Calor Y Deseo I

sonyspeed

Virgen
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May 17, 2008
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Es una anciana – le dijo su hermano Ángel burlonamente.
Pero para Fran, Gema no era una anciana, en realidad era una hermosa mujer que le habêa dado los mejores momentos de su vida.
- No es ninguna anciana, y déjame ya – le pidió Fran a su hermano con fastidio.
Aún podêa recordar la primera vez que vió a Gema desnuda. Era una noche de verano en la que no podêa dormir, hacêa ya unos seis meses. Estaba desnudo sobre la cama, el calor no le dejaba dormir, asê que decidió levantarse. Se acercó a la ventana abierta que daba al patio interior del edificio, entraba un agradable aire fresquito, asê que se quedó allê observando. Al cabo de unos segundos vió que la luz de la habitación de enfrente, la de su vecina Gema se encendêa. La persiana estaba abierta, pero la vecina ni siquiera se molestó en cerrarla, quizás pensó que a aquellas horas de la noche los chicos de enfrente estarêan ya dormidos. Pero no era asê, Fran estaba despierto, aunque ahora, al ver la luz encendida, se habêa escondido al lado de la ventana, tras la cortina que estaba también abierta. Observaba como Gema se movêa por la habitación. Vió que acababa de dejar el bolso sobre la cama y se estaba quitando los zapatos. Llevaba un vestido estrecho y corto que resaltaba sus hermoso cuerpo de mujer. Fran observaba quieto, sin hacer el más mênimo ruido; no querêa que ella se diera cuenta que la observaba. Poco a poco, Fran vio como Gema se iba desnudando, como se quitaba el vestido dejándolo sobre una silla, luego el sujetador, las braguitas y cuando vio aquel hermoso cuerpo de perfectas curvas desnudo, no pudo evitar que su sexo se excitara. Gema se acostó en la cama totalmente desnuda, apagó la luz general, aunque dejó encendida la pequeña lámpara que tenêa en la mesita, lo que le daba un reflejo especial a su piel morena haciéndola más hermosa, eso aún excitó más a Fran haciendo que entre sus piernas creciera una hermosa erección, lo que le obligó a seguir observando a aquella bella mujer, a pesar de que algo en su interior le decêa que no deberêa, porque aquello no estaba bien.
Gema empezó a acariciarse suavemente el cuerpo, necesitaba desahogarse, estaba excitada y… sus manos empezaron a rozar su piel, sus senos, su vientre, hasta que llegaron a su sexo húmedo y lleno de deseo. Fran al ver aquello aún se excitó más, y su imaginación empezó a volar, de modo que podêa sentir aquella piel caliente y ardiente bajos sus labios, y aquellas delicadas manos acariciando su sexo. Ambos empezaron a masturbarse, suavemente. Fran lo hacêa siguiendo el ritmo lento que Gema imprimêa a sus propias caricias y no tardó mucho en correrse, y pringar parte de la pared con su espeso semen. Gema tardó un poco más en alcanzar el orgasmo, pero no mucho y la imagen que Fran vió de ella al obtenerlo, fue maravillosa, con esa expresión de felicidad tan hermosa dibujada en su cara.
Aquella noche fue la primera de muchas en que Gema y Fran compartieron deseo y felicidad sin que ella lo supiera. Y a partir de aquella noche, Fran empezó a soñar con poseer a aquella mujer, tenerla en sus brazos y ser suyo, pero le parecêa tan inalcanzable; seguro que una mujer madura y tan guapa como ella, jamás se fijarêa en él, pensó Fran.

