Celia Martínez estaba sentada en el sofá de su casa por la noche viendo la televisión.Había sido un día aburrido en la oficina como de costumbre.Se había pasado toda la mañana sentada en un escritorio delante de un ordenador recibiendo llamadas de clientes de la compañía de seguros en la que trabajaba desde su divorcio.Era un trabajo aburrido y no estaba demasiado bien remunerado, pero le daba para poder salir adelante si se le añadía el cheque mensual que su exmarido les pasaba.
Su vida se había vuelto algo monótona en los últimos tres años y sólo la compañía de su hijo de 18 años la había consolado un poco.No es que el chico estuviera todo el día a su lado preguntándole qué quería (eso no podía esperarlo de un adolescente como él), pero siempre estaba allí cuando lo necesitaba.
Celia acababa de cumplir los 42 años y empezaba a sentir que su juventud se desvanecía.Aún se sentía fuerte y con un vigor similar al que había tenido diez años atrás, pero el sentirse en los cuarenta le preocupaba.Su cuerpo no reflejaba exactamente su edad, podía haber pasado por una mujer de cinco años menos, pero ella ya no se encontraba tan atractiva como antes.Parecerá que esto no es una novedad, que es algo lógico, pero a ella ya no le interesaban los hombres gran cosa, algo que sin duda influía en el que se sintiera más vieja.
El aspecto de Celia no era desagradable.Tenía, eso sí, el cuerpo de una típica ama de casa, algo relleno, aunque siempre sin llegar a ser gordo, y agradable a la vista.Su pelo era castaño oscuro, sus ojos verde oscuro y su piel bastante blanca, aunque sin llegar a ser pálida.Sus pechos eran grandes, muy grandes, y requerían la talla de sujetador 100.Su barriga estaba algo rellena, lo cual quiere decir que no se le notaban los huesos, pero también que no la tenía muy abultada, simplemente "agradable a la vista".Por lo demás, sus piernas eran de longitud mediana (Celia medía 1'64) y de muslos rellenos y sus pies eran pequeños y sexis.
Como estábamos relatando, Celia estaba en el sofá de su salón viendo la tele.Su hijo, Daniel, vino al salón con sólo los calzoncillos puestos (era casi verano y hacía calor) y se sentó junto a ella.Celia lo miró y vio a un adolescente moreno y decididamente atractivo (como lo había sido su marido), con una estatura de 1'85 y un cuerpo aún algo flaco.Pero lo que más le llamó la atención fue el bulto de su entrepierna.Celia no quería mirarlo, pero algo en su interior, tal vez el no haber mantenido relaciones sexuales en tres años, la impulsaba a seguir mirándolo ahí.
-¿Tan pequeña la tengo? -preguntó de repente Daniel dejando a su madre sin saber qué decir y con la cara sonrojada por la vergüenza.
-Eh...per...perdona, cielo...No me he dado cuenta -respondió Celia muy nerviosa.
-No te preocupes, mamá, yo lo entiendo.Llevas tres años separada y es normal que mires esas cosas.A mí también me gusta mucho mirar a las tías, pero lo que pasa es que no he tenido mucha suerte y todavía no...Bueno, ya sabes.
-Ya.Es raro de todos modos que un chico tan guapo como tú no haya tenido todavía la suerte de...
-Pues no, todavía no he tenido la suerte...Y me muero de ganas.¿Con qué edad te estrenaste tú, mamá?
Daniel se dio cuenta inmediatamente de la especial índole de aquella pregunta, que superaba la confianza que entre ellos dos había, así que esperó que su madre no la respondiera.
-A los veinte.
-Buf, vaya, entonces me quedan todavía unos añitos... -protestó Daniel.
-Nunca se sabe... -dijo Celia enigmáticamente y sin ser muy consciente de lo que decía-.Un chico que se pasea con el pito duro por delante de su madre divorciada tiene muchas más posibilidades que uno que tenga una madre casada.
A Daniel casi le da un patatús al oír aquello y prefirió creer que eran imaginaciones suyas.
-De todas formas eso son sólo fantasías de mujeres maduras, porque los chicos de tú edad no se fijan en ellas para nada.
