Castigadas

panzer626

Virgen
Registrado
Dic 29, 2008
Mensajes
55
Likes Recibidos
38
Puntos
18
CASTIGADAS

En ese entonces tenía recién 14 años al igual que mi amiga Sabrina, habíamos ido a nuestro baile de graduación y estábamos listas para empezar nuestro próximo año escolar en la enseñanza media. Sabrina no tenía prácticamente nada de pecho ni vello púbico como pude darme cuenta más tarde, era muy menudita, con pocas caderas pero con un culo hermoso, usaba además unos lentes con un marco grueso, bastante lindos que le venían perfecto con su cara. En su pecho podían verse 2 pezones coquetos y rosados asomando entre unas minúsculas tetas que apenas y cubría su pelo castaño claro. Mi nombre es Catalina, Catita como me dice papá, o Cata como me dicen todos, soy delgada, linda, con un cuerpo que muestra a sus 14 como seré más de mujer. Tengo tetas no muy grandes pero de buen tamaño para mi edad, mi pelo es castaño oscuro, ojos café y un pubis claro que apenas y empieza a poblar mi zona intima.

Papá quedó de llevarnos al baile y de pasarnos a recoger ya que Sabrina se quedaría en casa ya que sus padres saldrían al otro día.
El baile estuvo normal, yo iba con un vestido de gala púrpura y el de mi amiga era gris, nos veíamos muy lindas las dos. Lo malo del asunto es que nos emborrachamos, o mejor dicho, nos emborracharon unos chicos más grandes para aprovecharse de nosotras. Afortunadamente papá llegó al rescate, me llamó y uno de los chicos no me dejaba contestar, me quitó el teléfono y trató de apagarlo pero papá lo había oído sonar no muy lejos del estacionamiento; llegó y le dio una paliza a los chicos sin importar que fueran unos críos.

Nos tomó a ambas del brazo y nos metió al auto, estábamos asustadas y aturdidas. Papá se devolvió y los siguió golpeando, sabía que denunciar a un menor de edad era tiempo perdido así que les dejó el trauma de por vida.
Se subió al auto sin decir nada, condujo hasta llegar a la casa y nos dio el reto de nuestras vidas sobre lo inconscientes que fuimos y la suerte con la que corrimos.

Apenas entramos a la casa nos dio una cachetada a cada una. Sabrina lloraba mientras le rogaba que no dijera nada a sus padres, le dijo que aceptaba absolutamente cualquier castigo. Papá aceptó de mala gana ante su llanto.
Nosotras no habíamos caído en cuenta de que además le habían puesto algo a nuestros vasos por lo que también nos encontrábamos algo calientes. Luego de darnos de comer nos siguió retando, tenía razón y lo sabíamos, nos había advertido cientos de veces ese día. Le dije que se callara, que ya habíamos entendido y me dio otra cachetada. Estaba tan borracha que casi no la sentí. Él sabía que no nos podía llevar a dormir por el riesgo de vomitar así que nos dijo que él iba a darnos órdenes que debíamos cumplir al pie de la letra y si lo hacíamos bien, él no diría nada a los padres de Sabrina ya que estaba en la hora que debía llamarlos. Le dijimos que sí, ya que mi amiga estaba muy asustada. Él salió al patio a llamar, yo me asomé para oír que decía y entre la borrachera le escuché decir que todo estaba bien y ahora nos íbamos a dormir.

Cuando entró de nuevo a la casa nosotras estábamos de pie en la sala, Sabrina limpiaba sus lentes mientras trataba de mantener el equilibrio.

-ya, ahora las señoritas se van a sacar la ropa
Nos miramos con cara de resignación. Papá estaba más calmado pero seguía firme en su tono.
-tienen 2 minutos para entregarme su ropa, mírense, están todas sucias con manchas de los tragos que se tomaron.
Nos desvestimos. Sabrina se quedó en bragas, era la primera vez que le veía el pecho y la primera que a ella la veía otra persona que no fueran sus padres. Yo estaba en ropa interior, mi amiga no dejaba de mirarme.
-la ropa interior también. Voy a ponerla en la lavadora y me van a esperar aquí.

