Bacanal en un Baile de Disfraces 001

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
5,327
Likes Recibidos
2,360
Puntos
113
 
 
 
Mis padres asistieron a un baile de disfraces donde todos llevaban cubierta la cara para no ser reconocidos, porque aquello era una gran bacanal. Averigüe el disfraz que llevaba mi madre y me la follé sin que ella me reconociera.

Cierto día me llamó Luis, un amigo de la familia. Me dijo que su padre estaba organizando un baile de disfraces y que aquello iba a ser una gran bacanal. Me invitó a asistir, no al baile que solo era para parejas amigas de los organizadores, sino a estar con él en el centro de seguridad del edificio donde se iba a celebrar el baile.

Resulta que este señor, el padre de mi amigo Luis, tenía alquilado un edificio industrial en los alrededores de Madrid y se le quedó desocupado y antes de volver a alquilarlo quiso organizar un gran baile de disfraces. Ellos eran amigos de mis padres pero se separaron y el padre de Luis se casó con una chica casi de nuestra edad, de modo que la amistad que tenían nuestras familias se fue distanciando poco a poco.

Luis se iba a hacer cargo de la garita de seguridad que estaba situada en el último piso del edificio, para controlar las cámaras de seguridad repartidas por el edificio, por si alguien se sobrepasaba o sucedía alguna incidencia, y a eso me invitó. Bueno, no solo a vigilar las cámaras de seguridad, sino además se había hecho con dos disfraces y me propuso que por turnos, cuando la bacanal estuviese en su apogeo, nos bajásemos a los pisos a follarnos a quien pudiésemos, porque me aclaro:

-Lo de los disfraces no es más que para que no los reconozcan, porque a lo que vienen es a follar.

Y como a eso de las 11 de la noche comenzaron a llegar los invitados. El padre de Luis estaba en la recepción de la planta baja, dando la bienvenida a todos los participantes. Bueno, quizás también estaba para controlar que nadie se les colara, porque habían organizado todo con mucho detalle.

Los coches directamente a las plantas de garaje y se accedía por las escaleras. Habían desconectado los ascensores, y en la planta baja control por parte del padre de Luis y después a pasar por un vestidor, donde la joven esposa del padre de Luis y otra señora les proporcionaban un disfraz a cada asistente y ya luego, disfrazados e irreconocibles porque el disfraz incluía una mascara veneciana obligatoria para todos, se subía a las plantas. La primera, bien iluminada donde había camareros para ofrecer bebida y comida, la segunda, a media luz donde solo había sillones y una pista de baile y la tercera, casi a oscuras que estaba bien surtida de sofás.

Bueno, el edificio aún tenía una cuarta planta donde Luis y yo por la tarde habíamos colocado unos biombos y subido los sofás más cómodos que había en el edificio y una quinta planta donde sólo estábamos nosotros en la cabina de seguridad controlando las cámaras. Luis pretendía subirse a la cuarta planta a su madrastra amparado en el anonimato que le proporcionaba su mascara y me ofreció que yo hiciese otro tanto con alguna señora que me gustase, para eso estaríamos muy atentos a los vestuarios para ver quien entraba y cómo salían vestidas para luego ir sobre seguro.

En eso andábamos cuando Luis me avisa sorprendido que mi padre estaba entrando en la fiesta.

-Y tu madre también, mírala en esa cámara- me dice señalándome una pantalla donde se veía a mi madre risueña entrando en la recepción.

-Vienen a follar- apostilla Luis mientras yo estaba alucinado viendo a mi madre entrando en esta bacanal.

-No jodas, cómo va a venir mi madre a follar- le dije un tanto incrédulo por lo que estaba viendo: mi madre sonriendo dejándose besar y abrazar muy cariñosamente por el padre de Luis.

Como comprenderán, desde que mi madre entró en el edificio, mi atención sólo se centró en ella. No me podía creer que mi madre viniese a que se la follasen. Seguramente venían de invitados y ver lo que había, pero cuando llegase el momento seguro que mi madre no follaba, aunque Luis desde ese momento no hacía más que incitarme ofreciendo alternativas que ninguna me convencía:

-Tío, ya sabes, o te la follas tú o se la folla un desconocido.

