Esta es la versión escrita por mi, chantaje de los amigos de mi hijo, y segunda parte de Secretaria drogada, narrada por el personaje que ideó todo.
De todo lo que habÃ*a sucedido en la oficina de mi padre sólo me quedaban los recuerdos y todas las fotos que conseguÃ* en posturas muy eróticas de Alicia.
Como sabeis, la relación con mi padre era totalmente abierta, y le podÃ*a contar todo. Además de ser mi progenitor, podÃ*a considerarle también como mi amigo, asÃ* que le comenté la posibilidad de volver a tener un nuevo encuentro con la mujer que me habÃ*a dejado tan marcado.
Un dÃ*a no pude aguantar más, y decidÃ* compartir mi secreto con dos de mis mejores amigos, Oscar y Jaime. Los invité a casa y les expliqué como drogamos a la madre de Carlos para poder disfrutar de ella durante unas horas.
No sé si se excitaron más por ser la madre de nuestro amigo Carlos, por ser una mujer muy conocida para nosotros, o simplemente porque habÃ*a disfrutado de una mujer que resultaba complicado que alguien pudiera poseer.
Ellos me preguntaban los detalles que yo estaba encantado de contestar. AsÃ* que les saqué unos archivadores que contenÃ*an todas las fotos que habÃ*a obtenido de nuestro anterior encuentro.
Les expliqué que ver las fotos me excitaba sobremanera, que las vieran ellos aún más, puesto que conocÃ*an bien a Alicia como madre de uno de nuestros amigos y compañeros de colegio, pero habÃ*a dos cosas que aún me ponÃ*an más y se las expliqué.
Al dÃ*a siguiente, cargué tres fotos en el móvil, en las que no se veÃ*a el rostro y se las enseñé a Carlos. Le expliqué que me habÃ*a acostado con esa mujer, que a él le pareció espectacular. Me suplicó que se las enviara en tamaño grande a su correo electrónico. A parte de entregarle esas tres fotos, le regalé un DVD con una colección fotográfica bastante completa en la que la cara de su madre se encontraba difuminada.
SabÃ*a que Alicia habÃ*a vuelto de sus vacaciones unos dÃ*as atrás, asÃ* que organicé el encuentro, para un dÃ*a en el que mi padre no estuviera. Con cierta frecuencia, solÃ*a viajar entre semana, por lo que lo organicé para la tarde del miércoles.
El dÃ*a anterior, avisé a mis amigos y les expliqué que después del colegio irÃ*amos a mi casa. Ideé como harÃ*amos y coloqué varias cámaras de video inalámbricas conectadas a mi ordenador que grabarÃ*an todo lo que sucediese en la casa.
No paraba de dar vuelta a los detalles de lo que harÃ*amos, pero primero de todo, habÃ*a que "convencer" a Alicia para que viniese a mi casa.
Le mandé a tima hora de la tarde varias fotos a su correo electrónico en situaciones muy comprometidas, de las que habÃ*amos tomado en la oficina, con el objeto de que las viese a primera hora. Me aseguré que fueran aquellas en las que no parecÃ*a drogada, con tal de dar mayor realismo al chantaje al que iba a someterla.
Al dÃ*a siguiente, durante un descanso de clase hice tres llamadas. Una de ellas a Luis, el director de la oficina de mi padre, en el que pedÃ*a que diese la tarde libre a Alicia. No preguntó nada, pero sabÃ*a que iba a volver a encontrarme con ella.
Ahora quedaba la parte más delicada. Llamar a nuestra secretaria para que viniese a casa.
Comencé a hablar con ella. Estaba muy antipática. Le expliqué que querÃ*a que viniese a comer conmigo.
Su respuesta fue tajante. Lanzó fuertes improperios a través del teléfono, pero cuando le hablé de mi book fotográfico y de la posibilidad de enseñárselas a su hijo su actitud pasó de insultante a suplicante.
Intentó a escudarse en el trabajo, en que debÃ*a acudir a la oficina por la tarde, pero le respondÃ* que Luis le darÃ*a la tarde libre e incluso, le permitirÃ*a salir un poco antes de la oficina para llegar a mi casa a comer.
