Era sábado por la tarde. Roque, un maduro, moreno, alto y bien parecido, llegó al garaje de su chalet. Venía de cerrar un negocio en Asturias. Le sonó el teléfono móvil, lo cogió y vio que lo llamaba la hija de su mujer.
-¿Qué quieres, Carolina?
-Me han dejado tirada en la Nacional 64O, a la salida de Pontevedra y está lloviendo. ¿Me puedes venir a buscar?
-¿Quién te dejó tirada?
-Ya te contaré. ¿Dónde estás?
-En mi garaje.
-Si vienes a buscarme, sube a casa y tráeme un vestido y unos zapatos de los que dejé ahí.
-Vale, en nada estoy contigo.
Estaba lloviendo a Dios dar agua. Roque vio en una recta a una persona que iba con una mochila a la espalda. Al llegar a su lado paró el coche, bajó la ventanilla y dijo:
-¿Carolina?
La muchacha se detuvo, se giró y Roque vio a Carolina, la hija de su mujer, que era una chica morena, alta, algo robusta y guapa. Estaba calada hasta los huesos. Su largo cabello negro lo llevaba pegado a la cara y le caía por delante y por la espalda. Carolina le dijo:
-Has tardado una barbaridad.
-Veinte minutos. Con este tiempo no se puede correr. Entra de una vez que se va el calor de la calefacción.
Se quitó la mochila de la espalda, abrió la puerta, la echó en el asiento trasero, luego cogió en él una de las toallas que le había mandado llevar, y después se sentó en el asiento del copiloto.
-Me has salvado la vida.
-No exageres. ¿Por qué no has llamado a tu madre?
-La llamé, pero tenía el teléfono móvil apagado y el teléfono de casa no lo cogió nadie.
-¿A dónde ibas?
-Iba a darte una visita y hacía dedo.
-O sea, ibas a buscar problemas con tu madre.
-Me la suda mi madre.
-Ya veo, ya. ¿Y qué pasó?
-Que subí a un auto. No quise follar. Me dejó tirada y luego comenzó a llover. ¡Puto tiempo de mayo!
-Puto es él, puto asqueroso, por haberte dejado tirada.
-Olvídalo, ya pasó.
Roque metió la primera y siguió conduciendo.
-¿Conozco a esa escoria?
-No, no es española. Aquí se está de maravilla.
-Sécate bien que puedes pillar una pulmonía.
Cogió en el asiento trasero el vestido. Roque le dijo:
-Sécate aquí, pero cámbiate en el asiento de atrás.
-No mires si no quieres verme desnuda.
-Desnudarte en mi presencia fue la causa de que me esté divorciando de tu madre.
-No, la causa fue el polvo que me echaste y que nos pilló abrazados en la cama.
-¡Porque me habías provocado!
Carolina volvió a mirar en el asiento trasero y cogió los zapatos.
-No me has traído unas bragas ni un sujetador.
-No me has pedido nada de eso. Te he traído el vestido, unos zapatos y dos toallas
-Tienes razón, se me olvidó mencionar esas prendas.
Se quitó la blusa, el jersey y el sujetador y unas tetas medianas, tirando a grandes, redondas, con areolas oscuras y pezones gorditos quedaron al aire, luego se quitó las zapatillas deportivas, los jeans y las bragas y completamente desnuda, se secó. Roque hacía que miraba hacia delante y hacia fuera del coche, pero la estaba viendo por el rabillo del ojo.
-Sé que me está mirando.
La miró directamente.
-¿Qué buscas, Carolina?
-¿Tú qué crees?
-Vístete, anda, vístete.
Carolina le echó la mano a la polla y la encontró morcillona.
-Esta tiene ganas de descargar y mi coño también.
-Quita la mano de ahí.
Le bajó la cremallera, le sacó la polla, la metió en la boca y empezó a mamársela.
-¡Deja de hacer eso!
Masturbándolo le dijo:
-Si ya se te puso dura.
-¿Y qué?
-Que quiero volver a sentir tu leche dentro de mi coño.
-¡Qué diablos, si la quieres sentir, la sentirás!
Roque paró el coche en el arcén. Nadie los podía ver porque la lluvia en los cristales lo impedía. Roque echó su asiento hacia atrás. Carolina se echó encima de él, lo besó con lengua y lo masturbó, hasta que Roque le dijo:
-Dame tu coño.
-¿Dónde lo quieres?
-Donde tú quieras.
Le puso el coño rasurado y baboso en la boca y se frotó contra su lengua.
-Me encanta someterte.
Se frotó más aprisa y apretó el coño contra la lengua.
-¿Quieres que me corra en tu boca?
-Sí.
-Lame tú.
Lamió su coño un par de veces y se lo quitó de delante.
-¿A que juegas, Carolina?
-A pasarlo bien.
Le puso el culo en en la boca.
-Fóllamelo.
Le echó las manos a la cintura y le folló el ojete con la lengua.
-¡Me encanta que te gusten las cochinadas!
Poco más tarde le quitó el culo de la cara y le puso las tetas.
-Mama como tú sabes.
Roque se las agarró y se las lamió, chupó y mamó.
-Muerde los pezones.
Se los mordió con poca fuerza.
-¿Quieres que meta tu polla en mi coño?
-Vas a hacer lo que te dé la gana...
-No me gusta tu sarcasmo.
Le volvió a poner el coño en la boca, Roque saco la lengua y Carolina frotó el coño contra ella.
-¡Hostias, si sigo me corro!
-Sigue.
-No, esta vez será a mi manera.
Le puso el coño sobre la polla, bajó el culo y la metió a tope, lo besó con lengua y después, subiendo y bajando el culo muy despacito, le preguntó:
-¿Has echado de menos mi coño?
-No.
Subió y bajó el culo a toda mecha, y mirándolo con ojos de gata, le dijo:
-No sabes mentir. ¿Lo has echado de menos?
-Sí. ¡Vas a hacer que me corra!
-Córrete y lléname el coño de leche.
