Con la Tía y Prima 003

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,367
Puntos
113
 
 
 
Todo aquello nos había dejado bastante cansados, pero ahora si ya era un poco tarde, apenas le saque mi pene a mi prima y me apure a alistarme para el examen de admisión a la universidad. Lo lamentaba por mi prima quien se marchaba sin decir palabra, arrepentida por el fenómeno conocido como “depresión post-coito” o quizá por la pesadez del cargo de conciencia del incesto.

Así bajábamos sudorosos y exhaustos a la sala, donde nuestra tía nos esperaba evidentemente abochornada, si por el calor, pero yo sabía por qué en verdad estaba de esa forma. Con las prisas no tuve tiempo de alistar mis documentos necesarios, así que tomé todos mis papeles que encontré a mi paso a la camioneta y me trepé en ella en el asiento del copiloto, pues mi prima ya estaba en la parte de atrás y al igual que yo tenía toda la documentación regada por los asientos traseros.

Ya de camino al examen, me concentraba en arreglar mis documentos para entregaros en admisión, rogando que me diera tiempo pues están hechos un desastre, al tomarlos todos de una sola vez los había desordenado peor de lo que ya estaban, había notas por todos lados, impresiones de otras tareas copias de las copias, incluso estaban los relatos que había escrito y pretendía contarle a mi tía.

Llegamos al campus y apenas terminaba de ordenar todo mi papeleo, finalmente tomé lo que necesitaba y salí junto con mi prima de la camioneta dejando el resto de cosas en el asiento aun lado de mi tía. No lo planee lo juro, pero dejé los relatos justo al alcance de quien en un principio era el objeto de su escritura.

El examen fue largo y agotador, mucho más que el polvazón que me había echado antes de con mi prima, estaba completamente destrozado mentalmente, solo quería llegar a dormir un poco. Cuando regresábamos a la camioneta algo estaba diferente, no solo mucho más caliente, eso se podía explicar por el calor que hacía fuera, era diferente, mi tía bebía una malteada de fresa, pero algo no iba bien, la malteada estaba completamente derretida y aun le faltaba más de la mitad, y mis cosas no estaban como las había dejado. Tomé los papeles y entonces me di cuenta de todo, al revisar los papeles para colocar los que me habían dado, noté que los relatos estaban hasta arriba y tenían manchas de fresa.

Ahí lo supe, mi tía había estado husmeando en mis cosas y se había leído los relatos. No quería fantasear mucho con ello, tenía la mente atrofiada y no pensaba muy bien, pero la malteada, el calor en el auto, el sudor de mi tía y la forma nerviosa en la que activa me daba material para pensar en muchas cosas.

Al llegar mi tía estacionaba la camioneta mientras yo y mi prima tomábamos nuestros respectivos documentos para entrar a casa. Mi prima salió primero de la camioneta, yo aún luchaba con las hojas para que se quedarán en le folder cuando muraba a mi tía nerviosa, entonces abrió la puerta y al levantarse todas mis sospechas se confirmaron. Al levantarse dejó una mancha de humedad en el asiento, que se llevaba en parte en el vestido a manera de evidencia de que se había masturbado con mis relatos en el auto. Estaba incrédulo y muy excitado al imaginarme la escena de mi tía tocándose, pero estaba acabado apenas entre a la casa y me fui directo a dormir a mi recamara. Lo siguiente no tiene más relevancia, el día siguiente me marché de regreso a casa junto con mi prima a esperar los resultados.

Los días consecutivos estaba muy ansioso, no podía dejar de pensar en mi desempeño y en mi tía. Me había dejado con la calentura encima y no había noche que no pensara en ella, mientras esperaba los resultados.

El día de llegaba, y al revisar los resultados por el portal en línea me alegre al saber que tendría un lugar en la univocidad de mi elección, al igual que mi prima quien correría con la misma suerte. En fin rápidamente diré que me mude y antes de que me diera cuenta ya corría la primera semana de clases.

