él se acercó al oído de mi mamá y le susurró algo que no alcancé a escuchar. Ella intentaba apartar la cara, pero él no la dejaba.
Así, poco a poco, su mano comenzó a acariciar la pierna de mi mamá. Ella dijo: «Ricardo, ya esto es demasiado, basta, me voy a enojar». Pero mi tío respondió: «Vamos, cuñada, solo disfruta cómo te toca un hombre de verdad». Diciendo eso, trató de meter su mano aún más, pero mi madre reaccionó y cerró las piernas. «Te dije que basta, Ricardo», dijo con firmeza.
Así, poco a poco, su mano comenzó a acariciar la pierna de mi mamá. Ella dijo: «Ricardo, ya esto es demasiado, basta, me voy a enojar». Pero mi tío respondió: «Vamos, cuñada, solo disfruta cómo te toca un hombre de verdad». Diciendo eso, trató de meter su mano aún más, pero mi madre reaccionó y cerró las piernas. «Te dije que basta, Ricardo», dijo con firmeza. Mi tío ignoró lo que le decía mi mamá y comenzó a besar el cuello de ella. Ella insistía diciéndole que parara, pero lo que me sorprendía era que ni siquiera trataba de alejarlo de ella. Al contrario, ponía cara de disfrutar tener a mi tío besándole el cuello.
Mi mamá fue cediendo y dejó de apretar las piernas. Mi tío se giró un poco y con su mano izquierda fue directo a la entrepierna de mi mamá. Pude ver cómo su mano desaparecía por debajo del vestido de mi mamá. Estuvieron un rato así, mi mamá comenzó a respirar más agitada y de pronto, ella fue la que buscó la cara de mi tío y comenzó a besarlo en la boca mientras él la tocaba por debajo de la falda. «Vaya, cuñada, eres una mentirosa, estás muy mojada aquí abajo y decías que me detuviera». «Cálmate, Ricardo», dijo mi mamá mientras continuaba besándolo.
En eso, mi tío se arrodilló frente a ella, y mi mamá, levantándose un poco, permitió que mi tío le quitara la ropa interior. La tomó y mostrándosela, dijo: «Ves lo mojada que estás». Luego, la tomó de la cintura y la acercó a la orilla del sillón. Levantándole la falda, dejó el sexo de mi mamá expuesto. Metió su cabeza entre sus piernas y comenzó a chupar y lamer la vagina de ella. Mi mamá, con su propia mano, trataba de ocultar sus gemidos y cuando vio que no era suficiente, tomó un cojín del sillón y lo puso en su boca para amortiguar el sonido.
Mi tío, después de haber llevado a mi mamá al borde del éxtasis con su lengua, se puso de pie. Se desabrochó el pantalón y liberó su miembro erecto. «Te gusta esto, ¿verdad, cuñada? Eres una zorra cachonda, pero no te preocupes, yo te voy a dar lo que necesitas», le dijo, sin importarle el embarazo de mi madre.
Mi tío empujó a mi mamá contra el sillón, inclinándola hacia adelante. Le levantó la falda y, sin más preámbulos, enterró su miembro en ella. «Sí, así, toma toda mi verga, zorra». Mi mamá jadeaba, ahogando sus gemidos en el cojín. Los golpes de mi tío eran duros y rápidos, y la sala se llenaba con el sonido de la carne chocando contra la carne. «Te gusta ser follada como una perra, ¿no? Pues toma, toma toda».
Mi tío salió de mi mamá y la volteó. La sentó en el sillón, con las piernas abiertas. Se arrodilló frente a ella y volvió a penetrarla, teniendo cuidado de no presionar su vientre abultado. «Mira cómo entra toda, cuñada. Eres tan puta que la tragas completa». Mi mamá, con las manos en los hombros de mi tío, se movía rítmicamente, subiendo y bajando sobre su verga. «Así, así, fóllame, Ricardo», susurraba con voz ronca.
Mi tío, sin salir de mi mamá, la levantó con cuidado y el se sentó en el sillón. Mi mamá se puso a horcajadas sobre él, con las rodillas en el sillón. Empezó a moverse, subiendo y bajando, mientras mi tío la agarraba de las caderas, teniendo cuidado de no lastimarla. «Sí, mueve esa cola, zorra. Fóllate mi verga, cuñada». Mi mamá se movía cada vez más rápido, sus pechos saltando al ritmo de sus movimientos. «Voy a corr… me voy a correr», jadeaba. «Sí, córrete, zorra, córrete en mi verga», dijo mi tío. Con un gemido ahogado, mi mamá se corrió, su cuerpo temblando con la intensidad del orgasmo.
Después de un momento, mi tío la levantó y la puso de pie. «Ahora, lamela», ordenó. Mi mamá, con las piernas temblorosas, se arrodilló y empezó a lamer su verga, limpiando su propia corrida. «Así, así, lamela bien limpia, zorra». Mi mamá siguió chupando hasta que mi tío finalmente se corrió en su boca. «Trágalo todo, cuñada, trátalo como una buena zorra». Mi mamá, tragó todo lo que mi tío le dio.
Después de la intensa sesión, mi mamá se levantó y se acomodó el vestido, cubriendo su cuerpo tembloroso y su vientre abultado. Sin decir una palabra, se dirigió directamente al baño, probablemente para limpiarse y recomponerse. Mientras tanto, mi tío se arregló el pantalón, cubriendo su miembro aún erecto. Encendió un cigarro y se llevó a los labios una nueva cerveza que abrió, tomando un largo trago. Se veía satisfecho, incluso orgulloso de lo que acababa de hacer, sin mostrar ningún signo de culpa o remordimiento por haber follado a la esposa de su propio hermano, y embarazada además.
