Belén y su Madre Helena – Capítulos 001 al 006

heranlu

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Belén y su Madre Helena – Capítulo 001

Vivimos en una hermosa ciudad costera del norte de España, cuyo nombre omitiré, pues deseo que esta historia sea lo más anónima posible. Soy una mujer de tez aceitunada, cabellos rubios y ojos marrones. Mido 1’75 cm y tengo unos senos grandes aunque algo caídos. Mis pezones son gruesos como granos de café y mis aureolas anchas y oscuras.

Me considero una mujer muy fogosa y amante de las mujeres… Sí, soy lesbiana. Aunque mi profesión es la de médico, no ejerzo, vivo, de la sustanciosa herencia que me dejaron mis padres; ambos pertenecientes a ricas familias de la comarca.

Mi hija Belén vive conmigo. Tiene 19 años y es estudiante de medicina. Su cabello es castaño y es más baja que yo. Mide 1’70 cm, ojos azules, pechos medianos pero bien tiesos… Es preciosa y muy buena, siempre me dice que soy su referente; y es muy cariñosa y atenta, todo un amor…

Nunca tuve relaciones con hombres, aunque siempre tuve el deseo de ser madre. Acudí a una clínica de fertilización y decidí ser madre con el esperma de un donante anónimo. Lo que nunca pude imaginar, es que mi hija llegase a ser no solo la persona que más quiero en este mundo, sino también la mujer de la que me enamoraría como nunca lo hice con nadie…

Ya no recuerdo cuando me empecé a enamorar de ella. Creo que fue poco a poco, y a partir de que se hizo mujer. Su manera de ser: su dulzura, su cuerpo, su voz… Cada minuto que pasábamos juntas era puro deseo y excitación por mi parte. Tenemos tanta complicidad y pasamos tanto tiempo juntas… Pero, ¿Como decirle lo que siento por ella? ¿Como reaccionaria? ¿Se alejaría de mí? Dios mío, ¿Por qué tuve que enamorarme de ella?

Después de mucho reflexionar sobre mis sentimientos por Belén, decidí que debía ser valiente e intentar seducirla. La amaba y hacerla el amor era lo que más deseaba. Cuando bajaba a desayunar en ropa íntima y sin sostén marcando sus pezones, yo no podía hacer otra cosa que mojarme toda. Incluso llegué a correrme en alguna ocasión.

En el instante de escribir estas líneas, los primeros rayos de sol mitigan la soledad de mi habitación; anunciándome la proximidad de la hora del desayuno. Ese grato momento en el que podré disfrutar de la figura de mi amada, la cual para mí es como la de una diosa en la Tierra…

— Buenos días, mama

— Buenos días, mi amor, ¿Café y tostada?

— Sí, por favor, responde Belén con voz dulce y suplicante.

Mi corazón comenzaba a acelerarse como cada vez que mi Belén compartía tiempo conmigo. Ya no soportaba más esta situación. Debía hacer algo para olvidarla como mujer; o, por el contrario, dar un paso adelante y conseguir lo que más anhelaba, ser amantes.

— Cariño, he pensado que podíamos pasar el fin de semana en la casa de campo; ¿Te parece bien?

— Sí, mama, no tengo ningún plan y sabes que adoro ese lugar. Además, podemos salir y pasar tiempo juntas paseando por la playa.

— Claro mi amor, respondí yo.

— También podríamos cenar en algún restaurante del pueblo. Adoro la comida de ese al que me llevaste una vez; como se llamaba ¿El Llagar?

— Sí, así es mama. Iremos si tú quieres, lo pasaremos genial; respondió Belén risueñamente.

Mi amor había bajado a desayunar en camiseta y braguitas. No llevaba sostén y sus pezones se mostraban desafiantes debajo de la tela. Sus bragas eran verde claro y la finura de su tela permitía adivinar la frondosidad de su vello púbico. Yo disfrutaba de su belleza absorta en mis pensamientos y deseos…

— Mi amor mientras acabas tu café iré a darme un baño y luego preparamos el equipaje ¿Sí?

— Ok mama, respondió Belén fijando su mirada en la taza de café, aún humeante y lista para ser degustada.

La templada agua de la ducha recorría mi piel. La imagen de mi hija en el desayuno hacía que mi vagina chorrease ávida de deseo y lujuria. No podía contenerme, mis manos pellizcaban mis pezones haciendo que se hinchasen casi de manera sobrenatural, haciéndome emitir mis primeros jadeos. Tímidos y temerosos de ser descubiertos por mi hermosa hija. Mi mano derecha abandono mis voluptuosos senos y colonizo mi empapado y frondoso coño. Masajeaba mi obeso clítoris proporcionándome una maravillosa sensación de placer…

— Belén mi amor… Pronunciaban mis labios al compás del movimiento de mis dedos, traviesos ellos, ya dentro de mí. El placer y el morbo de mis tocamientos me proporcionaron el primer orgasmo.

— Oh, si Belén, te amo, te amo… Susurraban mis labios… Quede unos minutos exhausta, quieta en mi bañera, absorta en mis pensamientos y convencida de intentar lo prohibido; seducir a mi hija Belén…

— ¿Mama te falta mucho?— Preguntaba Belén desde el pasillo…
 

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Belén y su Madre Helena – Capítulo 002


Los primeros rayos de sol asomaban con fuerza en la habitación, eran las 7 de la mañana. Hoy, mi amada Belén y yo iniciaríamos nuestra escapada a la casa de campo. Confieso que estaba muy nerviosa y expectante ante la oportunidad de disfrutar de ella para mí sola. De estar juntas y compartir nuestro tiempo. ¿Sería capaz de dar el paso y seducir a mi hija? O, por el contrario, seguiría reprimiendo mis deseos y sentimientos por ella como llevaba haciendo ya tanto tiempo. Pronto saldría de dudas…

El silencio reinaba en la casa. Belén seguro seguía dormida, ni una bomba nuclear conseguiría despertarla. Era una auténtica dormilona. Una dormilona preciosa…

Ella era mi primer pensamiento al despertar. De manera inmediata mi libido se activaba y comenzaba a acariciar mis abundantes senos. Mis pezones oscuros se convierten en dos titanes erectos, mi respiración se acelera y mis labios pronuncian su nombre desesperadamente.

—Belén mi amor —te deseo tanto…

Mi vello púbico está empapado y mis dedos invaden mis labios vaginales saciando mi deseo. Froto mi clítoris una y otra vez. Mi cuerpo se arquea de placer y mis labios no pueden contener mis gemidos…

—Ah mi amor.

El orgasmo se acerca y mis manos aceleran sus acometidas. Mi vagina es un mar de fluidos y el roce de mis dedos emite un sonido húmedo y repetitivo. Mi cuerpo se crispa y de mi esfínter emana un hilito constante; mezcla de orina y fluidos que me hace estremecer de placer. Sin poder evitarlo, emito unos grititos que aumentan mi disfrute ante el temor a ser escuchada por mi hija…

—Ah, si joder, qué bueno… Ah, oh, uf…

Después de darme una ducha, bajé a preparar algo para desayunar. Lo hice en camiseta sin sostén y en bragas negras con encaje que permitían a mi vello púbico ser divisado con nitidez. Quería mostrarme más sexy ante mi hija Belén. Quería comprobar si se fijaba en mi cuerpo o si, por el contrario, se mostraba completamente indiferente ante él.

Para mi sorpresa mi amor ya estaba desayunando. Vestía unos leggings negros que permitían divisar su ropa íntima. Era una de las prendas con las que más disfrutaba ver a mi hija. El que se marcasen sus bragas a través de su pantalón me excitaba sobre manera. Mis bragas, recién puestas tras mi baño, ya lucían completamente encharcadas, empapadas, húmedas de deseo.

Lucia, una camiseta blanca con tirantes que dejaban contemplar sus brazos y el color negro de su sostén; a la vez que sus axilas depiladas que tanto deseaba oler y lamer…

—Buenos días, mamá, ¿Cómo dormiste? Hoy me toco a mí preparar el desayuno —saludo Belén emitiendo esa sonrisa tan dulce y a la vez sexy que me vuelve loca.

—Buenos días, mi amor, descanse muy bien, gracias. Amanecí feliz y el día comenzó de forma maravillosa— sonreí yo con mirada cómplice.

—¿A si? Y ¿Eso? ¿Cómo comenzó?

—Nada cielo son cosas mías, apresurémonos a desayunar, son dos horas de viaje hasta la casa de campo y debemos aprovechar el día ¿Sí?

—Tienes razón mama.

Las dos horas de viaje transcurrieron amenas y llenas de momentos de complicidad entre nosotras. El día acompañado de un hermoso sol y una ligera brisa marina resultaban hermosos.

Con el equipaje ya desempacado y todo acondicionado, Belén me propuso dar un paseo por la playa hasta la hora de comer.

Nuestra casa estaba solo a cinco minutos de la misma. Era una pequeña cala, muy poco visitada en esta época. La marea estaba baja y nos permitía pasear y disfrutar de la finura y suavidad de la arena; propia de la costa Cantábrica.

—Mamá, gracias por esta escapada a la casa de campo— dijo Belén tomándome de la mano y fijando sus bellos ojos azules en mí.

—De nada mi amor, que pasemos tiempo juntas, es lo más importante para mí. Eres lo que más amo— respondí perdiéndome en la profundidad de sus ojos.

—Uf mama, nadie nunca me ha dedicado palabras tan hermosas. Me haces sentir especial. Gracias, tú también eres lo que más amo— contesto Belén dándome un abrazo y besándome en la mejilla.

Mi corazón se aceleró. Sentir la suavidad de sus labios contactando con mi piel, sus tiesos senos apretarse con los míos; y su perfume invadiendo mis pulmones produjeron en mí tal estado de excitación que mis manos no pudieron evitar acabar sobre sus glúteos.

—Perdón mi cielo, no sé por qué hice eso— me disculpe nerviosa mientras permanecíamos aún abrazadas.

—No pasa nada, mamá— respondió mi hija con una sonrisa mirándome a los ojos apenas a unos centímetros de distancia.

Por un instante creí verme capaz de besarla apasionadamente. De devorar su boca y sentir su sabor… Pero no fui capaz. Nuestro paseo por la playa continuo tomadas de la mano y comentando trivialidades hasta el momento en que decidimos regresar a casa y comer algo; luego echar una pequeña siesta, pues el viaje, aunque no fue muy largo, había producido en nosotras cierto cansancio.

La comida resultó rica y ligera, y acompañada por una pequeña siesta hizo que me levantase con ánimos y energía acrecentadas. Me apetecía invitar a cenar a Belén y después tomar algo en los locales nocturnos del pueblo cercano.

—Cariño, ¿te falta mucho?

—Ya voy mamá, enseguida estoy lista— respondió mi hija.

