Cuando cumplí 25 años me fui a vivir solo. Tania poca plata y no podía pagar a alguien para que viniera a limpiar el departamento, así que mamá venía una vez por semana a ordenar un poco el desastre. Mamá tiene 62 años y es para mi una de las mujeres más lindas que conozco. Tal vez estoy exagerando pero lo cierto es que desde que era muy chico me he sentido muy atraido por ella. Me acuerdo de que cuando tenía 5, 6 años me gustaba jugar a meterme por debajo de sus polleras, ella me sacaba de ahí pero yo insitía todo el tiempo. Otra vez, también de muy chico estábamos jugando en la pileta de casa y en un momento, por accidente, le bajé el escote de la malla hasta dejarle salir una teta. Nunca pude olvidarme de la visión de esa teta blanca, grande, con un pezón muy grueso y una aureola grande. También recuerdo que mamá se enojo mucho con eso – habrá visto como la miraba – y salió de la pileta.
Cuando era adolescente, mi diversión favorita era entrar en su cuarto y abrir el cajón de la ropa interior. Podía estar horas mirando sus bombachas, sus corpiños y las medias. Me llevaba cada bombacha a la nariz. Desenrrollaba sus medias y me ponía a chuparlas. Lo mejor era cuando encontraba alguna bombacha nueva, era toda una nueva tierra a explorar. La verdad es que me conocía de memoria toda su ropa interior. Después elegía una bombacha, un corpiño y unas medias y me iba a mi cuarto. Ahí me desnudaba y me ponía su ropa. Me encantaba sentir mi pija parada apretada en una de sus bombachas y por encima su medibacha beige. Me acostaba en la cama y me pajeaba fuirosamente. Después de recuperarme, me sacaba la ropa y trataba de limpiar lo mejor posible la leche. Siempre quedaban rastros, obviamente. Con sigilo volvía a la habitación de mamá y guardaba las cosas.
Fue una práctica que mantuve religiosamente durante años. Mamá nunca dio ningún signo de haberse enterado nunca. Ultimamente ya no lo hacía, pero el día anterior a irme de casa me acordé que ya no podría revolver más en sus cajones. Así que decidí llevarme un recuerdo, elegí una tanga roja, una bombacha rosa tipo culotte y un par de mediabachas negras. Con ese tesoro podría seguir disfrutando de mamá en mi departamento.
Y así lo hice por varias semanas, llegaba del trabajo y para relajarme me hacía una paja bestial oliendo una bombacha de mamá. Un día me olvidé una de sus bombachas tirada en el piso. Un error fatal, por que se día venía mamá a limpiar la casa. Cuando volví del trabajo encontré el departamento perfectamente ordenado y sobre la cama toda la rompa que me había lavado. Empecé a ponerla en los cajones y en eso veo, perfectamente doblada y limpia la bombacha rosa. Me aterré. Me maldije por mi distracción. Mamá había visto su bombacha totalmente manchada de leche en el piso de la casa de su hijo. No podía ni imaginar como habrá reaccionado. Al mismo tiempo, había lavado su bombacha y me la había dejado. ¿Qué quería decir eso? ¿Por qué no se la había llevado? Con la bombacha en la mano, podía imaginarmela muy enojada conmigo pero al mismo tiempo algo sorprendida, frotando el semen pegado a la tela de su bombacha. Era una escena hermosa e inmediatamente me empecé a pajear muy fuerte. Había que redoblar la apuesta.
Esa semana mamá no me llamó por teléfono tal como hacía casi todos los días. El día anterior a que viniera a limpiar el departamento le dejé el par de medias negras todas manchadas de leche en la tapa del inodoro, bien a la vista. Cuando volví estaban colgadas para secarse en el tender. Otra vez había pasado. Esto se estaba convirtiendo en un juego estre madre e hijo.
