De vuelta con mami

menduco21

Virgen
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Mi nombre es Pablo, y hace seis años que mi padre se fue de casa después de una violenta discusión con mi madre. Por lo que pude entender, en ese entonces, fue porque papá se había enamorado de su secretaria y había decidido irse a vivir con ella. Con el tiempo se divorció de mamá y se casó nuevamente con Sofía, su secretaria con la que, a la fecha, tiene dos nuevas hijas.
En la época de la separación de mis padres, tenía yo diez años y poco entendía de lo que había pasado. Eso lo fui comprendiendo con el paso de los años. Han transcurrido desde ese momento quince años. Mamá tiene ahora cuarenta y nueve y, realmente, luce como de mucho menos edad. Es alta, delgada, con un físico bien contorneado. Siempre hace gala de sus medidas: 95-62-90, y de que aún puede ponerse sin ningún problema la ropa que usaba a los veinte años. Le creo porque tiene físico de pendeja.
Hace tres años conocí en la Facultad a Belén, una chica muy hermosa e inteligente de la que rápidamente me enamoré. Nos recibimos juntos de arquitectos y nos casamos, hace ya un año. Dicen que la convivencia mata el amor y, en nuestro caso, así fue. A los pocos meses, y ya desvanecida la locura sexual de los primeros tiempos, su mal carácter hizo que su sola presencia fuera prácticamente insoportable. Llegué a odiar hasta el perfume de su cuerpo. Cómo ocurrió o por qué llegamos a ese estado, no se, pero así fue. Todo concluyó el día que Belén me confesó que se había acostado con un abogado que trabajaba en la empresa en la que ella era arquitecta. No me dolió, pero no me quedó otra opción que armar mis valijas e irme. Aliviado, en el fondo, porque de esa forma no debería compartir mi vida, ni mi cama, con alguien a quien no soportaba.
No tuve otra alternativa, por la rapidez en que se sucedieron los hechos, que volver a la casa de mi madre que, como es de suponer, me abrió los brazos de par en par.
En este punto, creo que es necesario que haga una aclaración. Desde que mi padre nos abandonó tuve una relación con mi madre que, podríamos calificar, como particular. En efecto, con el tiempo distintos hechos que se fueron sucediendo en nuestra vida en común, nos fueron generando una relación atípica para una madre y su hijo. Teníamos una confianza absoluta del uno en el otro. Incluso podíamos hablar cualquier tema sin ningún tipo de prejuicios, incluso sobre el sexo. Durante mi adolescencia fue mi madre quien se encargó de explicarme todo lo que había que saber sobre un hombre y una mujer. Incluso, en distintas ocasiones, se encargaba de pasar de la simple teoría a la práctica si algún asunto lo ameritaba, sin ninguna vergüenza de su parte. En esas charlas prácticas no dudó, en ocasiones, en desnudarse y mostrarme su hermoso cuerpo, para describirme lo que sentía una mujer durante el sexo. De igual modo, me hacía desnudar para indicarme sobre esos temas, pero referidos a los varones. Tengo que agregar que yo siempre había sentido una atracción física medio enfermiza por mi madre. Todas las masturbaciones que me propiné durante mi adolescencia, y hasta antes de casarme, lo fueron con la imagen de mamá desnuda en mi cabeza. No obstante, nunca olvidé que era su hijo y que cualquier situación en que pudiéramos propasarnos era imposible de llevar a cabo. Más allá de mis deseos, la sola idea del incesto me atormentaba y creo que a ella también. Finalmente conocí a Belén, que era muy parecida a ella físicamente, y volqué en su cuerpo mi deseo sin consumar. Creí, de esa forma y en ese entonces, que había solucionado mi problema con mi madre.
La vuelta a mi hogar materno fue muy placentera, mi madre (que acá debo agregar que su nombre es Cintia y es escribana) cuyo carácter estaba en las antípodas del de Belén, estuvo muy contenta y dedicaba todo el tiempo en satisfacer mis gustos, sobre todo en materia culinaria. Me hacia de comer como a un rey y yo me sentía justamente eso. Demás está decir que, a los pocos días, mi esposa solo fue un mal recuerdo perfectamente olvidable. La copia nunca iba a poder ser lo que era el original.
