Circunstancias entre Hermanos

heranlu

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Ago 31, 2007
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Este relato, necesariamente corto por razones de su reciente inicio, trata de completar aquellos otros que he leído en internet y que se asemejan al mío, aunque la mayor parte de ellos carecen de una verosimilitud que los haga medianamente creíbles. Por el contrario, he podido leer alguno de ellos que sí parecen reflejar hechos ciertos y a los que deseo unirme en el sentimiento de compartir con esos protagonistas una historia similar y liberar mi conciencia de culpa con ésta confesión, aunque he de reconocer que este sentimiento ha ido perdiendo carga emocional a medida que voy conociendo casos similares y que "mi problema" está mas generalizado de lo que yo creía al principio.



Estos acontecimientos han comenzado hace un mes aproximadamente y su continuidad, salvo circunstancias ajenas a nosotros, tiene todos los ingredientes necesarios para que continúe durante mucho tiempo, incluso mejore, pues aún no hemos logrado alcanzar la técnica adecuada y nos encontramos en la fase de experimentación, esa gratificante fase en la que ambos protagonistas exploramos las posibilidades del otro y damos a conocer nuestros deseos, contando con la total disposición de la pareja para darnos toda la satisfacción posible y gozar de esta experiencia nueva para los dos.



Nuestra historia comienza hace 6 años, cuando mis padres, al regreso de una fiesta en la que mi padre había bebido mas de la cuenta, sufrieron un terrible accidente muriendo mi padre en el acto y quedando nuestra madre tetrapléjica. Desde entonces, mi hermano menor, de 16 años y yo de 18, tuvimos que hacernos cargo de mi madre que, además de inválida, sufría una profunda depresión que la convirtió en un vegetal. De ser unos hijos protegidos, pasamos a ser unos hijos protectores de nuestra madre. Ella solo desea, las pocas veces que nos habla, que la saquemos al jardín de nuestro pequeño chalet y tomar el sol los días que hace sol.

Yo me encontraba estudiando magisterio, en segundo, por lo que esperaba terminar el año siguiente y posteriormente preparar la oposición y aceptar el destino que me adjudicasen para, con el tiempo, volver a mi ciudad y con mi familia. Mi afición fue siempre y lo sigue siendo, la informática.

Mi hermano no fue nunca buen estudiante. Su obsesión era la de hacer una oposición para organismos públicos o el estado y disfrutar de un sueldo, si no alto, sí al menos seguro y de un horario que le permitiese disponer de tiempo libre para sí mismo, su televisión y el ordenador.

Todo aquello cambió y aunque los dos hemos terminado lo que queríamos, nos ha costado bastante mas de lo previsto en función del condicionante de nuestra madre, a cuyo cuidado siempre tiene que estar alguno de nosotros. No hemos tenido motivo de conflicto por el asunto y, muy al contrario, la adversidad nos unió mas que nunca y ambos nos hemos apoyado para conseguir nuestra meta. Yo terminé mi carrera y mi hermano trabaja en un juzgado como oficial. Yo me he especializado en el cuidado de mi madre y mi hermano ayuda lo que puede por las tardes y los fines de semana y aporta sus ingresos a la economía familiar, junto con la pensión que recibe mi madre y vivimos dignamente. El salir de casa supone un sacrificio para el otro, pues alguien siempre ha de estar con nuestra madre, por lo que nuestras salidas se limitaban al mercado a comprar y poco mas. A ambos nos parecía feo el salir con los amigos y dejar al otro solo en casa con mamá, así es que casi nunca propiciábamos salidas quedándonos en nuestra casa a disfrutar de una grata vida familiar.



Como digo, de todo esto hace ya seis años, de modo es que yo tengo 24 años y mi hermano 22. Ninguno de los dos tenemos pareja y apenas salimos de casa, habiéndonos acomodado a una situación de hecho y en la que los dos, mi hermano y yo, vivimos como deseamos.