No había olvidado a mi tía, simplemente no podía quitarme de la cabeza todo lo sucedido, solo pensaba en visitarla, pero aun no me atrevía, no sabía cómo reaccionaría. Ya había escrito un par de historias eróticas más que bien sabía que le encantarían, así que un buen día le llamé para no llegar de improviso y así asegurarme que estaría en casa y no me pasara del tonto solo en la casa. Me animé y le llamé, pero al preguntarle si podría pasar a verla me respondió que aún conservaba la copia de su casa y que podría pasar a verla cuando lo deseara sin necesidad de preguntar.

Me enfade al no poder corroborar si estaría en casa, y con incertidumbre de si mi tía estaría o no, postergue la visita un par de días más, pero al final la espera se hacía insoportable y me ganaba la ansiedad de verla de nuevo. Ya solo quería verla, deleitarme con su figura que con solo recordarla me derretía de embeleso.

Ese día me subí las hojas de los relatos eróticos en la mochila y ya decidido me encaminé sin excusa ni pretexto a casa de mi tía. Al llegar toque el timbre, por respeto, pero nadie acudió a mi llamado, insistí para no perder la esperanza principalmente, pero al no escuchar ruido alguno sabía que la casa estaría vacía.

Estaba a punto de dar media vuelta de regreso, pero dude, dude demasiado porque ya con la nostalgia del lugar me convencí a entrar, solo a dar un vistazo. Miré mi teléfono móvil para ver la hora, y convencerme de entrar al saber que mi tía no tardaría en llegar. Ya no soportaba un día más sin verla de nuevo, y esta sería una excelente oportunidad, no solo de mírala sino de intentar de nuevo seducirla.

Saqué las llaves y entré, todo estaba igual, bien podría haber pasado un día o una hora desde la última vez que estuve allí. Entusiasmado tomé los relatos eróticos de la mochila y los leí, solo para hacer tiempo a que llegará mi tía, y saber qué decirle si es que se prestaba el momento, pero los minutos pasaban y no aparecía. La ansiedad aumentaba y para no volverme loco caminé por todo el lugar, recordando mis experiencias y de paso corroborar una y otra vez la ausencia de mi tía.

Deambulando de habitación en otra, escuchaba que alguien entraba, me emocioné al saber que seguramente se trataba de mi tía, me apresuré a las escaleras ya que me encontraba arriba, cuando escuché que me gritaba, lógicamente al ver mi mochila y mis cosas, y entonces recordé que no había guardado los relatos de nuevo, y me venció el pánico. Estaba a punto de responder al llamado de mi tía, pero no pude, me ganó la vergüenza de que mi tía se enterase con tal descaro de mis intenciones, que me regresé a mi antigua habitación solo para evitar afrontarme a mi error.

Intentado esconderme de mi tía, escuchaba sus bien recordados pasos al subir las escaleras de madera en los siempre tacones altos que usaba para ir al trabajo, solo de imaginarme su traje corto que debía estar usando, y como se le verían sus piernas en esos tacones que le estarían parando el culo de lo más delicioso, me tetaba a responderle, pero simplemente no podía. Sentía mucha vergüenza enfrentarla, sabía que no tenía otra opción, que debía salir tarde o temprano pero simplemente quería evitar el bochornoso momento, como si fuese a desaparecer en un santiamén con solo desearlo lo suficiente.

Fantaseando para eludir la realidad escuchaba uno tras otro los pasos de mi tía más y más cerca, repitiendo mi nombre cada vez más convencida de que no me encontraría. A más pasos, más tiempo y más llamados, yo menos valor juntaba para responder y afrontarla.

Inevitablemente llegaba a mi habitación y con lo que parecía la última replica a mi nombre entraba, mirando a todos lados esperando encontrarme, pero yo como el mayor de los cobardes me había escondido dentro de mi antiguo armario, que ahora vacío, dejaba suficiente espacio para mí y mi cobardía.

