Cuentos de Halloween: parte 4/4

hela

Virgen
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Feb 14, 2017
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Mis estimados lectores, lamento la demora del último capitulo pero, había dado la pagina por perdida, recién hoy entré por si algo había pasado y me encontré con que había vuelto y aquí estoy.
Espero la disfruten.







Cuentos de Halloween: Capitulo Cuatro “El que mora en las sombras”




Ana descendió del autobús junto a Fernando y las gemelas Paola y Paulina. Ana tenía la suerte de vivir a tres casas de la parada del autobús, por ello, los chicos siempre pasaban a tomarse un refrigerio antes de continuar a sus casas.

  • Ya tienen los disfraces para esta noche? — preguntó Ana.
  • Si —respondió Fernando—, y me ha salido una pasta, es el de Freddy Krueger, pero no los cutres de goma espuma. Este es de silicona.
  • Nosotras también —acotó Paulina—. Son súper guay, ya verán.
  • Y tú? —preguntó Paola.
  • Si, es de arlequín.
Ana introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta de su vivienda.

  • Hola mamá.
  • Hola Ana —respondió Catalina, recostada en el sillón hablando por teléfono—, hola séquito de Ana.
  • Hola señora Catalina.
Los cuatro chicos se fueron a la cocina, se sirvieron un vaso de zumo y un emparedado de jamón mientras charlaban de lo bien que la pasarían recolectando dulces.



31 de octubre 21:00



Ana iba caminando tras el grupo, cargando un canasto en forma de calabaza, y pensando en los disfraces que llevaban.
Ella se miró, estaba disfrazada de arlequín, y sabía que su atuendo era fenomenal: una diminuta falda de tules negros y lunares blancos, top sin mangas de color rojo y blanco, medias de mallas negras y desgarradas, y el rostro maquillado de blanco acentuando los ojos con un amplio manchon negro.
Fernando por su parte, llevaba el disfraz de Freddy Krueger que había menciona y como fanfarroneaba, era espectacular y se notaba muy costoso. Y las gemelas, disfrazadas de Renesmee y Bella. «Pero que disfraz más sosos y ridículos llevan estas dos —pensaba Ana sintiendo pena ajena—. Al menos no están disfrazadas del efecto Doppler ».





  • Cuanto hemos caminado? —Preguntó Ana—, me duelen los pies.
  • Seis calles.
  • Es porque llevas esos zapatos de taco alto —intervino Paulina—. Te quedan bien con el traje pero son pésimos para caminar.
  • Por eso nosotras llevamos estas —dijo Paola mostrando unas deportivas.
  • Los llevan porque sus disfraces son chándales de andar por casa —repuso Fernando haciendo reír a Ana y enojando a las gemelas.
  • Parecen críos —repuso Ana—. Esta es la última calle, vale? No pienso continuar más, además, la casa de los Valeros al final de la calle es la última ya que la de los Cerpas, tiene un letrero de “en venta”.
  • Tenía, querrás decir.

Las chicas se acercaron donde estaba Fernando detenido, mirando con atención la antigua vivienda de los Cerpas.
Efectivamente, el letrero estaba clavado en el jardín, pero, en lugar de “en venta” decía “casa embrujada” y una flecha apuntando a ella.

  • Casa embrujada? Desde cuando hay una casa embrujada aquí? —dijo Paulina.
  • Ni idea —respondió Ana— nunca la había visto, incluso, vine ayer y todavía estaba el letrero de en venta.
  • Que tal si entramos —dijo entusiasmado Fernando.
  • A mi me da mal rollo.
  • Si, también a mi —se unió Paulina a su hermana.
  • Miedicas, son unas miedicas —recalcó Fernando ingresando al jardín por una vereda de adoquines grises, adornados por cuatro calabazas iluminadas y talladas con horribles diseños a ambos lados.
Las chicas no tuvieron más alternativa que seguirle, y al llegar a la puerta de entrada, una extraña sensación les inundo.
La casa estaba desierta, al igual que la calle; «todo muy raro»—pensaron las tres chicas al mismo tiempo. Fernando ingreso sin darles tiempo a reconsiderar lo peculiar de la situación.