-Que no tío, que no, que mi madre no viene aquí a follar, ya veras como no participa en la bacanal- Le decía sin apartar ojo a las cámaras para ver todo lo que hacía mi madre, porque no las tenia todas conmigo.

-Bueno, tu piensa lo que quieras, pero estate atento, porque como no andes listo, te la piílla un desconocido y se la folla delante de tus ojos.

En eso si que le hice caso, estaba atento a cualquier movimiento de mi madre y la verdad es que la cosa no pintaba nada bien, porque amparada en su disfraz y en su anonimato, mi madre estaba de lo más animada. En la planta primera pasó como un rayo, nada de beber o comer, enseguida la vi encaminarse a la segunda planta, donde la música, el baile y los sofás a media luz parecía le llamaban más la atención.

Pude contemplar atónito como bailaba con un desconocido y como se pegaba a su cuerpo. No crean que era el desconocido quien la magreaba, era ella la que magreaba al desconocido. La vi como otro desconocido la arrimaba contra una pared y la restregaba a fondo. La estaban metiendo mano descaradamente, lo que Luis aprovechó nuevamente para ponerme en alerta:

-Tío, baja a por ella que te la follan. Fóllatela tú antes que te la folle un desconocido.

-Pero estás loco, cómo me voy a follar a mi madre. Tío que es mi madre, no es como tu caso que es tu madrastra.

-El loco eres tú como no aproveches y dejes que se follen a tu madre delante de tus ojos sin hacer nada. Una ocasión como esta no se presenta todos los días, te vas a estar arrepintiendo toda la vida de no haberte decidido.

En esas estaba Luis, alertándome y animándome a que me fuese a follar a mi madre, cuando di un salto del sillón y salí disparado hacia las escaleras. Un desconocido se estaba llevando a mí madre hacía la planta tercera donde sólo se subía a una cosa: a follar.

Los pillé cuando ya la tenía tendida en un sofá y las bragas por entre las rodillas. Joder si me descuido un minuto ya no había remedio, porque estaba a punto de metérsela.

Al verme el tío se quedó un tanto sorprendido. Yo me acerqué a él y le dije al oído: es mi esposa. El sólo dijo: perdone, y me la dejó en el sofá, con las faldas levantadas, las bragas por las rodillas y llena de ansiedad a la vez que musitaba: quién me la va a meter.

Yo la agarré entre mis brazos y diligente me la llevé en volandas hacia el piso de arriba, donde por la tarde habíamos preparado Luis y yo unos apartados para follarnos a alguna señora, pero era a mi madre a quien me estaba subiendo.

-Dónde me llevas- preguntó mi madre abrazada a mi cuello y entre mis brazos.

-A follarte cielo, te llevo a follarte como Dios manda- Le dije con voz ronca y con un marcado acento francés. Se me daba muy bien imitar voces y por supuesto mi madre no me reconoció.

-Estoy muy cachonda- me dijo toda melosa y como aprobando mi decisión.

Hasta ese preciso instante yo no había asumido que me iba a follar a mi madre. Actué de manera compulsiva, sin meditar mis actos, pero la situación era la que era: mi madre quería que se la follasen y era yo quien la estaba subiendo hacia un apartado donde tenía preparado un sofá amplio y cómodo para hacerlo.

La deposité con mimo sobre el sofá y la abracé con pasión. Le busqué afanosamente las tetas y se las acaricié con fogosidad. Empezaba a asumir que me estaba follando a mi madre y me puse a cien. No me lo podía creer, le estaba acariciando las tetas a mi madre, a la vez que le bajaba las bragas y dejaba su chochito al aire.

Me encaramé encima de ella, le abrí ligeramente las piernas, me saqué la polla y sin pensármelo se la comencé a meter. Cuando noté que ya se la había metido a mi madre, me puse súper excitado, la polla parecía que no dejaba de crecerme dentro del chochito de mamá y mi calentura iba a más. Nunca en mi vida me había excitado tanto metiéndosela a nadie, pero claro, nunca antes se la había metido a mi madre. El morbo que sentía en ese momento era apoteósico.

