Condición hormonal 1. Consulta ginecológica, versión mejorada.

Incestlover

Virgen
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Condición hormonal parte 1.Consulta ginecológica, versión corregida y mejorada.

Aclaración: Esta versión del capítulo cuenta con un mejor desarrollo, y en general pienso que está mejor escrita,
espero que lo disfruten, y si así fue no olviden comentar y puntuar.

SINOPSIS:
Una hermosa y sexy adolescente, afectada por una rarísima condición hormonal, acude al ginecólogo con su padre, quien le
receta un tratamiento que ninguno de los dos podría imaginar.

Esta historia está inspirada, en el excelente relato «El pequeño problema de mi hijo» de la Srta. y escritora Veronicca.

En una tarde nublada, un hombre japonés y su hija acuden al ginecólogo, en un pequeño edificio color gris de cinco pisos: una clínica
especializada en problemas de salud de los aparatos reproductores femenino y masculino.

Estaban los dos sentados en las bancas de la sala de espera de la seccion de ginecología aguardando su turno y nerviosos por la cita, cuando:

—Pueden pasar Sr. y Srta. Sayama, la ginecóloga los verá ahora—dijo cortesmente una joven enfermera de pelo negro y piel blanca, dirigiéndose al padre de la joven:
Un varón de 1.90 m de alto, de piel blanca, figura atlética sin ser demasiado voluminosa, vestido con camiseta y tenis blancos y unos
pantalones de mezclilla negros, y deslavados de las espinillas, de cabello café obscuro, largo hasta la mitad de la espalda, y con unos ojos que si bien no tenían unos rasgos
tan acusados como los de sus compatriotas—acaso fruto de algún mestizaje del que no tenía idea, y que explicaría tanto sus
ojos, como otros rasgos «no tan japoneses»— no quedaba duda de su origen asiático.

—Vamos mi amor—dijo con voz grave pero amable a su hija:
Una encantadora jovencita de 1.50 m de altura, de piel morena clara, de complexión esbelta como suelen ser las féminas del archipiélago nipón, pero con unas no tan típicas
anchas caderas, cuyo origen siempre ha atribuido a la genética de su madre quien cuenta con unas similares pero no tan amplias,
coronadas por dos grandes y firmes nalgas, heredadas de su madre, y trabajadas por ella, gran entusiasta de todo ejercicio que mejore
su exquisita anatomía trasera, la cual hace las delicias de todo el que la ve pasar mientras camina, ondeando sus amplias caderas y sacudiendo su carnoso y apetecible culo,
mismo que ni su uniforme de secundaria ni cualquier otra prenda logra ocultar.

Tales joyas óseas y musculares, son sostenidas por dos hermosos cetros: un par de hermosas, lampiñas y torneadas piernas, fruto de su gusto por saltar la cuerda,
ejercicio que siempre la deja sudorosa, transparentando su ropa, y dejando ver sus pequeñas y hermosas mamas adolescentes, de largo cabello lacio color castaño que llega hasta la mitad de su trasero, justo en frente de donde, bajo la ropa
se encuentra su ano, vestida con el típico uniforme azul marino, de las alumnas japonesas de secundaria y zapatos a juego, mostraba gran preocupación en sus hermosos ojos castaños,
su bella y pequeña nariz se agitaba con la hiperventilacion que le causaba el estrés, y su pequeña boquita de labios medianamente gruesos parecía estar a punto de gritar, pero era por su bien.

—D..de a..cuerdo papi—contestó la chica, con una voz dulce y femenina, cargada de vergüenza, la cual le hacía trabarse al hablar.

Ambos entraron al consultorio, y los recibió alegremente la doctora:

—Hola, pasen—dijo desde su escritorio la médico, una bella y curvilinea mujer de largo y lacio pelo negro, ojos cafés, un trasero firme, unos pequeños pero bien puestos senos, y de 1.65 m de estatura.

Más que médico, aquella mujer parecía modelo, y el Sr. Sayama pensó que era idéntica a la gravure idol Kokone Sasaki.

—Pasen y tomen asiento—dijo la profesional con una sonrisa—diganme, ¿Que sucede?

Padre e hija se sentaron en un sillón frente al escritorio de la doctora, y la joven hablo con enorme vergüenza:

—Es que...verá....cuando yo...me duele cuando...—intento explicarse la joven, sin éxito.

Viendo a su niña en apuros, el padre decidió hablar:

—Verá doctora, lo que pasa es que a mi hija le duele mucho cuando intenta ponerse un tampón, y también cuando se masturba—explicó el Sr. Sayama con una naturalidad que deja en claro,
que ve el cuerpo de su hija como lo más normal del mundo, visión propia de un buen padre presente en la vida de sus hijos.

