Mi esposo se fue a trabajar a otro país, al
principio nos mandaba algo de dinero y de
repente nunca más hemos vuelto a saber
de él.
Nos quedamos sola mi hija y yo. El único
oficio que sabía desempeñar es el de
costurera, pero era muy poquito para
sobrevivir.
-Me puede anotar estas verduras y las
tortillas- le dije al tendero.
-No doña Cleo, ya no le puedo dar más,
me debe mucho.
Le rogué a don Mario para que me hiciera
el favor, pero él se negó.
-Sabe doña Cleo, su hijita le podría
ayudar- me dijo.
-¿A qué se refiere?
-Usted sabe. La chamaca esta muy bonita.
-¡Viejo loco!- le grité.
Después de abofetearlo, salí de la tienda.
No había nada para comer, no tenía dinero,
estaba muy preocupada. Mi cabeza daba
vueltas.
-Sofi, ven mami- le grité a mi niña.
-Mande mami- se apareció de inmediato.
-Don Mario está muy enfermo- le dije.
Necesita nuestra ayuda.
Fuimos las dos a la tienda de don Mario.
-Buenas doña Cleo- me saludó el descarado.
Nos fuimos a la parte de atrás, un cuarto
que parecía oficina.
-Mami, don Mario tiene malita una parte
de su cuerpo- le dije a mi niña.
Don Mario se bajó el cierre y con su mano
dejó ver su miembro que ya estaba tieso.
-¿Así mami?- me preguntó Sofi.
-Sí mi amor.
-Embarrale toda tu saliva, que eso le
hará muy bien- le dije.
-Con tu lenguita dale masajitos mi amor.
El pervertido de don Mario aullaba de placer
y sujetaba la cabezita de mi niña.
-Auuh Sofi, me estás curando muy bien- decía
el cerdo.
-¡Ayy!- exclamó Sofi.
Don Mario había sujetado con su mano,
el pelo de mi niña- Le recogió el pelo
hasta hacerlo una sola colita y desde
ahí manipulaba la cabezita de Sofi.
Se la hacía para atrás y para delante.
-¡Ahhhh!
-¡Uhhh!
Gritos de placer sonaron en el cuarto.
Don Mario se colapsaba en su orgasmo.
La boquita de mi niña era llenada de
líquido blanco.
-Pásatelo mi amor- le dije.
Ella muy obediente se los pasó.
-Listo mami- dijo ella, haciendo
muecas con su cara por el sabor.
principio nos mandaba algo de dinero y de
repente nunca más hemos vuelto a saber
de él.
Nos quedamos sola mi hija y yo. El único
oficio que sabía desempeñar es el de
costurera, pero era muy poquito para
sobrevivir.
-Me puede anotar estas verduras y las
tortillas- le dije al tendero.
-No doña Cleo, ya no le puedo dar más,
me debe mucho.
Le rogué a don Mario para que me hiciera
el favor, pero él se negó.
-Sabe doña Cleo, su hijita le podría
ayudar- me dijo.
-¿A qué se refiere?
-Usted sabe. La chamaca esta muy bonita.
-¡Viejo loco!- le grité.
Después de abofetearlo, salí de la tienda.
No había nada para comer, no tenía dinero,
estaba muy preocupada. Mi cabeza daba
vueltas.
-Sofi, ven mami- le grité a mi niña.
-Mande mami- se apareció de inmediato.
-Don Mario está muy enfermo- le dije.
Necesita nuestra ayuda.
Fuimos las dos a la tienda de don Mario.
-Buenas doña Cleo- me saludó el descarado.
Nos fuimos a la parte de atrás, un cuarto
que parecía oficina.
-Mami, don Mario tiene malita una parte
de su cuerpo- le dije a mi niña.
Don Mario se bajó el cierre y con su mano
dejó ver su miembro que ya estaba tieso.
-¿Así mami?- me preguntó Sofi.
-Sí mi amor.
-Embarrale toda tu saliva, que eso le
hará muy bien- le dije.
-Con tu lenguita dale masajitos mi amor.
El pervertido de don Mario aullaba de placer
y sujetaba la cabezita de mi niña.
-Auuh Sofi, me estás curando muy bien- decía
el cerdo.
-¡Ayy!- exclamó Sofi.
Don Mario había sujetado con su mano,
el pelo de mi niña- Le recogió el pelo
hasta hacerlo una sola colita y desde
ahí manipulaba la cabezita de Sofi.
Se la hacía para atrás y para delante.
-¡Ahhhh!
-¡Uhhh!
Gritos de placer sonaron en el cuarto.
Don Mario se colapsaba en su orgasmo.
La boquita de mi niña era llenada de
líquido blanco.
-Pásatelo mi amor- le dije.
Ella muy obediente se los pasó.
-Listo mami- dijo ella, haciendo
muecas con su cara por el sabor.
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