Bosque de Laureles

blackjack5

Virgen
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Jun 22, 2012
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Muy buen relato espero seguir viendolos y que ya no los borren, cambiaras de plataforma para seguir tus relatos??
 

xan22

Virgen
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Oct 31, 2013
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Todo empezó hace 6 meses, cuando conocí a Irma, una compañera en mi nuevo trabajo. Tenía 32 años y era madre soltera. Era muy atractiva y había tenido un par de aventuras con algunos jefes asi que creí que no me iba a tomar en cuenta pero, para mi gran sorpresa se me fue acercando y con el tiempo iniciamos una amistad que terminó rápidamente en varios encuentros sexuales. Finalmente nos hicimos pareja.
Irma vivía sola con su hija Ema, (+) en una parcela de agrado, rodeada de otras parcelas y con un bosque de laureles en el centro de todas las parcelas. Su hija Ema de 9 años, era mucho mas hermosa que su madre. Muy alta para su edad, con un cuerpo delgado, espigado, con una piel de tono mate - bronce y de formas armoniosas, largo cabello rizado de color trigueño claro, rostro con forma ovalada, grandes y expresivos ojitos color turquesa y de mirada felina, nariz fina y labios gruesos y bien delineados. Dentro de su cuerpo destacaban sus piernas dotadas de muslos gruesos y bien torneados y su colita grande, con forma de durazno, con nalgas gordas, redondas, firmes y bien paraditas. Una colita perfecta.
Tenía una personalidad exuberante, alegre, juguetona, en extremo tierna, inteligente, observadora, coqueta y sensual. Gustaba usar ropas coloridas, cortas y ajustadas, miraba los vídeos de modelos y caminaba (5) como ellas lo hacían en la pasarela. Irma estaba orgullosa de su hija porque además era una excelente estudiante.
No me costó congeniar con Ema, cosa que a Irma le sorprendió mucho pues, con todos los otros novios que ella había llevado a casa se mostró muy arisca y fría. En poco tiempo me gané la confianza de Irma y comenzó a dejarme a solas con su niñita. Pasaron unos meses y ambas me invitaron a vivir con ellas, y la niña comenzó a decirme papá… y todo iba bien, pero una tarde todo cambió de golpe.
Irma estaba en la cocina preparando el almuerzo, y yo y Ema estábamos en su dormitorio, en el segundo piso, ayudándola con unas tareas. La niña vestía un vestido corto y ajustado, y estaba sentada a mi lado. (6) Comenzó a hacerme cosquillas y sus manitos empezaron a bajar con insistencia, rozándome el bulto. Yo creí que lo hacía por accidente, pero la expresión en su rostro decía lo contrario. Y eso me perturbó.
La niña se levantó de su silla y se puso frente a mi regazo, sin sentarse en mí. Me dio la espalda, colocó la canción “Nasty Girl” en el computador, levantó los brazos en alto y comenzó a bailar de forma muy sensual, moviendo su culito de un lado para otro, rozando mi bulto con fuerza, mirándome por el hombro con una sonrisa maliciosa. Fue muy extraño para mí, pues terminé excitándome, y Ema lo notó endurecerse mi bulto. Avergonzado le reproché su actitud, pero ella sólo sonrió pícaramente.
Ema se salió de su lugar y corrió a la escalera para espiar a su madre, cuando se cercioró de que estaba muy ocupada en la cocina volvió. Cerró el pestillo de la puerta y volteó a verme con una mirada firme y el rostro serio. Puso sus manos en su espalda y empezó a caminar hacia donde yo estaba. De puntillas, un pié delante del otro, sus manitos levantando su corto vestido, (9) tocando sus muslos morenos, su mirada fija en la mía. Se detuvo a centímetros de mi cara. El aire se tornó mas caliente, mi respiración mas agitada y la erección bajo mi pantalón me picaba y se remarcaba bajo la tela.