  • Fernando, es mejor que nos marchemos —dijo Ana temerosa.
  • Ven capullo, esto esta muy raro —repuso Paulina.
Las casa de la urbanización estaban construidas de serie, todas iguales, y cuando Fernando llegó junto a la escalera, se le erizaron los vellos de la nuca.

  • Tienen razón, esto más que casa embrujada parece película de terror.
Todos los chicos tuvieron la misma sensación, no por que la casa estuviera lúgubremente adornada, sino, todo los contrario, no tenia adornos alguno aludiendo a Halloween. Era una vivienda común y corriente, como cualquier otra, como la de ellos mismo un día cualquiera.
Esta vez fue Ana, quien, extrañamente atraída por la misteriosa supuesta casa embrujada, avanzo subiendo la escalera hasta la segunda planta.

  • Ana, pero que coño estas haciendo?...Ana? —gritó Paulina elevando la voz una octava.
Los tres chicos intentaron detenerla pero les fue imposible, Ana subió las escaleras dos escalones a la vez y se detuvo frente a la habitación principal.


  • que haces ahí? —preguntó Fernando ya casi sobre ella.
  • Miren —dijo Ana indicando la puerta entreabierta—, puede que haya alguien a quien preguntarle de que se trata esto.
  • Y a quien cojones le importa —recalco Fernando—. Lo único que quiero es largarme de aquí.
Las palabras del chico no fueron suficientes, Ana ingresó al cuarto seguida de cerca por sus amigos. Los cuatro niños se quedaron helados al ver el panorama al interior: una pareja, evidentemente follando sobre la cama, el hombre, de unos 40 años se encontraba tendido, sus piernas semi flexionadas y las manos sujetando los glúteos de la mujer. Ella, de unos 30 años se encontraba a horcajadas sobre la ingle de él, el cabello suelto y alborotado caía en cascada sobre su espalda, acentuando su postura arqueada hacia los pies del hombre, ambos, con el pecho abierto, dejando ver una masa sanguinolenta de piel y restos de viseras. Los huesos de las costillas se descubrían, blancos como dientes de unas fauces amenazantes. Como si su corazón hubiese explotado, o como si algo hubiera escapado de su interior destrozándolo todo a su paso.

Los cuatro chicos salieron corriendo, tropezado entre ellos y con la puerta, en tumulto llegaron a la mitad de la escalera. Allí, vieron con horror que la puerta de calle se cerraba y las paredes se convertían en un amasijo de viseras membranosas. Como si fuesen engullidos por una gigantesca bestia y ellos y la casa se deslizaran lentamente por la garganta.

Fernando se quedo inmóvil, petrificado en el escalón, ni los gritos de las gemelas ni los zarandeos de Ana le hicieron volver.
El chico solo recuperó la compostura cuando vio de soslayo a Ana refugiarse en la habitación principal, en ese momento se le activo el instinto de supervivencia, de correr o pelear.
Miró a su alrededor y se lanzó: saltó sobre el barandal de la escalera cayendo sobre una masilla junto a un jarrón de buen tamaño, mientras volvía a saltar al piso recogió el jarrón y lo estampó contra el ventanal a su derecha, haciéndolo añicos. Ya tenía el lugar por donde huir, en ese momento, lo meditó.
No podía dejar a sus amigas, debía volver por ellas rápido. Aún tenia unos minutos a que esa asquerosidad cubriera el ventanal, y si se apuraba, alcanzarían a huir todos por allí.


No lo pensó dos veces, remontó la mesilla, saltó sobre el barandal y subió los escalones sobrantes hasta llegar a la habitación donde vio que Ana se refugiaba. No le sobraba el tiempo para sutileza por lo que, se estampó contra la puerta, las cuchillas de plástico del guante se quebraron pero, logró su cometido. La puerta se abrió, lo que encontró dentro si que no lo esperaba: un fétido hedor a podredumbre asqueo a Fernando obligándose a no vomitar. El cuarto estaba cubierto por purulentas paredes cartilaginosas, y de los cuerpos tendidos sobre la cama, brotaban una gran cantidad de tentáculos color rosa infecto, estos tentáculos recubrían el piso y se concentraban debajo del cuerpo de Ana.
La niña, desnuda yacía suspendida por esos apéndices que hacían las veces de lecho, al tiempo que por los mismos era empalada por todos los agujeros.
Fernando no podía apartar la vista de aquel perverso espectáculo, ni excitarse al escuchar los gemidos que Ana emitía cuando los tentáculos entraban y salían: dos desde su culo y tres por la vagina, o por el grueso que le follaba la garganta y que la niña intentaba evitar que continuara con la faena forcejeando con el con ambas manos.
Fernando se lamento al darse cuenta que nada podía hacer por ella, y con decepción, prosiguió con la búsqueda de las gemelas.