Entonces mi tía salía de mi habitación seguramente extrañada pero segura de mi ausencia, nunca se hubiese imaginado que me escondería como niño. Pero como así lo hice ahora enfrentaba otra realidad, pues no podría fingir mi desaparición por siempre, por lo que me concentre en idear la explicación que le daría a mi tía en cuanto me viera, pero lo único que hice fue postergar la realidad lo más que se pudiese.

Armándome un poco de valor y aun pensando lo que diría a ser descubierto, salí de mi escondite y caminé fuera de mi habitación con la mayor cautela y temor que nuca he tenido por evitar ser descubierto. Me sentía como un ladrón, en verdad sentía temor, pero al mismo tiempo un poco de excitación.

Caminaba por el pequeño pasillo hacia las escaleras, tratando de elucidar como diablos saldría de la casa sin ser descubierto, y además recobrar mis cosas que dejé convenientemente en la estancia principal.

Pensando en ello llegaba sigiloso a las escaleras, donde me asomé lentamente intentando descubrir a mi tía antes de que ella lo hiciera conmigo. La cocina que estaba en frente del último escalón estaba vacía, girando a la derecha en el pasillo para la puerta de salida no la encontré, pero continuando la trayectoria me topé con la pequeña mesa en donde había dejado olvidada mi mochila, ésta ya no estaba como la había dejado, pero aún seguía allí, a diferencia de mis relatos que ya no estaban a la vista.

Bajé un par de escalones más para que el barandal me permitiera seguir observando continúo a la derecha, siempre consciente de que podría ser desabierto. Me escondí lo mejor que pude y asomé de nuevo un poco la cabeza por el pasamanos de las escaleras para continuar con mi descubrimiento. Fue ahí cuando la miré, estaba sentada con mis hojas en mano, atenta a lo que en ellas se había plasmado para ella como único objetivo.

Me sobre exalté en un espasmódico salto, ahogando mi grito para mis adentros. Mi corazón bombeaba fuerte y rápido, pero no podía hacer más, no podría descubrirme pues no sabía aun que decir. Solo miraba a mi tía, en su traje de oficina leyendo atentamente mis relatos.

Debía tranquilizarme un poco, depuse de todo se estaba cumpliendo lo planeado, pues, aunque no le estaba relatando mis historias eróticas, bien estas, habían llegado a su destino. Aun así, no podía evitar sentirme triste, no era el momento que mi mente tenía como estructurado, pero no por ello dejaba de ser excitante.

Ya sin más opción me convertí en completo espectador de mi propio plan, en el que originalmente debía ser el protagonista, ahora en un monologo de mi tía en la sala de su casa. Observaba las reacciones y sutiles cambios faciales en su persona, intentado deducir si lo que sus ojos procesaban era de su agrado, solo fantaseando como hubiesen sido las cosas de haber seguido la senda de mis planes.

Ella estaba muy concentrada, en trance, había llegado a ese punto en la lectura en el que se olvidaba del tiempo y espacio, lo que me comprobaba su gusto por la lectura de mi autoría. Su cuerpo se desconectaba de la realidad, se relajaba, su mente se perdía entre las hojas que devoraba cual mostro, y en ese momento me percaté de que sus manos cobraban conciencia propia. Ahora ya no las controlaba nadie, con la mete de su dueña completamente ocupada, podían moverse para tocar su cuerpo con total libertad.

Aquellas manos se deslazaban por sus piernas escondidas debajo de su falda dura y rígida, de corte recto que se veía tan incómoda, cuales se movían frotándose una con la otra, tratando de desaprisionarse de su artificial piel de ceda que la etiqueta de oficina le obligaban a usar.

Entonces pausó la lectura, dejó las hojas un momento sobre la mesa de centro y yo me oculté de nuevo en las escaleras. Creí que subiría a su habitación, pero al no escuchar sus tacones en marcha supe que aun estría en la sala, así que me armé de valor y me asomé de nuevo. Mi tía estaba de pie se había deshecho de su liga que le sujetaba su larga, risada y morena cabellera. Estiraba sus largas piernas y delgados brazos liberando su cuerpo de la fastidiosa rutina de su vida.