Mi mamá salió del baño sin dirigirse a mi tío. Sin decir una palabra, comenzó a levantar las latas de cerveza vacías y limpiar las evidencias que dejó en el sillón cuando se vino. Cuando se acercaba a donde yo estaba, me oculté detrás de un mueble. Sin verme, subió a su habitación, probablemente para procesar lo que acababa de ocurrir y descansar. Por otro lado, mi tío salió de la sala, tomó su chamarra, y salió de la casa sin avisar a nadie, tal vez para evitar cualquier confrontación o conversación incómoda después de los eventos que acababan de suceder.
Yo me subí sigilosamente a mi habitación, con la cabeza dando vueltas tratando de entender lo que acababa de presenciar. La confusión, el shock y la incomodidad se mezclaban en mi interior mientras trataba de asimilar que mi madre y mi tío acababan de tener relaciones sexuales frente a mí.
Por la mañana, me sorprendí al ver que mi tío estaba trabajando, terminando los muebles que se debían entregar. A pesar de que aún apestaba a alcohol y se veía que andaba un tanto tomado, seguía trabajando como si nada hubiera pasado. Mi mamá lo vio y se acercó a él, preguntándole: «¿Dónde andabas?». Él la miró y le respondió con descaro: «No porque te cogí quiere decir que me puedes pedir explicaciones». Ella, visiblemente molesta, le dijo: «Cállate..!!!». En eso, mi mamá volvió a verme para asegurarse de que no hubiera escuchado lo que habían dicho.
Por mi parte, yo sí lo había escuchado, pero me hice el que no escuché nada y continué metiendo unas tablas, tratando de parecer lo más despreocupado posible.
Mi mamá, tratando de mantener cierta normalidad, le dijo a mi tío: «Entra a desayunar, está caliente, no dejes que se te enfríe». En eso, él se acercó a ella y, con una sonrisa burlona, le dijo: «Gracias, putita», lanzándole un beso y riéndose. Mi mamá puso cara de enojo y se retiró, seguramente para evitar una confrontación frente a mí. Luego, mi tío entró a la casa también, dejándome solo con mis pensamientos y la incómoda situación que se estaba desarrollando en mi familia.
Sin embargo, en medio de la madrugada, escuché movimientos en la sala. Entreabriendo mi puerta con cuidado sale a ver que sucedía, , pude ver a mi tío buscando algo en el refrigerador, tratando de prepararse algo para comer. Como era muy descuidado, empezó a tirar cosas, haciendo un montón de ruido en el proceso. escuchando atentamente, preguntándome si mi mamá o mi padre se despertarán con todo el alboroto que estaba haciendo mi tío.
Y justo como pensé, mi madre salió con su bata de dormir, despeinada y con cara de sueño. «Ahora, ¿qué estás haciendo, Ricardo?», dijo ella, notando el desorden que mi tío había causado en la cocina. «Ricardo, jugando a la cocinita, ¿no ves?», respondió él en tono burlón. «Maldita sea, Alondra, ¿tan difícil es dejar todo a la mano? ¿Dónde carajos guardas la sal?», preguntó, frustrado
«Ya, sabes qué, Ricardo, vete a sentar. Ahorita te preparo algo», dijo mi mamá, tratando de calmar la situación. Él la miró y dijo: «Vaya, te debió gustar mucho mi pene para que me trates tan bien». Ella lo miró con disgusto y dijo: «Ya, deja de decir pendejadas, Ricardo».
Mi mamá le preparó algo de comer y lo dejó en la mesa. «Listo, ya está. Cuando termines, deja el plato en el fregadero», le indicó. En eso, mi mamá iba de regreso a su habitación, pero mi tío le dijo: «¿Qué me vas a dejar comer solo? Ven, acompáñame, al menos». Ella lo miró y le dijo: «Ya, basta, Ricardo. No tengo ninguna obligación de hacer eso. Come si quieres, y si no, no comas».
«Vaya, ya volvió la puta que conozco», dijo él, pero luego agregó: «Sabes, o me tratas bien, o le cuento a mi hermanito lo puta que fuiste y cómo te me insinuaste en el sillón». Mi mamá, sorprendida, dijo: «¿Qué mierda tienes en la cabeza, Ricardo? Yo no hice nada de eso». «¿Ah, no?», respondió él. «¿Quién era la que tenía mi pene dentro mientras trataba de contener sus gemidos?» Mi mamá se quedó callada, sin saber qué decir.
Mi mamá se sentó frente a él mientras él comía. Ninguno decía nada; solo mi tío le lanzaba miradas burlonas, y mi mamá apartaba la mirada de él. Una vez que terminó de comer, mi mamá se levantó, tomó el plato y lo llevó al fregadero. Comenzó a lavar los trastes que había usado, mientras mi tío no dejaba de verla.
De repente, mi tío se levantó y la tomó por detrás. «Sabes, aún tengo hambre», dijo. Mi mamá le respondió: «Olvidalo, no volverá a pasar nada entre tú y yo». «¿Qué no dices? ¿Qué no te acuerdas cómo disfrutabas con mi pene dentro de ti? Apuesto que aún deseas más», dijo él.
Mi mamá trataba de zafarse, pero mi tío la tomó y la giró, quedando de frente. «Mira, Alondra, aún tengo hambre, y ve qué ricas tetas tienes. Vamos a ver a qué saben», dijo, y abrió la bata de mi mamá, dejando ver que solo llevaba una tanga blanca. «Vaya, así que ya venías preparada», dijo mi tío, agarrando las tetas de mi mamá con ambas manos y empezando a chuparlas, mientras ella le decía que no, que ya se detuviera. Pero él hizo caso omiso y continuó. Luego, bajando su mano a la entrepierna de mi mamá, comenzó a acariciar por encima de su tanga el sexo de mi mamá. Ella seguía protestando, pero cada vez con menos fuerza, como si parte de ella disfrutara de la atención, a pesar de saber que estaba mal.
