Aquel extraño dÃ*a

roman74

Pajillero
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Aquel viernes era bastante frÃ*o, yo regresaba de Madrid. Me habÃ*a trasladado por semana para ayudar a mi cuñado en unas reformas y como si de un fin de semana normal se tratase emprendÃ* camino al puerto. Este año no habÃ*a sido como otros y la nieve escaseaban. Yo no soy muy amigo de escuchar partes meteorológicos, con lo que los primeros copos de nieve me sorprendieron.
Una corta llamada de mi esposa me explico que se retrasarÃ*a y pensando en el tiempo que la estarÃ*a esperando decidÃ* hacer una parada técnica en Zaragoza con el fin de comprar comida para hacerle una sabrosa cena.
Tras la parada continué mi marcha y en escasa hora y media estaba en nuestro apartamento. Sabia que aún tardarÃ*a por lo menos una hora, tiempo que aproveche para preparar una exquisita cena. Siempre me ha gustado la cocina es algo que me relaja por eso aquella hora me paso casi sin darme cuenta.
El teléfono sonó, al otro lado estaba Tati, mi esposa. Me dijo que estaba atrapada en Jaca, que no podÃ*a ni subir ni retroceder y que tenÃ*a que ir a buscarla.
Me vestÃ* de nuevo y fui en su búsqueda, la nevada era tal que apenas se distinguÃ*an los postes amarillos que delimitaban la carretera.
Al llegar a Jaca me sorprendió la presencia de Teresa. Teresa era una mujer de unos cuarenta años compañera en muchas ocasiones de Tati en el paddle. Tati enseguida me explico que habÃ*a subido con ella para comprar unos esquÃ*s en intersport. Teresa se acercó a mÃ* y me pregunto si su marido y sus hijos podrÃ*an subir con la que caÃ*a. Verdaderamente era difÃ*cil incluso teniendo un todo terreno asÃ* que le dije que serÃ*a mejor que subieran al dÃ*a siguiente. Teresa puso cara contrariada. Tati se acerco a ella y le dijo que no se preocupara que se quedarÃ*a con nosotros.
Esta jugada no me gusto del todo ya que yo estaba separado de mi mujer hace seis dÃ*as y me apetecÃ*a estar con ella a solas, pero no pude más que resignarme.
Aparcamos el coche y como pudimos pasamos los bártulos a mi coche. Mientras subÃ*amos Tati buscaba tranquilizar a su amiga explicándole que los pasarÃ*amos bien, que saldrÃ*amos de noche, que serÃ*a divertido.
Mi apacible plan se habÃ*a transformado por completo, y aquel dÃ*a normal se habÃ*a vuelto cuanto menos extraño.
Cuando llegamos al apartamento fuimos cambiarnos las ropas mojadas. Cuando termine baje abajo con la intención de poner la mesa y terminar de preparar la cena, mientras Tati le dejaba ropa seca a Teresa, que pese a la diferencia de edad y a sus dos maternidades usaba su misma talla. HabÃ*a preparado mi especialidad lenguado en salsa curry. Tras la cena conversamos, yo conocÃ*a poco a la amiga de mi mujer pero poco a poco me fue causando buena impresión. Teresa se mostraba contenta, no por el vino blanco sino más bien porque por unas horas se sentÃ*a joven, sin tener que dar cuenta a nadie de lo que haces o dices, en una palabra se sentÃ*a liberada. Tras recoger y no con cierta resistencia me arrastraron hasta el disco bar.
AllÃ* como siempre paramos a hablar con unos y con otros. Me quede con unos de mis mejores amigos, Berto. Charlamos durante casi dos horas, mientras con el rabillo del ojo veÃ*a como mi esposa y su amiga bebÃ*an copa tras copa.
Cuando decidieron irse llevaban un pedo que apenas se tenÃ*an en pie. Recorrimos el largo pasillo hasta el apartamento, yo casi la tenia que empujar porque hacÃ*an un ruido enorme. A duras penas las metÃ* en casa. Teresa se sentó en un banco cerca de la chimenea mientras Tati cayo a la larga en el sofá. Ellas balbuceaban cosas que apenas se les entendÃ*an, seguidas de sonoras carcajadas.
