Con mi propia estrategia Parte II Audio Relato

darkyss

Virgen
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Con mi propia estrategia Parte II (Final)

Audio Relato: Con mi propia estrategia Parte II (Final)
Duracion: 1:22:38 Min
Formato: MP3

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Hace unos 12 años que me sucedió una de las historias más tórridas de mi vida. Me llamo Rosa, y, para los efectos de esta historia diré que tengo un hermano dos años más pequeño que yo, que se llama Luis.

Se que me quedé dormida poco después de darme cuenta de que, lejos de sentirme mal por hacer estas cosas con mi hermano, el morbo del incesto multiplicaba por mucho mi sexualidad, que narices, pensé, tengo 17 años, y voy a disfrutar a tope, tiempo habrá para poner freno a estas cosas.

El caso es que cuando me desperté sentÃ*a un cosquilleo en el coño, que poco a poco se fue transformando en un toqueteo...

Inexperto...

Extraño.

EntreabrÃ* los ojos con cuidado y para mi sorpresa:

¡ Estaban entre mis piernas los niños del quinto piso, los hijos del primo de mi padre !

En la almohada una nota. Era del cabrito de Luis. Como los niños estaban absortos, giré la cabeza y pude leer:

"Nos hemos tenido que ir a casa de Héctor porque su madre le ha encargado una cosa, en dos horas, a eso de las cinco y media, estaremos de vuelta. ¡Ah han venido los gemelos Marquitos y Pablo a verte. Les hemos dicho que estabas dormida y que no hicieran nada de ruido, que estabas muy cansada y se han metido en tu habitación, tu verás lo que haces con ellos".

¡Será guarro mi hermano! ¡Pues no me deja a solas con estos dos crÃ*os estando completamente en pelotas! ¿Qué hago ahora?

Lo primero que hice, simulando estar dormida, fue darme la vuelta. No querÃ*a que me vieran asÃ*, de tal forma que de esa posición podrÃ*a pensar como salir de aquella situación tan complicada.

Al girarme ellos se apartaron y yo les enseñé mi culo a los hermanos. En esta postura –que era en la que menos desnuda estaba– empecé a darle vueltas a ver como podÃ*a salir de esa situación.

La verdad es que era fácil, sólo tenÃ*a que despertarme e intimidarles por estar en mi habitación sin permiso mÃ*o, además les amenazarÃ*a con decÃ*rselo a sus padres, con lo que quedarÃ*a solucionada la papeleta de que ellos se lo contaran a alguien, pese a sus diez años, sabÃ*an perfectamente el riesgo que corrÃ*an allÃ*, y ellos mismos no hacÃ*an otra cosa que repetirlo de vez en cuando entre sus comentarios.

Iba a levantarme, cuando de pronto noté que me separaban los cachetes del culo.

"Mira", decÃ*a Marcos a su hermano gemelo, el agujero del culo y más abajo está el agujero de la rajita. "y está mojado", lo decÃ*a mientras me tocaba la entrada de la vagina con un dedo. ¿Se habrá hecho pis?

No pude evitarlo, la curiosidad que demostraban y el atrevimiento que tenÃ*an frente a aquello, me hizo perder la razón, todavÃ*a faltaba una hora para que volvieran mi hermano y su amigo y yo estaba dispuesta a experimentar hasta donde llegaban aquellos crÃ*os.

Si más me di la vuelta, ellos salieron corriendo de la habitación pensando que me habÃ*a despertado, pero al momento regresaron. Se fijaron en mis tetas, las amasaban como si fuera pan, con un dedo hundÃ*an el pezón, que volvÃ*a a salir duro por la excitación. Me juntaban las tetas, me las separaban, tiraban de los pezones, lo curioso es que todo aquello para ellos no era algo puramente sexual, sino que junto con esa carga de sexo, era como si les hubiera tocado la loterÃ*a: tenÃ*an a su merced una mujer completamente desnuda y dormida, para hacer lo que quisieran.

De momento experimentaban una fase de conocimiento, de saciar su curiosidad y a mi me ponÃ*a cachonda a más no poder. Les llamó la atención que no tuviera pelos en el coño, porque su madre si los tenÃ*a, y ellos también los tenÃ*an por lo que decÃ*an que no podÃ*a ser por que yo fuera más pequeña que su madre.

Cada uno por un lado, tocaron mis ingles, se acercaron a mi conejo, y cogiendo los labios mayores, estiraron cada uno para un lado, con prudencia, después, descubrieron la vulva, asÃ* que nuevamente cogieron mis labios menores y los separaron.

Inmediatamente, Pablo pasó uno de sus dedos, desde la entrada de la vagina, hasta el clÃ*toris, yo iba perdiendo la poca sensatez que me quedaba y ellos iban aumentando su interés.

"Mira –decÃ*a Pablo– esto resbala, parece un tobogán.

"¿Qué es ese bulto de ahÃ* arriba?", preguntó Marcos mientras tocaba mi clÃ*toris.

En aquel instante trataron de sacarlo, como si fuera un pequeño pene al que habÃ*a que descapullar. Con aquella maniobra, me hicieron daño, con lo que yo gruñÃ* y me movÃ* como si fuera a despertarme, por lo que dejaron de hacerlo inmediatamente.

Pero su curiosidad no les abandonó, por lo que empezaron a tocarlo con mucho más cuidado, y en un momento determinado, Pablo, volvió a su "tobogán". El dedo de Pablo por mi raja y el de Marquitos por mi clÃ*toris, me llevaron directamente al orgasmo, que disimulé dándome la vuelta y pegando mi desnudo coño contra la cama. Fue increÃ*ble.

Estando con el culo en esplendor, Pablo empezó a sentir una efervescencia sexual, habÃ*a olido mis jugos que habÃ*an quedado en sus dedos, y se los dio a oler a su hermano, los dos comentaron que la cola les habÃ*a crecido y se la enseñaron el uno al otro, solo tenÃ*an que bajarse los bañadores.

Yo que estaba centrada en evitar las contracciones de mi cuerpo por el orgasmo, sólo podÃ*a evitarlas adquiriendo una postura fetal, con lo que mi culo quedaba en pompa, momento en el que Marcos empezó a olisquear mi culo y como esa es una zona que a ellos no les parecÃ*a muy higiénica, pese a tenerlo completamente reluciente y sin pelos, empezó a hurgarlo con un bolÃ*grafo que cogió de la mesa. Era cuestión de tiempo que me metiera el bolÃ*grafo por el culo.