Mi tío, al darse cuenta de que mi mamá estaba lactando, dijo: «Vaya, así que estás lactando. Eso me pone más caliente». Mi mamá ya no ofrecía resistencia, y ella sola se dio vuelta, apoyándose en el fregadero. Se empinó como ofreciéndole sus nalgas a mi tío. Al verla así, él dijo: «Así me gusta, ya ves cómo si querías». Ella no dijo nada, simplemente se quedó en esa posición, esperando lo inevitable.
Mi tío, sin pensarlo dos veces, se colocó detrás de mi mamá. Bajó su tanga, dejando al descubierto su sexo húmedo. «Mira qué mojada estás, zorra. Te gusta ser una puta, ¿no?». Sin más preámbulos, mi tío la penetró, enterrando su miembro profundamente en ella. Mi mamá dejó escapar un gemido, aferrándose al fregadero mientras mi tío comenzaba a embestirla con fuerza. «Sí, toma toda mi verga, perra. Te gusta que te follen así, ¿verdad?»
Luego mi tío la sentó en la mesa de la cocina, abriendo sus piernas. Se puso frente a ella y volvió a penetrarla, esta vez mirándola a los ojos. «Eres una zorra estupenda, Alondra. Me encanta cómo me aprietas la verga». Mi mamá, se terminó recostando en la mesa sosteniéndose de la mesa con sus manos, mientras sus senos se movían al ritmo de las embestidas que recibía. «Así, así, fóllame, Ricardo», decía con voz de lujuria.
Mi tío dejó de penetrar a mi mamá y se sentó en una silla. Mi mamá, sin necesidad de instrucciones, se puso sobre él, quedando de espaldas a él. Bajó su cuerpo, engullendo la verga de mi tío. «Sí, mueve esa cola, zorra. Fóllate mi verga, Alondra». Mi mamá se movía cada vez más rápido, sus pechos saltando al ritmo de sus movimientos. mi tío la tomó con fuerza de la cintura y pegando un brinco se vino dentro de ella, mi mamá dijo si si que rico y caliente se siente como me llenas ricardo. vamos dime quien es tu macho putita dijo él y mi mamá levantándose y poniendo de rodillas en el suelo dijo tu eres tu mi macho y comenzó a succionar su pene con su boca.
Mi tío, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, miraba cómo mi mamá trabajaba con su boca. «Así, así, chúpala bien, zorra. Demuéstrame cuánto te gusta mi verga». Mi mamá, con los ojos llenos de lujuria, seguía chupando, su cabeza subiendo y bajando sobre el miembro de mi tío.
«Buena chica», dijo mi tío, acariciando el cabello de mi mamá. «Eres una zorra estupenda, Alondra. Vamos a mi habitación, zorrita». Mi mamá, tomando su ropa interior y levantándola, le dijo: «Sí».
Me metí rápidamente en mi habitación, que está al lado de la de mi tío. Solo podía escuchar cómo abrieron la puerta y luego la cerraron. Pegué mi oído a la pared, pero no se podía escuchar nada hasta que, de pronto, se escuchó como golpeaban algo contra la pared, los chirridos de la cama y algún que otro gemido de mi mamá. Los ruidos continuaron por otro rato más.
Me sentía frustrado porque no podía verlos y solo me imaginaba cómo mi tío se la estaba follando. Hasta que los ruidos se detuvieron. Luego se escuchó cómo se abrió la puerta y la cerraron después de que alguien salió. Me acerqué a mi puerta y, abriéndola un poco, vi a mi mamá salir desnuda con su bata en mano, dirigiéndose directamente al baño. Más tarde, escuché cómo salía del baño y entraba a la habitación de ella, donde dormía mi padre.
Las ganas se apoderaron de mí y comencé a masturbarme, pensando en las veces que los había visto coger. Era una sensación indescriptible, una mezcla de excitación, culpa y vergüenza. Mientras me tocaba, imaginaba las escenas que había presenciado, mi mamá gimiendo mientras mi tío la penetraba, su cuerpo moviéndose al compás de sus embestidas. La imagen de mi mamá chupando el pene de mi tío, sus ojos llenos de lujuria mientras trataba de complacerlo. Cada recuerdo me excitaba más y más, hasta que finalmente llegué al orgasmo, me levanté con esa sensación de deseo aún presente. No podía apartar la mirada de mi mamá. La miraba, pero como mujer, cada parte de su cuerpo, cada movimiento, sin perder detalle al caminar. Observaba cómo su trasero se movía debajo de su falda, cómo sus pechos se balanceaban suavemente con cada paso. Incluso el modo en que se recogía el cabello, dejando su cuello al descubierto, me parecía increíblemente erótico. Era como si estuviera viendo a mi mamá con ojos completamente nuevos, y no podía evitar la atracción que sentía hacia ella, a pesar de saber que estaba mal.
El deseo de verlos coger nuevamente era cada vez más fuerte, y mi mente se llenaba de fantasías sobre cómo los vería o cómo mi tío se la follaría. Incluso imaginaba las cosas que le diría mientras la cogía.
En mi mente, imaginaba a mi tío tomándola por detrás, agarrándola del pelo mientras la penetraba con fuerza. «Eres una zorra, Alondra. Te gusta que te follen así, ¿no?». Y mi mamá, gimiendo de placer, respondería: «Sí, Ricardo, sí. Fóllame más fuerte».
