Chantaje a la directora

roman74

Pajillero
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Mi nombre es Pedro, y trabajo en departamento contable de una gran empresa, aunque dirigida de forma indirecta por los propios dueños de la misma.
Antonio, es el jefe de contabilidad, y al igual que Santiago, Javier, Luismi y yo mismo, sufrÃ*amos las embestidas verbales a las que nos sometÃ*a la directora de la empresa, Doña Sara.
Sara ejercÃ*a de gerente de la compañÃ*a, aunque no era la máxima responsable. Ella daba cuentas al dueño de la empresa, un hombre de mediana edad, dedicado más a ejercer de vividor que a los negocios de la sociedad, aunque sabemos que le gustaba controlar, donde iba el dinero de su empresa, de la que vivÃ*amos un total de 200 empleados.
Sara era bastante dura con sus subordinados. Una mujer de 37 años, madre de una niña de 9 años, muy guapa y estilosa, que habÃ*a enviudado recientemente por una repentina enfermedad de su marido.
A menudo, solÃ*a dejarnos en ridÃ*culo ante cualquier visita, declarando lo mal organizada que estaba nuestro departamento, lanzando improperios y echando por tierra todo nuestro trabajo. Eso si, cuando algo estaba bien hecho, no dudaba en aprovechar la situación para apuntarse los galones, sobre todo ante el presidente de la sociedad.
Sara tenÃ*a el pelo más bien largo y castaño, unas uñas treméndamente largas y unas vestimentas, que ninguno de nosotros podrÃ*amos haber pensado en comprar para alguna de nuestras novias o mujeres, por su alto precio.
Una tarde, Antonio nos pidió que tuviesemos una reunión fuera de la oficina. No era algo extraño, puesto que a veces lo hacÃ*a, sobre todo cuando las situaciones en el trabajo se volvÃ*an hostiles.
Aquel dÃ*a no parecÃ*a tener demasiado sentido tomar una cerveza despues de la salida del trabajo, la situación se habÃ*a tornado tranquila durante los últimos dÃ*as, pero todos apreciábamos a Antonio, y confiábamos en su carácter y criterio. Si él lo veÃ*a necesario, habÃ*a un motivo suficiente para vernos. Todos sabÃ*amos que si él no estuviera al frente del departamento, la empresa habrÃ*a hecho aguas hacÃ*a mucho tiempo.
Esa tarde, nuestro jefe comenzó a hablarnos. Lo que empezamos a oÃ*r nos dejó perplejos.
HabÃ*a un desfalco en la sociedad de una cantidad importante y sólo una persona era capaz de haberlo hecho.
Antonio nos explicó el montaje. Alguien habÃ*a pasado unas facturas falsas de unos de los principales proveedores, y se habÃ*an pagado mediante transferencia. La cuestión, es que las comprobaciones habÃ*an dado lugar a saber, que las facturas no habÃ*an sido emitidas por la sociedad, y por supuesto, los pagos tampoco habÃ*an ido a la misma.
Y a donde han ido los pagos?, preguntamos con interes.
Pues a una sociedad, con un nombre muy parecido. Sólo varÃ*an unas letras. Pero lo mejor es, sabeis quien es la única accionista de esa empresa?
Todos nos quedamos pensando.
Es Sara. Ella es la dueña. Ha creado una sociedad con un nombre parecido, ha hecho unas facturas falsas, que ha autorizado para su contabilización, y ella misma ha hecho la transferencia, pero claro, a su propia cuenta.
No dábamos crédito a lo que nos estaba contando Antonio.
Qué haremos? Preguntó Pedro.
No lo sé todavÃ*a. Pero creo que tenemos pruebas suficientes para que esta tÃ*a no nos vuelva a humillar más,..........
Y para que nos suba el sueldo, bromeó Santi. Era el más inteligente y ocurrente de todos nosotros.
Tengo una idea, mañana le diremos que lo sabemos. Dejadme a mi que lleve la conversación.
Al dÃ*a siguiente, Sara llegó un par de horas despues que el resto de los mortales que trabajábamos en la empresa.
Antonio y Santi, me pidieron que pasase con ellos y hablásemos con Sara.