Ella en cambio estaba relajada, disfrutando del lugar, del momento y del desconocido que se la estaba metiendo. Utilizaba el chochito con maestría, lo abría cuando se la metía y lo contraía cuando se la sacaba. Era evidente, más allá de cualquier duda razonable, que no era la primera vez que mi madre follaba fuera del matrimonio, pero la pasión con la que yo se la estaba metiendo, terminó haciendo mella en ella y comenzó a jadear, primero tímidamente y después expresivamente.

Jadeaba cada uno de mis envites y los acompasaba a las envestidas de mi polla en su chocho. Estuvimos disfrutando de un apasionado metesaca durante un buen rato y la cosa no dejaba de ir en crescendo. Al rato noté que todo el cuerpo de mamá se iba tensionando. Las manos, los brazos, las nalgas, el vientre y por supuesto el chocho. Parecía inminente una corrida descomunal.

Yo aceleré ligeramente el ritmo del metesaca a la vez que subía la polla cuanto podía para excitar los más posible su clítoris, pero mamá era una maestra en esto del follar y se fue amoldando progresivamente a lo que estaba a punto de suceder: una explosión de placer se estaba gestionando en su chocho. La polla me entraba y salía en el chumino de mamá como un resorte, la intensidad era manifiesta, sus gemidos también lo eran, sus contracciones, su ímpetu mezclado con la suavidad de su mojado y bien lubricado chocho presagiaban una corrida cercana.

Cuando comenzaron los primeros estertores aceleré al máximo el ritmo del metesaca y comencé también a bombear leche dentro del chocho de mamá. Ella ya, en plena corrida, era una lección viviente de la inmensa satisfacción de un polvo bien metido. Se retorcía, babeaba, gemía, pero en ningún momento dejo de aprisionar mi polla dentro de su chocho. Creo que tuvo orgasmos de todos los niveles y sensaciones. Estuvimos abrazados y recuperando la respiración al menos diez minutos sin decir absolutamente nada.

Al rato ella se incorporó ligeramente y tanteo para buscar sus bragas. Mientras se las calzaba me dijo algo que nunca olvidare:

-Nunca nadie me ha follado con tanta intensidad. Seas quien seas tienes que follarme otra vez- a la vez que me informaba de su número de teléfono.

-Prométeme que me llamaras y que volverás a follarme- me pidió casi implorándome.

-Te lo prometo. Te volveré a follar.

Y así me despedí de ella en aquella bacanal que se organizó como baile de disfraces y en la cual, inopinadamente, me follé a mamá de una manera casi, casi demencial, pero la pasión había calado en mí: Me moría de ganas de volver a metérsela a mamá.

Los días siguientes fueron muy tensos para mí. Yo veía a mamá de los más contenta y risueña y yo me mordía reprimiendo mis ansias de tirármela nuevamente. Un día, apenas transcurrida una semana la llamé y le dije que me moría de ganas de volver a verla. Ella se derretía hablando conmigo, por supuesto ocultaba mi voz detrás de un fingido acento francés y voz ronca.

Me citó para la tarde del día siguiente. Le dije que por mi parte no habría problema y me quedé a la expectativa de donde me iba a citar. Me entró nerviosismo pensando si mamá tendría más o menos organizadas sus aventuras sexuales fuera del matrimonio, y en efecto las tenía. Me citó en un chalet en una urbanización próxima a la ciudad. Era de una amiga de ella, viuda, que por supuesto yo conocía desde niño.

Al llegar a la urbanización me puse como un flan de nervioso, pero aquí estoy, dispuesto a entrar, darme a conocer a mamá como su amante del disfraz y follármela tan intensamente como la primera vez.
Aquel baile de disfraces fue una bacanal inenarrable. Mi amigo Luis no consiguió follarse a su madrastra pero se folló a una señora de muy buen ver y de mejor joder. Mi padre no salió de la primera planta, donde sólo se bebía y comía, de modo que debió terminar como una cuba mientras en la planta de arriba se estaban follando a su esposa, aunque eso sí, se lo tomaba con mucha filosofía. Mi madre regresó a la segunda planta donde los invitados bailaban y se manoseaban, aunque mi madre hizo algo más que manosear y dejar manosearse: Le estaba haciendo una mamada a un tío que se la tragaba entera y llegué a una conclusión: mi madre es una zorra.