—¡Papá!—replicó la joven avergonzada y molesta—¿Como...como sabes lo de la mas...? Bueno éso.

—Ay mi amor, es algo completamente normal y saludable, todas las jovencitas de tu edad lo hacen—explicó el padre en tono cariñoso y comprensivo.
— Típico, creemos que podemos ocultar algo a nuestros padres, y ellos se enteran de todo—dijo con calma la doctora, quien miraba a su paciente con gran interés,
pues pocas veces había visto a una chiquilla tan preciosa, y aunque era una profesional sería, no podía evitar sentirse excitada por la idea de revisar a aquella belleza.

—Vale, pero eso no explica nada acerca de cómo sabes todo éso—comentó la chica.
—Bueno, lo de los tampones tu me dijiste, y por éso ahora te compro toallas, lo de la masturbación fue cosa de que un día mientras «te bañabas» te escuche gritar, al principio creí que te habías caído, por eso te pregunté si pasaba algo, o si algo
se te había caído, y tu dijiste que nada, y eso me hizo sospechar, porque tu nunca me mientes.
—Espera, ¿También sabes lo del baño?—la chica estaba atónita.
—Pues si, ya que desde que tenías nueve añitos empezaste a querer bañarte tu solita, y bueno, luego de tu primer ducha sola, tu madre y yo sospechamos de que se trataba, lo que confirmamos luego de que lave el juguete que metiste al baño, pues olía
mucho a genitales femeninos, así supimos que ya te masturbabas, desde entonces ponemos música cada que te bañas, para que no temas ser escuchada, pero un día se fue la luz, y bueno ahí te escuche, dabas pequeños grititos seguidos, acompañados de uno que otro gemidito,
fue ahí cuando te pregunte, dijiste que nada, y bueno, concluí lo que pasaba, te dolía al masturbarte.

—Bueno, eso está muy bien, pero ahora por favor expliqueme lo que sucede Srta. Sayama—dijo la doctora, que había escuchado todo muy atenta, y no había
podido evitar pensar en aquella hermosa joven, masturbandose cuando tenía menos de diez añitos.
—Ayaka, doctora.
—Muy bien Ayaka, me dices que sientes dolor al ponerte un tampón y al masturbarte, ¿Te pegaste?
—No doctora, para nada.
—¿Has notado algo diferente en tu cuerpo?
—Si doctora, tengo la vagina como cerrada, y cuando intento meterme un tampón, me duele mucho, también al masturbarme, si me tocó el centro de la vagina, me duele.
—Ok, ¿Y has tenido problemas para ir al baño o para soltar gases?
—¿Pero como sabe?... Bueno si doctora, pero creí que eso era estreñimiento.
—Bien y, ¿Has notado alguna mejora si te masturbas?
—Bueno, si sólo me tocó el clítoris no me duele, así que me masturbo así, y cuando lo hago se relaja mi vagina—contestó sorprendida Ayaka, por lo mucho que la doctora sabía de su problema, sin decirle nada.
—Y dime, ¿Eso también relaja tu ano?—preguntó sería la doctora, ocultando muy bien la perturbación que le causaba imaginar la vagina y el ano de esa nena relajandose.
—Muy bien, por favor Ayaka, desvistete y ponte la bata que está al lado de la camilla, subete a la misma, y coloca tus piernas sobre las bases laterales.

Ayaka obedeció y la doctora se acerco para revisar, su cara mostraba calma, pero por dentro hervia de emoción, sus pezones podían rayar vidrio, su coño babeaba y su temperatura corporal aumentaba,
con toda la calma que pudo levantó la bata y dejo al descubierto las hermosas piernas de la niña, frente a sus ojos se encontraba una femenina pantaleta azul celeste bastante transparente, que dejaba
ver un adelanto de lo que venía a continuación, esforzándose por no babear, la doctora puso sus manos al lado de las caderas de su paciente y con lentitud bajo la ropa interior, tomándose el tiempo
para sentir la piel de la adolescente, tan suave y tan firme. Inclinada como estaba, su exquisito culo resaltaba a través de su pegado pantalón blanco, algo que noto el Sr. Sayama y más aún su verga, la cual comenzó a crecer ante tan delicioso culo,
alcanzando unas dimensiones bastante atipicas, para las proporciones usuales de su gente, y no pudo evitar pensar en lo bien que se sentiría encular a aquella hembra, pero mantuvo la calma,
después de todo, estaba ahí por salud de su hija.