La niña dio un saltito lento y elegante y se sentó sobre mí regazo, a piernas abiertas, frente a frente. Me abrazó por el cuello y sus ojitos de color (7) turquesa se clavaron en los míos. Yo estaba tan nervioso que ni siquiera atiné a tocarla.
_”¿No me amas… pa-pi-to?, preguntó con una voz susurrante y áspera.
_”Si, por supuesto”, respondí en un hilo de voz,
_”Entonces… ¿Por qué no me tocas el cuerpo?”
_”Porque tienes 9 años, y esas cosas no se le hacen a una niña, eso es muy malo”, le dije muy poco convencido,
_”Si sé que eso es muy malo…pero…. muchos hombres me han tocado el cuerpo… y… me han quitado la ropita…”
_”Esos, son hombres malos… yo no soy así… tu mamá… ¿sabe lo que te hicieron esos hombres malos?”.
_”No… claro que no… (y se rió bajito, pícaramente), porque todos han sido novios de ella… como tú”.
_”¿Te violaron?”, afirmé,
_”Nooo (dijo en un tono muy juguetón)… yo misma se los pedí (y asintió con la cabeza, levantando las cejas y sonriendo)… los invitaba al bosque de laureles, nos quitábamos la ropita y… lo pasábamos RICO… y tu… ¿no quieres ir al bosque conmigo?.
-“No te creo… has inventado todo eso”.
Por toda respuesta, (8) Ema estrechó el abrazo y me besó. No fue el beso tierno y puro de una niña de 9 años… fue el beso de una mujer adulta, caliente y experimentada. Sus labios gruesos masajearon los míos con vehemencia, la punta de su lengüita lamía insistentemente mi labio superior, sus deditos me hacían cosquillas en la nuca, su cuerpo se movía en olas, cargándolo hacia abajo, y sentí con nitidez como el contorno de su vaginita refregaba mi dureza, haciendo que la niña gimiera bajito y sin cesar.
Al terminar el beso, clavó su mirada felina en la mía y, con tono arrogante me preguntó: “¿Aún crees que soy una niña?”. La voz de su madre nos llamó a almorzar. Ema se bajó de mí lentamente, retrocedió dos pasos y con una mano levantó su vestido hasta su estómago, y con la otra se bajó su calzoncito (0) celeste, mostrándome su sexo sin vello púbico, con labios vaginales rosados y abultados, y con un clítoris rojo y erecto.
Esbozó una sonrisa pequeña pero, cargada de erotismo, se reacomodó la ropa y bajó hasta el comedor, caminando como una modelo. Yo me quedé allí, jadeante, sin aire, temblando de pies a cabeza, con una erección insoportable, excitado a más no poder. Fui al baño para lavarme la cara y calmarme un poco y bajé a almorzar.
Me senté en la cabeza de la mesa. Ema a mi izquierda y mi mujer a mi derecha. Al poco tiempo los pies de Ema comenzaron a rozar mis piernas. Al ver su rostro, no demostraba emoción alguna, comía lento y concentrada en su plato. Al terminar el almuerzo, mi mujer recogió los platos y fue a la cocina, momento en que la niña aprovechó de levantarse la polera y mostrarme sus tetillas, mientras vigilaba a su madre.
Me estaba costando mucho aguantar la tentación, tenía el pene muy duro y necesitaba descargarlo. Me levanté de la mesa, fui hasta la cocina, rapté a mi mujer hasta el dormitorio y, prácticamente, (5) la violé silenciosamente contra la pared. Los primeros minutos, ella se mostró sorprendida e incómoda con mi arranque de pasión pero, se relajó y se dejó hacer de lo mas encantada.
En mi exceso de calentura había cometido un error: no había cerrado la puerta con pestillo. En un momento, mientras penetraba frenéticamente a mi mujer, ví que la carita de Ema se asomaba y nos miraba con rostro muy serio. Sus ojitos pasaron de mi cara a mi pene y se quedaron fijos allí. Se mordió los (8) labios, con una mano levantó su minifalda y con la otra se bajó el calzón hasta la mitad del muslo y empezó a masajear su conchita.