Roque comenzó a correrse. Carolina sintió la leche calentita dentro de su coño. El coño se le cerró con fuerza y mientras su cuerpo recibía una tremenda descarga de placer, le bañó la polla con una inmensa corrida.
Al acabar de correrse, y aun con la polla dentro del coño, le preguntó:
-¿Tienes un cigarrillo?
-En la guantera hay una cajetilla de Winston y un mechero, pero antes vístete.
Se quitó de encima, limpió el coño con la toalla que se había secado y después abrió la guantera. Vio una botella de anís al lado del tabaco y del mechero. Lo cogió y dijo:
-Anís de la asturiana.
Roque, guardando la polla, le dijo:
-¡Te quieres vestir de una jodida vez! Si vienen por ahí los de tráfico y se acercan al coche me empapelan.
Carolina devolvió la botella a su sitio, cerró la guantera y después, vistiéndose, le preguntó:
-¿Para quién llevabas esa botella?
-Es un regalo. Esa botella de anís tiene más de ciento veinte años.
-Debe estar bueno.
-Se supone, es una artículo de coleccionista.
-Lo de artículo de coleccionista lo has dicho para que no te pida un trago, ¿verdad?
-No, lo he dicho porque me vino a la boca. ¿No ibas a fumar?
-Sí, el tabaco me relaja, pero mejor me relajaría con un café calentito.
Roque le dijo:
-Si quieres paramos en un bar y lo pides.
-Quiero.
Al rato paró en el aparcamiento de un bar. Ya había escampado. Entraron y allí solo estaba el barman. Se sentaron a la barra en dos taburetes, y Carolina le dijo al barman:
-Ponme un café largo, por favor.
-¿Solo o con leche?
-Con leche.
-¿Y a usted qué le pongo, caballero?
-Un Chivas.
El barman se fue a lo suyo. Roque te preguntó a la muchacha.
-¿Cómo está tu madre, Carolina?
-Desde que le pusimos los cuernos, está como una cabra.
El barman le puso el café.
-Gracias -dijo Carolina-, me hacía falta.
-De nada, para eso estamos.
Luego le puso el Chivas a Roque. Carolina tomando el café, se puso triste.
-¿Y ahora qué te pasa?
-Nada, son cosas mías.
-Eso ya lo sé, pero hablando te podrías sentir mejor.
-No creo.
-¿Qué te ronda por la cabeza?
-Te lo diré, al verme sola en medio de la nada me sentí como una mierda y eso nunca me había pasado antes.
-La mierda es él.
-No, no es él.
-¡¿Qué?!
-Que no es él, es ella.
Roque se había llevado una buena sorpresa.
-¡¿Te metió mano una mujer?!
-Sí, por eso bajé del coche.
-Salen hasta de debajo de las piedras.
-¿Quién?
-Los maricones y las lesbianas. Seguro que era una vieja verde.
-No, era joven y muy guapa.
-Muy guapa y muy guarra.
Carolina no quiso seguir con aquella conversación.
-Dejemos ese tema. ¿Tienes hambre?
-No, pero por lo que intuyo, tú sí la tienes.
-Has intuido bien.
Roque le preguntó al barman.
-¿Tienes algo por ahí para comer?
-A estás horas, como no sea emparedados...
Carolina le dijo:
-Me valen. ¿De qué los tienes?
-De queso, jamón york, mortadela y chorizo.
-Ponme de todo.
-¿Cuántos le hago?
-Dos de cada.
Roque le dijo:
-Se ve que hay apetito.
-Hay.
El barman hizo los emparedados, se los puso delante y le preguntó:
-¿De beber que quiere?
-Agua con gas.
Daba gusto ver como comía y como bebía. En fin, que Carolina comió y bebió, pagaron y luego se fueron.
Ya en el Mercedes le preguntó Carolina a Roque:
-¿Y tú de dónde venías para que te regalaran el anís?
-De Asturias de cerrar un negocio.
-¿Tabaco rubio?
-Sí, yo no me pasaré nunca a lo que se pasaron los otros.
-Mejor para ti, los otros están todos en la cárcel.
Volvió el burro al trigo.
-¿Seguro que no conozco a esa cabrona?
-Seguro.
-Esa puede que sepa quién eres tú, y si lo sabe conoce tu relación familiar conmigo, y al acerarse a ti puede que sea para acercarse a mí.
-Ves fantasmas donde no los hay.
-En mi trabajo hay que ser desconfiado.
-No sabe nada de ti.
-De mí oyó hablar hasta el gato del Tato.
-No, ella no oyó hablar de ti, como ya te he dicho no es española, es sudamericana y hace poco más de un mes que está en nuestro país.
-¿Y cómo es eso de que ya tenga coche?
-Sabe hacer puentes.
-¿Es arquitecta?
-Sí, de los cables de encendido de un coche.
Roque se sorprendió.
-¡¿Ibas en un coche robado?!
Carolina volvió a abrir la guantera, cogió la botella de anís y mirándola, le dijo:
-No lo sabía cuando subí en él, pero tampoco fue la cosa para tanto. ¿Cuántos coches robaste tú en tus comienzos?
-Lo que yo haya hecho...
-Esta botella la abriré cuando lleguemos a casa.
-¿A qué casa?
-A tu casa.
-Tu madre me mataría si sabe que regresaste a mi casa.
-Mi madre no tiene porque enterarse.
Ya en el chalet, Carolina, posó la botella de anís en la encimera de la cocina y abrió la alacena, cogió una copa, abrió la botella, se sirvió y echó un trago.
-¡Está riquísimo! ¿Quieres probarlo?
-No.
Carolina encendió el móvil. Vio que tenía más de veinte mensajes sin leer. Todos eran de un ex amigo con derecho a roce. Leyó el último y lo volvió guardar. Al guardarlo sonó la música de los mensajes.
-¿No miras quién es?
Echó otro trago de anís y luego le respondió:
-Ya sé quién es.
-¿Es tu madre?
-No, es un viejo amigo.
Carolina se acercó a su padrastro, le echó la mano libre a la entrepierna, le dio un pico y le dijo:
-Échame un polvo de pie.
-¿No sería mejor en la cama?
