Como Inicie a mi Familia 001

heranlu

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No sé qué me da contarlo. Siempre fui una chica muy tímida, bueno, lo era hasta que me pasó lo que voy a contar. Pero mejor será que empiece por el principio. Describiéndome, a mi y mi vida.



Digamos que soy una chica normal, tengo veinte años, morena, metro setenta, buen cuerpo (96-62-93), creo que guapita de cara y suficientemente inteligente. Vivo en un pueblo de la costa española con puerto deportivo al que mis padres se mudaron hace años para practicar vela, tenemos un chalecito (bueno no, un chalé) con piscina y vistas y estudio derecho en una ciudad cercana, a donde voy a clase con mi coche (un A3). Mi familia la componen mis padres, de 42 años los dos, mi hermano mayor Alejandro de 22, mi hermano menor Andrés de 18, mi hermana Ana, de 17 y yo, Alicia, de 20, como ya he dicho. Ya veis, a nuestros padres les hizo gracia que todos los nombres empezaran por A. Nos parecemos bastante físicamente las chicas, y los chicos entre ellos, aunque Alex está más desarrollado (lleva más años con el fútbol). Alex trabaja, los peques están en el instituto y mis padres trabajan y regatean en el tiempo libre. No nos falta de nada, en casa tenemos dormitorios para cada uno con todas las comodidades, y mis padres no nos están encima, prefieren el barquito.



La cuestión es que un caluroso sábado de Mayo que estaba aburrida me decidí a ir a la playa, se lo dije a Ana y bajamos en el coche. Alex trabajaba, por lo que quedó Andrés solo en casa. Habitualmente quedamos allí toda la tarde, volvemos para la cena, pero estando en la arena Ana se encontró con sus amigas y se fue dejándome más sola que la una. Yo, aburrida, pensé que para tomar el sol mejor era hacerlo al completo, así que como aún era temprano recogí las cosas y me fui a una playa nudista. No sé en el resto del mundo, pero en la zona donde yo vivo las mejores playas, y las más tranquilas son las nudistas. Al llegar estiré la toalla donde mejor me pareció, ya que había mucho espacio y me despojé del vestido y de la parte superior de bikini. Noté que había algún chico (y algún no tan chico) que me observaban, pero continué la labor y me quité las braguitas para después tumbarme en la toalla. Observé a los observadores y me fijé en que a alguno le abultaba algo más de lo normal el bañador (suelen ir vestidos, los observadores) pero me hizo gracia pensar que luego se harían una paja a mi cuenta.



Pasó una hora, me desperté y me vi tumbada boca arriba con las piernas abiertas y algo flexionadas, vamos, la mejor postura para que los dueños de los ojos puestos en mí no se cortasen y pasasen de observadores a mirones. No me gustaron ciertas caras, así que me levanté y me largué a casa. Serían sobre las siete, por lo que faltarían un par de horas para que volviese todo el mundo, ya que supuse que Andrés habría salido con sus amigos. Subí a mis aposentos y me dispuse a tomar una ducha para quitarme las arenas, y ya de paso la calentura que llevaba encima, porque los mirones, con todo, me pusieron cachondilla. Me encanta la sensación del agua goteando por mis pezones, y también me encanta apuntar con el chorro de agua a mi almejita mientras con la otra mano me limpio despacio, acariciando cada uno de sus pliegues, pellizcándome el clítoris, hasta que acabo tumbándome en la bañera y me meto un par de deditos mientras otro se pierde en mi culo, los muevo despacio y acabo con una mano dentro del coño y tres dedos en el culo moviéndome como un auténtico animal. Lo del dedo en el culo lo aprendí de Airbag, en esos tiempos no me había entrado nada más por ahí que mis dedos. Pues eso, que acabé de ducharme y salí del baño, me puse unas braguitas y una camiseta y bajé al salón a ver la tele.



