Amorclandestino
Virgen
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Aclaro que es un relato lésbico escrito por mí, es decir, por una mujer. Es tal vez un poco largo, pero considero que va a merecer la pena.
Estoy en casa de mi amada Carlota, en su habitación. Ella aún está trabajando en su librería y no regresa a casa hasta las nueve de la noche. Estoy sentada en la silla de su escritorio. Como la fría noche de invierno que nos declaramos el amor que sentimos la una hacia la otra e hicimos el amor por primera vez. Desde aquella noche, me siento afortunada de ser su mujer al igual que ella la mía.
El día que conocí a Carlota fue de los mejores de mi vida. Quedé totalmente prendada de su belleza. De su profunda y brillante mirada de pequeños ojos cafés con un aire melancólico, de sus pequeños y carnosos labios, de su peculiar sonrisa llena de vida que puedo recrear de noche mientras contemplo la luna en sus fases de cuarto creciente y menguante. De su blanca piel, con su rubor y visibles imperfecciones rastro de un acné severo en la adolescencia (aunque no por ello es menos hermosa), de su largo cabello castaño y lacio con flequillo recto. De la imponencia de la expresión de su rostro con esas gafas grandes rectangulares y de montura negra. De su alta estatura de casi 1,90. De las abundantes curvas de su hermoso cuerpo. Gordita, bien proporcionada y de complexión fuerte. De sus grandes pechos, de su opulente barriga bien proporcionada, de sus fuertes brazos, de sus abundantes caderas, nalgas y muslos, de sus grandes y largas piernas. No es el prototipo de mujer hegemónica modelo de pasarela que atrae y/o es la envidia de todo el mundo, pero sí el mío y es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida.
En cambio, yo, en cuanto a altura y complexión soy todo lo contrario a ella. Mido 1,59, soy bajita y delgada. Ella, grande y fuerte. Yo, menuda y frágil. Soy blanquita de piel, tengo el cabello largo castaño siempre recogido con una cola de caballo, los labios carnosos, los ojos marrones y, como ella, también llevo gafas. Soy muy femenina y me visto muy elegante casi siempre con faldas y vestidos, ella en cambio es más casual y de vestir pantalones y sudadera, jersey o camisa. Amo el contraste entre ella y yo. Exteriormente somos diferentes, pero a la vez muy iguales interiormente.
Eso sí, algo que tenemos en común en cuanto a nuestro estilo es que somos ambas muy sencillas y discretas, no nos gusta enseñar nuestro cuerpo, ni maquillarnos ni gastar dinero en cosas de marca. Somos nosotras mismas, sin seguir el rebaño.
Pese a su casual manera de vestir, hay algo que la hace verse muy sensual y que a mí me hierve la sangre en sobremanera y son sus calzados. Carlota suele llevar calzados de plataforma e incluso con tacón: bambas sneakers y botas, sandalias y chanclas de cuero.
Nos conocimos un caluroso día de verano. Recuerdo que llevaba el cabello recogido con una coleta dejando ver bien su flequillo recto y que llevaba puesta una camiseta azul de tirantes anchos revelando discretamente su grande y precioso escote a través del cual podía entrever un sujetador negro (pese a ser discreta, el verano es el verano y hay días de mucho calor), unos pantalones tejanos cortos de medio muslo que revelaban muy bien sus imponentes caderas y nalgas y unas chanclas negras de cuero y plataforma de cuña, uno de estos calzados con los que tanto fetichizo y que estilizan mucho sus largas y poderosas piernas y su voluptuosa figura. Mi cuerpo ya empezaba a reaccionar ante ella. La deseo con locura desde aquel día que la conocí. Desde entonces no hay día en que mi cuerpo no reaccione pensando en ella, hasta literalmente tener más de un orgasmo.
No solo me encandilé de su físico, sino también de su dulce y sensual voz, de su personalidad, de su manera de ser conmigo. Noble, inteligente, tímida e introvertida pero a la vez muy cariñosa y sensible. Su triste mirada... Revela un pasado duro y una constante lucha para encajar en este mundo. Asperger como yo. Desde el día que conocí a Carlota supe que, si la vida me regalaba la oportunidad de conocerla en profundidad y de estrechar un lazo con ella, llegaría a amarla incondicionalmente. Y así ha sido, tal y como mi intuición me decía.
