Carlota, el amor de mi vida (romántico y erótico, LÉSBICO)

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Aclaro que es un relato lésbico escrito por mí, es decir, por una mujer. Es tal vez un poco largo, pero considero que va a merecer la pena. 💘🥰


Estoy en casa de mi amada Carlota, en su habitación. Ella aún está trabajando en su librería y no regresa a casa hasta las nueve de la noche. Estoy sentada en la silla de su escritorio. Como la fría noche de invierno que nos declaramos el amor que sentimos la una hacia la otra e hicimos el amor por primera vez. Desde aquella noche, me siento afortunada de ser su mujer al igual que ella la mía.

El día que conocí a Carlota fue de los mejores de mi vida. Quedé totalmente prendada de su belleza. De su profunda y brillante mirada de pequeños ojos cafés con un aire melancólico, de sus pequeños y carnosos labios, de su peculiar sonrisa llena de vida que puedo recrear de noche mientras contemplo la luna en sus fases de cuarto creciente y menguante. De su blanca piel, con su rubor y visibles imperfecciones rastro de un acné severo en la adolescencia (aunque no por ello es menos hermosa), de su largo cabello castaño y lacio con flequillo recto. De la imponencia de la expresión de su rostro con esas gafas grandes rectangulares y de montura negra. De su alta estatura de casi 1,90. De las abundantes curvas de su hermoso cuerpo. Gordita, bien proporcionada y de complexión fuerte. De sus grandes pechos, de su opulente barriga bien proporcionada, de sus fuertes brazos, de sus abundantes caderas, nalgas y muslos, de sus grandes y largas piernas. No es el prototipo de mujer hegemónica modelo de pasarela que atrae y/o es la envidia de todo el mundo, pero sí el mío y es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida.

En cambio, yo, en cuanto a altura y complexión soy todo lo contrario a ella. Mido 1,59, soy bajita y delgada. Ella, grande y fuerte. Yo, menuda y frágil. Soy blanquita de piel, tengo el cabello largo castaño siempre recogido con una cola de caballo, los labios carnosos, los ojos marrones y, como ella, también llevo gafas. Soy muy femenina y me visto muy elegante casi siempre con faldas y vestidos, ella en cambio es más casual y de vestir pantalones y sudadera, jersey o camisa. Amo el contraste entre ella y yo. Exteriormente somos diferentes, pero a la vez muy iguales interiormente.

Eso sí, algo que tenemos en común en cuanto a nuestro estilo es que somos ambas muy sencillas y discretas, no nos gusta enseñar nuestro cuerpo, ni maquillarnos ni gastar dinero en cosas de marca. Somos nosotras mismas, sin seguir el rebaño.

Pese a su casual manera de vestir, hay algo que la hace verse muy sensual y que a mí me hierve la sangre en sobremanera y son sus calzados. Carlota suele llevar calzados de plataforma e incluso con tacón: bambas sneakers y botas, sandalias y chanclas de cuero.

Nos conocimos un caluroso día de verano. Recuerdo que llevaba el cabello recogido con una coleta dejando ver bien su flequillo recto y que llevaba puesta una camiseta azul de tirantes anchos revelando discretamente su grande y precioso escote a través del cual podía entrever un sujetador negro (pese a ser discreta, el verano es el verano y hay días de mucho calor), unos pantalones tejanos cortos de medio muslo que revelaban muy bien sus imponentes caderas y nalgas y unas chanclas negras de cuero y plataforma de cuña, uno de estos calzados con los que tanto fetichizo y que estilizan mucho sus largas y poderosas piernas y su voluptuosa figura. Mi cuerpo ya empezaba a reaccionar ante ella. La deseo con locura desde aquel día que la conocí. Desde entonces no hay día en que mi cuerpo no reaccione pensando en ella, hasta literalmente tener más de un orgasmo.

No solo me encandilé de su físico, sino también de su dulce y sensual voz, de su personalidad, de su manera de ser conmigo. Noble, inteligente, tímida e introvertida pero a la vez muy cariñosa y sensible. Su triste mirada... Revela un pasado duro y una constante lucha para encajar en este mundo. Asperger como yo. Desde el día que conocí a Carlota supe que, si la vida me regalaba la oportunidad de conocerla en profundidad y de estrechar un lazo con ella, llegaría a amarla incondicionalmente. Y así ha sido, tal y como mi intuición me decía.

Para esclarecer nuestra orientación, yo soy bisexual, ella es lesbiana.

Llevo un ratito ya esperándola. He entrado a su casa porque me ha dejado una copia de sus llaves bien escondida en su buzón para cuando llegara. Llevaba unos días sin verla. Me muero de ganas de verla y de mucho más. Tengo demasiadas ganas de ella.

Me encanta quedarme a solas en su habitación mientras ella está trabajando. Aunque ella no esté físicamente, mi olfato también se torna muy sensible hasta el punto de sentir su presencia en forma de feromonas. Entonces, me viene una idea en la cabeza y como más fija se torna, más fuerte me late el corazón, más me tiemblan las extremidades, más inflamación siento en mi rosa del amor y más humedad palpo en mi ropa interior.