Eran las siete y cuarto de la tarde y mi amor Belén, como siempre que salíamos juntas, me hacía esperar. Yo me había adecentado rápido. Llevaba un vestido hasta los tobillos de color negro y la chaqueta fina y blanca que permitía mostrar mi abundante escote. Mi cabello rubio estaba recogido en un moño que reposaba sobre la parte superior de mi cabeza, proporcionándome un aspecto más juvenil y desenfadado. Por fin, Belén apareció en el salón, donde yo esperaba sentada fumando un cigarrillo.

—Ya estoy lista mama, ¿Cómo me ves?

—Preciosa tesoro— conteste yo con devoción.

Lucia una camiseta ajustada de color negro con un escote generoso. Sus pezones lucían altivos a través de la tela. Los leggings blancos que vestía definían perfectamente su cuidada figura; y permitían adivinar sus labios vaginales, haciendo de ella una mujer tan deseable…

Por unos instantes sentir darme vueltas la cabeza. Logre recobrar la armonía y salidos de casa rumbo al restaurante.

Eran las siete treinta de la tarde. El sol aún lucia altivo, y mi Belén y yo nos disponíamos a disfrutar de una velada que, al menos yo, deseaba fuese fructífera e inolvidable.

Tras unos minutos empleados en tomar una copa de vino, el camarero nos invitó a pasar al comedor y disfrutar de nuestra cena. Durante la misma todo transcurrió sin nada destacable. Conversamos amenamente de cosas de nuestra vida diaria, familia y de lo felices que éramos siempre que veníamos al pueblo. Hubiese pasado horas en compañía de mi amor, de mi hija Belén…

—Mi amor había pensado que podíamos ir a tomar una copa antes de volver a casa— sugerí con voz melosa y ávida de encontrar complicidad en ella.

—Me parece una idea fantástica mama— contesto Belén posando su mano sobre la mía con actitud de aceptación y dulzura.

Sentir el contacto de su piel con la mía a través de nuestras manos produjo en mí una inmediata sensación de excitación. Note mi ropa íntima encharcada, y en mi rostro un calor que no recordaba desde mis tiempos de adolescencia. No quería que ese momento terminase nunca. A la vez que sentía su mano sobre la mía, nuestras miradas se cruzaron. Y tuve la sensación que mi hija, en ese momento, me leía la mente y conocía mis sentimientos. No fui capaz de aguantarle la mirada y llamé al camarero para pedir la cuenta y así salir de ese momento tan tenso.

La noche era hermosa, el cielo despejado y ya de noche ofrecía un espectáculo divino. Las estrellas eran el colofón a un día que ya terminaba y daría paso a una noche larga e inolvidable…

—Mamá, esta es nuestra tercera copa— exclamo Belén con ánimo dulce y suplicante.

—Los sé cariño, estamos de vacaciones y no tenemos por qué madrugar mañana.

—¿Tienes miedo a emborracharte y que me propase contigo? Ja!

—Uf… ¡No ja ja! Sé que eres una dama y me llevarías a casa y me acostarías en mi cama.

—Oh gracias ji ji… Veo que tienes un buen concepto de mi cariño. Pero no olvides que no soy de piedra, ja!

—A ¿Sí? Y ¿Qué me harías? Si se puede saber— pregunto Belén haciendo gestos con su risueña y hermosa faz.

—Uf Belén mi cielo, de todo— respondí yo instintiva e inconscientemente…

Un incómodo silencio se apoderó del momento a la vez que mi hija tomaba un trago de su gin tonic y su mirada parecía buscar un lugar donde evadirse. Intentando salir de ese momento de tensión sexual, al menos por mi parte, tome la mano de Belén y la sugerí que bailásemos antes de volver a casa.

Pasaron los minutos y tras varias canciones, bailes, sonrisas y miradas consideramos ya era la hora de regresar a nuestra casa.

Hacía una temperatura fantástica, La luna brillaba de forma intensa y hacía de la anoche algo muy agradable. De camino a nuestro auto Belén me tomo del brazo. Me encantaba cuando lo hacía, Me hacía sentir plena. Entramos en el automóvil y nos abrochamos el cinturón de seguridad.

—Quisiera que esta noche no acabase nunca— comento Belén con voz segura y suave.

—Ni yo mi amor, cuando estoy contigo todo es armonía en mí— respondí con absoluta franqueza y veneración.

—Mamá, qué cosas me dices, harás que me sonroje— replico Belén mirándome fijamente a los ojos.

—Cielo, si supieras lo que me haces sentir cada segundo que pasamos juntas— conteste a la vez que mi mano acariciaba su mejilla.

—Quisiera que esta noche no acabase nunca— comento Belén con voz segura y suave.

—Ni yo mi amor, cuando estoy contigo todo es armonía en mí— respondí con absoluta franqueza y veneración.

—Mama que cosas me dices, harás que me sonroje— replico Belén mirándome fijamente a los ojos. —Cielo, si supieras lo que me haces sentir cada segundo que pasamos juntas— conteste a la vez que mi mano acariciaba su mejilla. —Mama ¿Cómo es que nunca me dijiste nada? Sabes que te adoro y siempre será así… Dios mío todo esto es tan increíble- —Por miedo a que te alejases de mi tesoro. A que pensaras que era una mala madre, una loca pervertida— respondí casi con lágrimas en los ojos.

Belén tomo con sus manos mi cara y me beso. —Jamás me apartaría de ti mama, eres todo para mí y lo sabes— Se acercó más a mí y continuamos besándonos apasionadamente como dos adolescentes. Mi excitación era tal que no perdí ni un segundo en meter mi mano dentro de sus leggings buscando su ropa interior. Pocos segundos después alcance su caliente y empapado pubis, pues Belén no ofreció ningún tipo de resistencia. A la vez que nuestras bocas se devoraban la una a la otra; mi mano masturbaba a mi hija centrándose en su hinchado clítoris. Sentía la humedad de sus fluidos en mis dedos, produciéndome ansiedad por penetrarla con los mismos. —¿Te gusta mi amor?

—Si mama, fóllame con los dedos. Hazlo antes que me arrepienta de esta locura— suplico mi Belén con voz entrecortada. —¿Así?— pregunté yo a la vez que dos de mis dedos profanaban su chorreante y peluda cavidad. —Si mama no pares que me voy a correr— contesto su boca cerca de mi oreja. Acelere mis embestidas. Quería sentir su orgasmo. Quería tener su corrida en mis dedos… —¡Ah!, ¡Oh! ¡Joder mama me corroo!!! ¡Ah siiii!!

Fue increíble como su cuerpo se arqueaba, sus espasmos eran incontrolables; y su ropa interior, a la vez que mis dedos, un auténtico mar de fluidos. Su orgasmo duro al menos medio minuto. Yo, mientras mi hija seguía con sus espasmos y jadeos incontrolables, olía mis dedos para disfrutar el aroma de mi amada. Me coloqué la ropa desabrochada producto de las caricias y magreos de Belén y seguidamente mese mi cabello lo mejor que pude mirándome en el espejo retrovisor. —¡Dios mío! Lo puse todo perdido, me siento avergonzada— comento mi hija mientras se colocaba la ropa y tocaba el asiento con su mano comprobando lo mojado que estaba… —No te preocupes mi amor, lo limpiaremos— conteste acercándome a ella y besando ligeramente su boca. —Llévame a casa mama, quiero darme un baño y cambiarme… —Si tesoro mío ya es tarde— asentí acariciando su hermoso rostro.

De camino a casa apenas intercambiamos palabra alguna. Más bien, solo fui yo quien intentaba sacar algún tema de conversación para hacer menos tensa la singladura que nos llevaría a nuestra casa. Afortunadamente, eran quince minutos de viaje, aunque parecieron más. Al entrar en la casa, Belén se dirigió a la habitación para buscar la ropa con la que dormiría tras tomar su baño, y yo, me dirigí a mi habitación. Ambas en silencio y sin saber qué decir… Una sensación de vértigo e incertidumbre me acompañaban en aquel instante. ¿Cambiaria nuestra relación lo que había ocurrido entre nosotras? ¿Belén correspondería a mi amor o solo fue un calentón para ella? Me quedé dormida, echa un mar de dudas, miedos y preguntas sin respuesta, a la par que con la sensación de haberme quitado un gran peso de encima. Mi hija Belén ya sabía lo que yo sentía por ella. Además habíamos tenido un encuentro sexual y muy satisfactorio…

A la mañana siguiente desperté y todo estaba en silencio. Mire el reloj y eran las diez y veintisiete. Me extraño que Belén no me hubiese llamado; pues está acostumbrada a que yo sea la que madrugue. No le di demasiada importancia y me incorporé buscando el baño para hacer el primer pis del día. Me limpié y asee un poco y me dirigí a la cocina. —¡Belén cariño! ¿Por qué no me has despertado?— No encontré respuesta por su parte y empecé a preocuparme. En la mesa de la cocina había una nota. Sin duda reconocí la letra de mi hija, me senté y comencé a leerla:

«Hola mama, en el momento de leer estas líneas ya me habré ido. Lo que ocurrió anoche es algo muy fuerte y necesito pensar. No me arrepiento, pero creo que ambas debemos reflexionar sobre ello en soledad. Cuando llegue a casa te mandaré un mensaje al móvil para que sepas que llegue bien a casa. No creas que te juzgo, o que pienso algo malo de ti. No estoy huyendo, lo que te dije anoche lo mantengo; pero necesito estar sola y reflexionar. Te quiero Helena.» Nunca me había llamado por mi nombre. Era la primera vez que lo hacía. En ese momento no sabía muy bien cuál era el motivo… De mis ojos marrones comenzaron a brotar las lágrimas. Cada vez de forma más intensa y acompañadas de unos sollozos inconsolables. Solo el abrazo de Belén, de mi hija, a la cual amaba como mujer, podría hacerlo…
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Belén y su Madre Helena – Capítulo 003



Tras la lectura del escrito que mi hija Belén me había dedicado, y ya mitigados mis sollozos tras la misma; una sensación de soledad me sobrecogía. Por mi mente pasaba cada escena del día anterior. Nuestro paseo por la playa, las sonrisas emitidas durante la cena, nuestro paseo con la luna como testigo, y sobre todo, lo que ocurrió en el auto antes de volver a la casa…

Podía rememorar cada beso, caricia, palabra o gesto de aquel momento y me sentía turbada. Me preparé un café y tras degustarlo y tomar una ducha rápida decidí caminar por la playa. Necesitaba pensar y asimilar todo lo ocurrido. No hacía más que pensar en Belén, si estaría bien, si necesitaba un abrazo, si sufría por lo ocurrido, si pensaba en mí…

Mientras caminaba descalza por aquella hermosa cala de arena suave y sedosa, no hacía otra cosa que mirar mi teléfono móvil anhelando la posibilidad de un mensaje de mi amor. Algo que me hiciese sentirla cerca, algo que me permitiera olvidar aquella extraña sensación de vacío.

