De maestra a puta.

Jugodevida

Estrella Porno
Registrado
Ago 19, 2023
Mensajes
444
Likes Recibidos
1,210
Puntos
93
Ubicación
España
 
 
De Maestra a puta

La Navidad estaba cerca y los alumnos de cuarto año estaban recaudando fondos para el viaje de fin de carrera que sería ya el próximo año. Me llamo Alejandra Miño y doy clases de derecho en la Universidad Católica de Chile, una universidad de prestigio y con varios años de experiencia en la educación. Siempre pensé que ejercería, que trabajaría en un bufete de éxito como mi marido. A quien conocí en la facultad. Pero la vida me condujo a la docencia y a él a cumplir mi sueño. No es que no me gustara dar clases, es que me faltaba algo de emoción, de la adrenalina que te daba participar en un juicio, en lugar de practivar casos en una aula, donde la gran mayoría, estaban allí para hacer bulto.

Para colmo hoy me tocaba supervisar la fiesta. Aunque fueran mayores de edad tenía que controlar que el alcohol no los metiera en problemas. Ya que muchos de estos ineptos adultos son hijos de personas con poder adquisitivo y no solo en cuanto a prendas de vestir se refiere, sino empresarios, abogados, políticos, etc. Me sentía agobiada y fuera de lugar. Yo ya tenía cuarenta y tres, y a mis alumnos les doblaba la edad.bAun así me arreglé. No sé, quizá lo hice para no desentonar, aunque era difícil pues los años no pasan en vano, por bien que te conserves, las cosas no están en el mismo sitio que a los veintitrés. Me puse unos leggins ajustados y un top de escote generoso, el pecho siempre fue mí punto fuerte. Durante todo el transcurso de la noche, noté que unos ojos no paraban de mirarme, al principio pensé que eran cosas mías hasta que un grupo de alumnas me hicieron beber un par de copas y me invitaron a que saliera a bailar con ellas en mitad de la pista.

El gimnasio estaba atestado, no solo por los alumnos de cuarto. Había alumnos de otros cursos, incluso de otras universidades. Las chicas se fueron dispersando, mientras yo me envalentonaba. Noté al dueño de aquellos ojos pegado a mi cuerpo, mientras el ritmo me exigía contonearme al son de música Latina. Conforme transcurría el tiempo, mi excitación iba en aumento. Sus manos se pegaron a mi cintura insinuante, a la par que su cadera se pegaga a mi culo con una erección más que plausible. Por un momento volvía a ser yo, aquella universitaria amante de la fiesta, capaz de dejarse manosear por un desconocido, en cuanto el alcohol fluía por sus venas.

No me dejaba intimidar por nadie, nunca lo había hecho, así que seguí dejándome llevar frotándome litigiosa hasta que escuché una voz ronca en mi oído y dijo pausada y claramente para que entendiera: "Tu mirada fiera me calienta mucho. Sobre todo en clase, con esa falda de tubo y tus gafas con marco rojo. Solo puedo pensar en subirte encima de la mesa y clavártela hasta el fondo mientras todos miran. Me la pones muy dura, profesora". Reconocí la voz de inmediato, era Patricio. Uno de esos chicos conflictivos por las que todas las alumnas pierden las bragas.

Me di la vuelta y lo enfrenté. Hoy no llevaba las gafas, sino lentillas. Alcé las cejas a la vez que la mano, dispuesta a cruzarle la cara de una cachetada, por su osadía, pero entonces, él la sujetó rodeando mi muñeca con presión y me miró a los ojos mientras yo le retaba con los míos. "La violencia no es buena, profesora. Es mejor hacer el amor que la a guerra" –dijo. Bajó la mirada hasta mis labios consiguiendo que la música y los gritos de la gente nos engulleran. Con total descaro me besó, con su lengua caliente y los labios gruesos pidiendo batalla, no pude resistirme, mi excitación jugó en contra. En mi interior tuve que reconocer que me estaban encantando aquellos labios carnosos y expertos que sabían tan bien. Hundió su lengua en mi boca y la sacó poco después para lamerme el lóbulo de la oreja. ¡Dios mío! Me estaba poniendo tan caliente aquella lengua traviesa que recorría mi piel sin reparo.

