Cuentos de Halloween: parte 1/4

hela

Virgen
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Feb 14, 2017
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Muy buenas querido lector, hace unos días propusieron una dinámica a la cual tomé como desafió, y espero haber estado a la altura de tan fascinante noche.
Pues bien, antes de todo, quiero dejar claro sin ninguna duda lo que encontraran aquí y por ello, les daré 3 advertencias
-La primera: soy fan de Clive Barker y Richard Laymon, ya con eso creo que, queda algo más claro.
-La segunda: mi nombre es V1rgilio, y como todos saben, es el guía de Dante en su viaje al infierno.
-La tercera: será mí acostumbrada cita.




"Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada; la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!".​





Al que se anime a continuar. Muy felices pesadillas.




Cuentos de Halloween: Capitulo Cero “Excursión”




“La muerte es misericordiosa, ya que de ella no hay retorno; pero para aquel que regresa de las cámaras más profundas de la noche, extraviado y consciente, no vuelve a haber paz” Howard Phillips Lovecraft, ​





Borja estaba cabreado y lo demostraba, no solo rezongando o dando miradas asesinas cuando algo le distraía, sino que, expelía por los poros la mala leche que se gastaba. Y no era para menos, le habían traído a que supliera un turno que no el era suyo y con ello, interrumpido una jarana de cuatro días y un resacón de campeonato. «A quien cojones se le ocurría formar una excursión de curso en sábado?»—, se preguntaba una y otra vez mientras conducía el transporte escolar.
Sabía que tomar la quinta cubata era mucho pero, que mierda importaba: cuando era un Viernes noche y no tendría que volver a trabajar hasta el martes ¿Quién lo diría?

«Al menos no todos los cabroncetes participaron, esa ya era una ventaja. No tendría que hacer tantas paradas como de costumbre», pensó.
Y era verdad, tras Borja viajaban nueve estudiantes y una profesora, la señorita Gladis: una mujer que acababa de pisar los cuarenta bien conservados, cabello rubio y ojos pardos. No es que Borja la mirara mucho, él ya tenia novia y la amaba con locura pero, una mujer atractiva y que siempre vestía blusas blancas casi transparentes, dejando entrever el canalillo de los senos. Como hombre se le iban los ojos automáticamente.
Por los nueve chicos, eran siete chicas y dos chicos. Les conocía el nombre a tres de ellas: Noemí, a su hermano Arturo y otra niña llamada Ana, al resto no los conocía ni le interesaba hacerlo.

Allí iba, entrada la tarde y con una posición del Sol desfavorable para alguien que condujese con la cabeza a punto de estallar. Con los ojos entrecerrados pensaba en lo enojada que dejó a su novia, y en el disfraz que utilizaría el domingo en la fiesta de Halloween. Si podía convencer a su chica que él no tenía nada que ver con este contratiempo, que era parte de su contrato, y así contentarla. Cerró los ojos un segundo, menos tal vez. Entonces algo le despertó, justo cuando iba de frente a embestir la parte trasera de otro autobús.
Logró frenar y esquivarlo a tiempo, lo que le dejó notoriamente alterado, no por el susto de casi estrellarse sino que, por un momento vislumbro a una anciana, de pie en la calzada saludándole con dulzura. Una anciana idéntica a su madre fallecida hace 6 años.

Los regaños de la profesora y los alumnos no se hicieron esperar, distrayéndolo del misterio. «Al fin —pensó Borja—, será una anécdota más», y continúo su recorrido, dejando a los 10 alumnos en sus respectivos hogares.
La última fue la señorita Gladis, ella arrimándose a Borja y ofreciéndole una sensual sonrisa, le pidió que le dejase en el colegio, que tenía algo importante que hacer y luego se iría a su casa. Borja accedió embobado por la presencia de la mujer quien, en un brusco movimiento al sostenerse del pasamano y por muy inverosímil que pareciese, se le soltaron los botones abriéndose la blusa y dejando al descubierto ambos pechos.
Borja no perdía detalle de las hermosas tetas que Gladis ostentaba sin pudor frente al conductor — te gustan?—. Preguntó masajeándose los senos, apretándose los gordos pezones y frotando las anchas areolas color ámbar.
Borja asintió con la cabeza sin perder detalle, solo el hecho de la aproximación a su destino le despertó de aquel trance mamario. Gladis se guardo los senos dentro de la blusa, se la abotonó y con un — gracias por el viaje—. Se despidió marchándose.