Nuevamente se reactivó mi orgasmo, pero más controlado, asÃ* que para escapar de la penetración con el bolÃ*grafo, me di nuevamente la vuelta, y fue al entornar los ojos cuando los vÃ*a completamente desnudos a los dos. Se habÃ*an quitado el bañador y asomaban sus colitas, inflamadas, con todo un aspecto infantil.

Marcos interrogó a Pablo: "¿Será por ese agujero por donde se mete la cola?".

No contestó Pablo, eso es el culo, por ahÃ* no se mete, se mete…

¡Por aquÃ*!, dijo Marcos, encontrando la entrada de mi vagina. Señaló con tanto empuje que metió medio dedo dentro, yo no podÃ*a más, iba disparada a otro orgasmo.

En ese momento, se les habÃ*a cambiado toda su curiosidad por sexualidad, ahora se habÃ*an excitado ellos tanto como yo.

Fue Marcos el que se subió en la cama, se puso entre mis piernas, acerco su colita a mi coño, y nada más tocarla, con la humedad de mi raja, se corrió. No era semen, lo notaba como un lÃ*quido calentito, pero no con el espesor del semen, eran apenas unas gotitas, que cuando se bajo de la cama, las notaba resbalar por mi vulva como si fueran apenas unas lágrimas, haciéndome unas cosquillas que reforzaban aún más mi ya casi eterno orgasmo.

"¿Qué tal?", preguntó Pablo casi con ansiedad.

"Se está muy a gustito ahÃ* dentro". Ese dentro no era dentro de la vagina, pues no habÃ*a conseguido penetrarme, él se referÃ*a dentro de la raja.

Sin más, Pablo se subió a la cama. El se fijó más y logró meter la cabecita de su pene en mi vagina, yo en aquel momento me di cuenta de lo adaptable que era el coño, pues no siendo grande ni mucho menos el miembro de Pablo, mi vagina lo tenÃ*a completamente cogido.

No pude evitar el golpe de cadera, y su órgano se metió un poco más, allÃ* mismo se corrió, con las mismas gotitas que su hermano. Me produjo un morbo pensar que me habÃ*a follado un niño de diez años que era la primera vez que él lo hacÃ*a, aunque no fuera consciente del todo, que empecé a correrme, sin poderlo evitar, pero cuando el sacó su medio miembro de donde lo tenÃ*a metido, se hizo pis sobre mis labios menores, sin poderlo evitar, aquel calor era la guinda que faltaba y además fue algo completamente inesperado.

En ese momento tenÃ*a que aguantar mi orgasmo, esperar a que terminara de mearse en mi coño, para después saltar como una gata contra ellos, haciendo que me despertaba.

Afortunadamente pude combinar mi inmensa corrida con la bronca que les eché. Ambos desnudos, corrÃ*an por la habitación buscando sus bañadores, y me enrollé en una sábana y les amenacé diciéndoles que iba a bajar a casa de sus padres a contar lo que habÃ*a pasado.

Ellos me suplicaron que no lo hiciera, que el castigo serÃ*a muy grande y que me juraron que nunca volverÃ*an decir nada y no volverÃ*an a hacerlo. La verdad es que nunca hablaron de este tema con nadie.

Mientras les acompañé a la puerta de la calle, ya más tranquilos, me prometÃ* que cuando fueran más mayores, para sus dieciséis años les prepararÃ*a una fiesta especial. Que mejor regalo, me dije, que en su cumpleaños dos chicos de dieciséis se follen a una chica de veintitrés.

De la puerta de la calle, a la ducha, y de allÃ* a mi cuarto, me vestÃ* con una camisa de algodón muy ajustada y una minifalda y con unas braguitas de color negro, del mismo color que la minifalda.

Los dos estaban a punto de llegar y yo esperaba ver cuáles eran sus nuevas intenciones, pues estaba dispuesta a dejarme hacer cualquier cosa.

Puntualmente sonó el timbre de abajo y yo no pude resistir recordar el episodio de por la mañana, en ese momento desee tener al portero a tiro para que me viera desnuda pero se jodiera sin poderme tocar. "Ya me ocuparé de este tipejo, pensé para mÃ*".

¿Diga?

Soy Luis, abre.

No me pidió nada, asÃ* que espere en el descanso de la escalera.

Al momento llegó Luis, pero sólo. "¿Y…? ¿Héctor?", pregunté, pensando en que tendrÃ*an preparada una nueva jugarreta.

"No viene, su madre le ha castigado, por no querer sacar al perro."

"Cosas de adolescentes" dije yo con aire de superioridad.

¿Y cómo ha sido?

Pues que según él le tocaba a su hermana, pero esta se ha negado a bajarlo y su madre se ha enfadado con él y le ha prohibido salir hasta mañana. Por cierto, dijo mi hermano, dice que esta tarde no cuente.

Ni lo sueñes, le dije, esta tarde cuenta, un trato es un trato.

Ya sabes que tiene muy mala leche, me dijo mi hermano.

Pues si Héctor tiene muy mala leche que se aguante, el acuerdo sigue en pie, llámalo y dÃ*selo.

Luis cogió el teléfono y se lo dijo. Luego colgó.

"¿Que te ha contado?", le dije yo.

Que muy bien, que te prepares para mañana, que te va a dar un curso intensivo, a ti y a su hermana.

"¿A Belén?" –que era el nombre de su hermana, un año más pequeña que yo –.

"Si, si", bueno, a lo nuestro.

"AsÃ* que te apetece dar un paseo", dijo mi hermano.

"¿A mi?", respondÃ* yo,

"Como estás vestida"

"Serán cabrón, y que querÃ*as después de haberme dejado dormida con los dos crÃ*os de abajo"

"Ah sÃ*, por cierto, como ha ido"

"Eso no te incumbe" le respondÃ* vehementemente.

"Hermanita –dijo mi hermano– en estos dos dÃ*as me incumbe todo"

DecidÃ* contarle la historia poniéndole cachondo a más no poder de tal forma que al final de la historia mi hermano habÃ*a cambiado su conducta dialogante, por la del salido de turno.

"Bien, a mi hermana le gustan las emociones fuertes". Vamos a la calle, que hoy hay fútbol.

No entendÃ* bien la relación entre una cosa y la otra, o sea, salir a la calle e ir al fútbol, pero me adelanté a seguirle.