Notaba mis braguitas y mis leggings mojados, y él, para comprobar lo mismo que yo pensaba, bajó su mano y la metió por el filo del fino pantalón. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no me negaba? Nunca había tenido nada sexual con un alumno y mucho menos en público, pero quería seguir con aquel juego, así que alargué la mano para tocar su miembro a través de su jeans, mientras mi voz interior me gritaba que estaba loca, que era una desvergonzada. La dureza de su miembro acalló esa voz que me impedía disfrutar por completo y toqueteé todo lo que pude, a pesar de que el jeans no me lo permitía. Lo pegué a mi cuerpo para que nadie se percatara de lo que iba a hacer, miré a mi alrededor para comprobar que todos los demás seguían en lo suyo. "Vaya, vaya profesora, sabía que era una putita, pero no tanto. ¿Dónde está dispuesta a llegar?" –dijo con una sonrisa en los labios. "No tienes ni idea de lo que soy capaz" –murmuré. "Pues demuéstremelo. No voy a negarme a nada de lo que me quiera hacer. Le tengo demasiadas ganas" –dijo.

Le desabroché el pantalón. Saqué su miembro para masajearlo mientras él hundía dos dedos dentro de mí, haciéndome jadear contra su pecho. Sonrió al verme mirar hacia abajo, comprobar el tamaño de lo que tenía entre mis suaves manos. "Patricio, veremos si haces más de lo que hablas" –le dije desafiante. Le miré complacida. Me gustaba su textura y su grosor. Él me friccionaba el clítoris enérgicamente e introducía sus dedos. "Profesora no juegue con el diablo si no está dispuesta a quemarse en el infierno" –me dice con un tono muy seguro. Ahogaba mis gemidos en su boca para que nadie pudiera escuchar lo que hacíamos, y nuestros cuerpos estaban pegados estratégicamente para que no se pudiera avistar absolutamente nada, haciéndonos incluso sudar.

Yo le masturbaba de arriba a abajo con fuerza, sin miramientos, hasta que su voz, por segunda vez, volvió a sonar cerca de mi oído. "Sabe hacer pajas. ¿Qué más sabe hacer profesora?" –dijo mirándome a los ojos con una sonrisa burlona. No podía hablar ya que los abogados gemidos se incrementaban mucho más. Solo asentí con la cabeza dándole a entender que no solo pajas hacia sino muchas cosas más pero no estábamos en el lugar correcto para demostrar mis sucias habilidades. Entre más rápido penetraba mi sexo con sus dedos, más agigantados eran mis pasos hacia el orgasmo. No entendía como nadie alrededor de daba cuenta de lo que estamos haciendo y sobretodo que mis piernas tiemblan casi a punto de caer al piso. La situación estaba al límite, ya ninguno se podía contener. "Voy a acabar pronto, profesora" –murmuró Patricio mientras me introducía frenético sus dedos habilidosos. Un orgasmo intenso vino a mí repentinamente, subiendo por mis piernas hasta casi hacerme desfallecer. No tuvo delicadeza alguna ante mi orgasmo, no paraba de masturbarme con los dedos, sin importarle absolutamente nada que yo chillara. Mi ropa interior estaba empapada y no podía dejar de temblar.