Cuentos de Halloween: Capitulo Uno “Legado”



Arturo descendió del autobús escolar unos pasos tras su hermana Noemí, quien iba charlando animadamente con su nueva amiga Viorica.
La niña de 14 años (uno menos que su amiga) tenia una extraña aura misteriosa eso, unida a su extraordinaria belleza le mantenía, aunque él no lo quisiese admitir, completamente prendado.

  • De que te disfrazarás tú? —preguntó Noemí
  • La verdad es que, mi familia no es fanática de Halloween —respondió Viorica—. Dudo que me dejen disfrazar, mucho menos pedir dulces
  • No me puedes decir eso, tienes que acompañarme mañana en la noche —exclamó Noemí—. Con las ganas que tengo de pedir por la calle de la casa embrujada, allí reparten las mejores chocolatinas
  • No puedes hacer eso —remarco Arturo asustado—. Recuerda lo que ocurrió el año pasado?, mamá no te dejara ir
  • Y quien se lo va a decir…tú? Chivatas
  • Que ocurrió el año pasado? —preguntó Viorica intrigada
  • Dicen que unos tíos disfrazados de demonios secuestraron y violaron a una niña junto a la casa embrujada —respondió Arturo
  • Dicen…ese es el punto, dicen —recalco Noemí—, todo es una leyenda urbana para asustar tontos como tú, vamos a ir y Viorica me acompañara, no es así? —mirando a su amiga
  • Está bien —aceptó resignada—. Pero no podré disfrazarme, no me dejaran
  • No pasa nada, tengo el traje de Catwoman que usé el Halloween pasado, te cambiaras en mi casa y luego saldremos a pedir dulces.
En ese momento Arturo dejo de oír la conversación de las dos amigas que, animadas hablaban y hablaban hasta llegar a su casa. Viorica se despidió y prosiguió a la suya; cosa que a Arturo le causo cuidado, desde que conocía a la niña no tenia ni idea de donde vivía.


31 de octubre. 16:35


  • Que tal me veo? —le preguntó Noemí a su madre por séptima vez girando sobre sí misma.
  • Te ves bellísima —le respondió mamá apretándole las mejillas—. Igual a las otras veces que me preguntaste.
No contenta con eso, Noemí corrió a su cuarto, a mirarse otra vez en el espejo de cuerpo completo que tenía pegado a la puerta del armario, se giró y giró aceptando que el disfraz de ángel que vestía le quedaba perfecto: las medias blancas cubrían sus delgadas piernas hasta adentrarse por un vestido vaporoso, el conjunto lo completaba una blusa abotonada, del mismo color, un pequeño escote remarcaba sus incipientes senos contorneando por el arnés que sostenía las alas de plumas sintéticas, todo coronado por una aureola iluminada por luces led.

  • Noemí, llegó Viorica! —gritó su madre.
  • Hazla pasar, estoy en mi cuarto.
  • Pasa cariño, quieres comer o beber algo.
  • No, gracia señora Anais —respondió la niña—. Estoy bien así.
La chica avanzo con dirección a la escalera que conectaba la segunda planta y las habitaciones. Arturo, sentado el en salón veía como Viorica se adentraba en su casa sin tener el valor de hablarle, y es que, el profundo negro de sus cabellos que contrastaba con el blanco lechoso de su piel, hacían que el pobre chico se le trabara la legua al instante de querer dirigirle la palabra.
Arturo, tomó su videojuego y se conecto a jugar, intentando olvidar a la amiga de su hermana y por sobretodo, el pensar que ella se encontraba en el cuarto de Noemí, desvistiendo y enfundándose en el traje de látex negro de Catwoman, el mismo que usó su hermana el año anterior y que le marcaron tanto las tetas que tuvo una erección bestial con solo verla. Ahora, la preciosa Viorica lo vestiría y con lo desarrollada que tenía las tetas, mucho más que su hermana. El chico se ponía mal de tan solo pensarlo.