Gema entró en su piso frêo y solitario; estaba cansada, pero no era un cansancio fêsico sino más bien psicológico, acababa de cumplir treinta y ocho años y aún seguêa soltera. Soltera y triste, se sentêa. Por enésima vez su ligue de aquella noche no habêa llegado más allá de cuatro besos mal dados. Estaba harta, harta de buscar, harta de esperar al hombre de su vida y que este no llegara. Entró en su habitación; hacêa un calor terrible, sentêa su piel empapada y su ropa pegada, y además del calor fêsico, tenêa otro tipo de calor, el calor producto del deseo de satisfacer sus más bajos instintos sexuales. Se acercó a la ventana y abrió las cortinas, "Total" pensó, "a estas horas todos duermen y necesito aire", ni siquiera se le ocurrió que quizás los chicos de enfrente pudieran estar despiertos una noche calurosa como aquella, sólo pensaba en las ganas que tenêa de desahogarse. Se desnudó despacio y con calma, quitándose las prendas una a una y cuando por fin estuvo totalmente desnuda se tumbó sobre la cama y empezó a acariciarse suavemente, primero las tetas, sobándolas y palpándolas, luego descendiendo hasta su sexo y adentrando sus dedos entre los pliegues de su húmedo sexo que ansioso esperaba ya aquellas caricias. Introdujo sus dedos entre los femeninos pliegues y buscó el mágico botón del clêtoris empezando a masajearlo dulcemente. Enseguida, todo su cuerpo comenzó a convulsionarse al sentir el maravilloso placer que le producêan aquellas caricias, y buscó la imagen de un hombre, un hombre que la atrajera, que la hiciera soñar con el mejor polvo de su vida; y sin saber como ni porqué apareció aquel chico, su vecino Fran, al que aquella mañana habêa visto en el portal sin camiseta, y al que, en ese preciso instante, habêa deseado, imaginándose como serêa follar con él. Mientras su dedo hurgaba entre sus pliegues y le arrancaba gemidos de placer, su mente estaba con aquel muchachito, sintiendo como la follaba salvajemente, como si fuera una puta, sobre aquella misma cama. No tardó en empezar a sentir el orgasmo llenándola, inundándola y haciéndola explotar en una felicidad extraordinaria. Tras aquel mágico momento se puso el camisón, apagó la luz y trató de dormir.

Fran se sentêa feliz, feliz de poder contemplar aquel maravilloso espectáculo de vez en cuando, cada noche solêa esperar a que Gema apareciera, escondido en la oscuridad de su habitación, y cuando ella llegaba, se asomaba sigilosamente a la ventana y observaba como se desnudaba, como se daba placer, como disfrutaba de los secretos de su propio cuerpo. Luego imaginaba, imaginaba que era él quien la poseêa mientras ella misma se daba placer, imaginaba que algún dêa entrarêa en esa habitación y la harêa suya. Imaginaba… tantas cosas, hasta que llegó aquel dêa en que todo cambió. Aquel dêa se la encontró en el portal, al parecer venêa de la compra e iba cargada. Él amablemente, se ofreció a ayudarla. Ella aceptó, hacêa calor y cargar con el carro ella sola hasta el primer rellano donde estaba el ascensor se le hacêa pesado. Fran agarró el carro por detrás y Gema por delante. Y empezaron a subir. Una vez dentro del ascensor ella musitó:
- Hace calor hoy.
- Sê – respondió Fran, sin casi haberse dado cuenta de lo que decêa ella, pues andaba perdido dentro de aquel maravilloso escote que tenêa delante que le dejaba imaginar la redondez de aquellos perfectos senos femeninos que tantas veces habêa visto desnudos a lo largo de aquel verano.
- ¿Salimos? – Preguntó Gema viendo la mirada de cordero degollado que el muchachito le estaba echando - ¿O prefieres que nos lo montemos aquê dentro? – Preguntó ella descarada. En realidad Gema era asê, si un hombre la miraba con deseo no le avergonzaba hacérselo notar a él.
- ¿Eh, que? – Respondió por fin Fran avergonzado y poniéndose rojo como un tomate.
- Que ya hemos llegado a nuestro piso.
- ¡Ah, sê, ya, perdón!
Fran abrió la puerta y salieron del ascensor.
- Gracias – dijo Gema.
- De nada – respondió Fran – ha sido un placer – y empezó a rebuscar las llaves en sus bolsillos, mientras Gema sacaba las suyas del bolso que llevaba – vaya – dijo finalmente Fran al comprobar que no las llevaba – ostras.
- ¿Qué pasa? – Preguntó Gema
- No encuentro mis llaves, creo que me las he dejado en casa y ahora no hay nadie – respondió Fran con cara de fastidio.
