Me llamo Silvia, tengo 41 años, soy rubia, 1.62, con buen tipo y pecho abundante. Estoy casada con Domingo, un hombre algo mayor que yo, y tenemos un hijo, Jesús, de casi 18 años.
Soy la protagonista de tres relatos en la categorÃ*a de No Consentido, "Pagando la deuda al casero y a sus hijos" en la que accedo a tener un encuentro con los tres a condición de poder seguir viviendo en mi hogar. Ese encuentro fue filmado y chantajeada para tener otro, con otras personas , en "Chantaje a una mujer casada" y por último vuelvo a ser utilizada por unos crÃ*os en "El chantaje de los jovencitos"
Los dÃ*as siguientes de volver de aquel viaje, no podÃ*a dejar de pensar lo que habÃ*a pasado con los chicos. SabÃ*a que el chantaje no tenÃ*a fin, por lo que decidÃ* que si lo volvÃ*an a intentar me plantarÃ*a y no accederÃ*a a sus oscuras intenciones. SeguÃ* asistiendo a los entrenamientos para no generar sospechas, aunque procuraba mantenerme distante ante Gerardo y David. Me llegó el primer ingreso por mi trabajo como relaciones públicas, y la verdad, fue más dinero del que me esperaba.
Los dÃ*as transcurrÃ*an. Domingo y Jesús me decÃ*an que desde que trabajaba mi carácter habÃ*a cambiado y ahora era menos cariñosa y más antipática. Incluso, las relaciones sexuales con mi marido se habÃ*an resentido. Hablé con los dos y les propuse dejar mi trabajo. Les dije que me causaba estrés, pero era poco creÃ*ble, que tenÃ*a que viajar, pero tampoco era convincente. Al final, me quedé sin argumentos ante un trabajo con sueldo aceptable y pocas horas de dedicación.
Unas semanas después, Jesús comenzó las clases en el colegio. El viernes siguiente serÃ*a su cumpleaños, y ahora que económicamente nos encontrábamos un poco mejor, decidimos regalarle la videoconsola que llevaba tiempo pidiendo. Mi niño ya era un hombre, cumplirÃ*a 18.
El martes, Domingo me dijo que saldrÃ*a de viaje al dÃ*a siguiente, y que no volverÃ*a en diez dÃ*as, puesto que se iba a celebrar una feria fuera de España, y debÃ*a organizarlo todo. Me enfadé con él, sobre todo por no estar por primera vez en el cumpleaños de nuestro hijo, pero se excusó en que no podÃ*a negarse a ir, sobre todo, llevando tan poco tiempo en la empresa.
Todo aquello empezaba a olerme a una encerrona, y fue al dÃ*a siguiente, una vez que mi marido ya se habÃ*a marchado cuando Gerardo me llamó.
Aquella noche hablé con él y su voz era normal. Al dÃ*a siguiente, Jesús marchó hacia el instituto pronto. Mi sorpresa fue, cuando a las dos horas se presentó en casa. TraÃ*a mala cara y sin casi pronunciar palabra se fue a su habitación.
Le propuse irnos al médico, pero se negó. Empezaba a preocuparme ya que nunca le habÃ*a visto asÃ*.
A mediodÃ*a tampoco quiso comer. Me puse seria con él y me enfadé.
Nos recibió su secretaria, que tras una breve espera nos acompañó a su despacho. Antes de cerrar la puerta, solicitó que no le molestasen.
Hablé ya en casa con Jesús. Valoramos las alternativas. Hablarlo con Domingo, sólo producirÃ*a dolor en él, y no evitarÃ*a que mis fotos circulasen por toda la ciudad. Marcharnos a vivir a otro lugar era inviable, puesto que no habÃ*a posibilidad de que mi marido encontrase trabajo fuera. Ya habÃ*amos estado a punto de hundirnos económicamente no hacÃ*a mucho. Además, estaba segura que Gerardo nos localizarÃ*a y usarÃ*a sus influencias para que nuestra vida fuera desgraciada. HarÃ*a llegar fotos mÃ*as, allá donde estuviésemos. Si este hombre habÃ*a llegado a ser tan poderoso en la ciudad, era por su falta de escrúpulos en los negocios y en la vida. Pero no sabÃ*a la intención de hacer que Jesús estuviera allÃ*. SerÃ*an capaces de hacer que me desnudase delante de él? No, claro que no. Ni al más pervertido excitarÃ*a eso, pensé. Supongo que cenaremos y luego nos iremos los cuatro a su casa para que vuelvan a disponer de mi a su antojo, pensé.
Llegó el viernes. Felicité a Jesús antes de levantarse. Le di su regalo, pero nuestra felicidad no era completa a sabiendas de lo que pasarÃ*a esa noche. Él se fue al colegio, y yo salÃ* a comprar algo para la cena, refrescos, cervezas, vino y licores. Aún ignoraba lo que pretendÃ*a Gerardo con su presencia allÃ*, pero no me gustaba, ni tampoco que la cita fuera en mi casa. Me vestÃ* de forma normal, con unos vaqueros y una camisa negra de manga larga.
A eso de las diez de la noche llamaron a la puerta. Eran los tres autoinvitados a la fiesta de Jesús. TraÃ*an un paquete grande que me dieron para que guardara.