Antonio le pidió permiso para tener unos minutos con ella. Como siempre, con su antipatÃ*a habitual, nos respondió que sino podÃ*a venir uno solo, y tenÃ*amos que estar los tres sin trabajar. Que si éramos bebés que no sabÃ*an estar sin mamá.........Ella se suponÃ*a que era mamá.
Antonio fue contundente. Ha habido una fuga de dinero en la empresa.
Sara le respondió con incredulidad, aunque imagino que ya podÃ*a suponer de qué se trataba.
Alguien ha falsificado unas facturas y se han pagado.
Antonio, ese es tu trabajo. Si has permitido que eso haya pasado, creo que estás demás en esta empresa.
No tan deprisa, Sara. Sabemos donde ha ido ese dinero, sabemos que las facturas son falsas, y sabemos que la sociedad destinataria, es una empresa tuya y por último, tú has sido quien ha autorizado esos pagos y esas facturas.
Estás insinuando que he sido yo quien ha robado el dinero? Preguntó la directora con voz firme y dura. Tienes diez minutos para recoger las cosas y marcharte. Llamaré a recursos humanos para que preparen tu finiquito.
No tan deprisa, respondió Antonio. Por supuesto que no insinúo que haya sido usted, o tal vez, diga mejor tú. No lo insinúo, lo afirmo, y si yo salgo en este momento de este despacho,tengo todas las pruebas en mi casa, e iré a ver a nuestro presidente, para que decida quien se marcha de la empresa, y a quien denuncia por estafa.
En ese momento, Antonio fue hacia la puerta, y ella en tono mucho más blando, le pidió que se quedara.
Qué es lo que quereis, preguntó la mujer?
Santi fue quien respondió: Hoy es viernes, asÃ* que invÃ*tanos a tomar una copa esta noche a tu casa. AllÃ* hablaremos tranquilamente, fuera de la mirada de curiosos.
Sara vivÃ*a en una gran casa, en una urbanización apartada de la ciudad. TenÃ*a un enorme jardÃ*n, todo ello rodeado de una gran valla de ladrillo, que hacÃ*a quedar alejado de cualquier mirada de los curiosos que pudieran estar cerca de su hogar.
A la hora señalada, llegamos los 5 en un coche. Realmente, imagino que salvo Santi, ninguno sabÃ*amos lo que Ã*bamos a sacar. Dado el importe del que hablábamos, suponÃ*a que nos darÃ*a un pellizco por nuestro silencio, que nos alcanzarÃ*a a comprar a cada uno, un coche de tipo medio.
Llegamos a la casa, y llamamos a la puerta. Salió ella misma a abrir la puerta, y nos invitó a pasar.
Sara iba realmente guapa. Con una camiseta blanca y unos pantalones pirata, de tela fina, y de color rosa.
Vaya, dijo Antonio. Tan mal va la cosa que ya no te da para pagar al servicio?
No querÃ*a que nadie estuviera en casa, incluso he llevado a mi hija con mi madre, para poder hablar con vosotros.
Qué es lo que quereis? Preguntó, volviendo a su groserÃ*a habitual, con voz alta y dura.
No seas borde, jefa. Anda, sé buena e invÃ*tanos a tomar una copa en el jardÃ*n tan bonito que tienes.
Estábamos al comienzo del verano, por lo que la temperatura invitaba a estar en el patio de la casa.
Con paso firme, nos fue abriendo el camino hasta el jardÃ*n.
En una despensa, habÃ*a un frigorÃ*fico con todo tipo de refrescos, cervezas y hielo, además en un mueble con vasos de plástico y botellas con bebidas alcohólicas.
AquÃ* teneis, dijo ella con voz despectiva. Podeis serviros.
No, no, Sarita. Respondió Santi. Estamos en tu casa, eres la anfitriona, y por tanto nos servirás tú.
Ella, sin responder a la pregunta fue preguntando uno a uno lo que Ã*bamos a tomar. Algunos le pedimos una cerveza, mientras que otros pedÃ*an unos combinados, que ella, fue preparando con su hielo, alcohol y refresco.
Cuando hubo terminado, preguntó lo que querÃ*amos, qué pretendÃ*amos de ella? Cuanto quereis?
Lo justo es que compartas todo con nosotros, no te parece que no es justo que te hayas apropiado de ese dinero, y además, hayas dejado a tus subordinados como ineptos?