Como es lógico, ninguno de los dos somos ajenos a nuestra necesidades biológicas insatisfechas y nuestra falta de relaciones sociales nos han volcado mas a una relación mas estrecha, siendo, además de hermanos, confidentes de nuestras inquietudes y pensamientos. Ninguno ha renunciado a una vida normal, en pareja y con hijos, pero nuestra situación actual no nos permite plantearnos esta posibilidad a corto plazo, por lo que aceptamos lo que tenemos con agrado y sin prisas –y ahora mucho mas- y procuramos no precipitar acontecimientos mientras mi madre nos necesite.

Como digo, la estrecha confianza e intimidad que tenemos mi hermano y yo nos ha impulsado a confiarnos, desde hace mucho tiempo, nuestras necesidades y contarnos nuestras experiencias en solitario. También nos pasamos información sobre aquellas páginas web que visitamos relacionadas con el mundo del sexo y, ocasionalmente, sobre todo los fines de semana, nos quedamos algo mas tarde, después de acostar a nuestra madre, a ver aquellos programas de televisión que ponen películas porno y ambos compartimos nuestras impresiones sobre el particular en total libertad.

Esta confianza habría de terminar como ha terminado y ese es el motivo de contar mi historia y compartirla con otras personas que, quizá acobardados de la aparente "inmoralidad", se están privando de disfrutar de lo que la naturaleza ha puesto a nuestro alcance de forma gratuita, por lo que hasta los mas pobres, todos podemos disfrutar de ello. Yo animo a quienes como yo, tengan la posibilidad de gozar de su entorno mas cercano, no tengan el menor reparo, pues es sumamente gratificante y sin contraindicaciones de ningún tipo, salvo las que la propia ética de cada uno nos imponga y en razón a la mayor o mejor mentalidad liberal de la que podamos disfrutar o padecer cada uno.

Entrando en el detalle, comenzaré relatando los preludios de la situación actual, pues es de suponer que los acontecimientos no se precipitaron en un solo día. Poco a poco y sin premeditación, fuimos tomando cada día mas confianza el uno en el otro, llegando a contarnos incluso cuando nos masturbábamos y las fantasías a las que acudíamos para mayor satisfacción. Yo le comentaba con quien me imaginaba haciendo el amor y él igual.

Ya había habido entre nosotros alguna ocasión en la que la excitación había llegado a afectarnos, tal es el caso de cuando nos veíamos en la ducha, cuya puerta jamás cerrábamos, aunque teníamos la costumbre de llamar antes de entrar. A pesar de ello, algunas veces y "por descuido", abríamos la puerta sin llamar y nos sorprendíamos en la ducha desnudos, algo que no suponía mas que una cortés invitación para pasar previa vuelta de espaldas para no mostrar nuestra desnudez tan descaradamente. A mí me encantaba que mi hermano me sorprendiese, y él lo sabía, esperando a sentir el ruido de la ducha para llegar al baño con la excusa de una necesidad imperiosa. Ambos sabíamos que no era cierto, pero lo tolerábamos complacidos y entre bromas. Yo me daba la vuelta y le mostraba mi espalda y trasero, ofreciéndole, incluso, si quería pasarme la esponja, a lo que accedía siempre. A pesar de ello, nuestra frivolidad no pasaba de ahí y nos contentábamos con esa pequeña picardía. El hacía lo mismo, permitiéndome pasarle la esponja por su espalda. Yo, cada vez que esto sucedía, le veía su pene erecto en la sombra de la pared o parcialmente desde atrás. Si le aludía al tema, el reía y me reprochaba mi atrevimiento y descaro. Yo, hacía lo propio con mis pechos, facilitándole una visión parcial de ellos y sabiendo que él los deseaba ardientemente.

Después de esta intimidad, era lógico que cada vez nos acercásemos mas y buscásemos ocasiones de excitarnos con el mundo del sexo, desconocido para los dos y con una pasión contenida propia de nuestra edad y abstinencia.



Como decía, sobre todo los viernes y sábados, cuando mi hermano no tenía que madrugar, nos quedábamos en el salón hasta altas horas de la madrugada viendo películas porno en la tele. Esto nos excitaba sobremanera, hasta que un buen día le propuse a mi hermano el masturbarnos durante la proyección de una de estas películas y para no avergonzarnos con este menester, nos cubriríamos con una toalla de baño cada uno, que nos serviría para limpiarnos al terminar.