Antes de salir permitÃ* liberar mi llanto, golpear la cama y al igual que en el tren, me quité el anillo. Sin duda iba a pasar aquella tarde por el trago más complicado de mi vida, incluido todo lo anterior.
AbrÃ* la puerta y fui al salón. Mientras me vestÃ*a, habÃ*an recogido la mesa y puesto música. Miré a los tres hombres, pero ignoré a mi hijo. No querÃ*a verle la cara. Tuve que soportar como se acercaban a mi y besaban mis mejillas.
Jesús estaba de pie, sin decir, ni hacer nada. Nico y Bino estaban ya muy cerca de mi. El juego de la falda los habÃ*a entusiasmado y se pegaban a mi lado. Me movÃ*a con los ojos cerrados, evitando ver a mi hijo.
SentÃ* una mano en la nuca, que lentamente bajó a la espalda, hasta tocar la cremallera del vestido. La deslizó despacio, hasta llegar hasta la altura de mis riñones. Vi a Gerardo y a Bino delante, asÃ* que deduje que era Nico quien lo hacÃ*a. Noté como me besaba las mejillas y el cuello.
Me situó delante del niño y separó las dos partes del vestido para sacármelo por las mangas. Dejó suelta la parte de arriba y éste, fruto de la gravedad, cayó al suelo. De forma instintiva, me tapé. Él me habÃ*a visto en biquini, y ahora no estaba más desnuda, pero estar en ropa interior, me incomodaba.
Le dijeron a Jesús que se sentase. Se me humedecieron los ojos, fruto de la humillación y vergüenza. No querÃ*a que mi hijo me viese llorar, asÃ* que lo abracé como a un niño y empecé a besarle. HacÃ*a años que no lo hacÃ*a. Pensaba en lo que los querÃ*a, él y su padre lo eran todo para mi, todo lo que tenÃ*a en el mundo y debÃ*a hacer todo lo posible para que mi familia no se desintegrase.
EvadÃ*a mi pensamiento cerrando los ojos y pensando que era su padre quien estaba ahÃ*, pero los comentarios y risas de los tres espectadores me hacÃ*an volver bruscamente a la realidad.
Juntad más vuestras entrepiernas, requirió Gerardo
El tono serio de Gerardo hacia mi niño, me hizo situarme de nuevo.
Vi que Bino salió de la casa. Me extrañó. Pensé que habrÃ*a olvidado algo en el coche, pero la sorpresa es que al llamar al timbre de nuevo, iba acompañado de una voluptuosa joven, rubia, de unos veinticinco años.
Siguiendo con los bailes, se quitó su pequeña camiseta y el pantalón. Lo hizo con soltura. Pensaba en el trabajo que me costaba a mi hacerlo y lo fácil que lo hacÃ*a ella. Se quedó con un pequeño sujetador, que tapaba poco más que sus pezones y una braguita acordonada por los lados.
Gerardo la agarró por detrás, manoseando su culo, al igual que lo hizo conmigo y le soltó el sujetador. Ella de forma rápida dejó sus pechos al aire. No paraba de sonreÃ*r. Aquellos malnacidos habÃ*an contratado una prostituta para estrenar a mi hijo.
Luz agarró el pene de Jesús y comenzó a jugar con él. Le pasaba su boca cerca de la suya, por su cuello a la vez que sus pezones rozaban su pecho. No podÃ*a dejar de mirar como manoseaba a mi niño que ya era un hombre. Su miembro se hacÃ*a cada vez más grande.
Jesús bajó los ojos, pero le obligaron a levantarlos y contemplar mi desnudez. Mis pechos, mi sexo depilado, salvo una pequeña lÃ*nea de pelo que subÃ*a por encima de mis labios mayores.
TorcÃ* mi cabeza. No querÃ*a que me viera, pero él ahora mantenÃ*a su vista en la cabeza de la mujer y su cara se tornaba en excitación. La muchacha, experta, sacó el miembro de mi hijo de su boca y continuó con la mano, salpicando de semen su cara.
Bino me agarró de los hombros y me hizo colocar de rodillas. Me puse perpendicularmente a Jesús, para que pudiera ver lo que hacÃ*a. Agarrando mi pelo, dirigió mis labios hacia su polla. Mis manos seguÃ*an atadas, por lo que su pene tropezó en mis cara antes de meterla en mi boca.
Estaba excitado. Cerré mi boca y la masajeaba con los labios. Escuchaba a lo lejos los comentarios que le hacÃ*an sobre mi a Jesús. Notaba los movimientos del jefe de mi marido, sentÃ*a como se iba excitando, le oÃ*a gemir. Pensé que se correrÃ*a en mi boca, pero antes de ello, la sacó, y lo hizo sobre mi cara.
La chica ofreció a mi niño que le quitase el tanga. Él aceptó, quitó un lateral y este cayó, quedándose totalmente desnuda. Ella se arrodilló, mientras que Nico y Gerardo se colocaron juntos, y la muchacha comenzó a alternar las dos pollas. MovÃ*a la lengua con avidez tocando con la punta la cabeza de los miembros de los hombres.
