Apenas pude dormir pensando el lo que acababa de ocurrir. Penetrar a mi madre fue la experiencia más morbosa de mi vida. Y me encantó hacerlo. Me encanta verla desnuda, verla follar, y como no, follarla. Últimamente eso parece una costumbre, así que hay que aprovechar esa dinámica. Definitivamente, me gusta verla follar. Me da un morbo enorme. A ella le gusta, pero no se atreve a salir a la calle a comerse un rosco. Aun no ha vencido todos sus complejos, y ha de hacerlo, pues la vida pasa muy rápido y ya le quedan pocos años de plenitud sexual, así que tendré que ayudarla. Encendí mi portátil, y busqué un antiguo contacto. Era un hombre de 42 años, al que yo había conocido un año atrás, cuando a mi ex novia le dio por probar un trío. Evidentemente, yo no iba a hacerlo con ningún conocido, así que a través de un foro, contacté con el. Se llama Hugo, aunque según dice, casi todo el mundo lo llama Don. Como ya dije, tiene 42 años. Alto, delgado, con buena planta. Pelo oscuro y abundante, algo ondulado, nariz aguileña, unos ojos verdes que parecen atravesarte cuando te miran, y cierto aire distinguido. Estaba conectado al messenger. No había vuelto a verle desde nuestro primer y único encuentro, pero charlábamos con frecuencia, de forma larga y tendida. Y así lo hicimos esa noche. A la mañana siguiente, sábado, mi despertador sonó a las 10. Era pronto para mí, máxime cuando estuve hablando con Don hasta casi las 5 de la mañana, y la tarde anterior había sido un tanto movida. Pero bueno, había cosas que hacer, así que salté de la cama, y bajé a la cocina a por un café antes de ducharme, a ver si me despertaba un poquito. Bajé sin hacer apenas ruido, pues la escalera es firme, y la suela de mis zapatillas blanda, y, cuando entré en la cocina, allí estaba mi madre. Desayunando. Sentada en la mesa, con el periódico abierto a un lado , y al otro, café con leche, unas tostadas, mantequilla y mermelada. Llevaba una bata distinta a la de anoche. Esta era rosa, también de seda, una tela que a ella le encanta, y consume en abundancia. Imagino que no me esperaba tan pronto, pues su bata estaba holgada, y reclinada hacia adelante como estaba para leer el periódico, casi podían verse totalmente sus pechos. Se sobresaltó al verme entrar, y al ver la dirección de mis ojos, enseguida cerró su bata.
- Buenos días mamá, ¿Qué tal has dormido?
- Bueno – respondió – ni bien ni mal. Tardé en conciliar el sueño pensado en lo que hicimos ayer
- No le des más vueltas – dije – lo pasado pasado es. Quedémonos con el recuerdo, si es agradable, y dejemos el resto.
- Mamá ¿tienes planes para hoy?
- ¿Para hoy? No. Hoy no voy a hacer nada. Hasta pasado mañana que he quedado para comer con Elisa no tengo planes.
- Muy bien... pues si no tienes planes... no los hagas. Yo me encargo de ellos.
- No no no no no – replicó – No. que eso se que solo va a traerme problema
- Pues... para ser problemas, bien que disfrutas con ellos, ¿no?
- Ay hijo por dios.... que no son horas
- Vale... aun es pronto, si. Pero esta noche vas a invitarme a cenar. Yo elijo el sitio. Así que si vas a salir a algo, recuerda que a las nueve tienes una cita conmigo.
- Lo recordaré.
- Arriba bella durmiente, que he reservado mesa a las nueve, y si no, no llegamos.
- ¿Que haces? - preguntó
- Que voy a hacer.... prepararte la ropa de esta noche. Lo siento, pero soy tu asistente de moda.
- Yo también he de ducharme – dije – nos vemos a las ocho y cuarto. No te retrases.
- Veo que no dejáis de mirar a mi hembra – dije
- ¿Disculpa? . Respondió uno - ¿tu hembra? ¿quien es?
- Esa de negro a la que tanto miráis
- Perdona. La vimos sola y no sabíamos que tenía pareja. Hace un rato que la seguimos, y la vemos sola. Por eso la miramos.
- No te preocupes. Al contrario. Me encanta. Miradla. Sin miedo.
- Sois dos. - dije - ¿A quien de vosotros le toca intentar follársela?
- ¿Perdona? - Me respondió uno de ellos, el más alto
- Con mis amigos, si somos varios – dije – y nos fijamos en una mujer, solo uno intenta el ligoteo. Los otros se quedan al acecho.
- Nosotros preferimos presentarnos, y que sea ella quién elija.
- ¿Y si os dijera que podéis follarla ambos?
- Rosa, te presento a mis amigos. Hasan y Rachid. Señores, Rosa.
- Dime Hasan – Pregunté - ¿Qué es lo que más te llama la atención de Rosa? Di sin miedo
- Su trasero – contestó tras dudar un momento – está en su sitio, es bonito. Me gusta.
- ¿Y a ti, Rachid? ¿Qué es lo que más te gusta de ella?
- Tiene buenos pechos y no está gorda – contestó – Siempre me han gustado las mujeres con buenos pechos y poca grasa.