Le entregamos la ropa y nos quedamos ahí paradas y desnudas, mirándonos. La situación me calentó a pesar de mi mareo. Pasados unos minutos papá volvió, se sentó en el sillón y nos hizo arrodillarnos en la alfombra. Primero fue el turno de Sabrina; papá la llamó y la puso boca abajo sobre sus rodillas.
Le dio de nalgadas frente a mí. La pequeña Sabrina no gritaba de dolor, ella gemía con cada golpe. Papá la miró sorprendido y la dejó a un lado después de un par de golpes.

-tu turno. Pon las manos contra la pared y echa la cola para atrás.

Yo estaba caliente. Pensé que papito me daría de nalgadas también y tenía pensado gemir igual que cuando me masturbaba sola en casa, pero no. Mi castigo iba a ser más duro.

Al apoyarme en la pared decidí resaltar bien mi culito hacia atrás y abrir las piernas de un modo que no se notara que lo hacía a propósito. Se quitó el cinturón y empezó a golpearme; el dolor me hacía arquear y después de cada golpe, yo, digna, recuperaba mi postura.

Recibí 8 azotes cuando llorando le rogué que se detuviera. Caí al suelo llorando y de reojo vi a mi amiga tocándose. Vaya escena. Papá me azotaba desnuda mientras mi amiga se masturbaba mirando.

-tío- Sabrina llamaba tío a mi padre porque nos conocíamos desde pequeñas- creo que también merezco ese castigo.
-¿segura? esto te va a doler
-voy a cumplir, dije que recibiría cualquier castigo si no me acusaba, así que también puede golpearme. Si usted realmente quiere enseñarme una lección, entonces le pido que me castigue de igual forma.
-ya te di unas nalgadas.
-entonces pido ser castigada con más fuerza.

Papá ya nos miraba raro a estas alturas. Yo seguía en el suelo mientras Sabrina tomaba mi lugar. Se puso sus lentes y se amarró el pelo en una cola.

-adelante, empiece.

Yo sólo aguanté 8 azotes. Sabrina aguantó 10
Después de terminada nuestra sesión, nos envió a la ducha para que nos despejásemos. Nos bañamos juntas con agua helada para despertar y recién ahí comprendimos lo que habíamos hecho. Reímos y nos bañamos juntas, abrazadas, comentando lo que habíamos sentido. Ambas estábamos muy pero muy calientes así que aproveché de tocar las tetitas de mi amiga. Recorrí su pecho y ella se dejó. Luego su mano tocó mi pubis y empezó a moverse. No pude resistir y la besé.

Estábamos en el éxtasis cuando papá entró con toallas para nosotras.

-cuando terminen van a ir a la sala. Vamos a hablar.

Salimos de la ducha, mojadas por dentro y por fuera, estábamos más asustadas y calientes que antes. Entramos de la mano, más que nada por sentirnos seguras que por algo sexual. Papá a estas alturas se reía, ya no estaba enojado. Se disculpó con nosotras y nos dio un sermón breve sobre ser joven y cometer errores. Sabía que no era por nosotras sino que por el alcohol.
Nos preguntó que cómo nos sentíamos, mental y físicamente.

-estamos asustadas y calientes

Respondimos a coro. Nos sentíamos culpables y queríamos que nos perdonara.
Lloramos como unas niñitas y lo abrazamos. Papá nos acurrucó y en el ir y venir de besos y caricias, estas subieron de tono. Su mano fue hasta el pecho casi inexistente de Sabrina y empezó a recorrerlo diciéndole lo bonita que era. Ella se puso roja y yo sentí algo de envidia. Nos dio un beso de buenas noches a cada una; el mío bastante largo y cerca de los labios. El de mi amiga fue en la boca pero más corto.

En mi cama terminamos lo que empezamos en la ducha. Le pedí a Sabrina que se dejara los lentes puestos y se hiciera coletas. Ella accedió siempre que me pusiera de un perfume que a ella le gusta. Esa noche nos besamos, estábamos muy pero muy calientes, tanto que si papá hubiera querido abusarnos, ambas nos hubiéramos dejado. Nunca hubiera imaginado que mi amiga hiciera pajas tan deliciosas ni que besara tan rico. Ella me dijo que todas las noches se masturbaba, por eso tenía esa técnica que me llevó hasta el cielo de las niñas.