Me levanto lentamente de la silla de su escritorio y me dirijo a su armario. Lo abro, tomo dos o tres de sus pantalones tejanos suyos y empiezo a olfatearlos, concretamente en la zona de la cintura, las nalgas y la intimidad. Los primeros pantalones parece que todavía los tiene por lavar, ya que siento más su dulce y ardiente olor en ellos. Minutos después, me agacho y abro el cajón de su ropa interior, tomo con cuidado un conjunto de braguitas y sujetador granates y empiezo a olfatear como si no existiera un mañana, casi hiperventilándome. Lo mismo hago con más braguitas, sujetadores y alguna que otra camiseta de lencería de satén. También con sus calzados, sobre todo con sus botines, botas, sandalias y chanclas de cuero, plataforma y tacón. Junto sus prendas con sus atrevidos calzados, algo que me excita en sobremanera. Mientras olfateo con más y más avidez, siento mis mejillas más calientes y rojas, mi pulso más fuerte y acelerado y que estoy cada vez más excitada. En un momento dado, mientras con una mano sujeto sus sensuales prendas, con la otra empiezo a estimular mis ya entumecidos pezones por encima y hasta por debajo de mi vestido verde estampado de flores y de mi sujetador. También mi inflamado timbre del placer por encima y por debajo de mis medias color carne y de mis braguitas, llegando a introducirse a mi ya dilatada vagina y empezar a masturbarme y a gemir.

-¡Mmmmmm...! ¡Síii...! ¡Carlotaaa...! ¡Como te deseo! ¡Qué hermosa eres, qué buena estás! ¡Me muero de ganas de verte ya...! ¡De abrazarte bien fuerte...! ¡De acariciarte...! ¡De tocarte...! ¡De olerte todavía más...! ¡¡De hacer el amor contigo!! ¡Carlota...! ¡Te amo...! ¡Me muero de ganas de ti...! -voy susurrando entre mi fuerte y entrecortada respiración y mis gemidos, fruto de la excitación. Estoy a mil.

Siento como casi me saltan las lágrimas de la intensidad de mi excitación, tantísima que transcurridos unos ardientes minutos siento un intenso orgasmo apoderándose de mi cuerpo entero, hasta caer rendida en el suelo mientras olfateo unas botas suyas altas y negras de plataforma y tacón ancho y uno de sus sensuales conjuntos de lencería, esta vez unas braguitas y un sujetador negros. ¡Mmmmmm...!

Durante un cuarto de hora me recompongo y me siento de nuevo en la silla de su escritorio.

El reloj de pared de su cuarto marca las nueve de la noche. Escucho abrirse la puerta de su casa. Mi corazón da un vuelco de felicidad.

–¡Clara! ¡Amor mío! ¡Ya estoy en casa! –escucho que me dice una vez que cierra la puerta y entra en su casa. Por el sonido de sus pasos al caminar, puedo deducir que lleva puestas unas de esas atrevidas botas altas de cuero, plataforma y tacón que tiene, con las que tanto me seduce.

Se dirige rápidamente a su cuarto para recibirme. En cuanto me ve, se dirige a mí con rapidez y me abraza con mucha fuerza.

(Carlota y yo hablamos en catalán, pero para que se me entienda, pongo los diálogos en español).

–¡¡Ay, mi amooooor!! –me da unos cuantos besos en las mejillas– ¡Cómo te he echado de menos! –me susurra seguidamente al oído mientras me acaricia las mejillas y el cuello. Me habla en un tono de voz tierno.

Seguimos abrazadas. Siento mi cabeza en la altura de su estómago, rozando sus grandes pechos cuando se agacha para besarme. Amo sentir nuestros cuerpos pegados con mucha intensidad, así como sentir sus manazas acariciando mi espalda y mi cintura mientras me abraza. Ella tan alta, gordita, grande, fuerte... Yo tan bajita, delgada, menuda, frágil... Amo en sobremanera sentirme protegida. Lleva puesto un jersey granate de lana muy cómodo y calentito. También lleva unos pantalones tejanos ajustados permitiendo intuir fácilmente sus caderas, sus nalgas y sus muslos y unas botas altas negras de cuero, plataforma y tacón ancho por encima de los pantalones. Obviamente, se ve todavía más alta de lo que ya es. Aunque vaya vestida muy discreta, ni imaginación empieza a volar.

–¡Amoooor! ¡Ya tenía muchas ganas de verte! ¡De pasar la Navidad a tu lado! Aunque estemos solo un par de semanas separadas, para mí ya es mucho. Se me hace largo, muy largo.

–Lo sé, amor mío, lo sé.

Por un momento, me mira intensamente, con ese brillo en su mirada que ya tanto conozco. Melancólico, sí. Pero a la vez sensual.

–Ven, amor... Siéntate... –le digo, señalando la silla de su escritorio– Quiero darte una sorpresa ya que este mes cumpliremos un año juntas.