La adrenalina rebosaba en su sistema, evitándole sentir dolor y miedo, gracias a ello, luego de salir del cuarto donde Ana era cruelmente follada, se abalanzo contra la siguiente puerta, no antes de echar una rápida mirada al ventanal roto, calculando que le quedaban al menos cinco minutos antes de quedar él también atrapado. El hombro golpeo la puerta atravesándola, quedando frente a Paulina.
La niña se encontraba recostada, de espalda sobre el frió piso de caoba, con las piernas abiertas recibía las embestidas de una criatura amorfa: el torso del hombre abrazaba a Paulina mientras, los tentáculos que surgían de su espalda se aferraban al cuello y brazos de la niña asiéndola con fuerza, en lugar de piernas la criatura poseía un grueso tentáculo bífido. Como el cuerpo de una serpiente dividido en dos y ambas partes se retorcían empujando el cuerpo contra la pelvis de la muchacha.
Fernando no soporto la demencia escena que se presentaba frente a él, y en un acto de horror absoluto, salió corriendo del cuarto dejando a la pobre Paulina suplicándole su ayuda.
El chico se detuvo en el pasillo, se inclino a recuperar el aliento y parte de su cordura, luego se dirigió a mirar cuanto tiempo le quedaba, y el terror inundo su alma.
El primer nivel estaba cubierto por la masa membranosa. La puerta se había convertido en dos enormes fauces sobre puestas, y que a su alrededor, brotaban una infinidad de apéndices reptantes, un ojo enorme que surgía del cielo raso le miraba sin perder detalle de lo que él hacia, como saboreando su próximo bocado.
Fernando corrió en busca de Paola, sabia que nadie saldría de esa casa con vida pero, por alguna morbosa curiosidad, debía saber que le estaría ocurriendo a su amiga.
Atravesó la puerta de un pequeño vestidor junto al baño de invitados en la segunda planta, y allí le encontró: adherida a la membranosa pared, atrapada como mosca en una red dérmica, cartílago, músculos y tentáculos le aprisionaban.
Paola se encontraba sentada, con la espalda pegada en tejido y desnuda, las piernas impúdicamente abiertas, dejando al descubierto ambos agujeritos para quien le apeteciese usarlos a voluntad, su cabeza estaba cubierta por un enorme y pulsante apéndice, como si una enorme anaconda se la estuviese tragando. Por un instante Fernando creyó que su amiga estaba muerta, pero luego le vio sacudirse, gemir y retorcerse.
El chico quedo mirando a Paola: sus pequeños senos en desarrollo, sus pezones rosados con forma de guisantes, sus ágiles piernas, su ano, un pequeño agujerito de piel arrugada, y su coñito, una rosada gruta de deseo.
Fernando lo pensó un momento, sabía que dentro de poco moriría de una forma horrenda, por lo que se dijo: «que mierda», haría lo que tanto anhelaba. Se desabotonó lo pantalones, enfrentó su polla dura como una barra de acero contra la vagina de Paola, y penetró a su amiga por el chochito, húmedo y calido.
Solo se lamentó no poder hacer lo mismo con las otras.





Cuentos de Halloween: Capitulo Cinco “Réquiem”





Borja se despertó con un horrible dolor de cabeza, era como si tuviese el ojo derecho el triple de grande. Como una descarga eléctrica que le corría por el nervio óptico y finalizaba en la parte posterior del cráneo, provocándole pulsaciones de un dolor sordo.
Se incorporó en la cama quedándose frente a su chica.