Casi eyaculo en ese momento, presa del excesivo morbo… ¡¡mi hijastra se estaba masturbando mientras me veía tener sexo con su madre, y ésta no sospechaba nada!!. Era por mucho, el instante más caliente de toda mi vida. Aumenté la fuerza y velocidad de mis clavadas, haciendo con eso que mi (2) mujercita comenzara a jadear y gemir más fuerte. Yo ahogaba los sonidos con apasionados besos, mientras veía de reojo como su dulce hija no paraba de correrse una buena paja mordiéndose los labios.
Pasados unos minutos y, debido a la intensidad de mis clavadas, mi esposa comenzó a dar señales de llegar a su orgasmo. La penetré hasta el fondo con un fuerte golpe y comencé a dar clavadas cortas y bien (8) profundas, moviendo mis caderas en círculos, mi mujer soltó un fuerte grito ronco y acompasó el movimiento de sus caderas al de las mías. Por otro lado, Ema, no paraba de masturbarse, la carita roja, los ojos vidriosos, la boquita abierta, el cuerpo semi doblado, la mano moviéndose sin cesar.
A los pocos segundos mi esposa se corrió. Ahogó el grito en un ronco gemido, me abrazó con manos y piernas y me mordió el hombro, mientras su cuerpo tenía los estertores propios de su orgasmo. Su hija en tanto, momentos después, se afirmó contra el marco de la puerta, cerró sus ojos con fuerza y abrió la boca de forma desmesurada, su manito comenzó a perder el ritmo y, finalmente se arrodilló en el piso, apretando sus muslos uno contra el otro, en un ritmo rápido y fuerte. Dejé que ambas se recuperaran de sus respectivos orgasmos, por espacio de (2) uno o dos minutos. Después carraspeé fuertemente para señalar que debíamos volver a la cocina. Ví que Ema se levantaba a duras penas y se marchaba, mientras yo le acomodaba la ropa a mi mujer, regalándole un tierno besito y un buena lamida a su concha sabrosa y mojada.
Al volver a la mesa, Ema terminaba de comer con un rostro imperturbable. Lavamos todos los platos y mi mujer dijo que quería echar una siesta puesto que se sentía muy cansada. Ema saltó al instante, diciendo que quería que yo la llevara a jugar al bosque de laureles, mi mujer la apoyó y desapareció por la puerta. Ema fue corriendo a su dormitorio.
Ema se cambió de ropa y volvió con una frazada y un traje de baño que jamás le había visto. Era un bikini blanco amarrado con tiras, muy chiquito que le tapaba sus tetillas y el contorno de su vaginita remarcándosela, y por detrás dejaba al descubierto su culito moreno. Coronaba la inusual vestimenta unos zapatos de taco alto de medida infantil y dos cadenitas, una puesta en uno de sus tobillos y otra alrededor de su caderita.
La niña insistió en ir delante de mí. Verla caminar yendo al bosque me dejó mas caliente que antes. Su andar felino hacía que apretara sus muslos gruesos y bien torneados uno contra el otro, logrando un meneo muy provocativo de sus caderitas y que sus nalgas gordas, morenas, redondas y bien paraditas se movieran abriéndose y cerrándose en cada paso. Sin preocuparme que alguien me viera, me agarré el pene por encima del pantalón y me planté unos buenos agarrones. Estaba duro como una rama de roble.
Al llegar al linde del bosque, Ema se detuvo, se dio la vuelta y me lanzó una mirada intimidante. Sin mediar palabra entre nosotros, se desabrochó el sostén y lo dejó caer. Siguió caminando y desabrochó las tiras de su calzoncito dejándolo en el sendero. Se desvió del caminito y se internó unos metros monte adentro hasta que llegamos a un claro rodeado de dos frondoso sauces y varios arbustos densos, el suelo estaba cubierto de un césped corto y tupido.