Pero lo que vi en la tele no era lo que esperaba, por lo visto Andrés no había salido, debía estar en su dormitorio cuando llegué, y en ese preciso instante estaba viendo una película en la que unas chicas vestidas de colegialas (camisa blanca, faldita plisada de cuadros escoceses) se metían mano delante de un supuesto profesor que después se las follaba vilmente. Andrés estaba en el sofá, yo sólo veía su cabeza y como el sofá está de espaldas a las escaleras me acomodé sigilosamente para observar el espectáculo. De hecho la peliculita me estaba volviendo a poner cachondilla (¡Y yo que siempre digo que son un asco!). Cuando me di cuenta ya tenía una mano sobre mis braguitas y me estaba empezando a acariciar el chochito, que cada vez se humedecía más. Decidí parar, porque me conozco y acabaría dando el espectáculo y ese día me tocaba de espectadora, no de actriz. En ese momento mi hermanito se empezó a mover rítmicamente y estuvo así un par de minutos, tras lo que se levantó, se sentó en el respaldo del sofá y salpicó una buena corrida por el salón. "Como folles así no me llegas ni para medio asalto" pensé yo. Me escondí un poco más por si las moscas y vi como Andresito se levantaba a por un paquete de Kleenex, cogía un par y borraba sus huellas de la mesita de centro, después se agachó y vi (o supuse) como limpiaba el sofá y después se levantó de nuevo y vi (¡¡¡¡¡¡DIOS MÍO QUÉ PEDAZO POLLA TIENE MI HERMANITO!!!!!! Ni en sueños había visto una igual, y eso que sueños húmedos no me faltan) como se limpiaba su pedazo polla de un palmo (ojo chicas, después de correrse) con suma delicadeza. Me volví a mi cuarto, me volví a desnudar, me volví a la ducha y me volví a meter en coño y culo lo más grande que encontré, procuraba pensar en la mamada de las colegialas al profe, o en las folladas y enculadas que éste les pegaba, pero la mente se me iba a la polla de mi hermano.

Quedé exhausta en la bañera cuando me asaltó una duda: si la polla del hermano pequeño era así, ¿cómo sería la del hermano mayor? Pero preferí no pensar en ello. Preferí hacérselas pasar putas a mi hermanito como castigo por haberme hecho pensar en su preciosa polla, la polla de mi hermano que me comería sin dudar, que metería dentro de mi coño chorreante sin pensarlo, con la que me rompería el culo sin lubricarlo, sólo por sentirla dentro de mí.



Cuando salí de la ducha me acerqué a la habitación de Andrés (desnuda, lo pienso ahora y no sé cómo fui capaz de arriesgarme a que me pillase) y cuando asomé la cabeza por la puerta pude escuchar que se estaba duchando. Eso me daría cinco minutos. Volví a mi cuarto, busqué el bikini más minúsculo que tenía y me lo puse. Tendría un par de años, era un tanga blanco que sólo me cubría mi vello púbico (el poco que me quedaba sin rasurar, si no una leche iba a cubrir) con parte de arriba de triangulitos que apenas tapaba mis pequeños y oscuros pezoncitos. Me miré en el espejo y vi que incluso transparentaba un poco el vello y los pezones. Era genial.

Bajé al garaje y esperé cinco minutos, tras los cuales entré en casa haciendo el mayor ruido posible para que se diese cuenta de mi presencia, y cuando entré en el salón di un grito de "¡Ya estoy en casa! ¿Hay alguien?" Acto seguido apareció Andrés por las escaleras aún mojado de la ducha y con una toalla cubriendo sus partes, me vio y dijo:



Ah, eres tú, pensé que había alguien.

¿Qué pasa, acaso yo no soy nadie? – Le contesté para alargar la conversación y que me viese, mientras subía las escaleras

Va, si, me refería a alguien de fuera

Pues no llevas el traje más apropiado para recibir visitas – Le dije dando un tironcito a la toalla

Me estaba duchando, y tampoco tú llevas el bikini más adecuado para bañarte, si te transparenta ahora, mojado debe ser un espectáculo – Empezaba a apreciarse un bulto bajo la toalla

Es que yo me baño sin bikini, chavalín. Me voy a la ducha, que tengo el culo lleno de arenas –



Y dicho esto lo dejé atrás enseñándole ese portento de culo que tengo que, con el hilo del tanga en el fondo de mi raja, podía apreciar en todo su esplendor.