Me armé de valor y le envié un mensaje…

—Hola tesoro, ¿Cómo estás?… Sé que me pediste tiempo para reflexionar, pero la sola idea de que sufras y no estés aquí conmigo hace que me sienta extraña y culpable. Cuídate mucho mi cielo, sabes que te amo.

*****

Mi paseo por la playa termino unos minutos después de enviar el mensaje. Me puse a preparar mi comida y tras tenerla lista me puse a leer una revista de decoración.

A los pocos segundos de comenzar mi lectura, mi teléfono emitió el sonido propio de haber recibido un mensaje. ¡Presurosa me abalancé sobre mi móvil ante la posibilidad de que la emisora de dicho mensaje fuese Belén; y sí, era suyo!

—Hola Helena, estoy bien gracias por tu mensaje, necesitaba recibirlo y me encanto que te atrevieras a enviármelo; a pesar de que te dije que necesitaba estar sola para digerir todo lo ocurrido. No quiero que te sientas culpable, las dos somos adultas y fue consentido por ambas. Pero no me negaras que la situación es muy fuerte y fuera de lo convencional. Es esto lo que me hace necesitar tiempo para asimilarlo. Un fuerte abrazo mi Helena, yo también te amo.

Su mensaje me reconforto. Ya veía de otra manera todo lo ocurrido la noche anterior. Solo una cosa me seguía inquietando… Helena, ahora siempre se refería a mí con mi nombre, nunca como había hecho siempre; llamándome mamá.

Reconozco que me producía una enorme curiosidad saber el motivo y decidí preguntárselo en un nuevo mensaje…

—Gracias por tu mensaje cielo, me reconforto mucho. Hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza. ¿Por qué ahora te refieres a mí como Helena? Siempre me llamaste mama… Quisiera saberlo tesoro

Pasaron varios minutos, que me parecieron siglos, hasta que por fin mi teléfono sonó y una sonrisa de adolescente fue reflejada en mi rostro deseosa de leer el nuevo mensaje de mi amor…

—Después de lo que paso entre nosotras ya no puedo verte solo como una madre. Ahora también lo hago como mujer. La primera con la que tuve una relación sexual, pues siempre me considere hetero. Una mujer muy hermosa, elegante, culta y dulce que me hace tener sentimientos profundos y encontrados que necesito discernir. Ese es el motivo de llamarte Helena, mi dulce Helena.

Deposité el teléfono sobre la mesita del salón, recliné mi espalda sobre el sofá y abrí mis piernas ansiosa por masturbarme, pues estaba ardiendo de deseo. Metí mis dedos debajo de mis empapadas bragas blancas y acaricié mi hinchado clítoris; el cual rodeado de mi húmedo vello púbico me proporcionaba mis primeros jadeos. Mis pezones estaban tan duros que hasta el roce con la tela de mi vestido me producía dolor. Me imaginaba a Belén entre mis piernas, embrutecida con mis íntimos olores y fluidos; su lengua penetrándome con su habitual dulzura, para acabar recibiendo una lluvia mezcla de orina y fluidos propios de un orgasmo.

Absorta en mis lascivos deseos y pensamientos, mi vagina, ya con mis dedos dentro, comenzó a eyacular una cascada de jugos como nunca creí que fuese a experimentar. Mi cuerpo se arqueó, y era un reguero de espasmos a la par que mi boca exhalaba gritos de placer libres de ser escuchados por nadie; pues tenía como único testigo de mi depravado comportamiento al sonido de las olas del mar llegado de la cercana cala en la cual mi hija y yo habíamos paseado en tantas ocasiones.

Después de haberme corrido tres veces pensando en mi hija, y comprobar que mi sofá era un mar de humedades, me sentía satisfecha y feliz. Y puede que algo inconsciente también, pues producto de la misma sentí el deseo de enviar a mi hija una foto.

Quería enviarle una foto que describiese lo que había ocurrido instantes atrás. Y que era el resultado de la lectura de su último mensaje. Tras meditar unos instantes tomé el valor y me hice una foto de mi vagina húmeda y peluda, llena de fluidos y con los labios abiertos por mis dedos; mostrando la cavidad rosácea de mi chocho. La gran definición de la cámara de mi móvil permitía contemplar la imagen hasta el más mínimo detalle.

Después de comprobar el resultado de mi foto y tremendamente cachonda, se la envié a mi hija con el siguiente texto:

«Leí tu mensaje, mi amor y no pude contenerme. Te extraño tanto tesoro.»

Unos instantes después sentí la necesidad de añadir una frase y le envié otro mensaje…

«Como deseo que estuvieses aquí cielo, como hija y como mujer»

Seguidamente, me di una ducha con la esperanza de recibir un nuevo mensaje de mi Belén, pero no se produjo en el resto del día. Quise respetar su tiempo de reflexión y pase el resto de la jornada disfrutando de la lectura y mi música favoritas…


Un nuevo día comenzaba y al despertar de mi descanso mi hija fue mi primer pensamiento. Con la sonrisa y los nervios propios de la pubertad tomé mi móvil y ¡sí! Un nuevo mensaje de Belén enviado una hora antes permanecía inerte, esperando ser leído por mí. Contenía una foto de sus bragas verde claro. Se podía observar con nitidez la cara interna de las mismas, completamente llena de fluidos vaginales, propios de una gran excitación y disfrute. Estaban colocadas encima de la cama para ser fotografiadas. La foto iba acompañada del siguiente texto:

“Gracias por la foto de tu coñito mi dulce Helena. Me pasé la noche acariciándome como una gata en celo. Así están mis bragas cada vez que pienso en ti. Besos”

No pude, sino que cerrar mis piernas y correrme como una loca en el mismo instante de leer sus letras. Contemplar sus braguitas con las que tantas veces había bajado a desayunar, proporcionándome tan inolvidables momentos…

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heranlu

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Belén y su Madre Helena – Capítulo 004


Eran ya las 5 de la tarde, y me disponía a tomar una taza de té mientras veía televisión. Fue cuando mi teléfono tomo vida. Tenía un mensaje nuevo, y era de Velen:

"Hola cariño, no soporto estar alejada de ti por más tiempo. Mañana llego al pueblo en el autobús de las seis de la tarde, por favor ven a recogerme ¿sí?, tuya siempre.

Leí varias veces su escrito, cada palabra que me dedicaba; por más trivial que fuese, era importante para mí. La televisión, la taza de café; que ya debía estar fría e inolora, habían dejado de tener sentido. Solo podía pensar en el momento de volver a verla. Que sentiríamos al cruzar nuestras miradas, escuchar su voz de ángel, sentir sus labios en mi piel, su abrazo al saludarme en nuestro reencuentro.

Mi corazón, mi respiración, todo en mi se aceleró. Fui a la cocina y tome un pepino del refrigerador. Me dirigí a mi habitación y después de lavarlo muy bien lo seque y cubrí con un condón. Estaba muy, muy caliente y necesitaba sentirme penetrada.

Me tumbe boca arriba en mi cama y abrí mis piernas con premura ansiosa de comenzar mi sesión de placer onanista. El pepino surco mi coñito con facilidad, pues estaba tan húmedo que se asemejaba a un cuchillo cortando mantequilla. Pronto mis labios comenzaron a pronunciar su nombre:

"Belén, Belén, mi amor… Deseo estes aquí cariño"

Mi respiración se aceleraba, mi boca apenas podía exhalar el aire de mis pulmones debido a mi calentura, mi mano derecha metía y sacaba el pepino cada vez a mayor ritmo. Chupe los dedos de mi otra mano y los dirigí a mi ano humedeciéndolo, imaginado la lengua de mi hija intentando penetrarlo. Esa imagen en mi mente provoco el primer geiser de fluidos. Siempre fui de escupir mucho liquido al correrme. La acústica de mi habitación aumentaba la sonoridad de mis jadeos y grititos de gata traviesa e incestuosa. Mis pezones, hinchados en sumo grado, me dolían como nunca. Y mi cuerpo empapado en sudor se había convertido en un temblor incontrolable y delicioso.

Tras varios minutos de placer, temblores, chorros y corridas mi cuerpo se relajó y mis ojos se cerraban despacio. Sentía una dormidera agradable y mi boca dibujaba una tenue y sugerente sonrisa. Quede dormida con la imagen de Belén y el brillar de sus azules ojos atravesando mi ser.

***********

Desperté feliz y con una gran energía. Eran las siete y veinte de la tarde. La habitación exudaba sudor y sexo. Tras ventilarla y asearme, tome el auto y me acerque al pueblo a comprar comida, la nevera estaba vacía y mañana llegaba mi amor.

**********

Hoy era el día, Belén regresaba a casa y mi cuerpo era un mar de emociones. La mañana me pareció eterna, la pase limpiando. No hacía más que mirar el reloj y los minutos parecían horas. Después de comer algo me di un paseo por la playa, necesitaba mover las piernas y oxigenar el cuerpo. Tome un baño y me vestí. Pues eran ya las cinco de la tarde y debía acercarme al pueblo a buscar a mi hija. Llegué al lugar con tiempo suficiente y me puse a fumar, los nervios de volver a ver a mi amor me consumían.

Con puntualidad británica el autobús llego a destino. Sus puertas se abrieron y me acerque a la zona trasera con ansiedad y nervios. Cada pasajero que bajaba parecía hacerlo con suma lentitud, provocando en mi cierto grado de ansiedad sin llegar a incomodarme. Y de pronto todo cobro sentido, su faz de diosa apareció delante de mis ojos, una sonrisa cómplice me invitaba a ir en su búsqueda. Sentía un enorme deseo de abrazarla. Con hermosa destreza mi Belén se acercó a mí con aires de dulzura y cariño pronunciando mi nombre, su voz daba sentido a cada letra, cada gesto y mirada. Los convertía en belleza poética.

-Hola Belén, ven que te abrace- me imploro mi hija con dulzura.

-Hola cariño, ¿Como estas?, como te extrañe. ¿El viaje bien?- pregunte displicente.

-Muy bien cariño, contando los minutos para estar de vuelta, extrañe el pueblo, y sobre todo a ti. ¿Me invitas a un café? Muero por un café Helena.

-Claro que si mi amor, tomémoslo antes de volver a la casa ¿Si?

Frente a la parada de autobús había una cafetería, llevaba abierta al público desde hacía más de treinta años. Siempre que nos acercábamos al pueblo tomábamos algo en ella, ya era como un ritual. La tarde era calurosa e invitaba a sentarse en su amplia terraza. Una joven camarera de melena morena y rizada nos sirvió dos cafés con leche. No podía creer que estuviera en la compañía de Belén, mi felicidad era plena.

Belén lucia tan bonita. Su cabello rubio recogido en un moño, esa sonrisa tan natural, nada fingida, me volvía loca. Llevaba un vestido blanco que le cubría hasta los tobillos, dejaba ver sus delgados y fibrosos brazos. Su escote era amplio y dejaba ver su precioso canalillo, lo que motivo que mis bragas se mojasen.

