Bosque de Sauces

mamachochos

Virgen
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Mm exlente tema lastima q tubo un final n poco trágico pero va bien continua
 

cerox

Virgen
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Gran relato, felizidades espero la continuacion
 

elvergador

Pajillero
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pues nunca me a gustado los relatos de niñas de esa edad pero estuvo bien
 

xan22

Virgen
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Todo comenzó hace un año. Llevaba 10 años de casado, un trabajo estable, una casa, un auto, una esposa llamada Clotilde (Clo) y una hija única muy regalona de nombre Pía. Al llegar el octavo año, la relación con mi mujer se enfrió notoriamente, al punto que en el noveno año, no me dejaba tocarla. Era lógico sospechar que podría serme infiel. Asi que un día, cuando ella y mi hija salieron a casa de sus abuelos maternos, mandé instalar muchas cámaras de vigilancia ocultas por toda la casa, con la desventaja de que no tenían sonido. Deje que grabaran durante una semana, recogí las cintas y me encerré en la oficina para ver.
Ya una vez instalado, no tuve que esperar mucho para empezar a ver algo. A los pocos minutos, en nuestro dormitorio apareció mi mujer vestida con una lencería erótica que no le conocía, detrás de ella apareció hombre muy joven de raza negra, totalmente desnudo. Era mucho mas alto que yo, midiendo no menos de 1.95m, tenía un cuerpo muy atlético, con músculos grandes, tensos y bien marcados, espaldas anchas y pectorales fuertes y amplios, sus brazos y piernas eran muy musculosos y poseía un pene que en reposo, debía medir no menos de 19 cms.
Mi mujer le coqueteaba, sonreía y bailaba lento y sensual, mientras él la observaba sonriendo y meneando su pene, el cual crecía rápidamente. Mi mujer le ayudó, agarrándoselo y dándole una paja suave. El negro le agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás, comiéndole la boca, el cuello y las tetas con besos ardientes y lentos, mientras le rozaba los muslos y la concha con su herramienta dura.
La furia me cortó el aliento, sentía como las venas de las sienes me palpitaban con fuerza y una ira se estrangulaba en mi garganta. Se confirmaban así las sospechas sobre la infidelidad de mi esposa. Y, con todo lo que había visto, aún me esperaba lo peor.
Mi mujer, con una sonrisa de oreja a oreja, agarró del pene al muchacho negro y se lo llevó caminando chistosamente, hasta el borde la cama, se sentó en el borde de ésta y se metió su pene duro en la boca. No podía competir con un pene de ese tamaño y grosor… mas del doble que el mío en todas las medidas… al menos unos 24 cms de largo. Quedé destruido.
Mi esposa besaba, lamía, mordisqueaba y chupaba ese pene con devoción y verdadero amor, cuando de pronto… apareció mi hija Pía. Estaba vestida con su polera rosada que le servía de pijama. Se suponía que estaba en el colegio. Para mi sorpresa, mi hija no se intimidó ni se sorprendió al ver la escena… mas bien parecía que la situación le era familiar.
Mi mujer no se alarmó al ver a su hija entrar y verla dándole sexo oral a otro hombre. Miró a Pía y esbozó una amplia y maliciosa sonrisa y, con una mano palmeó la cama invitándola a sentarse junto a ella. Mi hija le devolvió la sonrisa, se quitó la polerita quedando totalmente desnuda y dando saltitos de alegría se sentó al lado de su madre. Algo le dijo ella y ambas rieron de buena gana. Sentí nauseas, temiendo lo que se me venía.
Clo siguió besando y lamiendo la potente herramienta del desconocido, mi hija se paró sobre la cama y de puntillas abrazó al joven por el cuello y comenzó a besarlo de forma romántica. El negro con una mano sujetaba la cabeza de mi esposa y con la otra se engarfió en el culo de mi niña, masajeándolo y refregando sus dedos entre sus nalgas. Mi hijita, mi princesa de 8 años, lejos de comportarse como una señorita, arqueó la espalda, hundió su lenguita en los gruesos labios del hombre y paró su colita facilitándole el trabajo al chico.
Un agudo dolor de estómago me hizo doblar el cuerpo y los ojos se me llenaron de lágrimas. Mi familia estaba destruida y era culpa de mi esposa, la propia madre de mi hija, que se había vuelto loca y comenzó a pensar con la vagina en vez de que con el cerebro. Y pagaría las consecuencias… oh, si… lo pagaría muy caro.
