Chantaje a una madre

roman74

Pajillero
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Me llamo Silvia, tengo 41 años, soy rubia, 1.62, con buen tipo y pecho abundante. Estoy casada con Domingo, un hombre algo mayor que yo, y tenemos un hijo, Jesús, de casi 18 años.

Soy la protagonista de tres relatos en la categorÃ*a de No Consentido, "Pagando la deuda al casero y a sus hijos" en la que accedo a tener un encuentro con los tres a condición de poder seguir viviendo en mi hogar. Ese encuentro fue filmado y chantajeada para tener otro, con otras personas , en "Chantaje a una mujer casada" y por último vuelvo a ser utilizada por unos crÃ*os en "El chantaje de los jovencitos"

Los dÃ*as siguientes de volver de aquel viaje, no podÃ*a dejar de pensar lo que habÃ*a pasado con los chicos. SabÃ*a que el chantaje no tenÃ*a fin, por lo que decidÃ* que si lo volvÃ*an a intentar me plantarÃ*a y no accederÃ*a a sus oscuras intenciones. SeguÃ* asistiendo a los entrenamientos para no generar sospechas, aunque procuraba mantenerme distante ante Gerardo y David. Me llegó el primer ingreso por mi trabajo como relaciones públicas, y la verdad, fue más dinero del que me esperaba.

Los dÃ*as transcurrÃ*an. Domingo y Jesús me decÃ*an que desde que trabajaba mi carácter habÃ*a cambiado y ahora era menos cariñosa y más antipática. Incluso, las relaciones sexuales con mi marido se habÃ*an resentido. Hablé con los dos y les propuse dejar mi trabajo. Les dije que me causaba estrés, pero era poco creÃ*ble, que tenÃ*a que viajar, pero tampoco era convincente. Al final, me quedé sin argumentos ante un trabajo con sueldo aceptable y pocas horas de dedicación.

Unas semanas después, Jesús comenzó las clases en el colegio. El viernes siguiente serÃ*a su cumpleaños, y ahora que económicamente nos encontrábamos un poco mejor, decidimos regalarle la videoconsola que llevaba tiempo pidiendo. Mi niño ya era un hombre, cumplirÃ*a 18.

El martes, Domingo me dijo que saldrÃ*a de viaje al dÃ*a siguiente, y que no volverÃ*a en diez dÃ*as, puesto que se iba a celebrar una feria fuera de España, y debÃ*a organizarlo todo. Me enfadé con él, sobre todo por no estar por primera vez en el cumpleaños de nuestro hijo, pero se excusó en que no podÃ*a negarse a ir, sobre todo, llevando tan poco tiempo en la empresa.

Todo aquello empezaba a olerme a una encerrona, y fue al dÃ*a siguiente, una vez que mi marido ya se habÃ*a marchado cuando Gerardo me llamó.

  • Silvia, quiero que vengas a mi oficina. Tenemos que hablar
  • Ni loca, Gerardo. No iré Puedes llamar a mi marido si quieres, eso si, cuando aterrice su avión. SuponÃ*a que estabas detrás de haberle enviado de viaje. Eres un cabrón. Sabes que por tu culpa se perderá el cumpleaños de nuestro hijo? Ojalá te mueras. Dije muy enfadada y colgándole el teléfono.
Me puse muy nerviosa cuando terminé de hablar. RompÃ* a llorar y comencé a temblar ante la posibilidad de que pudieran llamar a Domingo, mandarle algún mail o mensaje a su teléfono.

Aquella noche hablé con él y su voz era normal. Al dÃ*a siguiente, Jesús marchó hacia el instituto pronto. Mi sorpresa fue, cuando a las dos horas se presentó en casa. TraÃ*a mala cara y sin casi pronunciar palabra se fue a su habitación.

Le propuse irnos al médico, pero se negó. Empezaba a preocuparme ya que nunca le habÃ*a visto asÃ*.

A mediodÃ*a tampoco quiso comer. Me puse seria con él y me enfadé.

  • Por qué no me dices que te pasa?
  • Qué me pasa? Pensé que mi madre era una mujer decente, y resulta que es una puta que se tira a todo lo que lleva pantalones
Me quedé pálida, sin saber que decir. Evidentemente se habÃ*a enterado de lo que habÃ*a pasado, pero quise conocer lo que él sabÃ*a.

  • De qué estás hablando? Por qué dices eso?
  • Gerardo, el padre de David, me llamó ayer y me dijo que fuese a verle esta mañana a primera hora.
Me enseñó un sobre con unas fotografÃ*as. En todas estaba yo. Con Gerardo, sus hijos David y Pablo, los jefes de mi marido Bino y Nico, los dos compañeros de mi hijo Leandro y VÃ*ctor y Charly, el fotógrafo e invitado a la fiesta del hotel., en todas semidesnuda.

