Creciendo

MikeDaBad

Virgen
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Jun 23, 2011
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El relato se divide en 2 capítulos, disfruten y no olviden comentar, gracias!:icon_razz:

Creciendo, mi primer gran amigo (Capítulo 1):

Mi primera vez con un amigo supuso el comienzo de algo especial y muy caliente. Así empezó todo.
Desde pequeño me ha gustado mucho masturbarme. Supongo que como a todos, claro. Siempre he tenido una visión del autoerotismo muy cruda: me gusta algo, pues lo hago sin sentirme culpable después. Por supuesto comencé yo solo, cuando los cambios normales en mi cuerpo comenzaron.



Con 11 años empecé a "conocerme". Al principio en la bañera o en la cama, momento s en los que podía estar desnudo sin interrupciones. Pronto comprendí que disfrutaba mucho tocándome. Así que lo hacía constantemente. Todos los días. En ocasiones varias veces al día. Lo normal, vaya.



Creo que enseguida se convirtió en una obsesión porque no pasaba un día sin masturbarme. Tuve acceso a algunas revistas y eso hizo crecer mi obsesión. Además, poco a poco salía más leche y eso supuso un nuevo plus a la diversión. Descubrí que me excitaba mucho el semen.



Siempre que podía inventaba una nueva forma de masturbarme. Entre mis piernas, frotándome con la almohada, con el chorro de la ducha. Quería disfrutarlo cada día más. Y así pasaron los siguientes años, haciéndome al menos una paja al día o, si había ocasión, intentando batir records poco a poco (por aquel entonces fueron 5, creo).



Pero por suerte lo mejor estaba por llegar. Yo había oído a compañeros de clase que decían haberlo hecho con amigos pero a mí eso me daba mucha vergüenza y ni siquiera me lo planteaba. Pero la tentación y la oportunidad llegaron de más cerca de lo que suponía.



Mi vecino, que tenía un año menos que yo (yo 14 y él 13), me llamaba de vez en cuando para jugar al ordenador en su casa o hacer algo. Fue así durante años. Pero un día sucedió algo inesperadamente: la conversación giró en torno al sexo.



Nunca habíamos hablado de eso pero él tenía un juego de ordenador de strip poker. Por esa época los gráficos eran malísimos, pero en aquellos tiempos no necesitábamos mucho. Jugábamos intentando desnudar a la tía y, sin darnos cuenta, nos estábamos excitando.



No es que se nos notase, pero ambos lo sabíamos. Mientras mirábamos los dibujos de las chicas semidesnudas empezamos a hablar de la paja que nos íbamos a hacer esa noche. El caso es que la cosa no fue a más y yo volví después a mi casa.



Pero ya había cambiado algo dentro de mí. Acababa de compartir un momento más o menos sexual con otro chico. Me sentía excitadísimo. Por supuesto esa noche esa fue mi "fantasía" en la cama, con el pijama y la ropa interior por los tobillos.



Yo no fui el único al que le impresionó el momento. A mi vecino le atrajo mucho la idea de retomar la conversación por donde se quedó, en compañía de nuevo del juego, así que volvió a llamarme al día siguiente. Esa vez sí que hablamos del tema.



Comenzamos a hacernos preguntas sin miedo a que fueran muy íntimas. Desde cuándo nos tocábamos, cómo lo hacíamos, cuántas veces. Además empezábamos a fantasear, intentando impresionar al otro. Él se inventó que un día se dio 15 pajas y que por las noches se hacía al menos 5. Yo me inventé una supuesta ocasión en la que me pilló mi prima. Quizás no nos dábamos cuenta pero intentábamos excitar al otro.



Aún así éramos muy cortados y tampoco pasó nada. Tuvo que ser la 3ª "cita" cuando se encaminara el tema, aunque tampoco fuera la definitiva por una torpeza mía. La madre de mi vecino trabajaba esa noche y me llamó. Pero esta vez, lejos de las imágenes pixeladas, lo que me tenía preparado era una película porno. Recuerdo esa noche como una de las que más rápido me latía el corazón.



Estábamos sentados de forma que él podía mirarme sin que yo le viese. Yo lo sabía y me gustaba. Descubrí esa noche que lo que más me excitaba era que me mirasen, más que mirar yo. Al principio empezamos a acariciarnos por encima del pantalón (cada uno a sí mismo, claro). Enseguida se formó un bulto en mi entrepierna que yo no intenté ocultar. De vez en cuando le miraba y le decía "uf, como voy de caliente", mostrando ese bulto como prueba. Así aprovechaba para ver el suyo, que no era menor.