Al poco tiempo de instalado, volvieron nuestros diálogos sobre cualquier tema. Un día, de casualidad por una noticia que salió en los diarios y televisión, sobre un padre que había tenido relaciones sexuales con tres de sus hijas y había gestado una importante descendencia con ellas, empezamos a tratar el tema del incesto. Ella era una mujer grande y muy inteligente, conocedora de la legislación de nuestro país, y de otros, sobre el incesto y me sorprendió muy gratamente la opinión que ella tenía sobre el tema: que si el incesto se daba entre familiares mayores de edad y con el consentimiento mutuo, sin mediar ningún tipo de presión, era tan aceptable como cualquiera otra relación sexual de adultos. Las prohibiciones era solo culturales y morales y, ella pensaba, en algún momento la moral iba a cambiar por imperio de las circunstancias de hecho y el incesto pasaría a ser aceptado o, incluso, promocionado como había ocurrido con la homosexualidad.
No obstante su opinión, nunca traté de llevar agua para mi molino, es decir de plantearle nuestra situación y mi deseo por ella, que había vuelto a asomar en mi vida, una vez acomodado en su departamento. No era para menos por cuanto, no obstante estar en invierno, como su departamento tenía calefacción central y hacía siempre demasiado calor, Cintia siempre lo transitaba muy escasa de ropas. A veces tan solo vestía corpiños y breves tangas que le quedaban de maravillas. Como dije, después de haber posado para mi absolutamente desnuda en sus clases magistrales de sexo, no sentía ninguna inhibición de mostrárseme en esa forma. Sin embargo, su visión era simplemente torturante.
Cierta noche, en que estábamos cenando y ella solo vestía una pequeña bombacha y una breve remera musculosa sin nada debajo, no pude más y se me ocurrió decirle, sin pensarlo mucho:
- Mamá, no te ofendas por lo que voy a decirte, pero te pediría que trataras de cubrirte un poco más cuando estamos juntos.
- Por qué, Pablito, qué problema hay? – esa pregunta me descolocó porque no iba a tener otro remedio que decirle la verdad, y eso fue lo que le dije.
- Pues… porque me pone muy nervioso verte siempre casi desnuda.
- Por qué nervioso, si tenemos la suficiente confianza entre nosotros?
Entonces me jugué: - Si mamá, confianza tenemos, pero también es cierto que yo no soy de palo y tu exhibición casi en pelotas me calienta a más no poder…Vos sabés que sos hermosa… y que despertás ese tipo de deseos.
- Puede ser, pero vos sos mi hijo y se supone que estás a cubierto de ese tipo de cosas. Soy tu madre y no una mujer que no conocés.
- Bueno, es así, pero dejame decirte que no estoy a cubierto de absolutamente de nada. Vos me atraés mucho físicamente…no es de ahora, es de siempre y… cada vez que te veo vestida así, en casa, me vienen cosas a la cabeza.
- Cosas?...Qué tipo de cosas?...Querés decirme que te dan ganas de hacer el amor conmigo?...Con tu madre?...Con la vieja de tu madre?
- Pues si, eso me da…me dan ganas de abrazarte, de besarte y muchas cosas más. Y dejame decirte que no estás para nada vieja, para mi no solo sos mi madre, sino también lo que llamaría una hembra infartante.
Mientras hacía semejante declaración, yo seguía comiendo sin levantar la vista del plato. En ese momento, Cintia se levantó de su silla y se acercó hasta donde yo estaba. Se colocó a mi lado mirándome fijamente y, esbozando una sonrisa, tomo mi barbilla y se inclinó besando mis labios. Por supuesto, yo quedé totalmente petrificado, no podía creer lo que pasaba. Luego abrió su boca y metió su lengua en la mia. Nervioso, me incorporé y la abracé fuertemente mientras comencé a besarla y a sobar y acariciar su cuerpo. De repente, detuvo la acción y mirándome a los ojos me confesó: - Nene querido, que estúpido has sido…yo te deseo desde siempre y siempre esperé que te animaras a algo conmigo, por eso me desnudaba delante de vos y te hacía desnudar a veces …a ver si te animabas… pero no. Y después encima te casaste y te fuiste a vivir con esa mujer horrible, sin darte cuenta que hay una sola mujer que te puede hacer inmensamente feliz…y esa mujer soy yo…únicamente yo, mi amor.
