Álvaro y su Madre Eva

heranlu

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Eva era una mujer madura, delgada, guapa, de estatura mediana, morena, de cabello negro y corto. Iba por la N 640 a recoger a su hijo del que no sabía nada desde hacía seis años. Al parar delante de él vio que el auto que lo había dejado tirado era un Toyota GR Yaris. Había cambiado, ahora era un figurín, alto, moreno y guapo que ese día vestía con una camiseta blanca y unos jeans ajustados al cuerpo donde se marcaban en la camiseta sus pectorales y en los jeans un buen paquete.

Álvaro subió al auto y cerró la puerta. Se puso el cinturón de seguridad. Vio que su madre llevaba puesto un vestido azul de seda, amplio y con asas donde se marcaban los pezones de sus gordas tetas, un vestido que al ser corto dejaba ver casi la totalidad de sus estilizadas piernas. Eva le dio dos besos, uno en cada mejilla y después poniendo su Seat León en ruta, le dijo:

-Ya era hora de que supiera de ti.

-Si no fuera por la avería seguirías sin noticias mías.

-¿Por qué me llamaste a mí?

-Porque sabría que acudirías en mi ayuda.

-¿Adónde te dirigías?

-Al Galicia Palace de Pontevedra. ¿Estabas en la playa, mamá?

-Sí. ¿En qué lo has notado?

Álvaro le miró para los pezones.

-Yo cuando vuelvo de la playa tampoco llevo ropa interior debajo.

Eva subió un poco el vestido, y cambió de tema.

-¿Dé qué trabajas Álvaro?

-Trabajo a las mujeres insatisfechas.

A Eva le saltó la voz de alarma.

-¡¿Vendes tu cuerpo?!

-De algo hay que vivir, y la verdad es que no se vive mal.

Se empezaba a hacer de noche. Eva encendió las luces del auto. Álvaro le preguntó:

-¿Qué tal con el cabrón?

Eva se puso a la defensiva.

-¿Estás trabajando?

-¿Estás necesitada, mamá?

Eva se puso nerviosa.

-No me estaba ofreciendo. ¡¿Cómo me iba a ofrecer a mi hijo?!

-Esas mismas palabras me las dijo la dueña de un restaurante y acabamos en la habitación de un hotel.

-Vas de sobrado por la vida, hijo, y quien va de sobrado por la vida acaba sobrando.

-Yo acabo haciendo falta, esa misma mujer es la que me espera esta noche.

-¡¿Es que repiten?

-Todas repiten y algunas hasta acaban siendo clientas habituales.

-Mucha confianza te deben tener.

-Tanta que acaban contándome cosas que no te creerías.

-¿Cómo qué? -se lo pensó mejor- No me contestes. Me estás enredando, deja de hacerlo. Yo sería incapaz de cometer un incesto.

Álvaro le respondió igual.

-Cómo que todas las mujeres engañan a sus novios y a sus maridos, si no es de un modo es de otro.

Eva quiso saber de qué hablaba.

-¿A qué te refieres?

-A que todas os masturbáis y no lo hacéis precisamente pensando en vuestros novios o en vuestros maridos...

-Mira, Álvaro, esta no es una conversación que debían tener una madre y un hijo.

-¿Te asusta?

-A mí no me asusta nada, pero mejor cambiamos de tema.

-¿Alguna vez te masturbaste estando el cabrón durmiendo a tu lado?

-Te has vuelto un sinvergüenza.

-Sí, perdí la vergüenza en mi primera cita con una mujer. Tiene su morbo.

-¡¿Perder la vergüenza?!

-No, masturbarse una mujer con su marido durmiendo en cama a su lado.

Eva quería cambiar de conversación, pero le pudo la curiosidad.

-¿Y tú cómo sabes que tiene morbo?

-Me lo dijo una mujer que se masturba en la cama de matrimonio pensando en otros hombres mientras su marido duerme a su lado.

-Se ve que esa mujer te tiene confianza.

-Sí que me la tiene, pero aún fue más lejos.