  • Tú le conseguiste el trabajo a papa follándote a sus jefes, verdad?
Le di una bofetada que le crucé la cara, pero acto seguido me derrumbé, los dos lloramos y nos abrazamos.

  • Qué te ha dicho Gerardo?
  • Que no has cumplido con tu palabra y querÃ*a que yo te convenciera. Dice que se lo contará todo a papá y le entregará unos videos que tiene tuyos además de las fotografÃ*as. Me ha amenazado con darles copias a todos mis compañeros de clase También ha dicho que si decidimos marcharnos de aquÃ*, nos localizará y hará lo mismo con los nuevos jefes y clientes de papá, mis profesores, compañeros de colegio……
SabÃ*a que no mentÃ*a. TenÃ*a poder para hacer todo aquello y mucho más.

  • Quiere que esta tarde vayamos los dos a verle.
  • Los dos? Pregunté extrañada
  • Si, tú y yo.
Gerardo no se andaba con juegos. HabÃ*a sido capaz de enseñarle esas fotos a Jesús. Ese hombre era malvado y cruel.

  • Hijo. Te voy a contar todo lo que pasó. Nosotros no podÃ*amos pagar el alquiler de la casa y nos quedábamos en la calle. Gerardo me ofreció un encuentro con él y sus hijos. Me ofreció 6.000 euros, parte en dinero y el resto disfrutando gratuitamente de la casa. Después de aquello, buscaron trabajo a tu padre. Fue Gerardo quien invitó a sus jefes, sin ellos saberlo, a una bacanal, que disfrutaron gustosos y en la que fui sometida de nuevo por los tres, y por último, David, organizó un viaje con tus dos compañeros de equipo, donde sufrÃ* mil humillaciones. En una discoteca y esos malnacidos invitaron a un hombre, que se llama Charly. Es todo lo que sé de él. Todo lo he hecho para protegeros a tu padre y a ti.
VeÃ*a como Jesús se comportaba como un hombre. Lloraba dando fe del sacrificio a los que me habÃ*a sometido por ellos.

  • No debÃ* pagar asÃ* la deuda, pero estarÃ*amos ahora viviendo en un albergue. No debÃ* aceptar el chantaje posterior, pero lo hice para que no os enteraseis de nada, y sobre todo, nunca debÃ* aceptar el último, pero ellos ya tenÃ*an pruebas de los dos anteriores. Pensé en hablar con papá, pero, ilusa de mi, pensé no habrÃ*a más.
Le animé a comer algo. Yo también lo hice para acompañarle y cuando terminamos, fuimos caminando hacia donde nuestro casero tenÃ*a sus oficinas.

Nos recibió su secretaria, que tras una breve espera nos acompañó a su despacho. Antes de cerrar la puerta, solicitó que no le molestasen.

  • Gerardo, eres un hijo de puta, y lo que le has hecho a mi hijo, enseñándole las fotos, es a lo más rastrero que podrÃ*as llegar.
  • Todo ha sido culpa tuya. Es bueno que Jesús sepa quién, y sobre todo, como es su madre.
  • Quiero que nos dejes en paz para siempre, ya te lo dije. No vuelvas a molestarnos a ninguno. Ya has sacado suficiente partido del pago de mi deuda con vosotros. Si he accedido las veces anteriores era por el temor a que fuese la última, y mi marido y mi hijo no sufrieran por lo que hice. Ahora ya no tiene sentido seguir. Se acabó, Gerardo, se acabó.
Gerardo parecÃ*a estar preparado para escuchar aquello, y en nuestros oÃ*dos repiquetearon las macabras intenciones.

  • Sé que el viernes es su cumpleaños, señalando a Jesús. Harás una fiesta en su honor, con algo para picar y beber. Acudiré con Nico y Bino, los jefes de tu marido, y allÃ* estará él, refiriéndose a mi hijo.
  • Pero que pretendes? Cabrón. Deja a mi hijo en paz. Por él accederÃ*a a un último encuentro, pero sin que esté presente.
  • No, no. Es su cumpleaños y su fiesta. Estará presente. Ya veremos lo que pasa allÃ*, pero sino haces lo que te digo, tu marido sabrá todo, y mucha más gente, y te aseguro que si os vais de la ciudad, os localizaré, para que todo vuestro entorno te vea en acción con otros hombres, y con jóvenes menores de edad. Tu familia sufrirá las consecuencias. Ahora, os dejo unos minutos, y cuando suba, me dais vuestra respuesta.
Me quedé seria, apesadumbrada, no sabÃ*a que hacer o decir. Me quedé mirando a mi hijo fijamente.