Le dio otro pico.
-Me apetece que me folles de pie.
-Si eso es lo que quieres...
Le dio otro pico y luego le dio varios besos con lengua. Roque, después de devolverle los besos, le dijo:
-Acaba el anís.
Carolina vació la copa de un trago y la puso sobre la encimera. Roque se puso detrás de ella. Besó su cuello, le magreó las tetas y luego le quitó el vestido, vestido que acabó en piso de la cocina. Carolina le dijo:
-Déjame ahora a mí.
Le quitó la corbata, la chaqueta, la camisa y le chupó y lamió las mamilas, luego se puso en cuclillas, le quitó los zapatos y los calcetines, y a los zapatos y A los calcetines le siguieron los pantalones y los calzoncillos. Al tenerlo en pelotas y con la polla morcillona, y estando en cuclillas, empuñó la polla, la puso hacia arriba, le lamió y le chupó los huevos, luego la lamió desde los huevos hasta el frenillo, a continuación le lamió y le mamó el glande, y para rematar la faena, se la meneó y se la mamó metiéndola casi toda en la boca. Cuando se puso en pie sobre sus tacones, la polla ya estaba tiesa. Le dio la espalda, puso las manos sobre la encimera, y le dijo:
-Dame una buena dosis de lengua antes de follarme.
Roque cogió la botella de anís.
-Pensé que no te gustaba.
-Para lo que lo quiero, me gusta.
Echando anís en la palma de la mano derecha le masajeó los hombros, las tetas y el vientre.
-Voy a acabar oliendo de maravilla.
Echando más anís en la palma de la mano, le masajeó la espalda y las nalgas, luego le lamió las nalgas, el ojete y después toda la espalda, y los hombros. Al darle la vuelta, se comieron las bocas, un buen rato. Luego, Roque, le lamió y le chupó las tetas, después de las tetas, le lamió el vientre y del vientre bajó al coño, un coño baboso que apretó la lengua cuando esta entró dentro de él. Luego le lamió los labios vaginales. El ligero escozor que estaba sintiendo le pidió polla.
-Fóllame ahora.
-Date la vuelta.
Se dio la vuelta, le amasó las nalgas, se las separó y le lamió el ojete.
Carolina estaba lista para cualquier cosa.
-¿Me vas a follar el culo?
-Sí.
Se lo folló, pero con la lengua.
Entre gemidos, le dijo:
-La polla, méteme la polla.
Hizo que se inclinara y en vez de follarle el culo con la polla se lo volvió a follar con la lengua y luego le lamió el culo y el coño cada vez más rápido. Carolina, al sentir que se iba a correr, se dio la vuelta, lo agarró por las orejas y le dijo:
-¡Te voy a anegar la boca de jugos!
Frotó el coño contra la lengua y le dio una inmensa corrida en la boca.
Roque saboreó hasta la última gota de la corrida. Cuando Carolina dejó de gemir y de temblar, se puso en pie, la abrazó y se besaron con lengua. Luego le preguntó Roque:
-¿Como quieres que te follé, de frente o por detrás?
-Por detrás.
Carolina le dio la espalda, volvió a poner las manos sobre la encimera y separó las piernas. Roque la agarró por la cintura, se la clavó en el coño y le dio cera. Tiempo después le decía:
-Deja mi cintura y juega con mis tetas y con mis pezones.
Dándole duro le magreó las tetas, jugó sus pezones y le lamió y le chupó el cuello. Al rato le dijo Carolina:
-¡Rómpeme el coño, rómpemelo!
La volvió a coger por la cintura, le dio a romper y en nada, con la polla chapoteando dentro del coño, Carolina, exclamó:
-¡Me corro!
Las piernas, le comenzaron a temblar, las cerró y descargó.
Al acabar de correrse, la besó en el cuello, y le dijo:
-¡Me encanta ver y sentir como te corres!
-Y a mí que me hagas correr.
-¿Quieres acabar con un anal?
-Ya quise empezar con él.
Roque le quitó la polla del coño y le clavó el glande en el culo.
-Suave, suave, suave...
Suave, suave, suave, la polla acabó llegando al fondo de su culo, y luego fue entrando y saliendo cada vez más aprisa. Carolina gozaba.
-¡Me encanta!
Roque la agarró por las tetas, y espachurrándoselas le siguió dando leña. Carolina estaba en su salsa.
-¡Perréame!
Le jaló el cabello con la mano izquierda, le apretó la garganta con la mano derecha, le dio a mazo y en un tiempo breve Carolina se volvió a correr. Roque se corrió dentro de su culo.
Al acabar de gozar se dio la vuelta, le dio un pico y le dijo:
-Hoy me apetece una paella y un buen Albariño. ¿Hago el pedido?
-Hazlo.
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Diez años antes
Roque se había casado con Teresa en segundas nupcias, ella tenía una hija de nueve años en un internado y él un hijo que estaba estudiando en un centro privado. Se llamaba Jacobo, era atravesado como él solo y espiaba a su padre y a su madrastra mientras follaban, para hacerse sus buenas pajas. Teresa lo había visto y como eso le daba morbo y se corría antes, no le había dicho nada a su marido. Lo que no contaba era que luego de masturbarse varias veces fantaseando con él, acabaría buscándolo.
Ese día Roque se había ido a Lugo por negocios. Por la noche, Teresa, desmaquillada, vistiendo unos leotardos blancos, una blusa blanca con los cuatro botones de arriba abiertos, que enseñaba el canalillo y parte de sus grandes tetas, y calzando unas zapatillas abiertas, se sentó en un tresillo de la sala de estar al lado de Jacobo, que miraba un programa en la televisión. Le dijo Teresa a su hijastro:
-Ayer noche te he visto mirando como tu padre y yo cumplíamos con nuestros deberes conyugales. Espero que no se vuelva a repetir o tendré que tomar cartas en el asunto.
Jacobo no se escondió, le dijo:
-No lo puedo negar, soy un curioso, un fisgón, un pajillero que mira tu cuerpo de escándalo cuando dejáis la puerta entreabierta. No mirarlo sería un pecado.
