Asunción y su Hijo David

heranlu

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La aldea era preciosa. Estaba en un valle entre dos montañas. Los hórreos, los alpendres y sus treinta y dos casas estaban todas pintadas de verde. Alejadas de las casas estaban las huertas, con sus árboles frutales y donde los vecinos cultivaban patatas, maiz, trigo, guisantes... en ellas cultivaban cereales y legumbre para todo el año, además mataban animales para comer, cerdos, gallinas, conejos, cabritos, terneros..., así sólo tenían que ir a la ciudad por cosas de ajuar.

Era septiembre. David, veinte años, moreno y de complexión fuerte, estaba en el lagar dentro de una cuba pisando uvas. Su madre, Asunción, treinta y seis años, morena y con un cuerpazo, iba echando en la cuba de pisar las uvas que traía en una cesta. Vaciando una cesta en la cuba, le dijo Asunción a su hijo:

-Este año la cosecha es mejor que la del año pasado.

-Sí, en vez de pasar el dia borracho va a estar borracho día y noche.

-Calla, hijo calla, que ese demonio te puede oír.

El demonio era Camilo, el marido de Asunción y padre de David, un hombre moreno, de cuarenta y dos años, alto, fuerte y con muy mala hostia, que se pasaba el día borracho mientras su hijo y su esposa se partían la espalda trabajando.

-Demonio es poco.

-Voy a por más uvas.

Un par de horas más tarde, en el lagar, Asunción le ponía a su hijo una tina con agua para que se lavase los pies y las piernas. David, estaba en calzoncillos, de esos antiguos en los que se sacaba la polla por un lado. y por un lado salió la cabeza de una verga gorda y con la piel retirada hacia atrás. Devolviéndola a su sitio, le dijo David a su madre:

-Lo siento.

-No pasa nada, hijo, no pasa nada.

Asunción le dio una toalla y se fue. Había dicho que no pasara nada pero había pasado algo. Cuando una mujer joven lleva dos años sin follar y ve una polla como la de David, auque sea la de su hijo, el coño comienza a latir.

Aquella noche, en cama, Asunción, recordando la polla de su hijo, le echó la mano a la polla dormida de su marido, que por no variar, estaba borracho, y le preguntó:

-¿Hacemos algo?

-Chupa.

Asunción, chupó y meneó, pero aquella cosa estaba muerta. Como no se le levantaba, Camilo, le dijo:

-¡No vales para nada! ¡¡Ni chupar sabes!!

-Si bebieras menos...

Asunción se apartó, pues Camilo le iba a largar. Como no lo logró, le dijo:

-¡A dormir a las cuadras durante un mes!

Asunción dejó la habitación de matrimonio. Pasó por delante de la habitación de su hijo David, que oyera a su padre, y en la puerta, en calzoncillos, le dijo a su madre:

-¿Quiere dormr en mi cama, madre?

Asunción, le respodió:

-No hijo. Se entera tu padre y me mata.

-No se lo permitiría.

-Ya lo sé, pero en las cuadras también se duerme bien.

Asunción se fue a las cuadras. Ni durmiera con su hijo porque le tuviera miedo a su marido, que se lo tenía, ni por lo que su hijo le pudiera hacer, sino por lo que ella le pudiera hacer a su hijo... Desgraciadamente, para ella, nadie le eneñara a masturbarse, pues aquella era la noche perfecta para matarse a pajas.

Al otro día, anocheciendo, Asunción estaba de nuevo en las cuadras ordeñando a la vaca. Las cuadras tenían un fuerte olor a orines que a David lo excitaban. Más de una vez se había masturbado en aquel lugar. Llegó David, se agachó al lado de Asunción. La vista se le fue para el escote de su madre, en el que vio el nacimiento de unas grandes tetas. Asunción lo pilló mirando. Apretó una tetilla de la vaca, y llenándole la cara de leche, y sonriendo, le preguntó a su hijo:

-¿Que quieres, mirón?