  • Mamá, por favor.¡¡¡¡ No dejes que papá se entere. No quiero irme de esta ciudad, ni que te vean mis compañeros del futbol, ni de clase. Por favor, mamá, arréglalo. Haz lo imposible, por favor mamá. Sino lo haces, nuestra vida se irá a la mierda, por favor¡¡¡¡¡
Pocas opciones me quedaban para resolverlo, por lo que sin saber muy bien lo que pasarÃ*a el viernes acepté, únicamente porque mi hijo me lo estaba pidiendo.

Hablé ya en casa con Jesús. Valoramos las alternativas. Hablarlo con Domingo, sólo producirÃ*a dolor en él, y no evitarÃ*a que mis fotos circulasen por toda la ciudad. Marcharnos a vivir a otro lugar era inviable, puesto que no habÃ*a posibilidad de que mi marido encontrase trabajo fuera. Ya habÃ*amos estado a punto de hundirnos económicamente no hacÃ*a mucho. Además, estaba segura que Gerardo nos localizarÃ*a y usarÃ*a sus influencias para que nuestra vida fuera desgraciada. HarÃ*a llegar fotos mÃ*as, allá donde estuviésemos. Si este hombre habÃ*a llegado a ser tan poderoso en la ciudad, era por su falta de escrúpulos en los negocios y en la vida. Pero no sabÃ*a la intención de hacer que Jesús estuviera allÃ*. SerÃ*an capaces de hacer que me desnudase delante de él? No, claro que no. Ni al más pervertido excitarÃ*a eso, pensé. Supongo que cenaremos y luego nos iremos los cuatro a su casa para que vuelvan a disponer de mi a su antojo, pensé.

Llegó el viernes. Felicité a Jesús antes de levantarse. Le di su regalo, pero nuestra felicidad no era completa a sabiendas de lo que pasarÃ*a esa noche. Él se fue al colegio, y yo salÃ* a comprar algo para la cena, refrescos, cervezas, vino y licores. Aún ignoraba lo que pretendÃ*a Gerardo con su presencia allÃ*, pero no me gustaba, ni tampoco que la cita fuera en mi casa. Me vestÃ* de forma normal, con unos vaqueros y una camisa negra de manga larga.

A eso de las diez de la noche llamaron a la puerta. Eran los tres autoinvitados a la fiesta de Jesús. TraÃ*an un paquete grande que me dieron para que guardara.

  • Esto será para después de cenar. Abrirás nuestro regalo.
Nos pusimos a ello. Como siempre, no tenÃ*a demasiada hambre. Jesús en cambio, por su edad, daba buena cuenta de la comida que habÃ*a en la mesa.

  • Silvia, esta será la última noche que nos aprovecharemos de ti. He preparado un documento, y he anexado un DVD con todos nuestros encuentros grabados. Como ves el disco está marcado como anexo 1, en el que están todas las fotografÃ*as y videos que hemos grabado sin tu consentimiento. El contrato, viene a decir que si alguna imagen sale publicada, en los próximos cinco años, cobrarás una fortuna de nuestra parte. Espero que nunca andes tan desesperada como para ser tú quien publique las fotos y tengamos que pagarte.
  • Por fin se acababa el chantaje, pensé. Ahora, no sé por qué, confiaba en él.
  • Bino y Nico, se ocuparán que Domingo tenga trabajo. Además, están muy contentos con su labor. No volverá a faltaros dinero a tu familia. El chico irá a la universidad y vuestra vida será plácida.
Estaba perpleja. Por fin se acababa todo. Una noche más y todo terminarÃ*a. Pero, cual era el motivo?

  • A cambio, hoy estaremos aquÃ* toda la noche. Incluyo a Jesús que queremos que esté presente en todo momento y participe en lo que le digamos.
Jesús no decÃ*a nada. Por su mirada sabÃ*a que deseaba que todo esto terminase, pero iba a tener que hacer muchas cosas humillantes, delante de él.

  • Por qué no se va él? Dije señalando a mi hijo.
  • Porque es morboso que sea asÃ*. Que vea a su madre, que toque a su madre............ Como será la última vez, queremos que sea especial.
  • Qué me toque? Estáis locos? Panda de pervertidos. Marcharos de aquÃ*, dije indignada.
  • Espero que no te importe el uso que de a las fotografÃ*as, dijo Gerardo mientras los tres se dirigieron hacia la puerta. Llevándose la caja del regalo y los documentos que garantizaban mi libertad a partir de entonces.
Jesús comenzó a llorar y a suplicarme que lo arreglase. Estaba tan desesperado como yo indignada. Poco a poco,volvÃ* a entrar en razón.