Después de un profundo suspiro retomaba su postura relajada y atenta a lo que mi imaginación había expresado y plasmado en aquellas hojas. Debía estar preocupado, temeroso, ansioso o exaltado, pero ya no lo estaba, estaba tan adentro de mi farsa que ya no había nada peor a que temerle. Solo miraba aquella escena como si fuese una obra más, después de todo de mi propia autoría, dirección y producción, pero actuada con la mejor y más sexy actriz, mi tía, quien devoraba las líneas una tras otra, párrafo y página.

Con el pasar de las líneas, se evidenciaba el cambio que estaba esperando, su respiración se aceleraba y sus manos alejadas del control consciente de su dueña, ahora vagaban libres por su cuerpo explorando sanaciones que estimulaban a su poseedora llevándola a un nivel más profundo de relajación.

Sus dedos recorrían ida y vuelta sus piernas en repetidas ocasiones, siempre sobre la robusta tela de su falda, subían sobre el incómodo y duro saco que le hacía juego y que impedía que se deslizaran pegadas a su esbelta cintura, hasta llegar a sus pechos que presionaba intentado inútilmente sentirlos sobre tan estorbosa vestimenta.

Las hojas pasaban y no lo soportó más, de nuevo dejaba la lectura a su lado sobre el sofá. Sabía que no subiría, ya más centrado en lo que sucedía, supe que si subiría a su habitación no dejaría las hojas sobre el sofá, ni siquiera tuve que esconderme ya tenía todo bajo control, o quizá era porque ya nada me importaba.

De pie una vez más, miraba el reloj de pared que se encontraba frente a ella, quizá preguntándose cuanto tiempo tenía o si yo llegaría a recoger mis cosas, y entonces tuve una idea. Saqué mi teléfono móvil, busqué el contacto de mi tía y le marqué. Sonó en su bolso que tenía en el sofá de junto, nerviosa se apresuró a responder y al contestarme le dije que cuidara de mis cosas con la excusa de que había tenido que ir a casa de un amigo y no quise llevar la mochila con mi computadora portátil y que la recogería por la tarde. Sin más le agradecí y me disculpe por la confianza de haber llegado a su casa sin avisar y colgué con miedo a que me descubriera por la voz a unos metros de ella.

Ahora ya tenía la libertad de hacer lo que quisiese sin que yo fuse impedimento para hacerlo. Colgué el móvil y me asomé de nuevo para ver su reacción. Ella guardaba su celular de nuevo en su lugar y se acercaba a los relatos, volteo a ver la hora una vez más y sin preámbulo comenzó a desabotonar su saco lentamente.

Lo había conseguido, siguiendo con la dirección de mi propio espectáculo mi corazón aceleraba su latir, la ansiedad regresaba y una oleada de adrenalina, felicidad de logro, éxtasis, y excitación recorrían mi cuerpo, me sentía increíble.

Mi tía retomaba postura y con los relatos en mano continuaba. Regresó un par de páginas, ahora con más tranquilidad seguramente quería disfrutar el momento a placer. Líneas más abajo y sus manos regresaban a su labor con entusiasmo, ahora sin el incómodo saco, podía tocar aquellos grandes y perfectos senos que, aunque aún debajo de su delgada blusa blanca y aprisionados por su sujetador negro, estaban lo suficientemente libres para ser apremiados por sus delicadas manos que los masajeaban dulcemente.

Yo estaba que no lo creía, todo mi cuerpo temblaba incontroladamente por todas las emociones que se amotinaban a la vez, y mi tía continuaba desechando página tras página, su respiración agitada y sus dedos sobre sus pezones llevándola a mi fantasía en un trance por demás placentero.

Una pausa más, un suspiro, cotejo al reloj, y tras un suspiro más profundo al hacer otro estiramiento esta vez para relajar su cuello, se desabotonó la blusa, aunque tras el último de los botones no se la quitó, y continuó con la lectura.

Su mirada concentrada por completo en cada letra, ahora ya no estaba en esta dimensión, se encontraba en mi mente, en mi fantasía, en mí.