-¡¿Más?!

-Sí, más.

-¿Qué hizo?

-Meterse en un chat de sexo y chatear con un joven que según ella estaba cómo un queso. El joven se masturbó en directo y ella se masturbó con él mientras su marido dormía plácidamente a su lado.

-¡¿Quieres decir que le mandó imágenes de cómo se tocaba?!

-Sí, por el teléfono móvil.

-¡Si se llega a despertar su marido...!

-Lo despertó ella después de correrse.

-¿Para qué?

-Para que la follase, necesitaba polla.

-¡Hay cada una!

-¿Y a ti nunca se te pasó por la cabeza meterle los cuernos al cabrón?

-No.

-Hijo de puta, mira que echarme de casa.

-Hombre, que querías que hiciera si te pilló en mi habitación masturbándote con una de mis bragas.

-La verdad es que él se pasó siete pueblos, pero tú te habías pasado otros tantos.

-Te deseaba tanto.

-Por eso no fue tan mala idea que tu padre te echara de casa, si sigues en ella, quien sabe lo que pudiera haber pasado.

Álvaro se lo tenía que preguntar.

-¿Crees que hubiésemos acabado follando, mamá?

Eva no quiso responder.

-Aguas pasadas no muelen molinos.

Eso era un sí, Álvaro ya no iba a parar hasta seducir a su madre.

-No me contestaste a lo que te pregunté antes..

-¿A qué?

-¿Te masturbaste alguna vez estando el cabrón durmiendo a tu lado?

-¿Si sacio tu curiosidad dejas el tema?

-Dejo.

-Lo hice varias veces, pero tu padre siempre estaba borracho cuando se quedó dormido.

Las palabras de su madre lo animaron, y lo animaron porque si Eva no quisiera follar con él no le hubiera contado algo tan íntimo.

Le puso una mano en la rodilla izquierda y le preguntó:

-¿Alguna vez te masturbó el cabrón mientras conducías?

-Quita la mano de ahí, hijo.

La mano subió y bajó acariciando el interior de su muslo.

-Déjate llevar, mamá.

-¿Haces el favor de estarte quieto con la manita?

Le bajó una asa del vestido y una teta grande con areola rosada y pequeño pezón quedó al descubierto. Al querer mamársela le empujó para separar su boca de ella.

-O te estás quieto o te dejo tirado.

No le hizo caso. Siguió acariciando el muslo, después le bajó la otra asa. Eva al verse con las tetas al aire se excitó, pero cuando la boca de su hijo se acercó de nuevo a su teta le dio una bofetada y subiendo las asas, le dijo:

-A ver si así aprendes.

-Me gustó esa caricia.

Eva sonrió y le dijo:

-A que te doy más fuerte.

Álvaro iba a piñón fijo. Con el canto de la mano rozó su coño mojado. Eva apretó las piernas. La mano acarició los muslos, uno con la palma y el otro con el dorso, luego con el canto de la mano le volvió a rozar el coño. Álvaro le dijo:

-Si paras el coche en el arcén te hago una comida de coño que te corres cómo una perra.

-Si paro el coche será para partirte la cara.

Álvaro se quitó el cinturón de seguridad, le levantó la falda y le lamió el interior del muslo cerca del coño. Eva, le dijo:

-Ponte el cinto y deja de hacer tonterías.

Lamiendo su muslo y acariciando sus tetas, le dijo:

-Sin sujetador, sin bragas, el coño te huele a mar, el muslo te sabe salado... ¿Cómo quieres que me aleje de la gloria?

Eva lo agarró por los pelos, tiró, lo separó de ella y le dijo:

-Vuelve a poner el cinturón de seguridad que puede andar por ahí la guardia civil.

Álvaro se volvió a poner el cinturón de seguridad, y después volvió a meter la mano entre sus piernas. Eva le preguntó:

-¿Nunca te das por vencido?

-No.

Álvaro acarició su clítoris con dos dedos, y acariciándolo le dijo:

-Abre las piernas, mamá.