No quisieron correrse, se excitaron y decidieron aguantar, imaginando que para aprovecharse de mi. De nuevo Luz agarró el miembro de Jesús y lo masajeó. Volvió a hacérselo con la lengua y ante mi sorpresa vi que mi hijo estaba de nuevo con su arma levantada. HabÃ*an bastado unas caricias para que sucediera.
Volvieron a separarle de mi cuerpo. Aún me sentÃ*a temblorosa y mis pezones estaban de punta por el nerviosismo vivido en la escena en la que Jesús me habÃ*a besado los pezones. Mi espalda estaba tumbada sobre la mesa. Entre los dos hombres, separaron ligeramente mis piernas para volver a los crueles comentarios sobre mi cuerpo.
Temblaba, fruto de la humillación y del sufrimiento. No querÃ*a seguir, pero los hombres los jaleaban. Luz besaba las mejillas y el cuello de mi hijo, intentado que se excitase.
La mujer soltó su mano, y Jesús dejó la suya sobre mi muslo, a dos palmos de mi sexo. Ella se situó a su espalda, agarró entonces su pene, comenzando a masturbarle. Mientras lo hacÃ*a, movÃ*a sus pechos, acariciando con ellos su espalda y besando su cuello eróticamente.
VeÃ*a como el chico se iba excitando. La joven era sexualmente experta y notaba como le aguantaba los tiempos mientras subÃ*a y bajaba su prepucio.
La mujer se apartó para dejar paso a Gerardo, que llevaba otras esposas en la mano.
Luz volvió a situarse a la espalda de Jesús y siguió con su juego erótico, rozando los pezones contra su piel y volviendo a masajear su miembro con fuerza.
La chica empujó un poco a mi hijo, que situó su pene a pocos centÃ*metros de mi sexo. Siguió meneándolo hasta que comenzó a rozar la punta con mi clÃ*tolis.
Luz era quien manejaba la herramienta de mi hijo. La iba rozando con mi sexo, cada vez de forma más intensa. Metió un poco la punta, pero de inmediato, como si se tratase de una mera incursión, la volvÃ*a a sacar.
La chica seguÃ*a metiendo su punta dentro de mi. Intentaba forzar los músculos para que no entrase, pero poco podÃ*a hacer teniendo las piernas tan abiertas como estaban y sujetas por dos fuertes brazos.
En una de aquellas pequeñas incursiones, ella introdujo el dedo en el ano de Jesús, que instintivamente empujó fuerte su pene dentro de mi. La metió hasta dentro, lo que produjo las risas de todos los presentes.
Mi hijo estaba muy excitado. Ella le agarró por las caderas y le animó a empujar, a seguir con el mete y saca.
No podÃ*a hablar. Todo mi mundo se acababa de caer encima. No podÃ*a más. Giré mi cara y cerré los ojos aceptando mi sometimiento. Sin remedio, mi hijo acabarÃ*a corrÃ*endose dentro de su madre.
Los movimientos, los juegos de la mujer, la excitación que le producÃ*a ver a otra mujer desnuda delante de él a quien le estaba haciendo el amor, aunque esta fuese su madre, fueron excitando cada vez más a Jesús.
Al menos, fue capaz de no hacerlo dentro, y sacó su pene justo antes del final, llenando mi vientre y los pelos de mi coño, de un semen abundante y espeso, a pesar de haberse corrido anteriormente.
Los momentos siguientes resultaron de una bacanal libre y total. Dejaron a Jesús sentado en una silla, y me dieron la vuelta. Me dio tiempo a ver, como Nico abrÃ*a su pantalón y la chica comenzaba a tomar su polla.
Gerardo me tomó. Metió su dedo en mi ano, y lo usó hasta que consideró que estaba lo suficientemente dilatado como para que entrase su pistola.
Di un grito. Estaba apoyada con los pechos sobre la mesa. Me giré e intenté mirar a mi niño. Estaba con la cabeza baja, mirando al suelo, imagino avergonzado y humillado por lo que acababa de hacer a su madre.
Tuve que soportar, no sólo los gritos de mi penetrador, son los de de Nico, que estaba a punto de correrse en la boca de la prostituta.
Cuando terminó, quedé llorando sobre la mesa. Pensé que todo habÃ*a terminado, pero Bino dijo que querÃ*a follarme por última vez.
Me dio la vuelta, colocando mi espalda sobre la mesa. Me abrió las piernas. Yo no me resistÃ*, deseando que terminase lo antes posible. Luz, que ya habÃ*a terminado con su cliente, se acercó y comenzó a besarme los pechos, disfrutando, goloseando su sabor. Mientras, notaba como su miembro me apretaba. SentÃ*a como una espada me atravesaba. Entraba y salÃ*a, hasta que noté como se quedaba clavada y un chorro caliente inundó mi útero.
Cuando terminó, la mujer me dio un fuerte beso en la boca, incluso introduciendo su lengua en mi boca.
Antes de marcharse, nos soltaron las manos. Al quedar solos, me acerqué a mi hijo. Le pedÃ* perdón y le dije que se fuera a la cama.
