Angelines y su Padre Isidro

heranlu

Veterano
Registrado
Ago 31, 2007
Mensajes
6,191
Likes Recibidos
2,497
Puntos
113
 
 
 
Angelines era una muchacha de 18 años. Hacía seis meses que le muriera el novio corneado por un buey y estaba enfadada con Dios, con la gente, con los animales, estaba enfadada con el mundo. Se había vuelto arisca, maleducada y a toda pregunta daba una mala contestación.

Isidro, un hombre moreno, de 44 años, complexión fuerte y bastante atractivo, había vuelto a España después de muchos años de estar trabajando en el extranjero. Estaba sentado delante de un banco que había delante de la taberna de Rosa, apodada la Rubia cuando la vio venir de la fuente con un cubo de agua en una mano, despeinada y vestida cómo una veja. Al llegar a su altura, la muchacha, le dijo:

-¡¿Qué mierda miras?!

-Que mucho en ropa no gastas.

-¡Y a ti que hostias te importa, capullo!

Se había parado delante de él y lo miraba con resentimiento, Isidro, le respondió:

-Nada, pero por lo menos te podías peinar. No es muy agradable mirarte.

-¡Pues mira para otro lado, chulo de mierda!

Lo dijo por qué Isidro llevaba gafas de sol y una camiseta de tiras roja que mostraba los músculos de sus brazos. Se mosqueó, y le dijo:

-Circula morriñenta (sucia) que me quitas el sol.

Angelines se marchó diciendo:

-¡Presumido de los cojones!

La Rubia, que era prima de Isidro, al irse Angelines, salió de la taberna, y le dijo:

-Habló más contigo de lo que habló con nadie en seis meses. Le gustas.

-Es una cría.

-Los diecisiete ya no los cumple. Ya sabe bien para qué la tiene.

Isidro, un putero incorregible, le dijo:

-¿Y a ti te gusto?

-Hombre, mal no estás.

-¿Como andas de polla?

-Llevo seis meses sin follar.

Rosa era una mujerona de unos cincuenta años, rubia cómo su apodo indicaba, sin hijos y por sus palabras, con ganas. Isidro, extrañado, le dijo:

-¡¿Tanto?!

-El tiempo que lleva mi marido embarcado.

-¿A qué hora cierras la taberna?

-A las doce.

-¿Le damos una alegría al cuerpo?

Rosa nesitaba esa alegría.

¿Qué le vas a decir a tu mujer?

-No va a estar en casa.

-Ven por la huerta.

A las doce y cuarto de la noche, Isidro, entraba por la puerta de atrás de la casa de Rosa, la cerraba con llave y subía al piso de arriba. Vio una habitación con la luz encendida con la puerta entreabierta, la abrió y se encontró con su prima Rosa desnuda sobre la cama en la misma posición que la maja desnuda de Goya, aunque las tetas de Rosa eran más grandes y con areolas oscuras. Tenía pelo en las axilas y mucho más pelo en el coño. Desde la puerta a la cama fue dejando su ropa. Desnudo y con la polla a media asta se echó a su lado. Rosa se puso encima de él, lo besó en el cuello y después en la boca, lo besó largo y tendido... Le dio un cursillo de besos con lengua. Luego rozando sus grandes tetas con su cuerpo bajó y besó y chupó sus mamilas, de ahí bajó lamiendo su vientre, cogió la polla empalmada. Su mano fue de abajo a arriba y de arriba a abajo... Le lamió el glande y después la metió en la boca hasta los huevos, la volvió a sacudir, y luego le pasó la lengua alrededor de la corona, para después seguir mamando el glande sin dejar de sacudirla... Poco después se quitaba de encima y le decía:

-Date la vuelta.

Isidro se puso boca abajo y Rosa besó y lamió su nuca, su cuello, bajó besando y lamiendo su espalda, luego, lamiendo su culo, le cogió la polla y comenzó a ordeñarlo. Isidro gemía cómo una nena. Rosa tenía el coño cómo una piscina cuando metió la polla en la boca. La masturbó y la mamó hasta que Isidro soltó un chorro de leche en su boca, y otro, y otro, y otro... Leche que Rosa se fue tragando hasta dejarlo seco.

