Historias el macho
Virgen
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Betty estaba en la cocina preparando el desayuno para Memo, su esposo despistado y confiado. De repente, escuchó un ruido fuera de la casa. Miró por la ventana y vio a un vagabundo negro y peludo revisando los botes de basura.
El vagabundo era alto y fuerte, su piel oscura cubierta de una gruesa capa de pelo negro. Estaba despeinado y desaliñado, y su ropa estaban sucia y llena de manchas. Pero a Betty no le importaba nada de eso.
Sintiendo un deseo prohibido, Betty abrió la ventana y llamó al vagabundo. -¿Buscas algo? -preguntó con una voz sugerente que no reconoció como propia. Él levantó la vista, mostrando una sonrisa sucia y torcida, llena de dientes amarillos y comida podrida.
El vagabundo se acercó a la ventana, su olor a sudor y basura llenó la cocina. Betty respiró hondo, disfrutando del olor fetido que desprendía. -¿Quieres entrar?
El vagabundo no dijo nada, simplemente entró en la casa y cerró la ventana detrás de él. Betty pudo ver su miembro grande y negro asomándose por la pretina de sus pantalones rotos. Era enorme, al menos 35 centímetros de carne negra y venosa.
Betty tragó saliva, sintiendo un calor intenso entre sus piernas. El glande del vagabundo estaba lleno de esmegma, una visión que debería haberla repugnado, pero que en cambio la excitaba de manera perversa.
El vagabundo se acercó a Betty, su cuerpo peludo y sudoroso contrastaba con su piel blanca y suave. Ella podía oír los pasos de Memo en el piso de arriba, pero no le importaba.
Betty, con el corazón latiendo rápidamente, se dejó llevar por la lujuria, ahí en la cocina. Memo, su esposo, estaba en el piso de arriba, viendo televisión y completamente ajeno a lo que estaba ocurriendo abajo.
Betty se arrodilló frente al vagabundo, su miembro negro y apestoso a pocos centímetros de su cara. Sin dudarlo, abrió la boca y comenzó a chupar el enorme glande lleno de esmegma.
El sabor amargo y salado del esmegma llenó su boca, pero Betty no se detuvo. Siguió chupando con avidez, disfrutando de la sensación de tener una verga tan grande y sucia en su boca.
Mientras chupaba, el vagabundo comenzó a gemir en voz baja, tomándola por el cabello. Betty podía escuchar a Memo paseando por el piso de arriba, completamente ajeno a que su esposa estaba siendo follada por un vagabundo apestoso.
De repente, el vagabundo empuñó su miembro y lo sacó de la boca de Betty. Ella lo miró con deseo, esperando lo que vendría después. El vagabundo la tomó de la mano y la hizo ponerse de espaldas a él.
Betty se inclinó sobre el sofá, levantando su vestido para mostrar su culote blanco y limpio. El vagabundo le bajó el pantalón y las bragas, dejando su culo gordo y blanco expuesto. Luego, escupió sobre su ano y su coño.
Sin previo aviso, el vagabundo entró dentro de ella con una embestida fuerte y profunda. Betty gritó de placer, tapándose la boca para que Memo no la escuchara desde arriba. El vagabundo comenzó a follarla como un animal, sus cuerpos chocando sonaban como una película porno.
Betty podía sentir como la enorme verga del vagabundo la llenaba por completo, estirando sus paredes vaginales. Sus gemidos eran cada vez más fuertes, a pesar de sus esfuerzos por callarlos. En el piso de arriba, Memo seguía sin sospechar nada.
El vagabundo aceleró el ritmo de sus embestidas, follando a Betty cada vez más fuerte y profundo. Ella podía sentir como se acercaba al orgasmo, su cuerpo temblando de placer. De repente, el vagabundo sacó su miembro y la giró hacia él.
Betty, con los ojos llenos de lujuria y las mejillas sonrojadas, miró al vagabundo mientras él se acercaba a ella. Sin decir una palabra, él tomó su miembro enorme y lo frotó contra su clítoris hinchado.
Betty gimió suavemente, sintiendo el glande húmedo y caliente del vagabundo contra su clítoris. Él comenzó a frotar su verga arriba y abajo, creando una fricción que la volvía loca de placer. Ella sabía que estaba a punto de explotar.
De repente, el vagabundo empujó su miembro hacia abajo y lo metió dentro de ella de nuevo, pero esta vez en una posición que hacía que su enorme glande golpeara directamente contra su punto G.