- Bueno, si quieres puedes esperar en mi casa hasta que vengan tus padres o tu hermano.
Fran se alegró de oêr aquello, pero también se sintió nervioso porque por primera vez desde el dêa que la descubrió en su habitación masturbándose, iba a estar a solas con ella en su casa.
- Bueno, sê, será lo mejor – aceptó el jovencito.
Gema abrió y ambos entraron.
- Pasa y acomódate en el sofá, yo voy a dejar esto en la cocina – le indicó Gema al muchachito.
Este dejó la mochila junto a la puerta del comedor y se sentó en el sofá mientras veêa como Gema se perdêa por el pasillo en dirección a la cocina, arrastrando aquel cargado carro.
Unos minutos después Gema salió al comedor. Se habêa cambiado y llevaba unos pantalones cortêsimos que dejaba entrever el nacimiento de su culito y una camiseta muy ajustada, para Fran fue casi imposible no quedarse embobado observándola.
- ¿Quieres tomar algo? – Le preguntó
- Bueno – respondió él, têmido. Se sentêa avergonzado porque ver a aquella mujer con aquella ropa lo habêa excitado y habêa hecho que su pene se pusiera en pie de guerra.
- ¿Una coca - cola? – Le preguntó ella, viendo el evidente bulto que crecêa entre sus piernas, lo que la hizo sentir halagada.
Y mientras iba de nuevo a la cocina, pensó que aquello era como una inyección que le subêa la moral, porque saber que a sus 38 años aún podêa excitar a un jovencito de 20 la llenaba de orgullo. Incluso se sentêa excitada, y de repente, una luz se encendió en su mente, ¿y sê probaba...?
Sacó una cola de la nevera y un vaso del armario y volvió al salón. Fran seguêa en el sofá, con la mano entre sus piernas, tratando de taparse cada vez la más evidente erección que abultaba en su tejano.
- ¿Te pasa algo? – Preguntó Gema sentándose a su lado y dejando la cola y el vaso sobre la mesa que habêa frente al sofá.
- No, nada, es que… tú… - trató de responder Fran, que se morêa de ganas por decirle a Gema que era preciosa, pero no sabêa como.
- ¿Yo, qué? – Dijo Gema acercándose a él y apoyando su mano sobre la pierna del muchacho, lo que hizo que este aún se excitara más.
- Es que tú, eres… preciosa – soltó por fin Fran.
- Vaya, gracias. Tú también eres muy guapo, seguro que tienes a todas las de tu clase rendidas a tus pies.
- No, que va, yo… no… soy un patoso con las chicas – se excusó Fran que cada vez se sentêa más incómodo con aquella situación.
Querêa echarse sobre Gema, hacerla suya y darle todo aquel placer que solêa darse a solas en su habitación, pero a la vez se sentêa intimidado por ella, por su hermosura, por su cuerpo, y no sabêa como entrarle, como decirle que hacêa tiempo que se morêa por estar con ella.
- Venga ya, no me digas eso – dijo Gema pegándose cada vez más a él, tratando de provocarlo, de hacer que aquel deseo que habêa visto en sus ojos saliera por fin de su interior y se atreviera a darle aquel beso que tanto deseaba.
- Sê, yo… - Su corazón iba a cine por hora al tener la cara de aquella mujer tan pegada a la suya.
Y en realidad no supo si fue ella o él mismo o el deseo que volaba entre ambos lo que hizo que la cogiera por la nuca, acercara sus labios a los de ella y la besara apasionadamente.
Cuando Gema sintió los labios del chico quemando los suyos, empezó a sentir como su piel ardêa, como crecêa el deseo y como poco a poco sus manos desabrochaban el cinturón del chico y sus pantalones.
Sus bocas se separaron e inocentemente Fran preguntó:
- ¿Qué haces?
Gema dirigió uno de sus dedos a la boca del chico y haciéndole callar le dijo:
- Nada que no quieras que haga, porque sé que lo deseas tanto como yo.
Fran suspiró como si confirmara lo que ella acababa de decir, dirigiendo sus manos a los firmes senos de la mujer. Hacêa tiempo que deseaba tocarlos, sentirlos entre sus manos y manosearlos como estaba haciendo ahora, por encima de la camiseta.