Al rato me desabroché el pantalón para poder meterme la mano. Yo me miraba y me encantaba porque sabía que eso mismo era lo que él estaría viendo. Sabía que me miraba más a mí que a la película y eso me excitaba un montón. Y yo seguía llevando la iniciativa. No tardé mucho en bajarme la cremallera y mostrar mis slips hinchados.



Él también lo hizo y vi que estaba calentísimo. Se notaba en lo colorada que teníamos la cara. Los dos estábamos disfrutando el momento mucho y no queríamos que acabara. Bajé un poco mis pantalones para que se pudiera ver bien la forma que hacía mi polla en la ropa interior. Cuando metí mi mano en los calzones y empecé a tocarme directamente me di cuenta que si no tenía cuidado no podría controlarme y acabaría corriéndome. Pero no podía parar, me encantaba lo que estaba ocurriendo. Mientras me tocaba intentaba subir un poco el lateral del slip para que se me viese un poco debajo, mostrando parte de mis testículos. Eso tuvo que excitarle un montón porque dijo que iba apor servilletas de papel para corrernos en ellas.



Y aquí vino mi torpeza. Eso me puso tan cachondo, al saber que el momento era inminente, que vi que lo inminente era mi corrida. Intenté evitarlo pero no pude. Mientras él iba a por las servilletas yo estaba eyaculando en mi ropa interior.



Como comprendereis, no podía enterarse de eso. Avergonzado, le dije que tenía que irme, que había olvidado poner a grabar un programa para mi padre y que tenía que irme. Por supuesto se quedó a cuadros y yo me fui con el rabo entre las piernas... y mojado.



Me jodió muchísimo. El momento más excitante de mi vida hasta ese momento y yo la fastidié. Pero, por suerte, a la mañana siguiente no había clase aunque mi padre sí trabajaba. Llamé a mi vecino y le dije que viniera a mi casa. Esta vez era yo el que le preparó la porno.



Ambos sabíamos que el momento iba a ser ese. De nuevo comenzamos poco a poco procurando que el otro pudiera ver lo que hacíamos. Estábamos en mi sofá, uno al lado del otro, así que los dos podíamos observar cómo el otro se tocaba. Primero por encima del pantalón (yo llevaba sólo el pantalón del chandal, sin nada arriba) y, cuando el bulto ya se notaba, por debajo. Después nos bajamos los pantalones y empezamos por debajo del slip.



Intentábamos bajar un poco del calzón para enseñar un poquito, lo justo. La respiración iba subiendo y de nuevo nuestra cara enrojeció. Aunque era la 2ª vez que estábamos así, ahora era en mi casa, con mi porno. Estaba mostrándole cómo lo hacía cada día. Cuando noté que me excitaba demasiado, decidí que el momento había llegado, aunque tenía miedo de que pudiera venir mi padre. Le dije: "vamos al aseo".



Al recorrer el pasillo el corazón se me puso a mil por hora. Estaba a punto de ocurrir lo que habíamos deseado los últimos días. Cuando llegué me puse en una posición en la que me aseguraba que el me vería. Y simplemente lo hice: saqué mi pene erecto.



Lo hice poco a poco, bajándome el pantalón y la ropa interior un poco y lentamente para que, al liberarse, saltara como un resorte. Él solo dijo "uf" y acto seguido la mostró también.



Recuerdo ese momento como uno de los más excitantes de mi vida. Estaba delante de otro chico, un amigo con el que había crecido, con mi polla tiesa y acariciándome despacio. Lo más íntimo que tenía lo estaba compartiendo. Me estaba masturbando delante de alguien, que también lo hacía.



Le miré y me agradó ver que me estaba mirando como me tocaba. Yo tampoco escondí mis miradas hacia su pene. Sentía mucha curiosidad ya que yo estaba circuncidado y él no. Me encantó ver como su prepucio resbalaba por su glande. Me di cuenta que algunas gotas de semen iban saliendole. A mí también. Pero preferí que acabáramos en mi habitación. Fuimos allí sin guardarnos las pollas y saqué una camiseta vieja y rota y la puse sobre mi cama. "Para corrernos", le dije.



Y acto seguido hice algo que me sorprendió después cuando lo pensaba. Me bajé toda la ropa hasta los tobillos y me coloqué de modo que pudiera verme bien, abriéndome de piernas para que pudiera observarme. Siempre he sido muy tímido pero en esa ocasión me desmelené. Quería que me viese bien. Mi polla, mis testículos moviéndose cada vez que mi mano bajaba y subía, mi respiración acelerada y mi boca entreabierta, mi cara de excitación. El se bajó un poco la ropa auque no tanto. Pero también me mostró todo lo que yo quería ver. Me encantaba ver su ritmo pausado y como la piel cubría y descubría su glande. Él jadeaba mientras me miraba y en un momento nos miramos a los ojos. Los dos sonreimos y, con una cara de vicio impresionante, me dijo "estoy cachondísimo".