Eva abrió un poquito las piernas. Álvaro le metió dos dedos dentro del coño y la masturbó un tiempo, luego los sacó mojados y volvió a acariciar su clítoris haciendo círculos sobre él. Eva abrió las piernas de par en par, y le dijo:

-Serás cabrón... Aún nos vamos a dar un piñazo por tu culpa.

Le volvió a meter dos dedos en el coño empapado, los sacó y se los dio a chupar, Eva los chupó, después la volvió a masturbar. Ya chapoteaban los dedos dentro del coño cuando le dijo Álvaro:

-Cuando sienta que te vas a correr, voy a parar, detienes el coche, te como el coño y me la das en la boca.

Eva estaba tan caliente que aquella era una proposición que no podía rechazar.

-Eso suena muy rico.

Volvió a hacer círculos con los dedos sobre el clítoris. Eva le dijo:

-Ya que estamos podías sacar la polla y dejar que vea cómo la tienes.

Álvaro, sin dejar de acariciar el clítoris, sacó la polla y se la enseñó:

-¿Te gusta?

Eva al ver la polla le respondió:

-Es la más grande y la más gorda que he visto.

Álvaro le cogió la mano izquierda y se la llevó a polla, Eva la cogió y la meneó. Estaban en medio de una recta muy larga y no venían coches por delante ni por detrás. Los dedos de la mano derecha de Álvaro aceleraron sobre su clítoris... Eva dando un grito soltó la polla y se corrió. Al correrse se encogió y se dio con la cabeza contra el volante. Tardo unos segundos en levantar la cabeza, pero Álvaro había cogido el volante y seguían por el carril derecho. Al recuperarse le dijo:

-Pudimos darnos un trompazo y matarnos.

-De gusto te mataría si te pillase en una habitación.

Eva mirando para la gorda polla, le dijo:

-No lo dudo.

Álvaro guardó la polla, le dio una tarjeta con una dirección y un número de teléfono, y le dijo:

-Para ti es gratis.

-¡¿Gratis?!

-Sí, me muero por follar contigo, mamá.

-Tú lo que quieres es vengarte de tu padre metiéndole los cuernos.

No se lo negó.

-Pues sí. Para el coche.

-¿Qué quieres hacer?

-Metérselos ya.

Eva llevaba años pensando en meterle los cuernos a su marido porque era un maltratador, un cabrón y un putero, pero no se había atrevido. Nunca pensó que lo haría con su hijo, pero la ocasión la pintan calva. Paró el auto al lado de la carretera. Álvaro le dijo:

-Reclina el asiento.

Eva se quitó el cinturón de seguridad, reclinó el asiento y se echó sobre él. Álvaro después de quitar el cinturón de seguridad se metió entre las piernas de su madre, le subió el vestido y echando las manos a sus tetas le enterró la lengua en su jugosa vagina y después la sacó lentamente para lamer su clítoris de abajo a arriba apretando la lengua contra él, después lo chupaba y empezaba de nuevo volviendo a enterrar la lengua dentro de la vagina.... Ni tres minutos tardó Eva en correrse en la lengua de su hijo. Álvaro no dejó de lamer hasta que su madre no dejó de gemir. Luego, inclinó su asiento hacia atrás, sacó la polla y le dijo:

-Ven que quiero saber cómo follas.

Eva miró para aquella hermosa polla, se inclinó, la cogió por la base y le mamó el glande un par de minutos, después subió encima de de su hijo y metió la polla hasta el fondo de su coño. Lo folló con idea de hacer que se corriera, o sea, marcaba los tiempos, lento, aprisa, a toda hostia, lento de nuevo.... Estaba follándolo a toda hostia cuando Álvaro la cogió por la cintura y la folló a ella aún más rápido, el resultado fue que Eva echó la cabeza hacia atrás, comenzó a temblar y se corrió diciendo:

-¡Diosssssss!

Al acabar de correrse, le dijo:

-Tú no te corriste.

-Tengo que reservarme para la noche. En mi trabajo hay que cumplir siempre.
 
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