- ¿Estás loco? - preguntó - ¿Que estás haciendo con esos dos tipos? ¿y encima moros
- Tranquila, confía en mi. Solo vamos a jugar un poco con ellos, nada más. Es más, te propongo algo.... tu sígueme el juego... y cuando veas que ya no quieres más, solo tienes que decir Alfa. En ese momento yo pondré fin a todo. Será divertido, ya lo verás.
- ¿Alfa?
- Si, Alfa. Tu dices Alfa, y se acabó. Venga, volvamos... que esos dos no te quitan ojo de encima. Eso si. Ahora no te sientes enfrente, sino entre ambos.
- Vas a gozar como una loca. Confía en mí
- Señores – dije – creo que llevamos aquí demasiado tiempo, y el ambiente ya decae. ¿Me permiten ofrecerles otro lugar de recreo? Está cerca de aquí, a las afueras, pero podemos ir los cuatro en mi coche, ¿Que me dicen?
- La puerta del copiloto no se abre. Tendréis que ir los tres atrás... Rosa, ¿Por qué no tu en medio? Como en el local..
- Sabes Rosa.. a nuestros dos amigos les gustas mucho. ¿Ves como te miran, verdad? Aún nos quedan unos kilómetros para llegar a destino, y salimos a carretera... Deja que te quiten el sujetador, y así te vean mejor.
- Venga chicos, que no se diga.... ¿Tenéis miedo? ¿O es qué no sabéis desabrochar unos botones y soltar un sujetador?
- ¿Os gustan verdad? - dije – pues son vuestros. Uno para cada uno. Disfrutadlo.
- Señores, hemos llegado a destino. Villa Placer, sin normas ni vecinos, solo para nosotros. Rosa, no hace falta siquiera que te vistas.... no hay nadie... solo nosotros.
- Hace calor - dije. Y era cierto – habrá que ponerse un poco cómodo.
- Chicos – dije mirando al par moro - ¿Vosotros no tenéis calor?
- Ahora, Rosa, solo quedas tu.... deberías quitarte la falda. Anda, date la vuelta y quitatela despacito.
- Rosa ¿Alfa?
- ¡No! ¡No! ¡ No! Ni loca – contestó.
- ¿Que tal? - pregunte.
- ¡¡Uuuuuuuuuuuuuuuuufff!! ¡¡Guau!! Sensacional. No sabía que podía ser tan placentero estar con dos hombres.
- ¿Te ha gustado?
- Si. si si si.
- Me alegro... ahora, duchate. En esta bolsa tienes un neceser. Jabón, desodorante, dentífrico... todo para un aseo profundo. También tienes perfume, un peine, y una prenda de ropa. Pontela cuando termines. Voy a ver como van los moritos, y vengo ya.
- ¿Que tal, chicos? ¿Os ha gustado mi novia? Veis como no os vacilaba en el bar... hombres de poca fe
- Estuvo bien – dijo Rachid – madura pero buena. Me gusta. No me importaría repetir otro día
- A mi tampoco – dijo Hasan – buena hembra tienes. Me gustaría otro día, pero a mi solo. Y mas tiempo, a mi manera.
- Bueno.. nunca se sabe – dije – ahora, si queréis, os acerco de nuevo a la ciudad. Ella se quedará aquí un poco más.
- Mamá, ¿te falta mucho?
- No no, ya estoy. Enseguida voy.
- No no – respondí – de eso nada...tu no vienes. Hay que pagar el alquiler de esta casa. Acompañame.
- Es sencillo, madre. Tu te la pones, yo te preparo, me voy a llevar a nuestros amigos moros a la ciudad de vuelta, y luego regreso a por ti.
- No te entiendo cielo. ¿Me preparas? ¿Como me preparas? ¿Para qué?
- Para el dueño de la casa. Que se cobre su alquiler. Para conocer el resto, acompañame.
- ¿Que haces? Por dios,¿estás loco? ¡¡Suéltame!!
- Tranquila. El dueño de esta casa es de confianza. No te hará daño. Dejate llevar.
- Estate tranquila madre. Don te llevará al cielo. Confía en mi.
- Estas muy bien, Rosa. Mejor que lo que tu hijo me ha dicho. En un minuto voy a quitarte la mordaza. No te asustes. Y no grites. Aquí todos somos amigos, y nadie está contra su voluntad.
- Dime Rosa, ¿Quieres seguir?
- Si. Si. Por favor.
- Bien Rosa bien. Entonces, a partir de ahora, harás todo lo que yo te diga, y me contestarás solamente si o no. ¿lo has entendido?
- Si.
- Bien. Como esta postura es bastante incómoda, voy a soltar tus muñecas. Luego te quitare la bata, volveré a sujetar tus muñecas, esta vez a la espalda, y te llevaré a una silla.
- Rosa, ahora vamos a tumbarnos un poquito. Hay otras cosas que hacer.
- Vamos, Rosa, comete esa polla.
- ¿Te gusta, madre? ¿Disfrutas?
- Rosa – dijo Don – Te ha gustado por lo que veo. Otro día, repetiremos. Pero solos tu y yo.
- Quien sabe – respondió – Quien sabe.