Tendí la frazada sobre el pastito y ella se tendió sobre la frazada, contorsionó su cuerpo hasta que sus rodillas quedaron a la altura de sus orejas y pasó sus brazos por encima de sus muslos. En esa posición usó sus deditos para abrir sus labios vaginales de par en par, mostrándome sus carnes suaves rosadas, su clítoris rojito y erecto y su agujero rojo, desvirgado y muy-muy abierto. Coronó la imagen su carita sudada, su mirada suplicante y mordiéndose los labios con rabia.
_”Eres muy malo papito… mira como me dejaste… estoy demasiado caliente… mira mi conchita… mira…MHHHHH… está toda mojadita… calientita… bien abierta… mira (y sin esfuerzo se metió dos de sus dedos, escuchándose con nitidez como chapoteaban dentro de ella)… ¿ves?... me lo puedes meter sin miedo… no me va a doler… no le voy a contar a nadie…”
La voz suplicante de Ema me embriagaba y me hacía perder el control. Estábamos a pocos metros de un sendero transitado por vecinos… y había un bikini de niña tirado en él… Dios, era la hija de mi novia… ¡¡y apenas tenía 9 años!!... era toda una locura.. pero ... era tan hermosa… y yo estaba tan caliente.
Me desnudé a toda velocidad y le presenté mi pene: 20 cms, duro como un fierro, gordo, terso, con la punta brillante por el líquido pre – seminal, lleno de venas, palpitante. Ema se le quedó mirando fijamente y después, con una gran sonrisa me dijo que era el pico mas grande que había visto en su vida, cosa que me llenó de orgullo. Le escupí abundante saliva en la punta y la desparramé por todo el glande. Me hubiese gustado mucho comerme esa conchita que se veía tan apetitosa pero, no eran el lugar ni el momento adecuado. Puse mi glande encima de su conchita y presioné levemente hacia abajo, haciendo que su clítoris se levantara. Refregué toda mi verga sobre ese clítoris pequeño y duro, preocupándome de rozarlo con medida fuerza y que no se abrieran sus labios vaginales
Ema se mordió los labios con furia y, como pudo, movió su cuerpecito para acompasarse al ritmo de mis refregadas, moviéndose armoniosamente al tiempo que jadeaba ruidosamente. Yo jadeaba también, controlando a duras penas mi calentura y mi inminente eyaculación. Ema reacomodó sus piernas sacándolas de detrás de sus brazos, se estiró como una gatita mimosa y me abrazó el cuello con sus brazos y mi cintura con sus fuertes piernas. Y apretó.
Abrió su boquita adelantando su lengua pidiendo un beso, y le dí el mejor de mi repertorio, sin dejar de rozarle el clítoris, mientras sus muslos apretaban mis caderas. Ambos dábamos suspiros fuertes y profundos, extasiados con tanto placer. Mi lengua jugaba con su labio superior y ella chupaba y mordisqueaba mi labio inferior. Dentro de su boquita, nuestras lenguas jugaban libres y traviesas pero, era la lengua de Ema la que estaba mas caliente y babosita.
_”Ay, papito… ya no me aguanto mas”, me dijo con un gemidito conmovedor y una mirada suplicante. Su vaginita estaba muy roja y caliente, su clítoris estaba durísimo y sus caderitas se levantaban solitas. Era el momento. Le pedí que se abriera la conchita con sus dedos y ante mí, abrió su flor. Varios hilillos de fluidos unieron sus labios vaginales cuando se abrieron, un suave aroma a mujer caliente subió hasta mis narices, su agujero estaba rojísimo, abierto y se contraía rápidamente. Era, sin dudas, la entrada al paraíso.
Escupí la punta de mi pene y lo acomodé en la entrada, presioné hacia abajo y adentro y empujé muy lento y suave. Mi glande dilató su conchita y desapareció por completo en cosa de segundos, sin que esto le produjera la mas mínima molestia a la niña, todo lo contrario, arqueó su espalda, gimió como una puta abriendo sus labios y apretando sus dientes y después me miró con una cara de excitación que casi hace que me corra allí mismo.