En cuanto bajo las pantaletas, un delicado y sublime aroma inundó su olfato, mezcla de escencia floral, sudor y jugos vaginales, exitandola aún mas,
frente a ella, tenía un hermoso coñito enmarcado por una delgada capa de vello púbico, de morenos y gruesos labios mayores, y rosados labios menores,
coronados por un pequeño botoncito clitoriano, y por si fuese poco, sensualmente cubierto por una fina capa de sudor, en definitiva un hermoso y apetecible sexo femenino, que despertaba
en la doctora, un enorme deseo de saborearlo con gula.

Toda esa belleza era manchada por la horrible contracción de los labios menores, que parecían estar pegados con adhesivo,
y se veían muy enrojecidos, esforzándose mucho, la ginecóloga realizó la revisión, observando y palpando, y sin salir de bajo de la bata, preguntó a Ayaka:

—Y dime, al masturbarte, ¿Te duele más al tocar por fuera o al penetrarte?
—Me duele más cuando me meto mis deditos, por eso ya no lo hago.
—¿Y tienes mucho así?
—Sólo unas dos o tres semanas.
—¿Que edad tienes?
—Recién cumplí doce.
—¿Te empezó a doler cuando cumpliste doce?
—Así es doctora.
—Ok, voy a tener que revisar también tu ano y tu recto.
—Pero doctora, ¿Que eso no lo ve el proctologo?—mencionó el padre de Ayaka confundido.
—Si, pero esto es un problema ginecologico, una rara condición hormonal que también puede afectar el ano y el recto,
por eso debo revisarla también ahí.

Ayaka se volteó y puso su culito frente a la doctora, quien estuvo a punto de piropear tan suculento culo, y cuyo olfato volvio
a inundarse con el olor de aquella jovencita, un olor no de heces, sino de sudor mezclado con el aroma normal de un trasero bien aseado,
olor que no usuarias como perfume, pero que es muy excitante.

Con calma, la doctora examinó el ano de Ayaka, observando y palpando con mucho cuidado y delicadeza, a fin de causar el menor dolor, una vez
acabó, se enderezo, y dijo:

—Muy bien, ya se de que se trata, puedes acostarte sobre la camilla Ayaka.
—¿Que tiene mi hija, doctora?
— Cómo le decía señor, se trata de una rarísima, casi extraordinaria condición hormonal femenina, donde la paciente tiene un acelerado desarrollo sexual, y lo que se podría pensar como vaginismo
o estreñimiento, no es más que el cuerpo de su hija preparándose para tener una anatomía femenina sexualmente potenciada, llena de los rasgos
femeninos sexuales más atrayentes.
— Entonces doctora, ¿Quiere decir que mi hija se está haciendo muy mujer, muy rápido y...como decirlo.
—Si señor, es lo que está pensando, su hija, como se dice vulgarmente, va a estar super apretadita.
— Y ¿Porqué su ano también está siendo afectado?
— No hay una explicación exacta, pero por lo que he observado, en niñas con una condición como la suya, en especial un caso tan agudo como el de ella,
las hormonas causan tal alboroto, que bueno, no es por ser vulgar, pero, un ano muy apretado también es rasgo de una hembra potente, no pasa muy seguido, pero sucede,
en especial con chicas que tienen unas nalgas como las de su hija,.y por éso es que la masturbación alivia la presión, por la liberación de hormonas.
—Su cuerpo a su edad—empezó el padre.
—Si, esas caderas, esos glúteos, es por lo mismo, sólo que claro, ahí no hay músculos que se contraigan—interrumpió la
médico.
—¿Como puede aliviarse?
—Pues verá, y hablo completamente en serio, necesita ciertos ejercicios acompañados de una crema dilatadora, y una que dará fuerza a los músculos,
eso ayudará a que la vagina y ano de su hija no se cierren.
—¿Como son doctora?— preguntó Ayaka.
—Necesitas masajes por fuera y por dentro del ano y la vulva con los dedos, y necesitas tener un orgasmo al final, para liberar hormonas femeninas y reducir la concentración de las mismas lo más posible.

Ayaka y su padre estaban sorprendidos, y habrían estallado en risas de no ser por la seriedad de la doctora, quien no mostraba la más leve señal de que
estuviera jugando, es mas, ya había sacado los medicamentos.

