Abelardo y su Familia - Parte 02

heranlu

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Abelardo y su familia. 3: lecciones y espionaje.

(Abelardo y Toño esperan a sus primas e inician la preparación de sus hermanas).

Saliendo de casa de mis primas, Toño y yo acordamos recrudecer el espionaje sobre nuestras hermanas y reunirnos en la tarde a comparar datos. Pero yo tenía otro plan del que no le di noticia: a la mañana siguiente, un miércoles 6 de julio, sabiendo que Larissa, la hija de Mago, pasaba las vacaciones con su padre, me apersoné en casa de mi tía, esperando que estuviera sola en casa. Así era: me abrió envuelta en una amplia bata de estar en casa, sin bañar y con ojos de sueño.

-¿Qué haces aquí?- preguntó.

-Tía, Mago querida... déjame pasar. Regálame un café. Tengo algo que contarte.

Ya dentro, y con el café en la mano, mientras ella me miraba con ojos de reproche, mentí:

-Tía querida: ayer casi logré hacer el amor con una amiga mía, pero me fallaron dos cosas: una, condones. Aquí en Vieyra no puedo comprarlos, nadie me los vendería y en todos lados conocen a mis padres... tía querida, para hacer lo que nos pediste los necesito... ¿no me surtirías tu?

-Deberás pagármelos –dijo.

-Si tía... te los pagaré, lo prometo.

-¿Y la segunda razón?

-Que me enseñaste a gozar, pero no a hacer gozar... no sabía, Mago querida, cómo calentarla...

-¿Qué pasó, exactamente?

-Pues... fuimos al cine –yo había inventado toda la historia- y empecé a besarla... en los labios, en el cuello. La acaricié y me dejó meter mi mano dentro de su bra. A la salida paseamos por el parque... tía querida: en un rincón casi vacío la recargué en un árbol y la besé , metí mi mano bajo su falda y me dejó acariciarle las nalguitas... creo que estaba muy caliente, pero no pude hacer más. La invité a mi casa pero me dijo que no, que el lunes... a lo mejor, iría.

-El lunes –dijo Mago-. Y ¿es guapa?

-Sí que lo es.

-¿Cuántos años tiene?

-Catorce, tía, igual que yo.

-Y... ¿qué quieres saber?

-Cómo desvirgarla, tía, cómo hacer que me entregue su virginidad y que sea mi novia, mi amante.

-Tu ya lo sabes, Abe. Pero te voy a dar gusto porque inventaste un buen pretexto. Te voy a enseñar a masturbarme como a mi me gusta, a darme sexo oral como a mi me gusta, a mí, no olvides eso.

Me abrazó y me besó como el sábado y, como el sábado, sentí la muerte, la vida entre sus brazos. Me enseñó su clítoris y me hizo tocarlo, acariciarlo, darle vueltas con la yema del dedo, rascarlo suavemente con la uña y luego, tratar de repetir el mismo tipo de presiones y movimientos con la lengua. Creo que se vino un par de veces.

Me dio un gran premio: otra mamada como la del sábado. Ella misma me desabrochó los pantalones, me sacó mi verga, durísima, y la chupo hasta sacarle jugo. Luego cerró su bata, me subió los chones y los pantalones, y fue a su baño.

-Aquí tienes un paquete de nueve condones. Si es cierto lo que me has contado y el martes en la mañana traes sus calzoncitos bañados en sus jugos y los tuyos, te daré un gran premio. El premio será especial si compruebo que la desvirgaste.

-Sí. Espérame –le dije, saciado y feliz.

De regreso a casa decidí que algo tenía que inventarle a Toño y, aprovechando que mi hermana Alicia no estaba, hurgué en sus cajones, toqué sus braguitas y sus brassieres, sentía que violaba su intimidad y tuve una gran erección a pesar de que media hora antes había descargado más que satisfactoriamente.

Entonces encontré un tesoro, un verdadero tesoro: el diario de mi hermana. nada más hojearlo corrí a la papelería más próxima y fotocopié tres fragmentos escritos en el mes anterior, tres joyas literarias que transcribo:

"Junio 13. Me masturbé como me enseñó Natalia, pensando en el profe de civismo y en mi primo Servando [...]

"Junio 18. Vino Toño a jugar con el tarado de mi hermano. Se está poniendo guapo y me trajo malos pensamientos... hasta pensé que podría tener un esclavo en casa, pues el tarado de Abe durante meses me suplicó que siguiéramos jugando a papás y mamás, ¿puedes creerlo?

"Junio 27. Fin de cursos. Nos fuimos a casa de Natalia y me enseñó las revistas de su hermano. Muy guarras. Nos masturbamos juntas".