"¡Mierda, que puta eres!" –gruñó Patricio. En ese mismo momento sentí sus fluidos calientes sobre mi mano y un varonil gemido sobre mi hombro. No me dio tiempo a sentir vergüenza por lo que acababa de suceder, me miró a los ojos y me dijo: "Ahora, limpia tu mano con la lengua y traga hasta el último rastro". Vaya si que estaba llevando la situación al límite pero hace tiempo no tenía la oportunidad de probar algo tibio y espeso, ya que mi esposo siempre acaba dentro y me quedó con las ganas de recibir semen en mi boca y embriagarme con su sabor. Así como él me miró a los ojos, yo también lo hice y sin dejar de mirarlo lamí mis manos y mis dedos, sin dejar rastro de su semen. "¿Estás complacido? ¿Esto es todo lo que tienes para dar patético mocoso?" –le dije. dió una risa y dijo: Te advertí antes puta que no juegues con el diablo si no estás dispuesta a arder en el infierno". Tomó mi mano y tiró de mí, abriéndonos paso por toda la multitud. Nos costó salir de allí, pero al final conseguimos llegar a los baños. No importó que estuvieran sucios. Entramos en el primero disponible. Bajó mi pantalón a los tobillos y me subió la camiseta mientras me posicionaba contra la pared, quedando detrás de mí. Sacó mis tetas y retorció mis pezones haciéndome gritar.

Una de sus manos la acomodó de tal forma que comenzó a frotar mi vagina, mientras su pene me embistió de un empujón haciendo que la humedad de mi sexo le diera la libertad de entrar sin objeción. El morbo de ser descubiertos era más intenso que cuando nos estábamos masturbando en medio del tumulto. Me susurraba que acabara para él, su verga se ponía más dura y palpitante. "¿Me pides que acabe? Aún no has hecho nada querido para conseguirlo" –le decía entre gemidos, no quería que se diera cuenta que me tenía al borde del orgasmo. Siguió embistiendo con más fuerza, resoplaba y bufaba. Le decía: "Hablas del diablo y del infierno y solo eres un inocente angelito, un mocoso que hace cosas de grandes". Sabía que lo provocaba, estaba al tanto de su "cartel" de ser bueno en el sexo pero al ser puesto en duda por una mujer madura lo hacía esforzarse más en su cometido de dar placer. Lo metía con tanta fuerza que mis torso se levantaba y mis tetas se restregaban en la pared del cubículo, mi vagina punzaba, me dolía porque no era cuidadoso, solo quería que acabara para él y hacerme una más de sus putas. Bueno, ya lo era pero no me bastaba con solo cogerme sino que quería que mi orgasmo llevara su nombre. "¡Vamos niño! ¿Es todo lo que tienes? Con las otras que te has cogido te resulta tu pose de macho, pero a esta madura de verdad si quieres hacerla gozar debes esforzarte" –le decía ya casi sin poder respirar. Ya no podía soportar más, debía rendirme a la verdad, este mocoso engreído era un experto y lo estaba disfrutando de la manera más perversa que haya disfrutado antes. "¡Eso, así dame! ¡Me tienes loca, estoy a punto de acabar! ¡No te detengas! ¡Cógeme, usa mi concha!" –le decía, hasta que mi vagina no se pudo contener y me acabé. "¡Oh, Patricio! ¡Qué rico!". "Eso es profesora Alejandra. No sabe lo cerdo que me pone verla así" –me dijo al oído. Esa voz me estremeció por completo, ese tono lleno de lujuria, de perversión me hace temblar. Siguió penetrándome con descaro, tanteando con su mano como mi concha goteaba por él. Se escuchó bulla afuera, pero no importaba, estaba tan caliente que daba igual si abrían de improviso la puerta y me veían clavada a su verga que palpitaba con fuerza en mi interior.

Sacó su verga de mi vagina y me cogió el culo, primero con un dedo, después con dos. Escupió en él y volvió a meterme dos dedos. Me penetraba con violencia, me hacía gritar, sentía la agonía del placer. Apartó sus dedos de mi culo, pero yo solo le pedía más, quería que siguiera adueñándose de mi culo y mis gemidos. Me tenía tan caliente que casi me suplicaba que me cogiera el culo. Entendió mis suplicas y de una me la metió, di un grito de dolor que a los segundos se transformó en placer. "¡Oh, qué rico! ¡Eres un endemoniado!" –le dije cuando su verga se clavó por completo en mi agujero.