Ahora sí que estaba claro, su madre estaba declarando abiertamente su deseo por él y él se estaba quedando callado.Al fin, decidió reaccionar y dijo:
-No a todos nos parecen desagradables.A mí por ejemplo me gustaría meterme en la cama con mi madre y darle gusto.
No se podía creer que hubiera dicho aquello y, a pesar de lo que su madre había dicho antes, se esperaba una torta.
-Cielo -dijo Celia acariciando el abdomen de su hijo lentamente con la mano derecha- ¿lo dices en serio?
-Sí.
-¿Quieres meterte en la cama conmigo de verdad?
-Claro, ya te he dicho que me gustas y me gustaría follar contigo.
Daniel estaba cada vez más cachondo y eso se reflejaba cómicamente en su lenguaje.
-A mí también, cielo, a mí también, aunque esté mal.
Celia no se lo pensó dos veces y se puso de pie.Se bajó el camisón y éste cayó al suelo.Daniel podía ver la mancha negra de su vulva a través de sus pequeñas bragas celestes y se puso mucho más excitado de lo que ya estaba por el diálogo que habían tenido.Se bajó los calzoncillos y su erección quedó al aire apuntando hacia arriba con fuerza.Celia se quitó el sujetador y sus enormes tetas de pezones gordos quedaron libres, cayendo hacia abajo, aunque eran bastante firmes.Luego se bajó las bragas y dejó su espesa vulva al descubierto.
-Estás buenísima, mamá -fue lo único que dijo Daniel admirando los encantos de su progenitora.
-Venga, cielo, me voy a poner encima tuya y empezamos a hacerlo.
Celia puso una pierna a cada lado del cuerpo de su hijo poniendo las rodillas sobre el sofá en el que éste aún estaba sentado.Su vulva, su jugosa y excitada vulva llena de pelos, estaba ahora encima del erecto pene virgen de su atractivo hijo adolescente.Poco a poco, la mujer madura fue descendiendo.Estaba deseando sentir la dureza de su erecta virilidad dentro de su cuerpo y no le importaba para nada el hecho de que aquello era incesto.
Por fin, los genitales de madre e hijo entraron en contacto.El glande de Daniel quedó colocado en la entrada de la vagina de su madre, un lugar en el que sentía el cosquilleo de sus abundantes pelos.Poco a poco, el miembro viril del adolescente virgen se hundió en la maternal vagina de Celia.Era maravilloso estar allí de nuevo después de 18 años, en aquel lugar cálido, húmedo y estrecho.No tenía nada que ver con sus recurrentes masturbaciones, era algo muchísimo mejor meter su pene en la vagina de su madre y sentirse dentro de ella, la persona que más lo quería.
Una vez dentro de su coño hasta el fondo, Celia empezó a moverse de atrás hacia delante sin sacar el pene de su hijo.Sabía que no aguantaría mucho, tal vez sólo un minuto o dos, en su agujero las primeras veces, pero al menos ya había dado el primer paso, un paso que no todas las madres dan, ya sea por pudor o por simple falta de interés o decisión.
Las tetas de Celia botaban sobre su pecho y se movían de un lado a otro mientras "saltaba" sobre su hijo, que estaba siendo llevado al séptimo cielo.La dura verga de su hijo estaba dándole mucho placer y Celia se dio cuenta de que tal vez consiguiera correrse.Poco a poco, su orgasmo se acercó, hasta que estuvo tan cerca que pudo tocarlo.
Como si le hubiera dado una descarga eléctrica, Celia se quedó paralizada sobre su hijo, con su pene hundido profundamente en su coño.No podía creérselo: estaba corriéndose, algo que en muy pocas ocasiones le había ocurrido haciéndolo con su exmarido, tal vez porque su relación con él no tenía el morbo que tenía la que mantenía con Daniel.El pene de éste fue succionado hacia dentro y apretado por los músculos de la vagina de su madre, que hicieron que comenzara a eyacular en potentes chorros.Éstos se estrellaron contra su cérvix e inundaron su sobreexcitado agujero de placer.
Una vez los dos se hubieron relajado, Celia se quitó de encima de su hijo y los dos se quedaron el uno junto al otro en ese relajado estado que sigue al éxtasis.Los dos habían cometido un pecado mortal según la sociedad, pero la realidad era distinta.La realidad era que dos personas que se amaban habían manifestado su amor sexualmente, dándose placer el uno al otro y su amor pronto se vería recompensado con un hijo, que nacería unos meses más tarde como resultado de las eyaculaciones abundantes de Daniel dentro de su madre.
