Compartida

panzer626

Virgen
Registrado
Dic 29, 2008
Mensajes
55
Likes Recibidos
38
Puntos
18
COMPARTIDA





Mi novio siempre estaba sugiriendo cosas nuevas a la hora del sexo, y yo, como chica buena, sólo me dedicaba a aceptar y abrir las piernas. Mi cuerpo de lolita siempre fue un tema para mí; cuando adolescente las otras chicas me hacían sentir mal al respecto, haciendo bromas crueles sobre el tamaño de mis pechos o sobre mi cara de niña. Cuando conocí a mi novio me confesó que eso era lo que más morbo le daba y que no debía hacer caso de esas arpías. Yo era una niña inexperta en ese entonces, ni siquiera conocía bien mi propio cuerpo y menos aún sabía lo que era el placer. Al pasar el tiempo nos fuimos soltando y fui tomando confianza, todo era nuevo para mí, desde el coger con mi uniforme del colegio o usar lencería de niña.
Tenía mis juegos favoritos a la hora del sexo; mi novio me hacía confesar mis fantasías más privadas, como que me gustaría ser violada por otra chica o estar desnuda con mi grupo de amigas. Cuando me confesaba, él clavaba su miembro con mucha más fuerza dentro de mi estrecha abertura de carne, sin respetar nada, tal cual como se le mete el miembro a las putas.
En el día a día me hacía andar desnuda por su casa; yo llegaba en la mañana y me desvestía por completo, luego me hacía unas coletas y me ponía un collar de adiestramiento. Ser sumisa me encantaba y estaba feliz de tener tan estimulante vida sexual.


En una ocasión salimos a acampar con un grupo de amigos, la típica salida de verano a pasar un par de días a las montañas. Íbamos nosotros dos, unas amigas y un amigo de mi novio. El caso fue que las chicas no pudieron ir y sólo fue el otro chico. Lo conozco del mismo tiempo que mi novio, él es simpático, alto y bastante guapo, de cuerpo similar a m novio. Yo, en cambio, soy bajita, menuda y plana. Tengo una figura bastante infantil que nos da morbo a mí y a mi novio, mi traserito pequeño y redondo no aparenta mi edad real, representando mi cuerpo unos diecisiete años cuando mucho.
El día estuvo normal en su primera mitad, bebimos unas cervezas mientras hablábamos de cualquier cosa hasta que decidimos armar una sola de las carpas. La charla empezó a subir de tono entre las bromas que eran cada vez más sexuales, entonces mi novio me desafió a hacer topless. Eso sí que me prendió, de hecho era yo quien quería proponerlo pero no hallaba cómo. Nuestro amigo se puso nervioso pero como nos teníamos confianza los nervios duraron poco.
Me quité la camiseta dejando mis pequeñísimas tetas de niña expuestas ante mis hombres. Siendo sincera quería que me culearan entre los dos ojalá lo antes posible, porque vamos, de haber sido al revés, o sea, un chico y dos chicas, hubiera sido lo mismo para él.