O tal vez la imaginaba arrodillada frente a él, chupándole el pene mientras él la miraba con una sonrisa de satisfacción. «Así, chúpamela bien, zorra. Demuéstrame cuánto te gusta mi verga». Y mi mamá, con los ojos llenos de lágrimas, seguiría chupando, su cabeza subiendo y bajando sobre el miembro de mi tío.
Estas fantasías me excitaban, pero al mismo tiempo me llenaban de culpa y vergüenza. Sabía que estaba mal desear ver a mi mamá siendo follada por mi tío, pero no podía evitarlo. Era como si mi deseo hubiera cobrado vida propia, y yo ya no pudiera controlarlo.
Los días pasaron y mi tío y mi mamá continuaron follando, pero ahora lo hacían dentro del cuarto de mi tío, y yo solo podía masturbarme imaginándome lo que sucedía ahí dentro. Mis deseos se intensificaban, así que comencé a buscar en internet cómo podía calmar esos sentimientos, pero encontré muchas cosas que despertaron aún más mis deseos: videos porno, historias, relatos y mucha información.
Un día, en un foro que hablaba de lo mismo, me atreví a preguntar y una persona respondió diciendo: «Vaya, solo vas a sentirte satisfecho hasta que lo hagas con ella». Y así, poco a poco, más personas responden cosas similares. En eso, vi que pusieron: «¿Por qué no intentas ir tentando el terreno lanzando preguntas o insinuaciones?». Pero cómo, pensé, y le hice esa misma pregunta. Me respondieron: «Habla del incesto o pregúntale si sabe qué es a tu madre, y ahí vas viendo cómo reacciona».
Así que un día, ella se encontraba metiendo ropa en la lavadora. Traía un vestido de algodón que se ajustaba a sus curvas, resaltando sus pechos y sus caderas. El escote del vestido dejaba ver parte de sus senos, y la tela se pegaba a su cuerpo, marcando la forma de sus nalgas. Sus piernas, torneadas y suaves, parecían invitar a ser tocadas. Me quedé como piedra al verla empinarse y meter la ropa. «Diablos, qué rica vista tengo», pensé. En eso, ella me vio y me dijo: «¿Qué pasa, hijo? ¿Necesitas que te lave algo?». «A no», le dije, «solo quería hacerte una consulta. Sabes, tengo una duda respecto a un tema». Le dije, armándome de valor y muy nervioso.
«Dime, soy toda oídos», me dijo ella. «Oye, conoces qué es el incesto? Vi en un libro algo sobre eso, pero no entendí bien qué era». Ella me miró sorprendida. «No deberías ver cosas de ese tipo», me dijo. «Bueno, no sé, solo lo vi así que no sé si es bueno o malo», le respondí.
«Bueno, es malo porque trata sobre personas que tienen sexo entre familiares, me entiendes. Por ende, es malo. O es que vi que hay personas que lo practican, hasta hablan de él en sitios de Egipto» le dije. «Ah, vaya, ya entendí», dijo ella. «Sí, mira, en Egipto lo practicaban, pero era más por temas de mantener pura la sangre de los faraones, pero está mal. Muchos nacían con problemas por eso. Es malo».
«Entonces, el incesto es bueno si no hay hijos», pregunté. «No, no me refería a eso. Sí, no, bueno, tú me entiendes. Está mal». «O, ya veo, bueno, es que…», dije, y ella se me quedó mirando. «Es que, ¿qué?», preguntó. «Nada, olvídalo», le dije, y me retiré como un cobarde sin poder decirle la verdad.
En medio de esa crisis, mi tío Ricardo llegó a vivir con nosotros para ayudarnos con el negocio familiar de venta de muebles, ya que mi madre, Alondra, estaba embarazada de cinco meses y no podía manejarlo sola. Al principio, todo parecía normal, a excepción de la difícil condición física de mi padre. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar sutilmente. Una noche, después de bañarme, bajé a la sala donde mi madre estaba tejiendo ropa para el bebé que venía en camino.
Mi tío Ricardo estaba con ella, tomando cervezas, y los escuché hablar en susurros. Al acercarme, pude distinguir las palabras de mi tío: «Cuñada, estás muy buena, y el embarazo te hace muy bien». Mi mamá, sorprendida, respondió: «Gracias, Ricardo, pero me incomoda que me digas esas cosas». Pero mi tío no se detuvo ahí. «Es la verdad. Si fueras mi mujer, créeme que te trataría como una diosa».
Mi madre, incómoda, trató de zanjar la conversación: «Ricardo, ya estás tomado, mejor me voy a subir». Pero mi tío la detuvo, diciendo: «Espera, perdona si me pasé, ven, vamos a platicar un rato». Mi madre dudó: «No, Ricardo, ya es noche, si quieres, mañana platicamos». A lo que mi tío respondió: «Okay, está bien, si no me quieres aquí, mañana me voy». Mi madre lo miró fijamente y dijo: «Ricardo, mañana van a traer material y necesitamos terminar los muebles que nos encargaron.
No seas un desgraciado y te quieras aprovechar». Mi tío, tomando otro trago de su cerveza, dijo: «Pues el único que está perdiendo su tiempo aquí sin ganar nada soy yo, ¿crees que es justo?». Mi madre replicó: «Sabes que con las terapias de tu hermano apenas salimos con los gastos.
No seas egoísta, Ricardo. Ya, ven, siéntate, solo quiero un poco de tu compañía». «Okay, pero solo para platicar», dijo mi mamá y se sentó a su lado. «Dime, ¿de qué quieres hablar? Pero por favor, deja de insinuarte».
