Cuentos de Halloween: parte 3/4

hela

Virgen
Registrado
Feb 14, 2017
Mensajes
20
Likes Recibidos
3
Puntos
6
Cuentos de Halloween: Capitulo Tres “Media Noche”




Jade descendió del autobús escolar entusiasmada: la fiesta de Halloween en casa de Roberto, “zombis a la media noche” iba a ser épica; la mayoría de los invitados serian de cursos superiores, atletas y porristas, gente bella y popular…como ella.
Y de entre todos, ella sobresaldría: por ser la más bella, la mejor disfrazada y por tener el novio más atractivo. Al que todas deseaban pero, era de ella, ella lo había conquistado, de ella y nadie más.

Caminó las 14 casas antes de llegar a su hogar, regocijándose, pensando en ser la envidia de la fiesta que aún no comenzaba. Solo había un pequeño detalle, una molestia que la mantenía intranquila.
La discusión con Diego por el viaje escolar, se lo dijo, ella era la presidenta de la clase, no podía faltar pero, él no lo entendió.
Discutieron, ella se fue, no han hablado desde entonces. No por su parte, le llamó varias veces durante el día, él no respondió. «Que se joda —se dijo—, le dejaré que sufra, ya me llamará llorando mañana, donde encontrará a alguien mejor que yo?»

El Sol se estaba poniendo en el horizonte cuando Jade ingreso a su hogar, luego de saludar a su madre y a su hermana se dirigió a al cuarto, se dejo caer en la cama, se coloco los audífonos y activó el reproductor de audio en el móvil. Le pareció extraño comenzar a escuchar Mad World, no recordaba tener esa canción en la lista.




31 de octubre. 16:39




Jade ya estaba preocupada, desde la discusión de la mañana anterior no había vuelto a hablar con Diego. Le llamó un par de veces pero no obtuvo respuesta, así que, creyó que era una buena idea ir a su casa y hablar con él, hacer las paces y dejar en claro, como buen novio que era. El acompañar a su hermana pequeña a pedir dulces como lo había prometido, ya que su padre estaba de viaje y no regresaría hasta la semana próxima.
Jade no tenía intención que Diego le fallase, no podía arrepentirse. Luego de todas las maravillas que le contó a su familia que él era.
Se lo había dicho a su padre, madre y hermana quien estaba muy entusiasmada, como quedaría ella si su novio no cumpliera, ni siquiera quería pensarlo.

Dobló la esquina y se encaminó a casa de Diego, la podía ver desde donde estaba y eso fue lo peor. Pues, logró ver con toda claridad como la puta de Victoria salía de casa de Diego, se daba media vuelta con una gracia y sensualidad de zorra esperando que este se le aproximara, la estrechara entre sus brazos y le diera un impúdico beso de tornillo que hasta a ella le dio vergüenza.
No podía creer lo que veía. Quiso llorar, gritar, reclamarle, armarles un escándalo y de paso, darles un par de sopapos.
Sin embargo, no hizo nada de aquello, se quedo ahí, inmóvil unos segundo, luego se volteo y regreso a su casa.


  • Ya estas aquí —gritó Alba, su hermanita, corriendo a su encuentro—. A que hora llegara Diego, ya tengo el disfraz de zombi, es muy parecido al tuyo pero más pequeño, me quieres ayudar a ponérmelo no quiero que Diego nos tenga que esperar. Y tú a cuando comenzaras a vestirte?
La pequeña Alba, de nueve años le entregaba la mascara dando brincos, sin parar de hablar, sin contenerse, restregándole a Diego por la cara, al desgraciado de Diego, al infiel de Diego.

  • Porque no dejas de joderme? —gritó Jade arrebatándole la mascara y lanzándola al aire—. Que le den a Diego, que le den a los zombis, que le den a Halloween y que te den a ti.
  • Jade! —ladró su madre bajando la escalera—. Que palabras son esas? Discúlpate con Alba o estarás castiga hasta mañana.
  • Crees que me importa? —respondió Jade con lágrimas en los ojos—. Que le den por culo a todos.
  • Jade! —gritó su madre viendo como corría hacia la puerta desapareciendo por ella
La muchacha corrió calle arriba donde su amiga Ana. Las casas de sus vecinos estaban alegremente decoradas con: esqueletos en las puertas, brujas en las ventanas y calabazas el los jardines. Se enfureció al ver niños ya disfrazados deambulando por aquí y por allá.
Al momento de llegar a la casa de Ana golpeo la puerta, la madre de esta le abrió agriamente, esperaba que fuesen los niños insistiendo en sus recompensas.

