Betty, Ama de casa. Cap-1

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Feb 5, 2025
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CAPÍTULO 1: Esposo distraído
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Una noche Memo llega a casa después de su jornada laboral; Axcel salió, como siempre, con sus amigos, quedando solos en casa Betty y Memo. La noche es fresca y tranquila; Memo llega hambriento y, después de cenar, se pone a jugar videojuegos.
—Amor, va a venir Julio a jugar, ¿puedes preparar unas botanas? —dice Memo a Betty mientras prende la TV y su consola.
—Está bien, amor, ahorita veo qué preparo —responde Betty desde la cocina, frunciendo el ceño ante la petición de su esposo.
—¿Y de dónde quiere él que saque botana? No me da completo lo del gasto. —murmura casi en silencio Betty para no ser escuchada.
Betty sale de la cocina buscando a su marido para confrontarlo por su ilógica petición, pero ya es muy tarde; Memo ya está jugando y en su mirada puede ver cómo es absorbido por el mundo digital. —Mmmm, ya no tiene ni caso intentar hablar contigo —dice Betty en voz alta, pero no logró ninguna reacción.
En ese momento se escucha el golpeteo de la puerta de la entrada.
—Ese debe ser Julio —murmura Betty. Abre la puerta y, en efecto, es Julio, que llega con botanas y bebidas.
—Hola, Betty, me tomé la libertad de traer unos refrigerios —le dice Julio mientras Betty lo invita a pasar con una gran sonrisa.
La ama de casa guía al visitante a la sala; con cada paso que Betty da, sus enormes y gelatinosas nalgas brincan, contenidas apenas por el pequeño vestido que la anfitriona usa. Julio, que camina detrás de ella, no puede evitar disfrutar del espectáculo.
—Cielos, Betty, qué bien se te ve ese vestido —elogia Julio a Betty mientras sigue con la mirada el brincoteo de las enormes nalgas.
Betty, que hacía mucho no se sentía apreciada, no pudo evitar levantar un poco más su vestido, revelando la comisura de su trasero.
—¿Te parece? —pregunta Betty a Julio, mirándolo de reojo, un poco apenada. Llegan ambos a la sala en donde Memo está como hipnotizado por el juego, a tal grado que apenas se entera de la llegada de su amigo. Julio hace un esfuerzo por llamar la atención de Memo, pero es en vano; él está tan metido en su juego que apenas responde unas pocas preguntas con un "sí" o "no".
—Vaya, parece que vine en vano —exclama Julio, decepcionado de que su noche de juegos no sea como él lo pensó.
Betty, contemplando la situación, se siente apenada con Julio por la falta de atención de su marido.
—Julio, ven, ayúdame a poner lo que trajiste en la cocina —con voz gentil y sonriente le pide Betty al amigo de su esposo.
—Claro —afirma Julio, retirándose de la sala y mirando a Memo con decepción. Al llegar a la cocina, Julio pone todo en el pretil y Betty comienza a sacar todo de las bolsas mientras habla con él.
—Oye, lamento mucho que Memo sea así contigo; yo ya estoy acostumbrada, pero... —Dice Betty a Julio con un tono de preocupación.
—No te preocupes, Betty, no es tu culpa, y lamento que él sea así también contigo —responde Julio con un toque de empatía.
Betty abre el refrigerador para guardar los refrescos.
—Gracias, pero creo que pudiéramos encontrar algo que hacer para divertirnos y que esta noche no se vea apagada por mi marido —dice Betty mientras se agacha a meter las bebidas a enfriar, mostrando intencionalmente todo su enorme y gelatinoso trasero dividido por una pequeña tanga negra. A Julio casi se le desorbitan los ojos ante tremenda visión, y de inmediato tiene una reacción bajo su pantalón. Betty se levanta y voltea a ver a Julio, notando el bulto crecido en su entrepierna.
—Vaya, veo que ya se te ocurrió una actividad para matar el aburrimiento —susurra Betty mientras se acerca a Julio y le acaricia el crecido bulto en su entrepierna.
Con una mano acaricia los brazos de Julio mientras con la otra desabrocha su pantalón. Cuando por fin lo logra, Julio se nota muy emocionado y preocupado a la vez y cuando intenta decir algo, Betty pone su dedo índice sobre sus labios.
—Shh, tranquilo, esto te va a gustar —le explica Betty susurrándole al oído e inmediatamente después se agacha poniéndose de rodillas y baja el pantalón y bóxer de Julio de una sola vez. Betty queda en shock al ver la enorme verga del amigo de su esposo.
—No mames, Julio, mira nada más qué guardadito te lo tenías. —expresa Betty mientras saliva en exceso por el antojo. Betty comienza a recorrer el largo y grueso tronco de Julio con la lengua, saboreando; finalmente se lo mete en la boca tratando de tragarlo todo, pero la gruesa masa de carne es demasiado para su estrecha boca, lo que casi le disloca la mandíbula. Aún así, ella sigue engullendo hasta que la punta le llega a la garganta, rítmicamente saca y mete, chorreando saliva, y trata de no vomitar. Esto dura varios minutos hasta que, de golpe, la puerta de la cocina se abre. Memo entra rápido por un vaso de agua; Betty estaba de rodillas tras el pretil, por lo que Memo no nota nada, además de que solo vino por un vaso de agua y corrió de regreso para seguir jugando. Betty, pálida del susto, se levanta y mira a Julio, que también está pálido, con los ojos muy abiertos.