Betty sintió como si un rayo la recorriera entera. El vagabundo comenzó a bombear en ese ángulo perfecto, mientras ella clavaba las uñas en su espalda peluda. En el piso de arriba, Memo bostezó y cambió de canal en la televisión.
Mientras Memo subía el volumen de la televisión, Betty era follada cada vez más fuerte y profundo por el vagabundo. Ella podía sentir como su cuerpo se acercaba al orgasmo más intenso que había tenido nunca. El vagabundo la estaba destruyendo con su verga enorme y sucia.
Sin previo aviso, Betty explotó en un orgasmo brutal que hizo que sus piernas temblaran y que sus fluidos salieran a chorros. El vagabundo, sin detenerse, comenzó a lamer la boca y lengua de Betty compartiendo saliva, mientras seguía follando su coño dilatado.
Betty sentía que se desmayaría de tanto placer. El vagabundo, cubierto de sudor y tierra, le agarraba con fuerza el culo mientras la penetraba sin piedad. De repente, él gimió fuerte y anunció: "Me voy a correr."
Betty, completamente enloquecida de placer, gritó: "¡Dentro de mí! ¡Córrete dentro de mí!" El vagabundo obedeció, y un segundo después, ella sintió como su enorme miembro pulsaba y liberaba una cantidad impresionante de semen dentro de su vientre.
El vagabundo se desplomó sobre Betty, jadeando y cubierto de sudor y tierra. Ella podía sentir su miembro aún duro dentro de ella, llenándola con su semen caliente. En el piso de arriba, Memo roncaba suavemente frente a la televisión encendida.
Betty acarició el cabello sudado del vagabundo, sintiéndose más satisfecha que nunca. Sabía que acababa de tener la mejor cogida de su vida con un hombre desconocido y sucio. El vagabundo se levantó, se arregló la ropa y se preparó para marcharse.
Antes de irse, el vagabundo se volvió hacia Betty y le susurró: "Volveré." Luego, se deslizó por la ventana y desapareció entre las bulliciosas calles de la ciudad.
Betty, completamente exhausta y satisfecha, se arregló la ropa y subió a la habitación. Se metió a bañar, mientras Memo, seguía roncando plácidamente. Ella sonrió para sí misma, sabiendo que pronto volvería a ver al vagabundo.
El vagabundo era alto y fuerte, su piel oscura cubierta de una gruesa capa de pelo negro. Estaba despeinado y desaliñado, y su ropa estaban sucia y llena de manchas. Pero a Betty no le importaba nada de eso.
Sintiendo un deseo prohibido, Betty abrió la ventana y llamó al vagabundo. -¿Buscas algo? -preguntó con una voz sugerente que no reconoció como propia. Él levantó la vista, mostrando una sonrisa sucia y torcida, llena de dientes amarillos y comida podrida.
El vagabundo se acercó a la ventana, su olor a sudor y basura llenó la cocina. Betty respiró hondo, disfrutando del olor fetido que desprendía. -¿Quieres entrar?
El vagabundo no dijo nada, simplemente entró en la casa y cerró la ventana detrás de él. Betty pudo ver su miembro grande y negro asomándose por la pretina de sus pantalones rotos. Era enorme, al menos 35 centímetros de carne negra y venosa.
Betty tragó saliva, sintiendo un calor intenso entre sus piernas. El glande del vagabundo estaba lleno de esmegma, una visión que debería haberla repugnado, pero que en cambio la excitaba de manera perversa.
El vagabundo se acercó a Betty, su cuerpo peludo y sudoroso contrastaba con su piel blanca y suave. Ella podía oír los pasos de Memo en el piso de arriba, pero no le importaba.
Betty, con el corazón latiendo rápidamente, se dejó llevar por la lujuria, ahí en la cocina. Memo, su esposo, estaba en el piso de arriba, viendo televisión y completamente ajeno a lo que estaba ocurriendo abajo.
Betty se arrodilló frente al vagabundo, su miembro negro y apestoso a pocos centímetros de su cara. Sin dudarlo, abrió la boca y comenzó a chupar el enorme glande lleno de esmegma.
El sabor amargo y salado del esmegma llenó su boca, pero Betty no se detuvo. Siguió chupando con avidez, disfrutando de la sensación de tener una verga tan grande y sucia en su boca.