Con aquella escena me animé y decidí hundirme hasta donde la niña aguantara. Comencé a penetrarla muy despacio pero sin parar. La forma de mi pene asemeja a una lanza, el glande es triangular y estrecho y, desde ahí, se engrosa poco a poco hasta la base, donde está su mayor diámetro. Pude sentir, nítidamente, como su vaginita se dilataba, abría y apretaba mi pene, a medida que iba entrando, y el incesante roce me producía oleadas de placer que nacían desde mi pene, me recorrían la espalda, erizaban los pelos de mi nuca y volvía hasta mi pene.
Ema parecía sentir algo parecido pues, a medida que mi pene avanzaba dentro de ella, sus ojitos se cerraban con fuerza, su boquita se abría desmesuradamente y su cuerpo se arqueaba lentamente. Cuando tuve como 10 cms dentro de ella me topé con algo parecido a un cartílago que tenía un par de tenazas que pincharon la punta de mi glande.
Era el final de su vaginita y la puerta de su útero, la cérvix. Ema lanzó un agudo gritito y sus caderas dieron un salto hacia arriba.
Asustado comencé a retirarme de Ema pero, ella cruzó sus piernas sobre mi cintura y empujó hacia abajo. Clavó una fiera mirada sobre mí aún jadeando ruidosamente, se acomodó un poco y se colgó de mi cuello, besándome ardorosamente. Con sumo cuidado la dejé en el suelo y la besé con igual pasión.
_”OHHHHHH… nunca me habían llegado tan adentro… ah, ah, ah.. me dolió mucho… pero… fue muy rico, … hazlo de nuevo”, me ordenó. Comencé un suave vaivén, retiraba mi pene hasta casi sacarlo y volvía a meterlo hasta topar su cérvix, así una y otra vez, con extrema delicadeza. Yo resoplaba, controlando con mi respiración la ingente cantidad de placer que me recorría el cuerpo y que amenazaba con que eyaculara mucho antes que la niña alcanzara su orgasmo. Y Ema no me ayudaba mucho pues, no paraba de quejarse, de gemir, de besar y lamer mis labios y mi cara, de mover sus caderas en círculos, de apretar con dos dedos mi pene, juntando nuestros fluidos para comérselos golosamente y de apretar mis caderas con sus bellos muslos morenos.
Estuvimos así unos minutos cuando escuché los pasos y cuchicheos de alguien en el sendero. Como Ema no dejaba de gemir le susurré al oído que se callara o nos descubrirían. Alcancé a escuchar que habían encontrado el bikini de la niña y que se aprestaban a preguntar por las casas vecinas si alguna niña andaba perdida. Eso era grave.
_”Ema… mi amor… tenemos que irnos… o nos descubrirán”,
_”No te atrevas a salirte de mí ahora, o voy y le cuento todo a mi mamá…”, gruñó Ema sin dejar de ondular sus caderas. No había caso. Comencé a acelerar el ritmo de las clavadas midiendo la fuerza y la profundidad para que ésta vez, no chocara contra su cérvix. Con cada clavada mi verga se ponía mas dura, y era difícil controlar la salida de semen que luchaba por saltar hacia afuera. Ema gemía y se quejaba sin cesar pidiéndome que le diera mas rápido y mas fuerte, pero las gentes estaban a no mas de 25 mts de nosotros, por lo que aceleré sólo un poco más y me quedé con ese ritmo.
Mi pene entraba y salía de ésta morbosa niñita de 9 años, como si entrara en la concha de las mas usada de las putas, mi pene estaba todo viscoso y duro, mis caderas ya se movían solas, el intenso placer sumado al peligro de que nos descubrieran me producía mareos y ahogaba mis gemidos con nudos en mi garganta. Ema comenzó a gemir en un tono muy agudo y tuve que besarla para acallarla. Fueron esos besos calentones los que terminaron por hacer perder el control de Ema.