Para esclarecer nuestra orientación, yo soy bisexual, ella es lesbiana.
Llevo un ratito ya esperándola. He entrado a su casa porque me ha dejado una copia de sus llaves bien escondida en su buzón para cuando llegara. Llevaba unos días sin verla. Me muero de ganas de verla y de mucho más. Tengo demasiadas ganas de ella.
Me encanta quedarme a solas en su habitación mientras ella está trabajando. Aunque ella no esté físicamente, mi olfato también se torna muy sensible hasta el punto de sentir su presencia en forma de feromonas. Entonces, me viene una idea en la cabeza y como más fija se torna, más fuerte me late el corazón, más me tiemblan las extremidades, más inflamación siento en mi rosa del amor y más humedad palpo en mi ropa interior.
Me levanto lentamente de la silla de su escritorio y me dirijo a su armario. Lo abro, tomo dos o tres de sus pantalones tejanos suyos y empiezo a olfatearlos, concretamente en la zona de la cintura, las nalgas y la intimidad. Los primeros pantalones parece que todavía los tiene por lavar, ya que siento más su dulce y ardiente olor en ellos. Minutos después, me agacho y abro el cajón de su ropa interior, tomo con cuidado un conjunto de braguitas y sujetador granates y empiezo a olfatear como si no existiera un mañana, casi hiperventilándome. Lo mismo hago con más braguitas, sujetadores y alguna que otra camiseta de lencería de satén. También con sus calzados, sobre todo con sus botines, botas, sandalias y chanclas de cuero, plataforma y tacón. Junto sus prendas con sus atrevidos calzados, algo que me excita en sobremanera. Mientras olfateo con más y más avidez, siento mis mejillas más calientes y rojas, mi pulso más fuerte y acelerado y que estoy cada vez más excitada. En un momento dado, mientras con una mano sujeto sus sensuales prendas, con la otra empiezo a estimular mis ya entumecidos pezones por encima y hasta por debajo de mi vestido verde estampado de flores y de mi sujetador. También mi inflamado timbre del placer por encima y por debajo de mis medias color carne y de mis braguitas, llegando a introducirse a mi ya dilatada vagina y empezar a masturbarme y a gemir.
-¡Mmmmmm...! ¡Síii...! ¡Carlotaaa...! ¡Como te deseo! ¡Qué hermosa eres, qué buena estás! ¡Me muero de ganas de verte ya...! ¡De abrazarte bien fuerte...! ¡De acariciarte...! ¡De tocarte...! ¡De olerte todavía más...! ¡¡De hacer el amor contigo!! ¡Carlota...! ¡Te amo...! ¡Me muero de ganas de ti...! -voy susurrando entre mi fuerte y entrecortada respiración y mis gemidos, fruto de la excitación. Estoy a mil.
Siento como casi me saltan las lágrimas de la intensidad de mi excitación, tantísima que transcurridos unos ardientes minutos siento un intenso orgasmo apoderándose de mi cuerpo entero, hasta caer rendida en el suelo mientras olfateo unas botas suyas altas y negras de plataforma y tacón ancho y uno de sus sensuales conjuntos de lencería, esta vez unas braguitas y un sujetador negros. ¡Mmmmmm...!
Durante un cuarto de hora me recompongo y me siento de nuevo en la silla de su escritorio.
El reloj de pared de su cuarto marca las nueve de la noche. Escucho abrirse la puerta de su casa. Mi corazón da un vuelco de felicidad.
–¡Clara! ¡Amor mío! ¡Ya estoy en casa! –escucho que me dice una vez que cierra la puerta y entra en su casa. Por el sonido de sus pasos al caminar, puedo deducir que lleva puestas unas de esas atrevidas botas altas de cuero, plataforma y tacón que tiene, con las que tanto me seduce.
Se dirige rápidamente a su cuarto para recibirme. En cuanto me ve, se dirige a mí con rapidez y me abraza con mucha fuerza.