-Tú lo que eres es un maleducado. Sé que me odias por ocupar el lugar de tu madre. Tu deseo no es más que ansia de destruirme, si pudieras me matarías.
-Sí, si pudiera te mataría, pero a polvos.
-Estás loco.
-Sí, eso es cierto, estoy loco, loco por besarte, loco por acariciarte, loco por follarte.
-Estás loco de atar.
Se echó sobre ella, le agarró las tetas y quiso besarla. Teresa le hizo la cobra.
-¡Quita!
-No me voy a quitar. Mi padre es un flojo. Te echa un polvo y luego se echa a dormir.
-Tu padre, cumple.
-De aquella manera. Si no sabe ni besar. Deja que te bese yo para que sepas como besa un hombre de verdad.
Revolviéndose debajo de él, le puso la mano izquierda en la boca y con la derecha empujó su pecho.
-No voy a dejar que me des un beso.
-Te voy a besar, quieras o no quieras.
Teresa quería que la cosa fuera poco a poco.
-Descansa, descansa y tranquilízate.
Jacobo dejó de buscar su boca.
-Ya estoy tranquilo.
-A ver, dime. ¿Por qué me odias?
-Yo no te odio, te deseo.
-¿Desde cuándo?
-Desde una noche que fui a decirle algo a mi padre. Entorné la puerta de la habitación para cerciorarme de que no molestaba y te vi con una bata de seda rosa, la llevabas abierta y debajo llevabas una lencería del mismo color de la bata.
Teresa siguió jugando con él.
-Tu padre es mi esposo y...
-Y yo quiero ser tu amante.
-Tú lo que eres un problema muy gordo.
-El problema gordo lo tengo entre las piernas.
Teresa tiró de refranero.
-Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
-¿Quieres verlo?
-No estoy para risas.
Jacobo se puso en pie y sacó la polla empalmada. Era una polla de unos dieciocho centímetros y gruesa.
-¿Es risible?
-¡Guarda esa cosa!
Se la restregó por los labios.
-¡Abre la boca!
-No te la voy a chupar.
Habló para que se la pudiera meter en la boca, pero enseguida giró la cabeza y la polla salió de la boca.
-Te obligare a mamarla.
Tapando la boca con una mano, le preguntó:
-¿Y como harías eso?
-No quieras saberlo.
Lo vaciló.
-¡Ay qué miedo!
Jacobo le agarró los pezones por encima de la blusa y los apretó.
-Esto es lo más suave que te haría.
-¡Suelta que me duele!
-¿Me la vas a chupar?
-No.
Apretó con más fuerza.
-Quita la mano y abre la boca.
-¡Ni muerta!
-Eres dura, joder.
Viendo que no la doblegaba le dejó los pezones y fue a por su boca. Le pasó la lengua entre los carnosos labios varias veces. Se volvió a echar encima de ella, le tapó la nariz y cuando abrió la boca paras respirar le metió la lengua dentro... A Teresa se le abría y se le cerraba el coño sintiendo la lengua de su hijastro lamiendo la suya y sintiendo la dura polla apretándose contra su coño, lo que hizo que mojara los leotardos, ya que no llevaba bragas, pero aun así le dijo:
-Si me dejas ahora no le digo a tu padre lo que has tratado de hacer.
Le magreó las tetas con vigor.
-Si algo le dices no va a ser lo que te he tratado de hacer, no, le vas a decir que te eché más polvos en una hora que los que te echa él en todo el mes.
-Tú no me vas a echar nada.
Teresa, con cara de no quiero, aunque quería, lo empujaba para quitarlo de encima, pero Jacobo hacía pesas y estaba macizo. Quitarlo de encima era misión imposible. Se sentó sobre ella, Teresa le preguntó:
-¡¿Qué vas a hacer?!
-Mamar tus tetas.
Le echó las manos a la blusa e hizo saltar por los aires los botones que estaban en los ojales. Quedaron al aire unas tetas redondas, con pezones gruesos, este y oeste y bellas areolas oscuras. Teresa tapó las tetas con las manos.
-No, si yo puedo evitarlo.
Jacobo le metió la polla entre las tetas. Teresa, al haber juntado las tetas, sin querer, queriendo, le hizo una cubana. Se puso tan cachonda, que le dijo:
-Lo máximo que vas a lograr es esto.
Jacobo estaba en plan macho alfa.
-No, tú te vas a correr antes que yo.
Se puso en pie, tiró de ella y le quitó los leotardos mojados sin que ofreciera mucha resistencia.
-Están tan cachonda que tus jugos empaparon los leotardos.
Lamió los jugos.
-Eres un cerdo.
-Que te va a comer el coño, quieras o no quieras.
-¡¿Usarías la violencia si me resisto?!
-Sin dudarlo.
Teresa ya se dejó ir.
-En ese caso dejaré que me lo comas, pero por más que hagas no me correré.
La levantó cogiéndola por la cintura, se arrodilló, le puso las piernas sobre los hombros, y metió todo el coño empapado en la boca. Su lengua entró y salió de él, luego lamió su coño de abajo a arriba, después se lo chupó, acto seguido se lo folló varias veces con la lengua y luego le lamió y le chupó el clítoris... Volvió a empezar el bucle. Teresa le dijo:
-Me vas a hacer correr, cabrón, y no quiero correrme contigo.
Jacobo mojó en la boca el dedo pulgar de la mano derecha, se lo metió dentro del culo y se lo folló, al tiempo que le lamía el clítoris. Al notar por su respiración que se iba a correr, lamió más aprisa y Teresa arqueó su cuerpo y se corrió en su boca, diciendo:
-!Me corro!
Al acabar de gozar, Jacobo, con la lengua y los labios pringados de jugos, la besó. Teresa no le devolvió el beso.
-Mis besos son para tu padre.
Jacobo cambió de estrategia.
-Solo esta noche, por favor, solo esta noche, se mía solo por esta noche.
-Ahora me suplicas.
-Sí, haría lo que fuera por tenerte como te tiene mi padre.
-Tendría que castigarte antes por lo que me has hecho.