Mis gemidos resonaban con fuerza, con esa misma fuerza que él partía mi culo sin tener una pizca de misericordia. Mi calentura solo me llevaba a pedirle más fuerte, más duro y él sabía cómo transformarlo en una deliciosa tortura. Las embestidas eran cada vez más brutales y mi culo las sentía. Mi mano voló a mi vagina para seguir masturbándome, ya que venía otro puto orgasmo. Estuvimos así hasta que acabé otra vez perdida en el universo del tiempo y el espacio. "¡Oh, Alejandra voy a acabar!" –me dijo. "¡Solo hazlo y vacíate en mi culo!" –le dije. En cuanto se descargó me subió las bragas y los pantalones, sin limpiarme. "Así andarás el resto de la noche, con el culo lleno de semen" –dijo dándome la vuelta para besarme. Estaba sudada, exhausta, ardiendo y chapoteando entre la humedad de mi vagina y su semen.

Salí del baño, me importo mierda que hubiera gente y que me vieran, total estaba cogiendo y lo había disfrutado. Caminé abriéndome paso entre la gente para llegar a la pista. A los poco minutos apareció Patricio y me dijo mientras se aferraba a mis caderas: "¿Me extrañaste?". "Claro que sí" –le respondí. Mis caderas se empezaron a mover al ritmo de una canción y el seguía mis movimientos. Su semen escurría por mis nalgas y bajaba por mis muslos. Además, tenía mi tanga tan pegada por la humedad de mi sexo que me causaban sensaciones exquisitas. "Tengo que irme pero ten por seguro que esto no ha terminado profesora. Esto es solo el comienzo" –me susurró al oído. "¿Quien dijo que quiero que termine?" –le dije. Me besó en los labios y me quedé con esa frase: ¡Esto no ha terminado!". En mis adentros pienso: "Quiero que esto continúe y que me siga cogiendo tan perversamente cómo sabe hacerlo".

La fiesta ya terminaba, así que me dirigí a mi auto, me sentía aún caliente y el solo hecho de llegar a casa y encontrar a mi esposo dormido como tronco era una decepción. Qué más se puede esperar de una relación monótona en dónde cogemos tarde, mal o nunca. Había avanzado unos metros y en el primer semáforo en rojo puse música para acompañar el viaje, empezó a sonar: "Gimme more" de Britney Spears. Era lo que quería, que Patricio me diera más para apagar la llama de lujuria que me consumía. Avancé ya unos kilómetros ya que los dioses del tránsito estaban a mí favor y me regalaron varias luces verdes. Faltaban un par de kilómetros para llegar a casa cuando un Camaro negro se atraviesa a mi paso, alcanzo a frenar de golpe. La puerta se abre y es Patricio quien baja y se acerca, con el corazón acelerado a más no poder le digo: "¿Eres estúpido o qué?". "Te dije que esto no había terminado. ¡Sígueme!" –me responde. Emprendemos marcha y no muy lejos de mi casa hay un complejo de departamentos. Se detiene, se acerca y me dice: "Aquí vivo. Voy a registrar tu ingreso y te digo dónde estacionar". Estacioné mi auto donde me dijo y lo esperé en el ascensor. Mi corazón latía con fuerza aún por el susto de hace unos minutos. Entró al ascensor y le digo: "Eres un est..." Fue lo único que alcancé a decir ya que su lengua se metió en mi boca acallándome. Subimos a su departamento, típico de soltero, espacioso con una habitación. Cerró la puerta y sin decir: Bienvenida, se lanzó sobre mí y me desvistió, me dejó solo en ropa interior. "¡Quiero que bailes para mí y te desnudes!". Puso música y se sentó a observar.