Dejando abierta las puertas de dormitorio y baño volví a meterme en la ducha (Por tercera vez en una hora), pero esta vez sin hacerme una paja. La mampara de la bañera es de cristal traslúcido, y me quedé mirando hacia fuera cuando al minuto apareció lo que esperaba, una sombra en la puerta del baño, mi hermanito espiando. Me enjaboné bien las manos y empecé a manosearme vistosamente, primero los pechos, después el trasero poniéndome de espaldas a la puerta y por último, y volviéndome de nuevo, mi adorada rajita. Me aclaré siguiendo el mismo recorrido y cerré el grifo, momento en que la sombra de la puerta desapareció.



Salí de la ducha y me puse una toalla en el pelo y otra en el cuerpo, que iba desde los pechos hasta dos dedos por debajo de mis nalgas, y así bajé a la cocina a beber algo. Andrés estaba sentado en el salón viendo algo en la tele, ni me fijé qué era, y pasé por delante de ella para darle a mi hermanito una vista más interesante. Yo creo que a esas alturas ya se estaba poniendo malo. Cogí una Coca del frigo y me fui a sentar a su lado, y lo hice cayéndome en seco en el sofá, dejando que mis tetas botaran a gusto y quedando con las piernas abiertas. Bebí un trago largo levantando la cabeza para que apreciase mejor el canalillo de mis tetas y le ofrecí un poco.



¿Quieres un traguito?

Bueno – Dijo cogiendo la lata

¿Qué ves?

Nada, espero a que empiece el fútbol

Voy a poner las noticias



Lo dejé bebiendo mientras me levantaba del sofá y me agachaba sobre la mesita de centro a coger el mando, esperando enseñarle mi chochito querido, cosa que debió ver, por las toses que escuché (Era lo justo, yo ya le había visto la polla).



Anda bebe despacio, que te atragantas

Ya, ya, quita que no me dejas ver – Pobre, estaba rojo como un tomate por haber visto el coño de su hermana mayor.



Cogí el teléfono y subí a mi habitación para llamar a mi mejor amiga Miriam, con la que tenía intención de salir esa noche a romper.



Hola Miri, ¿Vienes por casa antes de salir o quedamos en el Moby? (Era el bar en el que empezábamos a beber siempre)

Pues iré antes, que mis padres salen de viaje y me quedo sin coche, así que mejor me dejan ahí cuando se vayan.

¿Estás sola? ¿Y por qué no te quedas a dormir?

¿No le molestará a tus padres?

Bah! No, además no están, se fueron con el barquito.

Entonces vale, me voy a hacer la mochila.

Oye, mete en la mochila el uniforme del insti, y salimos así.

¡Pero si me queda enano!

Por eso mi niña, por eso. ¿No eras tú la que quería salir a por todas?

Bueno, pues voy a buscarlo, estoy ahí en una hora.

Vale.



Me puse algo más cómodo (unas braguitas y una camiseta blancas, para que transparentasen un poco) y volví al salón a tirarme de nuevo en el sofá, donde estaba mi hermano vestido sólo con su pantalón de fútbol viendo el partido, que acababa de empezar.



¿Con quién hablabas?

Con Miriam, por cierto, pórtate bien, que viene a dormir esta noche.

¿Viene ahora?

En tres cuartos me dijo, la traen sus padres.

Entonces casi me voy a poner una camiseta.

No creo que se asuste, no tienes nada que no haya visto.

Seguro que si me pongo en pelotas tampoco habría nada que no haya visto.

De eso no estoy tan segura, y no hables así de ella, que es mi amiga.

Ya, y una guarrona como tú (nunca tuve problema en llevarme chicos a casa y follármelos en ausencia de mis padres, el único que lo sabía era Andrés, cuando le pedía que llevase él el coche ya sabía por qué era), seguro que competís a ver cuál se tira a más tíos – Mientras lo decía se levantó corriendo y subió las escaleras para ponerse la camiseta.

¡Sí, y voy ganando yo! – Grité - "Y ya verás lo guarronas que somos" – Pensé.