Por último, llamé a casa, hablé con el servicio para que preparasen comida para cuatro personas, y que que no hubiera nadie por la tarde. Era importante que dejasen una gran variedad de postres, sobre todo nata.
Nos escapamos una hora antes del colegio y nos dirigimos a mi casa. Puse en marcha las cámaras de video y esperamos ansiosos la llegada de la mujer.
Sobre las dos y cuarto, sonó el timbre de la puerta. La hice pasar. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse en al casa a Oscar y a Jaime.
Le enseñé los dos book de los que habÃ*a hablado por teléfono. La calidad y nitidez de las fotos era incuestionable, y los atributos de la secretaria impresionantes.
Entre sollozos, comenzó a insultarnos, pero mis amigos se sentÃ*an ahora dominantes de la situación, por lo que no se achantaron y le dijeron lo que siempre habÃ*an pensado de ella. Que les ponÃ*a a mil, que se habÃ*an matado a pajas pensando en como serÃ*a sin ropa, que la deseaban, lo que hizo que se tirase sobre el sofá llorando.
Para darle aún más motivos, le mostré un tercer archivador. Ella no lo tocó, pero lo abrÃ* yo para enseñarle diversas fotografÃ*as, que ya aparecÃ*an en las otras carpetas, sólo que en estas, su cara figuraba difuminada.
Me preguntó para qué le enseñaba un book con su cara tapada. Deseaba contestar a esa pregunta.
Le contesté que comerÃ*amos en primer lugar. Ella, como sospechaba, contestó que no tenÃ*a hambre.
Mi respuesta estaba preparada.
- Marcos ya ha disfrutado de ti, pero nosotros aún no, asÃ* que ve un poco más despacio.
Como si fuese a cámara lenta, desabrochó los botones de su camisa gris, uno a uno, dejando a la vista su enorme sujetador negro, que cubrÃ*an su voluminosos pechos.
Le dimos permiso para continuar, y de forma elegante, se quitó los pantalones, dejando a la vista un bonito tanga a juego con el sujetador.
Oscar y Jaime no podÃ*an disimular su felicidad. Sus ojos se salÃ*an de las órbitas y sus rostros mostraban un deseo incontenible.
Alicia hizo intención de quitarse el sujetador, pero la detuvimos.
Colocó los platos, sirvió la comida y antes de sentarnos le pedÃ* que se quitase de nuevo el delantal.
Estaba guapÃ*sima con el sujetador, pero pensé que lo estarÃ*a aún más sin él, y de paso le darÃ*a una alegrÃ*a a mis compañeros, asÃ* que me levanté, me coloqué detrás de ella, y se lo desabroché.
Noté cierta lástima en Jaime, que se levantó y le secó sus lágrimas. Ella le miró pidiendo ayuda, pero él volvió a su sitio en la mesa. Sin duda el deseo podÃ*a más que la pena.
Mientras nosotros ideábamos lo que harÃ*amos posteriormente a espaldas de ella, que sólo oÃ*a nuestras risas.
Ella se puso a llorar desconsoladamente, y comenzó a suplicar por primera vez desde que habÃ*a llegado a mi casa.
Oscar se quedó unos instantes en esa situación, extasiado, mirando su sexo a diez centÃ*metros de distancia.
Hicimos comentarios en voz alta del coño tan bonito que tenÃ*a. Jaime hizo uno sobre él, afirmando que tenÃ*a algo más de pelo que la vez anterior. Alicia no paraba de llorar, aunque se mantenÃ*a de pie, a nuestra disposición, su vergüenza hacÃ*a que casi todo su cuerpo presentase un color rojizo y su tensión, que los pechos estuvieran afilados como flechas.
La ordené subir a la mesa y tumbarse en ella.
Comimos flan, pasteles. Aprovechábamos a tocar por donde podÃ*amos. Me gustaba meter la cucharilla en su útero, presionarle con ella los pezones. SalÃ*an lágrimas de sus ojos pero no decÃ*a nada. Aquellas fotos eran muy importantes para ella, pero yo ya tenÃ*a en mente que Carlos pudiera disfrutar de su madre.