Las notas, verán ustedes, eran oro molido, pero sólo se las cambiaría a Toño si el tenía buena información sobre Mariana. Y con esas, corrí a su casa.

-Tengo algo para ti –le dije-. Muy bueno, pero necesito ver lo que tu tienes.

-De ver nada, güey, pero de contar sí... aunque como te veo rejego, creo que debemos apostar algo.

-Estás pero bien pendejo, ¿tan seguro estás de que Mariana cae antes del lunes...? Porque tu pinche propuesta es muy sospechosa, cabrón.... a ver, muestra tus cartas.

-Va, pues. Mariana está que se le queman las habas. se da unos fajes tremendos con su novio y está caliente todo el día. Según he espiado en la ropa sucia se ha de masturbar diario, por los restos y olores, y he oído a través de la puerta ruiditos más que sospechosos.

-Eso no es nada, cabrón. Mira –y le di las copias del diario de Alicia.

Hicimos planes, pero muy vagos. El buscaría la forma de acercarse a su hermana, de espiarla bien, quizá de chantajearla amistosamente, mientras yo vería por acercarme a la mía. Por inventar juegos vacacionales para los tres.

Pero pasaron cuatro días en blanco. Yo le hacía plática a mi hermana y trataba de reducir las tensiones adolescentes que durante los últimos dos años nos habían hecho como perros y gatos. Sólo la mañana del sábado pude jugar con ella y platicar. Pero empezaba a romper el hielo. Toño, por su parte, tampoco avanzó mucho en el espionaje de su hermana.

No avancé gran cosa, pero vi mucho. Todo lo que pensaba, mis nuevas fantasías, me hicieron aprenderme sus gestos y las formas de su cuerpo. Empecé a desearla. Era entonces una niña bajita de estatura (1.52) y con unas formas sugerentes. Solía vestir de chorts y era una delicia ver sus blancas piernas. Imaginé sus labios succionando mi verga. Imaginé mis manos tocando sus pezones. Hurgué en sus cajones y aunque no volvió a olvidar su diario, me puse sus calzoncitos y sus mallas cuando no estaba en casa y el sábado me masturbé a su salud.

Por fin llegó el lunes. Mariana pidió permiso para salir la mañana del lunes con unas amigas suyas, así que el domingo hablamos a casa de Arcelia y Thelma para invitarlas "a jugar turista", el lunes, en casa de Toño. Yo hablé con Thelma delante de mi madre y Alicia y mientras le decía banalidades, ella me interrumpía:

-¿Cómo les fue en Ciudad Rodríguez?

-Solo pensé en tu lengua en mi rajita.

-¿Está bien la tía Esther?

-No tan bien como tu pito.

-¿Y Felipe?

-No le vi el pito, pero también se me antoja... ¿no quieres cogerte a Estela?

-¿La saludaste de mi parte?

-No como tu querrías...

Así se fue la plática y el pito me pedía guerra. Al día siguiente las esperábamos con ansia y llegaron... vestidas con sus falditas de la escuela.​
Abe y familia 4.

(Por fin Thelma y Arcelia son desvirgadas por sus primos y Abe las goza a ambas).


Aquel lunes 13 de julio, pasaditas las diez de la mañana, Thelma y Arcelia tocaron el timbre de casa de Toño. Sólo estábamos él y yo y las esperábamos vestidos únicamente con chorts, él de fut-bol y yo unos largos con grandes bolsas. Ellas llegaron con sus falditas escocesas de la escuela, la de Thelma a medio muslo y la de Arcelia arribita de la rodilla, con zapatos negros, blancas blusas y calcetas escolares.

Thelma se colgó de mi cuello, me dio un cálido beso y dijo:

-Pero si nos estaban esperando... ¿verdad? –yo la tenía abrazada de la cintura, pero al decir eso, tomó mi mano y la llevó más abajo, dentro de su falda. Acaricié su nalga para comprobar, feliz, que no traía chones: así había venido desde su casa. Cuando acaricié la deliciosa línea de sus nalgas, dijo:

-Nosotras venimos preparadas. Arce no quería, pero la convencí... ¿de verdad están listos?

-Estoy preparado, preciosísima. Tenemos condones para evitar cualquier mal, y daría mi alma por hacer el amor contigo, ahorita.

-Pues no será necesario... yo estoy más caliente que una olla express-. Y sin esperar más me llevó por las escaleras al cuarto de Mariana, diciendo antes de llegar arriba: –te dejamos tu cuarto, Toño. Trata bien a Arce.