Pero aún no os hablé de Miriam. Es mi compañera de correrías, desde que estábamos en el parvulario. Las correrías cambian con los años, y ahora las nuestras eran muy simples: salimos, buscamos un par de tíos buenos y cachondos y nos vamos cada una con uno; al día siguiente y con la resaca a cuestas comentamos las folladas que nos hemo y han dado y las comparamos, para aprender más cosillas y ponerlas en práctica.

Nos resultaba fácil enrollarnos con tíos cachondones, ya que (yo ya he descrito mi cuerpo) Miriam está aún más buena que yo, y es rubia, que eso atrae mucho a los chicos. Para colmo siempre nos vestimos lo más provocativo que encontramos en el armario.

Pues bien, llegó Miriam. Le abrí la puerta y nos dimos dos besos. Llevaba un short azul y un polo blanco sin sujetador. Unida a mí, en bragas y camiseta y sin sujetador también, parecía que ya fuésemos provocando, y allí el único provocable era Andrés.

Miriam se acercó y, antes de sentarse en el sofá, se agachó frente a él para darle dos besos. Con el polo flojo y desabrochado, Andrés tuvo una preciosa vista de sus pechos, lo que se notó en su leve pantalón en forma de bulto.

Pero la sesión de calientapollas que le íbamos a dar a Andresín no duró mucho, ya que en ese momento entraron por la puerta Alex y Ana. A Miriam se le puso un brillo en los ojos que delataba su atracción por Alex, cosa que ya me había comentado alguna vez. ¡No me hables de follarte a mi hermano!, le decía yo, pensar que ahora dejaría que me follasen los dos a la vez.

Saludaron, Alex le dio un par de besos a Miriam (y de paso le miró el escote) y subieron a ducharse.

Nosotras nos hicimos unos sándwiches y cenamos viendo el partido. Cuando acabamos todos de cenar, saqué una botella de whisky y unas cocas y empezamos lo que apuntaba hacia una noche memorable.

Alex se fue con sus amigos y llevó a Ana con las suyas, siempre salían y volvían temprano, la una por jovencita y el otro por deportista. Nos quedamos Andrés, Miriam y yo. Al rato ya llevábamos un par de copas, y ya estábamos contentillos, Andrés se había cansado de mirar como bailaban nuestras tetas cuando nos reíamos a carcajadas, las de Miriam cada vez que se agachaba para coger una copa y mis braguitas intentando tapar mi coñito, ya que con el puntito no hacia nada por colocármelas bien. Y claro, eso tenía efecto en el paquete de mi hermano, que abultaba más de lo debido. Cuando, después de otra copa, subimos a cambiarnos Miriam me comentó ese detalle:



Oye, parece que a tu hermano se le puso morcillona.

A ver, le andas enseñando las tetas toda la noche... A ver si dejas de calentarlo, que te conozco.

Ya, claro como que para ti no miraba, sobre todo cuando te abrías de piernas delante de sus narices.

¡Tía, que es mi hermano! Yo siempre ando así por casa.

Sí, sí, hermano será pero una buena teta es una buena teta, aunque sea de la familia – Esto lo decía mientras, estando desnudas, me pellizcaba los pezones y nos reíamos escandalosamente –

¡Estate quieta, a ver si va a entrar!

Bueno, así podría ver el tamaño de esa cosa que tiene escondida.

Sí, venga – dije – "No sabes tú bien el tamaño que tiene" –pensé



Nos vestimos igualitas, braguitas blancas, sujetador blanco sin encajes, blusa blanca y faldita plisada azul, que nos quedaba más corta que en el insti. Nos pusimos dos coletas a los lados y nos miramos frente a frente.



Pero qué pinta de putita quinceañera tienes – me decía

Pues anda que tú, Dios, estás para comerte – le dije yo

Pues ven aquí y cómeme.



Se acercó, nos cogimos de los cuellos de las blusas y nos dimos un piquito en los morros algo que, por cierto, hacíamos a menudo, sin ánimo de nada, nosotras heterosexuales de siempre.