Una vez hubimos terminado, le dije que podÃ*a ir a la ducha. AllÃ* existÃ*a otra cámara, y habÃ*amos hablado que la "ayudarÃ*amos" a bañarse.
La acompañaron al baño. Mientras, me dirigÃ* a ver la cámara allÃ* situada.
Alicia entró en la ducha y se derrumbó. Entre los dos la levantaron, sujetaron sus brazos y la limpiaron a conciencia, metiendo sus dedos en su vagina y acariciando sus tetas.
Cuando terminaron, ella estaba abatida, por lo que tuvieron que ayudarla a salir y acompañarla agarrada hasta el salón.
Oscar, que ya estaba muy excitado, dijo que nos quitásemos la ropa también, algo que hicimos de buen grado.
Lo hacÃ*a bien, ahora era ella, porque la otra vez no se podÃ*a mover por el efecto de la droga. Era un excelente chupadora. Oscar comenzó a meterle la mano entre sus pechos, por encima y por debajo del camisón, los agarraba fuertemente, e imagino que le hacÃ*a algo de daño puesto que ella se quejaba. Le tocó sus muslos también, para dirigirse al final hacia su coño que apenas tocó, puesto que la excitación hizo que la agarrase de la cabeza y dirigiese la mamada hasta que se corrió dentro de ella.
Alicia tuvo algunas arcadas, tosió y escupió todo el semen que pudo.
Les comenté la felación que le hizo a mi padre. Aquel dÃ*a no pudo escupir nada. Tragó toda su leche, lo que provocó las risas de mis amigos.
La ayudamos a tumbarse sobre la mesa. Jaime la colocó con las piernas abiertas. Subió su camisón hasta la cintura y comenzó a tocarle el coño.
Yo le eché los brazos hacia atrás, y pasé mis manos por encima de sus tetas. Las acariciaba, las estrujaba.
Jaime sacó su miembro y lo colocó entre las piernas de Alicia. Yo le saqué las tetas del camisón, bajando un poco su escote, para que mi amigo se excitase aún más, mientras se las acariciaba, sobre todo, centrándome en sus pezones que estaban totalmente tiesos.
Todos estábamos muy calientes, por eso Jaime se corrió en breve, dejando todo su coño inundado de leche. Echó tanta que se salÃ*a por su vagina.
Ahora me apetecÃ*a volver a sodomizarla. Haberlo hecho con ella habÃ*a sido la mayor experiencia de mi vida, por lo que me dispuse a repetir la acción.
Les dije a todos, que habÃ*a sido algo extraordinario metérsela por el culo y que lo repetirÃ*a de nuevo.
De nuevo comenzó a suplicar. Me dijo que me la chuparÃ*a, me ofreció su coño, pero la decisión estaba tomada.
Quiero hacerlo por detrás, y salvo que quieras que tu hijo vea las fotos, lo haré.
Lloraba desconsoladamente, pero mis compañeros la llevaron hacia el sofá sin ninguna resistencia. Sin duda pronunciar las palabras fotos e hijo hacÃ*an que flaquease su voluntad.
Busqué un poco de vaselina para no hacerla más daño del debido. Oscar se sentó en el sofá, para sostenerla mientras yo la penetraba. SubÃ* un poco su camisón, hasta la altura de la rabadilla, pero Oscar se lo levantó hasta casi el cuello.
Le di unas cachetadas. Toqué sus tetas, bajé mi mano hasta su coño, metiendo mi dedo dentro de él y se la introduje en su ano. Un grito seco quedó amortiguado en el cuerpo de Oscar. Las siguientes embestidas fueron más sencillas.
Después de todo lo que habÃ*amos vivido, mi orgasmo llegó enseguida.
Mi mente ya estaba trabajando en un tercer encuentro, que serÃ*a muy especial
Le dijimos que podÃ*a ducharse y vestirse, que habÃ*amos terminado. Renunció a lo primero y recompuso su ropa como pudo.
Ella protestó y nos insultó.
Nosotros nos volvimos a deleitar con todas las imágenes y pensé en un tercer encuentro, sólo que en este habrÃ*a un invitado muy especial.