-Castígame.
Teresa iba a hacer algo que le encantaba, pero que no se atrevía a hacerle a su marido.
-Desnúdate.
-¿Qué quieres, Carolina?
-Me han dejado tirada en la Nacional 64O, a la salida de Pontevedra y está lloviendo. ¿Me puedes venir a buscar?
-¿Quién te dejó tirada?
-Ya te contaré. ¿Dónde estás?
-En mi garaje.
-Si vienes a buscarme, sube a casa y tráeme un vestido y unos zapatos de los que dejé ahí.
-Vale, en nada estoy contigo.
Estaba lloviendo a Dios dar agua. Roque vio en una recta a una persona que iba con una mochila a la espalda. Al llegar a su lado paró el coche, bajó la ventanilla y dijo:
-¿Carolina?
La muchacha se detuvo, se giró y Roque vio a Carolina, la hija de su mujer, que era una chica morena, alta, algo robusta y guapa. Estaba calada hasta los huesos. Su largo cabello negro lo llevaba pegado a la cara y le caía por delante y por la espalda. Carolina le dijo:
-Has tardado una barbaridad.
-Veinte minutos. Con este tiempo no se puede correr. Entra de una vez que se va el calor de la calefacción.
Se quitó la mochila de la espalda, abrió la puerta, la echó en el asiento trasero, luego cogió en él una de las toallas que le había mandado llevar, y después se sentó en el asiento del copiloto.
-Me has salvado la vida.
-No exageres. ¿Por qué no has llamado a tu madre?
-La llamé, pero tenía el teléfono móvil apagado y el teléfono de casa no lo cogió nadie.
-¿A dónde ibas?
-Iba a darte una visita y hacía dedo.
-O sea, ibas a buscar problemas con tu madre.
-Me la suda mi madre.
-Ya veo, ya. ¿Y qué pasó?
-Que subí a un auto. No quise follar. Me dejó tirada y luego comenzó a llover. ¡Puto tiempo de mayo!
-Puto es él, puto asqueroso, por haberte dejado tirada.
-Olvídalo, ya pasó.
Roque metió la primera y siguió conduciendo.
-¿Conozco a esa escoria?
-No, no es española. Aquí se está de maravilla.
-Sécate bien que puedes pillar una pulmonía.
Cogió en el asiento trasero el vestido. Roque le dijo:
-Sécate aquí, pero cámbiate en el asiento de atrás.
-No mires si no quieres verme desnuda.
-Desnudarte en mi presencia fue la causa de que me esté divorciando de tu madre.
-No, la causa fue el polvo que me echaste y que nos pilló abrazados en la cama.
-¡Porque me habías provocado!
Carolina volvió a mirar en el asiento trasero y cogió los zapatos.
-No me has traído unas bragas ni un sujetador.
-No me has pedido nada de eso. Te he traído el vestido, unos zapatos y dos toallas
-Tienes razón, se me olvidó mencionar esas prendas.
Se quitó la blusa, el jersey y el sujetador y unas tetas medianas, tirando a grandes, redondas, con areolas oscuras y pezones gorditos quedaron al aire, luego se quitó las zapatillas deportivas, los jeans y las bragas y completamente desnuda, se secó. Roque hacía que miraba hacia delante y hacia fuera del coche, pero la estaba viendo por el rabillo del ojo.
-Sé que me está mirando.
La miró directamente.
-¿Qué buscas, Carolina?
-¿Tú qué crees?
-Vístete, anda, vístete.
Carolina le echó la mano a la polla y la encontró morcillona.
-Esta tiene ganas de descargar y mi coño también.
-Quita la mano de ahí.
Le bajó la cremallera, le sacó la polla, la metió en la boca y empezó a mamársela.
-¡Deja de hacer eso!
Masturbándolo le dijo:
-Si ya se te puso dura.
-¿Y qué?
-Que quiero volver a sentir tu leche dentro de mi coño.
-¡Qué diablos, si la quieres sentir, la sentirás!
Roque paró el coche en el arcén. Nadie los podía ver porque la lluvia en los cristales lo impedía. Roque echó su asiento hacia atrás. Carolina se echó encima de él, lo besó con lengua y lo masturbó, hasta que Roque le dijo:
-Dame tu coño.
-¿Dónde lo quieres?
-Donde tú quieras.
Le puso el coño rasurado y baboso en la boca y se frotó contra su lengua.
-Me encanta someterte.
Se frotó más aprisa y apretó el coño contra la lengua.
-¿Quieres que me corra en tu boca?
-Sí.
-Lame tú.
Lamió su coño un par de veces y se lo quitó de delante.
-¿A que juegas, Carolina?
-A pasarlo bien.
Le puso el culo en en la boca.
-Fóllamelo.
Le echó las manos a la cintura y le folló el ojete con la lengua.
-¡Me encanta que te gusten las cochinadas!
Poco más tarde le quitó el culo de la cara y le puso las tetas.
-Mama como tú sabes.
Roque se las agarró y se las lamió, chupó y mamó.
-Muerde los pezones.
Se los mordió con poca fuerza.
-¿Quieres que meta tu polla en mi coño?
-Vas a hacer lo que te dé la gana...
-No me gusta tu sarcasmo.
Le volvió a poner el coño en la boca, Roque saco la lengua y Carolina frotó el coño contra ella.
-¡Hostias, si sigo me corro!
-Sigue.
-No, esta vez será a mi manera.
Le puso el coño sobre la polla, bajó el culo y la metió a tope, lo besó con lengua y después, subiendo y bajando el culo muy despacito, le preguntó:
-¿Has echado de menos mi coño?
-No.
Subió y bajó el culo a toda mecha, y mirándolo con ojos de gata, le dijo:
-No sabes mentir. ¿Lo has echado de menos?
-Sí. ¡Vas a hacer que me corra!
-Córrete y lléname el coño de leche.
Roque comenzó a correrse. Carolina sintió la leche calentita dentro de su coño. El coño se le cerró con fuerza y mientras su cuerpo recibía una tremenda descarga de placer, le bañó la polla con una inmensa corrida.