Cuando Isidro se dio la vuelta ya tenía la polla flácida. La Rubia le puso el coño en la boca, Isidro le metió la lengua dentro y le echó las manos a las tetas. Rosa, poco más tarde, acariciando el clítoris y frotando el coño contra la lengua se corrió en su boca, sin estridencias, sin ruidos, sin temblores, solo gimiendo en bajito, cómo si tuviera miedo de que la oyeran.

Al acabar de correrse, Isidro, la cogió por la cintura y le llevó el coño a su polla empalmada. La polla se deslizó por la raja de su culo, Rosa la cogió con la mano, la puso en la entrada del coño y echando el culo hacia atrás la metió hasta el fondo. Comenzó una serenata de besos donde bailaron las lenguas al ritmo de los movimientos del culo de Rosa, ahora pegado, ahora suelto, ahora, lento, ahora rápido, hasta que de nuevo sin estridencias, sin ruidos, si temblores, solo gimiendo en bajito, le bañó la polla de jugos. Isidro, sintiendo cómo el coño le bañaba y estrujaba la polla se lo llenó de leche.

Con su polla dentro del coño, besándose tras los orgasmos, Isidro, le dijo:

-Dámela.

-¿Que quieres que te de?

-Tu corrida.

-También tengo en el coño la tuya.

-Lo sé, dámela.

-¿La prima te la da?

-Sí.

-¡Qué guarra! Yo nunca haría eso.

-Me la da y se la como hasta que se vuelve a correr, dámela.

Cambió de idea.

-¡Ay, cómo eres! ¡¡Vicioso, que eres un vicioso!!

Le puso el coño en la boca y el resto os lo podéis imaginar.

Dos días después, a Isidro se le dio por ir a merendar al monte, ya que su esposa fuera de visita a casa de los padres. Estaba cortando un trozo de queso cuando vio venir a Angelines con una cuerda en la mano. Se paró delante él, y le dijo:

-¡Comiendo a escondida, ladrón!

A Isidro ya le empezaba a caer gorda.

-Ni que te tocara en una tómbola, mocosa.

-¡A mí lo que me tocas es el coño cada vez que te veo con esa pinta de chulo de playa!

-Habla bien, maleducada.

-¡Yo hablo cómo me sale del coño!

-Será cómo te sale de la boca.

Se puso altiva.

-¡¡Cómo me sale del coño, inglés!!

Isidro se levantó, le quitaba cabeza y media. Mirando hacia abajo, le dijo:

-A mi no me chilles... Y a ver si te lavas que hueles mal.

Mirando hacía arriba con cara de mala leche, le espetó:

-¡No te meto dos hostias porque te dejaría tonto y no quiero pagarte por bueno!

Isidro no pudo evitar reírse. Aquella cosita menuda y bajita lo acababa de amenazar. Se volvió a sentar y cambió de tema.

-¿La cuerda para qué es, gatita?

-¡Para colgarte cómo me sigues tocando el coño!

La cuerda solía llevarse al monte para hacer un atado de leña y de otras cosas, pero ya no quiso saber que iba a hacer con ella.

-Tienes mal genio.

Ahora era ella la que lo miraba desde arriba.

-Malísimo. ¡Hostia que pego familia de luto!

-¿Se te pasaría el genio con un poco de queso, pan y vino?

-¡No soy ninguna muerta de hambre, mamón! Me voy, me voy, antes de que se me acabe la paciencia.

Con retranca, le dijo:

-Vete, vete antes de que se te acabe.

Se fue, tenía un culo respingón, y ojos en la espalda. Se giró y le preguntó:

-¡¿Me estás mirando para el culo, maricón?!

Le salió sin querer.

-Si te lavaras, a lo mejor te miraba para él.

-¡Para el chulo de playa me voy a lavar! ¡¡No te jode!!

Se fue caminando con aires de marquesa.