—No mames, ¿no se dio cuenta? —pregunta Betty aún en shock.
—Creo que no, se veía muy apurado —responde tartamudo Julio.
Betty se relaja y se acerca a Julio de nuevo.
—¿Ves? No pasa nada, continuemos —dice Betty mientras se empina sobre el pretil exponiendo su enorme y gelatinoso trasero.
Julio, recuperado del susto, ve con ojos de lujuria las aguadas nalgas de Betty y, sin pensarlo dos veces, le clava la verga por el coño, provocando que ella gima y jade de placer sin preocuparse por el ruido que hace. Julio embiste con fuerza las gelatinosas nalgas de Betty, provocando una reacción en cadena en las carnes de la mujer; cada embestida provocaba un sonido de golpe de carne con carne al impactar el descomunal trasero con el abdomen de Julio. Betty no podía más que gemir y gemir de placer. Durante varios minutos continuó el desenfrenado baile adúltero, hasta que por fin Julio liberó una enorme carga de semen espeso y caliente en el útero de Betty, que al sentir como se llenaba de leche llegó a su propio clímax chorreando su propia corrida en sus piernas que la recorrían hasta llegar al suelo, en donde se hizo un charco al que goteaba semen espeso sobrante de la corrida de Julio. Ambos se acomodaron la ropa y salieron a la sala, para intentar convivir con Memo, pero este parecía cada vez más sumergido en el juego. Betty y Julio platicaron sentados en el sillón a un lado de Memo, pero no eran atendidos por él; incluso parecía que no se daba cuenta siquiera de la presencia de su mujer y su amigo. Betty, harta de esa situación, despidió que quería la atención de un hombre y, si su marido no se la daba, Julio sí. Betty se quitó las pantaletas, desabrochó el pantalón de Julio, sacando su ya erecto pene y se sienta sobre él.
—Betty, Memo está a un lado de nosotros —exclama Julio en voz baja al sentir el ano de la esposa de su amigo bajando sobre su miembro.
—No pasa nada, mira, no se da cuenta de nada —le responde Betty mientras se sigue acomodando la dura varga de Julio en el culo.
Una vez teniendo todo el pedazo de carne rígida dentro de su ano, Betty comenzó a cabalgar rítmicamente, haciendo que el sillón en el que están rechine. Julio está nervioso de la situación y no deja de mirar a Memo por si voltea, pero al mismo tiempo goza enormemente de las nalgotas de su esposa. Betty gime en voz alta; su cabeza cae hacia atrás, apoyada en los hombros de Julio, mientras su cuerpo se estremece con cada embestida. El sillón rechina ruidosamente bajo su peso, junto con los gemidos y jadeos de la pareja. Julio aumenta el ritmo frenético de sus embestidas, enterrándose profundamente en el apretado ano de Betty. Esta siente como la enorme verga de su amante la parte, llenándola completamente, provocando un chorro de placer. Betty se aferra a las piernas de Julio con sus brazos, tirando de él hacia dentro de sí misma, tratando de que la verga de su amante la rompa por completo.
—Más… más… —balbucea Betty. Mientras Julio se entierra profundamente en su trasero, Betty siente una punzada de culpa al darse cuenta de que prácticamente está follando enfrente de su marido. Sin embargo, esa culpa rápidamente se ve superada por oleadas de placer intenso que recorren su cuerpo con cada embestida. Betty cabalgó a Julio por un buen rato hasta que él se corrió de nuevo, ahora dentro del recto de la esposa de su mejor amigo. Betty, saciada y jadeante, se levanta del sillón, sintiendo el semen de Julio correr por su trasero y piernas. Mira a Memo, que sigue absorto en su juego, completamente ajeno a lo que acaba de pasar junto a él. Con un suspiro, Betty se acerca a su marido y le da un suave beso en la cabeza.
—Está bien, Memo, termina tu partida. Ya es hora de irse a la cama. —susurra Betty a su marido.
—Ya me voy Betty, después nos vemos. —Dice Julio a la esposa de su amigo mientras se acomoda el pantalón.
Memo, por fin termina su partida y despierta de su trance.
—A poco ya te va Julio. —exclama Memo.
—Sí, pero me la pasé muy bien, amigo mío; espero me invites a jugar de nuevo. —comenta Julio a Memo con una sonrisa pícara y mirando a Betty, que está a un lado de Memo.
Betty corresponde la sonrisa y camina a la puerta.
—Claro Julio, puedes venir cuando quieras; yo también me la pasé genial. —responde Memo sin saber lo que realmente sucedió esa noche.
Julio se despide y se va.
 
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