Eso fue lo que me terminó. Me levanté un poco, me puse de rodillas en la cama apuntando con mi polla a la camiseta y le dije que iba a correrme. No quería que se lo perdiera.



Empecé a jadear mucho y más fuerte y, con un pequeño "aaahhh", empecé a escupir ríos de leche. El primer chorro fue muy blanco y muy espeso. Una gran cantidad de semen muy blanco cayó en la camiseta. Después vino un chorro muy fuerte y luego otro. Yo estaba con la cara rojísima disfrutando la mejor corrida de mi corta vida y de pronto él dijo "hala, cuánta lefa". Si ya estaba caliente eso me remató. Así que otro gran chorro salió, a punto de manchar la sábana. Finalmente otro chorro como el primero, muy espeso y muy abundante cayó junto al resto aunque más lentamente y manchándome la mano al final, cuando empezó a resbalar por mi polla.



Me eché para atrás exhausto, siendo consciente de lo mucho que olía mi semen. Entonces me acomodé y, mientras me acariciaba la erección que iba bajando, seguí mirándo cómo se masturbaba. Aunque me gustaba mirarle, lo hacía más por él, ya que sabía que eso le ponía un montón. Él me observó atentamente mientras me corría y yo iba a hacer lo mismo. Además quería grabar en mi memoria ese momento para mis próximas fantasías.



Él se colocó en posición y yo me preparé, sin soltar mientras mi miembro. Jadeó unas cuantas veces muy rápido. Algo así como "ah, ah, ah, ah" y de pronto se corrió. Noté como mi polla respondía hinchándose un poco. Era la primera vez que veía a otra persona correrse delante de mí. Le miré la polla, viendo como la leche le salía a borbotones, haciendo ruido al caer y mezclarse con la mía. Le miré la cara, para ver el gesto de placer qe solía poner al correrse. Y vi cómo se relajaba y se recostaba sobre mi cama, cansado, mientras aún le salía un poco de lefa que caía en su vientre.



Nos quedamos callados unos segundos, respirando aún un poco fuerte. Luego nos levantamos un poco y nos reímos, él todavía con su polla en la mano y yo desnudo y rojo como un tomate.



Él se fue un rato después y yo pasé todo el día pensando en eso. Curiosamente, no volví a machacármela hasta por la noche. Supongo que con la enorme corrida que tuve fue suficiente.



Al día siguiente me sentí raro, como con vergüenza. Pensé que habíamos pasado una linea que cambiaría nuestra amistad para siempre. Y así fue. Pero no porque esa amistad se perdiese. Sino porque cambió a otra cosa.



Esa tarde me llamó para bajar a su casa. Me dijo que su madre no estaba. Y así fue como empezó todo. Con esa llamada me estaba diciendo que quería repetir lo que habíamos hecho y que no sería la última. Yo bajé sabiendo que íbamos a masturbarnos otra vez y así fue, aunque esta vez sin timidez.



Fue delante de una revista porno y nos desnudamos desde el principio. Mientras nos tocábamos hablamos de lo del día anterior y eso nos puso mucho más. Quizás esta 2ª vez no fuera tan excitante como la primera pero fue diferente. Al perder la vergüenza estábamos más cerca y ya no ocultábamos que queríamos que el otro nos mirase. Además tuvimos nuestro primer juego: hicimos por corrernos a la vez. Me gustó mucho y significó el comienzo de algo que duró años.*




Creciendo, perfeccionamiento (Capítulo 2):

Tras dar el paso con mi vecino, no quisimos quedarnos ahí. No sólo continuamos sino que fuimos mejorando nuestros "momentos compartidos".
Como veis me he decidido a registrarme. Me gustó mucho escribir el anterior relato y compartir mis recuerdos. Me excité mucho describiéndolo (ni qué decir tiene que disfruté aún más bajando mi erección) y aún hoy, que lo he leído unas cuantas veces, me la sigue poniendo muy dura al recordar aquellas vivencias. Así que pretendo escribir un poco de vez en cuando (si gusta).



Como ya conté, el día posterior a mi primera paja en compañía tuve la sensación de que acababa de pasar una linea que enrarecería mi relación con mi vecino. Mi sorpresa vino cuando me llamó para repetir. En esa segunda vez aparcamos la vergüenza y ambos fuimos conscientes de que aquello iba a continuar. Y eso me gustaba.