No es necesario decir que mi hermano estuvo totalmente de acuerdo en la idea y que aquel fin de semana de hace aproximadamente mes y medio, lo preparamos todo para el viernes llevar adelante el proyecto. Nos procuramos de un refresco y palomitas, como nos gustaba hacer estas sesiones y nos dispusimos para dejar a nuestra madre acostada lo antes posible.

La verdad es que aquella tarde estuvimos muy nerviosos ambos y también con unos deseos incontenibles de que llegase la hora, así es que cada uno se entretuvo con su afición favorita esperando que el tiempo transcurriese rápidamente. Hacia los 2000 h ya le había dado de cenar a mi madre y le pregunté si quería acostarse, mostrando su conformidad. Le pedí a mi hermano que me ayudase con ella y tras ponerle el pijama, la acostamos en su cuarto, cerrando parcialmente la puerta del dormitorio.

Le dije a mi hermano que si quería cenar y ambos comimos algo, mirándonos de soslayo y con risitas de complicidad. Realmente mi excitación era extrema, aunque confieso que aún no había llegado a comprender cual era la verdadera razón. Yo solamente esperaba el disfrutar de una masturbación mientras veía una excitante película porno con mi hermano y esa era la única razón de mi excitación; la novedad de compartir con alguien el momento, o así me lo parecía. Realmente, no veía a mi hermano como el objeto directo de mi excitación, sino como un partícipe en mis fantasías sexuales.

Pronto nos situamos frente al televisor y a la espera de la hora del inicio del programa que nos interesaba, me dijo mi hermano que tenía una película porno que le habían dejado en el trabajo y que si quería verla para hacer tiempo. Yo acepté y la pusimos. Realmente era una película excitante, pues una pareja hacía el amor en un sofá en mil posturas diferentes y la criada les observaba por un pequeño agujero de la puerta mientras se masturbaba. No es necesario indicar que los protagonistas estaban para comérselos.

Mi hermano me propuso comenzar la actividad planeada, y rápidamente le facilité la toalla que tenía preparada y me apropié de la otra. Decidimos situarnos cada uno a un extremo del sofá y cubriéndonos ambos de cintura para abajo, con cuidado nos quitamos el pantalón del pijama y la ropa interior.

Cada uno recostado ligeramente en su sitio, comenzamos a frotarnos y yo observaba la abultada entrepierna de mi hermano, mas que la televisión, comprendiendo que mi excitación provenía de esa fuente tan cercana.

Mi hermano frotaba su pene visiblemente y yo acariciaba mi zona mas sensible con un deseo ardiente.. Mi hermano me miró algo violento y yo le devolví la mirada y una sonrisa, preguntándole si estaba disfrutando. Afirmó con la cabeza y cerró los ojos.

Hasta este momento yo no había relacionado a mi hermano con mi fuente de deseo, sino mas bien como el compañero de una travesura divertida. Pronto alcancé un orgasmo estupendo y ví que mi hermano se limpiaba de otra situación parecida.

La película seguía su curso y no dejaban de practicar el sexo unos protagonistas especialmente dotados, algo que nos volvió a elevar la temperatura lo suficiente como para plantearle a mi hermano el repetir la faena. El aceptó y nos colocamos de nuevo en posición para pajearnos de nuevo. Yo disfrutaba como nunca. El ambiente, otro partícipe en la sesión que me estimulaba y excitaba especialmente y yo misma, que apenas requería ayuda alguna para motivarme. Mi hermano parecía ir al mas deprisa que yo, y le vi en su sitio disfrutando, al cabo de un rato, de otro orgasmo que le hacía suspirar y emitir quejidos entrecortados y frecuentes. Yo, que estaba aún en los preliminares, me llamaba la atención las dimensiones de su pene, o lo que se podía apreciar con lo que mostraba, algo que me ofrecía una curiosidad irresistible.