"Un momento", dijo, que llevas ahÃ*, me dijo metiendo la mano por debajo de mi corta falda. "Esto está prohibido". Lo decÃ*a tirando de las bragas. "Fuera", me fui a mi habitación y me las quité, cuando salÃ* del cuarto, él estaba escribiendo una nota a papá "Nos vamos al fútbol, llegaremos tarde, no te preocupes, vamos en grupo".

Salimos a la calle, faltarÃ*a una hora y media para el fútbol, él me llevaba del brazo y cogimos el metro. Yo iba toda satisfecha, era la primera vez que salÃ*a a la calle sin bragas y con la falda de tablas, de esas que se abrochan a un costado, como las escocesas, entraba un fresquito especial por mi entrepierna, eso hacÃ*a que al ponerme cachonda, los pezones se endurecieran y se marcaran completamente en la camiseta de algodón blanca.

Subimos al vagón, que estaba medio lleno. Notaba las miradas clavadas en mi, más allá de mi belleza o de mi atractivo, estaba segura que las pasiones levantadas eran por que se me notaba completamente cachonda, salida por completo.

Al llegar a una estación que enlazaba con una lÃ*nea de metro que venÃ*a del barrio de uno de los equipos que jugaba, el panorama cambió por completo. Un ruido ensordecedor, gente de mil formas y colores, banderas, trompetas de plástico, gritos y empujones. "¡Todos al fútbol!" era la frase más coreada del vagón.

La lÃ*nea de metro terminaba donde el estadio, la habÃ*an prolongado hacÃ*a poco tiempo, asÃ* que hasta el final, habÃ*a que aguantar aquella marea de gente.

Pero no era casual lo de ir al fútbol. Entre aquellos apretones, mi hermano me dijo: "Suerte hermanita" y dicho y hecho, me desabrochó la minifalda y dando un fuerte tirón me la quitó, aquel movimiento me alejó como metro y medio de mi hermano, y aquella marea me apartó a un más de él.

¡Cabrón!, grité con todas mis fuerzas. Aquello generó un silencio en el vagón, más bien, entre la gente que me rodeaba. Entonces se fijaron, no tenÃ*a nada de cintura para abajo, salvo las playeras y los calcetines.

Se dieron cuenta que me habÃ*an quitado la falda y no tenÃ*a nada debajo. El griterÃ*o se hizo ensordecedor, me llevaron a empujones hacia un rincón del vagón opuesto a donde se entraba, y en el camino, desapareció la camisa.

Estaba muy asustada, pero sentirme manoseada por un montón de tÃ*os desconocidos hacia que subiera mi excitación. El punto más fuerte y definitivo fue cuando una vez en el rincón, una chica guapa, muy atractiva se lanzó a mis tetas y me las comió sin piedad y sin pudor. Será que por ser chica aquello me parecÃ*a de menor agresividad, el caso es que esta muchacha dijo:

¡Levantarla!

Inmediatamente me cogieron de las rodillas y los tobillos y pegaron cada una de mis piernas a las paredes del vagón, y como estaba en un rincón, me encontraba sujeta, como sentada en el aire y con las piernas en ángulo recto.

Ella pasó un dedo por mi coño, yo me habÃ*a excitado y levantando el dedo gritó:

¡Esta mojada! ¡Esta puta está cachonda!

Ese grito llegó a la zona más próxima del vagón, pues el ruido era ensordecedor, a partir de ahÃ*, uno por uno me fueron follando, y yo cada vez querÃ*a más, en lugar de enfrentarme a una situación que tenÃ*a perdida, decidÃ* disfrutar de ella. Y como lo hice.

Cuando faltaban como dos estaciones y después de haber sido follada por una buena cantidad de Chicos que no sabÃ*a quienes eran porque siempre tenÃ*a una polla dentro pero un montón de caras delante, después de chuparme los pezones, metérmela por el culo, me dejaron caer al suelo y se fueron masturbando sobre mÃ*. Si en aquel momento no me volvÃ* loca, no lo haré nunca.

Recuerdo que el tren se paró y se vació de gente, frente a mi, mi hermano con la falda y la camiseta que habÃ*a recuperado, yo, sentada en el suelo, en el rincón, literalmente en un charco de semen, con el pelo empapado de semejante jugo varonil, desencajada por el placer y agotada.

"¿Qué más quieres de mÃ*?", le pregunté a mi hermano, quizás para quitarme la culpabilidad por aquel momento de placer tan retorcido que habÃ*a tenido. "Me has convertido en una puta", le dije.

Él parecÃ*a no hacerme caso, me tendió su mano, me levantó, secó mi culo de semen con su pañuelo y de dijo "vÃ*stete".

Entramos al campo, fuimos a la grada, yo me fui al baño a quitarme todo aquel semen seco del pelo que se habÃ*a quedado duro.

Era la primera vez que me sentÃ*a mal. CreÃ* que me habÃ*a convertido en una especie de ninfómana, en ese dÃ*a lo habÃ*a probado casi todo y todo lo que habÃ*a probado me habÃ*a gustado. Pero la verdad es que habÃ*a llegado a mi lÃ*mite.

Para mi sorpresa, mi hermano no hizo otra cosa que ver el partido, sin tocarme ni nada, la verdad es que debió pensar que se habÃ*a pasado.

Al terminar el fútbol, cogimos el metro de vuelta. Esta vez habÃ*a menos gente. Ya habÃ*a pasado un tiempo suficiente para que recuperara fuerzas, y rememorar las escenas del viaje de ida me iban poniendo a tono. Mi hermano seguÃ*a a mi lado, sin decir palabra.

"Aún es pronto", me dijo Luis, "vamos a bajarnos dos paradas antes y paseamos un poco". AsÃ* lo hicimos. El paseo era agradable, la noche era cerrada, si no fuera, naturalmente por las luces de la calle.

Atravesamos el parque, grande mucho más oscuro, donde habÃ*a parejas disfrutando de su sexo, entonces mi hermano me dijo "espera". Yo me quedé quieta en medio del césped, el me volvió a soltar la falda y a quitar la camiseta, me tumbó a su lado, me acarició, yo me reconciliaba conmigo misma y con él.

De forma suave, muy suave, me acarició, chupó mis pezones, paso la lengua por el borde de mis aureolas beso mi coño, pasaba la lengua muy suavemente por mis ingles, era una excitación pero mucho más acompasada, mucho menos brutal que las de antes.