(Carlota y yo hablamos en catalán, pero para que se me entienda, pongo los diálogos en español).
–¡¡Ay, mi amooooor!! –me da unos cuantos besos en las mejillas– ¡Cómo te he echado de menos! –me susurra seguidamente al oído mientras me acaricia las mejillas y el cuello. Me habla en un tono de voz tierno.
Seguimos abrazadas. Siento mi cabeza en la altura de su estómago, rozando sus grandes pechos cuando se agacha para besarme. Amo sentir nuestros cuerpos pegados con mucha intensidad, así como sentir sus manazas acariciando mi espalda y mi cintura mientras me abraza. Ella tan alta, gordita, grande, fuerte... Yo tan bajita, delgada, menuda, frágil... Amo en sobremanera sentirme protegida. Lleva puesto un jersey granate de lana muy cómodo y calentito. También lleva unos pantalones tejanos ajustados permitiendo intuir fácilmente sus caderas, sus nalgas y sus muslos y unas botas altas negras de cuero, plataforma y tacón ancho por encima de los pantalones. Obviamente, se ve todavía más alta de lo que ya es. Aunque vaya vestida muy discreta, ni imaginación empieza a volar.
–¡Amoooor! ¡Ya tenía muchas ganas de verte! ¡De pasar la Navidad a tu lado! Aunque estemos solo un par de semanas separadas, para mí ya es mucho. Se me hace largo, muy largo.
–Lo sé, amor mío, lo sé.
Por un momento, me mira intensamente, con ese brillo en su mirada que ya tanto conozco. Melancólico, sí. Pero a la vez sensual.
–Ven, amor... Siéntate... –le digo, señalando la silla de su escritorio– Quiero darte una sorpresa ya que este mes cumpliremos un año juntas.
Me mira tiernamente y siento como le brillan los ojos más y más.
Ella se sienta en la silla de su escritorio y acto seguido salgo de su cuarto y me dirijo hacia el recibidor, donde le tengo guardada la sorpresa. Vuelvo a entrar a su habitación y me dirijo a ella con un ramo de diez rosas vivas con maceta, tierra y raíces, junto con una carta de amor, una caja roja de bombones en forma de corazón, una caja con lencería y tres libros de historia medieval, uno sobre los visigodos, Al-Andalus y la Reconquista, otro sobre el reino de los francos, el Sacro Imperio y el Imperio Bizantino y otro sobre las Cruzadas, además de otro libro bien grande de arte románico y gótico, unos temas que nos apasionan a ambas.
Entonces, ella se emociona muchísimo y se tapa la cara con sus dos grandes manos. Se le ilumina mucho el rostro, la mirada... Se le empiezan a ruborizar las mejillas y a poner los ojos llorosos.
Se levanta de la mesa, coge el ramo de rosas con una mano y con la otra los libros y la caja de bombones y me abraza apasionadamente. Acto seguido, se acerca discreta y sensualmente el ramo de rosas a su rostro, en especial a su olfato y a sus preciosos labios.
–¡Amor mío! –me besa fuertemente en las mejillas y en los labios.
–Y esto no es todo para una mujer como tú...
–¿Cómo...? –me pregunta sorprendida.
–Mira dentro del ramo de rosas.
Entonces, nos retiramos del abrazo y encuentra la carta. Un sobre de color rosa pastel decorado con purpurina y en el que he dibujado corazones y he escrito con letras grandes lo siguiente: «T'estimo, ets l'amor de la meva vida» («Te amo, eres el amor de mi vida»).
–Ay... A ver, a ver... –dice, ansiosa y muy emocionada, con las mejillas ruborizadas y su melancólica mirada brillando intensamente, se podría decir que casi llorando ya al leer mis palabras en el sobre.
Acto seguido, lo abre y empieza a leer la carta interiormente. Se titula «Una rosa per a cadascuna de les deu virtuts que més estimo de tu» («Una rosa para cada una de las diez virtudes que más amo de ti»). Puedo observar el creciente rubor en sus mejillas. También como sus ojos se ponen más llorosos y empiezan a derramar lágrimas de emoción mientras se palpa el pecho con una mano para así poder sentir sus emocionados latidos.