Mi tío la miró y, dando otro trago a su cerveza, dijo: «Nada de eso, solo pasemos un rato agradable», mientras pasaba su mano por detrás del cuello de mi madre. «No hagas eso, Ricardo. ¿Qué no te estoy haciendo nada malo? Sabes que ya… vete, contigo no se puede hablar». «Bueno, ya, Ricardo, no hay problema. Dime, Alondra, ¿eres feliz con mi hermano?» «Claro que sí, Ricardo». «No lo parece. Como yo lo veo, solo te hace pasar malos momentos. Si no fuera por él y su dizque amigo, no estaría así, y al final, tú eres la que lo pasa mal».
Mi mamá no dijo nada, solo agachó la cabeza. Mi tío, al notar su silencio, dijo: «Ya ves, tu silencio dice que tengo razón». «Basta, Ricardo», dijo mi mamá, tratando de mantener la compostura. «Bueno, cambiemos de tema», propuso mi tío. Quitando la mano de detrás del cuello de mi madre, la bajó y la puso sobre su rodilla.
Mi madre llevaba puesto un vestido blanco largo, ligeramente escotado que apenas podía contener sus abundantes pechos. La tela se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, resaltando cada una de sus curvas, incluyendo su vientre abultado por el embarazo de cinco meses. A pesar de estar embarazada, mi madre seguía siendo una mujer que desprendía sensualidad por dondequiera que iba. Su piel trigueña brillaba como si estuviera iluminada desde adentro, y su cabello negro azabache caía en ondas hasta su cintura. Sus ojos, grandes y expresivos, parecían prometer todo tipo de placeres prohibidos. Sus caderas anchas y sus nalgas redondas y firmes, ahora más pronunciadas debido al embarazo, llamaban la atención de todos los hombres a su alrededor. Sus piernas, torneadas y bien formadas, parecían no tener fin.
Cada movimiento que hacía era una invitación, un recordatorio constante de su innegable atractivo sexual. Era el tipo de mujer que hacía que los hombres se giraran a mirarla, que despertaba fantasías y deseos en cada esquina, incluso en su estado de gravidez. Su presencia era electrizante, una mezcla de inocencia y provocación que resultaba imposible de resistir.
Mi mamá no retiró la mano de su rodilla, solo se quedó mirándolo mientras mi tío aprovechaba para ir subiendo más por su pierna, quedando su mano debajo del vestido. Él se acercó al oído de mi mamá y le susurró algo que no alcancé a escuchar. Ella intentaba apartar la cara, pero él no la dejaba.
Así, poco a poco, su mano comenzó a acariciar la pierna de mi mamá. Ella dijo: «Ricardo, ya esto es demasiado, basta, me voy a enojar». Pero mi tío respondió: «Vamos, cuñada, solo disfruta cómo te toca un hombre de verdad». Diciendo eso, trató de meter su mano aún más, pero mi madre reaccionó y cerró las piernas. «Te dije que basta, Ricardo», dijo con firmeza.
Así, poco a poco, su mano comenzó a acariciar la pierna de mi mamá. Ella dijo: «Ricardo, ya esto es demasiado, basta, me voy a enojar». Pero mi tío respondió: «Vamos, cuñada, solo disfruta cómo te toca un hombre de verdad». Diciendo eso, trató de meter su mano aún más, pero mi madre reaccionó y cerró las piernas. «Te dije que basta, Ricardo», dijo con firmeza. Mi tío ignoró lo que le decía mi mamá y comenzó a besar el cuello de ella. Ella insistía diciéndole que parara, pero lo que me sorprendía era que ni siquiera trataba de alejarlo de ella. Al contrario, ponía cara de disfrutar tener a mi tío besándole el cuello.
Mi mamá fue cediendo y dejó de apretar las piernas. Mi tío se giró un poco y con su mano izquierda fue directo a la entrepierna de mi mamá. Pude ver cómo su mano desaparecía por debajo del vestido de mi mamá. Estuvieron un rato así, mi mamá comenzó a respirar más agitada y de pronto, ella fue la que buscó la cara de mi tío y comenzó a besarlo en la boca mientras él la tocaba por debajo de la falda. «Vaya, cuñada, eres una mentirosa, estás muy mojada aquí abajo y decías que me detuviera». «Cálmate, Ricardo», dijo mi mamá mientras continuaba besándolo.
En eso, mi tío se arrodilló frente a ella, y mi mamá, levantándose un poco, permitió que mi tío le quitara la ropa interior. La tomó y mostrándosela, dijo: «Ves lo mojada que estás». Luego, la tomó de la cintura y la acercó a la orilla del sillón. Levantándole la falda, dejó el sexo de mi mamá expuesto. Metió su cabeza entre sus piernas y comenzó a chupar y lamer la vagina de ella. Mi mamá, con su propia mano, trataba de ocultar sus gemidos y cuando vio que no era suficiente, tomó un cojín del sillón y lo puso en su boca para amortiguar el sonido.
Mi tío, después de haber llevado a mi mamá al borde del éxtasis con su lengua, se puso de pie. Se desabrochó el pantalón y liberó su miembro erecto. «Te gusta esto, ¿verdad, cuñada? Eres una zorra cachonda, pero no te preocupes, yo te voy a dar lo que necesitas», le dijo, sin importarle el embarazo de mi madre.
Mi tío empujó a mi mamá contra el sillón, inclinándola hacia adelante. Le levantó la falda y, sin más preámbulos, enterró su miembro en ella. «Sí, así, toma toda mi verga, zorra». Mi mamá jadeaba, ahogando sus gemidos en el cojín. Los golpes de mi tío eran duros y rápidos, y la sala se llenaba con el sonido de la carne chocando contra la carne. «Te gusta ser follada como una perra, ¿no? Pues toma, toma toda».