Yo disfrutaba con aquellas caricias y simplemente, deje que me follara, llegué a un orgasmo diferente, más pausado, más Ã*ntimo, y los recuerdos de ese dÃ*a resonaban en mi cabeza excitándome aún más, pero la quietud de la noche y las cualidades amatorias de mi hermano, hacÃ*an que no me sintiera tan animal como en el vagón del metro, aunque aquello me excitara.

Noté su polla en mi clÃ*toris y como restregaba su punta y lo rodeaba una y otra vez, noté como paseaba su rabo por mi vulva hasta que me penetró hasta los huevos. Nuevamente estaba empapada, y me deje llevar, me folló como los ángeles.

Después de vestirme, lo hizo él, nos fuimos a casa, me di un baño, durante un buen rato y tras aquello, me fui a la cama, sólo con unas bragas, pero tenÃ*a todo tan sensible que tuve que quitármelas, asÃ* que completamente desnuda, me quede dormida profundamente.

A la mañana siguiente me desperté con la extraña sensación de haberme meado encima. Al abrir los ojos me quedé perpleja: Héctor se habÃ*a metido en mi habitación y se habÃ*a traÃ*do a su perro y lo tenÃ*a justo entre mis piernas, lamiéndome el coño con esa inmensa lengua y para animarle, de vez en cuando echaba unas chorrito de zumo de naranja sobre mi raja, eso era lo que me daba sensación de haberme meado.

Fue una sensación muy desagradable y recordé algo que creÃ*a olvidado. Fue cuando yo tenÃ*a unos nueve años, por lo tanto Héctor tenÃ*a siete y su hermana 8. En casa de Belén y Héctor siempre han tenido perro, y aquella tarde ya lejana, jugando en la habitación, Héctor trajo al perro, que a mi me daba miedo, asÃ* que entre su hermana y él me hicieron desnudar con la amenaza de que si no lo hacÃ*a me lanzarÃ*an al perro. Yo me quité toda la ropa, pero con todo y con eso lo soltaron y pase muy mal rato, hasta que ellos me sujetaron a mi, me tumbaron boca arriba y mientras el perro olisqueaba mi rajita, ellos se dedicaron a darme su sobo impresionante, luego Belén se desnudó y dejo que el perro le comiera su coñito, mientras yo me vestÃ*a y me marchaba de la habitación.

Ese era el motivo por el que me caÃ*a tan mal Héctor, y en aquel momento se me ocurrió la forma de vengarme, casi sin esforzarme lo más mÃ*nimo.

Empecé por preguntarle donde estaba mi hermano, y Héctor me contestó que le habÃ*a dado unas fotos de su hermana Belén y que habÃ*a ido a "convencerla" para que pasáramos la tarde juntos, "ya te advertÃ* ayer –dijo– que hoy me vengarÃ*a de ti y de mi hermana.

Sabiendo que a mi hermano le quedaba tiempo por venir, inmediatamente me puse de pié y le dije al salvaje de Héctor que apartara el perro de mÃ*, que me daba mucho miedo, lo cual era cierto, pero él no hacÃ*a otra cosa que achuchármelo, por lo que no veÃ*a la forma de salir de esa situación.

"¿Qué tengo que hacer para que sujetes al perro?", le pregunté.

"Dejar que te coma el coño"

Me hizo separar las piernas y la verdad es que la lengua áspera del dichoso animal me producÃ*a un cosquilleo que iba a más, pero no estaba dispuesta a dejar, pese a lo cachonda que me habÃ*a puesto, que un perro me siguiera comiendo el coño.

Para mi sorpresa, Héctor me dijo:

"Me bajo a desayunar, en un cuarto de hora estoy aquÃ*". Inmediatamente soltó el collar al perro y allÃ* nos quedamos, solos en casa, el animal y yo.

El perro me tenÃ*a acorralada, y yo tenÃ*a un equilibrio entre la excitación y el miedo. Me movÃ*, apartando el hocico del animal de mi coño, y gané como un metro de distancia, salÃ* corriendo hacia el cuarto de baño que estaba al fondo del pasillo.

No se porqué me dirigÃ* al cuarto de baño y no fui a la habitación de enfrente, el caso es que salÃ* todo lo rápido que pude de mi habitación y enfilé el pasillo, el perro se habÃ*a quedado parado, pero dando un ladrido que me sobrecogió echo a correr tras de mi.

Si en campo abierto es difÃ*cil correr más que un perro, salvo que se distraiga con otra cosa, en el pasillo de tu casa aún peor, asÃ* que le oÃ* gruñir cada vez más cerca y yo estaba convencida de que el perro acababa allÃ* mismo conmigo.

Hice un último esfuerzo, ya tocaba con las manos la puerta del baño cuando el animal, echando las pastas delanteras sobre mis hombros me derribó por detrás. Inmediatamente en esa posición de rodillas me cubrÃ* la cabeza, pero el bicho, lejos de atacarme, me empezó a lamer la raja del culo y el coño.

No se porqué, pero enseguida me di cuenta que Belén, la hermana de Héctor, debÃ*a seguir con su "amor" por los perros, porque éste más que atacar, parecÃ*a tener interés en follar y eso sólo pasa si alguna le enseña, y a Belén esto le venÃ*a de antiguo.

Me tranquilizó aquella conclusión y acepté el hecho de que no podÃ*a escapar del perro, pero para evitar que las cosas llegaran más lejos con el animal, me voltee, separé las piernas y me puse de pié, dejando que el perro se tranquilizara con lo suyo, que era chuparme el coño.

El animal no paraba de chupar y chupar, aquella lengua, pasados los primeros instantes desagradables, era una cosa mala. TenÃ*a una temperatura ideal, además al estar tan húmeda, se agradecÃ*a en mi rajita que la calentara, eso sin contar con el aliento del animal que también hacÃ*a su parte. Su textura era de una cierta aspereza, pero sobre todo su flexibilidad, se pegaba a todo lo que tocaba. Otra vez mi fiebre sexual empezaba a subir.

En un momento determinado decidÃ* abrir mi vulva y la lengua del perro entró más aún, a continuación me incliné un poco hacia delante y el animal se cebó con mi clÃ*toris que parecÃ*a que se desmontaba. Lo mejor vino cuando, a raÃ*z del temblor de piernas que tenÃ*a, me puse agachada.