Y sus manos ahora podían llegar más lejos deslizándose bajo su sujetador para tocar de primera instancia aquel par de grades, suaves, perfectos, y suculentos pechos. Más tarde llegaban de regreso a sus piernas ahora intentando evadir la estorbosa falda corta, escabulléndose por debajo llegando tan lejos como podían, hasta ganar la batalla.

No quedaba más que hacer una última pausa más. Era extraño, pues al ponerse de pie aun miraba la puerta como con miedo de que llegara antes de lo que había dicho, y no dejaba de revisar el reloj, evidentemente perdía la noción del tiempo con facilidad.

Ya tan caliente como mi tía me animé a tocarme por encima de mi pantalón, no tardé nada en levantar mi pene y ponerlo al cien, mientras miraba a mi tía subirse la falda hasta la cintura. Entonces pude ver su erótica lencería, esa tanga que le hacía juego con su sostén tras sus pantimedias, aun me continuaba tocando cuando se bajaba las medias de seda de una sola vez, seguidas de su ropa interior que de igual manera se atoraban en sus tacones negros al llegar a sus tobillos.

La maravillosa vista regresaba, ese hermoso coño perfectamente depilado con la siempre excitante fina línea de bello sobre él, y ese marco de piernas gruesas y contorneadas que aun la mejor de las modelos profesionales envidiaría.

Regresó a mi mente, es decir, a mis relatos. Se sentó de nuevo, esta vez con las rodillas tan abiertas como la elasticidad de la seda de sus pantimedias se lo permitían y reanudo su trance. Clavó su mirada como lechuza a su presa y de nuevo las sensaciones comenzaba a recorrer por su cuerpo, cuales seguramente debieron sobrepasarla, pues no tardó un solo minuto antes de que sus dedos llegaran presurosos a su entre pierna.

La vista no era clara, pues no estaba de frente, y sus bellas piernas me impedían ver el trabajo que sus manos debían estar haciendo, pero lo que bien no podía ver, no se podía ocultar. Se evidenciaba su estado de excitación del que seguro sería un trabajo formidable el que deberían estar concibiendo aquellas tersas, delicadas, finas y femeninas manos, obligando a arquear la cintura y contorsionar sus caderas sutilmente llenándola de placer.

Su respiración aumentaba, sus grandes pechos se inflaban aún más con cada inhalación, su mano derecha se movía en sus pechos pellizcando un poco sus pezones, halando de ellos para llevarse al éxtasis. En tanto, su otra mano empeñada en su coño moviéndose encrespada persiguiendo con esmero el inminente orgasmo que se avecinaba.

Y no pude más, me saque el pene que empujaba fuertemente la cremallera de mi pantalón, como queriendo abrirla por sí solo, y me la comencé a jalar imaginándome que sería ese par de dedos que entraban y salían de ella llevándola al cielo de la mano de mis fantasías.

Era insoportable, sabía que de un momento a otro compartiría su orgasmo, pero quise esperar a que sucediera, así que ralentice los movimientos de mi mano que sujetaba fuertemente mi traca y seguí observando.

Mi tía borde del sofá con las rodillas abiertas masturbándose, había olvidado ya los relatos, seguramente ya los había terminado y ahora era su propia mente la que la estaba llevando a la cumbre al recrear mis fantasías que debían revolotear en su imaginación. Con los ojos cerrados se tocaba apasionadamente, perdida en su momento, concentrada en culminar con tan excitante momento, cuando sus manos aumentaban el ritmo dispuestas a cumplir su servicio.

Hace tiempo que había comenzado a llover, se escuchaba el golpeteo de las gotas sobre el tejado y los ventanales. Al ser casa de madera el ambiente se hacía muy especial, el sonido, el olor y la humedad de la casa la convertía en el sitio perfecto para el romance y que mejor para el amor consigo mismo, exactamente lo que, hacia mi tía frente a mí, todo era asombrosamente increíble.
 
Arriba Pie