De todo lo que habÃ*a sucedido en la oficina de mi padre sólo me quedaban los recuerdos y todas las fotos que conseguÃ* en posturas muy eróticas de Alicia.
Como sabeis, la relación con mi padre era totalmente abierta, y le podÃ*a contar todo. Además de ser mi progenitor, podÃ*a considerarle también como mi amigo, asÃ* que le comenté la posibilidad de volver a tener un nuevo encuentro con la mujer que me habÃ*a dejado tan marcado.
- Hijo, no vamos a volver a drogar a Alicia. No obstante, no seré yo quien te impida que vuelvas a disfrutarla. En pocos años, te harás cargo de todos mis negocios, asÃ* que debes tomar tus propias decisiones. Te diré, que si la deseas tanto, tienes unas fotografÃ*as preciosas que puedes utilizar. Sólo has de hacerlo con delicadeza.
Un dÃ*a no pude aguantar más, y decidÃ* compartir mi secreto con dos de mis mejores amigos, Oscar y Jaime. Los invité a casa y les expliqué como drogamos a la madre de Carlos para poder disfrutar de ella durante unas horas.
No sé si se excitaron más por ser la madre de nuestro amigo Carlos, por ser una mujer muy conocida para nosotros, o simplemente porque habÃ*a disfrutado de una mujer que resultaba complicado que alguien pudiera poseer.
Ellos me preguntaban los detalles que yo estaba encantado de contestar. AsÃ* que les saqué unos archivadores que contenÃ*an todas las fotos que habÃ*a obtenido de nuestro anterior encuentro.
- Siempre habÃ*a imaginado a la madre de Carlos desnuda, pero jamás pensé que lograrÃ*a verla, dijo Jaime.
Les expliqué que ver las fotos me excitaba sobremanera, que las vieran ellos aún más, puesto que conocÃ*an bien a Alicia como madre de uno de nuestros amigos y compañeros de colegio, pero habÃ*a dos cosas que aún me ponÃ*an más y se las expliqué.
- Hay dos cosas que pretendo. Una será enseñarle alguna foto de estas a Carlos, su hijo. Buscaré alguna que no aparezca su cara o bien la difuminaré. Por otro lado, utilizando estas fotos, diciéndole que podrÃ*a enseñárselas a él, me gustarÃ*a tener otro encuentro erótico, y que vosotros estuvieseis presentes.
- Quieres que nos tiremos a la madre de Carlos? Dijo Jaime con excitación.
- Tomadlo como un regalo de vuestro amigo Marcos.
Al dÃ*a siguiente, cargué tres fotos en el móvil, en las que no se veÃ*a el rostro y se las enseñé a Carlos. Le expliqué que me habÃ*a acostado con esa mujer, que a él le pareció espectacular. Me suplicó que se las enviara en tamaño grande a su correo electrónico. A parte de entregarle esas tres fotos, le regalé un DVD con una colección fotográfica bastante completa en la que la cara de su madre se encontraba difuminada.
SabÃ*a que Alicia habÃ*a vuelto de sus vacaciones unos dÃ*as atrás, asÃ* que organicé el encuentro, para un dÃ*a en el que mi padre no estuviera. Con cierta frecuencia, solÃ*a viajar entre semana, por lo que lo organicé para la tarde del miércoles.
El dÃ*a anterior, avisé a mis amigos y les expliqué que después del colegio irÃ*amos a mi casa. Ideé como harÃ*amos y coloqué varias cámaras de video inalámbricas conectadas a mi ordenador que grabarÃ*an todo lo que sucediese en la casa.
No paraba de dar vuelta a los detalles de lo que harÃ*amos, pero primero de todo, habÃ*a que "convencer" a Alicia para que viniese a mi casa.
Le mandé a tima hora de la tarde varias fotos a su correo electrónico en situaciones muy comprometidas, de las que habÃ*amos tomado en la oficina, con el objeto de que las viese a primera hora. Me aseguré que fueran aquellas en las que no parecÃ*a drogada, con tal de dar mayor realismo al chantaje al que iba a someterla.
Al dÃ*a siguiente, durante un descanso de clase hice tres llamadas. Una de ellas a Luis, el director de la oficina de mi padre, en el que pedÃ*a que diese la tarde libre a Alicia. No preguntó nada, pero sabÃ*a que iba a volver a encontrarme con ella.