Al acabar de correrse, y aun con la polla dentro del coño, le preguntó:
-¿Tienes un cigarrillo?
-En la guantera hay una cajetilla de Winston y un mechero, pero antes vístete.
Se quitó de encima, limpió el coño con la toalla que se había secado y después abrió la guantera. Vio una botella de anís al lado del tabaco y del mechero. Lo cogió y dijo:
-Anís de la asturiana.
Roque, guardando la polla, le dijo:
-¡Te quieres vestir de una jodida vez! Si vienen por ahí los de tráfico y se acercan al coche me empapelan.
Carolina devolvió la botella a su sitio, cerró la guantera y después, vistiéndose, le preguntó:
-¿Para quién llevabas esa botella?
-Es un regalo. Esa botella de anís tiene más de ciento veinte años.
-Debe estar bueno.
-Se supone, es una artículo de coleccionista.
-Lo de artículo de coleccionista lo has dicho para que no te pida un trago, ¿verdad?
-No, lo he dicho porque me vino a la boca. ¿No ibas a fumar?
-Sí, el tabaco me relaja, pero mejor me relajaría con un café calentito.
Roque le dijo:
-Si quieres paramos en un bar y lo pides.
-Quiero.
Al rato paró en el aparcamiento de un bar. Ya había escampado. Entraron y allí solo estaba el barman. Se sentaron a la barra en dos taburetes, y Carolina le dijo al barman:
-Ponme un café largo, por favor.
-¿Solo o con leche?
-Con leche.
-¿Y a usted qué le pongo, caballero?
-Un Chivas.
El barman se fue a lo suyo. Roque te preguntó a la muchacha.
-¿Cómo está tu madre, Carolina?
-Desde que le pusimos los cuernos, está como una cabra.
El barman le puso el café.
-Gracias -dijo Carolina-, me hacía falta.
-De nada, para eso estamos.
Luego le puso el Chivas a Roque. Carolina tomando el café, se puso triste.
-¿Y ahora qué te pasa?
-Nada, son cosas mías.
-Eso ya lo sé, pero hablando te podrías sentir mejor.
-No creo.
-¿Qué te ronda por la cabeza?
-Te lo diré, al verme sola en medio de la nada me sentí como una mierda y eso nunca me había pasado antes.
-La mierda es él.
-No, no es él.
-¡¿Qué?!
-Que no es él, es ella.
Roque se había llevado una buena sorpresa.
-¡¿Te metió mano una mujer?!
-Sí, por eso bajé del coche.
-Salen hasta de debajo de las piedras.
-¿Quién?
-Los maricones y las lesbianas. Seguro que era una vieja verde.
-No, era joven y muy guapa.
-Muy guapa y muy guarra.
Carolina no quiso seguir con aquella conversación.
-Dejemos ese tema. ¿Tienes hambre?
-No, pero por lo que intuyo, tú sí la tienes.
-Has intuido bien.
Roque le preguntó al barman.
-¿Tienes algo por ahí para comer?
-A estás horas, como no sea emparedados...
Carolina le dijo:
-Me valen. ¿De qué los tienes?
-De queso, jamón york, mortadela y chorizo.
-Ponme de todo.
-¿Cuántos le hago?
-Dos de cada.
Roque le dijo:
-Se ve que hay apetito.
-Hay.
El barman hizo los emparedados, se los puso delante y le preguntó:
-¿De beber que quiere?
-Agua con gas.
Daba gusto ver como comía y como bebía. En fin, que Carolina comió y bebió, pagaron y luego se fueron.
Ya en el Mercedes le preguntó Carolina a Roque:
-¿Y tú de dónde venías para que te regalaran el anís?
-De Asturias de cerrar un negocio.
-¿Tabaco rubio?
-Sí, yo no me pasaré nunca a lo que se pasaron los otros.
-Mejor para ti, los otros están todos en la cárcel.
Volvió el burro al trigo.
-¿Seguro que no conozco a esa cabrona?
-Seguro.
-Esa puede que sepa quién eres tú, y si lo sabe conoce tu relación familiar conmigo, y al acerarse a ti puede que sea para acercarse a mí.
-Ves fantasmas donde no los hay.
-En mi trabajo hay que ser desconfiado.
-No sabe nada de ti.
-De mí oyó hablar hasta el gato del Tato.
-No, ella no oyó hablar de ti, como ya te he dicho no es española, es sudamericana y hace poco más de un mes que está en nuestro país.
-¿Y cómo es eso de que ya tenga coche?
-Sabe hacer puentes.
-¿Es arquitecta?
-Sí, de los cables de encendido de un coche.
Roque se sorprendió.
-¡¿Ibas en un coche robado?!
Carolina volvió a abrir la guantera, cogió la botella de anís y mirándola, le dijo:
-No lo sabía cuando subí en él, pero tampoco fue la cosa para tanto. ¿Cuántos coches robaste tú en tus comienzos?
-Lo que yo haya hecho...
-Esta botella la abriré cuando lleguemos a casa.
-¿A qué casa?
-A tu casa.
-Tu madre me mataría si sabe que regresaste a mi casa.
-Mi madre no tiene porque enterarse.
Ya en el chalet, Carolina, posó la botella de anís en la encimera de la cocina y abrió la alacena, cogió una copa, abrió la botella, se sirvió y echó un trago.
-¡Está riquísimo! ¿Quieres probarlo?
-No.
Carolina encendió el móvil. Vio que tenía más de veinte mensajes sin leer. Todos eran de un ex amigo con derecho a roce. Leyó el último y lo volvió guardar. Al guardarlo sonó la música de los mensajes.
-¿No miras quién es?
Echó otro trago de anís y luego le respondió:
-Ya sé quién es.
-¿Es tu madre?
-No, es un viejo amigo.
Carolina se acercó a su padrastro, le echó la mano libre a la entrepierna, le dio un pico y le dijo:
-Échame un polvo de pie.
-¿No sería mejor en la cama?
Le dio otro pico.
-Me apetece que me folles de pie.
-Si eso es lo que quieres...