David, se levantó y Asunción vio en el pantalón de su hijo un bulto que le llegaba casi hasta la rodilla y que aún era más gordo que la cabeza que había visto. Su hijo debía calzar un veinte y cuatro con un grosor que a duras penas le cabría en la boca. Le cayó un sudor frío. Pensó en bajarle los pantalones y chupar aquella trementa verga. Sólo con meterle la punta ya se correría. Perdida en sus pensamientos, no entendió a su hijo cuando le preguntó:

-¿Quiere que ordeñe yo la vaca?

-¿Qué dijiste?

-¿Si quiere que ordeñe yo la vaca, madre?

-No, no, vete para casa.

Los días pasaron. Asunción ya dormía en casa, pero no en la habitación de matrimonio sino en una de las dos que estaban vacías. El día de su treinta y siete cupleaños, ordeñando de nuevo la vaca, David, llegó a la cuadra, se agachó detrás de su madre, le cogió las tetas, la besó en el cuello. y le dijo:

-¿Lo hacemos, madre?

Como si no supiera de que le estaba hablando, Asunción, le dijo:

-¿Lo qué?

-Follar.

Asunción, lejos de corregir a su hijo, sonriente, le preguntó:

-¿Me quieres dar tu regalo de cumpleaños?

-Si me lo acepta...

Asunción volvió a apuntar a la cara de su hijo con la ubre de la vaca. David abrió la boca y bebío la leche.

-¿No te deja la Vicenta?

-Solo me deja que se la rasque. Así se corre y no queda preñada.

Aquello le interesaba a Asunción

-¿Y con qué se la rascas para que se corra?

-Con uno y con dos dedos.

-¿Y le llegan un dedo o dos para llenarle el coño? ¡Ay que convesación estamos teniendo!

-Una convesación como otra cualquiera, madre. No le meto el dedo. Le rascó la pepitilla. ¿Usted no se la rascaba de soltera?

Asunción, le mintió

-Claro que sí, pero supongo que cada una se la rasca como le gusta. ¿Cómo le gusta a ella?

-No sabría explicárselo. Tendría que hacérselo.

-Pues házmelo, pero sin besos en la boca ni tocarme en las tetas.

-Levántese.

Asunción se levantó. David le besó el cuello y metió la mano debajo del vestido y dentro de las bragas. Su madre estaba empapada. Le acarició el clitoris de abajo arriba, hacia los lados y alrededor. Al ratito, Asunción giró la cabeza, besó a su hijo, que la besó con lengua y áun la excitó más, ya que Camilo nunca la besara así. A punto de correrse, le dijo.

-Magréame las tetas, hijo.

David, con su polla empalmada tocando el culo de su madre, acarició las tetas y le comió la boca. Asunción, comenzó a temblar y de su coño salío una corrida que le dejó las bragas empapadas.

Al acabar, aún con la respiración entrecortada, le dijo a su hijo:

-Vete para casa. Tengo que acabar de ordeñar la vaca.

-¿Y yo? -se tocó el bulto de su pantalón- ¡¿Me va a dejar así?!

-Más tarde.

-¿Más tarde?

Asunción quiso zanjar la cuestión, por el momento.

-Necesito pensar. Acabo de descubrir lo puta que soy. Dejame sola.

Media hora más tarde, cuando Asunción volvio a casa con la leche, sintió a Camilo, borracho, cantar en la habitación:

-¡¡Asunción, Asunción, echa un poco de vino al porrón...!!

David estaba sentado en una silla de la cocina. Asunción, después de echar la leche en el cántaro, besó a David. Se quitó el vestido, el sujetador y las bragas, se agachó, le sacó la tremenda verga a su hijo y se la chupó. Tal y como pensaba, casi no le cabía en la boca. La lamíó y la mamó masturbándolo con las dos manos... Luego se sentó sobre la verga, y otra vez, tal y como pensara, al meter la cabeza dentro del coño, se corrió. A los dos minutos se volvía a correr, y los cinco minutos, al sentir como su hijo la llenabade leche mientras le chupaba las tetas, se volvió a correr, y al correrse, chilló:

-¡¡¡Leeeeeeeeeeeeeeche!!!

Camilo, en su habitación, a unos diez metros de ellos, le dijo:

-¡Vino, puta, vino! ¡¡La leche para ti!!

Y la leche fue para Asunción, pues su hijo la volvió a llenar otras dos veces. Y ella, ella se hartó de correrse.
 
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