La semana siguiente no fui a trabajar y me quedé esperándola. Cuando entro y me vio no dio ninguna muestra de saber lo que sabía. Le dije que me quedaba a trabajar en casa y ella empezó a limpiar. La notaba totalmente indiferente a la situación. A lado de la cama había colocado su tanga roja después de usarla para pajearme varias veces. Quería ver como reaccionaba. La levantó del suelo y le pasó el dedo por la tela de adelante, dio un resoplo y la puso en la canasta de la ropa sucia. Ninguna reaccón, total normalidad. Después de ver eso no podía más de la calentura, estuve a punto de tirarme arriba de ella. Mientras se lavaba la ropa en el lavarropas, me acerqué a ella.
Ella estaba acodada sobre el lavarropas y me acerqué hasta casi tocarla. Tenía que decir algo pero no sabía qué.
Cuando era adolescente, mi diversión favorita era entrar en su cuarto y abrir el cajón de la ropa interior. Podía estar horas mirando sus bombachas, sus corpiños y las medias. Me llevaba cada bombacha a la nariz. Desenrrollaba sus medias y me ponía a chuparlas. Lo mejor era cuando encontraba alguna bombacha nueva, era toda una nueva tierra a explorar. La verdad es que me conocía de memoria toda su ropa interior. Después elegía una bombacha, un corpiño y unas medias y me iba a mi cuarto. Ahí me desnudaba y me ponía su ropa. Me encantaba sentir mi pija parada apretada en una de sus bombachas y por encima su medibacha beige. Me acostaba en la cama y me pajeaba fuirosamente. Después de recuperarme, me sacaba la ropa y trataba de limpiar lo mejor posible la leche. Siempre quedaban rastros, obviamente. Con sigilo volvía a la habitación de mamá y guardaba las cosas.
Fue una práctica que mantuve religiosamente durante años. Mamá nunca dio ningún signo de haberse enterado nunca. Ultimamente ya no lo hacía, pero el día anterior a irme de casa me acordé que ya no podría revolver más en sus cajones. Así que decidí llevarme un recuerdo, elegí una tanga roja, una bombacha rosa tipo culotte y un par de mediabachas negras. Con ese tesoro podría seguir disfrutando de mamá en mi departamento.
Y así lo hice por varias semanas, llegaba del trabajo y para relajarme me hacía una paja bestial oliendo una bombacha de mamá. Un día me olvidé una de sus bombachas tirada en el piso. Un error fatal, por que se día venía mamá a limpiar la casa. Cuando volví del trabajo encontré el departamento perfectamente ordenado y sobre la cama toda la rompa que me había lavado. Empecé a ponerla en los cajones y en eso veo, perfectamente doblada y limpia la bombacha rosa. Me aterré. Me maldije por mi distracción. Mamá había visto su bombacha totalmente manchada de leche en el piso de la casa de su hijo. No podía ni imaginar como habrá reaccionado. Al mismo tiempo, había lavado su bombacha y me la había dejado. ¿Qué quería decir eso? ¿Por qué no se la había llevado? Con la bombacha en la mano, podía imaginarmela muy enojada conmigo pero al mismo tiempo algo sorprendida, frotando el semen pegado a la tela de su bombacha. Era una escena hermosa e inmediatamente me empecé a pajear muy fuerte. Había que redoblar la apuesta.
Esa semana mamá no me llamó por teléfono tal como hacía casi todos los días. El día anterior a que viniera a limpiar el departamento le dejé el par de medias negras todas manchadas de leche en la tapa del inodoro, bien a la vista. Cuando volví estaban colgadas para secarse en el tender. Otra vez había pasado. Esto se estaba convirtiendo en un juego estre madre e hijo.
La semana siguiente no fui a trabajar y me quedé esperándola. Cuando entro y me vio no dio ninguna muestra de saber lo que sabía. Le dije que me quedaba a trabajar en casa y ella empezó a limpiar. La notaba totalmente indiferente a la situación. A lado de la cama había colocado su tanga roja después de usarla para pajearme varias veces. Quería ver como reaccionaba. La levantó del suelo y le pasó el dedo por la tela de adelante, dio un resoplo y la puso en la canasta de la ropa sucia. Ninguna reaccón, total normalidad. Después de ver eso no podía más de la calentura, estuve a punto de tirarme arriba de ella. Mientras se lavaba la ropa en el lavarropas, me acerqué a ella.