Soy la protagonista de tres relatos en la categorÃ*a de No Consentido, "Pagando la deuda al casero y a sus hijos" en la que accedo a tener un encuentro con los tres a condición de poder seguir viviendo en mi hogar. Ese encuentro fue filmado y chantajeada para tener otro, con otras personas , en "Chantaje a una mujer casada" y por último vuelvo a ser utilizada por unos crÃ*os en "El chantaje de los jovencitos"
Los dÃ*as siguientes de volver de aquel viaje, no podÃ*a dejar de pensar lo que habÃ*a pasado con los chicos. SabÃ*a que el chantaje no tenÃ*a fin, por lo que decidÃ* que si lo volvÃ*an a intentar me plantarÃ*a y no accederÃ*a a sus oscuras intenciones. SeguÃ* asistiendo a los entrenamientos para no generar sospechas, aunque procuraba mantenerme distante ante Gerardo y David. Me llegó el primer ingreso por mi trabajo como relaciones públicas, y la verdad, fue más dinero del que me esperaba.
Los dÃ*as transcurrÃ*an. Domingo y Jesús me decÃ*an que desde que trabajaba mi carácter habÃ*a cambiado y ahora era menos cariñosa y más antipática. Incluso, las relaciones sexuales con mi marido se habÃ*an resentido. Hablé con los dos y les propuse dejar mi trabajo. Les dije que me causaba estrés, pero era poco creÃ*ble, que tenÃ*a que viajar, pero tampoco era convincente. Al final, me quedé sin argumentos ante un trabajo con sueldo aceptable y pocas horas de dedicación.
Unas semanas después, Jesús comenzó las clases en el colegio. El viernes siguiente serÃ*a su cumpleaños, y ahora que económicamente nos encontrábamos un poco mejor, decidimos regalarle la videoconsola que llevaba tiempo pidiendo. Mi niño ya era un hombre, cumplirÃ*a 18.
El martes, Domingo me dijo que saldrÃ*a de viaje al dÃ*a siguiente, y que no volverÃ*a en diez dÃ*as, puesto que se iba a celebrar una feria fuera de España, y debÃ*a organizarlo todo. Me enfadé con él, sobre todo por no estar por primera vez en el cumpleaños de nuestro hijo, pero se excusó en que no podÃ*a negarse a ir, sobre todo, llevando tan poco tiempo en la empresa.
Todo aquello empezaba a olerme a una encerrona, y fue al dÃ*a siguiente, una vez que mi marido ya se habÃ*a marchado cuando Gerardo me llamó.
- Silvia, quiero que vengas a mi oficina. Tenemos que hablar
- Ni loca, Gerardo. No iré Puedes llamar a mi marido si quieres, eso si, cuando aterrice su avión. SuponÃ*a que estabas detrás de haberle enviado de viaje. Eres un cabrón. Sabes que por tu culpa se perderá el cumpleaños de nuestro hijo? Ojalá te mueras. Dije muy enfadada y colgándole el teléfono.
Aquella noche hablé con él y su voz era normal. Al dÃ*a siguiente, Jesús marchó hacia el instituto pronto. Mi sorpresa fue, cuando a las dos horas se presentó en casa. TraÃ*a mala cara y sin casi pronunciar palabra se fue a su habitación.
Le propuse irnos al médico, pero se negó. Empezaba a preocuparme ya que nunca le habÃ*a visto asÃ*.
A mediodÃ*a tampoco quiso comer. Me puse seria con él y me enfadé.
- Por qué no me dices que te pasa?
- Qué me pasa? Pensé que mi madre era una mujer decente, y resulta que es una puta que se tira a todo lo que lleva pantalones
- De qué estás hablando? Por qué dices eso?
- Gerardo, el padre de David, me llamó ayer y me dijo que fuese a verle esta mañana a primera hora.
- Tú le conseguiste el trabajo a papa follándote a sus jefes, verdad?
- Qué te ha dicho Gerardo?
- Que no has cumplido con tu palabra y querÃ*a que yo te convenciera. Dice que se lo contará todo a papá y le entregará unos videos que tiene tuyos además de las fotografÃ*as. Me ha amenazado con darles copias a todos mis compañeros de clase También ha dicho que si decidimos marcharnos de aquÃ*, nos localizará y hará lo mismo con los nuevos jefes y clientes de papá, mis profesores, compañeros de colegio……
- Quiere que esta tarde vayamos los dos a verle.
- Los dos? Pregunté extrañada
- Si, tú y yo.
- Hijo. Te voy a contar todo lo que pasó. Nosotros no podÃ*amos pagar el alquiler de la casa y nos quedábamos en la calle. Gerardo me ofreció un encuentro con él y sus hijos. Me ofreció 6.000 euros, parte en dinero y el resto disfrutando gratuitamente de la casa. Después de aquello, buscaron trabajo a tu padre. Fue Gerardo quien invitó a sus jefes, sin ellos saberlo, a una bacanal, que disfrutaron gustosos y en la que fui sometida de nuevo por los tres, y por último, David, organizó un viaje con tus dos compañeros de equipo, donde sufrÃ* mil humillaciones. En una discoteca y esos malnacidos invitaron a un hombre, que se llama Charly. Es todo lo que sé de él. Todo lo he hecho para protegeros a tu padre y a ti.