Supuso una liberación que aproveché para perder mis prejuicios. Seguía siendo muy tímido pero con él no me cortaba. Cuando nos masturbábamos no dejábamos de mirarnos y de hablar. Disfrutábamos observando al otro tocarse y nos ponía mucho ver que te observaban mientras te tocabas.



Como no queríamos aburrirnos, siempre intentábamos algo diferente. Si un día nos desnudábamos por completo, otro sólo nos bajábamos un poco la ropa, lo suficiente para mostrar la acción. Si un día nos corríamos en una revista (que se quedaba marcada -y muchas veces pegada- para siempre) al siguiente nos corríamos en la mano. A veces lo hacíamos salvaje (machacándonosla a tope) y a veces suavemente, mientras veíamos *una porno, sin prisa, corriéndonos en nuestra tripa.



También nos contábamos nuestros trucos personales (yo le conté lo de frotarme con la almohada y él me explicó cómo lo hacía con un calcetín y algo de gel de baño) y lo poníamos en práctica juntos. Algunas veces intentábamos inventar algo.



Un día que íbamos a estar solos unas horas nos metimos en la ducha y jugamos con el chorro. Probamos lo de aplicar agua caliente (muy caliente pero sin llegar a quemar) y acto seguido agua muy fría (y alternar). El hecho de que yo sostuviera la ducha y la apuntase a su polla o sus testículos era casi como estar acariciándole yo.



Una noche él se quedó a dormir en mi casa. Estaban mis padres así que no podíamos hacer nada hasta que nos acostáramos. Cuando nos fuimos a la cama cada uno se fue a su litera y esperamos un rato, el suficiente para que pensaran que estábamos dormidos. Entonces me bajé a su litera.



La verdad es que nunca lo habíamos hecho en la cama tapados con mantas. Otras veces lo hicimos pero siempre sin taparnos, para mostrar bien el rabo y lo que hacíamos con él. Nos gustaba mucho mirarnos. Pero esa vez no podíamos y me metí en su cama y nos tapamos. Me había llevado una linterna porque no tenía mucho interés si no podíamos vernos, claro. Nos bajamos el pijama y los calzones hasta los tobillos y nos pusimos uno frente al otro.



Cada uno se masturbaba a sí mismo pero estábamos muy juntos, tocándose nuestras piernas que iban calentándose por momentos. Además, al realizar el movimiento tan cerca, a veces mi mano rozaba su pene y su mano el mío. Entre eso y nuestra respiración cada vez más rápida y jadeante, ambos estábamos excitadísimos.



En uno de esos roces yo le susurré: "Joder, la tienes que tener durísima" y él me respondió de un modo que casi hace que me corriera: "¿Quiéres tocarla?". A ver quién decía que no. Cuando le dije que "claro" él paró, quitó su mano y abrió un poco las piernas. Me estaba ofreciendo su sexo. Recuerdo aquella situación y aquel "regalo" como uno de los momentos más íntimos, eróticos y bonitos de mi vida sexual (comparable a muchos de los momentos con mi novia actual o mis ex).



Yo se la cogí suavemente y noté lo caliente que estaba. Se lo dije: "está ardiendo" y empecé a subir y bajar. Fue una sensación muy extraña ya que, si lo recordais, yo estoy circuncidado y él no. Nunca había tenido que subir y bajar el prepucio pero creo que lo hacía bastante bien, para ser mi primera vez. Al menos él parecía disfrutar mucho.



Entonces me dí cuenta que notaba los latidos de mi corazón en la cara. Tenía que estar ardiendo porque parecía que iba a estallar. Y viendo mi polla, más gorda que nunca, no era lo único que explotaría. Así que le dije: "¿Quiéres hacérmelo tú?". No respondió, solo me la agarró y al hacerlo soltó un sonido de sorpresa. No sé si sería por la rigidez (estaba como una piedra), por lo caliente o por ser el primer pene operado que tocaba pero me miró y sonrió.



Yo mientras no me centraba sólo en su polla. También bajé y toqué sus cojones, notando cómo se movían produciendo la leche. Él también me lo hizo aunque yo los tenía más duros.



Como comprendereis, la cosa no duró demasiado. Yo había puesto unas servilletas de papel colocadas estratégicamente para corrernos aunque no había contado con el "cambio de pareja" que se había producido. Realmente yo estaba centrado en disfrutar. Tenía una sonrrisa en mis labios. Me estaban dando una paja y era fantástico. Pero además yo estaba dándole una paja a otro chico y, lejos de asustarme, me parecía deliciosamente excitante. Deseaba acariciar ese pene sabiendo que estaba provocando el mismo placer que me provocaban a mí. Y tenía muchas ganas de provocar por primera vez la eyaculación de otro chico. Quería hacer que se corriera y notar cómo salía. Oler aquello que yo había provocado.