- Espera, espera – musitó Gema levantándose del sofá.
Cogió al chico de la mano y lo llevó hasta la habitación donde tantas veces la habêa visto satisfacerse. Fran no podêa creerlo, después de tantas noches compartiendo aquellos momentos tan êntimos con ella, escondido tras las cortinas de su habitación, ahora serêa él quien le diera aquel placer que buscaba a solas.
Una vez allê, de pie junto a la cama, Gema volvió a besarlo. Sus manos recorrieron la espalda del chico y este, nervioso y excitado, trató de corresponder aquel besos apretando a la mujer contra sê. Luego ella se sentó en la cama, haciendo que el chico quedara frente a ella, terminó de desabrocharle el pantalón y lo dejó caer al suelo. El bulto que tenêa ante ella era hermoso, y parecêa llamarle a gritos, incluso pudo ver la punta del glande saliendo por la goma superior del slip. Acercó su boca sedienta a aquel sexo abultado y lo mordió levemente por encima de la tela. Fran se estremeció, era la primera vez que una mujer le hacêa algo asê. En realidad, estaba seguro de que aquella serêa la primera vez que harêa muchas cosas que nunca antes habêa hecho, porque su experiencia sexual se limitaba a un par de encuentros con un par de amigas y a su primera experiencia con una prostituta. Gema cogió la goma del slip tirando hacêa abajo, y deslizándolo por las piernas del chico, hasta que fue a parar al mismo sitio que los pantalones, a sus pies. Eso hizo que el miembro del chico apareciera tieso y altivo apuntando a la boca de la mujer, que sin pensárselo dos veces, lo tomó con una mano, y lamió el glande con suavidad. Fran volvió a estremecerse, si seguêa asê, seguro que en nada se iba a correr y no podêa permitir que eso pasara, por eso decidió que lo mejor serêa pensar en otra cosa, distraerse quizás, pero le era imposible hacerlo teniendo aquella mujer entre sus piernas, lamiendo su pene como si fuera un helado. Gema se afanaba en dar placer al muchachito, pasando la lengua por el tronco, llegando a la base y volviendo luego al glande para metérselo en la boca y chuparlo como si fuera el más deliciosos manjar. Ambos se sentêan en la gloria. Ella, porque no podêa creerse que estuviera en su habitación a punto de hacerlo con un jovencito de 20 años y él porque estaba con la mujer de sus sueños, aquella que habêa ocupado sus más satisfactorias pajas en los últimos 20 dêas.
- ¡Oh, para! – Musitó Fran a punto de correrse tirando del pelo de Gema.
Esta, apartó su boca y tumbándose sobre la cama se quitó primero la camiseta y luego los pantaloncitos bajo los que no llevaba nada más. Fran se quedó alucinado ante aquel bello y erótico cuerpo femenino lleno de curvas que le llamaban a gritos. Luego Gema se dio la vuelta y se puso en cuatro para dirigirse al centro de la cama, cuando oyó como Fran suspirada y le decêa:
- Estás increêble asê, guau, que culo tienes
Gema rió ante aquellas palabras que parecêa le habêan salido del alma al hermoso joven, y al girarse vió la enorme erección que tenêa entre las piernas, aquel miembro parecêa vibrar, desearla como nunca nadie la habêa deseado antes y eso la hacêa sentirse satisfecha.
- ¿Quieres hacérmelo asê? – Preguntó la mujer a Fran, mirándolo con picardêa.
- Buff, sê – musitó Fran.
- Bien, pues venga – lo animó ella al ver que Fran permanecêa quieto sin saber que hacer.
- ¡Oh, sê! - Dijo él arrodillándose tras ella.