Me abrazó de pies y manos con todas sus fuerzas, empujó sus caderas hacia arriba y gruñió con fuerza. Yo la seguía bombeando sin perder el ritmo, besándola sin cesar, con mis manos amasando su culito rico hasta que sentí que mis piernas perdían su fuerza y me derrumbaba sobre ella. Me tiré hacia un lado y quedamos en posición cucharita pero frente a frente, apretándonos uno contra el otro, mientras nuestras caderas cobraban vida propia.
Ema se corrió primero: con un rápido movimiento se puso encima de mí, montándome. Arqueó su espalda para mejorar la penetración y volví a sentir las tenazas de su cérvix sobre la punta de mi glande, sólo que esta vez la presión era mucho mas fuerte y con un constante roce. La niña echó la cabeza para atrás y abrió la boca ahogando un grito, quedándose así por eternos segundos, mientras su cuerpecito seguía meneándose sobre mi pene, acto que produjo mi eyaculación. Estallé con un fuerte chorro dentro de ella, cosa que hizo que saltara sobre mí y cayera sobre mi pecho resoplando y jadeando como una gacela. Yo seguía llenándola de leche y pronto sentí como ésta salía desde su vaginita y comenzaba a caer en mis muslos. Mi pene no perdía su dureza, sentía que el calor me quemaba, ambos estábamos sudados y cansados, la gente iba y venía por el sendero.
Pasados unos 5 minutos, Ema se desperezó de su orgasmo, tenía una hermosa sonrisa en su preciosa carita, me abrazó por el cuello y me dio un largo beso francés.
_”Nunca me había hecho sentir TAN rico …”, sentenció.
_”Nunca lo había tenido tan duro ni me había corrido así”, le confesé,
_”¿En serio, ni siquiera con mamá?”, preguntó muy curiosa,
_”No, ni siquiera con ella.. tu eres mejor… MUCHO MEJOR que tu madre”, le dije y sus ojitos brillaron de orgullo.
Agradecida volvió a besarme. Las personas se fueron del lugar, nos levantamos, tapé a Ema con la frazada y nos fuimos a casa. Cuando dejaba a Ema en el baño, tocaron la puerta. Era uno de los vecinos, un detective jubilado, con el bikini de Ema en la mano. Le expliqué que nos pusimos a jugar a las escondidas y que, mientras corría se le enredó el bikini en el ramaje, se escondió de mí por vergüenza y que al encontrarla la traje a casa para lavarla y ponerle ropa.
-“¿Puedo ver a la niña?”, inquirió el detective,
-“Claro, está en la ducha, pase y espere a que salga”, le dije para que no sospechara nada.
Dejé al detective en el comedor y fui donde Ema, le expliqué todo y ella me apoyó con la mentira. Al interrogarla el detective Ema se mostró muy traviesa y juguetona y eso conformó al tipo. Me devolvió el bikini y se fue. Su madre despertaba arriba, y comenzaba a bajar.
_”Nadie sabrá lo que pasó entre nosotros… ahora tu pico es mío, nadie me lo va a quitar, ni tampoco lo voy a compartir”, dijo Ema en un tono peligroso, y mirando a su madre que empezaba a bajar las escaleras.
Desde ese día Ema y yo mantenemos una vida sexual hiper-activa. Nos gusta hacer cositas en situaciones de peligro, ella constantemente se desnuda el culito para que yo le saque una foto cuando su madre está muy cerca, y le gusta que yo las comparta, le excita la idea de que muchos hombres se corran unas buenas pajas mirando sus nalgas. Tenemos sexo en museos, iglesias, bibliotecas, etc. Como Ema es muy astuta, algunas veces me hace shows, bailes y esas cosas, me deja muy caliente y después me manda a darle su merecido a su madre, para que ésta no sospeche. Que les digo, encontré una familia en la que espero estar durante muchos años.

Algo viciosilla, nos salió la nena.
 

epale62

Virgen
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Son muy buenos tus relatos. Pero la tienen cigida contigo, todos los borran. Gracias por reponerlos
 
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