-Dime Helena, ¿me has echado de menos?- me inquirió Belén fijando sus ojos azules en mí.

-Muchísimo mi amor, en todo momento pensé en ti. ¿Lo dudas?-respondí aguantando su mirada.

-Tus fotos y mensajes lo dejan claro cariño, no tengo duda ninguna. Yo también te pensé y extrañe mucho. Por eso he vuelto tan pronto, quiero estar contigo Helena.- Afirmo Belén acariciando mi mano con la suya.

El contacto de nuestras manos erizo mi vello y me sentí estremecer.

-Voy un momento al baño cariño-

-¿Quieres que te acompañe Helena?- me inquirió Belén con mirada seductora.

-Si por favor quiero que vengas-

Yo estaba excitadísima y tomando a Belén de la mano me dirigí a los lavabos donde nos encerramos en uno de los aseos. Cerramos la puerta y accionamos el pestillo. Sin palabras ni preámbulos nuestras bocas comenzaros a devorarse. Mis manos fueron a parar a su escote, pronto mis dedos entraron en contacto con sus pezones, los pellizcaba. Belén puso sus manos en mi culo, lo apretaba, mientras su lengua jugaba con la mía. Fui levantándole su vestido, quería meter mi mano en sus bragas, penetrarla con mis dedos, sentir su humedad. Sin dejar de besarme, Belén me ayudo a meter mis manos dentro de sus braguitas. Su vello estaba ya empapado y me invitaba a entrar en su coñito. Es lo que hice.

Al mismo tiempo Belén hizo lo mismo. Y busco con gran habilidad y rapidez mi chorreante coño. Nos dedeábamos la una a la otra, a la par que nuestras bocas continuaban unidas, mitigando el sonido de nuestros gemidos producto del placer que sentíamos.

-Así cariño no pares, no pares… Estoy casi a punto. Ahhh, ohhh, mmmm… Así, así… Que bien lo haces Belén mi amor-

-¿Te gusta así amor?, estas empapada Helena, y eso me tiene a mil- respondía mi hija mientras aceleraba su mete y saca en mi chocho.

-Si no pares, no pares que me estoy corriendooo!!

Casi a la par nos corrimos, nos limpiamos las manos con un poco de papel. Nos aseamos como pudimos y tras pagar nuestra consumición tomamos el camino a casa. Era tal nuestra excitación, que a mitad de camino decidimos parar en una zona discreta y allí estuvimos besándonos por unos minutos. Fueron instantes de miradas, caricias y palabras llenas de cariño y dulzura. Nos deseábamos y queríamos estar juntas. Al llegar a casa haríamos el amor…

A solas y en la intimidad de nuestro hogar, tras tomar un baño, Belén me tomo del brazo y nos dirigimos a mi habitación en silencio. Comenzamos a besarnos y acariciarnos. Mi hija me quito el albornoz y mi cuerpo excitado quedo expuesto:

"Que hermosa eres Helena"

"¿De veras te parezco hermosa amor?

"Mucho…"

Me recosté en la cama y deleite mis ojos viendo el cuerpo desnudo de Belén. Se abalanzo sobre mí y comenzamos a besarnos. Mis manos fueron a sus glúteos, jóvenes y fibrosos, los abría y acariciaba con deseo. Mis dedos viajaron a su húmeda vagina para después visitar su ano y humedecerlo con sus fluidos. Mis pezones hinchados me proporcionaban un gran placer dentro de su boca. Belén besaba mi vientre, abrió mis piernas y comenzó a besarme cerca de mi vello púbico. Beso mis labios mayores y busco mi agrandado clítoris para chuparlo poco a poco, como si quisiera alargar el placer y hacerlo infinito:

"Así cariño así no pares… Te amo amor"

"¿Te gusta Helena?… Me gusta tu sabor"

"Gracias tesoro, me gusta mucho"- Respondí mientras mis manos apretaban su cabeza contra mi coñito.

Belén comenzó a besar y chupar mi vagina, saboreaba mis fluidos y me penetraba con su lengua. En ese momento tuve mi primer orgasmo y un fuerte chorro emano de mi esfínter regando la cara y la boca de mi hija…

"Ohhh, siiii. Ah. Así, así cariño sigue, sigue… Ahhh"

Mi cuerpo se arqueaba y convulsionaba sin poder controlarlo. Belén continuaba entre mis piernas saboreando y oliendo mi corrida. Seguidamente se incorporó y compartió con un lascivo beso mis sabores íntimos. La abrace y nos besamos con extremo deseo. Me puse encima y comencé a comerme sus tiesas tetas. Tras mordisquear sus pezones y besar su ombligo fui directa a su peluda vagina. Me le quede mirando un instante como solicitando su aprobación:

"Hazlo ya mama, estoy empapada"- suplico Belén con voz entrecortada.

Obediente bese sus labios y escupí su vagina comenzando a lamer su clítoris. Mi hija apretaba mi cabeza contra su chochito y sus caderas se movían buscando aumentar el placer. Mi lengua viajo a su ano y lo chupe con deseo:

"Asiii que rico lo haces Helena, harás que me venga en tu boca!"

"Hazlo amor, es lo que quiero. Tus jugos en mi boca!" -respondí llena de excitación.

A la vez que le chupaba su ano Belén se frotaba el clítoris. En ese momento me apretó fuertemente contra si con su otra mano y pude sentir un enorme chorro de sus fluidos en mi cara, en mi boca. Era una cascada de aromas y sabores que no quería dejar de sentir:

"Ahhh, siiii cariño, asiiii cómeme amor"-jadeaba Belén en pleno clímax.

Tras deleitarme entre sus piernas y poseída por una enorme calentura me gire y quede encima de mi hija en posición de sesenta y nueve. Enseguida pude sentir en mi vagina los labios de Belén, me comían sin pausa y ansiosamente. Yo movía mis caderas haciendo que mi chocho se frotase con su boca, a la vez que me comía su vagina adornada por sus mojados vellos. No tarde en correrme de nuevo sentada en la cara de mi hija:

"¡¡Ahhh me corro!!, ¡¡Sii joder siiii!!"

Belén se puso a cuatro como una perrita y yo, detrás de ella, comencé a comer su coñito. Mi boca viajaba de sus labios mayores a su ano, a la vez que mis dedos penetraban mi chocho:

"Helena que bien lo haces, ¡me matas amor!"- suspiraba Belén sumida en sus espasmos.

"¿Te gusta cielo?… Quiero comerte sin descanso mi amor".

Belén tuvo otro orgasmo. Y baño mi rostro y mi boca con sus jugos, provocando mi enésimo chorro de placer. Pasaron escasos minutos de silencio, caricias y miradas. Belén tomo mi mano y nos dirigimos al baño, se arrodillo ante mí y dijo:

"Estoy muy excitada Helena, necesito sentirme tuya por completo. Quiero que te orines en mi cara."

Confieso que a pesar de la tarde noche de sexo y amor que habíamos tenido me quede sorprendida por unos instantes, y queriendo cerciorarme de si lo que estaba viviendo era real le pregunte:

"¿Estas segura amor?, no es necesario que lo hagamos. Se que me amas al igual que yo te amo a ti".

"¿Es que tu no lo deseas? No hagas que te suplique Helena, hazlo ya mi amor lo necesito.

Sin más dilación agarre a mi hija de su cabello acercando su cara a mi empapada vagina y comencé a regar su hermoso rostro con mi orina:

"¿Te gusta tesoro?" -pregunte excitada y feliz.

"Ahhh siii mucho cariño gracias…! Mas, quiero más sigue!" -suplicaba Belén mientras acariciaba sus senos empapados de mi orina… Me acerque a ella y bese su boca probando mi liquido dorado.

Tras darnos un baño dormimos abrazadas y desnudas hasta el mediodía siguiente.

Continuará.

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heranlu

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Belén y su Madre Helena – Capítulo 005



Helena mi cielo despierta, es hora de levantarse.- Anunció Belén mientras abría el cajón de la cómoda y elegía la ropa íntima que me pondría después de mi baño.

Desde que éramos amantes Belén escogía mi ropa interior cada día. Era algo que me hacía sentir especial, deseada… Me excitaba y hacía feliz. Y sé que a ella también.

-Ya va cariño aún es temprano- respondí somnolienta y perezosa.-

-Si lo sé, pero tenemos que volver a la ciudad y antes quería dar un paseo por la playa. Apurate por favor.

-¿No me das un beso de buenos días?, lo necesito.- Suplique mimosa.

-No sé si te lo mereces, estás muy perezosa hoy.- Respondió Belén acercándose a nuestra cama y dándome un pico.

Aproveche la coyuntura y la abrace besándonos con deseo. Nuestras lenguas se unían húmedamente y mis manos recorrían su culo con descaro…

-Ya, cariño ya, ahora no podemos… Venga levántate, date una ducha y demos ese paseo por la playa, por favor ¿Si?.- Imploro Belén con su dulzura de siempre.

-Ok mi amor, me daré prisa lo prometo.

Tras tomar mi baño me puse la lencería rosa con flores lilas que Belén me había elegido. Me dirigí a la cocina y allí estaba mi amor. Desempaquetaba algo que acababa de recibir mediante mensajería.

-¿Qué es eso mi cielo? – interpelé curiosa.

-Luego te cuento Helena, el desayuno se enfría y quiero mi paseo por la playa tomadas de la mano.

-Que linda eres tesoro mío.- Conteste emocionada.

-Lindo es amarte cariño.

Nos besamos y tras un ligero desayuno fuimos a disfrutar de la playa y esa brisa Cantábrica tan húmeda y a la vez tan natural.

-¿Y bien, qué es eso de lo que me querías hablar?, ¿Me tiene intrigada ese paquete que recibiste?

-Son juguetes.

-¿Juguetes?.- Pregunte ávida de respuestas.

-Juguetes sexuales, para nuestra intimidad.-Respondió Belén mirándome con ojos traviesos.

-Y ¿Qué clase de juguetitos son amor?, me tienes en ascuas.

-Verás, son dilatadores anales y algún que otro vibrador, también unos arneses. Ah y unas bolas chinas ji ji.- Explico mi hija como si estuviese hablando de la cesta de la compra.

-Ah bueno, parece que lo tienes todo muy bien planeado, miedo me das ja!

-Lo pasaremos bien amor, no podemos caer en la rutina. Por cierto, tengo ganas de hacer pis. Busquemos un lugar discreto porque no me aguanto.- Replicó Belén mientras me agarraba de la mano buscando un lugar donde aliviarse.

Enseguida alcanzamos la zona de las dunas, allí Belén se bajó los leggings y las braguitas y comenzó a miccionar sus dorados líquidos. Contemplar y escuchar el sonido de sus fluidos me excitaba mucho. Ella me miraba a los ojos fijamente.

-¿Te gusta verme, Helena?.- Interpeló mi hija.