Ahora quedaba la parte más delicada. Llamar a nuestra secretaria para que viniese a casa.
Comencé a hablar con ella. Estaba muy antipática. Le expliqué que querÃ*a que viniese a comer conmigo.
Su respuesta fue tajante. Lanzó fuertes improperios a través del teléfono, pero cuando le hablé de mi book fotográfico y de la posibilidad de enseñárselas a su hijo su actitud pasó de insultante a suplicante.
Intentó a escudarse en el trabajo, en que debÃ*a acudir a la oficina por la tarde, pero le respondÃ* que Luis le darÃ*a la tarde libre e incluso, le permitirÃ*a salir un poco antes de la oficina para llegar a mi casa a comer.
Por último, llamé a casa, hablé con el servicio para que preparasen comida para cuatro personas, y que que no hubiera nadie por la tarde. Era importante que dejasen una gran variedad de postres, sobre todo nata.
Nos escapamos una hora antes del colegio y nos dirigimos a mi casa. Puse en marcha las cámaras de video y esperamos ansiosos la llegada de la mujer.
Sobre las dos y cuarto, sonó el timbre de la puerta. La hice pasar. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse en al casa a Oscar y a Jaime.
Le enseñé los dos book de los que habÃ*a hablado por teléfono. La calidad y nitidez de las fotos era incuestionable, y los atributos de la secretaria impresionantes.
Entre sollozos, comenzó a insultarnos, pero mis amigos se sentÃ*an ahora dominantes de la situación, por lo que no se achantaron y le dijeron lo que siempre habÃ*an pensado de ella. Que les ponÃ*a a mil, que se habÃ*an matado a pajas pensando en como serÃ*a sin ropa, que la deseaban, lo que hizo que se tirase sobre el sofá llorando.
Para darle aún más motivos, le mostré un tercer archivador. Ella no lo tocó, pero lo abrÃ* yo para enseñarle diversas fotografÃ*as, que ya aparecÃ*an en las otras carpetas, sólo que en estas, su cara figuraba difuminada.
Me preguntó para qué le enseñaba un book con su cara tapada. Deseaba contestar a esa pregunta.
- Pues te diré que tu hijito Carlos, ha visto este segundo book. No te ha reconocido, lógicamente, pero le ha entusiasmado y cuando le he dicho que te conozco, que yo hice las fotografÃ*as, me ha pedido por favor que te presente, y créeme, he estado a punto de invitarle, pero no estaba seguro de que te gustase, asÃ* que le he dicho que a petición tuya, no querÃ*a que nadie te viese.
- Qué queréis de mi? Qué queréis que haga?
Le contesté que comerÃ*amos en primer lugar. Ella, como sospechaba, contestó que no tenÃ*a hambre.
Mi respuesta estaba preparada.
- Bien, en realidad, no eres la invitada, sino quien servirá la comida. De momento, te vas a desnudar lentamente para nosotros, y después, te colocarás este delantal. Tú servirás la comida, que ya está preparada en la cocina.
- Marcos ya ha disfrutado de ti, pero nosotros aún no, asÃ* que ve un poco más despacio.
Como si fuese a cámara lenta, desabrochó los botones de su camisa gris, uno a uno, dejando a la vista su enorme sujetador negro, que cubrÃ*an su voluminosos pechos.
Le dimos permiso para continuar, y de forma elegante, se quitó los pantalones, dejando a la vista un bonito tanga a juego con el sujetador.
Oscar y Jaime no podÃ*an disimular su felicidad. Sus ojos se salÃ*an de las órbitas y sus rostros mostraban un deseo incontenible.
Alicia hizo intención de quitarse el sujetador, pero la detuvimos.
- Es suficiente, ponte el delantal para servirnos la comida.
Colocó los platos, sirvió la comida y antes de sentarnos le pedÃ* que se quitase de nuevo el delantal.
Estaba guapÃ*sima con el sujetador, pero pensé que lo estarÃ*a aún más sin él, y de paso le darÃ*a una alegrÃ*a a mis compañeros, asÃ* que me levanté, me coloqué detrás de ella, y se lo desabroché.