Me mira tiernamente y siento como le brillan los ojos más y más.

Ella se sienta en la silla de su escritorio y acto seguido salgo de su cuarto y me dirijo hacia el recibidor, donde le tengo guardada la sorpresa. Vuelvo a entrar a su habitación y me dirijo a ella con un ramo de diez rosas vivas con maceta, tierra y raíces, junto con una carta de amor, una caja roja de bombones en forma de corazón, una caja con lencería y tres libros de historia medieval, uno sobre los visigodos, Al-Andalus y la Reconquista, otro sobre el reino de los francos, el Sacro Imperio y el Imperio Bizantino y otro sobre las Cruzadas, además de otro libro bien grande de arte románico y gótico, unos temas que nos apasionan a ambas.

Entonces, ella se emociona muchísimo y se tapa la cara con sus dos grandes manos. Se le ilumina mucho el rostro, la mirada... Se le empiezan a ruborizar las mejillas y a poner los ojos llorosos.

Se levanta de la mesa, coge el ramo de rosas con una mano y con la otra los libros y la caja de bombones y me abraza apasionadamente. Acto seguido, se acerca discreta y sensualmente el ramo de rosas a su rostro, en especial a su olfato y a sus preciosos labios.

–¡Amor mío! –me besa fuertemente en las mejillas y en los labios.

–Y esto no es todo para una mujer como tú...

–¿Cómo...? –me pregunta sorprendida.

–Mira dentro del ramo de rosas.

Entonces, nos retiramos del abrazo y encuentra la carta. Un sobre de color rosa pastel decorado con purpurina y en el que he dibujado corazones y he escrito con letras grandes lo siguiente: «T'estimo, ets l'amor de la meva vida» («Te amo, eres el amor de mi vida»).

–Ay... A ver, a ver... –dice, ansiosa y muy emocionada, con las mejillas ruborizadas y su melancólica mirada brillando intensamente, se podría decir que casi llorando ya al leer mis palabras en el sobre.

Acto seguido, lo abre y empieza a leer la carta interiormente. Se titula «Una rosa per a cadascuna de les deu virtuts que més estimo de tu» («Una rosa para cada una de las diez virtudes que más amo de ti»). Puedo observar el creciente rubor en sus mejillas. También como sus ojos se ponen más llorosos y empiezan a derramar lágrimas de emoción mientras se palpa el pecho con una mano para así poder sentir sus emocionados latidos.

Una vez termina de leer la carta, me abraza llorando. Yo también lloro con ella.

–No te haces a la idea de cuánto te amo, Clara. Con todos los momentos duros que he vivido, nadie en la vida ha sabido valorarme, admirarme y amarme como tú... Nadie en la vida me ha dedicado estas bellas palabras. Y eso... Eso no tiene precio, créeme. Eres tan grande para mí que no cabes en mi corazón. Eres lo mejor que me ha pasado en esta dura vida, Clara. Eres increíblemente hermosa y excepcional. Te amo con todas mis fuerzas, mi cielo. Prometo cuidar bien las rosas, a la par que cuido de nuestro amor.

–Eres la mujer con la que siempre soñé... E incluso más que eso, porque en el amor la realidad siempre supera los sueños. Si pudieras verte con los ojos que yo te veo en vez de en el espejo, tanto interior como exteriormente, te aseguro que jamás conocerías los complejos. Amo tu bondad, tu ternura, tu inteligencia, tus ideales, tu manera de ver el mundo, tu mirada, tus labios, tu sonrisa, tu cabello, cada milímetro de tu cuerpo, cada milímetro de tu alma con sus luces y sombras... Eres la mujer más hermosa de todas, Carlota. En todos los sentidos. Es junto a ti con quién quiero pasar el resto de mis días. Te amo como nunca he amado a nadie, Carlota.

Nos abrazamos fuertemente mientras ambas lloramos. Carlota ha tenido un pasado muy duro y marcado por acoso escolar, maltrato psicológico, soledad, tristeza y depresión y tiene una gran necesidad de afecto. Más palabras bonitas, sonrisas, abrazos y besos sinceros es lo que necesita Carlota. Sentirse valorada y admirada. Que no solo le digan que la aman sino que SE LO DEMUESTREN DÍA A DÍA. Sentirse amada es lo que más necesita. Porque, tal y como ya dice el significado de su nombre (de raíz germánica), Carlota es una mujer fuerte exterior e interiormente, valiente y luchadora. Y ello para nada excluye su sensibilidad, su honradez, su bondad y su nobleza. Porque con todo lo que ha vivido y superado, LO MERECE. Esto y mucho más.

Nos abrazamos y nos besamos las mejillas y los labios. Ella siempre tiene que agacharse bastante para alcanzar mi rostro, dada la notable diferencia de altura entre las dos, y aún más con las botas de plataforma y tacón ancho. Mientras la abrazo, puedo sentir el ligero temblor de su cuerpo mientras llora de la emoción, así como el dulce latido de su corazón.