Comprenderán que después de follarme a mi madre en aquel baile de disfraces, prometerla que la volvería a llamar para follarla otra vez, y ver como le hacía una mamada a un tío después de correrse como una mula conmigo, yo me muriese de deseos de volver a tirarme a la guarrona de mamá, y a eso me dispuse después de quedar con ella en la casa de una de sus amigas en una urbanización muy discreta.

Cuando llamé a la puerta y salió a recibirme se encontró conmigo, aunque yo llevaba puesta la mascara veneciana.

-Buenas tardes cielo, he venido a follarte- le dije con aquella voz y aquel acento que tan buen resultado me dio la primera vez.

-Pase usted, pase y fólleme usted- me contestó mi madre riéndose.

Yo pasé y ya dentro me quité la mascara que ocultaba mi cara. Al verme mi madre se sorprendió, pero no demasiado.

-Tonto, eres tú- me dijo como si no fuese más que una travesura sin importancia. La travesura es que me la había follado y estaba allí para volver hacerlo.

Aunque la verdad sea dicha, al vernos los dos, cara a cara, nos quedamos bastante cortados, yo algo más que mi madre.

-Que cabrón eres, tú sabias a quien te estabas follando y yo no. Eres un pervertido - me dijo como justificándose y tratando de hacerse la estrecha me insistió:

-Eso del otro día ha sido una excepción. Ni tu padre ni yo sabíamos de qué se trataba y nos encontramos con lo que nos encontramos, porque nosotros nunca hacemos esas cosas, lo que ocurre es que tú me pillaste en un momento de debilidad y sucumbí a tus deseos.

-La debilidad te debió durar toda la noche, porque después de follar conmigo le hiciste un par de mamadas a dos tíos- le dije con cierta sorna y le agregué algo más:

-Y lo de papá debe estar acostumbrado, porque una de las veces subió a la planta segunda, te buscó por la planta y te encontró mamándosela a un tío, de modo que se quedó un rato mirándote como se la chupabas y al cabo del rato dio media vuelta y volvió a la primera planta a seguir bebiendo.

-Tu padre es que esta medio alcoholizado y se esta quedando impotente, de modo que yo le ayudó como puedo, pero tú eres un cabrón que nos has estado vigilando toda la noche. Qué pasa, que te pone cachondo ver a tu madre follando- me preguntó algo molesta.

-Si, si que me pone cachondo verte follar, pero me pone más follarte yo- le dije mientras la abrazaba y le metía mano a la entrepierna.

Conseguí abrirme paso entre las bragas y tocarle el chochito que ya estaba rezumando. La levanté entre mis brazos y me fui buscando el dormitorio. La habitación estaba montada de lo más acogedor: una cama amplia, muy amplia, un edredón precioso de seda y medio abierto que dejaba ver las sabanas de satén y de color rosa palo, pero lo que más llamaba la atención era un enorme espejo sobre el techo encima de la cama y otro a la cabecera de la cama, lo que te permitía ver toda la cama en cualquier posición. Yo al ver aquel picadero también montado no pude decirle más que una cosa:

-Qué zorra eres, que bien montado lo tienes. A cuántos te has tirado aquí-

-A unos cuantos, pero no hacemos daño a nadie, tu padre lo sabe y lo aprueba- me dice descaradamente a la vez que la sentaba con mimo sobre el borde de la cama.

Me arrodillé delante de ella, la abrí ligeramente las piernas y le saqué las bragas. En ese momento recordaba las mamadas que el día del baile les había hecho a dos tíos y me entraron unas ganas enormes de hacerle a ella lo mismo. Enterré descaradamente mi cabeza entre sus piernas, saqué la lengua y busqué ansioso su chochito. Lo encontré de lo más receptivo, con un sabor agridulce y calido, muy calido.

Comencé a chuparle el chocho, pero no lo hice compulsivamente, lo hice deleitándome en lo que estaba haciendo, parando, mirándola a la cara y diciéndole cosas como: que chocho tienes mamá, que chocho más sabroso tienes.