  • Señora Catalina, se encuentra Ana?
  • Jade? —dijo Catalina, madre de Ana—. No, Ana no está, fue a la fiesta de no sé quien
  • Jolín, es cierto…no sabe cuando regresará?
  • La verdad es que no me dijo, quieres pasar y esperarla?
  • Me gustaría, si no es inconveniente
  • No para nada, espérale en su cuarto —dijo Catalina apartándose de la puerta—, tengo que prepararme para recibir a los pequeños monstruos, si necesitas algo me avisas
  • Lo haré, muchas gracias
Jade avanzó por el pasillo hasta el cuarto de Ana, había visitado esa casa en múltiples ocasiones por lo conocía tanto como la suya. Abrió la puerta de la habitación de Ana, las cortinas estaban corridas y la habitación a oscuras, se quedó apoyada en la jamba viendo la oscuridad del cuarto, pensando en la estupidez que había cometido con su madre y su hermana, pero ya era tarde, si quisiera volver tendría que contar todo lo sucedido con Diego y no tenia ganas de explicar nada, no ahora.
Entró, cerró la puerta y se dejo caer en la cama, se coloco los audífonos y a oscuras se durmió.



Un fuerte golpe la despertó, se incorporo de la cama, frotó sus ojos recordando donde se encontraba. Tardó unos momentos hasta darse cuenta que la configuración de la habitación era distinta, porque no era la suya, «estoy en la casa de Ana»—, pensó.

A tientas avanzó con dirección a la puerta, una extraña sensación le impidió encender la luz, giró el picaporte y se asomó levemente por el pasillo, todos estaba en silencio.
Jade se extraño, se suponía que la mamá de Ana se preparaba para recibir a los niños. «Tanto he dormido? —se preguntó—, y por qué no ha llegado Ana aún?».
Volteo en busca del móvil que todavía se encontraba sobre la cama. Estiró la mano tanteando el edredón, lo encontró a unos centímetros de la cabecera, presiono el botón de encendido y nada. «La batería»—, pensó. Mantuvo presionado el botón unos segundos y se encendió, la pantalla de carga brilló, los ruegos de Jade dieron su fruto y el móvil se mantuvo encendido.

Cuarenta minutos después de medianoche, los números del reloj dieron paso a las notificaciones y la pantalla cambió: cinco llamadas pérdidas de su casa y tres mensajes. Abrió el último “Jade, no salgas ten cuidado con ellos, no están…”. El móvil se apagó al tiempo que un gritó se escuchó en la distancia.

  • Mierda —susurró aterrada

«Tengo que salir de aquí —se dijo—, tengo que volver con mamá.»
Pero no se atrevió a mover, cerro los ojos apretándolos con fuerza, dándose ánimos entre la oscuridad.
Movió pesadamente los pies en dirección a la puerta, tomó la manilla, la entreabrió y apoyándose en la jamba oteó el pasillo, su corazón retumbaba en el pecho como queriendo escaparse a toda carrera. Se fijó en la tenue luz que provenía de la habitación de Catalina y en la luz que se filtraba por las cortinas del salón.
Jade cerró los ojos y los apretó. No tenía ganas de adentrarse en la casa pero, si la mujer podía contarle lo que estaba ocurriendo, merecía la pena el riesgo.
Atravesó la puerta, arrastrándose por la pared hasta llegar frente al cuarto, dio un rápido vistazo al interior, tragó saliva e ingresó.