Una vez termina de leer la carta, me abraza llorando. Yo también lloro con ella.
–No te haces a la idea de cuánto te amo, Clara. Con todos los momentos duros que he vivido, nadie en la vida ha sabido valorarme, admirarme y amarme como tú... Nadie en la vida me ha dedicado estas bellas palabras. Y eso... Eso no tiene precio, créeme. Eres tan grande para mí que no cabes en mi corazón. Eres lo mejor que me ha pasado en esta dura vida, Clara. Eres increíblemente hermosa y excepcional. Te amo con todas mis fuerzas, mi cielo. Prometo cuidar bien las rosas, a la par que cuido de nuestro amor.
–Eres la mujer con la que siempre soñé... E incluso más que eso, porque en el amor la realidad siempre supera los sueños. Si pudieras verte con los ojos que yo te veo en vez de en el espejo, tanto interior como exteriormente, te aseguro que jamás conocerías los complejos. Amo tu bondad, tu ternura, tu inteligencia, tus ideales, tu manera de ver el mundo, tu mirada, tus labios, tu sonrisa, tu cabello, cada milímetro de tu cuerpo, cada milímetro de tu alma con sus luces y sombras... Eres la mujer más hermosa de todas, Carlota. En todos los sentidos. Es junto a ti con quién quiero pasar el resto de mis días. Te amo como nunca he amado a nadie, Carlota.
Nos abrazamos fuertemente mientras ambas lloramos. Carlota ha tenido un pasado muy duro y marcado por acoso escolar, maltrato psicológico, soledad, tristeza y depresión y tiene una gran necesidad de afecto. Más palabras bonitas, sonrisas, abrazos y besos sinceros es lo que necesita Carlota. Sentirse valorada y admirada. Que no solo le digan que la aman sino que SE LO DEMUESTREN DÍA A DÍA. Sentirse amada es lo que más necesita. Porque, tal y como ya dice el significado de su nombre (de raíz germánica), Carlota es una mujer fuerte exterior e interiormente, valiente y luchadora. Y ello para nada excluye su sensibilidad, su honradez, su bondad y su nobleza. Porque con todo lo que ha vivido y superado, LO MERECE. Esto y mucho más.
Nos abrazamos y nos besamos las mejillas y los labios. Ella siempre tiene que agacharse bastante para alcanzar mi rostro, dada la notable diferencia de altura entre las dos, y aún más con las botas de plataforma y tacón ancho. Mientras la abrazo, puedo sentir el ligero temblor de su cuerpo mientras llora de la emoción, así como el dulce latido de su corazón.
Transcurridos unos minutos, mientras nuestros cuerpos siguen siendo uno en un abrazo lleno de amor y de besos en las mejillas y en los labios, retiramos nuestras cabezas y nos miramos intensamente. Este brillo melancólico en la mirada de Carlota enternece todavía más mi alma.
–Prométeme que siempre estarás a mi lado, Clara.
–Jamás me iré de tu lado, Carlota. Te amo más que a nadie, tenlo siempre presente.
–Siempre te cuidaré y te protegeré en lo bueno y en lo malo, hasta el fin de mis días. Te amo, Clara.
Me besa en la frente.
–El fin de tus días es también el fin de mis días, Carlota. Si tu me faltas, yo me muero por dentro. Desde que te conocí, la vida no es vida sin ti.
–Si tú te vas, yo me voy contigo, Clara. Hasta el fin del mundo si hace falta. Si tú falleces... Si tu me faltas... ¡Ay...! ¡No quiero ni imaginarlo...! ¡Me muero, Clara, me muero...! Como si me privaran del aire que respiro.
Estamos las dos llorando y nos abrazamos de nuevo con fuerza y acariciándonos la espalda y la cintura. Estamos así durante unos diez minutos.
Cada día que pasa estoy cada vez más y más enamorada de ella.
En un momento dado, ella me da un beso en la frente y acto seguido en los labios.
–Tengo que terminar un trabajo de la universidad -me dice dulcemente, mientras me acaricia en la mejilla– ¿Qué te parece si nos sentamos y nos relajamos?