- No debÃ* pagar asÃ* la deuda, pero estarÃ*amos ahora viviendo en un albergue. No debÃ* aceptar el chantaje posterior, pero lo hice para que no os enteraseis de nada, y sobre todo, nunca debÃ* aceptar el último, pero ellos ya tenÃ*an pruebas de los dos anteriores. Pensé en hablar con papá, pero, ilusa de mi, pensé no habrÃ*a más.
Nos recibió su secretaria, que tras una breve espera nos acompañó a su despacho. Antes de cerrar la puerta, solicitó que no le molestasen.
- Gerardo, eres un hijo de puta, y lo que le has hecho a mi hijo, enseñándole las fotos, es a lo más rastrero que podrÃ*as llegar.
- Todo ha sido culpa tuya. Es bueno que Jesús sepa quién, y sobre todo, como es su madre.
- Quiero que nos dejes en paz para siempre, ya te lo dije. No vuelvas a molestarnos a ninguno. Ya has sacado suficiente partido del pago de mi deuda con vosotros. Si he accedido las veces anteriores era por el temor a que fuese la última, y mi marido y mi hijo no sufrieran por lo que hice. Ahora ya no tiene sentido seguir. Se acabó, Gerardo, se acabó.
- Sé que el viernes es su cumpleaños, señalando a Jesús. Harás una fiesta en su honor, con algo para picar y beber. Acudiré con Nico y Bino, los jefes de tu marido, y allÃ* estará él, refiriéndose a mi hijo.
- Pero que pretendes? Cabrón. Deja a mi hijo en paz. Por él accederÃ*a a un último encuentro, pero sin que esté presente.
- No, no. Es su cumpleaños y su fiesta. Estará presente. Ya veremos lo que pasa allÃ*, pero sino haces lo que te digo, tu marido sabrá todo, y mucha más gente, y te aseguro que si os vais de la ciudad, os localizaré, para que todo vuestro entorno te vea en acción con otros hombres, y con jóvenes menores de edad. Tu familia sufrirá las consecuencias. Ahora, os dejo unos minutos, y cuando suba, me dais vuestra respuesta.
- Mamá, por favor.¡¡¡¡ No dejes que papá se entere. No quiero irme de esta ciudad, ni que te vean mis compañeros del futbol, ni de clase. Por favor, mamá, arréglalo. Haz lo imposible, por favor mamá. Sino lo haces, nuestra vida se irá a la mierda, por favor¡¡¡¡¡
Hablé ya en casa con Jesús. Valoramos las alternativas. Hablarlo con Domingo, sólo producirÃ*a dolor en él, y no evitarÃ*a que mis fotos circulasen por toda la ciudad. Marcharnos a vivir a otro lugar era inviable, puesto que no habÃ*a posibilidad de que mi marido encontrase trabajo fuera. Ya habÃ*amos estado a punto de hundirnos económicamente no hacÃ*a mucho. Además, estaba segura que Gerardo nos localizarÃ*a y usarÃ*a sus influencias para que nuestra vida fuera desgraciada. HarÃ*a llegar fotos mÃ*as, allá donde estuviésemos. Si este hombre habÃ*a llegado a ser tan poderoso en la ciudad, era por su falta de escrúpulos en los negocios y en la vida. Pero no sabÃ*a la intención de hacer que Jesús estuviera allÃ*. SerÃ*an capaces de hacer que me desnudase delante de él? No, claro que no. Ni al más pervertido excitarÃ*a eso, pensé. Supongo que cenaremos y luego nos iremos los cuatro a su casa para que vuelvan a disponer de mi a su antojo, pensé.
Llegó el viernes. Felicité a Jesús antes de levantarse. Le di su regalo, pero nuestra felicidad no era completa a sabiendas de lo que pasarÃ*a esa noche. Él se fue al colegio, y yo salÃ* a comprar algo para la cena, refrescos, cervezas, vino y licores. Aún ignoraba lo que pretendÃ*a Gerardo con su presencia allÃ*, pero no me gustaba, ni tampoco que la cita fuera en mi casa. Me vestÃ* de forma normal, con unos vaqueros y una camisa negra de manga larga.
A eso de las diez de la noche llamaron a la puerta. Eran los tres autoinvitados a la fiesta de Jesús. TraÃ*an un paquete grande que me dieron para que guardara.
- Esto será para después de cenar. Abrirás nuestro regalo.
- Silvia, esta será la última noche que nos aprovecharemos de ti. He preparado un documento, y he anexado un DVD con todos nuestros encuentros grabados. Como ves el disco está marcado como anexo 1, en el que están todas las fotografÃ*as y videos que hemos grabado sin tu consentimiento. El contrato, viene a decir que si alguna imagen sale publicada, en los próximos cinco años, cobrarás una fortuna de nuestra parte. Espero que nunca andes tan desesperada como para ser tú quien publique las fotos y tengamos que pagarte.
- Por fin se acababa el chantaje, pensé. Ahora, no sé por qué, confiaba en él.
- Bino y Nico, se ocuparán que Domingo tenga trabajo. Además, están muy contentos con su labor. No volverá a faltaros dinero a tu familia. El chico irá a la universidad y vuestra vida será plácida.
