Cosas que Pasan en Familia 002

heranlu

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Ago 31, 2007
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Después de ese día la tensión llegaba a su cumbre; todos sabíamos lo que sucedía, no había nada más que ocultar, excepto por mi hermana, quien cual estúpida es, aún pensaba que yo no sabía sobre su amorío con mi esposo y ni sospechaba que me estaba follando a su hijo, en sus narices.

Todo seguía de mal en peor, mi sobrino seguía faltando a clases cada que podía, eso sí, procurando que no me enterase, pero lo sabía. Mi esposo seguía de perro con mi hermana, además de que llagaba más tarde de lo acostumbrado, sabía que tenía otro amorío. Y la zorra de mi hermana seguía fingiendo que todo estaba bien. La muy hipócrita me saludaba todas las mañanas, mientras me apuñalaba por la espalada, como odio a esas personas. Y yo, estaba más desatada que nunca, cobrándomelas todas con su hijo.

Una tarde estábamos viendo la tv en la sala, mi hermana estaba arriba en su recamara y mi esposo aún no llegaba del trabajo. Yo acababa de salir de bañarme, por lo que tenía mi bata de baño en mi desnudo cuerpo, y mi toalla envuelta en mi larga y lacia cabellara. Me acerqué a mi sobrino quien veía una película de acción que parecía bastante buena.

Sin mediar palabra, me senté a su lado mirando fijamente la escena que se proyectaba en la pantalla. Sin que se cruzaran nuestras miradas, permanecimos un momento así, hasta que sus ojos se desviaban a mí. Lo supe porque pude ver como rotaba su cabeza con mi mirada periférica, pero no le volteé a ver.

Fingía ver interesada la película sabiendo que mi sobrino me espiaba de tanto en tanto, a sabiendas que debajo de aquella bata estaría completamente desnuda. Entonces abrí mi bata separándola de alrededor de mi cuerpo debelando mis senos al aire libre.

Me encantaba que me mirara, me enloquecía que me deseara con tanta lujuria, casi podía sentir su mirada acariciando mi cuerpo.

Sonreí como loca sin mirarle, temblaba, en parte por el frío, en parte por el juego de miradas y dominación. Pero quería más, así que lentamente estiré mi mano hasta su entrepierna para tocarle su bien parada tranca bajo sus pantalones de mezclilla.

Primero le acaricie suavemente, con cariño y ternura pero enseguida se lo estrujé con fuerza y brusquedad como exigiéndole sacarlo de su escondite.

No tardó mucho en leer las intenciones de mis dedos juguetones, cuando se desabotonó su prenda y tras bajarse el cierre se sacó su largo pedazo de carne dura y ardiente de sus calzoncillos. Mi mano continuaba con sus caricias, ahora sobre la tibia piel tersa del pene de mi sobrino, mojado por la tremenda excitación que le provocaba aquel momento. Que yo le provocaba.

Con firmeza deslizaba mis largos y delgados dedos con uñas largas sin esmalte, humedeciéndome con sus pegajosas secreciones que lubricaban el erótico masaje en su férreo miembro, de arriba abajo. Escuchando su respiración agitarse más y más hasta sentir una oleada de espasmos en su pene eyaculando entre mis dedos mojándolos todavía más de su blanquizco y caliente semen, cual le embarraba en toda su entrepierna, testículos y escroto durante todo su orgasmo.

Enseguida me lamí los restos de su semen en mis dedos y me monté en él. Su erección comenzaba a flaquear, pero tras restregarle mis grandes senos sobre sus mejillas para que comenzara a mamarlos, de inmediato regresaba su miembro, parado y potente bajo mis nalgas sentadas en sus muslos.

Desesperada y hambrienta de su duro musculo, me acomodé un poco y me lo mentí en mi ansiosa vagina depilada, bella y clara. Limpia después de un relajante baño que habría emblandecido la privada piel de mis labios vaginales por donde deslizaba su pene completamente bañado en su eyaculación, ahora mezclándose con mis secreciones íntimas, haciéndome exhalar un sincero gemido de placer al sentir todo mi cuerpo estremecerse.

Sobre él, me quité la toalla de la cabeza, soltando mi larga cabellera y comencé a cabalgarlo meneando las caderas intensamente de adelante hacia atrás, gozando con su largo pene dentro de mí, estimulándome hasta las profundidades de mi estrecha cavidad encaminándome al orgasmo.