Transcurridos unos minutos, mientras nuestros cuerpos siguen siendo uno en un abrazo lleno de amor y de besos en las mejillas y en los labios, retiramos nuestras cabezas y nos miramos intensamente. Este brillo melancólico en la mirada de Carlota enternece todavía más mi alma.

–Prométeme que siempre estarás a mi lado, Clara.

–Jamás me iré de tu lado, Carlota. Te amo más que a nadie, tenlo siempre presente.

–Siempre te cuidaré y te protegeré en lo bueno y en lo malo, hasta el fin de mis días. Te amo, Clara.

Me besa en la frente.

–El fin de tus días es también el fin de mis días, Carlota. Si tu me faltas, yo me muero por dentro. Desde que te conocí, la vida no es vida sin ti.

–Si tú te vas, yo me voy contigo, Clara. Hasta el fin del mundo si hace falta. Si tú falleces... Si tu me faltas... ¡Ay...! ¡No quiero ni imaginarlo...! ¡Me muero, Clara, me muero...! Como si me privaran del aire que respiro.

Estamos las dos llorando y nos abrazamos de nuevo con fuerza y acariciándonos la espalda y la cintura. Estamos así durante unos diez minutos.

Cada día que pasa estoy cada vez más y más enamorada de ella.

En un momento dado, ella me da un beso en la frente y acto seguido en los labios.

–Tengo que terminar un trabajo de la universidad -me dice dulcemente, mientras me acaricia en la mejilla– ¿Qué te parece si nos sentamos y nos relajamos?

–Perfecto, amor –le respondo.
 
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Entonces, ella se sienta en la silla del escritorio. Yo también me siento, en la esquina de su cama más cercana al escritorio.

Empieza a preparar el ordenador portátil y los libros que necesita para trabajar. La observo. Me encanta verla tan estudiosa y aplicada. Además de tener su propio negocio en una librería que logró crear hace ya unos años (fruto de arriesgar y de mucho trabajo) un trabajo tranquilo y con el que se siente a gusto al estar ella sola y ser su propia jefa, también ha estudiado las carreras de historia e historia del arte y ahora está haciendo un máster para profundizar en estudios medievales. Tanto a mí como a Carlota nos encanta la historia y todo lo que se asocia culturalmente con la oscuridad de este mundo y del ser humano. Por eso nos apasiona en especial todo lo relacionado con la época medieval.

Sobre todo, tanto en su trabajo como en sus estudios, AMO saber que AMA lo que hace y que LA HACE FELIZ. Y esto es lo más importante. Si ella es feliz, yo lo soy EL DOBLE, EL TRIPLE Y LO QUE HAGA FALTA.

Mientras enciende su ordenador, abre la caja de bombones en forma de corazón que le he regalado, toma un bombón con sus dedos pulgar e índice y se vuelve hacia mí con la silla.

–¿Quieres uno, amor? –me pregunta, con gran ternura y sensualidad.

–Claro que sí, mi reina –le respondo.

Me lo lleva lentamente a la boca, con las mejillas ruborizadas y con esa mirada y esa sonrisa tan felinas y sensuales.

Acto seguido, ella toma otro y se lo lleva directamente a la boca. Por los lentos y sensuales movimientos que hace con su boca y con su lengua, puedo ver como está disfrutando el dulce sabor a chocolate. ¡Ay, quién fuera este bombón...! ¡Cualquiera podría derretirse ante una mujer como Carlota!

Mientras tanto, va leyendo interiormente uno de los libros que necesita para hacer el trabajo. Me encanta verla tan aplicada leyendo y estudiando, algo poco común hoy en día.

–Uy, me aprietan un poco los pantalones... –me dice tímidamente mientras termina de saborear el bombón con gran sensualidad.

Se los desabrocha y se los baja lentamente, dejando ver unas sensuales braguitas negras en forma de culotte. Seguidamente, con algo de esfuerzo, se los quita de debajo de las botas hasta que termina desprendiéndose de ellos.

¡Uffff...! ¡Justo la prenda que yo ya le quitaba hoy con la mirada! Con este grueso jersey granate de lana de cintura para arriba y sin nada más ni nada menos que esas sensuales braguitas y una de esas botas altas negras de cuero, plataforma y tacón de cintura para abajo. ¡Cómo me excita verla tan modesta y tan provocativa al mismo tiempo! La miro con mucho deseo.

Una vez se ha quitado los pantalones, ya se le enciende el ordenador, abre el documento con el trabajo y va leyendo los libros que tiene que leer. La observo. Veo que tiene un lápiz en la mano para subrayar, que va mordiendo de vez en cuando. También tiene una botella de agua de litro y medio, de la que de vez en cuando va bebiendo, lamiendo ávidamente el labio de la botella con sus carnosos y sensuales labios, cerrando bien los ojos. Este estereotipo de «nerd» (todavía más con las gafas), estudiosa y aplicada con una chispa sensual y provocativa de puertas para adentro reconozco que me pone muy a tono.

–Mmmmm... –suspira mientras bebe, con la boca aún pegada al labio de la botella. ¡Uffff! ¡Estoy a mil! Me siento muy excitada de nuevo.