Eso de llamarla mamá y mirarla a la cara me ponía a cien. Ella se sentía la reina de las zorras, porque aprovechaba para calentarme con comentarios como: te gustan las zorras cabrón, te gusta que tu madre sea una zorra, si no, no habrías venido. Eres un pervertido, te has follado a tu madre y te ha gustado, y ahora qué quieres hacer, ¿volver a follarme?, ¿me vas a volver a follar?, antes me tienes que preguntar si quiero que me folles, porque la primera vez no sabía quién eras pero ahora le tienes que pedir permiso a tu madre para follarme.

-¿Me dejas follarte mamá? Le pregunté babeando mientras retiraba la cabeza de entre sus piernas.

-A eso has venido cabrón, a follarte a la zorra de tu madre, pero lo vas a hacer como a mi me gusta. Lo primero es mamártela, me gusta mamar las pollas y después que me las metan, trae que te la chupe, dame la polla para chupártela-

Me puse de pie, dejé caer el pantalón y el slip y me quedé delante de mamá con la polla tiesa y apuntando a su boquita de piñón. Mamá era una mujer menuda pero muy bien proporcionada, de facciones agradables, de tetas generosas para su estatura y de boca sugerente. Tenía los labios algo carnosos y unos dientes que daba envidia, tenía 45 años pero se conservaba como una chiquilla.

Cuando vi que entreabría su boca para meterse mi polla dentro, creí que me iba a dar un pasmo de gusto. Se la metí en la boca, la agarró con firmeza con la mano y la degustó como quiso. Intenté metérsela toda dentro, pero ella quería otra cosa, quería saborearla con su lengua y así estuvo jugando con mi polla dentro de su boquita y su lengua relamiéndomela.

Le miraba a la cara y era una delicia contemplarla. Mamá follaba con todo el cuerpo y con todos los sentidos. Con la vista no perdía detalle de cuanto estaba aconteciendo, con el oído no paraba de decirme y preguntarme cosas, con el gusto babeaba de tanto relamerla, con el olfato no paraba de espirar profundamente y deleitarse con los olores corporales que soltábamos los dos, pero sobre todo follaba con el tacto, lo acariciaba todo y lo hacía con maestría y erotismo.

Comencé a desnudarla y cuando los dos estuvimos despelotados la tumbé en la cama y comenzamos a darnos revolcones sobre las sabanas de satén. Ella seguía dándome consejos para follar mejor: mira el espejo del techo, mira que tía te estas tirando. Yo le contestaba a mí manera: no veo a ninguna tía, veo a mi madre follar como una guarrona, como una pelleja, como una salida.

Eso medio la enfurecía, me clavaba las uñas en la espalda, y me contestaba a las provocaciones: yo tampoco veo a nadie que me esté follando, veo al reprimido de mi hijo haciéndose pajas en el lavabo y en la cama y oliendo mis bragas, dime, ¿cuantas pajas te has hecho oliendo mis bragas?, ¿cuantas veces te has corrido en ellas?, ¿cuantas veces me has espiado cuando salía desnuda de la ducha?, anda dime ¿cuantas pajas te has hecho a la salud de mi chocho?. Te vas a enterar del chocho que calza tu madre, reprimido de mierda, ¿qué creías?, que yo no me iba a enterar de que te hacías pajas si me dejabas las bragas chorreando leche.

-Para eso lo hacía, para que te enteraras que me estaba haciendo pajas a tu salud, zorra, que siempre has sido una zorra- le contesté enfurecido a la vez que busqué, como poseído, su chumino para metérsela. Estaba tan empalmado que hasta me dolía la polla. Creí que me iba a reventar.

La abrí ligeramente de piernas y se la clavé, pero no como la anterior vez, con delicadeza, con dulzura, ahora se la estaba metiendo con furia, con rabia, como desquitándome de las muchas pajas que me había hecho en su honor. Ella seguía incitándome con sus confesiones: Reprimido, ¿por qué nunca te decidiste a metérmela?, ¿por qué te conformabas con una paja pudiendo tenerme a mí?, tú qué creías, ¿que yo era de piedra?, cada vez que recogía mis bragas llena de leche me tenía que hacer una paja para calmarme, porque me ponías a cien.