Su vida se había vuelto algo monótona en los últimos tres años y sólo la compañía de su hijo de 18 años la había consolado un poco.No es que el chico estuviera todo el día a su lado preguntándole qué quería (eso no podía esperarlo de un adolescente como él), pero siempre estaba allí cuando lo necesitaba.
Celia acababa de cumplir los 42 años y empezaba a sentir que su juventud se desvanecía.Aún se sentía fuerte y con un vigor similar al que había tenido diez años atrás, pero el sentirse en los cuarenta le preocupaba.Su cuerpo no reflejaba exactamente su edad, podía haber pasado por una mujer de cinco años menos, pero ella ya no se encontraba tan atractiva como antes.Parecerá que esto no es una novedad, que es algo lógico, pero a ella ya no le interesaban los hombres gran cosa, algo que sin duda influía en el que se sintiera más vieja.
El aspecto de Celia no era desagradable.Tenía, eso sí, el cuerpo de una típica ama de casa, algo relleno, aunque siempre sin llegar a ser gordo, y agradable a la vista.Su pelo era castaño oscuro, sus ojos verde oscuro y su piel bastante blanca, aunque sin llegar a ser pálida.Sus pechos eran grandes, muy grandes, y requerían la talla de sujetador 100.Su barriga estaba algo rellena, lo cual quiere decir que no se le notaban los huesos, pero también que no la tenía muy abultada, simplemente "agradable a la vista".Por lo demás, sus piernas eran de longitud mediana (Celia medía 1'64) y de muslos rellenos y sus pies eran pequeños y sexis.
Como estábamos relatando, Celia estaba en el sofá de su salón viendo la tele.Su hijo, Daniel, vino al salón con sólo los calzoncillos puestos (era casi verano y hacía calor) y se sentó junto a ella.Celia lo miró y vio a un adolescente moreno y decididamente atractivo (como lo había sido su marido), con una estatura de 1'85 y un cuerpo aún algo flaco.Pero lo que más le llamó la atención fue el bulto de su entrepierna.Celia no quería mirarlo, pero algo en su interior, tal vez el no haber mantenido relaciones sexuales en tres años, la impulsaba a seguir mirándolo ahí.
-¿Tan pequeña la tengo? -preguntó de repente Daniel dejando a su madre sin saber qué decir y con la cara sonrojada por la vergüenza.
-Eh...per...perdona, cielo...No me he dado cuenta -respondió Celia muy nerviosa.
-No te preocupes, mamá, yo lo entiendo.Llevas tres años separada y es normal que mires esas cosas.A mí también me gusta mucho mirar a las tías, pero lo que pasa es que no he tenido mucha suerte y todavía no...Bueno, ya sabes.
-Ya.Es raro de todos modos que un chico tan guapo como tú no haya tenido todavía la suerte de...
-Pues no, todavía no he tenido la suerte...Y me muero de ganas.¿Con qué edad te estrenaste tú, mamá?
Daniel se dio cuenta inmediatamente de la especial índole de aquella pregunta, que superaba la confianza que entre ellos dos había, así que esperó que su madre no la respondiera.
-A los veinte.
-Buf, vaya, entonces me quedan todavía unos añitos... -protestó Daniel.
-Nunca se sabe... -dijo Celia enigmáticamente y sin ser muy consciente de lo que decía-.Un chico que se pasea con el pito duro por delante de su madre divorciada tiene muchas más posibilidades que uno que tenga una madre casada.
A Daniel casi le da un patatús al oír aquello y prefirió creer que eran imaginaciones suyas.
-De todas formas eso son sólo fantasías de mujeres maduras, porque los chicos de tú edad no se fijan en ellas para nada.
Ahora sí que estaba claro, su madre estaba declarando abiertamente su deseo por él y él se estaba quedando callado.Al fin, decidió reaccionar y dijo:
-No a todos nos parecen desagradables.A mí por ejemplo me gustaría meterme en la cama con mi madre y darle gusto.