Poco a poco, sentía toda mi vagina dilatarse, disfrutando placenteramente al montarme sobre mi sobrino, masturbándome con su falo dentro de la endeble y privada oquedad de mi delgado cuerpo. Gimiendo de placer, persiguiendo con desesperación hacerme venir rápidamente antes que su madre nos sorprendiera, o que mi esposo llegase a casa y me viera cabalgando a mi sobrino cual prostituta profesional descarriada.

Pero nada de eso me importaba, ni lo que pensara mi estúpida zorra hermana, ni lo que llegase a pensar mi mentiroso y asqueroso esposo. Solo me importaba una sola cosa. Yo. Era mi momento y solo me interesaba hacerme venir, algo que estaba a punto de conseguir, más cerca en cada movimiento de mi cintura estrujándome aquel glorioso pene enorme dentro mí.

Así, finalmente conseguía estimularme lo suficiente para conseguir exprimirme mi ferviente vagina, haciéndome gozar increíblemente un intenso y profundo orgasmo que relajaba todo mi cuerpo haciéndome suspirar de alegría y tranquilidad, desahogando mi sexualidad sobre mi sobrino, a quien abrazaba cariosamente, al fin dejándole descansar su asfixiado y exhausto pene de mí. De su caliente, loca, pero hermosa y escultural tía pervertida.

Lo besé. Fue solo un inocente y corto beso en la boca. Pero sincero, en verdad le entregué todo mi cariño en ese rozar de labios.

Todo eso me estaba gustando mucho, esos juegos de dominación y perversión me hacían sentir realmente muy bien. Lo necesitaba. Ahora me sentía de nuevo mujer, rejuvenecida y hermosa. Me encantaba jugar con mi sobrino, sabía que lo tenía como loco, que me deseaba y que gozaba conmigo. Eso me cautivaba y fascinaba adictivamente.

Húmedo desliz

En otra ocasión estaba en mi recamara con mi marido cuando le llegaba un mensaje, según él del trabajo. Pero yo bien sabía que era de su amante. Enfurecí, pero ya nada me importaba, sabía que aquella relación estaba muerta. En cambio, me reconfortaba con mi sobrino, me gustaba seducirlo y darle placer, al mismo tiempo que él me consolaba con su cuerpo.

Ese día lo vi pasar rumbo al baño con su toalla en mano. Sabía que su madre se había quedado en su habitación, así que bajé a la sala con la excusa de querer ver una película, pero en realidad bajé a por mi sobrino.

No me importaba dejar a mi esposo con mi hermana. Que se conformaran entre ellos. Yo tenía algo mucho mejor. Llena de malicia, entré al baño, mirando por un segundo como duchaba pasivamente. Ahí, me desnudé y entre para acompañarle bajo la regadera.

Lo había dejado boquiabierto, me encantaba sorprenderlo de esa forma. Dejé que me manoseara a su antojo. Era suya. Lo bese como loca. Después bajé a chuparle su ya bien parada verga. Me arrodille frente a él y me la tragué con desdén y brusquedad. Enseguida lo hice venirse en mi boca. Ya bien sabía que era precoz. Pero no me importaba porque también sabía que aguantaba dos venidas seguidas y que la segunda duraba más. Entonces me paré frente a él, aun relamiéndome su leche entre mis labios y le di la espalada parándole mi culito para que abusara de él.

De inmediato sentí su duro falo metiéndose entre mis nalgas hasta mi siempre caliente coño. Embestida tras embestida me comenzaba a follar como tanto me gustaba, duro, firme y profundo. Poco a poco sentía que me venía, así que me llevé mi mano a mi clítoris y comencé a estimularlo con pasión y locura para hacerme terminar más rápido.

Así, finalmente me hice venir mezclado la tibia agua de la bañera con los calientes jugos de mi eyaculación escurriéndome de mi vagina alrededor de su pene hasta perderse en el mosaico del suelo. Al mismo tiempo, permitiendo que mi sobrino terminará su segundo orgasmo sobre mis nalgas enrojecidas a mis espaldas.

Mesa para cuatro

Los días pasaban y mi perversidad iba en aumento. Mi hermana seguía viéndose con mi aún esposo, los continuaba viendo seduciéndose y tocándose por toda la casa, sabía que se tenían unas enormes ganas por cogerse el uno al otro. Ya no había reparo, todo eso me tenía harta, pero en el fondo me tramaba una enorme represalia entre manos.

Me estaba cocinando la venganza perfecta, una idea que me tenía encantada y llena de ansiedad, cual llevaría a cabo justamente después de la firma de divorcio de mi hermana.

Todo era perfecto, ese día sería nuestra redención. Un ultimátum a mi hermana para que se largara de una buena vez de mi casa. Lo lamentaba por mi sobrino pues no le volvería a ver más, pero las cosas debían de ser así. Era lo mejor.

