La Nena Salvage
Virgen
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Nunca había tenido un accidente tan agradablemente rico. Hace unos días fuimos de fin de semana a Cuernavaca. Nos quedamos en la casa de un amigo. Íbamos mi novio, mi hermano, su novia y una pareja de amigos más. No relataré todo lo que sucedió ahí, bueno no en este momento, sólo contaré esta pequeña anécdota.
En la casa hay dos cuartos y la sala que tiene un sillón cama bastante maltrecho. Rifamos los dos cuartos, en uno quede yo con mi novio, y en el otro la pareja. Mi hermano y su novia se durmieron, bueno intentaron, en el sillón.
Cuando salgo de viaje, no sé por qué, el reloj biológico se me altera y suelo despertarme muy temprano, salgo a correr o hacer algo de yoga. Esa mañana regresando me encontré que Ernesto, así se llama mi novio, aún no se había levantado. Tenía la cabeza cubierta por las cobijas y roncaba.
Me gusta encontrarlo así porque me da la oportunidad de desayunar algo más. Así que ni tarda ni perezosa me cuelo por debajo de las sabanas y le tomo el pene con las dos manos. – Hola, amor, como amaneciste, le digo al champiñón desinflado. – Y su respuesta primera es empezar a despertarse. Se va levantando poco a poco y comienza a crecer en mis manos. Sé que requiere de mi ayuda y lo hago besándolo y repasando su ojito con mi lengua. Lo lengüeteo con mayor gusto mientras va creciendo y poniéndose duro y caliente en mis manos, ya no necesito sujetarlo y juego a atraparlo con la boca. Soy muy buena jugadora, lo atrapo en el tercer intento y comienzo a mamar y chupar con fricción de semejante sexo. No recordaba que Ernesto lo tuviera tan grande.
Fue un gran desayuno el que me di. Tome tanta leche como pudo caberme en la boca. Me deslice por debajo de las sabanas y cuando llego a la puerta le digo. Ya levántate huevón. A lo que me responde desde atrás, a mis espaldas. Ya lo hice, intentaba alcanzarte corriendo pero no te vi. Oh, sorpresa. Entonces la cara de mi hermano sonriendo. Estaba tan incomodo el sillón que aproveche que dejaron libre la cama, muchas gracias. Ninguno de los dos dijo nada.
Después sucedieron otros encuentros, ya no por accidente, pero esas son otras historias.
En la casa hay dos cuartos y la sala que tiene un sillón cama bastante maltrecho. Rifamos los dos cuartos, en uno quede yo con mi novio, y en el otro la pareja. Mi hermano y su novia se durmieron, bueno intentaron, en el sillón.
Cuando salgo de viaje, no sé por qué, el reloj biológico se me altera y suelo despertarme muy temprano, salgo a correr o hacer algo de yoga. Esa mañana regresando me encontré que Ernesto, así se llama mi novio, aún no se había levantado. Tenía la cabeza cubierta por las cobijas y roncaba.
Me gusta encontrarlo así porque me da la oportunidad de desayunar algo más. Así que ni tarda ni perezosa me cuelo por debajo de las sabanas y le tomo el pene con las dos manos. – Hola, amor, como amaneciste, le digo al champiñón desinflado. – Y su respuesta primera es empezar a despertarse. Se va levantando poco a poco y comienza a crecer en mis manos. Sé que requiere de mi ayuda y lo hago besándolo y repasando su ojito con mi lengua. Lo lengüeteo con mayor gusto mientras va creciendo y poniéndose duro y caliente en mis manos, ya no necesito sujetarlo y juego a atraparlo con la boca. Soy muy buena jugadora, lo atrapo en el tercer intento y comienzo a mamar y chupar con fricción de semejante sexo. No recordaba que Ernesto lo tuviera tan grande.
Fue un gran desayuno el que me di. Tome tanta leche como pudo caberme en la boca. Me deslice por debajo de las sabanas y cuando llego a la puerta le digo. Ya levántate huevón. A lo que me responde desde atrás, a mis espaldas. Ya lo hice, intentaba alcanzarte corriendo pero no te vi. Oh, sorpresa. Entonces la cara de mi hermano sonriendo. Estaba tan incomodo el sillón que aproveche que dejaron libre la cama, muchas gracias. Ninguno de los dos dijo nada.
Después sucedieron otros encuentros, ya no por accidente, pero esas son otras historias.