Después de que él se corriese de nuevo, yo me encontraba aún deseosa que encontrar mi satisfacción por segunda vez y así se lo dije a mi hermano, que estaba del todo satisfecho.

Dado que aún era tiempo de esperar para ver el comienzo de la película de tv., mi hermano se ofreció para ayudarme un poco en mi actividad, proponiéndome que yo me tumbase en el sofá y relajadamente, disfrutase de sus manoseos, eso sí, bajo la toalla y sin mirar en ningún momento… en fín, confieso que la idea me turbó como nunca lo hubiese imaginado y me subió mi excitación hasta un límite inimaginable. He de reconocer que mi hermano no mostraban ningún signo de provocación, es decir, él, lo único que me proponía era ayudarme a conseguir un placer que se retrasaba con mis medios, pero estaba lejos de su propuesta, el aprovecharse de la situación en su beneficio, al menos así lo apercibí yo en ese momento.

Nunca había disfrutado de una masturbación por alguien ajeno a mí misma, por lo que la experiencia, nueva del todo, se me planteó como algo irrenunciable. Por supuesto, le di mi aprobación y me dispuse a colocarme cómodamente para no perder ni un segundo del placer que esperaba recibir. A fin de cuentas, era mi hermano y no un desconocido el que me iba a tocar y acariciar. En aquel momento, lo reconozco, yo también consideré la situación como de una gravedad atenuada, pues no veía a mi hermano como un amante, sino como un amigo de ciertas travesuras inocentes y compartidas, aunque sin la sensación de dañar a nadie, pues no hacíamos nada que pudiese perjudicar a nadie y así lo sentía yo en ese momento de excitación extrema. En realidad, no sentía mucho pudor de mi hermano, quien, como digo, en ocasiones había pasado a la ducha y me había ayudado a asearme en una evidente complicidad de situaciones al borde de la ética y la moralidad que a ambos nos gustaba franquear, y esto, sin duda, era un paso mas en la escala de valores que compartíamos, pero sin duda, aún dentro de una legitimidad propia de la intimidad familiar que ambos sentíamos.

Él, rodeado en su cintura por su toalla y cubriendo su sexo, se acercó a mí y metió su mano bajo mi toalla, algo que me provocó un tremendo escalofrío al notar su mano ardiente subir por mi muslo en busca de mi sexo, el cual no tuvo dificultad alguna en localizar de inmediato y cuando colocó sus dedos en mi agujerito tembloroso y húmedo, yo casi sentí un orgasmo inmediato. Confieso que yo tambien sentí unos deseos irrefrenables de manosear su pene, aún endurecido a lo que se podía apreciar bajo su toalla, pero contuve con dificultades mi pasión para no causarle una alarma que no deseaba y evitar pensase de mí algo que yo, en ese momento, estaba aún lejos de anhelar.

El momento fue especialmente erótico al suspirar mi hermano y confesarme que era el primer "conejito" que tocaba, y que si no fuese su hermana, no lo dejaría escapar. Eso sí, me pidió que le ayudase a diferenciar las zonas mas erógenas para propiciarme un orgasmo delicioso; yo le orienté, directamente, al clítoris, algo que fue para él todo un descubrimiento y una curiosidad. Se centró en unas suaves caricias pero que alternaba con la penetración de mi vagina con sus dedos ansiosos de conocer el cuerpo femenino. Llegó a preguntarme si deseaba que me tocase los pechos bajo una camiseta suave que llevaba puesta, algo que le prohibí por no parecerme conveniente, en fín, algo ridículo por mi parte dadas las circunstancias, pero así fue como ocurrió. Trató de levantarme la toalla y yo se lo impedí, simplemente por una vergüenza tambien injustificada, pero que yo aún no había asimilado.

Pronto comencé a sentir un gusto terrible y le pedí que fuese aumentando la velocidad de su frotación, aunque con suavidad y en unos segundos sentí todo el placer junto del mundo en mi sexo…; un flujo intenso y abundante se derramó desde mis entrañas ampapando la mano de mi hermano, el cual le oí reír estrepitosamente y lleno de satisfacción por su "maestría" en estas artes novedosas para ambos. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tenía el pene de mi hermano en mi mano y que le apretaba ansiosamente y me dijo "por favor, puedes dejar de apretar?" acompañando la frase de una grata sonrisa.