Clo dejó de chupar al negro, le dijo algo a Pía y ésta volvió a sentarse junto a su madre, la cual le ofreció el miembro con una mano, invitándola a chuparlo. Se notó enseguida que aquella no era su primera vez y mucho de lo que hacía era calcado a como chupaba su madre.
Miraba el pene fijamente, lo palpaba y acariciaba con ternura, le besaba como besaba sus labios, le lamía todo el tronco, lo mordisqueaba con cautela y se mordía los labios al sentir su caliente dureza. Sólo después de eso se metía el glande dentro de la boca y hundía sus mejillas con la fuerza de su succión. Su cabeza subía y bajaba con el glande adentro, a veces se lo sacaba, lo miraba directo a los ojos y, con los dientes le raspaba la puntita, haciendo que el negro se retorciera riendo, y ella reía también.
Estuvieron así unos minutos, cuando mi mujer le dijo algo al chico, se tendió sobre nuestra cama matrimonial, separó sus piernas hasta dejarlas totalmente horizontales a sus caderas y con sus dedos abrió su concha. El negro sacó su pene de la boca de mi hija y se la enterró dentro de la vagina de mi esposa, todo y de un solo golpe. Mi mujer echó la cabeza para atrás, puso las puntas de los pies sobre la cama y levantó sus caderas para profundizar la penetración.
Nada le borraba la enorme sonrisa de la cara, miraba fijamente el rostro del negro y bajaba su mirada hacia los marcados abdominales y su gran pene, entrando y saliendo una y otra vez, sin cesar. Se mordía los labios y se pellizcaba los pezones, moviendo su cintura en círculos. El negro miró a mi hija que no hacía nada, y le dijo algo. Ella sonrió y miró a su madre, avanzó hacia ella y le dio un fogoso y tierno beso francés. Mi mujer la abrazó y le devolvió un beso sucio, baboso y con mucha lengua.
Aquello excitó aún mas al negro quien redobló la fuerza y velocidad de las clavadas. Mi mujer se revolcó en la cama, le dijo algo y mi hija y ésta se montó sobre la cara de su madre, refregándole vigorosamente su entrepierna sobre los labios. El negro estaba vuelto loco, penetraba a mi mujer a una velocidad impresionante, sudaba entero y jadeaba notoriamente.
Estuvieron así por espacio de 15 minutos, entonces el negro dijo algo y se salió de la concha de mi esposa. Mi hija saltó desde la cara de mi mujer hasta el borde de la cama, se abrió bien de piernas y ofreció su vaginita al durísimo miembro negro. Este le hizo una seña a mi mujer, la cual se arrodilló sobre la conchita de mi hija y hundió su cara en ella. Pía se mordió los labios, echó la cabeza para atrás y comenzó a mover sus caderas en círculos. El negro no cesaba de pajearse lentamente.
Pasados unos minutos, el negro dio una orden y mi esposa dejó la vaginita de su hija, se colocó sobre ella haciendo un 69 y con sus dedos, la abrió de par en par, ofreciéndosela a su amante. Este agarró su glande, lo acomodó sobre la vaginita, la refregó un par de veces y empezó la lenta penetración. La diferencia de tamaños era radical y, lógicamente, sólo le pudo meter la cabeza e inició el vaivén, en donde le sacaba todo el glande y se lo volvía a meter. Mi niña, mi princesita, no daba muestras de dolor, por el contrario, miraba el atractivo rostro del muchacho, su escultural cuerpo, sonreía con la mirada brillosa por tanta excitación y se mordía los labios con rabia, levantando el labio superior.
El joven resoplaba como un toro caliente, viendo como mi esposa se ocupaba de lamer el clítoris de nuestra hija. La carga de morbo era tan intensa que a los pocos minutos, el negro comenzó a tener los estertores que avisan la eyaculación. Dijo algo y sacó su pene completamente de la vaginita, mi mujer levantó las caderas de Pía y con sus manos abrió sus mullidas nalgas, mi hija hizo un esfuerzo y relajó su esfínter.
El negro escupió sobre el agujero y enterró de un golpe la punta de su hinchado glande, iniciando un vaivén corto y suave, mientras su mano pajeaba el tronco duro. Mi hija ni siquiera sintió una molestia, seguía sonriéndole al joven, lo abrazó con sus bonitas piernas alrededor de su culo y se dejaba encular de lo mas feliz. Pocos segundos después, el negro echaba la cabeza para atrás y sus caderas se movieron con u ritmo desordenado y rápido.