- A cambio, hoy estaremos aquÃ* toda la noche. Incluyo a Jesús que queremos que esté presente en todo momento y participe en lo que le digamos.
- Por qué no se va él? Dije señalando a mi hijo.
- Porque es morboso que sea asÃ*. Que vea a su madre, que toque a su madre............ Como será la última vez, queremos que sea especial.
- Qué me toque? Estáis locos? Panda de pervertidos. Marcharos de aquÃ*, dije indignada.
- Espero que no te importe el uso que de a las fotografÃ*as, dijo Gerardo mientras los tres se dirigieron hacia la puerta. Llevándose la caja del regalo y los documentos que garantizaban mi libertad a partir de entonces.
- Mamá, por favor, pÃ*deles que vuelvan, por favor. Te lo suplico. Yo también lo pasé mal con los problemas económicos. Por favor, termina con esto y salva a nuestra familia. No miraré, si tienes que desnudarte, no miraré, te lo prometo.
- PodrÃ*ais volver a casa? Lo hemos pensado mejor
- Esperaba tu llamada. Estamos en un bar en la esquina, tomando una copa. Enseguida vamos. Eso sÃ*, no quiero que te niegues a nada. Hoy tú, tu hijo, y todo lo que haya en tu casa estará a nuestra disposición, y lo utilizaremos a nuestro antojo. Será nuestro regalo de despedida. Estás de acuerdo?
- Por favor, subid y terminemos con esto de una vez.
- Silvia, vamos a tu habitación y elegimos la ropa que te pondrás ahora, me ordenó Gerardo.
Antes de salir permitÃ* liberar mi llanto, golpear la cama y al igual que en el tren, me quité el anillo. Sin duda iba a pasar aquella tarde por el trago más complicado de mi vida, incluido todo lo anterior.
AbrÃ* la puerta y fui al salón. Mientras me vestÃ*a, habÃ*an recogido la mesa y puesto música. Miré a los tres hombres, pero ignoré a mi hijo. No querÃ*a verle la cara. Tuve que soportar como se acercaban a mi y besaban mis mejillas.
- Silvia, baila un poco para nosotros, dijo excitado. Baila eróticamente, que hoy tienes un admirador especial.
- Desnuda a tu niño mientras sigues bailando.
- Bien Silvia, ahora baila de forma erótica, sube y baja la falda de tu vestido, hasta la altura de tus bragas, que se aprecie como eres.
Jesús estaba de pie, sin decir, ni hacer nada. Nico y Bino estaban ya muy cerca de mi. El juego de la falda los habÃ*a entusiasmado y se pegaban a mi lado. Me movÃ*a con los ojos cerrados, evitando ver a mi hijo.
SentÃ* una mano en la nuca, que lentamente bajó a la espalda, hasta tocar la cremallera del vestido. La deslizó despacio, hasta llegar hasta la altura de mis riñones. Vi a Gerardo y a Bino delante, asÃ* que deduje que era Nico quien lo hacÃ*a. Noté como me besaba las mejillas y el cuello.
Me situó delante del niño y separó las dos partes del vestido para sacármelo por las mangas. Dejó suelta la parte de arriba y éste, fruto de la gravedad, cayó al suelo. De forma instintiva, me tapé. Él me habÃ*a visto en biquini, y ahora no estaba más desnuda, pero estar en ropa interior, me incomodaba.
- Silvia, besa al chico en el cuello, me indicó Gerardo.
Le dijeron a Jesús que se sentase. Se me humedecieron los ojos, fruto de la humillación y vergüenza. No querÃ*a que mi hijo me viese llorar, asÃ* que lo abracé como a un niño y empecé a besarle. HacÃ*a años que no lo hacÃ*a. Pensaba en lo que los querÃ*a, él y su padre lo eran todo para mi, todo lo que tenÃ*a en el mundo y debÃ*a hacer todo lo posible para que mi familia no se desintegrase.
- Utiliza tu lengua, pásala por su oreja, sé cariñosa con él. ExcÃ*tale, me volvió a ordenar.
- Esta mujer tiene un cuerpazo…….. Jamás dirÃ*a nadie que son madre e hijo, dijo Nico
EvadÃ*a mi pensamiento cerrando los ojos y pensando que era su padre quien estaba ahÃ*, pero los comentarios y risas de los tres espectadores me hacÃ*an volver bruscamente a la realidad.
Juntad más vuestras entrepiernas, requirió Gerardo
- El espectáculo no era que mi hijo me viese a mi con ellos, sino que ellos me viesen a mi con él y no sabÃ*a si serÃ*a capaz de soportarlo……………………..
- Poneos ahora los dos de pie.
- Silvia, has visto al hombre de tu casa desnudo. Cuanto tiempo hacÃ*a que no le veÃ*as asÃ*?
- Mucho, pensé, sin contestar en voz alta
- Ahora quiero que le des un beso en los labios, y mete tu lengua entre sus dientes.
- Cabrón, es mi hijo. Qué pretendes?
- Ahora, esto ha de ser equitativo, desnudo él, te toca a ti.
- Deja que yo te ayude. Diciendo esto desabrochó el sujetador.
- Jesús, ayuda a tu madre a quitárselo.