Mi tío salió de mi mamá y la volteó. La sentó en el sillón, con las piernas abiertas. Se arrodilló frente a ella y volvió a penetrarla, teniendo cuidado de no presionar su vientre abultado. «Mira cómo entra toda, cuñada. Eres tan puta que la tragas completa». Mi mamá, con las manos en los hombros de mi tío, se movía rítmicamente, subiendo y bajando sobre su verga. «Así, así, fóllame, Ricardo», susurraba con voz ronca.
Mi tío, sin salir de mi mamá, la levantó con cuidado y el se sentó en el sillón. Mi mamá se puso a horcajadas sobre él, con las rodillas en el sillón. Empezó a moverse, subiendo y bajando, mientras mi tío la agarraba de las caderas, teniendo cuidado de no lastimarla. «Sí, mueve esa cola, zorra. Fóllate mi verga, cuñada». Mi mamá se movía cada vez más rápido, sus pechos saltando al ritmo de sus movimientos. «Voy a corr… me voy a correr», jadeaba. «Sí, córrete, zorra, córrete en mi verga», dijo mi tío. Con un gemido ahogado, mi mamá se corrió, su cuerpo temblando con la intensidad del orgasmo.
Después de un momento, mi tío la levantó y la puso de pie. «Ahora, lamela», ordenó. Mi mamá, con las piernas temblorosas, se arrodilló y empezó a lamer su verga, limpiando su propia corrida. «Así, así, lamela bien limpia, zorra». Mi mamá siguió chupando hasta que mi tío finalmente se corrió en su boca. «Trágalo todo, cuñada, trátalo como una buena zorra». Mi mamá, tragó todo lo que mi tío le dio.
Después de la intensa sesión, mi mamá se levantó y se acomodó el vestido, cubriendo su cuerpo tembloroso y su vientre abultado. Sin decir una palabra, se dirigió directamente al baño, probablemente para limpiarse y recomponerse. Mientras tanto, mi tío se arregló el pantalón, cubriendo su miembro aún erecto. Encendió un cigarro y se llevó a los labios una nueva cerveza que abrió, tomando un largo trago. Se veía satisfecho, incluso orgulloso de lo que acababa de hacer, sin mostrar ningún signo de culpa o remordimiento por haber follado a la esposa de su propio hermano, y embarazada además.
Mi mamá salió del baño sin dirigirse a mi tío. Sin decir una palabra, comenzó a levantar las latas de cerveza vacías y limpiar las evidencias que dejó en el sillón cuando se vino. Cuando se acercaba a donde yo estaba, me oculté detrás de un mueble. Sin verme, subió a su habitación, probablemente para procesar lo que acababa de ocurrir y descansar. Por otro lado, mi tío salió de la sala, tomó su chamarra, y salió de la casa sin avisar a nadie, tal vez para evitar cualquier confrontación o conversación incómoda después de los eventos que acababan de suceder.
Yo me subí sigilosamente a mi habitación, con la cabeza dando vueltas tratando de entender lo que acababa de presenciar. La confusión, el shock y la incomodidad se mezclaban en mi interior mientras trataba de asimilar que mi madre y mi tío acababan de tener relaciones sexuales frente a mí.
Por la mañana, me sorprendí al ver que mi tío estaba trabajando, terminando los muebles que se debían entregar. A pesar de que aún apestaba a alcohol y se veía que andaba un tanto tomado, seguía trabajando como si nada hubiera pasado. Mi mamá lo vio y se acercó a él, preguntándole: «¿Dónde andabas?». Él la miró y le respondió con descaro: «No porque te cogí quiere decir que me puedes pedir explicaciones». Ella, visiblemente molesta, le dijo: «Cállate..!!!». En eso, mi mamá volvió a verme para asegurarse de que no hubiera escuchado lo que habían dicho.
Por mi parte, yo sí lo había escuchado, pero me hice el que no escuché nada y continué metiendo unas tablas, tratando de parecer lo más despreocupado posible.
Mi mamá, tratando de mantener cierta normalidad, le dijo a mi tío: «Entra a desayunar, está caliente, no dejes que se te enfríe». En eso, él se acercó a ella y, con una sonrisa burlona, le dijo: «Gracias, putita», lanzándole un beso y riéndose. Mi mamá puso cara de enojo y se retiró, seguramente para evitar una confrontación frente a mí. Luego, mi tío entró a la casa también, dejándome solo con mis pensamientos y la incómoda situación que se estaba desarrollando en mi familia.
Sin embargo, en medio de la madrugada, escuché movimientos en la sala. Entreabriendo mi puerta con cuidado sale a ver que sucedía, , pude ver a mi tío buscando algo en el refrigerador, tratando de prepararse algo para comer. Como era muy descuidado, empezó a tirar cosas, haciendo un montón de ruido en el proceso. escuchando atentamente, preguntándome si mi mamá o mi padre se despertarán con todo el alboroto que estaba haciendo mi tío.
Y justo como pensé, mi madre salió con su bata de dormir, despeinada y con cara de sueño. «Ahora, ¿qué estás haciendo, Ricardo?», dijo ella, notando el desorden que mi tío había causado en la cocina. «Ricardo, jugando a la cocinita, ¿no ves?», respondió él en tono burlón. «Maldita sea, Alondra, ¿tan difícil es dejar todo a la mano? ¿Dónde carajos guardas la sal?», preguntó, frustrado
«Ya, sabes qué, Ricardo, vete a sentar. Ahorita te preparo algo», dijo mi mamá, tratando de calmar la situación. Él la miró y dijo: «Vaya, te debió gustar mucho mi pene para que me trates tan bien». Ella lo miró con disgusto y dijo: «Ya, deja de decir pendejadas, Ricardo».