Una caracterÃ*stica de mi mujer hace referencia al alcohol. Cuando bebe se transforma y actúa más activamente, yo creo que le pone más a tono. Pero aunque creÃ*a que nada que ella hiciera en ese estado me sorprenderÃ*a, me equivoque. Se levanto del sofá y se dirigió a mÃ*. Yo permanecÃ*a de pie apoyado en la puerta. Cuando llegó a mÃ* comenzó a besarme apasionadamente, mientras su mano pasaba por mi paquete. Yo le susurre que no hiciera eso que estaba Teresa delante. Pero un gesto de Tati girando la cabeza y mirando a su amiga con una sonrisa de complicidad me hizo entender que algo habÃ*an planeado. Al principio me resistÃ* todo lo que un hombre puede hacerlo, hasta que su mano bajo mi cremallera y saco mi miembro, para después arrodillarse y comenzar a hacerme una felación. Mientras me la chupaba iba intercambiando miradas con su amiga que habÃ*a trasladado la mano a su entrepierna.
Tati dejo de chuparmela y con un gesto con la mano le dijo a su amiga que se acercara. Ella se acercó a nosotros, mientras mi esposa agarró su cabeza y la empujó hacia mi pene. Ella acepto la proposición y comenzó a chupármela con gran maestrÃ*a. A esas alturas yo deseaba hacerlo tanto como ellas. Tati me miraba y me decÃ*a que gozase mientras su mano empujaba la cabeza de Teresa que de esta manera introducÃ*a todo mi miembro en su boca. La maestrÃ*a de Teresa recogió sus frutos y un gran chorro de mi semen inunda su boca, cosa que acogió con una sonrisa pÃ*cara. Fue entonces cuando yo comencé a actuar. Hice que se levantarán y comencé a besar a Tati, cosa que enseguida compartió con su amiga. Mis manos se movÃ*an a gran velocidad tocando sus pechos a la vez que desabrochaba los botones de sus respectivas camisas. En pocos instantes estábamos los tres allÃ* de pie sin ninguna ropa. Me pare a observar el cuerpo de Teresa, que pese a su edad conservaba un buen cuerpo. Pare mi vista en sus pechos, la parte que más me gusta de las mujeres. Pese a estar acostumbrado a los pechos de mi esposa que son bastante grandes, aquellos eran colosales, pero lo mejor de todo era su firmeza, estaban seguro de haber tocado pechos de chicas mucho más jóvenes que ella y no eran ni la mitad de duros. Tati coloco a Teresa encima de la mesa y abriendo sus piernas me hizo un gesto para que se la metiera. Al acercarme a Teresa mi esposa se puso detrás y agarrandome el miembro lo acerco a la rajita de su amiga, y con un empujón en mi cadera hizo que se introdujera por completo en ella. Me di cuenta de que eso le gustaba asÃ* que decidÃ* dejar que TatÃ* llevara el ritmo de mis envestidas. Ella movÃ*a su pelvis provocando la entrada y salida de mi pene a la vez que su mano se deslizaba por mis huevos. Teresa gemÃ*a, y sus tetas se movÃ*an vigorosamente algo que a mÃ* me excitaba mucho. Tati no dejaba de susurrarme cosas como ¡follatela! O ¡Metesela! .Aquella imagen se vio perturbada por, las convulsiones de Teresa que indicaban que se estaba corriendo.