–Perfecto, amor –le respondo.
Estoy en casa de mi amada Carlota, en su habitación. Ella aún está trabajando en su librería y no regresa a casa hasta las nueve de la noche. Estoy sentada en la silla de su escritorio. Como la fría noche de invierno que nos declaramos el amor que sentimos la una hacia la otra e hicimos el amor por primera vez. Desde aquella noche, me siento afortunada de ser su mujer al igual que ella la mía.
El día que conocí a Carlota fue de los mejores de mi vida. Quedé totalmente prendada de su belleza. De su profunda y brillante mirada de pequeños ojos cafés con un aire melancólico, de sus pequeños y carnosos labios, de su peculiar sonrisa llena de vida que puedo recrear de noche mientras contemplo la luna en sus fases de cuarto creciente y menguante. De su blanca piel, con su rubor y visibles imperfecciones rastro de un acné severo en la adolescencia (aunque no por ello es menos hermosa), de su largo cabello castaño y lacio con flequillo recto. De la imponencia de la expresión de su rostro con esas gafas grandes rectangulares y de montura negra. De su alta estatura de casi 1,90. De las abundantes curvas de su hermoso cuerpo. Gordita, bien proporcionada y de complexión fuerte. De sus grandes pechos, de su opulente barriga bien proporcionada, de sus fuertes brazos, de sus abundantes caderas, nalgas y muslos, de sus grandes y largas piernas. No es el prototipo de mujer hegemónica modelo de pasarela que atrae y/o es la envidia de todo el mundo, pero sí el mío y es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida.
En cambio, yo, en cuanto a altura y complexión soy todo lo contrario a ella. Mido 1,59, soy bajita y delgada. Ella, grande y fuerte. Yo, menuda y frágil. Soy blanquita de piel, tengo el cabello largo castaño siempre recogido con una cola de caballo, los labios carnosos, los ojos marrones y, como ella, también llevo gafas. Soy muy femenina y me visto muy elegante casi siempre con faldas y vestidos, ella en cambio es más casual y de vestir pantalones y sudadera, jersey o camisa. Amo el contraste entre ella y yo. Exteriormente somos diferentes, pero a la vez muy iguales interiormente.
Eso sí, algo que tenemos en común en cuanto a nuestro estilo es que somos ambas muy sencillas y discretas, no nos gusta enseñar nuestro cuerpo, ni maquillarnos ni gastar dinero en cosas de marca. Somos nosotras mismas, sin seguir el rebaño.
Pese a su casual manera de vestir, hay algo que la hace verse muy sensual y que a mí me hierve la sangre en sobremanera y son sus calzados. Carlota suele llevar calzados de plataforma e incluso con tacón: bambas sneakers y botas, sandalias y chanclas de cuero.
Nos conocimos un caluroso día de verano. Recuerdo que llevaba el cabello recogido con una coleta dejando ver bien su flequillo recto y que llevaba puesta una camiseta azul de tirantes anchos revelando discretamente su grande y precioso escote a través del cual podía entrever un sujetador negro (pese a ser discreta, el verano es el verano y hay días de mucho calor), unos pantalones tejanos cortos de medio muslo que revelaban muy bien sus imponentes caderas y nalgas y unas chanclas negras de cuero y plataforma de cuña, uno de estos calzados con los que tanto fetichizo y que estilizan mucho sus largas y poderosas piernas y su voluptuosa figura. Mi cuerpo ya empezaba a reaccionar ante ella. La deseo con locura desde aquel día que la conocí. Desde entonces no hay día en que mi cuerpo no reaccione pensando en ella, hasta literalmente tener más de un orgasmo.
No solo me encandilé de su físico, sino también de su dulce y sensual voz, de su personalidad, de su manera de ser conmigo. Noble, inteligente, tímida e introvertida pero a la vez muy cariñosa y sensible. Su triste mirada... Revela un pasado duro y una constante lucha para encajar en este mundo. Asperger como yo. Desde el día que conocí a Carlota supe que, si la vida me regalaba la oportunidad de conocerla en profundidad y de estrechar un lazo con ella, llegaría a amarla incondicionalmente. Y así ha sido, tal y como mi intuición me decía.