Al hacerlo su sexo erecto rozó la húmeda vulva de ella y ambos se estremecieron. Luego deslizó su mano hacêa aquel húmedo refugio y empezó a acariciarlo, mientras se recostaba sobre la espalda de Gema. Gema gimió al sentir aquellos dedos adentrarse en los pliegues húmedos de su vulva, y sobre todo al notar como alcanzaban el mágico tesoro que escondêa su clêtoris. Sintió como aquellos dedos marcaban cêrculos sobre él y como lo masajeaban suavemente, mientras Fran gemêa en su oêdo y restregaba su imperial verga contra su culo. El calor iba en aumento en aquella habitación en la misma proporción que lo hacêa el deseo y la pasión que los arrastraba.
- ¡Buff, métemela ya! – Suplicó Gema sintiendo como el deseo le ardêa entre las piernas. Necesitaba sentirse llena, necesitaba tener a aquel jovencito entre sus piernas fuera como fuera.
Y Fran también deseaba sentirse dentro de ella, poseerla y hacerla suya, por eso no se hizo de rogar. Se apartó ligeramente, guió su pene erecto hacêa la húmeda cavidad femenina y la colocó a las puertas, luego despacio fue introduciéndola, sintiendo como aquel sexo femenino adquirêa las dimensiones de su pene y lo cobijaba dándole calor y placer.
Al sentir como aquel pene la invadêa, Gema empezó a moverse a la vez que gemêa. Por fin se sentêa llena, por fin era feliz, por fin tenêa a un hombre dándole placer. Fran, aunque torpemente, también se movêa empujando, tratando de penetrar a aquella hermosa mujer una y otra vez, y mientras lo hacêa acariciaba sus senos y besaba su nuca. Se sentêa dichoso de estar allê dándole placer, siendo él el que hacêa que gimiera, que se convulsionara, que pidiera más, porque eso era lo que hacêa Gema, pedêa más y más, le suplicaba que no parara, que se moviera y que le diera su verga más y más profundamente y él lo hacêa, empujaba una y otra vez, y otra, cada vez con más fuerza, con más ahênco, a la espera del ansiado orgasmo que no tardó en llegar. En pocos segundos, ambos empezaron a gemir cada vez más fuerte y a convulsionarse, Gema en lugar de pedir más sólo gemêa que sê, sê, sê, y Fran gemêa en su oêdo haciendo que esta se excitara aún más sintiendo como aquella hinchada verga la penetraba sin descanso y se hinchaba dentro de ella cada vez más y más y más, hasta que finalmente se descargó justo en el mismo instante en que sentêa como la femenina vagina se convulsionaba alcanzando el orgasmo y Gema emitêa un conocido y largo gemido de placer que sólo cesó cuando ambos dejaron de convulsionarse y vencidos de placer se echaron sobre la cama uno al lado del otro.
Durante unos segundos ambos permanecieron callados, hasta que finalmente fue él el que preguntó:
- ¿Ahora que?
Gema lo miró.
- No sé, ahora quizás deberêas irte a tu casa, seguro que ya hay alguien.
- Ya, pero… me refiero a nosotros – musitó él como si temiera hacer aquella pregunta.
- No sé, anda, vêstete y vete – dijo ella, como si quisiera evitar pensar en todo lo que acababa de suceder.
Fran prefirió no insistir, dejarla sola, quizás más tarde o al dêa siguiente todo estarêa más claro, por eso se vistió y salió de la habitación, mientras Gema se quedaba tumbada, hecha un ovillo, y preguntándose a si misma como habêa podido caer rendida a los pies de aquel jovencito.
Lo malo es que le habêa gustado, se habêa sentido feliz y querida por unos instantes y la frustración que habêa sentido en los últimos dêas habêa desaparecido, pero… él era tan joven y ella… ella ya no era una niña.

Pasaron los dêas, dêas en que ninguno de los dos se atrevió a ir a buscar al otro, dêas en los que se rehuêan, ella porque sentêa que todo aquello habêa sido una especia de locura y él porque no se atrevêa a enfrentarse de nuevo a ella y decirle que habêa sido la mejor experiencia de su vida y que cada noche soñaba con ella, con poseerla otra vez. Pero lo inevitable sucedió, justo un dêa antes de que él se fuera de vacaciones se encontraron inevitablemente en el ascensor y…
 

ppedro3

Virgen
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Me gustó la historia los detalles y sobre todo la forma de hacerlo, buen arte felcititaciones
 
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