  • Mamá, por favor, pÃ*deles que vuelvan, por favor. Te lo suplico. Yo también lo pasé mal con los problemas económicos. Por favor, termina con esto y salva a nuestra familia. No miraré, si tienes que desnudarte, no miraré, te lo prometo.
Le harÃ*an mirar, estaba segura pero sacando fuerzas de flaqueza, tomé mi móvil y llamé a Gerardo.

  • PodrÃ*ais volver a casa? Lo hemos pensado mejor
  • Esperaba tu llamada. Estamos en un bar en la esquina, tomando una copa. Enseguida vamos. Eso sÃ*, no quiero que te niegues a nada. Hoy tú, tu hijo, y todo lo que haya en tu casa estará a nuestra disposición, y lo utilizaremos a nuestro antojo. Será nuestro regalo de despedida. Estás de acuerdo?
  • Por favor, subid y terminemos con esto de una vez.
Volvieron a la casa los tres hombres. Le entregaron la caja a Jesús y le dijeron que la abriera. HabÃ*a dentro de ella dos cajas, una pequeña, y otra un poco más grande. Le explicaron que la pequeña era su regalo de cumpleaños. Era un precioso reloj de una prestigiosa marca.

  • Silvia, vamos a tu habitación y elegimos la ropa que te pondrás ahora, me ordenó Gerardo.
Él y Nico me acompañaron a la habitación. Me hicieron abrir armarios y cajones, para mostrarles toda mi ropa, eligiendo lo que me pondrÃ*a. Un vestido, que utilicé tres años atrás en una boda, color gris verdoso, en la que la falda subÃ*a un poco por encima de las rodillas con unos zapatos de medio tacón blancos. La ropa interior, un tanga y un tupido sujetador con aro de hierro, ambos de color negro. Era humillante mostrar mis armarios, pero no serÃ*a lo peor que pasarÃ*a esa noche, ya lo sabÃ*a. En esta ocasión, intentarÃ*a no llorar, para que mi hijo no sufriera mi penar. Los hombres salieron y me dejaron que me vistiese.

Antes de salir permitÃ* liberar mi llanto, golpear la cama y al igual que en el tren, me quité el anillo. Sin duda iba a pasar aquella tarde por el trago más complicado de mi vida, incluido todo lo anterior.

AbrÃ* la puerta y fui al salón. Mientras me vestÃ*a, habÃ*an recogido la mesa y puesto música. Miré a los tres hombres, pero ignoré a mi hijo. No querÃ*a verle la cara. Tuve que soportar como se acercaban a mi y besaban mis mejillas.

  • Silvia, baila un poco para nosotros, dijo excitado. Baila eróticamente, que hoy tienes un admirador especial.
Iba a ser fuerte, me repetÃ*a a mi misma. No iba a llorar aunque tuviera que hacer mil guarradas delante de Jesús. Pero al oÃ*r su primera petición, me desmoroné.

  • Desnuda a tu niño mientras sigues bailando.
Como ya habÃ*a empezado a temerme, mi hijo iba a tener un papel más protagonista que el de simple espectador. Lo hice con soltura. Le saqué su camiseta y luego abriendo el cinturón, le abrÃ* el pantalón y se los bajé, dejándole sólo con el bóxer.

  • Bien Silvia, ahora baila de forma erótica, sube y baja la falda de tu vestido, hasta la altura de tus bragas, que se aprecie como eres.
Empezaba a sofocarme y aún no habÃ*a pasado nada. Me incomodaba sobremanera la presencia de Jesús en el salón. SabÃ*a que tenÃ*a que pasar aquella noche como fuese. Al dÃ*a siguiente habrÃ*a terminado todo. Procuraba no mirarle, y comencé a jugar con mi falda, a subirla más de la cuenta, como querÃ*a Gerardo.

Jesús estaba de pie, sin decir, ni hacer nada. Nico y Bino estaban ya muy cerca de mi. El juego de la falda los habÃ*a entusiasmado y se pegaban a mi lado. Me movÃ*a con los ojos cerrados, evitando ver a mi hijo.

SentÃ* una mano en la nuca, que lentamente bajó a la espalda, hasta tocar la cremallera del vestido. La deslizó despacio, hasta llegar hasta la altura de mis riñones. Vi a Gerardo y a Bino delante, asÃ* que deduje que era Nico quien lo hacÃ*a. Noté como me besaba las mejillas y el cuello.

Me situó delante del niño y separó las dos partes del vestido para sacármelo por las mangas. Dejó suelta la parte de arriba y éste, fruto de la gravedad, cayó al suelo. De forma instintiva, me tapé. Él me habÃ*a visto en biquini, y ahora no estaba más desnuda, pero estar en ropa interior, me incomodaba.