Una hora y media después, las dos niñas bajaron; Noemí llevaba el traje blanco de ángel pero, su amiga lucía un disfraz de demonio: las medias de malla negra que subían hasta el muslo, eran seguidas por una falda plisada de imitación piel, junto a un corset sin mangas de cuello alto y amarrado en la espalda por un cordón negro, remarcando sus tetas redondas y firmes, todo el conjunto era de un color rojo bermellón e iba complementado con una colita en punta, unos pequeños cuernos sobre su cabeza y un tridente de plástico.
Arturo no pudo evitar que su apéndice reaccionara con tan solo verle; las miró a ambas y luego se miro él, se deprimió al ver que su disfraz de pirata, insípido, parecía que lo compró en el Carrefour de última hora. Agachó la cabeza, dio un largo suspiro rogando al universo que le librara de su miseria y lo matara de una vez.

  • Creí que Viorica usaría tú traje de Catwoman—. Inquirió su madre.
  • Si, pero le gustó más este.
  • Cree que es demasiado…revelador señora Anais —preguntó Viorica mirándose los zapatos.
  • No, para nada, luces muy bella también —respondió la mamá de Noemí—. No es verdad, Arturo?
El chico se puso rojo y se fue corriendo a su cuarto, pasando por el lado de su madre sin siquiera mirarlas. Las tres mujeres se echaron a reír a costa de un avergonzado Arturo.

Ya entrada la noche, los demás niños del barrio salieron a pedir caramelos en hordas de monstruos, zombis, fantasma, princesas y otros tantos disfraces difíciles de identificar.

  • Ya es hora de salir nosotros también, ¿no crees? —propuso Arturo.
  • Si, parece que si —replicó Noemí, dándole la razón a su hermano para su pesar —. Mamá, ya nos vamos.
  • Que les vaya bien y cuídense, no se vayan a la urbanización vieja.
  • No, mamá —respondió Noemí.
Lo contrario era lo correcto, la principal parada de su recorrido dulcero era la mentada urbanización, la cual quedaba a unas cinco calles de su casa. Lo apetecible de las tres calles cuadradas era que, esas fueran las primeras edificaciones que se construyeron y las familias que allí vivían, eran de un alto poder adquisitivo, por consecuencia, los chocolates que repartían era de una calidad inmejorables, además, el aspecto solitario del lugar evitaba que muchos niños corretearan, dejando más para ellos.
Se decía que la famosa casa embrujada al final de la calle principal fue la primera en construirse, y pertenecía a un otrora importante empresario; claro que eso fue hace muchos años y tanto, la riqueza de su propietario como el cuidado de la casa fueron decayendo con los años. Convirtiéndose en una estructura descuidada y vetusta tal como su dueño: la descascarada pintura, el techo derruido, el jardín repleto de arbustos resecos, y de enormes porciones de hierba tan altas como un perro San Bernardo. Todo el conjunto le daba la clásica apariencia de una casa embrujada.
Su dueño, el señor Ibarra rara vez se mostraba deambulando por su propiedad o yendo a comprar al mercado local pero, pese al estereotipo, el anciano era muy amable y si podía ayudar en algo lo hacia, solo no poseía el dinero, ni las fuerza de reparar su hogar.