En realidad, no sé porque le obedecí, no soy de las de seguir órdenes pero me pareció excitante la forma en que me habló. ¡Estoy mojada otra vez! –pensaba mientras me movía al ritmo de la sensual melodía, se sirvió un vaso de whisky y encendió un cigarrillo. Me sentía en un cabaret y que era observada por hombres que solo buscaban una puta para cogerse. Me miraba en silencio, sus ojos seguían los movimientos. Me empecé a tocar los senos de manera sugerente, sabía que lo provocaba, sabía que en cualquier momento se lanzaría sobre mí como un león hambriento. Jugaba con mis tetas, eso me excita demasiado, sentía como un torrente de fluidos eran contenidos por mis bragas aunque éstas no podían disimular más la humedad de mi vagina. Me acerqué a él y me volteo para mover mis nalgas cerca de su cara, él se tomó firmemente de ellas y las apretó. ¡Divina sensación! Sentir ese fuerte apretón que me estremece. Gemí, Patricio sabe que me gustó y vuelve a apretar con más fuerza, siento como sus dedos se hunden en mi piel y otro maldito gemido sale y exclamo: "¡Delicioso!". Me voy a alejar pero me toma de la mano y me atrae a él, me da un par de nalgadas que no esperaba pero que sí disfruté. La sensación de ardor al sentir como su mano me azotó fue una carga de excitación que no había experimentado.

Me quité el sostén para liberar mis tetas, apreté mis pezones y otra vez gemí de placer. "Acércate puta" –me dijo. Me acerqué y toma mis tetas con sus poderosas manos, las aprieta tal como hizo con mis nalgas, entonces se agarra de mis pezones y los retuerce con fuerza. Grito, me desespero no porque dolía sino porque me gustaba, por alguna razón me gustaba la forma en que me estaba torturando, era un maldito verdugo que ejercía su poder sobre mi cuerpo.y éste sucumbe a sus tratos. Ahora azota mis tetas con tal fuerza que enseguida quedaron las marcas de sus dedos. ¡Qué placer! ¿Por qué mi cuerpo reacciona a esos perversos estímulos? Me quité las bragas, estaba totalmente desnuda ante él."Tírate al piso y mastúrbate" –me dice con tono autoritario. Obedecí y me coloqué de tal forma que pudiera ver con detalle mi vagina más que mojada. Tomó mi tanga y la olió, me miró con cara de pervertido mientras desabrocha el cierre de su pantalón. Saca su miembro y lo envuelve con mis bragas, se masturba lentamente viéndome como me masturbo por él cumpliendo su deseo. Es tan excitante verlo, se ve tan divino con esos ojos lleno de lujuria y su rostro impávido jugando con su verga que me hace alucinar. Ya no resistía. "¡Patricio, voy a acabar!" –le decía mientras mi cuerpo era invadido por intensos espasmos, mi concha empezaba a secretar fluidos que salían a pequeños chorros. Hasta que un potente chorro salió dejando mojado todo el piso. ¿Qué me pasaba? ¿Nunca había acabado así? Desconocía mi cuerpo pero me gustaba la forma en que me iba descubriendo. Sonrió al verme acabar de esa forma y dijo: "Si que eres una sucia perra". Se puso de pie con la botella de whisky en su mano, lo vertió sobre mi boca, la que abrí para beberlo, se derramaba por las comisuras de mis labios, siguió derramándolo sobre mis tetas y mi vientre. Corrió hasta llegar a mi vagina, al contacto con mi sexo ardió como el infierno pero me hizo tener otro orgasmo intenso. Me tomó del brazo para llevarme a la habitación, solo quería que me usara una vez más. De pronto, la letra de la canción que sonó en mi auto volvió a sonar en mi mente: "Gimme more". ",Dame más" resonaba en mi mente, en mi cuerpo y en mi sexo. Era una súplica silenciosa de querer ser cogida otra vez.