Para esclarecer nuestra orientación, yo soy bisexual, ella es lesbiana.
Llevo un ratito ya esperándola. He entrado a su casa porque me ha dejado una copia de sus llaves bien escondida en su buzón para cuando llegara. Llevaba unos días sin verla. Me muero de ganas de verla y de mucho más. Tengo demasiadas ganas de ella.
Me encanta quedarme a solas en su habitación mientras ella está trabajando. Aunque ella no esté físicamente, mi olfato también se torna muy sensible hasta el punto de sentir su presencia en forma de feromonas. Entonces, me viene una idea en la cabeza y como más fija se torna, más fuerte me late el corazón, más me tiemblan las extremidades, más inflamación siento en mi rosa del amor y más humedad palpo en mi ropa interior.
Me levanto lentamente de la silla de su escritorio y me dirijo a su armario. Lo abro, tomo dos o tres de sus pantalones tejanos suyos y empiezo a olfatearlos, concretamente en la zona de la cintura, las nalgas y la intimidad. Los primeros pantalones parece que todavía los tiene por lavar, ya que siento más su dulce y ardiente olor en ellos. Minutos después, me agacho y abro el cajón de su ropa interior, tomo con cuidado un conjunto de braguitas y sujetador granates y empiezo a olfatear como si no existiera un mañana, casi hiperventilándome. Lo mismo hago con más braguitas, sujetadores y alguna que otra camiseta de lencería de satén. También con sus calzados, sobre todo con sus botines, botas, sandalias y chanclas de cuero, plataforma y tacón. Junto sus prendas con sus atrevidos calzados, algo que me excita en sobremanera. Mientras olfateo con más y más avidez, siento mis mejillas más calientes y rojas, mi pulso más fuerte y acelerado y que estoy cada vez más excitada. En un momento dado, mientras con una mano sujeto sus sensuales prendas, con la otra empiezo a estimular mis ya entumecidos pezones por encima y hasta por debajo de mi vestido verde estampado de flores y de mi sujetador. También mi inflamado timbre del placer por encima y por debajo de mis medias color carne y de mis braguitas, llegando a introducirse a mi ya dilatada vagina y empezar a masturbarme y a gemir.
-¡Mmmmmm...! ¡Síii...! ¡Carlotaaa...! ¡Como te deseo! ¡Qué hermosa eres, qué buena estás! ¡Me muero de ganas de verte ya...! ¡De abrazarte bien fuerte...! ¡De acariciarte...! ¡De tocarte...! ¡De olerte todavía más...! ¡¡De hacer el amor contigo!! ¡Carlota...! ¡Te amo...! ¡Me muero de ganas de ti...! -voy susurrando entre mi fuerte y entrecortada respiración y mis gemidos, fruto de la excitación. Estoy a mil.
Siento como casi me saltan las lágrimas de la intensidad de mi excitación, tantísima que transcurridos unos ardientes minutos siento un intenso orgasmo apoderándose de mi cuerpo entero, hasta caer rendida en el suelo mientras olfateo unas botas suyas altas y negras de plataforma y tacón ancho y uno de sus sensuales conjuntos de lencería, esta vez unas braguitas y un sujetador negros. ¡Mmmmmm...!
Durante un cuarto de hora me recompongo y me siento de nuevo en la silla de su escritorio.
El reloj de pared de su cuarto marca las nueve de la noche. Escucho abrirse la puerta de su casa. Mi corazón da un vuelco de felicidad.
–¡Clara! ¡Amor mío! ¡Ya estoy en casa! –escucho que me dice una vez que cierra la puerta y entra en su casa. Por el sonido de sus pasos al caminar, puedo deducir que lleva puestas unas de esas atrevidas botas altas de cuero, plataforma y tacón que tiene, con las que tanto me seduce.
Se dirige rápidamente a su cuarto para recibirme. En cuanto me ve, se dirige a mí con rapidez y me abraza con mucha fuerza.
(Carlota y yo hablamos en catalán, pero para que se me entienda, pongo los diálogos en español).