  • Silvia, besa al chico en el cuello, me indicó Gerardo.
Estaba desolada. Miré a los dos hombres, esperando una orden que contradijera la anterior. No podÃ*a, mi cuerpo se paraba. SabÃ*a que era la última vez que aquellos canallas me iban a someter, pero una tras otra, cada cita con aquella pandilla de malnacidos era más dura.

Le dijeron a Jesús que se sentase. Se me humedecieron los ojos, fruto de la humillación y vergüenza. No querÃ*a que mi hijo me viese llorar, asÃ* que lo abracé como a un niño y empecé a besarle. HacÃ*a años que no lo hacÃ*a. Pensaba en lo que los querÃ*a, él y su padre lo eran todo para mi, todo lo que tenÃ*a en el mundo y debÃ*a hacer todo lo posible para que mi familia no se desintegrase.

  • Utiliza tu lengua, pásala por su oreja, sé cariñosa con él. ExcÃ*tale, me volvió a ordenar.
  • Esta mujer tiene un cuerpazo…….. Jamás dirÃ*a nadie que son madre e hijo, dijo Nico
Los comentarios, haciendo alusión a Jesús me desarbolaban. Gerardo ordenó que me colocase con las piernas abiertas, a horcajadas encima de él y a continuar magreándole. A él le señalaron que tocase mis muslos, mi culo, mi espalda, que disfrutase de una mujer como la que tenÃ*a enfrente.

EvadÃ*a mi pensamiento cerrando los ojos y pensando que era su padre quien estaba ahÃ*, pero los comentarios y risas de los tres espectadores me hacÃ*an volver bruscamente a la realidad.

Juntad más vuestras entrepiernas, requirió Gerardo

  • El espectáculo no era que mi hijo me viese a mi con ellos, sino que ellos me viesen a mi con él y no sabÃ*a si serÃ*a capaz de soportarlo……………………..
Al hacerlo me di cuenta que el miembro de Jesús habÃ*a aumentado. Me causó un bochorno horrible que se estuviera excitando con su madre. Le agarré con las manos su cara, y le di un beso en la frente para que reaccionase.

  • Poneos ahora los dos de pie.
La siguiente orden era que bajase el calzón a Jesús y lo dejase desnudo. Me ruboricé, aunque sabÃ*a que mucho menos que cuando yo me quedase desnuda delante de él. Me puse de rodillas y tiré de su bóxer hacia abajo. Giré mi cara, pero de inmediato un grito del casero me hizo mirar directamente el pene de mi hijo. No lo habÃ*a visto desde que tenÃ*a 13 años, y poco tenÃ*a que ver aquello con el que mostraba ahora, muy parecido al de su padre

  • Silvia, has visto al hombre de tu casa desnudo. Cuanto tiempo hacÃ*a que no le veÃ*as asÃ*?
  • Mucho, pensé, sin contestar en voz alta
  • Ahora quiero que le des un beso en los labios, y mete tu lengua entre sus dientes.
  • Cabrón, es mi hijo. Qué pretendes?
Lo hice con rabia. Arrimé mis labios a los suyos y metÃ* la lengua en su boca.

  • Ahora, esto ha de ser equitativo, desnudo él, te toca a ti.
Mis ojos se debieron inyectar de sangre de toda la que debió subir a mi cara y cabeza. Estaba paralizada, no podÃ*a moverme. En otras circunstancias, no me habrÃ*a importado quedarme desnuda ante mi hijo, pero ellos estaban provocando que fuese algo erótico, y que él se excitase con su madre. Eran unos hijos de puta¡¡¡¡¡

  • Deja que yo te ayude. Diciendo esto desabrochó el sujetador.
Mis manos se aferraban a mis pechos. No querÃ*a quedarme desnuda. QuerÃ*a evitarlo. HabrÃ*a hecho en ese momento cualquier cosa, someterme a una sesión de sexo anal con los tres hombres, habrÃ*a chupado sus pollas hasta que todos se corriesen, pero ellos no buscaban eso. QuerÃ*an que mi hijo me viese los pechos.

  • Jesús, ayuda a tu madre a quitárselo.
No podÃ*a mirarle a la cara. Desvié los ojos hacia arriba. Agarraba con fuerza los cazos, apretándolos contra mis pechos. Mi hijo tampoco se movÃ*a, sólo esperaba que yo lo autorizase, pero no podÃ*a, no podÃ*a, por Dios, no podÃ*a quitármelo y las lágrimas comenzaron a inundar mis ojos.

El tono serio de Gerardo hacia mi niño, me hizo situarme de nuevo.