Cuando quiso quitar su mano, le retuve unos minutos mas pidiéndole que fuese bajando su velocidad y su fuerza, y me aseguró que no tenía que enseñarle nada, pues notaba perfectamente los espasmos y las contracciones de las paredes de mi vagina en su mano, propias del orgasmo que estaba teniendo. El me aseguró que le dura menos que a mí, por lo que tendría que aprender con mi asesoramiento.

Después de esta experiencia y con mis sentidos aún anulados del placer y las sensaciones nuevas para mí, cerré los ojos y me quedé recostada en el sofá a disfrutar de los últimos latidos de mi placer, cuando sentí a mi hermano que me avisaba de que la película de la tv estaba a punto de comenzar, por lo que me acomodé en el sofá, a su lado, y nos dispusimos a ver juntos la película porno que todos los viernes por la noche echaban en un canal de adultos.

El tema, casualmente, iba de incesto!!!. En fin un tema que nos resultó sumamente escabroso en ese momento, dadas las circunstancias y aunque con algo de vergüenza por parte de ambos, reímos la situación violenta que nos había deparado el destino.

Mi hermano, en ese momento, me dijo que estaba un tanto incómodo en el salón y que pensaba irse a su habitación a ver allí la película, pues él tenía un pequeño monitor en dormitorio. Allí se masturbaría mas cómodamente y en la intimidad. Yo, sin comprender mi iniciativa, le propuse acompañarle, pues tampoco estaba muy cómoda en el salón y dudaba de tener deseo suficiente para repetir, así es que le podría ayudar en su "masaje" si me permitía ver la película en su dormitorio y en su cama, que no era muy ancha por cierto… Creo que todos habrán comprendido que mi hermano aceptó con una ancha sonrisa de satisfacción imaginando lo que le esperaba.

Allí vimos la película juntos y… bueno, creo que lo contaré en otra historia pues esta se ha hecho algo extensa a pesar de mis deseos.
Realmente había sido de total intensidad la noche, desde las 2200 h aproximadamente que comenzamos, hasta las 2400 h que eran en este momento.

Yo había tenido 2 orgasmos intensos, tanto que aún me temblaban las piernas camino del dormitorio de mi hermano. El segundo especialmente, cuando mi hermano me ayudó a terminar una formidable masturbación, con todo su pudor y excitación, tanteando lo poco que yo le permití y bajo la toalla que cubría nuestro cuerpo de cintura para abajo.

No es que fuese la primera vez que me masturbaba dos veces en el mismo día, pero nunca había sido tan seguido ni tan intenso. El compartir la experiencia con mi hermano era una novedad para ambos y a mí me había causado tal turbación que, ya digo, me temblaban las piernas cuando caminaba por el pasillo.

Mi hermano había ido a tomar un vaso de leche y yo le dije que iba a ver si nuestra madre estaba bien y me adelantaría hacia su habitación para irme acomodando, pero que me trajese otro vaso a mí.

Quedamos en eso y cuando me aseguré que nuestra madre dormía tranquilamente, me fui a su dormitorio, encendí la televisión ansiosa por ver la película que se presentaba como muy excitante por el tema y las circunstancias, pues, como dije antes, se trataba del tema del incesto entre unos padres y sus hijos, aunque ya éstos parecían creciditos pero no mas allá de 16 o 18 años.

De momento la película transcurría sin pasar a mayores y los cuatro, en bañador, tomaban unos refrescos en una piscina. Los hijos saltaban al agua ante el regocijo de sus padres que aplaudían su estilo. El chico, mas joven la su hermana, era un efebo extraordinario, sin vello y perfectamente formado. Ella, una rubia candorosa que lucía unos pechos incipientes y tersos. El padre, un hombre fuerte y velludo, de unos 40 años, estaba en lo mejor de su vida y ella, la madre, también rubia, dejaba mostrar un cuerpo de aproximadamente 38 o 40 años lleno de vitalidad y perfectamente moldeado. Se presentaba una historia del todo excitante.