Mientras chupaba, el vagabundo comenzó a gemir en voz baja, tomándola por el cabello. Betty podía escuchar a Memo paseando por el piso de arriba, completamente ajeno a que su esposa estaba siendo follada por un vagabundo apestoso.
De repente, el vagabundo empuñó su miembro y lo sacó de la boca de Betty. Ella lo miró con deseo, esperando lo que vendría después. El vagabundo la tomó de la mano y la hizo ponerse de espaldas a él.
Betty se inclinó sobre el sofá, levantando su vestido para mostrar su culote blanco y limpio. El vagabundo le bajó el pantalón y las bragas, dejando su culo gordo y blanco expuesto. Luego, escupió sobre su ano y su coño.
Sin previo aviso, el vagabundo entró dentro de ella con una embestida fuerte y profunda. Betty gritó de placer, tapándose la boca para que Memo no la escuchara desde arriba. El vagabundo comenzó a follarla como un animal, sus cuerpos chocando sonaban como una película porno.
Betty podía sentir como la enorme verga del vagabundo la llenaba por completo, estirando sus paredes vaginales. Sus gemidos eran cada vez más fuertes, a pesar de sus esfuerzos por callarlos. En el piso de arriba, Memo seguía sin sospechar nada.
El vagabundo aceleró el ritmo de sus embestidas, follando a Betty cada vez más fuerte y profundo. Ella podía sentir como se acercaba al orgasmo, su cuerpo temblando de placer. De repente, el vagabundo sacó su miembro y la giró hacia él.
Betty, con los ojos llenos de lujuria y las mejillas sonrojadas, miró al vagabundo mientras él se acercaba a ella. Sin decir una palabra, él tomó su miembro enorme y lo frotó contra su clítoris hinchado.
Betty gimió suavemente, sintiendo el glande húmedo y caliente del vagabundo contra su clítoris. Él comenzó a frotar su verga arriba y abajo, creando una fricción que la volvía loca de placer. Ella sabía que estaba a punto de explotar.
De repente, el vagabundo empujó su miembro hacia abajo y lo metió dentro de ella de nuevo, pero esta vez en una posición que hacía que su enorme glande golpeara directamente contra su punto G.
Betty sintió como si un rayo la recorriera entera. El vagabundo comenzó a bombear en ese ángulo perfecto, mientras ella clavaba las uñas en su espalda peluda. En el piso de arriba, Memo bostezó y cambió de canal en la televisión.
Mientras Memo subía el volumen de la televisión, Betty era follada cada vez más fuerte y profundo por el vagabundo. Ella podía sentir como su cuerpo se acercaba al orgasmo más intenso que había tenido nunca. El vagabundo la estaba destruyendo con su verga enorme y sucia.
Sin previo aviso, Betty explotó en un orgasmo brutal que hizo que sus piernas temblaran y que sus fluidos salieran a chorros. El vagabundo, sin detenerse, comenzó a lamer la boca y lengua de Betty compartiendo saliva, mientras seguía follando su coño dilatado.
Betty sentía que se desmayaría de tanto placer. El vagabundo, cubierto de sudor y tierra, le agarraba con fuerza el culo mientras la penetraba sin piedad. De repente, él gimió fuerte y anunció: "Me voy a correr."
Betty, completamente enloquecida de placer, gritó: "¡Dentro de mí! ¡Córrete dentro de mí!" El vagabundo obedeció, y un segundo después, ella sintió como su enorme miembro pulsaba y liberaba una cantidad impresionante de semen dentro de su vientre.
El vagabundo se desplomó sobre Betty, jadeando y cubierto de sudor y tierra. Ella podía sentir su miembro aún duro dentro de ella, llenándola con su semen caliente. En el piso de arriba, Memo roncaba suavemente frente a la televisión encendida.
Betty acarició el cabello sudado del vagabundo, sintiéndose más satisfecha que nunca. Sabía que acababa de tener la mejor cogida de su vida con un hombre desconocido y sucio. El vagabundo se levantó, se arregló la ropa y se preparó para marcharse.
Antes de irse, el vagabundo se volvió hacia Betty y le susurró: "Volveré." Luego, se deslizó por la ventana y desapareció entre las bulliciosas calles de la ciudad.
Betty, completamente exhausta y satisfecha, se arregló la ropa y subió a la habitación. Se metió a bañar, mientras Memo, seguía roncando plácidamente. Ella sonrió para sí misma, sabiendo que pronto volvería a ver al vagabundo.