-Mucho Belén, eres muy traviesa, me calientas y luego me dejas a medias, como esta mañana al despertar.- Respondí pícaramente.

-Bueno, todo a su tiempo cariño. Tal vez pronto me supliques clemencia ji, ji…

Se limpió su velluda vagina con un clínex e iniciamos el camino de vuelta a casa.

*********

¡Belén tesoro, mi equipaje ya está listo!

-Mamá, ¿Puedes venir un momento?- Solicitó mi vástago desde la habitación de invitados.

-Si ya voy amor- Contesté solicita

-¿Necesitas que te ayude con tu maleta cielo?

-No, es que quiero que antes de irnos nos pongamos un dilatador anal. Necesito saber si alguna de tus exnovias te desvirgo tu ano. Quiero que me entregues tu ano. Y quiero entregarte el mío. Dios que caliente me pone todo esto.- Confesó Belén con cierta timidez.

-Guau… Cariño, no te andas por las ramas. Te diré que sigo siendo virgen por detrás. Todas mis exnovias fueron muy convencionales, y no les gustaban esas cosas para mi desgracia. Yo siempre fantaseé con ello, pero no se dió

-Entonces, ¿Quieres estrenarte conmigo, amor?- Inquirió Belén con impaciencia.

-Si mi cielo, ¿Lo dudas?- Respondí con entrega, devoción y deseo.

-Quítate las bragas y los pantis. Nos los pondremos antes de partir a la ciudad. No me aguanto mas.- Solicitó Belén con su dulzura habitual.

Me quité mi pantyhorse, mis bragas y me puse a cuatro apoyando mis manos sobre la cama. Belén se arrodilló detrás de mí y besó mis nalgas. Se untó las manos de lubricante, abrió mis glúteos y besó mi oscuro ojete. Lo lubricó con saliva y después con sus húmedos dedos para acabar penetrándolo con una de sus falanges. Me sentía empapada, mi piel se erizaba, y mis caderas eran incapaces de estar inmóviles. Antes de poder darme cuenta sentí un pequeño ardor. Belén ya me había penetrado con su juguete nuevo.

-Ya está amor, ahora las bolas chinas en tu coñito y estarás lista para el viaje, ¡ja!

Me sentía penetrada doblemente por primera vez, a mis cuarenta y nueve años. Me encantaba la sensación de entrega total con Belén. Mi vagina chorreaba y no pude evitar correrme. Mi hija me ayudó con su mano, pues era plenamente consciente de mi ardiente estado.

-¡Oh Belén mi amor!, conseguiste lo que buscabas; hacerme estallar. ¡Ah! ¡Mmm!, ¡si!

-Disfruta mi Helena, después yo misma te asearé y me harás lo mismo a mí ¿Sí?- Aseveró mi incestuosa amante mientras frotaba mi clítoris rítmicamente.

Tras varios chorros y espasmos, mi hija me lavó y preparó ropa limpia, para después solicitarme le insertara sus juguetes con una escueta frase:

"Ahora me toca a mí".

Se retiró su falda negra y bajo sus bragas azules dejando a la vista su frondoso matojo negro. En posición de perrita y apoyando sus brazos en la cama, me permitía contemplar todo su culo y vulva, ambos aún por lubricar.

-Date prisa amor, quiero sentirme llena- Imploró Belén mirándome un instante.

Me lubriqué la mano y seguidamente lo hice con su ano y labios vaginales, aunque estos últimos no lo necesitaban; pues ya los encontré encharcados.

La penetré el ano con mi dedo índice, permaneciendo en su interior unos instantes. Quería sentir el calor que desprendía mi hija y a la vez que ella disfrutara de tenerme dentro. Sabía que Belén deseaba entregarme su virginal retaguardia. Yo también anhelaba entregarle mi culo virgen, quería que ella fuese quien me sodomizase. Pero no era el momento, ahora debía colocarle el dilatador anal y así lo hice, con sumo cuidado y bien lubricado fue cuestión de segundos que lo tuviera dentro.

-Ya está cariño, ¿te sientes bien?- Le pregunté solícita.

-Si Helena gracias, se siente rico. Ahora faltan las bolas chinas, quiero sentirme doblemente poseída por ti.- Me dijo excitada y con cierta impaciencia.-

Mi intención era obedecer y marchar de camino a la ciudad, pero mi grado de calentura había superado el límite.

-Un momento tesoro, voy por una toalla, enseguida vuelvo.

-¿Una toalla? – Preguntó Belén, incrédula y curiosa.

-Si amor, es que no me aguanto.

Coloqué la toalla entre las piernas de mi hija, me lubriqué generosamente la mano y comencé a rozar su vagina. Le introduje con suavidad todos los dedos a la vez en su chocho. Estaba empapado. Notaba como su vulva apretaba y succionaba mi mano con suma facilidad. Apenas apreté un instante y todo el puño estaba en el interior de mi amada. Inicié un movimiento lento, pero cadencioso, al que las caderas de Belén pronto acompañaron rítmicamente. Mi puño estaba follándose a Belén, era lo que ella quería, sentirse penetrada doblemente. Por mi puño, y por el dilatador anal.

Su espalda se arqueaba, proporcionando más placer y más fuerza a sus caderas. Su cuerpo ya sudaba, su boca empezaba a delatar, que estaba excitada, y que disfrutaba enormemente.

-¿Te gusta Belén?- Interpelé excitada.

-Demasiado cariño, gracias lo deseaba. No quiero que pares, estoy cerca de explotar.

Contemplar a Belén a cuatro, su culo con su dilatador, moviéndose al ritmo de mi puño hacía que mis pezones se endureciesen como si fueran granito. De pronto su vagina se convirtió en un mar de fluidos, escupió varios chorros a los que ayude con mi mano a aumentar. No pude evitar acercar mi boca a su vulva y sentir como su íntima cascada regaba mi rostro e inundaba mi boca.

-Ah, oh, mmm Helena, me matas amor, ah!- Pronunciaba Belén agotada y en éxtasis.

Permanecimos varios minutos abrazadas, sin movernos, de rodillas. Solo el sonido de nuestro respirar reinaba en la casa.

-Se nos hace tarde, cariño comentó Belén, recuperada ya de nuestra enésima travesura.

El viaje transcurría en orden, Belén se lo pasó con los ojos cerrados, escuchando música en su MP4. Yo no dejaba de pensar en lo deprisa que había ocurrido todo. Aún me costaba creer que ya éramos amantes, descubrir el lado sumiso y morboso de mi hija en la intimidad. Mi ser era un mar de sentimientos, sensaciones, vivencias que me hacían sentir joven y plena. Amaba a Belén y era consciente de la situación nada convencional que estábamos viviendo, pero no estaba dispuesta a renunciar a algo tan hermoso y tan real. Aunque era consciente del riesgo y de lo prohibido que era nuestra relación. La vida era un suspiro y quería beberla trago a trago sin importarme lo que era correcto, moral o prohibido.

Tras dos horas de travesía llegamos a casa. Era una gran vivienda de estilo montañés. De dos plantas, la primera adornada con un amplio arco de entrada y la segunda con una gran balconada de madera que recorría todo el frente de la misma. Las paredes eran de piedra caliza, y el tejado de roja teja. Ambas le daban un aspecto entre noble, robusto y añejo. El jardín era amplio, el césped bien cortado, de eso se encargaba un lugareño que teníamos contratado; meticuloso y efectivo. Rodeando la finca lucían unos antiguos hayas, plantados en una época lejana por mis abuelos en los primeros años del siglo pasado. Nunca pude concebir un lugar mejor para vivir, era donde había nacido, crecido, mis mejores recuerdos estaban allí. El sitio favorito de Belén era la piscina, adosada a la casa, se edificó por parte de mis padres cuando yo era una niña. Era con techo y climatizada para poder utilizarla durante todo el año, dadas las inclemencias climatológicas propias del norte de España.

Ya de vuelta en nuestro hogar dediqué la tarde a ordenar mi estudio. Era donde pasaba gran parte de mi tiempo. Era aficionada a la pintura, sobre todo me gustaba pintar paisajes, admiro a Sorolla o Marcelo Fuentes. También me atrevía a pintar desnudos, pero en raras ocasiones.

Belén se pasó la tarde en la piscina, le encantaba nadar. Cuando estábamos a solas lo hacía desnuda. Amaba sentir el agua sobre su piel y yo, amaba disfrutar de su hermoso cuerpo.

Apareció en mi estudio. Lucía divina, con su cabello mojado, y su desnudo cuerpo apenas abrigado por un albornoz verde que yo le había regalado el invierno pasado.

-Hola cariño, aún no me dijiste donde me llevaras a cenar.

-Hola mi cielo, cenaremos en un restaurante del centro. Ya lo conoces, ¿Recuerdas donde celebramos tu cumpleaños?-.

-Si claro, ¿Cómo se llamaba?, ¿Los Tamarises?

-Exacto, me gusto mucho la comida, tengo un grato recuerdo de aquel día.

-Yo también Helena.- Respondió.

*************

Eran las siete y media de la tarde y Belén, como siempre, se hacía esperar. Yo escogí un traje chaqueta tipo esmoquin en rojo. Los pantalones entallados a mi justa medida, me gustaba resaltar mis largas y estilizadas piernas; y blazer con solapas y botones satinados sobre una fina combinación con encaje, calzaba zapatos blancos con un tacón medio.

Ya cuando estaba por consumir mi segundo cigarro apareció ella, Belén, con un minivestido lencero de Zara en tonos nude. Le había añadido un cinturón que resaltaba su silueta y lo combinaba con unas zapatillas que le aportaban un look muy deportivo.

Decidí que no iríamos en auto, el restaurante estaba en el centro y así también nos permitiría tomar una copa si surgía la ocasión. Además, el tráfico a estas horas es mortal.

La cena trascurría y nos sentíamos felices, disfrutando de nuestro amor y compañía. Era tan hermoso perderme en sus ojos azules, su sonrisa nacarada, sentir el tacto de sus manos.

-Dime Helena, ¿Qué tal lo llevas?.- Me inquirió Bélen con su dulzura habitual.

-¿El qué cielo? – Repliqué sin saber.

-Lo que llevamos puesto desde esta mañana, ¿Cómo te sientes?.- Contesto esbozando su pícara sonrisa.

-¡Oh!, eso… Me siento como nunca, excitada, mojada, echa un mar de sensaciones. Como si estuviese penetrada por dos hombres a la vez. Es una sensación nueva, y te confieso que muy placentera. Y tu tesoro, ¿Cómo estas con los juguetes dentro de ti? – Le pregunté ansiosa.

-Pues verás, me siento ardiendo todo el tiempo. Húmeda, excitada y de muy buen humor. Es el mejor antidepresivo que pude imaginar ji, ji… -Sonrió mi hija.

-Me alegro mucho que así sea amor. Tuviste una gran idea comprando esos juguetes.