En ese instante el perro cabeceó a uno y otro lado, como haciéndose hueco entre mis muslos y no pude por menos que echarme hacia atrás, apoyar las plantas de las manos en el suelo y levantar la pelvis, haciendo el puente. Ese fue otro punto crucial, el chucho seguÃ*a con más ahÃ*nco, como queriendo secarme el coño con una bayeta, y tanto empujó, que metió su lengua en mi vagina, y yo veÃ*a las estrellas. Era el primer orgasmo del dÃ*a.

En ese momento oÃ* la puerta y no querÃ*a por nada del mundo que Héctor, que venÃ*a de desayunar, me viera disfrutando con su perro, asÃ* que me puse de pié y mantuve las piernas separadas por exigencia del animal, que no dejaba de gruñir.

"Veo que os habéis hecho muy amigos"

"Llévate este bicho de aquÃ* ahora mismo".

"Si, si, no te preocupes".

Cogió el collar y antes de darme cuenta, lo tenÃ*a yo puesto, pero con las púas para dentro, de tal forma que cualquier resistencia era inútil porque él tiraba de la correa y a mi se me clavaban en el cuello.

Tiró hacia abajo de la correa, me fue inevitable ponerme de rodillas. En ese momento dejó de tirar, pero puso un pié en la comba que hacÃ*a la correa desde su mano hasta el collar que tenÃ*a puesto yo, de tal forma que me hizo bajar la cabeza. Siguió tirando de la correa y como pasaba por debajo de su zapato, iba acercando la cara al suelo, de tal forma que me dejó con el culo en pompa.

"¡Kus!", dijo llamado al perro, que inmediatamente se fue a por mi trasero volviendo a insistir con los lametones. Pese al cabreo que tenÃ*a en ese momento, no pude evitar la excitación nuevamente, el perro muy a mi pesar me tenÃ*a a tono.

En un momento determinado, Héctor me dio un azote en el cachete del culo y el perro se subió sobre mi espalda, mientras Héctor con el pié sujetaba la correa, el collar y mi cuello contra el suelo, con las manos hizo de mamporrero hasta que el perro me clavó toda su picha en el coño.

El animal empezó a culear de tal forma que no me dio tiempo ni a pensar en lo más mÃ*nimo, era indescriptible la satisfacción que producÃ*a aquello. Sus movimientos eran bruscos y rápidos y cada vez más, lo más fuerte llegó cuando me metió la bola y subiendo su pata sobre mi grupa comenzó a empujar.

No se los orgasmos que tuve, incontables, nunca habÃ*a practicado eso, y de no ser por la intervención del elemento de Héctor no me hubiera sentido mal por nada, pero la putada que me habÃ*a hecho era de las gordas, me sentÃ*a violada, pese a estar preparada para todo, y digo que me sentÃ*a de esa forma, porque de no haberme forzado también me hubiera dejado follar por el perro.

No obstante el estar cogida por el cuello con el collar del perro introducÃ*a un elemento de perversión que también contribuÃ*a a mi excitación. Entonces fue cuando concreté mi venganza.

Cuando el perro terminó conmigo y Héctor me quitó el collar, de una forma jadeante le pedÃ* por favor que me limpiara el coño. Él con una actitud triunfante, casi despótica accedió.

Me sentó en el bidet, cogió jabón, abrió el agua y empezó a frotar mi raja con fuerza y fricción, de tal forma que volvÃ*an una y otra vez las sacudidas a mi cuerpo. Metió dos dedos en mi vagina, los abrió en forma de V y los giraba como limpiándome por dentro, aquello me produjo otro orgasmo y ya no se cuantos iban desde el dÃ*a anterior.

Cuado me aclaró la raja, cogió un bote de plástico de esos que se usan para rellenar de colonia, lo llenó de agua y metiendo la boca del bote en mi vagina, lo presionó, llegándome el agua hasta el útero, lo dejó chorrear. Independientemente de su intención, agradecÃ* para mis adentros esa limpieza.

Cada vez estaba más cerca de devolverle la jugada. AsÃ* que cuando cogió la toalla para secarme le dije con mirada tierna:

"Anda, sécame el coño con la lengua"

Cayó en la trampa. Igualmente le pedÃ* un poco de crema para cuando terminara, que me ocupé yo de coger, Me senté en el taburete bajo del baño y el empezó a pasar su lengua, yo exageraba la excitación y él cada vez más dentro de mi coño.

Cuando estaba absorto en su tarea, levanté los pies del suelo, él pensaba que era para comerme mejor el coño, pero. En un movimiento rápido tire de sus brazos y bajé los pies, le habÃ*a pillado los brazos con mis piernas que debido a la natación eran mucho más fuertes de lo normal.

Rápidamente, con una mano abrÃ* la tarrina de la crema, cogÃ* una gran cantidad, le abrÃ* el culo le metÃ* la crema en el ano y grité, mientras le daba un azote en el culo a Héctor "¡Kus!". El perro estiró las orejas, se levantó inmediatamente y haciendo yo los honores de mamporrera, le clavé la estaca del perro por su culo, el resto era tarea del animal que la cumplió a plena satisfacción.

Héctor quiso morderme el coño, pero estaba muy mojado y sin pelo, y yo di un saltito para atrás, momento en el que le cogÃ* de las manos y tiré de mis hombros hacia la pared, como respaldándome, por más que querÃ*a no podÃ*a soltarse.

Para mi sorpresa, al poco tiempo de estar el perro trabajando el culo de Héctor, a éste se le empinó la polla y se le puso dura como una piedra. "Este se corre" pensé para mÃ*.

Héctor corrigió la postura de su cabeza y alcanzó de nuevo mi coño, pero esta vez no lo mordÃ*a, lo devoraba desesperadamente, sus lametones eran rápidos, esta sobre excitado hasta que dos inmensos chorros de leche salieron de su traca con una fuerza desconocida.

El perro le habÃ*a penetrado y él se habÃ*a corrido. Una vez terminada la tarea del perro, éste pasó una pata por la espalda de Héctor y al poco tiempo se separó definitivamente. Héctor se corrió justo cuando el perro le metió la bola en el culo.

Su actitud era completamente distinta, ya no tenÃ*a cara de triunfante, se le habÃ*an bajado los humos.

Yo estaba completamente salida y le dije: "Ahora si quieres, me follo al perro, pero me lo pides por favor".

Héctor se levantó, se vistió, puso el collar al perro y se lo llevó a su casa, pero antes de salir, no pudo por menos que decirme

"Si le cuentas esto a alguien, te mato", eso sÃ* con lágrimas en los ojos.