Llega mi hermano, con su toalla y un vaso de leche fresca para mí que le agradecí, pues tenía la boca reseca. Viéndome en su cama, me preguntó si me he quitado la toalla, pues con la ropa de cama evitaríamos vernos desnudos ya que él sí deseaba quitarse esa molesta prenda para las labores que pensaba realizar. Yo, le dije que no, pero que lo haría si prometía no mirar, algo que cumplió sin problema. Con cuidado, me quité la toalla y quedé desnuda de cintura para abajo, dándome la vuelta a continuación, para evitar ver a mi hermano desnudo para meterse en la cama conmigo. El estaba desnudo completamente, pues en la parte superior, no llevaba prenda alguna, tan solo la toalla.

Se acomodó y yo me situé boca arriba dispuesta a disfrutar de la película. El hizo lo mismo. Nuestros cuerpos estaban en contacto directo y esto, reconozco, me excitaba. Por otra parte y a través del suave edredón que nos cubría, podía apreciar el estado de emoción de mi hermano, que empezaba a manifestarse en las dimensiones de su pene, algo que me admiró, dada su potencia. Yo, aunque estaba del todo satisfecha y sin deseos de llegar mas allá, reconozco que me excitaba el contacto con la piel de mi hermano, a pesar de nuestro parentesco. El no parecía tener intenciones mas allá de compartir con una hermana una pequeña travesura sin mayores consecuencias.

Mi deseo se iba acrecentando a medida que la película avanzaba en su trama argumental, si es que puede llamarse así al desarrollo de este tipo de películas, sobre todo cuando el padre comenzaba a dar crema a su hija, tendida sobre el césped, e intencionadamente llevaba sus manos a los pechos de la muchacha y a su sexo. Ella parecía reprobarle sin demasiado interés en que dejase su labor. La mueca de placer de ella al introducir su padre la mano bajo el minúsculo bañador, me excitó notando como se mojaba mi sexo nuevamente. Mi hermano estaba ya a tope y me pidió que cuando quisiese podía empezar a darle el prometido masaje. Yo sentía un deseo y una curiosidad especial por tocar directamente el pene de mi hermano, pues era mi primera experiencia a pesar de mi edad, así es que con cierta timidez, extendí mi brazo en dirección a la zona y rápidamente encontré lo que buscaba. Se trataba de un magnífico ejemplar que nada tenía que envidiar a los que estábamos viendo en la televisión. Mi hermano dio un prolongado suspiro cuando sintió mi mano, algo fría del nerviosismo, sobre su pene y solo exclamó "Humm, que bien!".

Yo comencé suavemente y como esperando instrucciones, sobre la técnica mas adecuada, pero mi hermano cerró los ojos y no decía nada. Yo palpaba su pene y testículos y reconozco, me iba excitando poco a poco; por otra parte, la película se estaba poniendo al rojo vivo. El padre había cambiado de posición y de ser él el que daba crema a su hija, era la hija la que le daba crema a él y ahora era ella la que metía su mano bajo el bañador descubriendo el miembro de su padre, que comenzó a chupar ávidamente.

Por su parte, el hermano penetraba desde atrás a su madre, que a cuatro patas sobre el césped, suspiraba de placer.

Reconozco que a veces yo perdía el ritmo en la frotación de mi hermano, llamándome él la atención en dos o tres ocasiones y requiriéndome mas esmero en la labor que estaba realizando. En ese momento los cuatro protagonistas de la película estaban fornicando, y yo ya había alcanzado un nivel de excitación que no sabía que hacer, así es que se me ocurrió comenzar a chuparle el pene a mi hermano y, lo confieso, con la esperanza de que él hiciese lo propio conmigo. Yo ya no estaba pendiente de si estaba desnuda o no y de si mi hermano me veía o no, tan solo quería disfrutar el momento y no me preocupé de nada mas.