No se podía creer que hubiera dicho aquello y, a pesar de lo que su madre había dicho antes, se esperaba una torta.
-Cielo -dijo Celia acariciando el abdomen de su hijo lentamente con la mano derecha- ¿lo dices en serio?
-Sí.
-¿Quieres meterte en la cama conmigo de verdad?
-Claro, ya te he dicho que me gustas y me gustaría follar contigo.
Daniel estaba cada vez más cachondo y eso se reflejaba cómicamente en su lenguaje.
-A mí también, cielo, a mí también, aunque esté mal.
Celia no se lo pensó dos veces y se puso de pie.Se bajó el camisón y éste cayó al suelo.Daniel podía ver la mancha negra de su vulva a través de sus pequeñas bragas celestes y se puso mucho más excitado de lo que ya estaba por el diálogo que habían tenido.Se bajó los calzoncillos y su erección quedó al aire apuntando hacia arriba con fuerza.Celia se quitó el sujetador y sus enormes tetas de pezones gordos quedaron libres, cayendo hacia abajo, aunque eran bastante firmes.Luego se bajó las bragas y dejó su espesa vulva al descubierto.
-Estás buenísima, mamá -fue lo único que dijo Daniel admirando los encantos de su progenitora.
-Venga, cielo, me voy a poner encima tuya y empezamos a hacerlo.
Celia puso una pierna a cada lado del cuerpo de su hijo poniendo las rodillas sobre el sofá en el que éste aún estaba sentado.Su vulva, su jugosa y excitada vulva llena de pelos, estaba ahora encima del erecto pene virgen de su atractivo hijo adolescente.Poco a poco, la mujer madura fue descendiendo.Estaba deseando sentir la dureza de su erecta virilidad dentro de su cuerpo y no le importaba para nada el hecho de que aquello era incesto.
Por fin, los genitales de madre e hijo entraron en contacto.El glande de Daniel quedó colocado en la entrada de la vagina de su madre, un lugar en el que sentía el cosquilleo de sus abundantes pelos.Poco a poco, el miembro viril del adolescente virgen se hundió en la maternal vagina de Celia.Era maravilloso estar allí de nuevo después de 18 años, en aquel lugar cálido, húmedo y estrecho.No tenía nada que ver con sus recurrentes masturbaciones, era algo muchísimo mejor meter su pene en la vagina de su madre y sentirse dentro de ella, la persona que más lo quería.
Una vez dentro de su coño hasta el fondo, Celia empezó a moverse de atrás hacia delante sin sacar el pene de su hijo.Sabía que no aguantaría mucho, tal vez sólo un minuto o dos, en su agujero las primeras veces, pero al menos ya había dado el primer paso, un paso que no todas las madres dan, ya sea por pudor o por simple falta de interés o decisión.
Las tetas de Celia botaban sobre su pecho y se movían de un lado a otro mientras "saltaba" sobre su hijo, que estaba siendo llevado al séptimo cielo.La dura verga de su hijo estaba dándole mucho placer y Celia se dio cuenta de que tal vez consiguiera correrse.Poco a poco, su orgasmo se acercó, hasta que estuvo tan cerca que pudo tocarlo.
Como si le hubiera dado una descarga eléctrica, Celia se quedó paralizada sobre su hijo, con su pene hundido profundamente en su coño.No podía creérselo: estaba corriéndose, algo que en muy pocas ocasiones le había ocurrido haciéndolo con su exmarido, tal vez porque su relación con él no tenía el morbo que tenía la que mantenía con Daniel.El pene de éste fue succionado hacia dentro y apretado por los músculos de la vagina de su madre, que hicieron que comenzara a eyacular en potentes chorros.Éstos se estrellaron contra su cérvix e inundaron su sobreexcitado agujero de placer.
Una vez los dos se hubieron relajado, Celia se quitó de encima de su hijo y los dos se quedaron el uno junto al otro en ese relajado estado que sigue al éxtasis.Los dos habían cometido un pecado mortal según la sociedad, pero la realidad era distinta.La realidad era que dos personas que se amaban habían manifestado su amor sexualmente, dándose placer el uno al otro y su amor pronto se vería recompensado con un hijo, que nacería unos meses más tarde como resultado de las eyaculaciones abundantes de Daniel dentro de su madre.