La tercera vez que la vio fue tres días después en el velatorio de un vecino. Isidro al salir de la sala donde estaba el féretro con el digunto, donde le diera el pésame a la viuda, fue a la cocina de la casa donde corría el vino, el jerez, el coñac, el ponche, el anís y el aguardiente. La vio con una copa de anís en la mano, estaba de pie, lavada, peinada, con un vestido limpio y calzando unos zapatos negros de tacón plano. Se fijó bien en ella. Su cabello, que creía marrón, era de color negro, sus tetas eran pequeñas, su cintura era estrecha... Angelines no era guapa, era guapísima y aquel vestido le hacía un cuerpo estilizado y muy sensual. Salió a tomar el aire a la puerta de la casa, la siguió. Angelines le dijo, con voz triste:

-Qué corta es la vida, ¿verdad?

-Sí, y no se debe desperdiciar ni un segundo. Estás para comerte.

-Si estuviéramos en otro sitio te partía los morros.

-Y yo a ti.

Lo miró, y con cara de sorprendida, le preguntó:

-¿Me las devolverías?

-No, te los partiría de otra manera.

-¿Cómo?

-A besos.

A Angelines, sin querer, se le escapó una sonrisa.

-Te la estás jugando, inglés.

-No creo.

Se volvió a poner seria para decir:

-Sabía que eras un chulo, pero no pensaba que lo fueras tanto.

Isidro le dio un beso en la boca. Le cayó una hostia con la mano abierta que hasta el muerto debió oír el ruido que hizo. Volvieron a la cocina. Al rato llegó Camila, que fuera novia de Isidro, novia que abandonara para salir de la miseria. Se sentó al lado de Angelines. Tanto Camila cómo Angelines lo miraban y hablaban entre ellas. Se enteró allí mismo que Camila era la madre de Angelines y que nadie sabía quien era el padre. No se atrevió a hablar con Camila. Fuera muy grande la putada que la hiciera. Se despidiera de ella con un beso y un espérame y volviera casado y con hijos. Le pasó por la cabeza que podría ser el padre de Angelines.

De niño, Isidro se pasaba el día en el monte, con los cerdos en el robledal, o con las ovejas, que criaban para comer y para vender, y cómo la cabra tira al monte, seguía yendo para tumbarse a la bartola debajo de un pino, debajo de un eucalipto... Estaba tumbado debajo de un roble cuando oyó la voz de Angelines.

-¡Pero tú nunca trabajas!

Miró hacia arriba, estaba al lado de él con una cuerda y una hoz en la mano derecha. Le vio las bragas. No quiso ver más. Se sentó, y le preguntó:

-¿Qué te dijo tu madre de mí?

-¡Que eres un hijo de puta!

-¿Y no te dijo nada más?

-¡Sí, que eres un cerdo! Casi tan cerdo cómo el cabrón que la preñó y la dejó tirada.

Lo que le había dicho significaba que él no era su padre. Se volvió a echar sobre la hierba, le volvió a mirar para las bragas, y le dijo:

-Preciosa vista

-¡¿Me estás mirando para las bragas?!

-Sí, y debajo de lo blanco se intuye algo negro.

Angelines, que vestía una camiseta blanca y una falda marrón que le daba por encima de las rodillas sin apartarse, le dijo:

-¡Eres un sinvergüenza!

Isidro le cogió una pierna. Angelina le puso un pie en el pecho.

-¡Suelta o te aplastó, chulo de mierda!

Ahora aún le veía mejor las bragas. Le acarició la pierna del pie que le pisaba el pecho, y le dijo:

-Tienes unas piernas preciosas.

-¡Y una hoz en la mano!

-Y una cuerda con la que te ataba y te hacía de todo.

Angelina parecía que estaba a punto de perder la paciencia. Apretó el pie con la sandalia de goma contra el pecho.

-¡Qué te aplasto, cucaracha!

Le quitó la sandalia.

-¿A qué sabrán tus tetas?l

-¡Te estás jugando el físico!

-¿A qué sabrá tu coñito?

Se escandalizó.

-¡Ay lo que dijo! ¡¡Qué cochinada!

-¿Me dejas que te lo huela?

Le puso el pié en la frente, tiró la cuerda sobre la hierba y levantó la hoz.

-¿Quieres morir?

Le quitó la otra sandalia.

-¿Y el culo?

No entendió lo que le quería decir.

-¡¿Qué le pasa a mi culo?!