Los tres chicos eludieron todas las casas adyacentes y se centraron en llegar lo antes posible a la calle del señor Ibarra, desde allí ir de casa en casa pidiendo dulces.
Toda la calle estaba flanqueada por enormes árboles y cada casa demarcada por vallas de tupidos arbustos.
Tal como Noemí esperaba, las cinco viviendas a las que tocaron respondieron con enormes sobres de chocolates y dulces importados y muy, pero muy costosos.

  • Noemí, no quiero seguir, tengo un mal presentimiento y no quiero continuar —dijo Arturo casi suplicando—. Porque no nos devolvemos.
  • No seas miedica, nos faltan siete casas y voy a completar las siete casas, esta claro.
  • Si.
Pero no alcanzaron a avanzar más allá. Tras de un enorme tronco emergió una silueta disfrazada de demonio

  • Pero que tenemos aquí —dijo el hombre acercándose—. Una sexy ángel, una sexy demonio y un capullo en un feo traje de pirata ¿Cuál prefieres?
  • Yo me quedo con la ángelita —replicó una voz tras los niños.
Tres hombres con sendos disfraces de demonios salieron de entre las sombras y se les acercaron por las espaldas: uno de ellos, que llevaba una mascara de demonio con cuernos de carnero enroscados hacia la nuca, se aferro a los hombros de Noemí como queriendo apartar a su presa

  • Esta es mía.
  • Suelta a mi hermana cabrón! —gritó Arturo acertando un punta pie en la pantorrilla del atacante.
  • Capullo de mierda —ladró el hombre lanzando un poderoso golpe en la boca del estomago del chico.
Arturo cayó retorciéndose del dolor, Noemí intento defender a su hermano, pero un segundo hombre con una mascara de demonio, fabricada en látex de color rojo y negro y grandes colmillos amarillos, interceptó a la niña y la redujo retorciéndole un brazo. El primer agresor cubierto por una túnica negra y cuya mascara, al igual que la de sus amigos, era en forma de demonio, con pequeños cuernos retorcidos y una abundante barba cana, retuvo a Viorica comprimiendo su boca con la mano para evitar que gritase.
El demonio que golpeo a Arturo regresó a por Noemí, arrebatándosela al de colmillos, la calabaza de plástico que cargaba se soltó de los laxos dedos de la niña provocando que los dulces y chocolates se disgregaran por el suelo, no mejor suerte corrió las alas de blancas plumas que, con el forcejeo se desgarraron cayendo por trozos al suelo.

  • Búscate la tuya o espera a que termine —dijo sometiendo a la niña y arrastrándola consigo.
El cuarto demonio este, disfrazado como payaso demoníaco, antes que le dejaran sin presa, levantó a Arturo que todavía se oprimía el estomago del dolor y se lo llevó siguiendo a sus colegas.

  • Mierda —exclamo el de colmillos—, otra vez de segundo, pero como no me dejen un culo virgen para romper me voy a cabrear.
  • Ya cállate, yo tengo mi culito para reventar —acotó el payaso, acarreando al chico casi a rastras.
Los cuatros demonios y sus victimas se refugiaron tras unos tupidos matorrales en el jardín abandonado de la casa embrujada. Los niños, intuyendo su destino lloraban y pataleaban infructuosamente.

  • Se útil y ayúdame a quitarle los calzones —ordenó el carnero.
Como el colmillos era el único sin presa, se acerco a Noemí y forcejeando unos momentos, le rompió el elástico de las bragas arrancándoselas y rasgando la falda al mismo tiempo, dejándole el culo al aire. El carnero ayudado por su amigo aprisionaron a la niña, le comprimieron el pecho sobre la hierba seca, entonces, el hombre se retiro la mascara de carnero, lo suficiente para llenarse los dedos de saliva y untar el virginal coñito de Noemí. Se sacó la polla de entre una abertura en el pantalón que ya tenía preparada para esa función, se la lubricó con el mismo fluido, y se preparo para penetrarla, bajo el constante sollozos de la niña.