"Por mi estate tranquilo" le respondÃ*. La verdad es que no tenÃ*a ninguna necesidad de contárselo a nadie, me habÃ*a vengado a placer y nunca mejor dicho, de lo que me hizo de pequeña y de lo del collar.

"Esta tarde te enterarás", dijo antes de salir. Miré la hora, eran como las dos de la tarde, me fui a la ducha pensando seriamente en comprarme un perro, curiosamente en lo que más me habÃ*a jodido Héctor era en no insistir en que repitiera el número con el animal, me quedé con las ganas.

Tras la ducha, me vestÃ* y al poco llegó mi hermano. "Esta tarde vienen Héctor y Belén". "Muy bien" dije yo, "voy a comer", le dije a Luis "si quieres algo, ahÃ* tienes la nevera.". Estaba satisfecha con todo y esperaba la tarde final con una cierta ansiedad.

A eso de las tres de la tarde sonó el telefonillo. Era Héctor. "Baja", me dijo en un tono seco.

CogÃ* el ascensor y llegué al portal. Héctor y Belén estaban en la calle. AbrÃ* sonriente la puerta del portal y les hice entrar. En los ojos de él se notaba de forma clara las ganas de revancha, y como yo estaba a su disposición, me preparé para todo. Es más, tenÃ*a cualquier argumento para si tenÃ*a que hacer algo en las escaleras y me sorprendÃ*a algún vecino, poder justificar mi situación.

Curiosamente no dijo nada, pasó al ascensor mientras nosotras nos saludábamos, era evidente que Belén sabÃ*a de qué iba el tema. Llegamos a mi casa y entramos, yo me sentÃ*a con una superioridad moral frente a Héctor que me hacÃ*a casi insumergible, no lo habÃ*a pasado tan bien en mi vida como aquella mañana. La imagen de Héctor enganchado por su perro compensaba cualquier represalia que tomara.

Miré a Belén, serÃ*a por mi excitación pero me pareció atractiva. TenÃ*a cara de viciosilla, hacÃ*a mucho tiempo que no la habÃ*a visto, pues con la natación habÃ*a renunciado a todas las relaciones.

Era más baja que yo, un poco más culona, con la cadera más ancha y eso le permitÃ*a tener unos muslos preciosos que dejaba ver ese mini pantalón que llevaba puesto, de sonrisa abierta, dientes llamativamente blancos, pelo negro, largo, pero no lacio, olÃ*a como los ángeles, y unas tetas no excesivamente grandes, pero muy bien puestas, muy rotundas.

Llevaba un cinturón de adorno, casi más ancho que su pantalón, y una camisa sin mangas, tras las que se veÃ*a perfectamente sus pezones y las aureolas de sus pechos, que eran de un color más oscuro… Si no fuera mujer dirÃ*a que estaba para comérsela, ¡bueno!, y siéndolo, estaba muy bien.

Nos pusimos a charlar bajo el marco de la puerta del salón, cada una apoyada en un lado del marco de la puerta, con una pierna ligeramente recogida, nos tocábamos rodilla con rodilla, mientras los dos estaban inventando sus historias para ejecutar esa misma tarde. Para mÃ* era la última.

"Que perrito más bien entrenado tienes", le dije a Belén.

"¿Te ha gustado?"

"La verdad es que me ha encantado", dije yo poniendo una sonrisa picarona, casi sin forzarla.

"Veo" –añadÃ*– "que le has enseñado a ser un buen deshollinador"

"¿Por qué?", me preguntó Belén.

"Por lo bien que limpia los agujeros"

Belén adelantó el cuerpo arqueando su espalda, hasta que apoyó su entrepierna en mi muslo y lanzó una sonora carcajada. Su entrepierna estaba caliente y la presentÃ*a húmeda, aquello aumentó mi interés por mi conversadora.

Aquella carcajada también llamó la atención de los chicos, asÃ* que nos dijeron, "ir preparando un bollo mientras nosotros terminamos de planificar la tarde".

Instintivamente cogÃ* a Belén de la mano y me la llevé a mi habitación, según Ã*bamos llegando le pregunté

"Oye, Belén, hace mucho tiempo que quiero preguntarte una cosa"

"Tú dirás", respondió ella.

"¿Te acuerdas de aquella tarde, de niñas, en tu casa con aquel perro que tenÃ*as y que me acojonaste con él y no paraste hasta que me desnudé?", le preguntaba esto mientras entrábamos en mi habitación.

"SÃ*, por supuesto". "Es que siempre me has gustado y querÃ*a tocarte, no he olvidadazo esa tarde, recuerdo lo mojada que estabas, como ahora –me dijo mientras pasaba un dedo por mis bragas húmedas– lo que sucede es que tuve que liar a mi hermano en aquella historia para que no fuera muy descarado, tú siempre me has gustado, y a él le toco hacer de malo"

"Lo cierto es que estas aventuras que algunas veces me toca pasar son como consecuencia de las jugarretas que le hago, me cambio delante de él como sin darme cuenta, le excito con lo que hago con el perro delante de él, en fin lo tengo loco".

"Yo dejo que alguna vez me pille y me haga su chantaje, de esta forma no se frustra del todo".

Mientras me iba acariciando y quitando la poca ropa que llevaba, me llamaba poderosamente la atención de aquella muchacha que fuera capaz de poner la misma intensidad en lo que contaba que en lo que hacÃ*a, pero sobre todo, que sabia dar un punto sexual como en común a ambas cosas, de tal forma que no era yo capaz de saber que me ponÃ*a más cachonda, si que me desnudara o que me contara esos secretillos. Una cosa era complemento de otra.

"Mira Rosa", me comentó "pese a que esos dos que están ahÃ* fuera piensen que tienen la sartén por el mango, lo cierto es que el poder de la seducción, el poder sexual lo tenemos las mujeres, por eso tenemos una educación más rÃ*gida y se nos educa en ser sexualmente mojigatas, porque de lo contrario, tendrÃ*an el mundo perdido y el poder serÃ*a nuestro" "y además me refiero al poder más grande, el mental, no el fÃ*sico".

"No sé" dije yo.

"Mira", me respondió ella "estos dos no se ocuparÃ*an de nosotras ni aunque nos estuviéramos ahogando en el mar, pero debido a esto del sexo, ahÃ* los tienes, como dos corderitos, planificando una tarde para nosotras… o con nosotras si quieres, peor estoy segura que esta situación la has provocado y la has consentido tú, asÃ* que ya sabes, aprende a ejercer tu poder, tu poder auténtico, el sexual".