El tono serio de Gerardo hacia mi niño, me hizo situarme de nuevo.
- Chico, le quitas el sujetador a mamá, o nos marchamos para no volver. Y sabes lo que eso significa¡¡¡¡¡
- Mami, mami. No quieres que te las vea el niño, verdad? Preguntó Gerardo en tono burlón.
- SabÃ*a que esto iba a pasar. Voy a ponértelas para que evites taparte lo que no debes.
- No, no. Por favor¡¡¡¡¡¡¡¡
- Qué necesidad habÃ*a de esposarme? Siempre he hecho lo que me habéis pedido. Dije llorosa y humillada.
- Has estado de acuerdo en que dispondrÃ*amos de todo. Sino aceptas, sólo tienes que decirlo.
Vi que Bino salió de la casa. Me extrañó. Pensé que habrÃ*a olvidado algo en el coche, pero la sorpresa es que al llamar al timbre de nuevo, iba acompañado de una voluptuosa joven, rubia, de unos veinticinco años.
- Qué hace ella aquÃ*? Ella no estaba autorizada a entrar en mi casa, dije ofendida y humillada
- Tranquila preciosa, dijo Gerardo, es otro regalo para tu hijo. Se llama Luz y toda tu casa, está hoy a nuestra disposición.
Siguiendo con los bailes, se quitó su pequeña camiseta y el pantalón. Lo hizo con soltura. Pensaba en el trabajo que me costaba a mi hacerlo y lo fácil que lo hacÃ*a ella. Se quedó con un pequeño sujetador, que tapaba poco más que sus pezones y una braguita acordonada por los lados.
Gerardo la agarró por detrás, manoseando su culo, al igual que lo hizo conmigo y le soltó el sujetador. Ella de forma rápida dejó sus pechos al aire. No paraba de sonreÃ*r. Aquellos malnacidos habÃ*an contratado una prostituta para estrenar a mi hijo.
Luz agarró el pene de Jesús y comenzó a jugar con él. Le pasaba su boca cerca de la suya, por su cuello a la vez que sus pezones rozaban su pecho. No podÃ*a dejar de mirar como manoseaba a mi niño que ya era un hombre. Su miembro se hacÃ*a cada vez más grande.
- Silvia, quÃ*tate el tanga ……….. Ahhhhhhh, perdona, si estás con las manos esposadas. Tendremos que ayudarla, verdad chicos? Dijo Gerardo riendo.
- Por favor, no lo hagáis, no me deshonréis más¡¡
- Dejadla, por favor. Es mi madre. Dejadla ya.¡¡¡¡¡¡¡¡No, no, mamá, mamá.
Jesús bajó los ojos, pero le obligaron a levantarlos y contemplar mi desnudez. Mis pechos, mi sexo depilado, salvo una pequeña lÃ*nea de pelo que subÃ*a por encima de mis labios mayores.
- HabÃ*as visto a mamá asÃ* de guapa alguna vez? Preguntó Gerardo.
TorcÃ* mi cabeza. No querÃ*a que me viera, pero él ahora mantenÃ*a su vista en la cabeza de la mujer y su cara se tornaba en excitación. La muchacha, experta, sacó el miembro de mi hijo de su boca y continuó con la mano, salpicando de semen su cara.
- Muy buena mamada, Luz. Has hecho disfrutar al muchacho. Feliz cumpleaños¡¡¡
Bino me agarró de los hombros y me hizo colocar de rodillas. Me puse perpendicularmente a Jesús, para que pudiera ver lo que hacÃ*a. Agarrando mi pelo, dirigió mis labios hacia su polla. Mis manos seguÃ*an atadas, por lo que su pene tropezó en mis cara antes de meterla en mi boca.
Estaba excitado. Cerré mi boca y la masajeaba con los labios. Escuchaba a lo lejos los comentarios que le hacÃ*an sobre mi a Jesús. Notaba los movimientos del jefe de mi marido, sentÃ*a como se iba excitando, le oÃ*a gemir. Pensé que se correrÃ*a en mi boca, pero antes de ello, la sacó, y lo hizo sobre mi cara.
La chica ofreció a mi niño que le quitase el tanga. Él aceptó, quitó un lateral y este cayó, quedándose totalmente desnuda. Ella se arrodilló, mientras que Nico y Gerardo se colocaron juntos, y la muchacha comenzó a alternar las dos pollas. MovÃ*a la lengua con avidez tocando con la punta la cabeza de los miembros de los hombres.
No quisieron correrse, se excitaron y decidieron aguantar, imaginando que para aprovecharse de mi. De nuevo Luz agarró el miembro de Jesús y lo masajeó. Volvió a hacérselo con la lengua y ante mi sorpresa vi que mi hijo estaba de nuevo con su arma levantada. HabÃ*an bastado unas caricias para que sucediera.
- Por qué no tocas un poquito a mamá? Sugirió Gerardo
- No, no. Por favor¡¡¡¡¡¡, dije angustiada
- No me hagáis hacer eso a mi madre, por favor, repitió mi hijo.