Arturo, estaba desesperado viendo como se preparaban para violar a su hermana. Forcejeaba revolviéndose y pateando hasta que, unos metros a su derecha, el demonio de barba extrajo una navaja de entre sus ropas, y moviéndola con tal pericia que cortó el cordón del corset y el vestido en un solo movimiento. Despojando a Viorica de su vestimenta, exponiendo su pálida tez ante todos.

Con la visión de las redondas tetas del tamaño de manzanas, los diminutos pezones rosados, el brazo del violador aferrándose a ella por debajo de las axilas y la mano derecha enterrada entre las piernas de Viorica. Arturo no pudo evitar empalmarse olvidándose del pronto abuso de su hermana.

  • Será mejor que me lleve a esta puta a otro lado o el capullo me la quitara y se la follara el mismo —dijo el barbas de forma sarcástica.
  • Es cierto —repuso el payaso—. Se esta empalmando viendo a tú coño follable.
El colmillos se acercó, bajándole al chico los pantalones dejando al descubierto su polla. Arturo apartó la mirada de vergüenza cuando Viorica le quedo mirando con los ojos de terror llenos de lágrimas. El niño no soportó la impotencia, no podía ayudarles y para peor, se excitaba con la aberrante situación, era de lo peor, sin embargo, no lidio mucho con sus sentimientos ya que, el payaso lo proyectó al suelo dejando su culito en pompa. No lo podía creer, se lamentaba la situación de las niñas cuando él, estaba por ser enculado por una gruesa polla de unos 19 centímetros.
Frente a él, el barbas cumplió su palabra y se aparto del grupo llevándose a Viorica a un lugar más íntimo, para poder usar aquel coñito a su antojo.


Con el rostro entre hojas y ramas resecas Noemí pudo sentir cuando su chocho se ensanchaba, dándole cabida a aquel capullo venoso que buscaba arrebatarle la virginidad.
Incrustándole el pene, abriéndole las carnes sin contemplación, desgarrándole la prueba de virginidad y adentrándose profundamente en su interior. El sujeto, no contento con ello, deslizo las manos desde de la cintura donde la retenía, bajando hasta colocarlas en ambas nalgas separándolas para luego, enterrar ambos pulgares en el ano de la niña.

El grito de su hermana casi le para el corazón, la habían penetrado, estaba seguro que el cabrón se la estaba metiendo, Arturo apretó los dientes y crispó los dedos tanto, por el suplicio de Noemí como del suyo propio porque, en ese momento el payaso le hundía la polla en el culo.

  • Aguanta putita —le susurraba el payaso—, aguanta así como tu hermana esta soportando las estocadas de mi amigo o como la otra puta lo esta gozando, no escuchas sus gemidos.
Y era cierto, tras el cerco de matorrales y maleza provenían estruendosos gemidos y alaridos.

  • Que mierda! —exclamó el carnero follando a Noemí—. Yo también quiero un poco de ese coño.
  • Toma —dijo el payaso, desmontando a Arturo y ofreciéndole su culo al colmillos —. Sea lo que sea que esta haciendo ese cabrón no quiero perdérmelo.
El colmillo no perdió tiempo y en cuanto el ano del chico fue liberado, se apoderó de el penetrando el largo de su polla de una estocada.

  • Deja de tocarnos las narices —dijo el payaso dirigiéndolo al origen de los ruidosos quejidos—. Esa puta no puede ser tan buena.
Pero, él demoró unos segundo en adaptar sus ojos a la oscuridad reinante entre la alta hierba, por alguna razón, esa parte estaba más oscura que el resto del jardín. Avanzó a tientas, hasta tropezar con una especie de rama densa, gruesa y dura, le dolió el pie y por ello quiso averiguar de que se trataba, la sostuvo entre sus mano, era pesada pero a su vez elástica

