Una vez se me paso el calentón, mi cabeza me daba mil vueltas y me decía que no podía dar ese paso, yo lo deseaba con todo mi cuerpo pero veía todas las implicaciones y me daba mucho miedo, además estaba mi hija Ana, de la que no he hablado y corría el peligro de que se enterase. Y eso si que no entraba en mis planes, por nada del mundo me gustaría meter a mi hija en esa situación, y que se enterase de que su madre era una ninfómana, admitía que tenía unas ganas locas se sentirme penetrada por el pollón de Antonio, digo pollón porque así es como yo me lo imaginaba por el bulto de su pantalón, sobre todo cuando iba en pijama, pero realmente nunca se la había visto de adulto. Me lo imaginaba follándome el culo mientras sus huevos golpeaban mi coño. Carlos no hacía nada más que insistirme, cada vez que follábamos fantaseaba con la idea de ver la polla de mi hijo bombeándome y llenándome de leche todos los agujeros, me contaba infinidad de situaciones morbosas, con el fin de convencerme. Dejaba la puerta de la habitación abierta mientras teníamos sexo, y cuando me hablaba, no bajaba el tono de voz, como queriendo que Antonio oyera lo que me decía, como:
- No te gustaría desayunar sentada en la polla de Antonio mientras yo te miro.
- Te imaginas viendo los tres una porno y tú en medio, mientras te metemos mano.
- Te gustaría que comiera el coño lleno de su corrida.