Transcurridos unos diez minutos, toma otro bombón de la caja roja en forma de corazón. Vuelvo a ver cómo lo saborea lenta y sensualmente mientras va estudiando, esta vez sosteniéndolo con los dedos pulgar e índice y dándole pequeñas lamidas y mordisquitos hasta que el bombón se hace más pequeño y acaba saliendo una crema de chocolate blanco (por fuera son de chocolate con leche y tienen una crema de chocolate blanco por dentro). Se mancha un poco el jersey de crema del bombón, ya que se lo estaba comiendo sin decantarlo de la ropa. ¡Uffffff...! ¡Cómo me está poniendo!

Verla tan modesta de cintura para arriba y de cintura para abajo tan seductora, con esas apetecibles braguitas negras y esas provocativas botas altas de cuero, plataforma y tacón... Comiendo los bombones que le he regalado y succionando la boca de la botella mientras bebe agua, todo con gran sensualidad... Mi cuerpo reacciona cada vez más. Segundo a segundo, siento de nuevo como lentamente mi piel experimenta un calor febril y se torna más sensible, como mis mejillas se ruborizan más y más, como me muerdo los labios instintivamente, como se produce más saliva en mi boca, como mi estómago y mi vientre se contraen, como me tiemblan las extremidades, como se me eriza la piel, como se me endurecen los pechos y como se abre en canal esa dulce sensación de calor, tensión y humedad entre mis piernas.

Acto seguido, se vuelve otra vez hacia mí girando la silla con las ruedas y con la caja de bombones abierta sosteniéndola entre sus manos encima de sus desnudos y abundantes muslos.

–¿Te apetece un bombón más, amor? –me pregunta, mirándome y sonriéndome con timidez y sensualidad. Esta mirada y esta sonrisa felinas... ¡Dios mío, que mujer!

–Me apetece más un beso tuyo –le digo, ruborizadísima.

–Esto siempre lo tendrás, durante el resto de tus días.

Entonces, sin pensarlo un segundo más, se acerca a mí, que me encuentro sentada al borde de su cama, me acaricia las mejillas y el cuello y me da un tierno y caliente beso en los labios.

Y nos damos este beso. Y otro... Y otro... Y otro... Cada vez más largos, intensos y profundos, rozando con fuerza nuestros labios y nuestras lenguas. Entre beso y beso, me levanto de su cama, nos vamos moviendo lentamente estando yo derecha y ella sentada hasta que termino encontrándome de pie entre su escritorio y ella. Siento sus manazas acariciando mis pechos, mi cintura, mi espalda, mis caderas y mis nalgas por encima y hasta por debajo del vestido. En esta otra posición, continuamos besándonos. La intensidad de nuestros besos sube más y más en una escala que va del rosa pastel al púrpura. Nos besamos como si no hubiera un mañana y sin apenas tomar aire. Las dos estamos cada vez más excitadas y se nota. Nos miramos con mucho deseo.

–Uffff... Amor, tengo ya calor... –me dice con la respiración entrecortada de la excitación.

Se quita el jersey, regalándome un primer plano de sus grandes y preciosas tetas, cubiertas por un sensual sujetador negro en forma de top que le hace un escote muy atrevido, además de marcarle bien sus carnosas areolas y sus grandes pezones ya bien entumecidos. Estoy ya que siento perder el aire por momentos entre su infinita sensualidad y voluptuosidad.

Me voy agachando un poco para llegar a ella, ya que yo estoy de pie y ella sentada. Empiezo a besarle y acariciarle lenta y delicadamente los labios, las mejillas, ásperas a causa de las marcas y cicatrices de acné, unas de esas imperfecciones que tiene y que también puedo hasta decir que me excitan, ya que mi morbo hacia ella puede más que otra cosa. Mientras nos besamos, mis manos acarician su larga cabellera castaña y lacia con flequillo recto y empiezan a bajar lentamente desde su cabello hasta sus grandes pechos. Se los beso, se los amaso y acaricio con delicadeza por encima del sujetador. Palpando con mis labios, siento como sus pezones se endurecen más y más. Empieza a suspirar. Puedo ver de reojo como se muerde disimuladamente el labio inferior.

–Mmmmmmm... ¡Sí...! Amor... ¡Ámame! ¡Ámame entera! –me dice entre su respiración entrecortada y sus gemidos.

Simultáneamente a estas palabras, se baja el sujetador sin quitárselo, esta vez regalándome el primer plano de sus preciosas tetas desnudas. Estoy ardiendo por dentro y sin pensarlo ni una milésima de segundo, me agacho más y abalanzo hacia sus pechos mi cabeza, así como mi boca, hambrienta y sedienta de ella y de cada poro de su piel.

Mis labios, mi boca, mis dientes y mi lengua se pierden entre la voluptuosidad de sus tetazas a base de besos, succiones, lamidas y pequeños mordiscos, sin dejar títere con cabeza, empezando por la piel, pasando por sus tiernas, carnosas y rosadas areolas y terminando por sus voluminosos y rosados pezones.