Venga vamos, que es tarde

Sí, que ya tengo ganas de que nos vea tu hermano

Joder tía, eres una calientapollas

Sí, ¡Ja ja ja! – Y las dos nos echamos a reír



Cuando bajamos Andrés nos estaba esperando en el salón, y cuando nos vio su cara nos dijo que estábamos estupendas para la ocasión. Seguro que ahora estaba pensando en ser el profe de la peli porno y nosotras sus alumnas.



¿Por qué pones esa cara, es que no crees que vayamos bien? – pero qué guarra que es mi amiga, lo peor es que yo también -

Qué va, estáis estupendas, en serio, me encanta – y su paquete decía lo mismo, a pesar de la dureza del pantalón vaquero -

Pues venga para el coche, que es tarde – Es que eran ya las doce y media y nos faltaban dos folladores por encontrar. -



Pero la noche no se dio bien, no encontramos un par de maromos decentes, así que nos resignamos a no ser folladas esa noche. Eran ya las cinco y pico y llevábamos unas borracheras de escándalo cuando estábamos en la discoteca esperando a Andrés, que se había ido con sus amigos y decidimos deleitar al público que nos observaba con un bailecito especial, nos pegábamos mucho, nuestros pechos se rozaban y nuestros pezones empezaban a despuntar, nos dimos un par de piquitos para regocijo del personal masculino y parte del femenino, y nos dimos alguna palmada en el trasero. Pero vimos que ya estaba allí mi hermano y decidimos irnos. Le di la llave del coche, que yo ya no veía, y nos fuimos a buscarlo. En el camino Miriam seguía dándome cachetes en el culo, que yo intentaba evitar apretándole las tetas, y cuando llegamos al coche nos sentamos las dos en el asiento trasero para seguir con el jueguecito.

Al llegar a casa, seguíamos así, Andrés se despidió y nosotras nos tiramos en el sofá.



Mira, me has puesto los pezones de punta – me dijo Miriam

¿Yo? Oye, te recuerdo que empezaste tú

Y tú también los tienes así – y me los volvía a pellizcar

Vas a ver ahora – le dije con cara de enfado



Le hice un ataque que no pudo evitar, mis manos iban de sus pezones a su chochito, y de ahí otra vez a las tetas, y en las tetas y en su coñito a la vez, entonces se tiró encima de mí agarrándome las muñecas y me quedé inmovilizada, empezando su ataque. Como tenía las manos ocupadas empezó a morderme las tetas y a excitarme más y más, hasta que no pude aguantar, me deshice de ella como pude, me tiré encima de ella y le pegué un morreo de los que no tienen nombre. Al principio se quedó quieta, pero enseguida empezó a juguetear con su lengua dentro de mi boca, se la mordía, ella mordía la mía y las dos nos mordíamos los labios, tenía una calentura encima que no aguantaba, mi coñito chorreaba, empecé a sobarle las tetas, ella me hacía lo mismo, nos desabrochamos las blusas mutuamente, le saqué las tetas del sujetador, eran preciosas, suaves, grandes, duras, con unos pezones grandes y rosaditos que parecían de diamante de duros que estaban, mil veces le había visto y tocado las tetas, pero nunca como hasta ahora, ahora me encantaban, acerqué mis labios a sus pezones y los besé tiernamente. Saqué la lengua y empecé a lamer en círculos a su alrededor, varias vueltas hasta que me abalanzaba sobre el con mis labios y se los chupaba como si me fuese la vida en ello. Ella estaba tumbada y no se movía, sólo me dejaba hacer, cerraba los ojos y gemía, muy bajito, suspiraba, yo seguía con mi boca en sus tetas, bajé mi mano derecha a su entrepierna y comencé a acariciarla por encima de las bragas. Estaban empapadas, como las mías. Después de un par de minutos frotando su coñito, ahora deseado coñito, le eché las braguitas a un lado y le acaricié su clítoris, primero poco a poco, después más rápido, le metí un dedo en su chochete, después otro, y otro, otro más, le metía cuatro dedos mientras el pulgar hacía bailar su clítoris. Debía ser la borrachera, porque no tenía asomo de correrse, y yo con eso en condiciones normales ya lo habría hecho un par de veces. Mis labios dejaron sus pechos y volvieron a su boca, nuestras lenguas volvieron a jugar un rato mientras la sentaba en el sofá. Me separé de ella y me levanté, cuando vi espiando a mi hermano como yo lo había espiado a él por la tarde. "Se lo debo", pensé (lo que hace una buena borrachera, con las tetas al aire y follándome a mi mejor amiga delante de mi hermano pequeño). Me arrodillé ate su chochito y le saqué las bragas, metí mi cabeza bajo su falda y empecé a jugar con su clítoris, mis manos sobaban sus tetas mientras ella se pellizcaba los pezones, le metía la lengua en su agujero, mordía su clítoris mientras le metía casi toda la mano en el coño, le metía un dedo y dos en el culo, hasta que no aguantó más y se corrió largo rato. Me volví a acercar a su cara y le di a probar sus mieles que seguían en mi boca, me lamió toda, se tragó su abundante corrida. Menos mal que no era muy ruidosa, porque Alex y Ana dormían arriba ajenos a todo.