Un abundante chorro de semen líquido saltó desde el ano de mi hija, la cual dio un gritito y levantó sus caderas. El negro se salió de ella y siguió eyaculando. Mi esposa y mi hija se arrodillaron ante él y sorbieron con voraz apetito los últimos restos de semen, se besaron entre ellas y la saliva mezclada con semen escurrió por sus caras. Rieron animadamente entre ellas, mientras el negro estrujaba su pene tirándole sus últimas descargas.
Se veía claramente que aquello no había terminado ahí, pero ya había visto y grabado lo suficiente. Llamé al celular de mi esposa avisándole que volvía a casa en pocos minutos. El negro se vistió rápidamente y se fue. Ambas lo despidieron con un beso apasionado. Después se ducharon, se cambiaron ropas y ventilaron bien el dormitorio matrimonial.
Antes de ir a casa, hice una copia, pasé a denunciarla ante las autoridades y les mostré el vídeo. La policía me acompañó para arrestarla. Al verme llegar acompañado de la ley, ella creyó que yo había hecho y, se dio el lujo de llamarme la atención a los gritos. Un puñetazo en su cara la calló, la lancé un metro para atrás y quedó inconsciente. Le quebré la nariz y le volé 2 muelas y los dientes frontales. Me arrestaron claro, pero salí al día siguiente. El juicio llevó apenas 6 meses.
Mi ex – esposa tenía el juicio perdido desde un comienzo. Le mostré el vídeo a todos sus familiares y amigos, destruyéndole su vida social. El fiscal le ofreció un trato a mi mujer, una rebaja de condena si entregaba al negro, quien se había enterado del escándalo y huía de la policía. Y mi mujer lo traicionó a ojos cerrados. Ella recibió 10 años por incesto, corrupción de menores y abuso sexual. A los pocos días, las otras presas se enteraron de su delito y le dieron una violenta golpiza. El negro recibió 15 años por violación a menor de edad, y lo asesinaron a los pocos meses dentro de la cárcel, cuando los otros presos supieron su crimen.
Mi hija Pía quedó bajo mi cuidado, fue sometida a un tratamiento psiquiátrico y nos olvidamos de su madre. Nos mudamos a una linda parcela de agrado y nuestra relación padre – hija se tornó fría y distante. Su madre le había lavado el cerebro, diciéndole que yo era un mal padre, que no sentía amor por ninguna de las dos y que por eso tuvo que buscar amor en el negro, y la corrompió iniciando su vida sexual con él. Mi niñita terminó enamorándose perdidamente del joven, fuerte y muy atractivo joven amante de su madre.
Muchos meses tardamos el psiquiatra y yo en convencerla de que su madre y su amante eran unos depravados, y que ella había sido víctima de ambos. Finalmente entendió, pero… ocurrió algo que no había previsto. Durante el juicio mi mujer afirmó que esto venía pasando desde hace pocas semanas, cosa que no creí. Uds saben que, cuando te iniciaste en el sexo, después pasa a ser una necesidad, y mi dulce hijita ya había tenido sexo bisexual. Calculé que ello estuvo pasando al menos por dos años, y ahora ella no había tenido sexo por 6 meses. Y 6 meses sin sexo, te dejan con un hambre feroz.
Una mañana, bien temprano, mi hija tocó la puerta de mi dormitorio y entró vestida con la polerita rosada que usaba en el vídeo que grabé. Le pregunté preocupado que le pasaba y, por toda respuesta, ella se sacó la polera por encima de su cabeza. No traía nada debajo. Verla desnuda, me produjo una extraña sensación.
Me dí cuenta que, con sus 9 añitos recién cumplidos, su cuerpo estaba mucho mas desarrollado. Y era muy hermosa, mucho más que su madre. Alta y espigada, con un bonito tono de piel almendrado, largo cabello liso negro que le llegaba a la mitad de la espalda, rostro anguloso y con rasgos finos y femeninos, unas tetillas que comenzaban a nacer, un abdomen plano, piernas largas, con muslos gruesos y bien torneados, un culo grande en forma de pera, dotado de nalgas gordas, redondas y bien paraditas y su vaginita tenía labios mullidos, rojos y mojados… y su clítoris estaba muy erecto, al igual que sus oscuros pezoncitos. Y de ella emanaba una fuerte aura de mujer hambrienta y experimentada.
_”Tu me amas, ¿verdad papito?”, me preguntó con un tono juguetón y erótico.
_”Si, por supuesto”, le contesté aturdido y somnoliento,
_”Entonces… demuéstramelo…”, replicó con un tono agresivo y desafiante.
Creo que está completo.
 

epale62

Virgen
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Hija de Gata caza raton. jajaja Muy bueno Gracias
 
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