–Mmmmmm... ¡Síiiii...! ¡Amor...!

Lentamente, voy agachándome más y mis delicadas manos con dedos de pianista van acariciando sus pechos, su opulente y gordita barriga, de arriba a abajo, de abajo a arriba... Mientras tanto, se sube de nuevo el sujetador. Se ve tremendamente sexy con este conjunto negro de sujetador en forma de top y braguitas en forma de culotte y estas provocativas botas altas negras de cuero, plataforma y tacón ancho. Sus grandes manos y sus largos y gorditos dedos siguen recorriendo mi cintura y mis pechos por encima de mi vestido verde.

Entonces, me agacho completamente, mientras ella está sentada. Yo ya me encuentro debajo de la mesa del escritorio, justo delante de sus piernas, entre sus muslos. Me parece una postura tremendamente sensual.

–Termina tranquila tu trabajo de la universidad... Relájate... –le digo sensualmente, acariciándole las piernas y los muslos de arriba a abajo y de abajo a arriba. Acto seguido, me levanto para alcanzarla y darle un delicado y caliente beso en cada mejilla y otro en los labios mientras le acaricio el cabello.

–Mmmmmm... Perfecto, amor mío...

Entonces, me vuelvo a agachar completamente. Me encuentro debajo de la mesa, entre sus piernas. Tengo justo delante su húmeda rosa, llorando de placer por debajo de las braguitas negras. Siento su olor a mujer con mayor intensidad. No obstante, quiero ir despacio. Muy despacio.

Empiezo acariciándole y besándole los muslos, las piernas y las botas como si no hubiera un mañana. Estas botas... Uffff... El cuero, las plataformas, los tacones... Se las huelo, se las beso y se las lamo sin dejar títere con cabeza, como si no existiera un mañana. Estoy tan excitada que a veces me toco los pezones. Puedo escuchar como sigue con su trabajo, como va tecleando y pasando las páginas de los libros. A veces levanto un poco la cabeza para ver su cara de concentración y seriedad. Además, las gafas le dan un aire de nerd que me pone muy a tono. A la vez también puedo sentir lo receptiva que está a mis caricias y besos en sus muslos y piernas. Lo puedo sentir porque con el lento pasar de los minutos, puedo observar sus lentos y discretos movimientos y oler la creciente humedad en sus braguitas negras.

–Ay, eres tan hermosa... Y tan sexy... –le digo a ratos, mientras mis manos y mi boca se enredan entre sus abundantes muslos, sus piernas y sus provocativas botas. Una de las veces que se lo digo es de esas que mi cara sube hacia sus muslos y puedo ver como sonríe felinamente mordiéndose el labio inferior con picardía y lo ruborizada que está. La temperatura de su piel aumenta paulatinamente.

Después de unos tres cuartos de hora, Carlota termina el trabajo.

–Amor, ya he terminado... –me dice tiernamente, mientras me acaricia el cabello y la mejilla.

En este preciso instante, me encuentro besándole los muslos, ya que voy besándola de arriba a abajo y de abajo a arriba. Puedo sentir el olor procedente de sus braguitas negras, ahora más intenso. Este olor a excitación, a mujer. Acabo acurrucando mi cabeza y mis brazos en sus muslos, me acaricia más el cabello y las mejillas y me da unos cuantos besos en la cabeza. Me siento excitada y a la vez relajada.

Transcurridos unos minutos, ella me da un toque suave y yo levanto la cabeza de sus muslos. Se agacha hacia mí y me besa intensamente mientras se empieza a levantar lentamente de la silla. Mientras se pone de pie, sigue aguantando mi cabeza y acariciando mi cabello y mis mejillas con su manaza. Ella de pie en posición dominante. Yo agachada, en posición sumisa. Le empiezo a bajar lentamente las braguitas negras, a la vez acariciando y besando sus muslos y sus piernas hasta que llegan a sus pies, a sus provocativas botas de plataforma. Ya en los pies, se empiezo a oler, a besar y a lamer como si no existiera un mañana, tanto las braguitas como las botas. Como ya he dicho, tengo un fetiche enorme con esto.

En un momento dado, subo otra vez mi espalda y mi cabeza, la abrazo por los muslos poniendo mis manos en sus grandes nalgas y mi boca empieza a recorrer su dulce rosa sin ningún rastro de vello deshaciéndose en llanto y súplicas por mi cariño. Mis labios, mi lengua y mi boca empiezan a recorrer su rosa del amor, su gran clítoris casi succionándolo y a introducirse en su grande y dilatada vagina, bebiendo de su caliente y abundante néctar. Mientras tanto, mis delicadas manos van acariciando y amasando con fuerza sus abundantes caderas y nalgas. Tengo mis pechos con los pezones endurecidísimos clavados en sus grandes muslos. Carlota me va acariciando el cabello y mueve las caderas cada vez con más frecuencia y sensualidad. A la vez, también con la otra mano se acaricia a si misma el cabello y las mejillas y se toca los pechos y los pezones por encima del grueso jersey granate. Tiene la piel ardiendo y suspira cada vez más fuerte. Se nota que las dos estamos cerca del orgasmo. Pasados unos veinte minutos, estalla de placer con un dulce e intenso orgasmo por lo que puedo intuir con el rubor y ardor de su piel, la rojez de su clítoris, la abundancia de sus fluidos y la intensidad de su gemido final.