Después de cinco minutos de descanso subimos a mi dormitorio y me dijo:



Prepárate preciosa, porque ahora te toca a ti.



Cuando llegamos a lo alto de la escalera vi salir luz por debajo de la puerta de Andrés, lo que me confirmó que nos había estado espiando hasta el final.

Entramos en mi cuarto, cerramos la puerta y nos acercamos, nuestros pezones se tocaron, y nos dimos un beso muy dulce, entrelazando nuestras lenguas suavemente, despacio. Nos separamos y Miriam dejó caer su blusa, se quitó el sujetador y desabrochó su falda, que se deslizó hacia el suelo delicadamente. Estaba preciosa así, desnuda, con esos bonitos pechos, sus preciosas caderas, y esa matita de vello casi transparente que la hacía parecer una niñita. Volvió a acercarse a mi, nos mirábamos a los ojos con miradas muy tiernas, me sacó la blusa y el sujetador y los dejó caer al suelo, se arrodilló ante mí, me desabrochó la falda y me la quitó, agarró mis empapadas braguitas y me las quitó suavemente. Me besó en el vientre, se levantó y me tumbó en la cama. Se puso sobre mí, y empezó a lamer mi cuello, delicadamente, con la punta de la lengua, bajó a mi canalillo y siguió lamiendo y besándome, se acercó a los pezones, yo ya no podía más, me los lamió, besó, chupó y mordió de veinte formas distintas, siguió bajando su cabeza mientras sus piernas iban hacia mi cara, hundió su cara entre mis piernas y su coño en mi boca, su lengua me hacía vibrar, sus dedos, me lamía el culo, me metía dedos por todos mis agujeros, cuanto más me hacía sentir, más hundía mi boca en su coño, más disfrutábamos las dos. Por fin, acabamos en un tremendo orgasmo simultáneo que a mi me empapó la cara y yo empapé la sábana bajo su rostro, se colocó a mi lado, nos abrazamos, nos besamos y nos quedamos dormidas.





La mañana siguiente me desperté a las tres de la tarde. Estábamos destapadas, completamente desnudas, y la habitación apestaba a sexo. La miré, me pareció preciosa así, desnuda, dormida. No lamentaba lo ocurrido la noche anterior. No sabía si era completamente bisexual o si era Miriam la única mujer con la que iba a compartir placer, placer que nos había hecho sentir la noche anterior.

La desperté, y cuando abrió los ojos estiró sus brazos hasta mi nuca y me llevó hacia ella para darme un beso de buenos días. Yo no podía dejar de sentirme algo confusa, pero me gustaban sus caricias y sus besos.



Venga perezosa, que son las tres de la tarde. Arriba y a la ducha.

No Ali, déjame cinco minutitos más, porfi.

Bueno, me voy duchando yo, pero en cuanto salga entras tú.

Vale – me dijo, y me dio otro beso.