  • Que esperas, el autobús ya esta esperándote abajo
  • Que mierda —respondió caminado los tres pasos que le separaban del ventanal, y viendo el autobús sin creerlo—. Pero cari, esto no es mi culpa, ya te dije que mi contrato me obliga a tomar turnos si otro conductor falta.
  • Ya, y nosotros que? —acotó poniendo manos en jarra—. Tenemos la invitación de Miguel, no recuerdas?
  • Si, si me acuerdo muñequita, iré a dejar a esos gilipollitas y volveré antes de la hora, así que —dijo Borja abrazando a su chica y acercándola a él —, espérame vestida que llegando, me disfrazo en 5 minutos y salimos raudos.
  • Lo prometes?
  • Lo prometo
  • Más te vale, que Rigo todavía me ronda.

«Me cago en Rigo y en cualquier otro cabrón que quiera tirarse a mi mujer», pensó mientras con mala ostia se encaminaba al autobús, el cual ya se encontraba aparcado en la calle frente a su piso.


  • Erta.
Se apoyó a la puerta intentando abrirla con la mano izquierda.

  • me cago en su puta…—empujo—, abre la jodida puerta.
  • Erta.
La puertezuela se abrió, todavía le dolía el ojo por ello, tomo precaución de donde pisaba, no fuese a caer por un descuido, subió el primer escalón.


  • Que coño hacen aquí? —espetó—. Estoy dos horas adelantado, o creían que no iría a trabajar?
  • Erta.

Levantó la vista sorprendiéndose: sentada al volante estaba la anciana que había visto en la pesadilla, la pesadilla que le produjo el dolor de cabeza y que ahora no le dejaba pensar.

  • Erta.
Trepó el segundo escalón, la anciana volteo a mirarle, «por dios, era su madre», la mujer le observó con ternura y tendió su mano. Borja bajó la mirada para contemplar la mano de su madre, adelantó la suya. Trastabillo tras ver unas huesudas falanges color tiza acercársele.

  • Ierta.
Cayó los dos escalones y su espalda se estrello contra la portezuela, su ojo punzó en una explosión de dolor, se echó la mano al derecho y apretó. Cuando el dolor menguo, volvió a observar a la anciana.

  • Pierta.
Ella se incorporó acercando su rostro al suyo, pero, no era rostro, era un amasijo de tendones putrefacto y colgajos de piel ennegrecida, el ojo izquierdo era un agujero negro del cual supuraba pus fétida, mientras, el derecho colgaba balanceándose del nervio óptico adherido al cráneo.
Borja se cubrió los ojos protegiéndose del horror que inminentemente se le acercaba.


  • DESPIERTA!
El grito histérico de una mujer hizo que Borja se despertase, tardó una fracción de segundo en darse cuenta que se encontraba frente al volante del autobús. Justo en el momento exacto en que su vehiculo impactaba la parte posterior de otro autobús detenido.
Borja voló sobre el asiento, su cabeza impactó contra la luneta provocando que el vidrio estallara es su rostro, un trozo 14 centímetros se incrustó en su ojo derecho reventándolo por completo. El aullido de cristales rotos, metales retorciéndose y cuerpos destrozados hicieron que Borja se desmayara.
Despertó, no sabía si habían pasado segundos, minutos u horas. Intento moverse pero se encontraba atrapado entre el asiento y el volante, este lo tenía incrustado en su abdomen, no sentía las piernas. Su rostro estaba cubierto de sangre por lo que debió forzar el parpado para poder abrirlo, lo primero que vio fue a la señorita Gladis, su cuerpo destrozado estaba atrapado entre el tablero de la maquina, varillas de metal emergían de su abdomen y pecho como si fuera un alfiletero humano, la mujer le veía con los ojos desorbitados y una expresión de odio, el rostro desencajado, las extremidades despedazadas y la blusa blanca ahora roja de sangre, abierta dejando ver ambas tetas, orondas, yertas.
Borja volteo sobre su hombro al escuchar el crepitar del fuego, el olor a humo y el calor que le abrazaba la espalda. El autobús se incendiaba pero eso no le importaba, por lo poco que pudo apreciar, ya nadie quedaba con vida, nadie que pudiera sufrir por las llamas.
Regresó a la profesora. Continuaba viéndole con ojos acusadores. «No fue mi culpa —pensó—, no fue mi culpa» cerró el ojo y se dejó llevar esperando que la oscuridad se adueñara de él.

FIN.










 

Lobo85

Estrella Porno
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Mar 29, 2011
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V1rgilio, que bueno que no nos dejaste con la duda del ultimo relato, se agradece, sin duda tus historias son increíblemente tétricas, gracias
 
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