  • Chico, le quitas el sujetador a mamá, o nos marchamos para no volver. Y sabes lo que eso significa¡¡¡¡¡
Me miró a los ojos, agarró mis hombros y tiró de las gomas hacia él. Yo agarraba mis pechos con fuerza, Clavaba sus ojos en los mÃ*os, evitando mirar la desnudez de su madre. Solté mis manos y dejé que me sacase el sostén. De inmediato, volvÃ* a tapármelos. Él no apartó su vista de mis ojos protegiendo la intimidad de su madre.

  • Mami, mami. No quieres que te las vea el niño, verdad? Preguntó Gerardo en tono burlón.
Me giré, con mis senos ocultos y los ojos mojados. Vi a Gerardo con unas esposas en la mano.

  • SabÃ*a que esto iba a pasar. Voy a ponértelas para que evites taparte lo que no debes.
  • No, no. Por favor¡¡¡¡¡¡¡¡
Bruscamente agarró mis manos y las colocó hacia atrás. Me puso las esposas y mis pechos quedaron descubiertos.

  • Qué necesidad habÃ*a de esposarme? Siempre he hecho lo que me habéis pedido. Dije llorosa y humillada.
  • Has estado de acuerdo en que dispondrÃ*amos de todo. Sino aceptas, sólo tienes que decirlo.
No quise decir anda. Intentaba controlar mis lágrimas. Gerardo alejó un poco a Jesús para que tuviera una mejor visión de mi cuerpo.

Vi que Bino salió de la casa. Me extrañó. Pensé que habrÃ*a olvidado algo en el coche, pero la sorpresa es que al llamar al timbre de nuevo, iba acompañado de una voluptuosa joven, rubia, de unos veinticinco años.

  • Qué hace ella aquÃ*? Ella no estaba autorizada a entrar en mi casa, dije ofendida y humillada
  • Tranquila preciosa, dijo Gerardo, es otro regalo para tu hijo. Se llama Luz y toda tu casa, está hoy a nuestra disposición.
Me ruboricé de nuevo. La muchacha iba con un pantaloncito corto y un pequeño body. Agarró las manos de Luis y las llevó a sus pechos mientras movÃ*a sus caderas al ritmo de la música que seguÃ*a sonando.

Siguiendo con los bailes, se quitó su pequeña camiseta y el pantalón. Lo hizo con soltura. Pensaba en el trabajo que me costaba a mi hacerlo y lo fácil que lo hacÃ*a ella. Se quedó con un pequeño sujetador, que tapaba poco más que sus pezones y una braguita acordonada por los lados.

Gerardo la agarró por detrás, manoseando su culo, al igual que lo hizo conmigo y le soltó el sujetador. Ella de forma rápida dejó sus pechos al aire. No paraba de sonreÃ*r. Aquellos malnacidos habÃ*an contratado una prostituta para estrenar a mi hijo.

Luz agarró el pene de Jesús y comenzó a jugar con él. Le pasaba su boca cerca de la suya, por su cuello a la vez que sus pezones rozaban su pecho. No podÃ*a dejar de mirar como manoseaba a mi niño que ya era un hombre. Su miembro se hacÃ*a cada vez más grande.

  • Silvia, quÃ*tate el tanga ……….. Ahhhhhhh, perdona, si estás con las manos esposadas. Tendremos que ayudarla, verdad chicos? Dijo Gerardo riendo.
La muchacha paró e hicieron sentar a mi hijo. Me pusieron en frente de él. Temblaba. Me iban a desnudar del todo …........ Supliqué. Gimoteé.

  • Por favor, no lo hagáis, no me deshonréis más¡¡
  • Dejadla, por favor. Es mi madre. Dejadla ya.¡¡¡¡¡¡¡¡No, no, mamá, mamá.
Bromeaban y se burlaban jocosamente. Gerardo me dio unos cachetes mostrando su superioridad. Se colocó justo detrás, se agachó y agarró mi tanga por los laterales, y poco a poco, recreándose en la lentitud que iba mostrando poco a poco mi sexo al resto de los presentes. Lo fue deslizando hasta llegar a mis pies.

Jesús bajó los ojos, pero le obligaron a levantarlos y contemplar mi desnudez. Mis pechos, mi sexo depilado, salvo una pequeña lÃ*nea de pelo que subÃ*a por encima de mis labios mayores.

  • HabÃ*as visto a mamá asÃ* de guapa alguna vez? Preguntó Gerardo.
Vi a la prostituta que se colocaba delante de mi hijo. Se metió su polla en la boca. Mis ojos se humedecÃ*an viendo como le estaban robando la adolescencia. Gerardo y Bino se acercaron a mis pechos y comenzaron a besarlos, morderlos, pellizcarlos.

TorcÃ* mi cabeza. No querÃ*a que me viera, pero él ahora mantenÃ*a su vista en la cabeza de la mujer y su cara se tornaba en excitación. La muchacha, experta, sacó el miembro de mi hijo de su boca y continuó con la mano, salpicando de semen su cara.