-¿Me dejas que te lo huela?

Le quitó el pie de la frente y le dijo:

-¡Estás mal de la cabeza, inglés!

-¿Y un beso? Deja que te de un beso.

Angelines sacó la burlona que llevaba dentro.

-¿En el culo?

-Eso después, antes en la boca.

Volvió la dura.

-¡Antes muerta que dejar que me babees!

Isidro miró para sus bragas blancas y vio una pequeña mancha de humedad. Quiso incorporarse y le puso el pie encima de la polla.

-¡Quieto parado o te rompo los huevos!

A Isidro se le puso dura y se lo dijo:

-Me acabas de empalmar.

-¿Y qué?

Isidro se incorporó, la cogió por las piernas y la puso boca arriba sobre la hierba. Angelines tiró la hoz y lo abofeteó con las dos manos... Isidro le dio un pico y después le metió la legua en la boca, Angelines, se la mordió, lo cogió por los pelos, tiró de ellos, y poniendo cara de asco le dijo:

-¡Déjame, cabrón!

Isidro tiró la toalla. Se echó boca arriba, y le dijo:

-Perdona, me dejé llevar por la pasión. ¡Es que estás tan buena...!

Angelines se levantó, y le dijo:

-¡Tengo edad cómo para ser tu hija, asqueroso!

-Y las bragas tan mojadas que se podrían escurrir.

Angelines puso las manos entre las piernas sobre la falda para que no le viera las bragas, y visiblemente enfadada, le dijo:

-¡Cabrón!

Isidro siguió atacando.

-Y un coño que debe ser una delicia.

-¡Cerdo!

No se iba, y eso le decía que casi la tenía.

-¿Sabías que tienes una legua con sabor a Sandía?

Angelines le respondió sin levantar la voz.

-Sabe a sandía porque la comí antes de venir para el monte.

Isidro se tiró en plancha a la piscina para ver si había agua.

-¿Lo hacemos, Angelines?

-¡No! No voy a hacer cochinadas contigo.

-¿Me ves demasiado viejo?

-No es eso.

Le cogió una pierna y Angelines se volvió a sentar a su lado. Ya la tenía. Le preguntó:

-¿Entonces qué es?

-No voy a hacer cochinadas contigo por que eres un hombre casado.

-Los casados sabemos cómo darle placer a una mujer.

-De eso no me cabe duda.

Le acarició la mejilla con el dorso de su dedo medio.

-Tienes una piel muy suave. Anímate.

Bajó la cabeza, y le dijo:

-No estaría bien.

Le apartó el cabello que le caía sobre la cara.

-Vas a disfrutar. Dame un beso.

-No quiero.

-Es para que me quede un recuerdo imborrable de ti.

-Sería muy peligroso.

-¿Tienes ganas?

-No te lo voy a decir.

-¿Estas muy mojada?

-Tampoco te lo voy a decir.

-Bésame.

-Si te beso vas a querer más, lo sé.

-Sí, tú no quieres llegar más lejos, no.

-Júralo.

-Te lo juro.

Angelines acercó sus labios a los de Isidro y le metió la puntita de la lengua entre ellos. Isidro abrió la boca y rozó la punta de su lengua con ella. Luego se la chupó y después le dio un pico. Angelines le metió toda la lengua en la boca para que se la chupara, luego fue Isidro el que se la metió a ella. Angelines, en un tris, de no saber que se daban besos con lengua, pasó a ser una experta. Luego, Isidro, le dijo:

-¿Me dejas comerte las tetas?

-Si te dejo que juegues con mis tetas vas a querer mas.

-Sí, comer tu coñito.

-¿Solo comer? ¿Sin meter?

-Eso ya lo decidirás tú.

-Vale, juega con mis tetas.

Isidro le quitó la camiseta, se quitó la suya y después le quitó el sujetador. Angelines tenía unas tetas pequeñas, duras cómo piedras, con pequeñas areolas rosadas y pequeños pezones. Isidro se las magreó y después las mamó... Las metía enteras en la boca y acababa chupando las areolas y dando mordisquitos a los pezones. Luego le quitó la falda, vio sus bragas encharcadas, le olió el coño profundamente. Angelines arqueó el cuerpo, y exclamó:

-¡Ayyyyyyyy!