Después del clímax, ella cae rendida abrazada a mí, que sigo agachada y acabamos las dos tumbadas en su cama. Entonces, se quita las braguitas que siguen bajadas hasta las botas y me las da para que se las siga oliendo y lamiendo, mientras ella me abraza y me besa las mejillas, el cuello y los labios desde detrás. Al compás de sus ardientes besos, siento como la cremallera de mi vestido empieza a bajar y como me lo quita lentamente a base de caricias en mi cuerpo y acto seguido como me quita lentamente mi sujetador negro. Entonces, siento sus manazas bien abiertas, como paraguas, posándose en mis pechos. Acariciándolos y amasándolos lentamente, estimulando con delicadeza mis areolas y mis pezones. No dejo de gemir. Me siento en el séptimo cielo.

Con un brazo y su respectiva manaza me sostiene de mi esbelta cintura y con el otro también pero posando su respectiva mano por debajo de mis medias pantis color carne y con dos de sus grandes dedos estimula mi clítoris. Empieza lentamente y por encima de mis braguitas, introduciéndose despacio por debajo de ellas hasta acariciar con delicadeza mi clítoris directamente e introducir dos y después tres de sus dedazos en mi dilatada y ardiente vagina. Tiene unos dedos tan largos y gorditos que por instinto me muevo sensualmente como si la estuviera cabalgando. Es increíble lo satisfecha que me hace sentir.

–Mmmmm... ¡Síiii...! ¡Carlota...! ¡Amor...! ¡Te amo...! ¡Hazme tuya...! ¡Toda tuya! ¡Completamente tuya! ¡¡ÁMAME!! ¡¡ÁMAME MUCHO!!

Mientras me penetra con sus grandes dedos, con la otra mano junto con su respectivo brazo, continua sosteniéndome de la cintura, haciéndome suya, presa de su voluptuosidad. Mientras tanto, seguimos besándonos y yo oliendo y lamiendo sus braguitas. Es indescriptible lo que siento. En un momento dado, siento como con la otra mano me suelta de la cintura y me introduce dos dedos en la boca. Acto seguido, sostengo su grande mano entre mis delicadas manos con dedos de pianista y empiezo a introducírmela toda en la boca. Mmmmmmm...

Transcurridos unos quince minutos, siento un intenso orgasmo apoderándose de mi cuerpo entero. Estando yo estirada delante y ella detrás, mi menudo cuerpo cae rendido abrazado a su gran cuerpo mientras continuamos tumbadas en posición de cuchara.
 
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Transcurridos unos minutos más en silencio y recomponiéndonos, Carlota se levanta, me da la mano y yo también me levanto. Se pone otras braguitas, también negras y muy sexys, unas de las tantas que he estado olfateando en soledad. Nos abrazamos con fuerza durante unos minutos. En un momento dado, retiramos nuestras cabezas del abrazo y nos miramos intensamente. Puedo observar una intensa felicidad y a la vez una profunda melancolía en el rostro de Carlota.

–La vida, los años, su paso inexorable... Clara, hay veces que yo... Pienso mucho en eso. Todo va muy rápido, cada vez hay más frialdad, individualismo, narcisismo, frivolidad, apariencias, superficialidad, materialismo, confusión. Muchas personas no quieren abrir sus sentimientos, su corazón. No quieren permitirse sentir. Se hacen las duras, pero en el fondo tienen miedo a volver a sufrir o no saben lo que quieren en su vida. Este mundo está muy insensibilizado. Y eso... Eso es muy duro, Clara. Es algo que siempre me ha entristecido... Yo... Pienso en qué será de mí en unos años... Y... Sea cual sea el camino y el destino en este mundo tan líquido, solo veo un futuro contigo... Y por lo tanto ya no pienso en qué será de «mí» sino en qué será de «NOSOTRAS». Si Dios unió nuestros caminos, no es porque sí, Clara. Tú y yo somos la una para la otra. Siempre lo hemos sido. Aunque nuestros caminos no se hubieran unido, lo seguiríamos siendo igual. Y si no se hubieran unido en esta vida, quizás en otra... Estamos predestinadas. ¿Has oído hablar alguna vez de las almas gemelas, Clara? –me dice, con los ojos cada vez más llorosos.