—Bueno, entonces creo que le daré el espacio necesario para hacer los ejercicios—dijo el padre.
—Eh, no, no señor, esto no lo puede hacer ella sola—dijo la doctora seriamente—Estos medicamentos son muy potentes, deben usarse con mucho cuidado,
además deben hacerse por al menos 30 minutos, si ella lo hiciera sería fácil que se exceda en la dosis, o convierta la terapia en masturbación, y eso no la
ayudaría, por si fuese poco, y aquí viene una parte difícil pero que si puede hacer ella.
— ¿Que cosa doctora— preguntó Ayaka interesada.
—Bueno, este tratamiento funcionará mejor si antes te exitas, no hace falta mucho, apenas lo necesario
para que lubriques, te dilates un poco, y entonces si hacer la terapia.
—¿Para que necesita dilatación previa?
—Para facilitar la introducción del medicamento, pues si bien también va en las partes externas,
necesitamos que la medicina entre en contacto con la mucosa genital y anal, y para ello debe estar abierta, al menos un poco.
—En ese caso, ¿No convendría? Rayos no se como puedo estar diciendo esto, ¿No convendría que se masturbara hasta el orgasmo antes de la sesión?—preguntó el padre
—Si, eso podría servir, pero si de por sí ya será vergonzoso hacer la terapia, ¿Se imagina recordandole a su hija que se tiene que masturbar previo a la misma? digo, sin duda ayudaría, pero no se, sería más bochornoso, ustedes decidan.

Detectando la incredulidad en la cara del Sr. Sayama, la doctora le dijo:

—Se que suena descabellado, pero es verdad, es una condición rarísima, que desde que la descubrí, en más de 20 años de carrera,
sólo he visto otros cuarenta casos.

El Sr. Sayama aún no lo creía del todo, pero la doctora era una muy competente galena, y creía recordar haber leído al respecto,
y confiando más en lo que había leído, que en lo que la especialista decía, decidió confiar, no sin antes claro, hacer una primera sesión que le permitiría ver si lo que decía era cierto, y aprender como hacer
los ejercicios.

—De acuerdo doctora, pues hagamos la primera sesión aquí, necesito saber como hacerlo.
—Primero que nada, Ayaka, necesito que te toques un poco, si gustas pasa a la camilla, corre la cortina y tu papá y yo esperaremos en el pasillo.
—De acuerdo, ¿Pero que hago cuando este «lista»?
—Descuida, volveremos en diez minutos, y veremos si estás mojada y abierta.

Y así se hizo, pero la necesidad de hacerlo por razones médicas, el tiempo límite, tener que hacerlo sabiendo que su padre sabía lo que hacía y podía oírla, y claro
tener que dar resultados la cohibio por completo, y pasado el tiempo nada. Consiente de esto, la doctora le pregunto a Ayaka que pensaba cuando se tocaba, que la excitaba más rápido para tener un orgasmo
tocando sólo su clítoris.

Entonces la niña explicó que para eso, se tocaba viendo vídeos pornográficos de «penes grandotes»,
algo que empezó a hacer desde que vio su primer «pene grandote»

—Pero hija, ¿Donde viste tu un pene siendo niña— preguntó su padre avergonzado.
—Bueno, una vez...cuando estaba chiquita, jugaba a las escondidas con mis hermanos , y....

El Sr. Sayama de pronto recordó, llegó con su esposa ese día, fue algo rápido, un 69, recordó además oir risitas y creer haber visto a alguien salir disparada debajo de su cama, mientras su esposa y el devoraban sus sexos, y su hija no habría
visto nada sino hubiera estado debajo, y si su genética no le hubiera dado un pene fuera de casi cualquier cosa vista en el mundo normal, y es que pese a ser japonés, sus dimensiones bien le valían el apodo de «Sheng long» que le habían puesto las mujeres a las que había cogido antes de casarse.

—Te vi con mami, y ahí sentí que mi rajita babeaba y se calentaba, y aunque al inicio no sabía que hacer, use mis peluches para imitarlos y así aprendí a hacerme cosas ricas.
—Bueno, que se le va a hacer— dijo el Sr. Sayama tratando de parecer calmado, pero pensando para si acerca del hecho de que su nena le agarró el gusto a los penes grandes por él.

Así las cosas, la doctora puso vídeos pornográficos de penes enormes, y llevaron a cabo la primera sesión,
la doctora instruyó al padre de familia sobre dosis, tiempo, duración y recomendó que si bien con guantes reduciría la incomodidad, lo mejor era sin ellos, para evitar que el material de los guantes dañara las zonas afectadas,
Terminada la sesión todos se lavaron, Ayaka y su Padre salieron de regreso a casa, y la doctora terminó su turno, y esa noche en su casa se masturbo como nunca, pensando en todo lo vivido.

Continuará...
 

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Virgen
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muy bueno,hasta serio por unos momentos hace fantasear con el que pasara.
 

hector37nd

Pajillero
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Dic 15, 2020
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Que rica imaginación! Lástima que tantos relatos queden inconclusos, incluyendo este.
 
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