A partir de ese momento cesaron las palabras y comencé a sentir las manos de Belén por mis costados, sus dedos recorrÃ*an mi cuerpo con unos movimientos como si cada uno fuera independiente de los demás, parecÃ*an muchas manos acariciando.

Su tacto suave, su olor maravilloso, sus caricias de una ternura indescriptible y sabÃ*a tocar en cada momento el lugar adecuado y de la forma correcta. Mi excitación iba en aumento, pero no querÃ*a llegar al orgasmo de una forma explosiva, sino poco a poco.

Yo estaba con los ojos cerrados, cuando, de pronto, noto un pezón en los labios. Con el miso mimo que ella ponÃ*a con el mismo cuidado, saqué sólo la punta de mi lengua y acaricié aquella maravilla, lo hacÃ*a con tal suavidad que, con los ojos cerrados, en la puna de mi lengua notaba perfectamente el agujerillo del pezón.

Fue una algo increÃ*ble, teniendo en cuenta que era la primera vez en mi vida que me acercaba a un pezón de una chica.

Casi involuntariamente comencé a succionar, como si estuviera mamando, aquella situación me ponÃ*a cada vez más cachonda, era completamente distinta a cualquier otra experiencia, el tacto, el aroma, las caricias, las sensaciones en la piel, la lentitud, la ausencia de pene, todo era absolutamente nuevo.

Ella estaba a gatas sobre mi, por lo que sus dos tetas colgaban y acababan en los pezones, de una forma perfecta, abrÃ* los ojos y los veÃ*a perfectamente idénticos, según mamaba uno, desplazaba el otro y su movimiento era absolutamente seductor, en aquel momento, salvo Belén, me sobraba todo, no necesitaba nada. En esa posición, con esa contemplación hubiera estado horas y horas.

Ella bajó la cabeza y comenzó a chupar mi cuello, mis orejas, a meter la punta de la lengua por mis oÃ*dos, a lamerme el cuello, y yo estaba ausente de todo lo demás, de mi coño brotaban mis jugos como si fuera un manantial, no sé porque pero en ese instante, me hubiera gustado recoger todos los zumos de mi excitación, imaginé que mi coño era como medio limón que lo estuvieran apretando contra un exprimidor, no se, pasaron mil pensamientos cada uno de ellos más caliente y más excitante, y más subÃ*a yo.

Ni que decir tiene que cuándo ella separó sus tetas de mi boca y bajó a mi coñito y comenzó a pasar la lengua, no hizo falta más que el transcurso de medio minuto para que experimentara un orgasmo triunfal, reconciliador, placentero, en aquel momento se me pasó por la cabeza el que se hablaba mucho de sentir o no sentir orgasmo, pero nunca de la riquÃ*sima variedad de ellos que habÃ*a, y yo habÃ*a experimentado de todo esos dos dÃ*as.

Belén, sin dejar de comerme el coño, como si fuera un compás que tenÃ*a en mi clÃ*toris la aguja, giró sobre aquel punto, entregado y excitado, hasta poner su vulva frente a mi cara, y entonces bebÃ* de su jugo, sentÃ* su aroma, su calor, su desnudez, también lo tenÃ*a depilado, pero de tal forma que daba la sensación que nunca hubiera tenido pelo en esa zona.

Su humedad, su textura, fue cuando me dije a mi misma: "este es el primer coño que te comes en tu vida". Aquello supuso una excitación, hasta ese momento desconocida.

Aquello fue un cambio, pase, de golpe, de estar entroncada con mi excitación y el ensimismada con la hembra que tenÃ*a sobre mÃ*, y pase a excitarme de una forma más directamente sexual, y decidÃ* centrarme en su raja.

Belén tenÃ*a una práctica especial, ella habÃ*a mantenido muchas relaciones con mujeres, por lo que me enteré más tarde, y sabÃ*a muy bien lo que tenÃ*a que hacer.

En seguida de pasar a llevar la iniciativa, me excitó la idea de excitarla de vencerla en aquel duelo y comencé con mi lengua de una forma muy suave y muy lenta a pasarla por su clÃ*toris.

Como nunca habÃ*a echo esto, me di cuenta de la cantidad de variaciones que tiene un coño, cosa de lo que era absolutamente ignorante. El clÃ*toris de Belén tenÃ*a un cierto sabor metálico, al tacto estaba duro, provocativo, exultante, erecto, maravilloso. Bajé la lengua tratando de pasar la punta sobre los bordes de sus labios menores, la verdad es que los iba separando, con mucha suavidad.

Al llegar al interior de ellos, en plena raja, me acordé de la comparación con el tobogán que habÃ*an echo los gemelos.

Su raja estaba mojada, como pulida, suave, caliente y me permitÃ*a dar unos golpecitos con la punta de mi lengua, como si se tratara de un masaje, daba la impresión de que, sin que ella separara las rodillas, la lÃ*nea que habÃ*a entre el agujero de su culo y el clÃ*toris se abriera cada vez más.

No era una ilusión, era que ella habÃ*a bajado la cadera unos centÃ*metros, aproximando aún más su coño a mi cara, y movÃ*a su culo casi imperceptiblemente de un lado a otro, de tal forma que aquellos movimientos delataban que estaba cachonda.

Bajé decididamente a su vagina, con la punta de la lengua, repasaba los bordes de la entrada a su cueva. Sus jugos hacÃ*an mezcla con mi saliva, era un sabor maravilloso, que percibÃ*a con ese gusto, dada la excitación. En ese momento me di cuenta de que ella desde hacÃ*a tiempo repetÃ*a con la misma exactitud los movimientos que yo realizaba.

Aquello me ofrecÃ*a una posibilidad maravillosa, que desde luego no podÃ*a conseguir con ningún tÃ*o: podÃ*a acariciarme con la lengua de Belén la parte de mi coño que quisiera sólo con hacer lo mismo yo en el suyo.

Me fui deliberadamente a su clÃ*toris, recobré ese sabor más metálico, y note su lengua en el mÃ*o, si pasaba la lengua por sus labios menores, ella lo hacÃ*a con los mÃ*os, si metÃ*a la lengua en su vagina, ella repetÃ*a el movimiento. Era un descubrimiento que antes nunca se me habÃ*a pasado por la cabeza que pudiera suceder, y la sencillez de la operación era aplastante.