-Pidamos la cuenta mamá, quiero invitarte a una copa en un pub. Quiero que lo conozcas, he estado un par de veces y es muy agradable.

Pedí la cuenta y nos dirigimos al lugar. Estaba a unos diez minutos en auto desde el restaurante. Tomamos un taxi. Durante el trayecto, Belén me explicó que conoció el pub por mediación de una amiga suya de la universidad. Trabajaba allí de camarera para ganarse un dinero y así poder financiarse sus estudios.

Pagamos el taxi y entramos en el Bar de copas. Tenía un aire a pub inglés, se llamaba Morgan, todo en el sitio era de madera y las paredes acabadas en ladrillo rojizo, dándole un aspecto sobrio y vetusto. Nos acercamos a la barra y pedimos nuestras bebidas favoritas. Nos atendió Susana, la amiga de mi vástago. Era alta y delgada, de tez blanca y cabello moreno. Llevaba tatuajes en los brazos y un pequeño anillo en la nariz. Sus ojos eran grises y sus labios finos, a la vez que su boca pequeña. Me pareció muy sexy y simpática.

-¡Hola Belén, que placer verte por aquí, y en qué buena compañía! Nos saludó Susana amablemente.

-Buenísima compañía, ya lo creo.- Respondió Belén mirándome con ojos de complicidad.

-Te dije que vendría más veces a visitarte, y aquí me tienes. Ella es Helena, una gran amiga.

-Encantada.

-Es un placer Helena-. Contestó Susana dándome dos besos, uno en cada mejilla.

Nos sirvió nuestras bebidas y continuó con su trabajo. Disfrutamos de la copa hablando de nuestras cosas, mirándonos, tocándonos… En definitiva coqueteando. Susana no paraba de observarnos, aprovechó un momento y se acercó a nosotras.

-Perdonad chicas, quisiera recomendaros el club privado, merece la pena.-

-¿El club privado? – Preguntó mi hija.

-¿Veis aquella puerta roja del fondo? -Señaló Susana.

-Pagando una módica cifra, cada una podéis pasar el tiempo que queráis, merece la pena de verdad.

-Gracias por la recomendación, y encantada de conocerte Susana.- Le dije risueñamente.

-El placer fue mío bombón, me contesto Susana con mirada de pantera en celo.

Me sentí halagada por aquella joven tan sexi, aunque pude ver en Belén cierta mirada celosa. Lo cual me calentaba mucho. Agarré a mi hija de la mano y nos dirigimos a la puerta roja. Pagamos veinte euros cada una en la máquina que estaba insertada en la pared y abrimos la puerta. Bajamos por unas escaleras estrechas y llegamos a un amplio local decorado como en los años 30 del siglo pasado. Todo muy elegante y nuevo. Sonaba música jazz, tenía una barra de madera adornada con un acabado dorado, una zona para bailar y otra en la que te podías sentar y tomar una copa. Las lámparas eran grandes y te hacían recordar a las películas de antes. Pero noté algo que me sorprendió por encima de todo, todas las que estábamos en el lugar éramos mujeres.

-Cielo, ¿Esto es un club lésbico verdad?

-Si mamá, quise que fuera una sorpresa. Me apetecía tener una cita contigo y que te sintieses cómoda conmigo.- Explicó Belén con dulzura.

-Amor siempre estoy cómoda contigo.- Le dije poniendo mi mano en su nuca mientras la besaba.

-¿Te gusta?

-¿Quién cielo?, no entiendo.-Respondí confusa.

-Susana. La deseas, me fijé en como os mirabais.

Los ojos de Belén se mostraban llorosos. Pude ver tristeza en ellos, eso me mató. Acaricié su rostro y besé suavemente sus labios:

"Te amo cariño, Susana solo es una joven bonita, nada más."

Pasamos un rato agradable bailando, yo estuve todo el tiempo mimándola. Intentaba hacerla sentir bien, pero ella, detrás de su sonrisa de diosa etrusca, escondía un halo de tristeza.

-Tesoro, quiero que volvamos a casa, quiero entregarte mi culo virgen. Sé que lo deseas y quiero que sea esta noche.- Le susurre en su oreja mientras bailábamos agarradas con mis manos en sus glúteos.

-Te dolerá, ¿Lo sabes verdad? – Me contesto seria y mirándome fijamente.

-Lo sé mi amor, quiero que me folles y revientes, si eso es lo que deseas.- Asentí retando su mirada.

Belén me tomó de la mano y nos volvimos a casa. No pronunció una sola palabra en todo el trayecto. No me soltó la mano tampoco. Permanecía absorta en sus pensamientos mientras yo me sentía cada vez más excitada, imaginando nuestra noche de sexo prohibido…

*************

Entramos en casa y Belén seguía sin soltarme de su mano. Me condujo en silencio a nuestra habitación y con voz seria me ordenó:

"Quítate la ropa y acuéstate sobre la cama boca abajo"

Debo confesar que interpretar el papel de sumisa me tenía ardiendo. Mi coño parecía la albufera valenciana, una laguna de fluidos deseosos de ser degustados. Belén ya estaba desnuda, permanecía de pie y lubricaba un consolador anal. Era más delgado y corto que un pene de látex convencional. Se puso de rodillas en la cama y me abrió los glúteos sacándome el dilatador anal de forma brusca.

-¡¡Ah cielo más suave me haces daño!!

-¡Shhh!, ¿te he dicho que puedas hablar? Hoy te portaste mal cariño, mereces un castigo. Hablarás cuando se te diga.- Sentenció Belén dando varios azotes en mis nalgas.

Jamás pude imaginar que este juego de sumisión me pusiese tan cachonda. Los azotes fueron demasiado para mi coño y de mi esfínter comenzaron a emanar varios chorros que sorprendieron a mi hija.

-¡Guau!, parece que sigues queriendo portarte mal, ¡mira que eres puta Helena!

Se sentó sobre mi espalda y agarrando el consolador me penetró mi ano de manera brusca. Sentí un fuerte dolor, acompañado de un ardor intenso. Mi boca mordía las sábanas, no quería darle el gusto de gritar. Belén con su otra mano me retiró las bolas chinas de mi chocho, bruscamente por supuesto; y comenzó a masturbarme. La mezcla del dolor en mi ano, y el placer de sus dedos en mi coño me tenía en un clímax casi permanente. Sentía que mi hija estaba excitada y disfrutando tanto o más que yo. Eso me hacía feliz, como nunca lo había experimentado con ninguna otra mujer.

-¿Te gusta ser mi puta Helena?

-¡Siii, ahhh, mmmm no pares, siii! – Respondí en medio de mi segundo orgasmo.

-Si ¿Qué? – Insistió mi hija azotando de nuevo mis nalgas.

-Siii, ohh, ¡Dios no pares que me vuelves loca!

-¡Contesta a mi pregunta Helena, harás que me enfade aún más!- Exigía Belén mientras seguía azotando mi pompis.

-¡Sí adoro ser tu puta!, ¡Oh, ah, me corroo! – Respondí fuera de mí, incapaz de controlar la catarata de chorros que salían de mi peluda vagina asemejándose a una tubería averiada que vierte agua sin control.

Mi hija, al ser consciente de aquel orgasmo brutal, dejó el consolador en mi ano y acerco su boca a mi íntimo manantial probando mis lascivos fluidos como lo hacen los sedientos al llegar a un oasis.

Ya embrutecida de mi íntimo elixir, se incorporó y colocó sobre su cintura y vagina un arnés. La verga era larga y gruesa. Se ajustó bien el juguete y lo lubricó con premura. Mientras yo, entre jadeos, me deleitaba con su cuerpo desnudo y sudado que pronto abriría mis entrañas de nuevo.

-Ponte a cuatro.- Ordenó Belén impasible.

Obedecí rauda y veloz, deseaba me follara con esa verga de látex como si fuese una yegua a la que preñar. Nunca me había sentido tan excitada y caliente como esa noche, sentir a mi hija tan dominante, enfadada, y distante conmigo; permitió descubrir en mí cosas que ni yo misma conocía.

-Helena, abre tus nalgas con las manos.-Sentenció Belén con voz más dulce.

Obedecí ansiosa de tener a mi amor dentro. Acercó la verga a mis labios, empapados tras varias corridas, y me penetró despacio. Permaneció unos instantes dentro de mi chocho, después rozó mi agrandado clítoris con el glande, lo que hizo que volviesen a salir de mi ser pequeños chorros de flujo que iban acompañados de espasmos y respiraciones aceleradas.

-Mmmm, ah, oh, pufs… ¡Tesoro que bien lo haces, fóllame duro, hazlo, por favor, no aguanto más!

-¿Te di permiso para hablar?, contestó Belén.

-Perdón mi amor.

-Veo que no acabas de obedecer del todo, abre la boca.- Ordenó con voz firme.

Dejó de penetrarme y me folló la boca con su arnés, provocando casi de manera instantánea mis primeras arcadas.

-¿Ves lo que ocurre si no te comportas como es debido cariño?, tengo que enseñarte buenos modales.

-Si amor, tengo mucho que aprender, enséñame tesoro.- Contesté torpe e ininteligible con la polla en la boca.

Fue en ese instante cuando sentí a mi hija totalmente excitada. Se incorporó, y se desató su arnés con suma prisa. Volvió a la cama y se sentó en mi cara con agilidad felina, comenzando a frotar su enorme botón. Un chorro grande, brusco y largo bañó mi rostro y alimentó mi boca por varios segundos.

-¡Ah joder me corro!, ¡Helena, te amo!.- Gritaba Belén fuera de sí mientras yo era incapaz de articular palabra. Me sentía en un permanente estado de felicidad y plenitud. Viviendo momentos que jamás pensé ni imaginé.

De pronto, mi amor se incorporó y mirándome dijo:

"Esta noche dormiré en mi antigua habitación. Sigo celosa y enfadada."

-Cariño, quédate a dormir conmigo, no te marches.- Suplique enamorada.

"Trata de dormir mamá, mañana todo estará olvidado."

Belén se marchó desnuda de la habitación, dejándome bien follada y con ganas de repetir

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Belén y su Madre Helena – Capítulo 006





Eran las 8: 27 de la mañana, me levante algo desanimada por la ausencia de Belén en mi cama. Tras hacer mi primer pis del día y asearme después, fui a su habitación con la esperanza de que su enfado y celos infantiles ya hubiesen desaparecido.

La puerta estaba semicerrada. Había luz en la sala y decidí entrar sin llamar. Belén estaba en la cama, boca arriba y desnuda. Se masturbaba con uno de sus juguetes, un pene de látex de 20 cm que entraba y salía con destreza de su chorreante vagina.

-Buenos días, amor, ¿Aun enfadada?- Saludé con fingida timidez.

-Buenos días, bombón, pasa y quítate el pijama.- Me contestó con su sonrisa de diosa.