Actué de nuevo con un gesto rápido y rozando la violencia agarre a Tati y la coloque entre las piernas de Teresa. Teresa permanecÃ*a boca arriba encima de la mesa, mientras Tati estaba frente a ella de pie. Agarre sus muñecas desde atrás y las coloque en su espalda y con un empujón la hice apoyarse en su amiga. Mientras con la mano izquierda movilizaba sus brazos con la derecha acerque mi pene a su coño y con un empujón lo introduje. Eleve mi cabeza para observar que hacÃ*an, me di cuenta que la nueva situación les habÃ*a agradado, ya Teresa chupaba los pezones de mi esposa. El festÃ*n visual era bestial, yo envestÃ*a a Tati con cada vez más fuerza mientras mi mano libre acariciaba su clÃ*toris, eso hizo que pocas envestidas después comenzara a correrse.
Me di cuenta de que podrÃ*a hacer lo que quisiese, asÃ* que decidÃ* explorar el recto de mi esposa, vedado siempre a mis maniobras. Pese a que al principio me dejo trabajar con los dedos, un sonoro ¡No! Hizo eco en toda la habitación.
A mÃ* me dejo Helado. Tras esos segundos de desconcierto Teresa acerco su boca al oÃ*do de Tati. Esta se incorporo, sacando mi miembro. Teresa también lo hizo y cuando pensé que todo habÃ*a acabado, mi mujer me dijo que lo que querÃ*a hacerle a ella se lo hiciera a su amiga. Teresa me dedico una sonrisa y un guiño antes de colocarse de espaldas a mÃ* apoyada en la mesa. Yo ensalivé mis dedos y comencé a acariciar su ano lentamente para luego introducirlos en él. Cuando creÃ* que estaba listo acerque mi pene. Teresa eleva su pierna derecha encima de la mesa para facilitar mi maniobra. Comencé a empujar mi pene con fuerza, al principio habÃ*a mucha resistencia pero luego se amoldo fácilmente.
Mi excitación hacia que la violencia de mis envestidas fuese cada vez más fuerte, lo que producÃ*an mayores gemidos en ella. En cuestión de tres minutos se corrió dos veces. Tati observaba de cerca mientras yo seguÃ*a bombeando. Los pechos de Teresa se movÃ*an como locos lo que hizo apetecerme estrujarlos, y asÃ* lo hice a dos manos. Mi mujer no perdÃ*a detalle y lo que veÃ*a le excitaba cada vez más hasta el punto de que casi sin darme cuenta la tenia detrás empujándome de nuevo.
Su amiga observaba su actitud, de repente saco mi pene de su recto y se incorporo y después de dedicarme una sonrisa cogió de la muñeca a Tati y la empujó al sofá por encima del brazo de este. Ella se arrodilló en el suelo y coloco de nuevo su culo para que se la volviera a meter. Mientras ella comenzó a hacerle una felación a Tati, que no dejaba de emitir pequeños gemidos. Enseguida bajo su lengua hacÃ*a el ano y empezó a lamerlo. Yo continuaba a lo mÃ*o sin quitarles ojo.
Una nueva sacudida de Teresa hizo que casi me corriera, pero ella lo noto y saco mi miembro rápidamente. Yo me sorprendÃ*, Teresa le susurro algo al oÃ*do a Tati y ella asintió con la cabeza. Tati se levanto y se coloco en la posición que antes tenÃ*a su amiga. Teresa cogió mi pene, y lo acerco al culo de Tati.
Con una mano en mi culo me indico que empujase y con más dificultad que a ella mi pene fue entrando en el culo de Tati. Ella gritaba bastante mientras apretaba los cojines del sillón. En algún momento dude en sacarla pero Teresa no me dejo. Poco a poco mi pene tenia más libertad y la situación se normalizaba.
Aquellos gritos de dolor se fueron trasformando en gemidos de placer. A los pocos instantes Tati se corrió de una manera que nunca habÃ*a visto, yo no pude aguantar más y me corrÃ*. Me acerque a Teresa y le di un beso de agradecimiento por haberme ayudado.
Aún jadeando nos sentamos los tres desnudos y sonrientes en el sofá. Al dÃ*a siguiente continuo el temporal y la familia de Teresa no pudieron subir. AsÃ* que la noche del sábado también se quedó a dormir en casa, pero esta vez no fuimos a la discoteca...
 
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