Teníamos prisa, hambre mejor dicho: mi virginal primita estaba más excitada que yo, si cabe, y durante el camino había venido tocándose y fantaseando con lo que iba a pasar, mientras Arcelia manejaba. Tan pronto estuvimos en el cuarto de mi (otra) prima, la cachonda Thelmita empezó a morderme en el cuello y los labios. Le desabroché uno a uno los botones de su blusa sacando al aire sus pequeñas tetas y las chupé con ansia.

-¿Ya estás lista, reina mía? –le pregunté.

-Ya... hazlo por favor... –dijo con voz entrecortada.

Le di vuelta sobre su propio eje, decidí olvidar el condón y venirme fuera, y la puse empinadita sobre el escritorio de Mariana, le levanté su faldita sin quitársela y me ensalivé el pito antes de metérselo como Mago me había dicho que lo hiciera: despacito, despacito hasta que sentí el obstáculo deseado. Ella gemía y cuando yo arremetí contra su himen, con un violento movimiento de caderas, mientras la tenía buen prensada de la cintura, dio un gritito. Pero su vagina estaba húmeda y acogedora y ella tenía muchas ganas, así que nos movimos con gusto. Parecía que yo supiera más de lo que sabía, porque entraba y salía hasta casi venirme, sintiendo su carne, la delicada carne de su vagina rodear, acariciar mi pene. Y luego, a punto de turrón, me detenía, con el pito metido hasta dentro, acariciándole las tetas y las nalgas. Y dale otra vez hasta que ella se vino, temblando y gimiendo, y yo arremetí con vigor creciente hasta que sentí venirme, sacándoselo entonces y echando todo sobre sus nalgas y su faldita.

Ella se dio vuelta y sin limpiarse ni nada, escurriendo semen, me dio un abrazo largo .

-Ya soy mujer,- dijo. –Me encantó. ¿seremos amantes?

-Thelma, te adoro... ¿seremos amantes?

-¡Sí...!, ¡sí!

Y la besé otra vez, desnuditos los dos. La besé y la acaricié y el pito empezaba a amorcillarse sabroso, cuando ella dijo:

-Vayamos a ver cómo van aquellos ¿si?

-Ahoritita te alcanzo: déjame limpiar un poquito –le dije.

Agarró su blusita y salió. Yo hurgué en los cajones de Mariana hasta encontrar el de su ropa interior y me robé unos chones de Mariana, los que estaban hasta debajo de la pila de calzoncitos, en el segundo cajón que abrí, unos calzoncitos todavía infantiles, grandes y con olancitos en donde van las nalgas. Seguro Mariana ya no los usaba (alcancé a echar un vistazo a los de arriba, mucho más pequeños y sexis), así que no los extrañaría. Con ellos limpié los jugos que pringaban mi pito y las manchas de semen y sangre que quedaron sobre el escritorio y en el piso. Los guardé en la bolsa de mi chort y así, con la verga amorcillada y mis chorts en la mano, salí al pasillo y pensé "¿qué dirían mis tíos de encontrarnos así?, mi tía Mariana todavía aguanta un piano... pero ¿qué tal que llegara Marianita?", tan trascendentales pensamientos terminaron de pararme la verga y así entré al cuarto de Toño.

Entonces terminó de ponérseme durísima: acostada en la cama, con las piernas abiertas, totalmente desnuda, Arcelia se acariciaba el pezón derecho y el clítoris. Observé su coño, cubierto por una espesa mata de pelo crespo y negro y observé sus ojos cerrados y su sonrisa. Tenía los ojos cerrados y se tocaba a pesar de que a tres pasos de ella, al pie de la cama, Thelma cabalgaba a Toño, quien soltaba audibles y gozosos gemidos.

Me puse un condón pues esta vez sí quería terminar dentro. Pasé a un lado de Toño y Thelma, y apunté mi pito hacia la entrada de Arcelia. Hice a un lado su mano y ella abrió los ojos. Sin decir nada rodeó mi espalda con sus morenos y delgados brazos y me atrajo hacia ella.

Mi pito se deslizó suavemente dentro de ella. Estaba en su casa. Se movía suavemente, por instinto, y sus músculos vaginales oprimían deliciosamente mi miembro. La besé y trenzamos nuestras lenguas y, abrazado por ella, me movía a su ritmo, despacito, disfrutando su cueva, su cuerpo, su beso, mientras Toño y Thelma aullaban a nuestro lado.

La llené (es decir, al condón) de mi leche y al cabo de un rato estábamos los cuatro, completamente desnudos, acariciándonos y diciéndonos ternezas. Nos metimos a la ducha todos juntos, pero no follamos más ese día por miedo a que ya fueran a regresar mis tíos. De todos modos fue una delicia ver a las dos hermanitas, tan guapas, tan lindas, con la piel mojada y el pelo cubierto por las gorras de baño de mi tía Mariana y de Marianita.