Sentí que el mundo era bueno y me sonreía. Armándome de coraje, me agaché muy despacio y comencé a sacarle la bombacha de color blanco que llevaba puesta. Una vez que lo hice, ella se quitó la musculosa, y le indiqué que se sentara en una de las sillas. Me detuve a observarla un instante y quedé maravillado de la imagen que se ofrecía ante mis ojos. Mi hermosa madre, totalmente desnuda, sentada ofreciéndome su vulva coronada por una mata tupida de vello casi rubio. El sabor de su vagina se me antojaba exquisito y su piel, cálida y suavecísima. Hincado, como si fuera rezarle, abriendo con mis manos sus muslos, sumergí mi cara en su entrepierna. Con mis labios y mi lengua busqué su raja, entre medio del vello que la rodeaba. Lo ubiqué y comencé a succionarle la vagina con desesperación. El mundo había desaparecido para mi, solo me importaba beber de ese manantial que ofrecía sus jugos perfumados que, para mi, eran el néctar original. La fuente que había dado origen a mi vida. La maravillosa puerta por donde había despertado al mundo. Sentía sus dedos que apretaban mi cabeza y sus muslos que hacía presión sobre mis mejillas, mientras escuchaba una especie de lamento que brotaba de sus labios:
-Aaahhhhhhhhhhh!...Aaaaaaaaaaaaaahh!
Ese quejido que parecía salir del fondo de su alma y de su cuerpo, me calentaba aún más por lo que mi lengua era cual una pala que, demencialmente, batía su clítoris mientras mis labios mordían suavemente sus labios vaginales. De pronto, clavó sus uñas en mi nuca y pegó un grito ronco, casi agonizante mientras arqueaba su cuerpo sobre la silla, casi reptando sobre ella: - Mi dios, mi diooooos…no puede seeeeer…qué es eeeeeesto!!!! Me mueeero, dios, dios, dios, qué orgasmooooo!!!! Aaaaagggghhhh!!
Cuando sentí que se calmaba de sus convulsiones, dejé de chupar, me incorporé y sacándome los shorts que tenía puesto, le ofrecí todo el esplendor de mi poronga, magníficamente erecta y roja, que apuntaba a su boca. Me miró sonriente y, sin mediar palabra, se la introdujo en la boca comenzando una felación monstruosa. Sentía que la vida se me iba por la pija, era increíble lo bien que me estaba chupando mi madre. No podía ser madre mía semejante hembra chupadora de verga. Con mis manos tomando su cabeza, le indicaba el camino del meta y saque que hacía que mi falo ardiente se incrustara en su garganta para volver a salir, entero, de sus fauces: - Uuummmmmmm…que grande essss….uuuummmmm…aaaaagggghhhhh!!
De repente sentí que me iba a vaciar en su boca y creí prudente avisarle:
- Mamá… voy a acabarte como un animal…. mamita querida… por favor!!!
- Dale, nene, no tengás miedo…dame toda tu esperma que la puta de tu mamita se la va a comer todita...dámela por favor, nene querido!! – dicho lo cual continuó ordenándome con su boca, mientras sus manos apretujaban locamente mis cojones.
- Ahí va mami..toda para vos..viejiiiiita…Tragá putitaaa…Cintita querida…qué deliciaaaaaaahhhhhh!!!! – sentía los ramalazos que brotaban de mi poronga y se estrellaban contra su glotis atragantándola. Incontables chorros eran disparados desde mi glande a su garganta, que ella recojía agradecida mientras me miraba fijamente a los ojos, sonriendo. En ese instante, mientras la atragantaba con el fluído espeso que expulsaban mis huevos, pensé en lo puta que era mi mamita y en lo feliz que me iba a hacer. Ella pareció coincidir conmigo, porque, después de limpiarme el glande con su lenguita, y beber meticulosamente cualquier vestigio de semen que encontraba, mirándome sonriente lanzó un suspiro de satisfacción y dijo:
- Nene, mi querido Pablito, me parece que este es el comienzo de una hermosa relación.
 

SLADE90

Pajillero
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EXCELENTE relato me gusto mucho saludos !!!
 

catirebna

Virgen
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Lo califico de Bueno, pero podria ser ser mucho mejor!!
 
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estubo regular , se salio de lo real , la mera verdad , pero pudo ser mucho mejor..
 

Anyem

Virgen
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ps estuvo bien pero creo q le falta algo
 
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