Al entrar a la habitación habían unas cosas que reconocí, madera incrustada en la pared con la forma de la Cruz de San Andrés, que era coronada por cuatro grilletes en los extremos, fustas, látigos, cadenas y esposas. "¿Qué pasaba por su retorcida mente? ¿Habrá visto Las Cincuenta Sombras de Grey y es un imitador?" –pensaba en mis adentros. Cómo si supiera lo que estaba pensando me dijo: "Tal vez piensas que soy un imitador de ese patético tipo millonario de las películas, pero no, para mí eso es un mal chiste. Lo mío es real y no para esconder traumas ni justificar nada. Este es mi mundo, es mi estilo de vida y te estoy haciendo parte de él". Guardé silencio por unos minutos. "No estás obligada a quedarte, si te vas lo entenderé y no habrá más interacción que profesora y alumno en la facultad, pero si lo haces entenderé que quieres ser parte de este mi oscuro mundo" –dijo serio. Mi cuerpo fue invadido por un torrente de emociones, quería experimentar todo, queria todo lo que él me estaba ofreciendo y sin dudarlo me quedé. Me puso en la Cruz de San Andrés y aseguró los grilletes. Me sentía prisionera a sus deseos, quería saber lo que iba a experimentar, la curiosidad y la excitación causaban estragos en mi mente. Tomó una de las fustas que estaban colgadas en la pared y la deslizaba por mi cuerpo, algo intenso recorrió mi ser por completo, no sabría cómo describirlo pero era tan exquisito que sentir la punta de cuero bajar de mi espalda a mis nalgas me estremecía. De pronto, un certero golpe de fusta dió en mi nalga derecha. ¡Oh, que rico! Después otro y así siguió. Gritaba: "¡Eso, azotame, he sido una sucia puta! Cada vez se hacía más placentero. El ardor en mis nalgas era alucinante, sentía que quemaban, el calor era intenso así como lo era en mi vagina que destilaba fluidos a destajo. Él en silencio se encargaba de marcar mis nalgas con su fusta, sentir como el aire se cortaba cada vez que blandia tenía mi cuerpo exacerbado. Me retorcía y gritaba de placer. "Vas a hacer que acabe una vez más" –le decía. Mientras el seguía haciendo su trabajo de verdugo a la perfección.

Se acercó a mí y se pegó a mis nalgas dejándome sentir su erección entre ellas. Me liberó de los grilletes y no pude mantenerme en pie, fueron intensos minutos en que mi resistencia fue puesta a prueba. Me llevó a la cama y me hizo acostar de espaldas, de una caja sacó unas pinzas de metal con una delgada cadena que las unía. Las puso en mis pezones. ¡Mierda, aprietan muy fuerte! Esposó mis muñecas limitando mi movimiento. Por primera vez desde que estoy casada que disfruto de algo distinto a la hora de estar en la cama. Este joven si que sabía cómo hacer que las sensaciones se vuelvan intensas. Separó mis muslos hasta ya poder más y deslizó su lengua por mis hinchados labios vaginales. Recorrió mi vulva de punta a punta hasta posarse en mi clítoris hinchado y palpitante. Mi respiración ers tan agitada que mis pulmones no podían retener el aire, Entre gemidos le suplicaba que terminara con la tortura, no me quedaban fuerzas para soportar la manera en que su lengua se apoderaba de mi sexo pero en vez de conmoverse lo impulsaba a ser más perverso.

Me liberó los pezones pero seguía esposada, hizo que me pusiera en cuatro y comenzó a nalguearme. ¡Diablos, si que sabe hacerme sentir placer! Estoy sudada y sometida pero también deseosa de explorar más esos límites que no creí cruzar nunca. Mis nalgas arden pero de placer. "¡Por favor, métela de una vez! ¡Ya no soporto la agonía!" –le gritaba, pero él se hacía el sordo. Estaba tan interesado en dejar mis nalgas marcadas con sus manos que cada golpe era como una brasa ardiente que se posaba para hacerme sentir más deseo de ir al infierno con él. Al fin, si verga se posa entre mis nalgas y se mete en mi ano que aún tenía rastros de su semen haciendo que vibre de placer al sentir como se hundía hasta perderse por completo. Tomado de mis caderas empezó con movimientos suaves para después comenzar con un vaivén desenfrenado que me transportaba a las puertas del placer absoluto. Mi voluntad se rindió por completo y mi cuerpo se entregó a esas brutales embestidas. "¡Cógeme, hazme sentir más puta de lo que ahora soy! –le decía. Fue exquisito cuando se tomó de mi pelo y lo jalaba mientras partía mi culo, me hacía sentir puta, me gustaba serlo y que él disfrutara de mi cuerpo y en especial de mi ano. Estoy pérdida, estoy caliente y él sabe cómo sacar mis demonios dormidos, jamás pensé verme en esta situación pero ya estaba sumergida en la perversión de sus deseos.