  • Muy buena mamada, Luz. Has hecho disfrutar al muchacho. Feliz cumpleaños¡¡¡
Se dirigieron al baño, y le entregaron una toalla a la joven, que limpió su cara y después el sexo de mi niño.

Bino me agarró de los hombros y me hizo colocar de rodillas. Me puse perpendicularmente a Jesús, para que pudiera ver lo que hacÃ*a. Agarrando mi pelo, dirigió mis labios hacia su polla. Mis manos seguÃ*an atadas, por lo que su pene tropezó en mis cara antes de meterla en mi boca.

Estaba excitado. Cerré mi boca y la masajeaba con los labios. Escuchaba a lo lejos los comentarios que le hacÃ*an sobre mi a Jesús. Notaba los movimientos del jefe de mi marido, sentÃ*a como se iba excitando, le oÃ*a gemir. Pensé que se correrÃ*a en mi boca, pero antes de ello, la sacó, y lo hizo sobre mi cara.

La chica ofreció a mi niño que le quitase el tanga. Él aceptó, quitó un lateral y este cayó, quedándose totalmente desnuda. Ella se arrodilló, mientras que Nico y Gerardo se colocaron juntos, y la muchacha comenzó a alternar las dos pollas. MovÃ*a la lengua con avidez tocando con la punta la cabeza de los miembros de los hombres.

No quisieron correrse, se excitaron y decidieron aguantar, imaginando que para aprovecharse de mi. De nuevo Luz agarró el miembro de Jesús y lo masajeó. Volvió a hacérselo con la lengua y ante mi sorpresa vi que mi hijo estaba de nuevo con su arma levantada. HabÃ*an bastado unas caricias para que sucediera.

  • Por qué no tocas un poquito a mamá? Sugirió Gerardo
  • No, no. Por favor¡¡¡¡¡¡, dije angustiada
  • No me hagáis hacer eso a mi madre, por favor, repitió mi hijo.
Me agarraron entre Gerardo y Nico y me echaron sobre la mesa. Indicaron a mi hijo que me tocase y besase los pechos. Él se retuvo de hacerlo, pero le empujaron, cayendo hacia mi. Apoyó su boca en mis tetas y le dijeron que abriese la boca y comenzara a lamerlos.

Volvieron a separarle de mi cuerpo. Aún me sentÃ*a temblorosa y mis pezones estaban de punta por el nerviosismo vivido en la escena en la que Jesús me habÃ*a besado los pezones. Mi espalda estaba tumbada sobre la mesa. Entre los dos hombres, separaron ligeramente mis piernas para volver a los crueles comentarios sobre mi cuerpo.

  • Ahora tócale un poco el chochito a mami, dijo Gerardo.
Diciendo esto, me abrieron aún más, para quedando totalmente expuesta a todas las miradas, sobre todo la de él, la que era el centro de atención aquella noche. Mi hijo no se movÃ*a y fue Luz, quien agarrando su mano, la llevó hasta mi vagina, haciendo que sus dedos se paseasen por la rajita, tocase el vello púbico. La mujer lo manejaba a su antojo, y hacÃ*a juegos con sus dedos Ã*ndice y corazón, movÃ*endolo en cÃ*rculo alrededor de mi clÃ*tolis y presionando sobre él. A veces lo bajaba y lo introducÃ*a en mi coño, que no se mojaba.

Temblaba, fruto de la humillación y del sufrimiento. No querÃ*a seguir, pero los hombres los jaleaban. Luz besaba las mejillas y el cuello de mi hijo, intentado que se excitase.

La mujer soltó su mano, y Jesús dejó la suya sobre mi muslo, a dos palmos de mi sexo. Ella se situó a su espalda, agarró entonces su pene, comenzando a masturbarle. Mientras lo hacÃ*a, movÃ*a sus pechos, acariciando con ellos su espalda y besando su cuello eróticamente.

VeÃ*a como el chico se iba excitando. La joven era sexualmente experta y notaba como le aguantaba los tiempos mientras subÃ*a y bajaba su prepucio.

La mujer se apartó para dejar paso a Gerardo, que llevaba otras esposas en la mano.

  • Chico, a ti también vamos a ponerte las esposas. AsÃ* serás más dócil
  • Pero por qué se las ponéis, protesté. Estamos haciendo lo que queréis.
Me sentÃ*a muy humillada. Qué más podrÃ*an querer aquellos desalmados. Que me violasen, ahora que me tenÃ*an esposada ,y terminar con todo era ya mi único objetivo. HabÃ*an violentado a una madre con su hijo. Era lo más ruin que jamás habÃ*a visto, ni tan siquiera oÃ*do.