Era tanta nuestra mala suerte que por la mañana que papá fue a ver como estábamos y nos pilló jadeando de gusto. Nos llevamos otro sermón y otro castigo.

-papito, por favor no nos hagas nada
-tío, por favor, no es culpa de Catalina…

Nos miró y nos hizo unas preguntas.
-respondan con la verdad, ¿siguen calientes?
-si

Respondimos avergonzadas. Estábamos sentadas en mi cama sin opción de taparnos con nada, desnudas y expuestas, atrapadas en medio de una sesión de sexo lésbico entre dos niñas de 14.

-¿qué castigo quieren?
-tío, usted puede hacerme lo que quiera.
-bien, Catita, ¿y tú?
-puedes pegarnos igual que ayer pero lo que decidas lo aceptaremos.
-está bien, pero esta vez voy a ser bastante más rudo. Si quieren pueden seguir jugando entre ustedes en otra ocasión.
Aceptamos absolutamente cualquier castigo, aunque ya sabíamos para donde iban las cosas. Papá nos tomó del pelo a ambas, con tanta fuerza que nos dolió. Llegamos a la sala y en la misma pared de ayer nos puso una al lado de la otra y nos dio con su cinturón. Esta vez tuvimos que abrir las piernas para recibir los azotes. Después de eso venía un castigo individual. Tuve que esperar de pie en la sala porque papá se llevó de un brazo a Sabrina a su habitación.
-bien. Te daré a elegir un castigo, será uno que tú elijas y otro que yo elija.
-siga con su cinturón pero no en mi culito por favor.
Sabrina le respondió con una voz caliente mientras resoplaba de lo excitada que estaba. Papá le golpeó el pecho, despacio, no como para que le doliera, sino para excitarla aunque igual lo hizo fuerte. Luego ella se subió a la cama, abrió las piernas a todo lo que daba, puso sus manos detrás de la cabeza y cerró los ojos para recibir los 5 azotes que pidió en su vagina.
El dolor la hizo encogerse; papá se acercó a acariciarla para aliviar su dolor. Recorrió su pecho, besó sus pezones infantiles y luego lamió su pequeño orificio de niña, el mismo que yo lamiera durante la nuestras caricias nocturnas.
-ahora toca darte mi castigo. Cada vez que vengas vas a tener que andar desnuda.

Salieron riendo de su habitación. Eso me hubiera relajado de no ser porque me llevó tirándome del cabello con más firmeza que fuerza. Me hizo la misma pregunta que a mi amiga.

-quiero salir de aquí no sintiéndome como una niña.
Me dio una cachetada. Me calentó más todavía.
-eso es lo que yo te iba a hacer. Piensa en otra cosa.
-papá, eso es lo que quiero que me hagas.
Me tomó con fuerza y me volteó. Me llevó hasta la pared y en la misma postura que me dio los azotes, procedió a hurgar mis cavidades para luego meter un dedo en mi ano.
Grité. Ojalá hubiera sido algo como ¡ay!
-¡más fuerte!

Eso fue lo que se me salió. De a poco empezó a moverlo hacia adelante y atrás, abriendo mi carne para meter un segundo dedo.
-¡uf! ¡uf! Papá me duele.
-¿quieres que me detenga?
-no, se siente rico.
Su mano libre se dirigió hacia mi vagina, moviendo sus dedos con fuerza. Acabé dando gritos dignos de una actriz porno. Apenas retiró sus dedos de mi interior, me giré hacia él y le di el mejor beso que pude.
-el castigo que te daré es que tendrás que desnudarte cuando te lo ordene.

Lo acepté gustosa.
Salimos hacia la sala. Me costaba caminar por la fuerza que tuvo que hacer mi agujero.

-la próxima vez que Sabrina venga, las 2 se van a ir a dormir conmigo, ¿está claro?
Ambas aceptamos sin dudar.
 
Arriba Pie