Para llegar al agujero de su culo, no hacÃ*a falta desplazarle los cachetes, estaba tan abierta que llegaba sin ningún problema. El agujero de su culo estaba seco, naturalmente, pero con la punta de la lengua llevé allÃ* sus jugos, de la misma manera que hacÃ*a ella.

SentÃ* la necesidad de tener algo dentro de mi vagina y metÃ* un dedo en la de Belén, ella repitió la operación exactamente igual conmigo. Dos dedos, dos ella. Los separé recordando la maniobra de Héctor en el bidet, ella lo repitió, giré mis dedos y el movimiento fue el mismo, entonces empecé a pasar mi lengua rápidamente desde su clÃ*toris hasta el agujero de su culo.

HacÃ*amos lo mismo y sentÃ*amos lo mismo. Era una maravilla. Finalmente saqué los dedos de su vagina y con la punta de uno de ellos me dedique a bordear su esfÃ*nter dándole un masaje que lo iba relajando, ella seguÃ*a los movimientos al pié de la letra.

Si querÃ*a lubricarlo más, solo tenÃ*a que pasar la punta de la lengua por los bordes de la entrada de su vagina, para obtener más lubricante. MetÃ* un dedo en su culo, luego otro, los sacaba y apretaba el músculo de su ano, que se iba relajando poco a poco, lo lubricaba más comiéndole la vagina, el agujero del culo, poco a poco se abrÃ*a sólo ya no habÃ*a resistencia para meter el dedo.

AsÃ*, me la follé, y ella a mi, por el culo, hasta que sentÃ* el calor de un nuevo orgasmo. Ya mas desesperada abrÃ* la boca, y como haciendo un beso con lengua me metÃ* toda su vulva, la succionaba, mordÃ*a la base de sus labios menores y pasaba la lengua por el clÃ*toris, asÃ* caminamos juntas a una especie de orgasmo final, explosivo, ardiente, inconmensurable.

El jadeo era mutuo. Ella se levantó de aquella posición y me dio un beso en la boca, intercambiando ambas nuestros propios jugos, una experiencia única.

Tras un breve descanso, ella salió y llamó a los muchachos, "¡ya podéis venir!", he terminado mi parte, ahora os toca la vuestra.

Yo me quedé un tanto descolocada, "pero no venÃ*as tu obligada por el chantaje de tu hermano".

"No", me contestó ella.

"Mi hermano me contó lo que se traÃ*an contigo, y yo le dije que me sumaba a la fiesta o que nunca más él y yo volverÃ*amos a follar. Entonces hicimos el montaje con mi madre de discutir, para que el se quedara castigado, aunque por esa tarde perdida contigo, tengo que recompensarle, y en su fiesta de cumpleaños he de hacer de esclava griega y someterme a la voluntad de todos los que vayan"

"Y…" "¿Por qué?", pregunté sin poderlo evitar.

"Porque tenÃ*a muchas ganas de cazarte, me atraes mucho, desde aquel incidente con el perro, estaba tan caliente cuando te hicimos desnudar, que al final tuve que dejar que el perro me comiera todo el potorro delante de mi hermano y hacerme una paja a tu salud. Desde entonces te tengo ganas".

En esto llegaron a la habitación mi hermano y Héctor, los dos desnudos, nunca me habÃ*a fijado en ellos dos juntos y desnudos, pero lo cierto es que no estaban nada mal. Una de las cosas que habÃ*a conseguido mi experiencia con Belén era una reconciliación con los dos hermanos de aquella aventura del perro cuando era pequeña.

"Bueno" –dijo Belén– "ahora vamos a continuar la fiesta". Ella se sentó en el borde de la cama y me hizo poner a "cuatro patas" para que le comiera el coño.

Mi hermano, por detrás me acariciaba y yo instintivamente abrÃ*a más las piernas, separando las rodillas. Cuando habÃ*a recuperado mi ritmo sexual, se tumbó debajo de mÃ* y jugando con la punta de su rabo sobre mi clÃ*toris encendido, estando mi vagina en el máximo de humedad, sujetándome por las caderas, me clavó su mástil hasta los huevos, sin ninguna contemplación.

Héctor se limitó, con un tarro de crema, a meterme su polla por el culo. La intensidad del placer era indecible, ese embriagador aroma del coño de Belén, junto con los dos pollazos que me estaba llevando, uno por el coño y el otro por el culo, volvÃ*a a ser una situación irrepetible para mÃ*.

Finalmente, a lo largo de las dos horas siguientes se produjeron todo tipo de cambios, yo con Héctor, yo con Belén, yo con mi hermano, yo con los dos hermanos, Belén y Héctor por su cuenta, en fin, un no parar, un orgasmo tras otro, que nos llevó al final de aquella reunión.

La ducha y la pijama pusieron punto final a aquel encuentro de dos dÃ*as, me devolvieron las fotografÃ*as, pero la verdad es que, tras lo vivido, me daba exactamente igual.

A la altura de estos dÃ*as, son recuerdos imborrables.

Héctor se fue a otra provincia y no he vuelto a verlo desde hace más o menos cinco años.

A Belén me la encuentro ocasionalmente y hemos tenido más de un contacto después de aquel dÃ*a, mi hermano se casó y tiene dos hijos, pero ello no quita para que no pase un mes en el que no nos demos un homenaje.

Por lo que se refiere a mi, trato de pasarlo lo mejor posible, por supuesto que llevé a cabo mi regalo de cumpleaños con los gemelos, cuando cumplieron los diecisiete y yo tenÃ*a veinticuatro, fue una experiencia también para no olvidar, su inexperiencia y los calentones que les venÃ*a dando hicieron de aquel cumpleaños un dÃ*a intensÃ*simo.

Por lo que a mi se refiere, en octubre me caso, pero hay ciertas cosas a las que no pienso renunciar, hasta ahora con mi novio ha sido todo una experiencia muy excitante, espero que no cambie.

Besos a todos y todas.


Audio Relato Elaborado Por:

Darkyss Y JL

Para Todos Los Fanaticos De La Lectura

Erotica! Super erotica.

2008
 

anistalwe

Virgen
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orales me gust omucho el relato gracias, espero sigas escribiendo asi
 

calos muñoz

Virgen
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guaros que buen susto le dieron a esa tia..con esa clavada mero mero.. se la siguen disfrutando
 
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