–¡¡Ay, mi amooooor!! –me da unos cuantos besos en las mejillas– ¡Cómo te he echado de menos! –me susurra seguidamente al oído mientras me acaricia las mejillas y el cuello. Me habla en un tono de voz tierno.
Seguimos abrazadas. Siento mi cabeza en la altura de su estómago, rozando sus grandes pechos cuando se agacha para besarme. Amo sentir nuestros cuerpos pegados con mucha intensidad, así como sentir sus manazas acariciando mi espalda y mi cintura mientras me abraza. Ella tan alta, gordita, grande, fuerte... Yo tan bajita, delgada, menuda, frágil... Amo en sobremanera sentirme protegida. Lleva puesto un jersey granate de lana muy cómodo y calentito. También lleva unos pantalones tejanos ajustados permitiendo intuir fácilmente sus caderas, sus nalgas y sus muslos y unas botas altas negras de cuero, plataforma y tacón ancho por encima de los pantalones. Obviamente, se ve todavía más alta de lo que ya es. Aunque vaya vestida muy discreta, ni imaginación empieza a volar.
–¡Amoooor! ¡Ya tenía muchas ganas de verte! ¡De pasar la Navidad a tu lado! Aunque estemos solo un par de semanas separadas, para mí ya es mucho. Se me hace largo, muy largo.
–Lo sé, amor mío, lo sé.
Por un momento, me mira intensamente, con ese brillo en su mirada que ya tanto conozco. Melancólico, sí. Pero a la vez sensual.
–Ven, amor... Siéntate... –le digo, señalando la silla de su escritorio– Quiero darte una sorpresa ya que este mes cumpliremos un año juntas.
Me mira tiernamente y siento como le brillan los ojos más y más.
Ella se sienta en la silla de su escritorio y acto seguido salgo de su cuarto y me dirijo hacia el recibidor, donde le tengo guardada la sorpresa. Vuelvo a entrar a su habitación y me dirijo a ella con un ramo de diez rosas vivas con maceta, tierra y raíces, junto con una carta de amor, una caja roja de bombones en forma de corazón, una caja con lencería y tres libros de historia medieval, uno sobre los visigodos, Al-Andalus y la Reconquista, otro sobre el reino de los francos, el Sacro Imperio y el Imperio Bizantino y otro sobre las Cruzadas, además de otro libro bien grande de arte románico y gótico, unos temas que nos apasionan a ambas.
Entonces, ella se emociona muchísimo y se tapa la cara con sus dos grandes manos. Se le ilumina mucho el rostro, la mirada... Se le empiezan a ruborizar las mejillas y a poner los ojos llorosos.
Se levanta de la mesa, coge el ramo de rosas con una mano y con la otra los libros y la caja de bombones y me abraza apasionadamente. Acto seguido, se acerca discreta y sensualmente el ramo de rosas a su rostro, en especial a su olfato y a sus preciosos labios.
–¡Amor mío! –me besa fuertemente en las mejillas y en los labios.
–Y esto no es todo para una mujer como tú...
–¿Cómo...? –me pregunta sorprendida.
–Mira dentro del ramo de rosas.
Entonces, nos retiramos del abrazo y encuentra la carta. Un sobre de color rosa pastel decorado con purpurina y en el que he dibujado corazones y he escrito con letras grandes lo siguiente: «T'estimo, ets l'amor de la meva vida» («Te amo, eres el amor de mi vida»).
–Ay... A ver, a ver... –dice, ansiosa y muy emocionada, con las mejillas ruborizadas y su melancólica mirada brillando intensamente, se podría decir que casi llorando ya al leer mis palabras en el sobre.
Acto seguido, lo abre y empieza a leer la carta interiormente. Se titula «Una rosa per a cadascuna de les deu virtuts que més estimo de tu» («Una rosa para cada una de las diez virtudes que más amo de ti»). Puedo observar el creciente rubor en sus mejillas. También como sus ojos se ponen más llorosos y empiezan a derramar lágrimas de emoción mientras se palpa el pecho con una mano para así poder sentir sus emocionados latidos.