Me desnudé frente a ella, quedándome en bragas y manteniendo su mirada mientras seguía con su mete y saca. Me acaricié mis grandes y erectos pezones provocándome mis primeras intimas humedades.

-Las bragas también, quiero ver tu matojo amor.- Ordenó mi hija entre jadeos.

Obedecí y dejé caer mis negros calzones de encaje, húmedos y testigos de la noche de sexo incestuoso que habíamos tenido. Me tumbé en la cama, y abrí la boca para recibir de manos de mi hija su juguete embadurnado con sus amargos y salados jugos que yo tanto disfrutaba.

-¿Te gusta mi sabor mamá?

Mucho tesoro, y tu olor íntimo. Ambos me embriagan.- Contesté con voz entrecortada y con el pene casi en mi garganta.

Belén esbozó una leve sonrisa y me besó, insertando su lengua profunda y enérgicamente en mi boca. Llevo su mano a mi coño y comprobó que era un mar de lujuria y me penetró.

-Que mojada estas.

-Así me tienes siempre.- Le contesté mordiendo su labio inferior y lamiendo su boca con mi lengua.

Me abrió las piernas y comenzó a succionar mi botón con apetito felino. Abrió mis labios mayores e introdujo su boca para sorber mis jugos como si de una sopa caliente se tratara. Su lengua trataba de penetrarme y acababa lamiendo mi culo, aún dilatado y dolorido por las embestidas de mi vástago durante mí, desvirgue. No fue necesario mucho tiempo, apenas segundos, para que de mi esfínter eyaculasen mis primeros chorros del día. Regaron generosamente la hermosa faz de mi Belén, produciéndole un placer que su lenguaje corporal no podía ocultar.

-¡Oh, sí, cariño que bien lo haces! ¡Me matas mi cielo, sí, no pares, sí, Me corrooo!

Degustó rigurosamente mi íntimo elixir y dijo:

«Siento haber sido tan brusca anoche en tu primera vez mamá. Debí ser más cuidadosa, pero estaba celosa, la forma en que tú y Susana os mirasteis…»

-No sufras por eso, cielo. No negaré que tu amiga, es una joven sexi y deseable, pero te amo y lo último que quiero es que sufras.- Repliqué aún entre jadeos.

-Además, el dolor de la sodomización hizo que descubriese en mí un lado que no conocía. Disfruté con el dolor que me produjiste. -Añadí besando sus labios.

-Gracias.- Contestó Belén con una sonrisa.

Se incorporó y fue a buscar el arnés anal con el que me había follado la noche anterior, permitiéndome disfrutar de su cuerpo desnudo y la negra frondosidad de su pubis.

-Mamá, quiero me desvirgues el ano.

-¿Ahora? – Pregunté receptiva.

-Si ahora, lo necesito. Y quiero que me duela, que recuerde siempre este momento tan importante para nosotras. Es un acto de amor y entrega total hacia ti. Aseveró mirándome a los ojos seria y sincera.

-De acuerdo amor, lo haremos ahora si es tu deseo.

-Gracias bombón. – Contestó risueña y feliz mi hija.

Fue presurosamente al baño con el arnés en sus manos. Lo limpió y lubricó, para después atármelo sobre mi cintura y labios. Unto de lubricante sus labios y su oscura puerta trasera. Se colocó de lado sobre la cama, indicándome con la mirada que ya podía comenzar.

Me situé detrás de ella y me coloqué de costado. Dirigí la punta del arnés a su anito y empujé mis caderas hacia adelante con delicadeza. Su apretado y diminuto orificio trasero ofrecía resistencia. Apenas conseguí avanzar con nuestro propósito.

-Sin miedo, mamá, empuja sin miedo. -Solicitó Belén dulcemente, buscando mi mano para unirse a la suya.

-No quiero lastimarte mi vida. -Respondí mientras besaba su nuca y olía su cabello.

-Deseo tenerte dentro, hazlo ya por favor. -Me suplicaba con impaciencia.

-Está bien tesoro, toma aire y suéltalo poco a poco. -Le dije con voz amorosa.

Antes que mi hija pudiese comenzar a expirar, yo embestí su orificio con fuerza y este cedió hasta aceptar en su interior el glande de látex que yo portaba. Belén gritó bruscamente, sintió un dolor y ardor intenso que se hacía insoportable.

-¡Ah, Helena que dolor! ¡Me duele mucho, no puedo! -Exclamaba mi vástago entre lágrimas.

-Aguanta cariño, lo peor ya pasó, ahora iras dilatando el recto poco a poco.- Comenté mientras observaba un hilo de sangre alrededor del arnés. Comencé a follarme su culito suavemente, intentando que mi polla de látex fuese entrando cada vez más en sus entrañas.

-¡Detente un momento, por favor, no puedo más Helena! -Suplicó haciendo fuerza con su mano sobre mi brazo.

-¿Quieres que me salga amor?, no es necesario para mí seguir causándote más dolor.

-No te salgas, solo déjame tomar aire, ¿sí? -Me replicó a la vez que acariciaba su clítoris hinchado.

Una vez que hubo tomado aliento y el arnés comenzaba a resbalar por su oscura cavidad, me pidió que comenzase a follarla de nuevo. Aceleré mis embestidas y lo que antes eran llantos empezaban a tornarse en suspiros y jadeos. Mi hija había comenzado a disfrutar del dolor anal, y pude notar sus chorros orgásmicos al depositar mi mano en su manjar vaginal.

-¡Así, así más fuerte, más fuerte amor! ¡Rómpeme toda, quiero que sientas mi entrega y amor por ti Helena! ¡Fóllame, reviéntame amor, me corro joder, siii!!

Belén movía sus caderas en armonía con las mías, arqueaba su espalda, cuál trapecista en plena función, su cuerpo era un mar de sudor y placer. A su vez yo me tumbé sobre ella y la penetraba profundamente mientras mordía su cuello. Permanecimos así, durante varios minutos hasta que nuestras respiraciones dejaron de ser pura agitación. Saque el arnés del interior de mi hija, estaba algo manchado de sangre y heces. Fuimos al baño y nos dimos una ducha, aseamos los juguetes y preparamos un desayuno nutritivo. Teníamos apetito.

-Gracias mamá.

-¡Gracias por qué?, cielo.

-Por tu paciencia conmigo, ya sabes, mis celos, mis cosas. Y por el rato tan rico que me has regalado hace unos instantes.

-Gracias a ti cariño. Por tu prueba de amor, sé que te dolió mucho.

-Y me sigue doliendo Helena, casi no puedo sentarme. -Dijo Belén con gesto de fastidio.

Me acerqué a ella y bese sus labios a la vez que mese su lindo cabello.

-Pronto notarás el alivio del analgésico que tomaste.

-Eso espero. Por cierto, mamá, quería regalarte algo que compre en la ciudad. He esperado a que me desvirgases, quería que fuese especial.

Fue a la habitación y trajo una cajita roja de madera forrada en terciopelo rojo. Me la entregó y la abrí con la curiosidad propia de tiempos de infancia.

-Guau cielo, ¿y esto?

La caja contenía dos alianzas de oro, propias de una pareja que va a casarse.

-Quiero que me pongas la alianza en mi mano, y luego yo a ti.

Tomé su mano y le coloqué el anillo, después ella hizo lo mismo conmigo.

-Ahora somos esposa y esposa Helena. ¿Aceptas?

-Acepto tesoro.

Belén reposó su mano en mi cuello y me besó apasionadamente, haciendo que su lengua y la mía fuesen una sola.

-Ahora debo ir a la ciudad mi amor. Quiero hacerte un regalo que se te hará especial ilusión.- Dijo Belén sonriente y enamorada.

-Volveré lo antes posible, ¿Sí?

-Muy bien cielo, me tienes en ascuas. Quiero saber cuál es mi regalo, ¡uf! -Respondí risueña y mimosa.

-Es algo hermoso, que deseas, y ahora que somos esposa y esposa ya no me da miedo que suceda. -Contestó mientras se alejaba por el pasillo.

Tras limpiar y adecentar la cocina después del desayuno, me dirigí a mi estudio a pintar. Quería acabar un paisaje marino que tenía algo abandonado últimamente y dado mi estado emocional, me sentía con fuerzas de finalizarlo.

Habían transcurrido dos horas desde que mi esposa se fuese a la ciudad. Se me habían pasado volando. Mi paisaje avanzaba y tomaba forma, empezaba a tener vida propia, a adquirir forma y color, perspectiva y belleza. Me sentía feliz, estaba recobrando mi amor por pintar. El día no podía ya ser mejor… o ¿Sí?

De pronto sonó el claxon de un auto, era Belén que me avisaba de su llegada. Esbocé una sonrisa de adolescente enamorada, dejé los pinceles bien lubricados y me dispuse a bajar a recibirla con un beso. Bajé las escaleras despacio, como a mí me gustaba, sentía que era más elegante, más de dama, como yo siempre quería sentirme. Una dama, y ahora una dama casada.

-¡Helena ya estoy en casa! ¿Puedes venir un momento, por favor? – Exclamó Belén desde la puerta principal.

-¡Ya va tesoro!- Respondí mientras mis ojos se volvían ojipláticos al comprobar que mi hija venía acompañada. Era ella, Susana, la amiga camarera que conocí la otra noche en la ciudad.

Vestía unos pantalones de cuero negros, adornados con un cinturón ancho, con hebilla gigante en tonos dorados, una chupa de cuero negra también y una camiseta de los Stones debajo de la misma. Me encantan los Stones ji, ji.

-Hola Helena, me alegro de volver a verte.- Dijo Susana mientras nos acercábamos la una a la otra. Nos dimos dos besos y un abrazo. Apenas sentí su pecho contra mis manolas, pues sus senos eran prácticamente inexistentes. Algo que producía en mi deseo e interés en poder contemplarlos en algún momento. Al terminar de abrazarnos, nuestras miradas permanecieron concentradas unos instantes. Lo suficiente para que Belén se percatase de la tensión que había entre nosotras y esbozando una pícara sonrisa, rompió ese momento entre nosotras, agarrando el brazo de Susana y dirigiéndose a mí diciendo:

«Te robo un momento a nuestra invitada cariño, quiero enseñarle nuestro hogar.»

-Perfecto cielo, mientras prepararé algo de comer, no sabía que hoy tendríamos una invitada. ¿Te gusta el brócoli y el entrecot Susana?, es lo que tenía pensado para comer hoy.- Pregunté dirigiendo mi mirada a sus felinos ojos grises.

-Me encanta el brócoli Helena, y la carne, también, suena delicioso.

-Pues no se hable más, ya tenemos el menú para hoy. Respondí contemplando como la figura de mi hija y de su amiga rockera, se alejaban por el largo pasillo de mi hogar tomándose del brazo. Dejándome a mí sola en la entrada de la casa y con mis bragas empapadas de deseo.