–Las almas más nobles, puras y sensibles, como tú, Carlota, deben permanecer en un mundo cada vez más carente de humanidad y sentimientos puros. Ya cuando te conocí supe que eras de esas pocas personas por las que merece la pena luchar y, si hace falta, arriesgar. Mi vida se reducía a trabajar, estudiar, soledad, melancolía y sensación de no acabar de encajar con el mundo hasta que llegaste tú, Carlota... Durante los primeros días de conocernos, aquellos espléndidos días de agosto, sentía que algo dentro de mí estaba cambiando, no sabía descifrar exactamente el qué, pero era una conexión muy intensa que jamás había sentido hacia nadie. Pero con el paso del tiempo y a medida que íbamos forjando un lazo más estrecho e intenso, todo me encajaba cada vez más. Cada vez era más consciente de lo mucho que tenemos en común y de lo que estamos hechas la una para la otra. Que el mejor regalo de Dios en mi vida ha sido ponerte a ti en mi camino. Desde que empecé a ser consciente de lo mucho que te amo, cuando pienso en el futuro, ya no pienso en un «yo» sino en un «NOSOTRAS» y ya no es «mi» futuro sino «NUESTRO» futuro. A mí... Me resulta imposible imaginar un futuro sin ti. Porque las almas gemelas, están destinadas por ley espiritual a unirse para volver a ser una. Sé perfectamente de lo que me hablas, Carlota.

–Te amo tanto que me duele, Clara. Pese a mi opulencia y a mi apariencia fuerte, sabes muy bien que yo siempre he tenido un fondo sentimentalmente muy sensible y frágil. Mi amor hacia ti todavía me lo ha vuelto más. En el mundo de las apariencias y del mito de la felicidad malentendida, nos venden la fragilidad y llorar como algo negativo que hay que evitar como es algo que debemos abrazar para conectar con nuestra esencia, con las personas que más amamos y con Dios. Tu amor me hace sentimentalmente más frágil y a la vez me fortalece al sentirme tan VALORADA, AMADA y LIBRE como me haces sentir –me dice, llorando.

Abrazo fuertemente a Carlota y amaino su llanto. En contra de las ideas preconcebidas que se puedan tener, el hecho de que una persona sea Asperger no quita que sea sensible y sentimental. Carlota lo es, y mucho, sobre todo teniendo en cuenta su traumático pasado, marcado por maltratos. Quizás lo es en sobremanera, más que yo incluso. Y no es nada malo. Es sano mostrar tus sentimientos. Es sano llorar todas las veces que haga falta, y aún más en los brazos correctos. Y eso no quita a la mujer fuerte y luchadora que es. Su pena es también mi pena. Su llanto también es mío. Las dos lloramos abrazadas.

–Tu amor me hace sentir más viva, más sensible y mejor persona. Es tanto lo que te amo que a veces lloro a solas con solo pensar en tu mirada, en tu sonrisa, en tu tierna voz, en tu manera de ser, en lo amada y protegida que me haces sentir, en lo hermosa que eres, interior y exteriormente... EN TI. En ti y en lo mucho que me dolería tu ausencia. Tu amor es como respirar aire puro y fresco contemplando el precioso mar azul iluminado por un cielo soleado. Como aquel precioso día de agosto que te vi por primera vez en la playa de aquel hermoso pueblo de la Costa Brava. Y allí estabas tú, sentada en un banco, tan hermosa como siempre. Tenías las pupilas, junto con tus gafas, clavadas en un gran libro muy interesante sobre arte románico, lo que me hizo pensar que, al igual que yo, eres una apasionada del arte, así como también de la historia y a decir verdad no me equivoqué en absoluto. No fue aquel día el que te empecé a hablar, quizás por timidez, no lo sé, pero sí que al verte por primera vez quedé sumamente prendada de tu belleza y de tu sensualidad. A aquel grupo con el que convivíamos, a mucha gente, por los comentarios que escuchaba, les parecías un tanto diferente, algo con lo que yo me sentí identificada como Asperger que soy. Escuché más de un comentario desagradable y haciendo burla sobre ti y mi instinto fue callar las bocas a cierta gentuza cobarde por burlarse de ti, y aún más a tus espaldas, hasta el punto de acabar a gritos y a insultos con más de uno y más de una. Y eso sin apenas conocerte, tan solo de vista. Y aun así sin conocerte ya sentía que si te ofenden a ti, también me ofenden a mí. Esas tres cosas impulsaron mi deseo de acercarme a ti, de conocerte. Recuerdo que a mucha gente les parecíamos extrañas tú y yo sin ni siquiera molestarse en conocernos al menos un poco. Eres la persona más hermosa, fuerte y valiente que he conocido en mi vida, Carlota. Para mí eres una guerrera, una luchadora que a pesar de todo el dolor ha salido adelante. A la vez, la persona más noble, tierna y sensible, sin ningún reparo en mostrar sus sentimientos y que algunas veces es una cualidad que te ha traído problemas, pero no por tu culpa sino por la superficialidad y la maldad de la gente. Eres lo mejor que me ha pasado, Carlota, eres la suerte de mi vida. Te amo y te amaré el resto de mis días.

Entonces, ella me mira con un gran brillo en su triste mirada, me acaricia el cabello y las mejillas y me besa intensamente en los labios. Mientras nos besamos, caemos rendidas en su cama y nos dormimos abrazadas.
 
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