Ellas se despidieron con un beso y quedamos de vernos el jueves. Nosotros limpiamos un poco el desmadre que había,. Trapeamos con pinol los dos cuartos y, antes de que llegaran los demás, me fui a mi casa. Llevaba en mi mochila el chort que había usado y las pantys de Marianita bañadas en leche y jugos y sangre de Thelma.

Me dormí temprano, sintiendo en la piel el olor, el sabor de Thelma y Arcelia y fantaseando con el premio que, a la mañana siguiente, me daría Mago.

Abe y familia 5.

(De premio por desvirgar a mi prima, mi tía mago me permite sodomizarla).

El martes, al despertar, me bañé y salí corriendo a casa de Mago, llevando en mi mochila la panty de Marianita. Toqué su timbre hasta que me abrió con la misma bata del otro día. Entré y cerré la puerta tras de mi, abrazándola vorazmente:

-Mago querida: traigo conmigo la prueba que me pediste... y tendrás que darme el premio prometido.

-Enséñame, mi niño. Muéstrame lo que traes y cuéntame lo ocurrido – dijo Mago, jalándome hacia la sala.

Le mostré las pantys pringadas y ella se acomodó en el sofá, haciendo que yo me sentara enfrente.

-Cuéntame -. Ordenó.

Le conté lo que pasó entre Thelma y yo, sin decirle que había otra pareja al lado y que luego me follé a la otra chica. Y, por supuesto, oculté la identidad de la chica. Es decir, le conté una parte de lo que relato en el capítulo anterior.

Pero lo interesante es que mientras le contaba ella me pedía detalles y se tocaba: había abierto su bata y no tenía nada debajo. Yo quise ir a por ella pero me pidió que le siguiera contando, sin moverme.

Cuando empecé a contarle la parte más intensa ("Le di vuelta sobre su propio eje, decidí olvidar el condón y venirme fuera, y la puse empinadita sobre el escritorio de Mariana, le levanté su faldita sin quitársela y me ensalivé el pito antes de metérselo como tu, tía querida, me habías dicho que lo hiciera: despacito, despacito hasta que sentí el obstáculo deseado. Ella gemía y cuando yo arremetí contra su himen, con un violento movimiento de caderas, mientras la tenía buen prensada de la cintura, dio un gritito. Pero su vagina estaba húmeda y acogedora y ella tenía muchas ganas, así que nos movimos con gusto") ella sacó de la bolsa de su bata un objeto plateado que adiviné inmediatamente como un consolador.

Interrumpí la historia cuando vi que se lo deslizaba suavecito y que una vez dentro, lo prendió, dejándose oír un suave zumbido. Yo dije:

-¡Epa, tía!, ¿y yo?

-Tu, querido, sobrino –dijo ella-, vas a gozar ahora algo que muchos hombres de esta ciudad morirán sin conocer: el sexo anal.

Y diciendo y haciendo, sin sacarse el vibrador de donde estaba, se paró dejando que la bata se deslizara hasta el suelo, se puso en cuatro y me dijo:

-Ven, Abe lindo, ven y metela ya. Con mucha salivita.

Yo obedecí la invitación sin hacerme del rogar. Sin desvestirme saqué mi pene, dolorosamente rígido, y lo coloqué en la entrada de su ano. Se lo fui deslizando suavemente y gocé la presión y el calor de su pequeña cavidad.

Ella gozaba y daba grandes gritos, moviendo el vibrador con una de sus manos y meneando la grupa en torno a mi verga, hasta que llené sus entrañas con mi leche.

Caí a su lado, agotado y feliz. Nos abrazamos como dos enamorados y luego me llevó a su recámara. Me acostó sobre el tapete, al pie de su cama y con una esponja y una palangana de agua helada me limpió el pene, que con sus cuidados volvió a ponerse a mil.

Entonces me lo chupó con cuidado, con pausa y deleite, delante de un gran espejo que me devolvía su imagen, su angelical figura adorando a Priapo, al chile que me chupaba. Cuando terminó me hizo contarle todo otra vez, para despacharme a casa satisfecho y feliz. Me robé unas pantys de mi hermanita y me dormí temprano, oliéndolas e ideando cómo cogérmela, con la ayuda de Thelma, cuyo coñito dulce y acogedor me esperaba la mañana siguiente.

Thelma, linda, precoz, putita y caliente, serviría para poner a mi hermanita en bandeja... y así fue, aunque antes hube de complacer a mi cachonda prima, hube de verla estremeciéndose bajo otro cuerpo, con otro pene en su interior.​
 
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