Una vez preparada la comida, fui a mi habitación a cambiarme. Quería estar guapa y elegante para mi hija, y como no, también para Susana. Elegí un vestido color marfil con tirantes finos que cubría mi cuerpo hasta los tobillos. Lo adorné con un ancho cinturón marrón, reafirmando mi cintura, haciendo que la prenda se ajustase a mi cuerpo. Tras maquillarme y adecentar mi cabello, bajé de nuevo en busca de las chicas.

Recorrí toda la planta baja de mi casa sin hallar rastro de ellas. Decidí buscarlas en la piscina, era el lugar favorito de Belén. Al ir acercándome a la alberca comencé a escuchar sus voces, adornadas por chapoteos y risas, que me confirmaban su presencia allí, así como su estado de ánimo.

Abrí la puerta de la pileta y pude ver encima de una toalla, la ropa interior perfectamente doblada. Unas bragas culotte con encaje negras que reconocí enseguida, pues yo misma se las había regalado a mi hija recientemente; y una braguita brasileña blanca sin transparencia alguna que deduje era de Susana. Disfrutaban su desnudez en la piscina.

-Hola chicas, la comida ya está lista. Deberíais cambiaros, se hará tarde.- Saludé mientras me acercaba a ellas.

Susana y Belén estaban en una de las esquinas situadas al otro lado de la entrada, donde yo me encontraba. Deduje que su conversación era agradable, pues en ambas resaltaba una sonrisa, interrumpida por mi presencia. Rápidamente capté su atención.

-Hola cariño. Susana y yo te hemos extrañado. Pensamos que vendrías a bañarte con nosotras.- Dijo mi esposa mientras se acercaba a nuestra invitada besándola y fundiéndose con ella en un húmedo beso.

Susana, tras corresponder durante unos segundos, se retiró bruscamente perdiendo su mirada en el fondo de la alberca. Mi hija clavó su mirada en mí, como si quisiera descifrar lo que estaba pensando y sintiendo en ese momento. Yo excitada y sorprendida, decidí retirarme y tomar el camino de vuelta a la casa.

-No tardéis en cambiaros por favor, ya es hora de comer algo, os espero en casa.

-Enseguida nos cambiamos amor.- Contestó Belén, mirando a Susana con picardía a la vez que posaba un dedo en su nariz.

Me dispuse a preparar la mesa, todo estaba a punto. La comida transcurrió entre risas y anécdotas sobre mi etapa en la universidad y lo que habían cambiado los tiempos con respecto a lo que ahora vivían ellas. Susana se había situado en frente de mí, permitiéndome disfrutar de sus hermosos ojos grises. Las miradas se sucedían a cada momento, llenas de deseo y complicidad. Todas ellas bajo la discreta observación de mi hija. La cual mostraba una actitud risueña y cómplice, Eso a mí, me inspiraba confianza, seguridad y un estado de plenitud que añoré por mucho tiempo.

-¿Por qué no le enseñas el jardín a nuestra invitada cariño? Mientras, yo recogeré la mesa y limpiaré todo, ¿sí?- Sugirió Belén al tiempo que se levantaba de la mesa y retiraba los platos con su dulzura habitual, dedicándome una mirada cómplice.

-¿Te parece bien Susana?

-Me encantaría- Contesto la joven fijando sus ojos en mi escote apenas un instante.

La tomé de la mano y nos dirigimos a los jardines, necesitaba están en contacto con su piel. Al sentir su mano mi piel se erizó, y mis latidos aceleraron de manera instantánea. Noté como empezaba a transpirar, y por encima de todo, a estar por enésima vez mojada.

-Dime Susana, ¿eres de aquí?

-No, soy de Ávila, vine a estudiar a la universidad. Alquilé un apartamento junto con dos compañeras más de la universidad.

-Conozco Ávila, es un lugar hermoso, con esos edificios medievales, su muralla…

-Si es muy hermosa

-Y ¿el trabajo de camarera te da para pagarte la universidad y el alquiler?

-No, pero mis padres me ayudan siempre que pueden, somos de humilde condición, y procuro tener alguna fuente extra de financiación- Dijo con cierta timidez y sin soltar su mano de la mía; mientras recorríamos la finca abrazadas por las sombras de las hayas.

-¿Fuente extra?, no entiendo

-Sí, es que me da vergüenza hablar de esto Helena, temo te pueda parecer humillante como mujer

-No temas dulzura, siéntete libre de decirme lo que quieras- Conteste mientras acariciaba su pálida mejilla. Ella, al sentir mi mano en contacto con su piel, cerró sus ojos por un instante.

-Está bien, mi fuente extra de ingresos es mi ropa interior – Replicó aliviada.

-Tu ropa íntima, no entiendo, ¿Acaso diseñas lencería? – Pregunte confusa.

-No, no es eso… Subasto mis bragas usadas por internet – Dijo bajando su mirada cuál niña después de una travesura.

-Guau… Y ¿Tienes mucha demanda? – Se hizo un silencio entre nosotras. Tras el mismo, y a la vez que nuestras miradas se unían, rompimos a reír a carcajadas. Acabamos abrazadas, y yo, muy excitada, pose mi mano tras su nuca y la besé con pasión. Susana, dejo su boca entreabierta permitiendo que mi lengua conquistara a la suya. Mis manos recorrieron su cuerpo, su culo, su espalda, sus diminutos senos. Deseaba contemplarla desnuda, follarla, sentir que era mía… Deseaba compartirla con Belén, y sé que ella lo deseaba también. De ella había partido la idea de invitarla.

-Vamos dentro bombón- le dije tomando su mano de nuevo.

Subimos a la parte superior de la casa, donde estaba nuestra habitación. Abrimos la puerta y allí se encontraba Belén, desnuda y tumbada en nuestra cama, con sus piernas abiertas y uno de sus juguetes dentro de su selvática vagina.

-Os estaba esperando- Afirmó mi hija, cerrando sus ojos y acelerando el ritmo de sus caderas. Anticipando su primer orgasmo.

-¡Joder Belén, que vicio tienes! Dijo Susana, mostrando una mirada ojiplática y de lujuria.

Me sitúe detrás de Susana, besaba su cuello, mientras que hacía notar mis pechos y pezones sobre su espalda. Mis manos se alojaron en sus infantiles tetas, le dedicaba palabras soeces cerca de su oreja. Ella cautiva de mis caricias, giro su cabeza buscando mi boca. De la mía dejé salir un hilo de saliva que desembocó en la boca de mi amante, fundiéndose con la suya. Seguidamente, nos besamos con vicio y apetito desmedido.

Desabroche su pantalón y cayó reposando en sus tobillos. Baje sus bragas y bese sus nalgas. Me encantaba su piel suave y blanquecina, separe sus glúteos y besé sus labios vaginales, estaba completamente depilada. Ni rastro de vello. Escupí su ano y comencé a saborearlo. Su sabor era tenue y dulce, era una joven limpia, disfrute de sus aromas. Mi lengua se trasladó de nuevo a su vagina, empapada ya de sus amargos jugos, contrastando con los de su oscuro y diminuto recto.

Belén era privilegiada espectadora, su vagina seguía recibiendo las acometidas de su juguete, produciendo un húmedo y hechizante sonido, propio y característico de una masturbación.

Ordené a Susana se dirigiera a la cama. Se puso en frente de Belén en posición de a cuatro. Mientras yo divisaba su cuerpo desnudo, a la vez que me quitaba mi vestido, mis pantis y mis empapadas bragas. Empuje suavemente la cabeza de Susana dentro de las piernas de mi esposa. Obedeció con completa sumisión, y comenzando a lamer el clítoris de Belén. Produciendo en ella su enésimo orgasmo.

-¡Así Su, así cielo, no pares sigue. Qué bien lo haces!

-¿Te gusta lo que te hago?

-¡Fóllame con la lengua! Le ordenaba Belén.

-¿Así? -Preguntaba Susana mientras insertaba su lengua en la laguna salada de mi hija.

-¡Me vengo otra vez, ya viene, sí!- Exclamaba Belén mientras apretaba la cabeza de Susana contra su vagina.

Susana, después de beber los jugos de mi hija con esmero, se incorporó buscando compartir conmigo el néctar extraído, fundiéndonos en un beso lleno de lascivia.

Belén se incorporó, y se metió en el baño para asearse. Ordené a Susana se tumbase boca arriba y me coloqué entre sus piernas uniendo nuestras vaginas. Fue una tijera deliciosa, pronto el contacto con sus labios y fluidos me proporcionaron una tremenda sacudida orgásmica. Era hermoso estar corriéndose mientras nuestras miradas estaban en perfecta armonía. Casi a la par, Susana emitió un grito de placer convulsionando su cuerpo y haciéndome sentir como brotaban de su ser fluidos en abundancia. Me separé de su vagina y busqué besar sus labios. Me giré, y situé mi zona íntima sobre su rostro angelical, sintiendo como su boca me devoraba ansiosa. Mientras disfrutábamos de un rico sesenta y nueve, mi hija volvió del baño, abrió el cajón de la mesita de noche y comenzó a colocarse un arnés.

Sin mediar palabra interrumpió nuestro placer, tomando el cuerpo de Susana como si le perteneciese, y comenzó a restregar el pene de látex por su gran clítoris. He de decir que Susana poseía un clítoris muy grande, parecía un micropene, y estaba muy hinchado producto del tremendo calentón que tenía.

Susana demostraba un gran placer al ser tratada de esa manera, le gustaba sentirse usada, sometida, sumisa… Eso a Belén le volvía loca, yo la conocía bien; y a mí, también.

Susana comenzó de nuevo a correrse, víctima de las frotaciones del arnés, eyaculando pequeños y finos chorros, de manera intermitente y acompañados por pequeños grititos de gata sumisa.

-¡Hazlo ya cielo!- Suplicaba Susana en pleno éxtasis.

Belén obedeció feliz y penetro la mantecosa y dilatada mucosa vaginal de su amiga. Acerco su cuerpo al de Susana uniendo sus pezones y facilitando una penetración profunda. Yo, sudada, excitada y deseosa, esperé a que ambas separasen sus cuerpos y me senté encima de Susana. Casi de manera inmediata, y tras sentir la lengua de nuestra nueva amante surcar mi encharcada cavidad, volví a venirme. Pero esta vez de una manera menos brusca, más extensa y suave, permitiéndome disfrutar mucho más tiempo. Me bajé de su cara hermosa y besé y lamí todo su rostro con mi lengua. Seguidamente, ayudándome de la mano, acerqué mis grandes pezones oscuros a su boca, para que pudiera degustarlos y yo, de paso, seguir en permanente estado de calentura.

Belén quedó exhausta encima del cuerpo de Susana, mis manos recorrieron todo su cuerpo sudado, lo acariciaron, abrieron sus glúteos y con uno de mis dedos penetré su recto, para después de tenerlo dentro por varios segundos dar de probar su sabor a Susana. Esta lo degustó con parsimonia, como si quisiera conservarlo en su paladar por siempre…
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