Le dio otro pico y luego le dio varios besos con lengua. Roque, después de devolverle los besos, le dijo:
-Acaba el anís.
Carolina vació la copa de un trago y la puso sobre la encimera. Roque se puso detrás de ella. Besó su cuello, le magreó las tetas y luego le quitó el vestido, vestido que acabó en piso de la cocina. Carolina le dijo:
-Déjame ahora a mí.
Le quitó la corbata, la chaqueta, la camisa y le chupó y lamió las mamilas, luego se puso en cuclillas, le quitó los zapatos y los calcetines, y a los zapatos y A los calcetines le siguieron los pantalones y los calzoncillos. Al tenerlo en pelotas y con la polla morcillona, y estando en cuclillas, empuñó la polla, la puso hacia arriba, le lamió y le chupó los huevos, luego la lamió desde los huevos hasta el frenillo, a continuación le lamió y le mamó el glande, y para rematar la faena, se la meneó y se la mamó metiéndola casi toda en la boca. Cuando se puso en pie sobre sus tacones, la polla ya estaba tiesa. Le dio la espalda, puso las manos sobre la encimera, y le dijo:
-Dame una buena dosis de lengua antes de follarme.
Roque cogió la botella de anís.
-Pensé que no te gustaba.
-Para lo que lo quiero, me gusta.
Echando anís en la palma de la mano derecha le masajeó los hombros, las tetas y el vientre.
-Voy a acabar oliendo de maravilla.
Echando más anís en la palma de la mano, le masajeó la espalda y las nalgas, luego le lamió las nalgas, el ojete y después toda la espalda, y los hombros. Al darle la vuelta, se comieron las bocas, un buen rato. Luego, Roque, le lamió y le chupó las tetas, después de las tetas, le lamió el vientre y del vientre bajó al coño, un coño baboso que apretó la lengua cuando esta entró dentro de él. Luego le lamió los labios vaginales. El ligero escozor que estaba sintiendo le pidió polla.
-Fóllame ahora.
-Date la vuelta.
Se dio la vuelta, le amasó las nalgas, se las separó y le lamió el ojete.
Carolina estaba lista para cualquier cosa.
-¿Me vas a follar el culo?
-Sí.
Se lo folló, pero con la lengua.
Entre gemidos, le dijo:
-La polla, méteme la polla.
Hizo que se inclinara y en vez de follarle el culo con la polla se lo volvió a follar con la lengua y luego le lamió el culo y el coño cada vez más rápido. Carolina, al sentir que se iba a correr, se dio la vuelta, lo agarró por las orejas y le dijo:
-¡Te voy a anegar la boca de jugos!
Frotó el coño contra la lengua y le dio una inmensa corrida en la boca.
Roque saboreó hasta la última gota de la corrida. Cuando Carolina dejó de gemir y de temblar, se puso en pie, la abrazó y se besaron con lengua. Luego le preguntó Roque:
-¿Como quieres que te follé, de frente o por detrás?
-Por detrás.
Carolina le dio la espalda, volvió a poner las manos sobre la encimera y separó las piernas. Roque la agarró por la cintura, se la clavó en el coño y le dio cera. Tiempo después le decía:
-Deja mi cintura y juega con mis tetas y con mis pezones.
Dándole duro le magreó las tetas, jugó sus pezones y le lamió y le chupó el cuello. Al rato le dijo Carolina:
-¡Rómpeme el coño, rómpemelo!
La volvió a coger por la cintura, le dio a romper y en nada, con la polla chapoteando dentro del coño, Carolina, exclamó:
-¡Me corro!
Las piernas, le comenzaron a temblar, las cerró y descargó.
Al acabar de correrse, la besó en el cuello, y le dijo:
-¡Me encanta ver y sentir como te corres!
-Y a mí que me hagas correr.
-¿Quieres acabar con un anal?
-Ya quise empezar con él.
Roque le quitó la polla del coño y le clavó el glande en el culo.
-Suave, suave, suave...
Suave, suave, suave, la polla acabó llegando al fondo de su culo, y luego fue entrando y saliendo cada vez más aprisa. Carolina gozaba.
-¡Me encanta!
Roque la agarró por las tetas, y espachurrándoselas le siguió dando leña. Carolina estaba en su salsa.
-¡Perréame!
Le jaló el cabello con la mano izquierda, le apretó la garganta con la mano derecha, le dio a mazo y en un tiempo breve Carolina se volvió a correr. Roque se corrió dentro de su culo.
Al acabar de gozar se dio la vuelta, le dio un pico y le dijo:
-Hoy me apetece una paella y un buen Albariño. ¿Hago el pedido?
-Hazlo.
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Diez años antes
Roque se había casado con Teresa en segundas nupcias, ella tenía una hija de nueve años en un internado y él un hijo que estaba estudiando en un centro privado. Se llamaba Jacobo, era atravesado como él solo y espiaba a su padre y a su madrastra mientras follaban, para hacerse sus buenas pajas. Teresa lo había visto y como eso le daba morbo y se corría antes, no le había dicho nada a su marido. Lo que no contaba era que luego de masturbarse varias veces fantaseando con él, acabaría buscándolo.
Ese día Roque se había ido a Lugo por negocios. Por la noche, Teresa, desmaquillada, vistiendo unos leotardos blancos, una blusa blanca con los cuatro botones de arriba abiertos, que enseñaba el canalillo y parte de sus grandes tetas, y calzando unas zapatillas abiertas, se sentó en un tresillo de la sala de estar al lado de Jacobo, que miraba un programa en la televisión. Le dijo Teresa a su hijastro:
-Ayer noche te he visto mirando como tu padre y yo cumplíamos con nuestros deberes conyugales. Espero que no se vuelva a repetir o tendré que tomar cartas en el asunto.
Jacobo no se escondió, le dijo:
-No lo puedo negar, soy un curioso, un fisgón, un pajillero que mira tu cuerpo de escándalo cuando dejáis la puerta entreabierta. No mirarlo sería un pecado.
-Tú lo que eres es un maleducado. Sé que me odias por ocupar el lugar de tu madre. Tu deseo no es más que ansia de destruirme, si pudieras me matarías.