Ese día era domingo y todos descansábamos. Toda la mañana mi esposo se la pasó con mi hermana en la piscina. Era lo que más me ponía colérica, pero ese día, era justo lo que quería. Sabía que de esa manera ambos se pondrían muy calientes. Justo como los quería.

Ya por la tarde ambos se tomaron una ducha, por separado por supuesto, faltaba más, con migo en casa. Primero entró ella, mi esposo esperaba en la sala con su toalla en mano, seguramente deseando que me largara para entrar a bañarse con la zorra.

Entonces me le acerqué y le pregunté directamente si quería entrar a bañarse con ella. Él enmudeció un momento antes de soltarse en risas nerviosas sabiendo lo obvio. Pero me puse firme y le repliqué la pregunta añadiendo que no me molestaría pues lo nuestro estaba perdido, mintiéndole al decirle que me gustaría mucho que se quedara con mi herma y no con otra.

Por supuesto que todo era una farsa. No había cosa que me enfureciera más que ser reemplazada por alguien de mi propia familia, pero todo formaba parte de mi plan. Sabía lo caliente y estúpido que era mi esposo y que no podría rechazar una propuesta así.

Se lo pensó. Había caído. Le rematé diciéndole que estaba todo bien, y que lo nuestro lo arreglaríamos después, refiriéndome a nuestro inminente divorcio, indicándole que ahora lo importante era que apoyara a mi hermana, dejándole así el camino libre para que procrastinará su infidelidad que tantos deseos tenía por realizar con su cuñada.

Así, salí un momento a la piscina fingiendo que me quedaría ahí un largo tiempo, dándoles espacio para que follaran a mis espaldas. Ingenuos, todo era parte de mi plan perfecto para vengarme de mi hermana de una buena vez por todas.

Tan solo esperé un poco y entré de nuevo a la casa, caminé hasta el baño y espié un poco tras la puerta. Ahí estaban los dos, besándose y cogiendo como perros en mi propia casa. Sonreí pecaminosamente y me encaminé al cuarto donde sabía que me encontraría a mi sobrino.

Al entrar, lo encontré viendo su móvil. Caminé hasta su cama con extrema lentitud, disfrutando de mi momento, y le pregunté retóricamente lo qué hacía, mientras me acostaba a su lado. Me respondió que esperaba a su madre, insinuándome que no intentará nada pues podría sorprendernos, casi suplicándome porque no lo acosara ahora mismo. Como si no lo supiese. Pero lo que él no sabía, era que quería justamente eso. Y no solo le coquetearía sino que le acomodaría la mejor de las cogidas de su vida.

Entonces me recosté estrechando su cuerpo contra el mío, recargando mi cabeza en su hombro viendo como se escribía con sus amigos desde su teléfono. No dije nada, en cambio, bajé mi mano hasta su entre pierna y comencé a tocarle su pene hasta endurecerlo por completo, sin mostrarle expresión facial alguna, con la vista fija en su móvil y mi mano en su falo.

Intentó quitarme la mano un segundo, el pobre realmente estaba nervioso y temeroso porque nos fuesen a sorprender. Incluso me reiteró que mi hermana no tardaba en regresar. A lo que le respondí que su madre estaba ocupada.

Acto seguido me deslice sobre su costado hasta su cintura, y recargándome sobre mi codo, sosteniendo mi cabeza apoyada en mi mano, comencé a desabotonar su pantalón. De nuevo intentó detenerme, pero no había fuerza suficiente que me hiciera retractarme.

Le saqué su pene y le di una buena chupada, quería hacerlo correrse la primera vez, pero no lo hizo. Quizá ya podía durar un poco más, o quizá estaba demasiado nervioso para concentrarse. De cualquier forma, estaba disfrutando mucho de la sabrosa chupada que le estaba dando su suculento pene. Así como de la venganza que estaba poniendo en marcha.

Ya una vez satisfecha, me saqué mi chupete de carne de la boca y le bajé los pantalones hasta quitárselos pues estaba descalzo. Por mera costumbre se quitó su camisa quedando así completamente desnudo. Me encantaba verlo así, tenía un cuerpo realmente escultural, no podía esperar a follármelo ya mismo, todo eso me ponía realmente muy caliente.

Pero quería disfrutarlo, gozarlo lento y placentero. Me paré frente a él, al pie de su cama, y comencé a desnudarme haciéndole un erótico baile mientras me desprendía de toda mi ropa como espectáculo de media noche.