Al poco tiempo de empezar a tocarnos (aunque se hizo bastante largo) él me dijo: "voy a correrme". Me gustó que me lo dijera. No sólo para evitar manchar las sábanas y tener que explicarselo a mi madre sino porque así podía prepararme para verlo. Bajé un poco el ritmo para que el movimiento no hiciera que salpicara fuera de la servilleta. Subí y bajé su piel por su glande y con la otra mano acaricié sus testículos. Entonces noté cómo llegaba. Él empezó a apretarme la polla conforme se acercaba y, aunque me dolía, no le dije nada. Al apretarme también me atraía hacia él. Nuestras caras se acercaron y, mientras su respiración se iba convirtiendo en un jadeo, acercó su boca a mi oído. Estaba corriéndose. Noté salir el chorro por todo lo largo de su polla hasta salir como una erupción de un volcán. Un gran chorro blanco y muy espeso le salió y aquél jadeo se convirtió en un grito susurrado en mi oído. Un "aaaahhhh" silencioso mientras me apretaba mi pene acompañaba a cada "disparo". Algunos chorros eran muy voluminosos y espesos hasta el punto de que caía un poco por ms dedos y otros erán más rápidos y líquidos. El olor, aunque ya lo había experimentado otras veces, era muy intenso. Más o menos al tercer o cuarto estertor noté como el que se corría ahora era yo. Intenté esperar mientras él seguía escupiendo. Ya no estaba cerca de mi oído sino que casi lo mordía. Sentía su respieración caliente y su saliba.



En cuanto vi que había terminado de correrse (o al menos la parte más voluminosa) le avisé que iba a correrme yo. Cogí sus manos y las apreté, una contra mis cojones y la otra contra mi polla, haciendo que subiera y bajar rítmicamente. Yo había abierto bien mis piernas y estaba jadeando casi como las chicas a las que veíamos en las porno mientras les comían el coño. Me daba igual, estaba teniendo la corrida de mi vida. Mientras veía cómo aún le salía a él algo de leche lentamente, yo hice el movimiento para apuntar a las ya empapadas servilletas (menos mal que puse varias, sabiendo que uno se correría en la lefa del otro, aunque no imaginé que así).



Y fue cuando exploté por fin. Él me apretó fuerte pero sin pasarse y acompañó cada chorro con su mano. Esa noche superé la cantidad de semen que escupí con nuetsra primera paja. Igual que él, se alternaban mares de leche espeso con chorros fuertes más líquidos. El olor de mi semen se mezcló con el suyo mientras yo iba terminando de correrme.



No sé cuanto tiempo me estuvo saliendo la leche pero fue bastante, como a él. Aunque nos habíamos corrido ya, aún seguían saliendo pequeños borbotones que caían lentamente sobre el charco blanco y mucoso de las servilletas. Ninguno de los dos soltó el rabo del otro durante un buen rato. Aunque ya no movíamos nuestras manos, seguíemoas agarrándonos el sexo mientras iba bajando la hnchazón.*



Al rato él soltó y nos miramos, jadeantes y extenuados. Nos reímos como lo hacíamos en todas las pajas que nos habíamos dado descubriendo cosas nuevas. Estábamos muy satisfechos. No solo físicamente sino también por haber dado ese paso. Fue quizás en esos minutos posteriores cuando nos dimos cuenta de cuánto lo deseábamos. Ambos queríamos que ocurriera pero no sabíamos como dar ese paso. La sonrisa también desvelaba la seguridad que teníamos de que aquello iba a repetirse muchas veces y mejor. Que esa excitación era el preludio de mucha masturbación mutua. Y era precisamente lo que deseábamos.



Cogí las servilletas con cuidado para que no callera nada y las escondí en una caja hasta la mañana siguiente. No pudimos quedarnos más tiempo en la cama, aunque solo fuera para que se rozaran nuestras piernas o para seguir tocando aquello que acabábamos de exprimir al máximo. Tenía que irme a mi cama y así lo hice pero con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos dormimos como unis lirones.



Dejo la continuación de este nuevo sexo más ínitmo para otra ocasión. Sí puedo adelantar que desde esa noche comenzó una fase de mayor contacto y mucha imaginación. Imaginareis que como tu al escribir esto me ha provocado un gran bulto durísimo en los pantalones así que, como comprendereis, me dispongo a masturbarme mientras releo lo escrito y antes de que vuelva mi novia.
 
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