- Comerás en top less, le dije.
Noté cierta lástima en Jaime, que se levantó y le secó sus lágrimas. Ella le miró pidiendo ayuda, pero él volvió a su sitio en la mesa. Sin duda el deseo podÃ*a más que la pena.
- Os traigo los postres que hay en la cocina? Preguntó la mujer.
- No, de momento no. Ponte de nuevo el delantal y recoge la mesa. Lleva todo a la cocina.
Mientras nosotros ideábamos lo que harÃ*amos posteriormente a espaldas de ella, que sólo oÃ*a nuestras risas.
- Chicos, vamos a hacerla decidir quien le quita su tanga. Le pediremos que diga un número. Si sale el uno, se lo quito yo, si sale el dos, Oscar y si es el tres, Jaime.
- Alicia, quÃ*tate el delantal, le ordené.
- Elige un número del uno al tres, dijo Oscar a nuestra invitada.
- Qué? Preguntó
- Que digas 1, 2 a 3, coño, que pareces gilipollas, le grité enfadado.
- 2, dijo con voz temblorosa y sin saber para que servirÃ*a ese número que acababa de pronunciar.
Ella se puso a llorar desconsoladamente, y comenzó a suplicar por primera vez desde que habÃ*a llegado a mi casa.
- Por favor, por favor, no sigáis. Soy la madre de vuestro mejor amigo.
- Ese es el mayor de los morbos, dijo Oscar. Vente al medio y ponte enfrente de mi.
- Por cierto, no hemos sacado la cámara para hacer fotos. Jajajaja.
- Por favor, haré lo que me digáis, pero no me fotografiéis. Más fotos no, por favor.
- Está bien, no haremos fotos, le contesté.
Oscar se quedó unos instantes en esa situación, extasiado, mirando su sexo a diez centÃ*metros de distancia.
Hicimos comentarios en voz alta del coño tan bonito que tenÃ*a. Jaime hizo uno sobre él, afirmando que tenÃ*a algo más de pelo que la vez anterior. Alicia no paraba de llorar, aunque se mantenÃ*a de pie, a nuestra disposición, su vergüenza hacÃ*a que casi todo su cuerpo presentase un color rojizo y su tensión, que los pechos estuvieran afilados como flechas.
La ordené subir a la mesa y tumbarse en ella.
- Tienes que poner tus manos bajo tu cabeza y las piernas separadas. Le dije
Comimos flan, pasteles. Aprovechábamos a tocar por donde podÃ*amos. Me gustaba meter la cucharilla en su útero, presionarle con ella los pezones. SalÃ*an lágrimas de sus ojos pero no decÃ*a nada. Aquellas fotos eran muy importantes para ella, pero yo ya tenÃ*a en mente que Carlos pudiera disfrutar de su madre.
Una vez hubimos terminado, le dije que podÃ*a ir a la ducha. AllÃ* existÃ*a otra cámara, y habÃ*amos hablado que la "ayudarÃ*amos" a bañarse.
La acompañaron al baño. Mientras, me dirigÃ* a ver la cámara allÃ* situada.
Alicia entró en la ducha y se derrumbó. Entre los dos la levantaron, sujetaron sus brazos y la limpiaron a conciencia, metiendo sus dedos en su vagina y acariciando sus tetas.
Cuando terminaron, ella estaba abatida, por lo que tuvieron que ayudarla a salir y acompañarla agarrada hasta el salón.
- Pobre Alicia, está desnuda. Será mejor que le demos algo de ropa, no vaya a ser que se constipe, dijo Oscar a la vez que le daba un pequeño paquete que contenÃ*a un camisón negro, transparente..
- Ponte el camisón y sÃ*rvenos unas copas. Nosotros diremos cuando hemos terminado.
Oscar, que ya estaba muy excitado, dijo que nos quitásemos la ropa también, algo que hicimos de buen grado.
- Mami, ponte de rodillas, dijo Oscar. Diciendo esto, sacó su miembro del boxer.