Una mujer, despatarrada de espaldas sobre la cama, la cabeza colgaba fuera de su vista. Jade bordeó la cama a uno 6 pasos de ella, no se atrevía a verle la cara pero, por el chándal, que rasgado y con manchas rojas, podía distinguirlo como el que vestía la mamá de Ana.
Avanzó temblando, sus manos sudaban y su corazón retumbaba en sus oídos. Entonces logró verle bien. En efecto, se trataba de Catalina; la mujer se encontraba boca arriba con las piernas vulgarmente abiertas, le faltaban las sandalias y un calcetín blanco colgaba de su pie derecho, unas bragas negras desgarradas tiradas junto a la cama. Los muslos lacerados y el coño excesivamente abierto, desde donde escurrían restos de lo que parecía ser lefa mezclada con sangre. El vientre con profundas marcas de rasguños que iban desde las costillas hasta el monte de venus, manchando de rojo el caoba de los vellos púbicos,
Los pechos desnudos mostraban profundas marcas de dientes. De la teta derecha las marcas iban por debajo de la areola, mientras la izquierda le faltaba el pezón, arrancado de un bocado. Le habían mordido la garganta hasta casi decapitarla.
Jade volteo la cabeza haciendo grandes esfuerzos por no vomitar. Retrocedió tambaleándose hasta tocar la pared con el hombro, ubicó la puerta y huyó de allí a toda prisa.
Atravesó el pasillo, la sala y la puerta de calle hasta encontrarse en la acera, inclinada, con las manos en la rodillas y bufando.
Al verse al descubierto, corrió a refugiarse entre un tupido rosal esquinero que hacia las veces de valla en forma de L.
Jade se encogió, temblando y sollozando.

  • Cállate —le ordenó una mujer oculta junto a una Cruiser todo terreno—, por Dios no hagas ruido.
La mujer que se encontraba perpendicular a ella gruñó histérica, con los ojos desorbitados y los dedos crispados, se aferraba al guarda barros del coche.

  • Que ocurre? —le susurro jade
  • Que te calles puta de m….
La mujer vociferó en un tono más alto de lo debido. Entonces, unas manos la cogieron por la cintura y la arrojaron de espalda sobre el cofre del coche. Jade ahogó un grito cuando vio a un hombre abalanzarse contra la mujer; el sujeto media un metro ochenta, de complexión gruesa y musculado, vestía una camisa blanca, rasgada y manchada, dejando expuesta una tez pálida, sin vida.
Jade no apartaba la vista de la profunda laceración que el hombre tenia en el cuello, parte de la mejilla derecha la tenia desgarrada y colgaba hacia abajo de un color violáceo, de donde escurrían gotillas de sangre de vez en cuando.
El golpe hizo que la mujer perdiera la conciencia unos momentos, los que el hombre aprovecho para arrancarle el vestido de chalis verde musgo.
El hombre le levantó una pierna e inclinándose entremedio, le comió el coño.
Dándole un violento mordisco le arranco los labios vaginales. La mujer despertó y dio un estridente chillido de dolor.
Con la conmoción llegaron más asistentes. «Zombis? —se preguntó Jade—, que clase de zombis son estos?». Cuando vio al nuevo grupo de atacantes que se acercaban, con las mismas o peores heridas mortales que el hombre, se abalanzaron contra la indefensa mujer. Al frente iba una joven rubia, llevaba una falda tableada negra y los pechos al aire, se aferró a la teta derecha hundiendo las uñas en la piel y halando de ella. La mujer no logró moverse ya que, dos hombres se arrojaron sobre ella: uno con la piel chamuscada, se veía como si fuese una figura de chocolate derretida, el otro, el mango de un cuchillo le sobresalía de la mitad del pecho. El primero de ellos le enterró los dientes en la teta libre haciéndole sangrar. El del cuchillo aparto al hombre de camisa blanca de entre las piernas de la mujer, y tomándose el cipote, apunto y lo enterró de un golpe de cadera en el interior mutilado de la mujer.

Jade se arrebujó contra las rosas, podía sentir como las espinas atravesaban la delgada tela y se clavaban en su piel, sin embargo, a lo único que le prestaba atención, era a los desgarradores gritos que la mujer emitía.
La niña no soportó más y al creer que los zombis estaban tan ocupados como para no verle, se deslizo entre el rosal y se echo a correr por los jardines colindantes.
Corrió entre el césped y los cercos de setos pulcramente podados, alejándose de allí sin voltear.
Estremeciéndose cuando a lo lejos escuchaba un grito o un quejido, ocultándose donde podía, quedándose quieta; esperando que los zombis, en solitario o en pequeños grupos pasasen a su lado.