Mi mamá le preparó algo de comer y lo dejó en la mesa. «Listo, ya está. Cuando termines, deja el plato en el fregadero», le indicó. En eso, mi mamá iba de regreso a su habitación, pero mi tío le dijo: «¿Qué me vas a dejar comer solo? Ven, acompáñame, al menos». Ella lo miró y le dijo: «Ya, basta, Ricardo. No tengo ninguna obligación de hacer eso. Come si quieres, y si no, no comas».
«Vaya, ya volvió la puta que conozco», dijo él, pero luego agregó: «Sabes, o me tratas bien, o le cuento a mi hermanito lo puta que fuiste y cómo te me insinuaste en el sillón». Mi mamá, sorprendida, dijo: «¿Qué mierda tienes en la cabeza, Ricardo? Yo no hice nada de eso». «¿Ah, no?», respondió él. «¿Quién era la que tenía mi pene dentro mientras trataba de contener sus gemidos?» Mi mamá se quedó callada, sin saber qué decir.
Mi mamá se sentó frente a él mientras él comía. Ninguno decía nada; solo mi tío le lanzaba miradas burlonas, y mi mamá apartaba la mirada de él. Una vez que terminó de comer, mi mamá se levantó, tomó el plato y lo llevó al fregadero. Comenzó a lavar los trastes que había usado, mientras mi tío no dejaba de verla.
De repente, mi tío se levantó y la tomó por detrás. «Sabes, aún tengo hambre», dijo. Mi mamá le respondió: «Olvidalo, no volverá a pasar nada entre tú y yo». «¿Qué no dices? ¿Qué no te acuerdas cómo disfrutabas con mi pene dentro de ti? Apuesto que aún deseas más», dijo él.
Mi mamá trataba de zafarse, pero mi tío la tomó y la giró, quedando de frente. «Mira, Alondra, aún tengo hambre, y ve qué ricas tetas tienes. Vamos a ver a qué saben», dijo, y abrió la bata de mi mamá, dejando ver que solo llevaba una tanga blanca. «Vaya, así que ya venías preparada», dijo mi tío, agarrando las tetas de mi mamá con ambas manos y empezando a chuparlas, mientras ella le decía que no, que ya se detuviera. Pero él hizo caso omiso y continuó. Luego, bajando su mano a la entrepierna de mi mamá, comenzó a acariciar por encima de su tanga el sexo de mi mamá. Ella seguía protestando, pero cada vez con menos fuerza, como si parte de ella disfrutara de la atención, a pesar de saber que estaba mal.
Mi tío, al darse cuenta de que mi mamá estaba lactando, dijo: «Vaya, así que estás lactando. Eso me pone más caliente». Mi mamá ya no ofrecía resistencia, y ella sola se dio vuelta, apoyándose en el fregadero. Se empinó como ofreciéndole sus nalgas a mi tío. Al verla así, él dijo: «Así me gusta, ya ves cómo si querías». Ella no dijo nada, simplemente se quedó en esa posición, esperando lo inevitable.
Mi tío, sin pensarlo dos veces, se colocó detrás de mi mamá. Bajó su tanga, dejando al descubierto su sexo húmedo. «Mira qué mojada estás, zorra. Te gusta ser una puta, ¿no?». Sin más preámbulos, mi tío la penetró, enterrando su miembro profundamente en ella. Mi mamá dejó escapar un gemido, aferrándose al fregadero mientras mi tío comenzaba a embestirla con fuerza. «Sí, toma toda mi verga, perra. Te gusta que te follen así, ¿verdad?»
Luego mi tío la sentó en la mesa de la cocina, abriendo sus piernas. Se puso frente a ella y volvió a penetrarla, esta vez mirándola a los ojos. «Eres una zorra estupenda, Alondra. Me encanta cómo me aprietas la verga». Mi mamá, se terminó recostando en la mesa sosteniéndose de la mesa con sus manos, mientras sus senos se movían al ritmo de las embestidas que recibía. «Así, así, fóllame, Ricardo», decía con voz de lujuria.
Mi tío dejó de penetrar a mi mamá y se sentó en una silla. Mi mamá, sin necesidad de instrucciones, se puso sobre él, quedando de espaldas a él. Bajó su cuerpo, engullendo la verga de mi tío. «Sí, mueve esa cola, zorra. Fóllate mi verga, Alondra». Mi mamá se movía cada vez más rápido, sus pechos saltando al ritmo de sus movimientos. mi tío la tomó con fuerza de la cintura y pegando un brinco se vino dentro de ella, mi mamá dijo si si que rico y caliente se siente como me llenas ricardo. vamos dime quien es tu macho putita dijo él y mi mamá levantándose y poniendo de rodillas en el suelo dijo tu eres tu mi macho y comenzó a succionar su pene con su boca.
Mi tío, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, miraba cómo mi mamá trabajaba con su boca. «Así, así, chúpala bien, zorra. Demuéstrame cuánto te gusta mi verga». Mi mamá, con los ojos llenos de lujuria, seguía chupando, su cabeza subiendo y bajando sobre el miembro de mi tío.
«Buena chica», dijo mi tío, acariciando el cabello de mi mamá. «Eres una zorra estupenda, Alondra. Vamos a mi habitación, zorrita». Mi mamá, tomando su ropa interior y levantándola, le dijo: «Sí».
Me metí rápidamente en mi habitación, que está al lado de la de mi tío. Solo podía escuchar cómo abrieron la puerta y luego la cerraron. Pegué mi oído a la pared, pero no se podía escuchar nada hasta que, de pronto, se escuchó como golpeaban algo contra la pared, los chirridos de la cama y algún que otro gemido de mi mamá. Los ruidos continuaron por otro rato más.