No tengo ya esa cantidad. Cuando murió mi marido, estaba fuertemente endeudada, y en ese momento, sólo con mi sueldo, no podÃ*a hacer frente a todos los gastos que se me venÃ*an encima.
Sara se levantó, entró dentro de la casa y salió con 5 sobres cerrados.
Santi cogió uno de los paquetes al azar, lo sacó y comprobó que aproximadamente habrÃ*a el dinero que ella decÃ*a, unos 15.000 euros.
Mira que obediente. Valemos 15.000 euros para tÃ* por cabeza, o lo que es lo mismo, 75.000 en total, volvió a hablar Santi, de forma socarrona.
Sarita, queremos algo más. Tú sabes la cantidad de veces que me he marturbado pensando en la puta de mi jefa? Queremos ver como eres sin esa ropa tan bonita que sueles llevar.
Estás loco? Pretendes que me desnude. Venga, coged vuestro dinero, y marchaos.
No es suficiente el dinero. Creo que nosotros perderemos 75.000 euros, pero tu el trabajo, y una demanda judicial por apropiación indebida, falsedad documental, y no sé cuantas cosas más. Ya sabes que lo mÃ*o son los números, no las leyes, pero sabemos los dos de lo que hablamos, verdad?
No podeis hacerme esto. Soy una mujer respetable, respondio la mujer.
Por supuesto, respetable y ladrona. En este caso fuÃ* yo quien respondÃ*.
La mujer se desmoronó en ese momento. Se sentó en una silla y comenzó a llorar.
Sabeis lo que me estais pidiendo? Que me desnude delante de vosotros.¡¡¡¡
Nos llevas humillando 4 años, que son los mismos que has estado como directora en la compañÃ*a. Ahora, vamos a equilibrar un poco las cosas.
Sara supo que no tenia otra alternativa. No hizo preguntas, no puso condiciones, sólo se levantó de la silla y fue al centro del grupo para comenzar a desnudarse.
No, no, requirió Santi. Ponte mejor un metro a tu izquierda, hay más luz y podremos contemplarte mejor. Pedro movió la silla y la colocó junto a ella, tambien junto al foco de luz.
La mujer comenzó a desabrochar su blusa. No tardó demasiado en quedarse con su sujetador blanco, como única prenda en la mitad superior de su cuerpo.
Qué hija de puta¡¡¡¡¡, llevas el sujetador de marca, dijo jocosamente Santi. Veamos si tu tanga, porque me he dado cuenta que llevas tanga, tambien es igual de caro.
La mujer desabrochó el botón de sus piratas, y lo bajó lentamente, hasta que estos cayeron al suelo.
Efectivamente, su tanguita blanco era precioso, y por supuesto, de marca, como todo lo que lucÃ*a ella.
Realmente preciosa, dijo Antonio. Da una vuelta completa para que te veamos bien.
La mujer estava cohibida, pero hizo caso a nuesetro jefe, y comenzó a dar un par de vueltas sobre ella misma.
Bien. Realmente eres preciosa. Ahora vamos a verte las tetas. Nos las vas a enseñar verdad? No querrás que se lo digamos al superjefe?
Sara estaba totalmente a nuestra disposición. Jamás la hubiera podido imaginar en una situación asÃ*. Desabrochó por atrás el sujetador, y se deshizo de él.
Muy bonitas tetas, no son grandes, pero se mantienen firmes. Dime preciosa, te las has operado alguna vez?
Ella negó con la cabeza, pero Santi, envalentonado, fue a tocárselas, ante lo que la mujer se zafó de él como pudo.
Pues es cierto, no está operada, dijo riendo con descaro.
Ahora ya sabes lo que te queda, preciosa, vamos a verte entera. Vas a enseñarnos tu coño, verdad que si?
La mujer negó con la cabeza, pero sabÃ*a que no tenÃ*a otra alternativa que obedecer, sino querÃ*a que su secreto se supiera.
Venga, vamos a ver esa rajita. Seguro que gastas mucho dinero en tu depilación. Es laser, o vas todas las semanas a la esteticista? Volvió a preguntar Santi, de forma jocosa.
Con los dedos, comenzó a bajar su tanga, dejando su sexo a la vista de todo. Unos silvidos y apláusos sonaron en el jardÃ*n. Todos jadeamos a la anfitriona, que se acababa de desnudar para nosotros.