Me metí en la ducha y abrí el agua, no demasiado caliente, ya que el sol apretaba fuera. Cerré los ojos y metí mi cara bajo el chorro, cuando la mampara se abrió y Miriam se metió conmigo. Nos abrazamos y nos besamos apasionadamente, comenzamos a acariciarnos suavemente. Se agachó ante mí y empezó a chuparme los pezones mientras el agua resbalaba por mis pechos, una mano suya llegó a mi coñito humedecido y con la otra empezó a masajearme el ano. Continuó con su lengua pasando de teta a teta, me metió un par de dedos en el chocho y otro por el culo y los movió rítmicamente. Me tenía en la gloria. Cuando notó que mis gemidos iban en aumento sacó sus dedos de mis agujeritos, separó sus labios de mi pezón y se levantó. Yo la miré con los ojos desorbitados y le dije:



¿Por qué te paras? Quiero que me lleves a un orgasmo, hazme disfrutar como ayer.

Date la vuelta y apoya las manos en la pared.



Sin preguntar nada la obedecí, el chorro de agua me daba en la espalda y ella lo orientó hacia mi culo, se agachó y metió su lengua entre mis nalgas, dándome placer a través de mi muy sensible anito, mientras una mano me acariciaba el coño muy sutilmente. Yo bajé más mi cuerpo y levanté el culo para darle facilidades, a lo que ella respondió bajando su lengua hasta mi clítoris, metió cuatro dedos en mi rajita y otros dos en mi culo, los movía suavemente, mientras yo me acariciaba lo pezones y sacaba la lengua fuera de puro placer, lamía la pared mojada a falta de otra cosa. Miriam comenzó a mover su lengua y sus manos más violentamente, ya tenía tres dedos centro de mi culo y toda una mano en mi coño, me dolía un poco, pero me encantaba, era la mejor paja de mi vida, y me corrí en su lengua y en sus manos con dos orgasmos simultáneos y distintos, nunca había sentido nada igual.

Me di la vuelta y me tumbé desfallecida en la bañera, Miriam estaba con un pie a cada lado de mi cadera, mirándome con cara de satisfecha. Nos sonreímos, bajé la vista y me encontré con su coño chorreante, lo acaricié con una mano y ella me devolvió un estremecimiento y un gemido, levanté la espalda, acerqué mi boca y metí mi lengua entre sus labios vaginales, la endurecí y la penetré con ella. Le hice dar la vuelta para admirar su bonito trasero, le abrí las nalgas y le lamí el ano, le metí la punta de mi lengua, le di un mordisco. Ella se agacho y le devolví lo que me había dado: la lengua en el clítoris, una mano en su coño y tres dedos en su culo, sin estiramientos ni más lubricación que la natural. Gemía como una perra, metió un pie entre mis piernas y me pajeó con el talón, seguí dándole fuerte hasta que se corrió sin remedio. Soltó jugos como si estuviese meando, se los lamí todos como muerta de sed. Se tumbó encima mía, nos besamos y nos quedamos allí, en el fondo de la bañera, con el chorro de la ducha enfriando nuestras calientes caderas.



Nos secamos mutuamente y nos vestimos. Ella se puso una camiseta de tirantes blanca y unos ciclistas azules, yo una mini ajustada de algodón naranja que me bajaba diez centímetros del culo y un top cortito blanco. Ambas decidimos ir sin sostén ni braguitas, más fresquitas, y como total iríamos a la playa nudista, pues ahorrábamos trabajo para desnudarnos.

Cuando bajamos vimos Ana sentada en el sofá viendo la tele, una película del domingo por la tarde, poca cosa.



Vaya, parece que las bellas durmientes se han despertado.

¿Y el resto? – pregunté

Tenían partido de final de liga, por eso fue Andrés – Andrés nunca jugaba, creo que no es muy bueno con el balón.

¿Has comido?

Sí, si queréis tenéis ensaladilla de Arroz en la nevera.

Vale.



La cogimos, llevamos los platos a la sala y nos sentamos una a cada lado de Ana en el sofá, para ver la película.



¿Qué vais a hacer esta tarde? – preguntó Ana

Iremos a la playa – respondí entre bocado y bocado

Ah bien, voy con vosotras

¡No! Eh.... bueno... es que... – no sabía como decirle que...

Que vamos a la playa nudista – le espetó Miriam

Ah, pues bueno, no creas que me voy a asustar - dijo Ana

Pues venga, ve a cambiarte, aunque no necesitas mucho – le dijo Miriam en alusión al tanga y la camiseta de tirantes que levaba.