Mi hermano comenzó a gemir y decir "sí, así, sí…" y yo me esforzaba por complacerle en justa correspondencia con lo que él había hecho antes conmigo.

En unos minutos comprendí que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, por lo que decidí parar un poco para no acelerar en exceso el momento y le propuse ver un poco la televisión para relajarnos ambos y estuvo de acuerdo, aunque ambos estábamos del todo acelerados y era difícil contener nuestro ímpetu, especialmente cuando en la película hicieron intercambio de parejas y ahora los padres se hacían un 69 mientras los dos hijos hacían lo mismo.

Esto, inevitablemente me dió la idea y le propuse a mi hermano imitar a los actores, aceptando en el acto.

Nadie se puede imaginar el tremendo placer que sentí al notar la lengua de mi hermano en mi cuevecita, y la sensación tan gratificante de estar gozando con una persona tan cercana a mí y con la que compartía una intimidad tan estrecha. Realmente no sé como habría sido con otro hombre, pero con mi hermano fue perfecto, pues conocía su pulcritud e higiene y no sentía repugnancia alguna en estas actividades. Por lo que me dijo, él sentía lo mismo conmigo.

Después de pasar unos minutos practicando el sexo oral, mi hermano, con un control para mí increíble, me propuso parar otra vez y rebajar la excitación que ambos teníamos, pues íbamos a terminar demasiado pronto. Yo accedí de no muy buen grado, pero comprendiendo que el placer se iba a prolongar un rato mas.

Nuevamente frente al televisor, ambos destapados y desnudos por completo, mi hermano lucía un ejemplar extraordinario, hasta el punto de no poder quitar mis ojos de su miembro. Deseaba tocarlo, chuparlo, restregármelo por todo mi cuerpo y… por qué no?, metérmelo hasta el fondo de mis entrañas!! Estaba negando la evidencia y la realidad era que sentía unos deseos tremendos de hacer el amor hasta saciar mi atroz apetito que me consumía desde hacía años, resultándome del todo insuficientes las masturbaciones a las que me sometía casi todos los días. No quería alarmar a mi hermano con esta confesión, pues todo parecía ser algo mas inocente, pero la realidad era que me hubiese tirado sobre él y le hubiese exigido que me traspasase con su anhelada verga.

Yo sentía mis mejillas ardiendo de pasión, pero mi hermano no debía estar mejor, pues estaba tremendamente enrojecido y sentía su corazón latir al mismo ritmo que el mío o mas.

Como un mecanismo de control, se me ocurrió la idea de ir a ver a mi madre, tratando de rebajar la pasión que me consumía y evitar que mi hermano o yo, hiciésemos algo que fuese irreparable, pero eso parecía inevitable; aún así, yo mantenía un mínimo de control y mi hermano, a pesar de la naturalidad que mostraba en esta situación, no parecía preocuparse de lo que pudiese pasar, algo que me preocupaba.

Me levanté, me puse una bata y me fui a ver a mi madre, que dormía tranquilamente. Regresé de nuevo a la habitación de mi hermano y ahí seguía él, con su sable desenvainado y sin quitar ojo de la pantalla. Me senté a su lado unos segundos tratando de recuperar la conciencia de lo que sucedía y mi hermano me indicó mirase la pantalla, pues ahora estaban los protagonistas de la película fornicando intensamente, pero los padres por un lado y los dos hermanos hacían lo propio al lado de ellos. Bueno, creo que aquí fue donde mi debilidad me arrastró a cometer mi primera experiencia incestuosa, experiencia, por cierto de una extraordinaria satisfacción mutua.