Ella estaba acodada sobre el lavarropas y me acerqué hasta casi tocarla. Tenía que decir algo pero no sabía qué.
- Mamá…
- Sos hermosa
- No podemos hacer esto. Estás loco.
- No, mamá, dejame.
- No, no, no
- No qué hacés… Dejame…. No lo puede saber nadie esto – dijo ella
- Nadie se va a enterar.
- No, nene, no
- Ma…
- Te gusta, ma?
- Y a vos que te parece?
- Hace tanto que quería que pasara esto, mami
- Ya lo sé.
- Cómo lo sabes?
- Quién crees que lavaba tus calzoncillos y la bombachas todas manchadas de semen?
- Y a vos que te pasaba cuando veias eso?
- Al principio me enoje, pero pensé que era una etapa que pasan todos los adolescentes y no te dije nada y lo acepté. Ah, ah…. – dijo mientras yo le bajaba la medibacha para tocarle la concha.
- Y cuando vi que pasaba el tiempo y seguías haciendolo un poco me empezó a gustar que te fijaras en mi.
- Sí, mama sos la única en la que me fijé. Me pajeba varias veces al día pensando en vos. Vos te pajeabas pensando en mi?
- Claro, que pensas, que soy de piedra? Muchas veces no aguante y me pajeaba ahí mismo con tu calzoncillo. Me sentía una hija de puta degenerada.
- Ay… qué hacés, levantate
- No, mamá. Hace años que quería hacer esto. Dejame.
- Ah… te gusta? Te gusta el culo de mamá, nene?
- Es lo más lindo que vi en mi vida
- Que mentiroso… habrás chupado culos más lindos
- No, te lo juro. Este es el mejor que chupé.
- Ay, nene, amor… ay, ah, ah
- Meté la lengua más adentro.
- Te gusta que te chupe la cola, mami
- Me encanta amor, me encanta que me chupen el culo.
- Yo te lo voy a chupar siempre. Hacía mucho que no te lo hacían, ma?
- Un montón, demasiado tiempo.. uy, ahí, sí, ahí.Me calentaba mucho que me hablara de sus fantasías, pero no esperaba lo que estaba por decirme:
- La última vez fue con…
- Con quién, contame, ma
- Ahhhhh….. no, me da vergüenza, para qué querés que te cuente…. ahhhh, sí, por favor, sí, ahí, nene, ahí….
- Dale, contame que me calienta mucho
- Quien fue? Decme, ma
- Uhhh, bueno, hace poco me acosté con el hijo del vecino
- Qué? Pero si tiene 16 años…
- No, acaba de cumplir 18. Una vez vino a casa a arreglar un enchufe y terminamos culeando.
- Y te cojió bien? Ahhh, sí, ma…. Te gustó?
- Ahhh, sí, no me acuerdo como fue, en un momento me di cuenta que estabamos desnudos en la cama, no sé como pasó…
- A ese sólo te cojiste?
- No… no me preguntes esas cosas
- Sos mi mamá, quiero saberlo – le dije y ella me agarró la cara con desesperación y me metió la lengua en la boca.
- Hasta hace poco me cogía al verdulero. Nos ibamos a la tarde al hotel de la otra cuadra. Cómo me hacés decirte estas cosas… ah, ah, ah.
- No, esto no.
- Cómo que no? No tenés ganas.
- Sí, nene, qué te parece… Pero no podemos hacerlo….
- Por favor
- Bueno, pero esta es la última vez, eh…
- Sí, sí… la última – yo a esa altura le podía decir cualquier cosa, era la experiencia más alucinante que había vivido.
- Ahora metémela en la concha de una vez.
- Así, así… cojeme bien… ayyyy… qué degenerada que soy
- Sí, ma, es hermoso
- Más fuerte, más fuerte, por favor
- Mamá, voy a acabar.
- Sí, amor, acabame andentro de la concha. Todo adentro.
- Alcanzame la bombacha que la voy a lavar.