No me hacía mucha gracia llevar a Ana a la playa nudista, tenía diecisiete añitos recién cumplidos, y recordaba a los mirones del día anterior, los imaginaba mirando su virginal cuerpo desnudo y no me llamaba mucho la idea. Además, si mis padres se enteraban no me dirían nada de mí, pero me montarían un cristo por haberla llevado a ella. Pero bueno, bajó y nos fuimos. No se había cambiado mucho, sólo se había puesto una falda-pantalón de cuadritos pequeños blancos y celestes, misma camiseta blanca y, como nosotras, sin sujetador.



Llegamos a la playa y nos dirigimos a la otra punta, lejos de la entrada y con menos gente que moleste. Estiramos las toallas y, mientras Miriam y yo montábamos la sombrilla, Ana empezó a desnudarse. Se quitó la camiseta y nos quedamos las dos mirando sus lindos pechos, tenían un tamaño perfecto, redonditos y firmes, coronados en su centro por unos pequeños pezones castaños que se endurecieron al sentir la brisa. Ella se dio cuenta de cómo las mirábamos



No, si al final las mironas vais a ser vosotras



Pero no le dio importancia, nosotras continuamos con la sombrilla y ella con la falda. Cuando se la bajó yo me esperaba ver el tanga azul que tenía en casa, pero lo que vi fue un triangulito de vello negro depilado a al perfección.



¿Y tú como vienes sin tan siquiera unas bragas? – le pregunté al salir mi vena de hermana mayor

¿Acaso tú llevas? – Me dejó K.O., la mini era muy ajustada y no se podía esconder nada bajo ella.

Touché – le respondí

Parece que tu hermanita pequeña aprende rápido, querida Alicia – dijo Miriam

Parece, y también parece que no es tan pequeña, mira que cuerpazo tiene

¿Creéis que tengo buen cuerpo? – preguntó Ana, mientras daba vueltas y se miraba

No lo creemos reina, tienes un cuerpazo que quita el hipo, vas a traer a más de uno por la calle de la amargura – le contestó Miriam mientras empezábamos a desnudarnos nosotras

A mi también me parece que vuestros cuerpos son muy bonitos

Ya, pero tú aún puedes disfrutar de esos pechos duros y firmes, los nuestros empiezan a caerse – le dije yo – Y, a todo esto, ¿cómo es que no tienes marcas del moreno?

Suelo tomar el sol desnuda en la terraza de mi habitación

¿Y tú no te das cuenta de que da a la ventana de Alex?

Ya, pero lo hago cuando no está en casa



Nos tumbamos y Miriam me dio un poco de crema por la espalda, en el culo y por detrás de las piernas. Lo hacía muy despacio, aprovechando para acariciarme, incluso en un momento pasó un dedo por mi ano, me estaba excitando y se me iba a notar, porque las mojaduras de coño, si no estás vestida... pues ya se sabe, se ven, así que la eché a su toalla y terminé yo de darme crema por delante, aunque no me quitó ojo mientras me embadurnaba. Después le di yo crema a ella, también despacio, acariciándola. Ana se había quedado dormida en su toalla, lo que aproveché para meterle un dedo en el culo a Miri (entrar y salir nada más, no penséis mal) y rozarle el coñito que ya se notaba húmedo. A ella no le importaba, ahora que Ana roncaba y las personas más próximas eran una pareja que estaba quince metros más abajo y unos señores con sus hijos pequeños que estaban a unos cincuenta metros de nosotras. Se dio la vuelta, me miró con cara de viciosa y me dijo que le diese también por delante, a lo que accedí. Empecé por sus pequeños pies y continué hacia arriba, le abrí las piernas para darle por dentro de los muslos y con cada pasada le rozaba su coñito húmedo con algún dedo, después le di en las ingles y el vientre y llegué a sus tetas. Se las manoseé cuanto quise mientras con mi rodilla le apretaba el coño, le pellizqué los pezones y ella movía su cadera imperceptiblemente, cuando acabé le di un beso en cada pezón y otro en los labios y me acosté.​
 
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