Me sentía frustrado porque no podía verlos y solo me imaginaba cómo mi tío se la estaba follando. Hasta que los ruidos se detuvieron. Luego se escuchó cómo se abrió la puerta y la cerraron después de que alguien salió. Me acerqué a mi puerta y, abriéndola un poco, vi a mi mamá salir desnuda con su bata en mano, dirigiéndose directamente al baño. Más tarde, escuché cómo salía del baño y entraba a la habitación de ella, donde dormía mi padre.
Las ganas se apoderaron de mí y comencé a masturbarme, pensando en las veces que los había visto coger. Era una sensación indescriptible, una mezcla de excitación, culpa y vergüenza. Mientras me tocaba, imaginaba las escenas que había presenciado, mi mamá gimiendo mientras mi tío la penetraba, su cuerpo moviéndose al compás de sus embestidas. La imagen de mi mamá chupando el pene de mi tío, sus ojos llenos de lujuria mientras trataba de complacerlo. Cada recuerdo me excitaba más y más, hasta que finalmente llegué al orgasmo, me levanté con esa sensación de deseo aún presente. No podía apartar la mirada de mi mamá. La miraba, pero como mujer, cada parte de su cuerpo, cada movimiento, sin perder detalle al caminar. Observaba cómo su trasero se movía debajo de su falda, cómo sus pechos se balanceaban suavemente con cada paso. Incluso el modo en que se recogía el cabello, dejando su cuello al descubierto, me parecía increíblemente erótico. Era como si estuviera viendo a mi mamá con ojos completamente nuevos, y no podía evitar la atracción que sentía hacia ella, a pesar de saber que estaba mal.
El deseo de verlos coger nuevamente era cada vez más fuerte, y mi mente se llenaba de fantasías sobre cómo los vería o cómo mi tío se la follaría. Incluso imaginaba las cosas que le diría mientras la cogía.
En mi mente, imaginaba a mi tío tomándola por detrás, agarrándola del pelo mientras la penetraba con fuerza. «Eres una zorra, Alondra. Te gusta que te follen así, ¿no?». Y mi mamá, gimiendo de placer, respondería: «Sí, Ricardo, sí. Fóllame más fuerte».
O tal vez la imaginaba arrodillada frente a él, chupándole el pene mientras él la miraba con una sonrisa de satisfacción. «Así, chúpamela bien, zorra. Demuéstrame cuánto te gusta mi verga». Y mi mamá, con los ojos llenos de lágrimas, seguiría chupando, su cabeza subiendo y bajando sobre el miembro de mi tío.
Estas fantasías me excitaban, pero al mismo tiempo me llenaban de culpa y vergüenza. Sabía que estaba mal desear ver a mi mamá siendo follada por mi tío, pero no podía evitarlo. Era como si mi deseo hubiera cobrado vida propia, y yo ya no pudiera controlarlo.
Los días pasaron y mi tío y mi mamá continuaron follando, pero ahora lo hacían dentro del cuarto de mi tío, y yo solo podía masturbarme imaginándome lo que sucedía ahí dentro. Mis deseos se intensificaban, así que comencé a buscar en internet cómo podía calmar esos sentimientos, pero encontré muchas cosas que despertaron aún más mis deseos: videos porno, historias, relatos y mucha información.
Un día, en un foro que hablaba de lo mismo, me atreví a preguntar y una persona respondió diciendo: «Vaya, solo vas a sentirte satisfecho hasta que lo hagas con ella». Y así, poco a poco, más personas responden cosas similares. En eso, vi que pusieron: «¿Por qué no intentas ir tentando el terreno lanzando preguntas o insinuaciones?». Pero cómo, pensé, y le hice esa misma pregunta. Me respondieron: «Habla del incesto o pregúntale si sabe qué es a tu madre, y ahí vas viendo cómo reacciona».
Así que un día, ella se encontraba metiendo ropa en la lavadora. Traía un vestido de algodón que se ajustaba a sus curvas, resaltando sus pechos y sus caderas. El escote del vestido dejaba ver parte de sus senos, y la tela se pegaba a su cuerpo, marcando la forma de sus nalgas. Sus piernas, torneadas y suaves, parecían invitar a ser tocadas. Me quedé como piedra al verla empinarse y meter la ropa. «Diablos, qué rica vista tengo», pensé. En eso, ella me vio y me dijo: «¿Qué pasa, hijo? ¿Necesitas que te lave algo?». «A no», le dije, «solo quería hacerte una consulta. Sabes, tengo una duda respecto a un tema». Le dije, armándome de valor y muy nervioso.
«Dime, soy toda oídos», me dijo ella. «Oye, conoces qué es el incesto? Vi en un libro algo sobre eso, pero no entendí bien qué era». Ella me miró sorprendida. «No deberías ver cosas de ese tipo», me dijo. «Bueno, no sé, solo lo vi así que no sé si es bueno o malo», le respondí.
«Bueno, es malo porque trata sobre personas que tienen sexo entre familiares, me entiendes. Por ende, es malo. O es que vi que hay personas que lo practican, hasta hablan de él en sitios de Egipto» le dije. «Ah, vaya, ya entendí», dijo ella. «Sí, mira, en Egipto lo practicaban, pero era más por temas de mantener pura la sangre de los faraones, pero está mal. Muchos nacían con problemas por eso. Es malo».
«Entonces, el incesto es bueno si no hay hijos», pregunté. «No, no me refería a eso. Sí, no, bueno, tú me entiendes. Está mal». «O, ya veo, bueno, es que…», dije, y ella se me quedó mirando. «Es que, ¿qué?», preguntó. «Nada, olvídalo», le dije, y me retiré como un cobarde sin poder decirle la verdad.