-Sí, si pudiera te mataría, pero a polvos.
-Estás loco.
-Sí, eso es cierto, estoy loco, loco por besarte, loco por acariciarte, loco por follarte.
-Estás loco de atar.
Se echó sobre ella, le agarró las tetas y quiso besarla. Teresa le hizo la cobra.
-¡Quita!
-No me voy a quitar. Mi padre es un flojo. Te echa un polvo y luego se echa a dormir.
-Tu padre, cumple.
-De aquella manera. Si no sabe ni besar. Deja que te bese yo para que sepas como besa un hombre de verdad.
Revolviéndose debajo de él, le puso la mano izquierda en la boca y con la derecha empujó su pecho.
-No voy a dejar que me des un beso.
-Te voy a besar, quieras o no quieras.
Teresa quería que la cosa fuera poco a poco.
-Descansa, descansa y tranquilízate.
Jacobo dejó de buscar su boca.
-Ya estoy tranquilo.
-A ver, dime. ¿Por qué me odias?
-Yo no te odio, te deseo.
-¿Desde cuándo?
-Desde una noche que fui a decirle algo a mi padre. Entorné la puerta de la habitación para cerciorarme de que no molestaba y te vi con una bata de seda rosa, la llevabas abierta y debajo llevabas una lencería del mismo color de la bata.
Teresa siguió jugando con él.
-Tu padre es mi esposo y...
-Y yo quiero ser tu amante.
-Tú lo que eres un problema muy gordo.
-El problema gordo lo tengo entre las piernas.
Teresa tiró de refranero.
-Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
-¿Quieres verlo?
-No estoy para risas.
Jacobo se puso en pie y sacó la polla empalmada. Era una polla de unos dieciocho centímetros y gruesa.
-¿Es risible?
-¡Guarda esa cosa!
Se la restregó por los labios.
-¡Abre la boca!
-No te la voy a chupar.
Habló para que se la pudiera meter en la boca, pero enseguida giró la cabeza y la polla salió de la boca.
-Te obligare a mamarla.
Tapando la boca con una mano, le preguntó:
-¿Y como harías eso?
-No quieras saberlo.
Lo vaciló.
-¡Ay qué miedo!
Jacobo le agarró los pezones por encima de la blusa y los apretó.
-Esto es lo más suave que te haría.
-¡Suelta que me duele!
-¿Me la vas a chupar?
-No.
Apretó con más fuerza.
-Quita la mano y abre la boca.
-¡Ni muerta!
-Eres dura, joder.
Viendo que no la doblegaba le dejó los pezones y fue a por su boca. Le pasó la lengua entre los carnosos labios varias veces. Se volvió a echar encima de ella, le tapó la nariz y cuando abrió la boca paras respirar le metió la lengua dentro... A Teresa se le abría y se le cerraba el coño sintiendo la lengua de su hijastro lamiendo la suya y sintiendo la dura polla apretándose contra su coño, lo que hizo que mojara los leotardos, ya que no llevaba bragas, pero aun así le dijo:
-Si me dejas ahora no le digo a tu padre lo que has tratado de hacer.
Le magreó las tetas con vigor.
-Si algo le dices no va a ser lo que te he tratado de hacer, no, le vas a decir que te eché más polvos en una hora que los que te echa él en todo el mes.
-Tú no me vas a echar nada.
Teresa, con cara de no quiero, aunque quería, lo empujaba para quitarlo de encima, pero Jacobo hacía pesas y estaba macizo. Quitarlo de encima era misión imposible. Se sentó sobre ella, Teresa le preguntó:
-¡¿Qué vas a hacer?!
-Mamar tus tetas.
Le echó las manos a la blusa e hizo saltar por los aires los botones que estaban en los ojales. Quedaron al aire unas tetas redondas, con pezones gruesos, este y oeste y bellas areolas oscuras. Teresa tapó las tetas con las manos.
-No, si yo puedo evitarlo.
Jacobo le metió la polla entre las tetas. Teresa, al haber juntado las tetas, sin querer, queriendo, le hizo una cubana. Se puso tan cachonda, que le dijo:
-Lo máximo que vas a lograr es esto.
Jacobo estaba en plan macho alfa.
-No, tú te vas a correr antes que yo.
Se puso en pie, tiró de ella y le quitó los leotardos mojados sin que ofreciera mucha resistencia.
-Están tan cachonda que tus jugos empaparon los leotardos.
Lamió los jugos.
-Eres un cerdo.
-Que te va a comer el coño, quieras o no quieras.
-¡¿Usarías la violencia si me resisto?!
-Sin dudarlo.
Teresa ya se dejó ir.
-En ese caso dejaré que me lo comas, pero por más que hagas no me correré.
La levantó cogiéndola por la cintura, se arrodilló, le puso las piernas sobre los hombros, y metió todo el coño empapado en la boca. Su lengua entró y salió de él, luego lamió su coño de abajo a arriba, después se lo chupó, acto seguido se lo folló varias veces con la lengua y luego le lamió y le chupó el clítoris... Volvió a empezar el bucle. Teresa le dijo:
-Me vas a hacer correr, cabrón, y no quiero correrme contigo.
Jacobo mojó en la boca el dedo pulgar de la mano derecha, se lo metió dentro del culo y se lo folló, al tiempo que le lamía el clítoris. Al notar por su respiración que se iba a correr, lamió más aprisa y Teresa arqueó su cuerpo y se corrió en su boca, diciendo:
-!Me corro!
Al acabar de gozar, Jacobo, con la lengua y los labios pringados de jugos, la besó. Teresa no le devolvió el beso.
-Mis besos son para tu padre.
Jacobo cambió de estrategia.
-Solo esta noche, por favor, solo esta noche, se mía solo por esta noche.
-Ahora me suplicas.
-Sí, haría lo que fuera por tenerte como te tiene mi padre.
-Tendría que castigarte antes por lo que me has hecho.
-Castígame.
Teresa iba a hacer algo que le encantaba, pero que no se atrevía a hacerle a su marido.
-Desnúdate.