Volvieron a separarle de mi cuerpo. Aún me sentÃ*a temblorosa y mis pezones estaban de punta por el nerviosismo vivido en la escena en la que Jesús me habÃ*a besado los pezones. Mi espalda estaba tumbada sobre la mesa. Entre los dos hombres, separaron ligeramente mis piernas para volver a los crueles comentarios sobre mi cuerpo.
- Ahora tócale un poco el chochito a mami, dijo Gerardo.
Temblaba, fruto de la humillación y del sufrimiento. No querÃ*a seguir, pero los hombres los jaleaban. Luz besaba las mejillas y el cuello de mi hijo, intentado que se excitase.
La mujer soltó su mano, y Jesús dejó la suya sobre mi muslo, a dos palmos de mi sexo. Ella se situó a su espalda, agarró entonces su pene, comenzando a masturbarle. Mientras lo hacÃ*a, movÃ*a sus pechos, acariciando con ellos su espalda y besando su cuello eróticamente.
VeÃ*a como el chico se iba excitando. La joven era sexualmente experta y notaba como le aguantaba los tiempos mientras subÃ*a y bajaba su prepucio.
La mujer se apartó para dejar paso a Gerardo, que llevaba otras esposas en la mano.
- Chico, a ti también vamos a ponerte las esposas. AsÃ* serás más dócil
- Pero por qué se las ponéis, protesté. Estamos haciendo lo que queréis.
Luz volvió a situarse a la espalda de Jesús y siguió con su juego erótico, rozando los pezones contra su piel y volviendo a masajear su miembro con fuerza.
La chica empujó un poco a mi hijo, que situó su pene a pocos centÃ*metros de mi sexo. Siguió meneándolo hasta que comenzó a rozar la punta con mi clÃ*tolis.
- Para, para¡¡¡¡¡ Por faaaaaaaavor¡¡¡¡¡ Grité. Qué estás haciendo? Por favor………. Paraaaa¡¡
Luz era quien manejaba la herramienta de mi hijo. La iba rozando con mi sexo, cada vez de forma más intensa. Metió un poco la punta, pero de inmediato, como si se tratase de una mera incursión, la volvÃ*a a sacar.
- Por favor, qué vais a hacer, por favor, parad ya.
La chica seguÃ*a metiendo su punta dentro de mi. Intentaba forzar los músculos para que no entrase, pero poco podÃ*a hacer teniendo las piernas tan abiertas como estaban y sujetas por dos fuertes brazos.
En una de aquellas pequeñas incursiones, ella introdujo el dedo en el ano de Jesús, que instintivamente empujó fuerte su pene dentro de mi. La metió hasta dentro, lo que produjo las risas de todos los presentes.
Mi hijo estaba muy excitado. Ella le agarró por las caderas y le animó a empujar, a seguir con el mete y saca.
No podÃ*a hablar. Todo mi mundo se acababa de caer encima. No podÃ*a más. Giré mi cara y cerré los ojos aceptando mi sometimiento. Sin remedio, mi hijo acabarÃ*a corrÃ*endose dentro de su madre.
Los movimientos, los juegos de la mujer, la excitación que le producÃ*a ver a otra mujer desnuda delante de él a quien le estaba haciendo el amor, aunque esta fuese su madre, fueron excitando cada vez más a Jesús.
Al menos, fue capaz de no hacerlo dentro, y sacó su pene justo antes del final, llenando mi vientre y los pelos de mi coño, de un semen abundante y espeso, a pesar de haberse corrido anteriormente.
Los momentos siguientes resultaron de una bacanal libre y total. Dejaron a Jesús sentado en una silla, y me dieron la vuelta. Me dio tiempo a ver, como Nico abrÃ*a su pantalón y la chica comenzaba a tomar su polla.
Gerardo me tomó. Metió su dedo en mi ano, y lo usó hasta que consideró que estaba lo suficientemente dilatado como para que entrase su pistola.
Di un grito. Estaba apoyada con los pechos sobre la mesa. Me giré e intenté mirar a mi niño. Estaba con la cabeza baja, mirando al suelo, imagino avergonzado y humillado por lo que acababa de hacer a su madre.
Tuve que soportar, no sólo los gritos de mi penetrador, son los de de Nico, que estaba a punto de correrse en la boca de la prostituta.
Cuando terminó, quedé llorando sobre la mesa. Pensé que todo habÃ*a terminado, pero Bino dijo que querÃ*a follarme por última vez.
Me dio la vuelta, colocando mi espalda sobre la mesa. Me abrió las piernas. Yo no me resistÃ*, deseando que terminase lo antes posible. Luz, que ya habÃ*a terminado con su cliente, se acercó y comenzó a besarme los pechos, disfrutando, goloseando su sabor. Mientras, notaba como su miembro me apretaba. SentÃ*a como una espada me atravesaba. Entraba y salÃ*a, hasta que noté como se quedaba clavada y un chorro caliente inundó mi útero.
Cuando terminó, la mujer me dio un fuerte beso en la boca, incluso introduciendo su lengua en mi boca.
Antes de marcharse, nos soltaron las manos. Al quedar solos, me acerqué a mi hijo. Le pedÃ* perdón y le dije que se fuera a la cama.
- Por favor, mamá. Nunca cuentes esto a nadie, por favor, sobre todo a papá.
- Esto será nuestro secreto. No vuelvas a pensar en ello.