Se nota el efecto de los rayos ultravioleta, estás totalmente morena. Muy guapa, si señor. Veis que cuidado tiene su coñito? Va a depilarse con mucha frecuencia.
Estaba totalmente rasurada, salvo un pequeño mocho, justo encima de los labios vaginales.
Sara estuvo de pie unos segundos, y fue corriendo hasta la silla, donde se sentó, cogiendo su camiseta como prenda para tapar su desnudez.
Ya estais contentos? Podeis marcharos, por favor, iros ya.
Para nada, respondió. Queremos seguir jugando, dijo Santi, sacando un pequeño paquete de su bolsillo.
Se lo entregó a Sara. Es un regalo, es para tÃ*. Ã�brelo.
Qué coño es esto? Preguntó la mujer.
La directora abrió el paquete lentamente, con el tronco lanzado para adelante, y las piernas cerradas, para ocultar al máximo su desnudez.
De él sacó unas bolas chinas, de color azul. Son para tÃ*, dijo Santi.
No pretendereis que use esto? No voy a hacerlo.
Está bien, es tu decisión, pero no hay trato.
Por favor......... no puedo meterme eso.
Era la primera vez en mi vida, que veÃ*a suplicar a Sara.
Santi fue contundente, puedes metértelo tú o que lo hagamos alguno de nosotros. Tú elijes. Quieres que las meta yo en tu rajita?
Por cierto, queremos verlo bien, asÃ* que piernas bien abiertas y relájate y disfruta. Nosotros tambien disfrutaremos el espectáculo.
Sara comenzó a llorar en silencio. Abrió sus piernas, mientras se introducÃ*a, de la forma más rápida posible las bolas que iban atadas al cordel.
Abre las piernas totalmente, todo lo que permita la silla, dijo Antonio.
La directora obedeció.
A ver como las sacas.........
La mujer se recostó en la silla, tapó sus ojos para que no se viesen sus lágrimas y comenzó a sacar, una, cada una de las bolas.
Cada vez que sacaba una, se estremecÃ*a. No sabÃ*amos lo que podÃ*a sentir una mujer al sacar una bola de su vagina, pero era espectacular verlo.

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Cuando terminó, Sara estaba totalmente avergonzada por todo lo que habÃ*a hecho delante de los hombres.
Ahora vas a chupármela, mejor chuparnosla. Mientras decÃ*a esto, comenzó a bajarse el cinturón, sacando su polla totalmente erecta. Imagino que despues del espectáculo, todos nuestros miembros estaban igual.
La mujer estuvo realizando la felación durante largos minutos. No parecÃ*a una gran experta, pero se esforzaba en hacer lo que le habÃ*an pedido. No llegó a correrse, y apartó su pene de la boca de Sara.
Quien quiere correrse en la boca de la jefa? Preguntó Santi. Ninguno respondimos.
Pues yo me la voy a follar, contestó el propio Santi.
La levantó del asiento y la puso de rodillas sobre el cesped del jardÃ*n, embistÃ*endola con fuerza desde atrás. Todos nos acercamos a ver la penetración. Lo hacÃ*a con delicadeza, y sobre todo con toda la exposición, sabiendo que era observado por todos.
VeÃ*amos como su pene entraba y salÃ*a, con lentitud, con arrogancia, sabiéndose dueño de la situación.
Cuando iba a correrse, sacó su polla del coño de Sara, para dejar toda su leche encima de su culo.
Yo tambien me animé, y en ese momento, Antonio comentó que le gustarÃ*a que se la chupase.
No hubo problema. La mujer siguió de rodillas, metió el miebro de Antonio en su boca, mientras yo comencé a metérsela por detrás.
Mis embestidas, hacÃ*an tragar la polla de Antonio casi hasta la garganta, y eso nos excitaba a los dos. No tardamos en tener un gran orgasmo, primero él, y despues yo, que decidimos permanecieran en su boca y vagina respectivamente.
Decidimos marcharnos, cogimos el dinero y le advertimos que sabÃ*amos su historia. Ella quedó tumbada en el jardÃ*n, mientras nosotros salimos de la casa.
Sara no fue a trabajar durante los siguientes dÃ*as, alegando una depresión por la muerte de su marido, pero como es lógico, la historia no habÃ*a hecho más que empezar.
 
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