Luz volvió a situarse a la espalda de Jesús y siguió con su juego erótico, rozando los pezones contra su piel y volviendo a masajear su miembro con fuerza.

La chica empujó un poco a mi hijo, que situó su pene a pocos centÃ*metros de mi sexo. Siguió meneándolo hasta que comenzó a rozar la punta con mi clÃ*tolis.

  • Para, para¡¡¡¡¡ Por faaaaaaaavor¡¡¡¡¡ Grité. Qué estás haciendo? Por favor………. Paraaaa¡¡
Sólo veÃ*a las risas silenciosas de la joven. Dos de los hombres habÃ*an agarrado de los hombros a Jesús para que no diera ningún paso atrás.

Luz era quien manejaba la herramienta de mi hijo. La iba rozando con mi sexo, cada vez de forma más intensa. Metió un poco la punta, pero de inmediato, como si se tratase de una mera incursión, la volvÃ*a a sacar.

  • Por favor, qué vais a hacer, por favor, parad ya.
Ahora ya lloraba sin consuelo. Mi hijo estaba a punto de penetrarme. Mis piernas estaban totalmente abiertas pero mis músculos intentaban contraerse. Mi cuerpo estaba rÃ*gido, echado hacia atrás. No querÃ*a, no querÃ*a, pero estaba a disposición de aquellas cuatro personas.

La chica seguÃ*a metiendo su punta dentro de mi. Intentaba forzar los músculos para que no entrase, pero poco podÃ*a hacer teniendo las piernas tan abiertas como estaban y sujetas por dos fuertes brazos.

En una de aquellas pequeñas incursiones, ella introdujo el dedo en el ano de Jesús, que instintivamente empujó fuerte su pene dentro de mi. La metió hasta dentro, lo que produjo las risas de todos los presentes.

Mi hijo estaba muy excitado. Ella le agarró por las caderas y le animó a empujar, a seguir con el mete y saca.

No podÃ*a hablar. Todo mi mundo se acababa de caer encima. No podÃ*a más. Giré mi cara y cerré los ojos aceptando mi sometimiento. Sin remedio, mi hijo acabarÃ*a corrÃ*endose dentro de su madre.

Los movimientos, los juegos de la mujer, la excitación que le producÃ*a ver a otra mujer desnuda delante de él a quien le estaba haciendo el amor, aunque esta fuese su madre, fueron excitando cada vez más a Jesús.

Al menos, fue capaz de no hacerlo dentro, y sacó su pene justo antes del final, llenando mi vientre y los pelos de mi coño, de un semen abundante y espeso, a pesar de haberse corrido anteriormente.

Los momentos siguientes resultaron de una bacanal libre y total. Dejaron a Jesús sentado en una silla, y me dieron la vuelta. Me dio tiempo a ver, como Nico abrÃ*a su pantalón y la chica comenzaba a tomar su polla.

Gerardo me tomó. Metió su dedo en mi ano, y lo usó hasta que consideró que estaba lo suficientemente dilatado como para que entrase su pistola.

Di un grito. Estaba apoyada con los pechos sobre la mesa. Me giré e intenté mirar a mi niño. Estaba con la cabeza baja, mirando al suelo, imagino avergonzado y humillado por lo que acababa de hacer a su madre.

Tuve que soportar, no sólo los gritos de mi penetrador, son los de de Nico, que estaba a punto de correrse en la boca de la prostituta.

Cuando terminó, quedé llorando sobre la mesa. Pensé que todo habÃ*a terminado, pero Bino dijo que querÃ*a follarme por última vez.

Me dio la vuelta, colocando mi espalda sobre la mesa. Me abrió las piernas. Yo no me resistÃ*, deseando que terminase lo antes posible. Luz, que ya habÃ*a terminado con su cliente, se acercó y comenzó a besarme los pechos, disfrutando, goloseando su sabor. Mientras, notaba como su miembro me apretaba. SentÃ*a como una espada me atravesaba. Entraba y salÃ*a, hasta que noté como se quedaba clavada y un chorro caliente inundó mi útero.

Cuando terminó, la mujer me dio un fuerte beso en la boca, incluso introduciendo su lengua en mi boca.

Antes de marcharse, nos soltaron las manos. Al quedar solos, me acerqué a mi hijo. Le pedÃ* perdón y le dije que se fuera a la cama.

  • Por favor, mamá. Nunca cuentes esto a nadie, por favor, sobre todo a papá.
  • Esto será nuestro secreto. No vuelvas a pensar en ello.
Esto le dejarÃ*a huella, pero serÃ*a nuestro secreto. Nunca nadie, ni cuando estuviera casado, deberÃ*a saber lo que pasó en nuestra casa aquella noche en la que cumplió 18 años.
 
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