Estaba muy feliz, me encantaba mirarle los ojos completamente excitado, a su vez, al verme bailar sensualmente. Ya no podía resistir un segundo más. También estaba muy excitada. Entonces me trepé en él y sin esperar un solo suspiro me dejé clavar por su parada polla hasta enterrármela por completo.

Me gustó mucho, realmente lo estaba gozando como nunca. Mi vagina estaba completamente mojada, por lo que me deslizaba a gusto cabalgando su largo falo por toda su extensión, dándome extremo placer en cada sentada.

Estaba como loca, perdida en el propio juego que había descarrilado mi mente, incontrolable por todas esas sensaciones sexuales y pasionales. Me llevaba las manos al cabello despeinándome con locura, estrujando mis senos con furor mientras subía y baja mis caderas con brusquedad en el falo de mi sobrino, cabalgando como profesional de rodeo persiguiendo con desdén aquel aclamado orgasmo que engalanaría mi travesura vengativa.

Nada me preocupaba, sabía que mi hermana estaría cogiéndose a mi esposo así que estaríamos a mano. Ojo por ojo, sexo por sexo. Estaba gozando como nunca, todo era perfecto, pero entonces se escucharon pasos. Enseguida mi sobrino intentó reincorporarse lleno de pánico. Pero no lo dejé. Me le recargue encima aumentando los movimientos de mi cintura estrujándome su pene dentro de mi vagina tan rápido como podía, diciéndole que estaba a punto de venirme, gimiéndole con toda mi sensualidad femenina directo al oído, con mis manos sometiéndole en el pecho.

-Espera, espera un momento. Me vengo, me vengo. Aguanta un poco cariño. –Le decía sinceramente entre agónicos clamores y sollozos de placer, escuchando los pasos de mi esposo y mi hermana cada vez más cerca, mientras yo me daba placer con el pene de mi sobrino en veloces movimientos al borde del orgasmo; haciendo rebotar mis grades y naturales senos endurecidos, gimiendo con pasión expresando con sinceridad toda esa excitación que me estaba provocando su largo pene dentro de mi lubricado cuerpo, mientras mi sobrino me suplicaba por que parara, aclamando que su madre nos encontraría, sin embargo, también a punto de venirse en mí.

Pero era justamente lo que quería, de eso se trataba todo. Quería que su madre nos viera ahí, follando como locos. Quería que me viera sobre su inocente hijo, clavándome su sabroso pene en las profundidades de mi hermoso cuerpo y que no pudiese hacer nada para evitarlo. No tendría cara para reclamarme sabiendo perfectamente que se acababa de follar a mi esposo en mis narices.

Y así sucedió. Finalmente mi hermana apareció en la puerta. Su hijo la vio primero y de inmediato intentó quitarme de encima, pero no pudo. Aquellos arrebatos y forcejeos por quitarme de encima y desacoplarme de su pene estacado en mi desnudo cuerpo, justamente en ese momento el muy tonto eyaculaba dentro de mi vagina, intentando ocultar su cara orgásmica de su madre.

No hacía falta voltear a verla, sabía que estaba ahí en la puerta, viendo como me exprimía toda la leche de su hijo en las cavidades íntimas de mi vagina, cogiéndomelo como loca, menando las caderas con exquisitez, sucumbiendo ante intenso incesto exhibicionista.

Y entonces finalmente me dejé venir sobre su hijo, quien no podía soportar más la tortura de mi cuerpo masturbándose con su pene recién exprimido, suplicándome por que parara ya. Pero yo estaba en mi propio orgasmo, mi vagina se dilataba y dejaba escurrir todas mis secreciones acuosas en todo su pene, embarrando mi eyaculación en sus muslos al relajar mi pelvis, gozando del momento orgásmico y por fin de mi aclamada venganza, haciéndome correr sobre mi sobrino, con su madre mirándonos impotentemente, esperando en la puerta a que terminara de venirme en su hijo.

Como toda una verdugo tras sufragar su cometido, al fin me levanté del pene de mi sobrino dejándolo desfallecer, adolorido y rosado, lleno de nuestros jugos orgásmicos, que le escurrían por todo el falo hasta sus muslos.

Enseguida caminé a la puerta, salí y la encontré. Ahí estaba mi hermana con la mirada baja, sin poderme decir nada, haciéndose la desentendida, mientras yo caminaba completamente desnuda a su lado habiendo dejado mi ropa en su recamara, junto a su hijo satisfecho de mi cuerpo, botado y olvidado.

Al pasar junto a ella, la saludé sonriéndole con hipocresía, antes de regresar a mi recamara desfilando engreída y orgullosa por el tremendo orgasmo que había experimentado y que había dejado mis piernas temblando como cervatillo en sus primeros pasos.
 
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