El caso es que mi novio estaba lo más normal mientras nuestro amigo me miraba de reojo hasta que se acostumbró a verme sin ropa de la cintura hacia arriba. El sector no era un camping por lo que estábamos solos sin nadie que nos molestara en muchos kilómetros a la redonda. Mi novio animó a su amigo a meterse al rio completamente desnudos. Yo era quien aprovecharía la vista ahora y no estaba dispuesta a malgastar mi turno mirando de lejos. Me quité el short quedando sólo en bragas mientras los chicos estaban con el agua hasta la cintura bebiendo cerveza. Jugamos unos minutos hasta que pude apreciar de cerca sus erecciones; ambos miembros eran similares en grosor y tamaño, bastante grandes debo decirlo, y eso hacía volar mi mente hacia lo que intuía pasaría más tarde.
Como era de esperarse tuve que quitarme la ropa interior, quedando desnuda y vulnerable ante mis chicos. Ya estábamos algo ebrios y empecé a acatar cada orden de mi novio como buena niña sumisa que soy. Primero cumplí mi fantasía de masturbarlos a ambos a la vez. Yo ya no tenía pudor alguno y me dejaba tocar por donde quisieran, pudiendo mi amigo ver con todo detalle el interior de mis orificios cada vez que quiso.
Llegó la noche y ya no dábamos más de calientes (sobretodo yo), nos fuimos a la carpa y lo primero que sentí fueron unos dedos hurgando entre los labios de mi entrepierna, buscando abrirla hasta provocar un dolor exquisito. Sentí una estaca de carne deslizarse en toda su extensión impidiendo cerrar mis piernas mientras unos brazos me sujetan de los hombros, poniéndome en posición para recibir el segundo miembro en mi ano.
No duré ni cinco minutos antes de acabar, fue un orgasmo tan brutal que casi me orino del placer. Apretaron mis tetas y perforaron mi cuerpo sin ningún respeto y dada la diferencia de contextura era como si dos tipos fuertes violasen a una pequeña colegiala puta en medio del bosque. No se preocuparon de mí en ningún momento, sólo me abrían las piernas y embestían a todo lo que daban mientras yo sólo gemía y me dejaba llenar de semen donde quisieran hacerlo.
No se veía absolutamente nada, por lo que no tenía idea de quien estaba apuñalando mi vagina y quien me estaba rompiendo el ano, sólo sabía que estaba disfrutando como nunca y que me estaban acomodando para ponerme a cabalgar sobre un pene.
Me tomaron de las caderas para ponerme en cuclillas no sin antes manosearme por completo. Para estas alturas ya era consciente de que mi cuerpo ya no guardaba ningún secreto para nuestro amigo.
Sólo me deje hacer; entre ambos me tomaron violentamente de las piernas, abriéndolas a todo lo que daba mi cuerpo a medio desarrollar. Uno de ellos me puso encima de su miembro y procedió a darme una clavada muy fuerte. Me moví como una poseída, recorriendo toda esa estaca de carne con mi pequeña vagina subiendo y bajando mis caderas por unos minutos mientras mi otro amante tomaba un descanso. Cuando estaba por llegar al cielo sentí el otro pene abriendo mis nalgas, deslizándose como una serpiente por dentro de mi resto hasta que su dureza limitó mi capacidad de movimiento. La violación comenzaba otra vez, y por lo que intuía, ambos habían cambiado de posición para abusarme.
Después de un rato caímos rendidos, los chicos cansados y satisfechos y yo, más satisfecha que ellos juntos pero con mis genitales llenos de semen. Decidimos salir a fumar así como estábamos, y desnudos los tres nos metimos al agua para refrescarnos un rato. Mi desnudez ya no era tema, la habíamos disfrutado y sólo estábamos esperando reponer fuerzas para seguir teniendo sexo.


Al día siguiente mi novio me prohibió vestirme (me daba lo mismo, ya que hacía calor y quería exhibirme el mayor tiempo posible), además que debía dejarme tocar por ambos ya que ahora mi condición era de sumisa. Bebimos mucho y yo tenía la orden de orinar frente a ellos (era uno de mis juegos favoritos, mi novio siempre me obligaba a orinar frente a él) por lo que nuestro amigo disfrutó del espectáculo de ver a una chica con cuerpo infantil orinar frente a él con las piernas completamente abiertas.
Está demás decir que esa tarde volvieron a culearme salvajemente entre los dos, alternando mis agujeros, turnándose para llenar mi cuevita con leche hasta desbordarla. Yo, agradecida, saqué a relucir mis mejores movimientos de cadera, dejándome caer con fuerza sobre sus penes mientras cabalgaba a uno preocupándome de sólo acabar yo, para cambiar de montura. Durante la noche hicimos una fogata, trajimos muchas ramas y hojas para hacer un colchón frente al fuego donde me la metieron a gusto, abriendo mis piernas y poniéndome en las posiciones más humillantes y vergonzosas, haciendo que les confesara cuantas veces me masturbaba al día o si tenía fantasías lésbicas. Les dije que me encantaba exhibirme frente a otras chicas aunque no les causara nada. Me hicieron confesar que me encantaría meterme a la ducha sola con muchos chicos y que amaba estar desnuda de la cintura hacia abajo, sobre todo cuando iba al ginecólogo. Esa noche la culeada fue tan brutal que me oriné mientras nuestro amigo me hacía sexo anal y la verga de mi novio estaba en mi boca. Sudé tanto que me llevaron al río y entre los dos me bañaron, aunque era una excusa para seguir tocando mi cuerpo, sobre todo mi entre pierna.
El tercer y último día ya me sentía tan a gusto que hasta me masturbaba frente a ellos. Ese día fui yo la que se negó a usar ropa. Fue básicamente lo mismo. Beber, caminar por la orilla del rio hasta que alguno de mis chicos tenía una erección que era prontamente atendida por mi vagina.
Al volver a la ciudad mi novio me regaló un bikini para nuestra próxima salida, nuestro amigo se despidió y acordamos repetir pero esta vez saldríamos con el grupo completo para mayor diversión.
 
Última edición:
Arriba Pie