Le quitó las bragas y vio su coño peludito. Lo lamió de abajo a arriba. La besó con la lengua pringada de jugos. Angelines comenzó a temblar. Con la boca abierta y con los ojos en blanco se corrió expulsando jugos cómo si fuera una fuente.

Al acabar de correrse, le dijo:

-Necesito tu cariño, papá.

Isidro quedó de piedra.

-¡¿Qué me has llamado?!

-Papá.

-Si habías dicho...

Con la cabeza gacha y poniendo morritos, le dijo:

-Tenía muchas ganas de ti.

Isidro estaba que lo comían los demonios.

-¡Vístete!

-¿Estás enfadado conmigo?

-¡Cómo para no estarlo!

-No te enfades. Quiero ser tu amante, papá. Quiero ser tu secreto mejor guardado. Quiero que me des el cariño que me falta.

-----



Era viernes por la noche. Angelines esperando a que su padre saliese de la tienda se entretuvo mirando escenas nocturnas de esas que pasan desapercibidas, por fugaces, cómo el beso chiquitín, furtivo, que le dio en la mejilla una niña a un niño que caminaban detrás de sus padres, o las caricias de la vieja Aurora a su vieja gata en la puerta de su casa, o los gritos de una discusión en casa de los Rojos, o los ladridos de los perros anunciando a sus dueños que alguien pasaba cerca de la casa ... La noche no dormía, la noche estaba llena de vida. Cuando Isidro salió de la taberna y se encontró con ella, caminando a su lado, le dijo:

-¿Ya le hablaste a tu madre de lo de reconocerte?

-¿Le dijiste tú a tu mujer que tienes una hija ilegítima y a tus hijos que tienen una hermana?

-Aún no.

-Cuando se lo digas se lo digo yo a mi madre.

-Está bien. ¿Qué es lo que me querías decir?

-Que te quiero y que te necesito y no cómo padre.

-Eso ya lo hablamos y no puede ser.

-Con la puta de tu prima si se puede.

Isidro, se alarmó.

-¡¿Quién te dijo lo de Rosa?!

-Mi casa da a su huerta y padezco de insomnio. Pero me las va a pagar.

Angelines estaba celosa. Hablaba cómo si Isidro fuera su esposo y no su padre.

-¿Qué te va a pagar?

-No son cosa tuyas.

Angelines echó a correr y se perdió entre las sombras.

A las doce y media de la noche, la puerta trasera de la Rubia, se volvió a abrir. Sintió unos pasos subir las escaleras de madera, al abrirse la puerta del dormitorio, Rosa, en camisón y sentada en el borde de la cama, le dijo:

-Pensé que no te atreverías a venir.

-Pues ya ves que vine, lo que no sé es porque me quieres dar las cinco mil pesetas aquí si me las podías dar en la taberna.

Rosa sacó el dinero del cajón de la mesita de noche y le dijo:

-Toma, lo que me pediste por tu silencio.

Angelines fue a coger el dinero y cuando llegó a su lado y estiró la mano para cogerlo, Rosa, la cogió por un brazo, tiró los billetes al piso de la habitación, la echó sobre la cama, se echó encima de ella y le apretó el cuello con sus manos, unas manos que parecían dos tenazas. Con cara de loca, le dijo:

-No te habías parado a pensar que te podría matar y hacer desaparecer tu cuerpo. ¿Verdad que no, chantajista?

Angelines le echó las manos a los brazos para librarse de ella, pero era cómo si una hormiga quisiera quitarse de encima a un elefante... Se empezó a poner roja, echó fuera la lengua. Rosa, le quitó las manos del cuello, Angelines retiró la cabeza para coger aire.

-¡Casi me matas!

Rosa, sentada sobre el vientre de Rosa, le preguntó:

-¿Vas a amenazarme de nuevo con contar que viste entrar a Isidro en mi casa de madrugada?

-No.

-Júralo por tu madre.

-Lo juro.

-¿Para que querías el dinero?

-Para comprar ropa.

Rosa se había puesto cachonda al apretarle el cuello a Angelines. Estaba mojada y fue a por ella.