En la esquina, donde debía doblar al norte se encontró de lleno con una mujer. Cual amazona cabalgaba la verga descarnada de un zombi tendido entre la hierba.
Jade no podía creer lo que veía, la demencial escena se hacia cada vez mas repugnante. No sabia si la mujer se encontraba viva o era una de esas criaturas, no lograba verla desde donde estaba oculta pero, si estaba viva, como podría soportar ser follada por un cadáver?
La mujer se balanceaba sobre el hombre, los largos dedos revolvían sus rizados cabellos negros como la noche. Los turgentes pechos se agitaban enérgicamente, arqueando su cuerpo, apuntando sus pezones a la luz de la luna. El ser recostado, se sacudía amasando los firmes glúteos de la mujer al compás de la montada. Tras ella otro de esos zombis se le acercó y comenzó a magrearle las tetas, gruñéndole al oído. Entonces, un grupo de cadáveres animados se les reunió alrededor, esperando su turno para ocupar uno de sus agujeros.

Jade se hastió de ver la orgía zombi. Por un instante se tentó a reír a carcajadas al creer que se estaba volviendo loca, como pudo se contuvo, componiéndose y volviendo a correr en dirección a su hogar.
Una casa faltaba para llegar; saltó y se refugio tras la Honda de su vecino al ver un grupo de esos seres deambulando por la vereda de enfrente.
Cinco o seis cuerpos de hallaban despatarrados por la calle. Jade se escurrió tras la moto y avanzó por el porche se su vecino, cuatro calabazas adornadas se encontraban trozadas frente a la puerta de entrada. Al pasar junto a ellas, la chica se dio cuenta que una, no era una calabaza, era la cabeza cercenada del señor Ramírez, Jade se contuvo las ganas de vomitar obligándose a tragárselo, levantó la mirada y entre la penumbra de la noche logro ver a la señora Marina, desnuda, había atravesado el ventanal quedando ensartada por un enorme trozo de vidrio. Jade continuo avanzando sigilosa, preocupándose de quienes de movían por la calle, como por quienes podrían estar dentro del hogar de los Ramírez.
Se detuvo al ver la puerta abierta y dio una rápida mirada al interior, vio una silueta batiendo la pelvis contra un sillón. Jade por un segundo se preguntó, que es lo que estaba haciendo ese ser? Se respondió cuando sobre el apoya brazos vio un mechón de cabello rubio colgar como cascada. El hombre estaba follando a Katia, la hija de 12 años los Ramírez.
Jade recordó a su hermana, tres años menor que ella, y se consoló al suponer que la niña ya debería estar muerta. Fue entonces, cuando una pequeña mano emergió de entre los cabellos dorados y se aferró al lateral del mueble.
Estaba viva, comprendió alterada pero, que podía hacer para ayudarle? Al intuir que era incapaz de hacer algo por Katia. Se alejó con la imperiosa necesidad de llegar a su casa y comprobar que su familia estuviese a salvo. La cruel realidad le golpeo a la cara al encontrarse la puerta entreabierta.
De puntillas ingresó buscado señales de vida, la chica se sentía morir: estaba tan acojonada que a cada paso jadeaba sin cesar, por instinto abrió la boca para prevenir que le escuchasen. Al llegar al salón se encontró con indicios de lucha, vasos quebrados, sillas volteadas, jarrones reventados en el suelo.
Desesperada continúo hasta encontrarse con su hermana, recostada de espalda sobre su propia cama, desnuda y despatarrada. La cabeza colgaba del lateral mientras, un zombi de pie junto a ella le follaba la boca sin compasión, Jade podía ver como el cuello de la niña se hinchaba cuando la gorda polla del cadáver entraba profundo en su garganta.
Jade no alcanzo a llorar, en el cuarto contiguo se encontró a su madre; a cuatro patas sollozaba cuando el zombi le enterraba la polla en el culo, la mujer se sostenía gracias a que el ser le sujetaba jalándole el cabello: tenía una teta desgarrada emanando sangre y una profunda laceración en el vientre. Jade esta vez no pudo contenerse y vomitó, soltó todo, ya no había por que contenerse, si tenía que morir, lo haría con su familia.
 

Lobo85

Estrella Porno
Registrado
Mar 29, 2011
Mensajes
28
Likes Recibidos
23
Puntos
93
 
 
como de costumbre v1rgilio tienes una imaginación y relatos impresionantes, aún espero el cuarto escrito, gracias.
 

hela

Virgen
Registrado
Feb 14, 2017
Mensajes
20
Likes Recibidos
3
Puntos
6
Que pasó? Todavia estoy esperando la última parte
 
Arriba Pie