  • Que mierda es esto — dijo.
Cuando se dio cuenta que sostenía un brazo, un brazo humano fue tarde, un haz de luz, una claridad siniestra iluminó el horrible panorama que se le presentaba frente a él. Jirones de carne, miembros mutilados y viseras se esparcían entre el pastizal estéril, y frente suyo, la figura demencia de un ser, erguido, delgado, de filosas garras en lugar de dedos, retorcidos cuernos sobre su frente y membranosas alas que se extendían de su espalda. Y en su mano izquierda, la cabeza cercenada de su amigo.
Intentó gritar, pero el ser saltó a su cuello, y hundiendo unos afilados colmillos, le arrancó un pedazo de carne sanguinolenta de la garganta. El payazo se llevó las manos al cuello como queriendo estrangularse el mismo, intentando evitar que la sangre brotara a borbotones sin mayor éxito. Pretendió hablar, gritar, pedir ayuda pero, con los ojos en blanco se desplomó sobre si mismo en un charco de fluido carmesí.

Un demonio real, desnudo y bañado en un líquido carmín se encaminaba lentamente a por sus próximas victimas.

Arturo sentía que su culo reventaría, el hijo de puta que estaba sobre el arremetía con saña, golpeando el pubis contra las nalgas mientras le penetraba en una sucesión asfixiante. Sin embargo, poco podía lamentarse por sí cuando a unos metros tras él, su hermana se hallaba en su misma situación. El carnero se encontraba arrodillado sobre Noemí. A ella la tenía con las piernas abiertas; abrazándole las caderas del hombre quien, con una mano le oprimía el cuello mientras la otra se aferraba a la cadera de la niña marcando el ritmo con que, la congestionada polla entraba y salía del coñito pringado de fluido y sangre.

Arturo, con el suelo aplastándole la oreja izquierda, flexionado y mirando de soslayo hacia atrás. Logró ver una silueta en el cielo, recortando la noche y descendiendo silenciosa como el viento entre hojas frescas. El engendro se detuvo junto al hombre que continuaba follando a Noemí sin que este se diera cuenta. El chico le observó los centelleantes ojos de la bestia antes que se abalanzara contra el violador, le atenazó la zarpa derecha contra el cuello y lo levantó por sobre su cabeza, Noemí ni el falso demonio emitieron sonido: la chica fue incapaz por el terror que sentía, mientras, el hombre por tener la traquea triturada, lo intento, pero le fue imposible.
Las fauces del ser se posesionaran bajo el pecho del hombre y apretó, hundiendo sus filosas garras en el cuello, rebanándole la carótida y vertiendo la sangre tibia directo a su boca.
Cuando la última gota cayó, la criatura se deshizo del cuerpo prestándole ahora atención a Noemí, la niña trató de incorporarse, correr, o simplemente arrastrarse pero las piernas no les respondieron. El engendro la izó entre los brazos, sus membranosas alas de murciélago se extendieron a su máximo para luego, envolverla en ellas mientras le daba un beso de tornillo soltándole en la garganta la sangre de su violador.
“¡Noemí!” intentó gritar su hermano con pavor, pero lo único que se escuchó fue un patético gemido ahogado; al ver a aquel demonio acercársele, Arturo forcejeo para liberarse, el colmillos se aferró con fuerza y continúo martillando sin darse cuenta de todo lo sucedido. El demonio se aproximó con su piel perlada de carmesí, sus delgados brazos, sus garras resplandeciendo a la Luna, sus redondas y firmes tetas y erectos pezones.
Detrás de toda esa sangre roja y viscosa que cubría su piel, detrás de las garras en lugar de falanges, de la cola bífida que se balanceaba al caminar, de los ojos amarillos fulgurantes, detrás de los filosos colmillos y las membranosas alas de murciélago que nacían de su espalda, Arturo por unos segundos logró ver a Viorica, a la dulce y tímida Viorica, a la monstruosa Viorica.
Arturo apretó los ojos y cuando por su espalda cayó un líquido tibio y espeso y se esparció sobre él, rogó para poder despertar de esa horrenda pesadilla.
 
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