-¿Dejarías que jugara contigo por ese dinero?

A Rosa la pregunta la pilló descolocada.

-¿Además de puta eres maricona?

Se quitó de encima de ella, y de lado, mirándola, le respondió:

-No, pero tengo curiosidad.

-Cinco mil pesetas es mucho dinero.

Rosa, que estaba en camisón y sin sostén, se arrodilló en la cama, lo quitó y se quitó las bragas. Angelines la vio desnuda y le gustó lo que veía. Se arrodilló delante de ella y le dijo:

-Cinco mil.

-Si, cinco mil, las puedes coger del suelo después del polvo.

-Trato hecho.

Rosa le cogió la cara con las dos manos y le comió la boca y el mentón, Angelines le metió la lengua en la boca. Rosa le dio más de veinte chupadas, después fue el turno de Angelines, que chupando la lengua de Rosa y comiéndole la boca ya comenzó a gemir. Siguieron lamiéndose las lenguas, comiéndose las bocas... Se dieron un beso tan largo cómo húmedo. Luego Rosa le quitó la camiseta blanca dejando al descubierto su negro sujetador. Le besó varias veces en el vientre, y después besó la parte de la teta izquierda que sobresalía del sujetador, luego bajó la copa y le lamió el pezón y le chupó la areola multitud de veces. Angelines con su mano derecha en la nuca de Rosa ya gemía sin parar. Luego le bajó las asas y le comió la teta derecha, para acto seguido lamer y mamar yendo de teta en teta largo rato. Después le quito el sujetador y se volvieron a comer las bocas. Rosa no se hartara de comer teta, ya que las volvió a comer, aún con más ganas. Ahora Angelines estaba tan cachonda que le lamía la frente mientras se las comía. Rosa se puso a su espalda. Le abrió la cremallera lateral de su falda y el botón y la desnudó. Antes de ponerse de nuevo frente a ella, le besó y le chupo el cuello por ambos lados. Al tenerla de frente se volvieron a besar cómo al principio, luego Angelines le agarró las tetas y le hizo lo mismo que le había hecho a ella. Ya eran dos las que gemían y dos las que tenían los coños encharcados. Angelines hizo que Rosa se echase, al estar echada le dio la lengua a chupar, Rosa se la chupó varias veces y después le comió ella la boca y el mentón del mismo modo que se lo había comido Rosa, a continuación bajo lamiendo, le cogió la teta derecha y se la lamió, chupó y mamó, a esa teta siguió la otra. Angelines estaba encendida, la cara la tenía roja cómo un tomate. Si Rosa le llega a rozar el coño con una mano se corre cómo una bandida. Besó entre sus tetas y siguió bajando hasta llegar cerca del coño, luego volvió a subir haciendo lo mismo que hiciera al bajar hasta llegar a su boca. Le metió la lengua dentro, le magreó las tetas con una mano y le frotó el coño mojado con la palma de la mano de la otra. Luego le comió las tetas con lujuria. Jadeaba cómo si fuera Rosa la que se las estuviese comiendo a ella. Le metió dos dedos dentro del coño y la masturbó mientras le comía las tetas y la boca.

Rosa, agarrando la almohada con una mano y la sábana con a otra, exclamó:

-¡¡Me viene el gusto!

¡Vaya si le vino! Se corrió cómo una fuente, jadeó cómo una perra y se retorció cómo una serpiente.

Al acabar, Angelines, subió encima de ella y le puso el coño en la boca, Rosa sacó la lengua y le echó las manos a las tetas. Acarició sus pezones y lamió su coño... Angelines no se movía. Con los ojos cerrados y sus manos en el culo disfrutaba de cada lamida. Mas poco pudo disfrutar, en nada se puso tensa, se le cerraron los ojos de golpe, se encogió y se corrió diciendo:

-Aaaaah. ¡Aaaaaaaja! ¡¡Aaaaaaaah!! ¡Aaaaaaja! ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaah!!

Esa noche se dieron placer hasta quedar rendidas. El gallo las despertó abrazadas. Angelina se gano las cinco mil pesetas.