Eres un cabrón, llevas años espiándome y ha tenido que ser tu amigo Luis quien me lo contase todo, porque a quien se tiró Luis el día del baile de disfraces fue a mí, aunque previamente me llamó y me dijo que quería hablar conmigo. Quedamos en una zona que no se podía ver con las cámaras y me contó cómo te tuvo casi que empujar para que bajaras a follarme, me contó cómo casi te haces una paja mirándome cuando me estaban metiendo mano, como saliste despavorido cuando viste que me la iban a meter, qué pasa, que tu madre te daba miedo, reprimido, que eres un reprimido de mierda. Menos mal que Luis es un tío con cabeza y me mandó a cambiarme de disfraz y después me lo contó todo a la vez que me follaba sabiendo que tú nos estarías mirando.

Esto de las confesiones se estaba saliendo de madre, nunca mejor dicho. Mi madre follando con Luis y haciéndose la sorprendida cuando me quité la mascara y vio que era yo. La muy zorra que bien montado lo tenía todo y que buena montada la estaba metiendo, porque a todo esto, follar, lo que se dice follar, no paramos ni un minuto. Decir nos decíamos, pero los dos al grano, a follarnos endiabladamente.

A mí me picó la curiosidad de a cuántos tíos se había tirado y se lo pregunté: A cuántos tíos te has tirado zorra.

-Muchos más que tú a tías, que ya te lo he dicho, que eres un reprimido-

-Pero cuantos son muchos- le volví a preguntar con malsana curiosidad.

-No muchos tíos, pero si muchas veces. Una o dos veces por semana, yo no me conformo con menos, necesito que al menos una o dos veces por semana me la metan. Por qué, ¿quieres tú metérmela también todas las semanas?- me preguntó con cierta sorna a la vez que me aclaraba: te advierto que tu amigo Luis lleva tiempo fallándome, qué crees, que te iba a invitar sin más a esa bacanal. Te invitó porque yo se lo pedí, le dije que te invitara a ver si así, con el disfraz, te atrevías a follarme y dejabas de hacerte pajas a escondidas, gilipollas, que eres un gilipollas, a tus 22 años y aún haciéndote pajas cuando debías de estar tirándote a las chavalitas de la facultad con las que sales.

Como comprenderán a estas alturas yo estaba que me salía, porque toda esta conversación no era más que la letra de una música que sonaba a gloria: el exquisito sonido del metesaca. Un chochito súper mojado y una polla que se deslizaba dentro de él con toda la sensualidad del mundo, producía un maravilloso sonido al golpear, al deslizarse, al entrar, al salir, todo, todo era música, el concierto para un incesto endiablado.

Volví a notar que mi madre se ponía en tensión, ella también lo debió notar, esto significaba que el apoteosis final se acercaba. Ella no quiso acabar como de costumbre, se dio media vuelta y me arrastró a mí también, para situarse encima de mí. Enseguida comprendí éste último movimiento: miraba al techo y veía el paraíso, mi madre fallándome, sus nalgas saltando al ritmo de los envites de mi polla, su culito tensionándose, su pelo ensortijado brincando entre mi cara, sus manos aprisionando mis tetas, su espalda tirante, su cintura bailando sobre mi cuerpo... y los espasmos, los malditos espasmos que anunciaban el final arrebatador de un polvo magistral entre una madre y un hijo que llevaban demasiado tiempo jugando al ratón y al gato, a las pajas a escondidas.

Nos corrimos como viene siendo costumbre: como animales en celo. Mi madre cayo exhausta sobre las sabanas rosa palo de satén y se abandonó por unos instantes. El silencio se apoderó de la habitación y un "dulce far niente" se prolongó a lo largo de unos minutos. No había prisa, había que saborear en el interior de cada uno el polvo que nos habíamos metido.

-Perdona hijo por las cosas que te he dicho, a veces pierdo el control y me dejo llevar, pero me has hecho muy feliz con el polvo que me has metido-

-Gracias mamá por enseñarme a follar- le dije relamiendo sus tetas y terminé con una suplica:

-Quizás necesite más lecciones. ¿Querrás enseñarme?

-Claro que si hijo, claro que si. Te voy a enseñar a follar como Dios manda. Soy una zorra, pero sobre cualquier otra cosa, soy tu zorra.​
 
Arriba Pie