Una vez termina de leer la carta, me abraza llorando. Yo también lloro con ella.
–No te haces a la idea de cuánto te amo, Clara. Con todos los momentos duros que he vivido, nadie en la vida ha sabido valorarme, admirarme y amarme como tú... Nadie en la vida me ha dedicado estas bellas palabras. Y eso... Eso no tiene precio, créeme. Eres tan grande para mí que no cabes en mi corazón. Eres lo mejor que me ha pasado en esta dura vida, Clara. Eres increíblemente hermosa y excepcional. Te amo con todas mis fuerzas, mi cielo. Prometo cuidar bien las rosas, a la par que cuido de nuestro amor.
–Eres la mujer con la que siempre soñé... E incluso más que eso, porque en el amor la realidad siempre supera los sueños. Si pudieras verte con los ojos que yo te veo en vez de en el espejo, tanto interior como exteriormente, te aseguro que jamás conocerías los complejos. Amo tu bondad, tu ternura, tu inteligencia, tus ideales, tu manera de ver el mundo, tu mirada, tus labios, tu sonrisa, tu cabello, cada milímetro de tu cuerpo, cada milímetro de tu alma con sus luces y sombras... Eres la mujer más hermosa de todas, Carlota. En todos los sentidos. Es junto a ti con quién quiero pasar el resto de mis días. Te amo como nunca he amado a nadie, Carlota.
Nos abrazamos fuertemente mientras ambas lloramos. Carlota ha tenido un pasado muy duro y marcado por acoso escolar, maltrato psicológico, soledad, tristeza y depresión y tiene una gran necesidad de afecto. Más palabras bonitas, sonrisas, abrazos y besos sinceros es lo que necesita Carlota. Sentirse valorada y admirada. Que no solo le digan que la aman sino que SE LO DEMUESTREN DÍA A DÍA. Sentirse amada es lo que más necesita. Porque, tal y como ya dice el significado de su nombre (de raíz germánica), Carlota es una mujer fuerte exterior e interiormente, valiente y luchadora. Y ello para nada excluye su sensibilidad, su honradez, su bondad y su nobleza. Porque con todo lo que ha vivido y superado, LO MERECE. Esto y mucho más.
Nos abrazamos y nos besamos las mejillas y los labios. Ella siempre tiene que agacharse bastante para alcanzar mi rostro, dada la notable diferencia de altura entre las dos, y aún más con las botas de plataforma y tacón ancho. Mientras la abrazo, puedo sentir el ligero temblor de su cuerpo mientras llora de la emoción, así como el dulce latido de su corazón.
Transcurridos unos minutos, mientras nuestros cuerpos siguen siendo uno en un abrazo lleno de amor y de besos en las mejillas y en los labios, retiramos nuestras cabezas y nos miramos intensamente. Este brillo melancólico en la mirada de Carlota enternece todavía más mi alma.
–Prométeme que siempre estarás a mi lado, Clara.
–Jamás me iré de tu lado, Carlota. Te amo más que a nadie, tenlo siempre presente.
–Siempre te cuidaré y te protegeré en lo bueno y en lo malo, hasta el fin de mis días. Te amo, Clara.
Me besa en la frente.
–El fin de tus días es también el fin de mis días, Carlota. Si tu me faltas, yo me muero por dentro. Desde que te conocí, la vida no es vida sin ti.
–Si tú te vas, yo me voy contigo, Clara. Hasta el fin del mundo si hace falta. Si tú falleces... Si tu me faltas... ¡Ay...! ¡No quiero ni imaginarlo...! ¡Me muero, Clara, me muero...! Como si me privaran del aire que respiro.
Estamos las dos llorando y nos abrazamos de nuevo con fuerza y acariciándonos la espalda y la cintura. Estamos así durante unos diez minutos.
Cada día que pasa estoy cada vez más y más enamorada de ella.
En un momento dado, ella me da un beso en la frente y acto seguido en los labios.
–Tengo que terminar un trabajo de la universidad -me dice dulcemente, mientras me acaricia en la mejilla– ¿Qué te parece si nos sentamos y nos relajamos?
–Perfecto, amor –le respondo.
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