Sin mediar palabra, mi hermano tendió sus manos hacia mí que me acerqué favoreciendo su maniobra y me cogió la cabeza que acercó a la suya para facilitar un beso en mis labios exquisito, intercambiando la lengua durante unos segundos. Yo, presa de la pasión mas ardiente que jamás he sentido ni volveré a sentir, me incorporé ligeramente sin despegar mi boca de la suya y pasé mi pierna derecha sobre el cuerpo de mi hermano, colocando su pene justo en la entrada de mi vagina que goteaba de flujo candente sobre su pene. Apenas tuve que hacer esfuerzo alguno para la penetración, pues aunque sentí la dureza y dimensiones del miembro que me atravesaba y cruzaba el umbral de mi sexo, éste no tuvo dificultad alguna en alcanzar mi mas profundo ser. Me dejé caer sobre mi hermano casi desvanecida y comenzamos a trotar con un ritmo frenético, ambos emitiendo quejidos entrecortados de placer y abrazándonos con tal fuerza que apenas dábamos juego a nuestros sexos fundidos en una sola pieza. Mi hermano me apretaba los carrillos de mi trasero y yo me abrazaba a su cuello, hasta que sentí como él se arqueaba completamente provocándome una penetración tan profunda que realmente sentí muy dentro de mí ese dolor-placer intenso que te impulsa a apretar mas en lugar de alejarte. Fue el orgasmo de mi hermano, que me inundó mi vagina con su semen, comenzando a notar que comenzaba a derramarse sobre él su propio semen y mi flujo, tan abundante como su eyaculación. A pesar de su orgasmo, no se separaba de mí, y continuaba moviéndose rítmicamente, intensamente y con unos espasmos que me contagiaron, llegando yo, casi de inmediato, a disfrutar de mi propio orgasmo que fue, como digo, el mejor que he gozado en mi vida.

Nuestro estrépito, gritos y ruidos, despertaron a mi madre, que estaba en la habitación contigua y me llamaba con tono preocupado. Le dije que iría enseguida y me recosté sobre mi hermano, sin desenvainar su sable de mi vaina y esperé a que los espasmos propios de nuestro orgasmo se consumiesen en ese abrazo sudoroso y estremecedor que nos dedicábamos el uno al otro. Mi hermano, casi susurrando, me dijo al oído que pensaba hacer esto todos los días varias veces, y sonrió con una mueca desencajada por el placer, su broma. Yo le prometí que me aseguraría de que cumplía su palabra y ambos reímos, sin separarnos del abrazo intenso que disfrutábamos. Yo aún sentía su pene duro dentro de mi vagina y me estremecía de placer con los últimos latidos de mi pasión. Mi madre volvió a llamar.

Con desagrado me separé lentamente de mi hermano sintiendo salir su pene milímetro a milímetro en una vagina hipersensibilizada por el placer disfrutado y me prometí volver a esta posición inmediatamente. El pene de mi hermano cayó pesadamente sobre su pierna aún goteando y con todos sus genitales chorreando de los flujos del placer que habíamos consumido.

Le dejé completamente desmadejado y con los ojos cerrados. Su pecho mostraba los intensos latidos de su corazón. Me limpié mi sexo y mis piernas chorreantes y con la bata me acerqué a la habitación de mi madre a explicarle que estábamos viendo la televisión en la habitación de mi hermano y era un programa muy gracioso. Me alertó sobre la hora y me dijo que me acostase cuanto antes, pues ya era tarde.

Le hice caso y volví a la habitación de mi hermano, que continuaba como le dejé. Me propuso comer algo, darnos una ducha y volver a su cama a repetir, si teníamos aún deseo o a dormir, en caso contrario.

Apagamos la televisión y la luz y nos fundimos en un tierno abrazo que desembocó en una posición clásica para hacer el amor, situándose mi hermano sobre mí que le abrí las piernas ansiosa de volver a desahogarme de la represión que, sin ser consciente, había estado sufriendo. Hicimos el amor una o dos veces mas, no lo recuerdo, pero sí recuerdo los días siguientes, con nuestros prejuicios superados y con la pasión y el deseo propios de nuestra edad y abstinencia hasta ese momento.

Desde entonces, ya digo, hace aproximadamente un mes, prácticamente hacemos el amor a diario, por lo menos una o dos veces, en la ducha, en el salón, en la terraza al sol o bien simplemente en la cama, pues desde aquel día dormimos juntos. Los viernes sigue siendo para nosotros una fiesta y procuramos imitar todo lo que vemos en las películas porno, lo que nos está enseñando mil y una formas de practicar el sexo.​
 
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