Me volteó y me puso de espaldas para montarse sobre mí, instintivamente mis piernas se abrieron para darle acceso a esa verga hinchada. ¡Oh, volver a sentirla dentro fue un shot de adrenalina! Quería abrazarlo pero mis brazos estaban limitados a las esposas que aprietan mis muñecas. Rodeé su cintura con mis piernas y lo aprisioné. Él se movía con violencia, casi no quedaban fuerzas en mí para gemir, agónicos gemidos salían casi inaudibles pero que Patricio percibía muy bien. Era conciente de que le pertencía y me lo hacía saber con cada embestida que me daba. "¿Parece que hace tiempo no lo pasabas tan bien en la cama?" –me pregunta. "¡No imaginas cuánto tiempo ha pasado desde que me sentí puta!" –le respondí. Mis labios estaban resecos, igual que mi boca. Quería comérmelo a besos pero no me lo permitía, ya que mi vagina era su entretención, el objeto usado para su placer. Sin duda ahora entiendo que es el diablo personificado y que goza al perturbar mis emociones.

Su verga se hincha y palpita en mi interior, siento que pronto explotará y la bañará con su semen pero él tiene otro planes, se detiene y la pone cerca de mi boca, se masturba por unos segundos y descarga su semen caliente en mis labios. Mi lengua saboreó cada chorro, dejando el sabor de sus fluidos en mi boca. La chupé para que no quedarán residuos de su exquisito esperma, dejándome embriagada de placer. Otra vez la volvió a meter en mi caliente vagina hasta hacerme presa de otro maldito orgasmo que me dejó sin fuerzas. Me liberó de las esposas dándome el movimiento absoluto de mis extremidades. Estaba libre pero me sentía prisionera de esa personalidad Dominante que me había mostrado.

Después de darme unos minutos de paz, me ordenó: "Irás a tu casa pero tu tanga y tu brasier se quedarán aquí colgados en la pared. Cada vez que vuelvas los verás y te recordarán tu primera noche como puta". Me gustó la idea de saber que tendría un recuerdo de nuestro encuentro y le dije que sí de inmediato. "También cuando lo requiera vendrás, no importa si tienes que dejar a tu marido y las labores de esposa, estarás aquí porque yo lo requiero. Aún en la facultad si me place usarte acudirás a mí sin reparos". ¡Diablos, que imponente se escuchaba! Obviamente así como él lo deseara estaría para satisfacer sus deseos con mi cuerpo. Me vestí, mi tanga y mi brasier quedaron sobre la cama, fui a mi casa sin ducharme quería llevarme el olor de ese jovencito que le había devuelto la vida a mi sexualidad. Pasó una semana, era viernes por la noche y recibí un mensaje: "Te estoy esperando, tienes treinta minutos para estar aquí". Le dije a mi marido que una de mis amigas había programado una pequeña reunión para que bebieramos unos tragos entre chicas en su casa. Con esa apatía que le caracteriza me dice: "Pásalo bien". En mis adentros pensaba: "No te imaginas lo rico que la pasaré cogiendo". Al llegar al departamento de Patricio, me esperaba, con su torso desnudo y una fusta en la mano. "Ya conoces el camino" –me dijo. Al entrar veo mi ropa interior exhibida en un marco encima de la cama, lo que hizo que mi entrepierna se humedeciera al instante. Me ordenó desnudarme y del resto ustedes ya saben la historia.

Pasiones Prohibidas ®
 
Arriba Pie