Al día siguiente, a las nueve de la mañana, Angelines, vio cómo la mujer de Isidro y sus hijos se metía en un Seat 850 y oía cómo le decía la mujer a su hija que sus abuelos le tenían una sorpresa. Era obvio que Isidro iba a estar solo en casa.

Eran las once de la mañana cuando Angelines entró en la casa de Isidro. No tuvo que llamar porque en los pueblos no se solía cerrar las puertas durante el día, ni de noche si había mucha calor. En el pasillo, lo llamó:

-¡Isidro!

Isidro se estaba bañando. Reconoció su voz, y desde la bañera, le dijo:

-¡¿Qué haces aquí, Angelines?!

La muchacha se dirigió al lugar del que venía la voz. La puerta del cuarto de baño estaba abierta, vio a su padre cubierto de espuma, y agachándose para quitar las sandalias, le dijo:

-¡Qué bañera más grande! Quiero bañarme contigo.

Isidro se puso en pie.

-¡No te vas a bañar conmigo!

Angelines mirando para la polla de su padre, que estaba tiesa, le dijo:

-Pues me baño sola. ¿Qué estabas haciendo para tener la picha de punta?

Isidro se volvió a sentar en el baño, Angelines se quitó la ropa y se metió en él.

-¡Qué calentita está el agua!

Se sentó el baño enfrente de su padre y enjabonándose las tetas con una esponja, le dijo:

-Puedes seguir con lo que estabas haciendo.

Isidro no sabía cómo salir de aquella situación.

-No me estaba haciendo una paja.

Angelines se mofó de su padre.

-No, ¡que va! Se te puso así con el jabón No seas tonto, hombre, yo también las hago. No tiene nada de malo. Sigue. Por cierto, no quiero que me reconozcas.

-¿Y eso a que se debe?

-A que no quiero causarte problemas.

Ahora el que se cachondeó fue el padre.

-No, ¡qué va! Por eso estás metida en mi bañera.

Angelina con la esponja bajo el agua, cerró los ojos, y le dijo:

-¡Qué gustito da pasar la esponja por el coño! Seguro que tu esposa se hace con ella unas pajas maravillosas.

Isidro empezó a perder los papeles.

-¿Tú crees?

-Claro que lo creo, de no hacerlas sería tonta. ¿Es tonta tu mujer?

Isidro viendo de punta los pezones de las pequeñas tetas de su hija y viendo cómo movía el brazo y cómo hacía ondas en el agua, cogió la polla y comenzó a menearla, luego le dijo:

-No, tonta no es.

-Me podría correr así. ¿Quieres ver cómo me corro, papá?

-No, bueno, sí.

Cuando las ondas se hicieron más grandes de un lado y del otro. Angelines se levantó, rodeó el cuello de su padre con sus brazos, lo besó, se sentó sobre su polla y esta entró hasta el fondo del coño con suavidad debido a que coño y polla estaba engrasados con el champú y el gel. Besándolo y moviendo el culo alrededor, le dijo:

-Dime que me quieres.

Cogiendo el culo de su hija con las dos manos, le dijo:

-Te quiero, poquita cosa.

Angelines movió el culo alrededor a toda hostia, y le dijo:

-Ay que me, ay que me corro, papá.

Se corrió cómo un angelito. Besando a su padre ahogó sus gemidos en su boca.

El incesto se acabara de consumar, pero Angelines quería dárselo todo a su padre. Sacó la polla del coño, le dio las tetas a mamar, y después la puso en la entrada del culo.

-¿Quieres desvirgar mi culito, papá?

Isidro la cogió por las caderas. Empujo hacia abajo por ellas con las manos y empujó hacia arriba con la polla. A Angelines si le dolió al meterle la cabeza de la polla en el culo, no lo expresó en su rostro, lo único que hizo fue besar a su padre y decirle:

-Ya soy toda tuya.

Después fue bajando el culo hasta que la metió hasta el fondo. Isidro, minutos después, magreándole las tetas y mientras su hija lo follaba bajando y subiendo el culo, se lo llenó de leche. Angelines, mirando a su padre mientras se corría le dijo:

-Te adoro, papa.

Le dio un pico en los labios y cuando acabó de correrse puso la cabeza en su hombro.
 
Arriba Pie