Lo hacÃ*a bien, ahora era ella, porque la otra vez no se podÃ*a mover por el efecto de la droga. Era un excelente chupadora. Oscar comenzó a meterle la mano entre sus pechos, por encima y por debajo del camisón, los agarraba fuertemente, e imagino que le hacÃ*a algo de daño puesto que ella se quejaba. Le tocó sus muslos también, para dirigirse al final hacia su coño que apenas tocó, puesto que la excitación hizo que la agarrase de la cabeza y dirigiese la mamada hasta que se corrió dentro de ella.
Alicia tuvo algunas arcadas, tosió y escupió todo el semen que pudo.
Les comenté la felación que le hizo a mi padre. Aquel dÃ*a no pudo escupir nada. Tragó toda su leche, lo que provocó las risas de mis amigos.
- Yo quiero metérsela, dijo Jaime. Quiero la misma escena que tienes en las fotos. Sobre la mesa, y además, me gustarÃ*a que mientras, alguno de vosotros le tocaseis las tetas.
- Alicia, ya has oÃ*do, le dije. Colócate de nuevo sobre la mesa en la que hemos comido.
- Jaime, por dios, tú siempre has sido un buen chico. Vas a hacer eso a la madre de tu mejor amigo? Por favor.
La ayudamos a tumbarse sobre la mesa. Jaime la colocó con las piernas abiertas. Subió su camisón hasta la cintura y comenzó a tocarle el coño.
Yo le eché los brazos hacia atrás, y pasé mis manos por encima de sus tetas. Las acariciaba, las estrujaba.
Jaime sacó su miembro y lo colocó entre las piernas de Alicia. Yo le saqué las tetas del camisón, bajando un poco su escote, para que mi amigo se excitase aún más, mientras se las acariciaba, sobre todo, centrándome en sus pezones que estaban totalmente tiesos.
Todos estábamos muy calientes, por eso Jaime se corrió en breve, dejando todo su coño inundado de leche. Echó tanta que se salÃ*a por su vagina.
Ahora me apetecÃ*a volver a sodomizarla. Haberlo hecho con ella habÃ*a sido la mayor experiencia de mi vida, por lo que me dispuse a repetir la acción.
Les dije a todos, que habÃ*a sido algo extraordinario metérsela por el culo y que lo repetirÃ*a de nuevo.
De nuevo comenzó a suplicar. Me dijo que me la chuparÃ*a, me ofreció su coño, pero la decisión estaba tomada.
Quiero hacerlo por detrás, y salvo que quieras que tu hijo vea las fotos, lo haré.
Lloraba desconsoladamente, pero mis compañeros la llevaron hacia el sofá sin ninguna resistencia. Sin duda pronunciar las palabras fotos e hijo hacÃ*an que flaquease su voluntad.
Busqué un poco de vaselina para no hacerla más daño del debido. Oscar se sentó en el sofá, para sostenerla mientras yo la penetraba. SubÃ* un poco su camisón, hasta la altura de la rabadilla, pero Oscar se lo levantó hasta casi el cuello.
Le di unas cachetadas. Toqué sus tetas, bajé mi mano hasta su coño, metiendo mi dedo dentro de él y se la introduje en su ano. Un grito seco quedó amortiguado en el cuerpo de Oscar. Las siguientes embestidas fueron más sencillas.
Después de todo lo que habÃ*amos vivido, mi orgasmo llegó enseguida.
Mi mente ya estaba trabajando en un tercer encuentro, que serÃ*a muy especial
Le dijimos que podÃ*a ducharse y vestirse, que habÃ*amos terminado. Renunció a lo primero y recompuso su ropa como pudo.
- Espero que una vez que has obtenido lo que querÃ*as, no te vuelvas a acercar a mi hijo.
- Carlos es nuestro amigo, y lo seguirá siendo. Por cierto, mira esto antes de irte.
Ella protestó y nos insultó.
- Puedes irte, Alicia. Espero que nos veamos pronto.
- Hijos de puta, dijisteis que no me harÃ*ais fotos.
- No son fotos, es un video, les dije riendo.
Nosotros nos volvimos a deleitar con todas las imágenes y pensé en un tercer encuentro, sólo que en este habrÃ*a un invitado muy especial.